Prólogo

Los grandes artistas se concentran en una cosa: sus creaciones. Los músicos pasan meses buscando la armonía o la letra perfectas, los arquitectos se afanan en los detalles más minúsculos de sus planes de construcción y los pintores buscan el lugar ideal para su última pincelada. Pero una vez que terminan sus obras maestras, los artistas de éxito también deben averiguar cómo rentabilizarlas al mismo tiempo que proteger su procedencia y su valor futuro.

Ahí es donde entra el intermediario. Los creadores de contenidos de todo tipo, como músicos, podcasters, pintores, escritores, directores y compositores, suelen verse obligados a recurrir a un intermediario para compartir sus creaciones con el mundo. Ya sea una galería de arte, una discográfica o un promotor de conciertos, todos estos funcionarios prometen a los artistas la posibilidad de monetizar su trabajo a cambio de una buena parte de los beneficios y, a veces, incluso la propiedad de la obra del artista.

Aunque no todos los intermediarios son malos, algunos han sido noticia en los últimos años por los tratos turbios que han hecho con sus clientes. Taylor Swift ha hablado del contrato injusto que firmó cuando era adolescente y de cómo su música fue vendida en múltiples ocasiones sin su conocimiento o consentimiento. Músicos como Prince y Michael Jackson también eran conocidos por sus disputas con sus discográficas.

En los últimos años, plataformas tecnológicas como Spotify han ofrecido cierta esperanza de desintermediación. Sin embargo, a medida que las plataformas han evolucionado, los artistas se han dado cuenta de que su economía se ha visto reducida, no mejorada. Por ello, no es de extrañar que la comunidad creativa lleve tiempo buscando una forma de recuperar el control (y la propiedad) de sus valiosos activos creativos.

Entra en escena el NFT, una herramienta que permite a los creadores prescindir por completo de los intermediarios. Entender cómo aprovechar la tecnología de este activo digital puede devolver el control a los creadores. A primera vista, los tókenes no fungibles están envueltos en la jerga de las criptomonedas, lo que asusta a cualquiera que no tenga un título en informática, pero son relativamente sencillos. Son una forma de que los artistas incrusten un fragmento de código en sus obras para poder compartirlas sin miedo a la piratería y con la seguridad de que serán pagados directamente por sus seguidores y fans a perpetuidad. Esto les devuelve el control de su propiedad intelectual con una mayor transparencia, a la vez que se hace un seguimiento y se distribuyen los pagos al creador por derechos de autor y ventas.

Una de las partes más valiosas de los tókenes no fungibles es el modo en que permiten que una comunidad se forme y participe en el apoyo a algo en lo que creen. En el año 2000, fui a mi primer concierto en Nueva York para ver a uno de mis grupos favoritos, U2. Si esa noche hubieran vendido NFT, quizá hubiera hecho hodling (es decir, quedármelo y no venderlo) con él de por vida.

Imagina haber sido uno de los 100 primeros fans de U2 o haber ido a un concierto de sótano y haber comprado un NFT de una canción del próximo David Bowie antes de que se hicieran famosos. Los primeros seguidores son recompensados, los artistas son pagados y la comunidad se fortalece. Ahora está claro que los tókenes no fungibles no solo han llegado para quedarse, sino que pueden transformar radicalmente la industria creativa y de contenidos. Por ello, invertir en este mercado ha dejado de ser una idea marginal y se ha convertido en una estrategia fundamental para cualquiera que quiera participar en la economía creativa de manera significativa.

Como abogado que ha dedicado su carrera profesional a entender cómo bursatilizar y monetizar activos de forma compatible, los NFT representan una enorme oportunidad para quienes los entienden.

El mejor momento para subirse al carro de los NFT fue en 2020, pero el segundo mejor momento es ahora mismo. Por eso estoy tan contento de que QuHarrison Terry y Matt Fortnow hayan decidido crear esta sencilla herramienta educativa, que abre las posibilidades de los tókenes no fungibles a los millones de personas que se ganan la vida en los campos creativos. Manual de uso de los NFT ofrece a esos creativos un camino real para controlar su propio destino. Este libro puede convertirse en la biblia de una revolución en ciernes.

Se necesita a un visionario para ver el futuro y entender cómo hacerlo realidad. QuHarrison Terry es ese visionario. También es un empresario que empezó a vender arte digital en línea en 2014 y ha visto de primera mano lo transformador que puede ser este conocimiento. Matt Fortnow ha estado en la vanguardia de la revolución de internet desde sus primeros días como empresario que creó su primera empresa de internet en 1996, y entiende el futuro de la tecnología. Su experiencia combinada y su convicción sobre el futuro de los tókenes no fungibles hablan por sí solas. No hay dos personas más cualificadas para escribir este libro.

Como director general y cofundador de Republic, una empresa que también pretende desmitificar parte del mundo financiero y dar a la gente el poder de invertir en el futuro, nos hemos acostumbrado a las críticas que vienen con la innovación. Cuando empezamos a aplicar los principios de inversión tradicionales a las criptomonedas, algunos espectadores pensaron que estábamos locos. Una y otra vez, hemos visto que lo que hoy parece una locura, mañana parecerá normal. (Y todos desearíamos haber invertido cuando las cosas parecían locas y fuera de lugar). Lo mismo puede decirse de los NFT.

No puedo esperar a la llegada del futuro al que nos llevará este libro y esta tecnología. No se trata de si lo harán, sino de cuándo.

Kendrick Nguyen

Director general y cofundador de Republic