Cuando su cachorro ha crecido lo suficiente, la madre jaguar lo lleva a su territorio, donde le enseña a acechar a su presa, a nadar, a esconderse y a construir un refugio. Al cabo de siete cambios de estaciones, el cachorro ya está preparado para atreverse a aventurarse por su cuenta.
Un día el joven jaguar se topa con un pequeño grupo de ciervos. Acechándolos con cautela, intenta recordar las lecciones de su madre, pero sin confiar demasiado en sí mismo. Los ciervos al girarse lo ven, y el jaguar titubeando se queda mirándolos fijamente. Pero los ciervos se ríen de él. ¿Dónde está tu madre? ¡No nos das miedo! El jaguar regresa a su refugio y durante varios días no quiere aventurarse por cuenta propia. Se dedica a ir a la zaga de su madre cuando ella sale a cazar, huraño y sintiéndose insignificante. Pero al final, su madre se gira hacía él lanzando un rugido potente y protector, y le espeta: No me sigas. No pienso cazar más contigo. Crees que soy yo la que tengo el poder, pero tú también tienes el tuyo. No lo olvides nunca, eres un jaguar.
Mientras su madre desaparece entre la vegetación, el joven jaguar lo entiende con claridad. Ella había compartido sus conocimientos de supervivencia con él, pero nunca le había dado el poder para ser un jaguar. No se lo podía dar aunque quisiera, ya que este poder se encontraba en su interior. Desde aquel día, se atreve a ir a un territorio nuevo como jaguar en busca de alimento y manteniendo el equilibrio entre la fauna y realizando su destino.
Mi padre, don Miguel Ruiz, un nagual en nuestra tradición tolteca y autor de Los cuatro acuerdos, me contó esta historia hace varios años mientras yo formaba parte de un grupo de sus aprendices más cercanos. Al concluir la historia nos dijo: ‹‹Ahora ya no son mis aprendices ni yo soy su maestro. Vayan al mundo y tracen su destino››.
Me encanta esta historia y también el contexto en el que mi padre la compartió con nosotros por varias razones. En primer lugar, nos recuerda con vehemencia que todos tenemos el poder en nuestro interior, que todos somos jaguares. En segundo lugar, nos muestra que aprender de otros es provechoso y necesario, pero llega un momento de nuestro viaje en el que debemos ir por nuestra cuenta. Y, en último lugar, nos muestra que los chamanes empleamos historias de animales como ejemplos didácticos poderosos, algo que se suele pasar por alto. Simplemente es así.
Observa cómo el jaguar evoca un determinado sentimiento que una simple palabra no transmitiría. Nos hacemos una idea de la escena en el acto sin proponérnoslo siquiera. Nos identificamos con la vivencia del jaguar y, al mismo tiempo, la vemos desde fuera. Mientras oímos la historia, nos abrimos emocional y físicamente a ella. Es una simple historia con un propósito, por eso nos llega a un nivel más profundo de nuestro ser que cualquier proverbio o lista de reglas para vivir. Este es el poder de las enseñanzas de los animales.
En todas las historias antiguas de cualquier cultura del planeta, desde las de mis ancestros hasta las de los tuyos, los animales desempeñan un papel importante en la creación del mundo. Colaboran con sus hermanos humanos, hablan lenguas humanas, y nos enseñan a entender lo que nos comunican. Las aves, los osos, las serpientes de cascabel, los peces y los insectos comparten su sabiduría en estas historias. Y los animales nos siguen guiando y comparten su sabiduría con nosotros. A los niños les encantan los animales hablantes de los dibujos animados y los libros ilustrados. Y todos crecimos empapados en la sabiduría arquetípica de las arañas, palomas, animales de granja y criaturas marinas. Sin embargo, de adultos nos olvidamos de seguir abiertos a las mismas enseñanzas.
Por esta razón, se puede afirmar que los chamanes, más que en cualquier otra tradición de sabiduría, vemos el mundo natural como nuestro gran maestro, y a los animales de nuestro alrededor como los embajadores de esta sabiduría orgánica.
Chamanismo tolteca
Mi familia pertenece a un linaje que se remonta a los antiguos toltecas, la próspera civilización que existió hace entre tres mil y mil años en la región que ahora es la parte central del sur de México. Al igual que las culturas védicas antiguas de la India del mismo periodo del otro extremo del mundo, los toltecas de Mesoamérica hicieron hincapié en lo que hoy se conoce como espiritualidad, autorrealización o transformación personal.
La visión tolteca sobre estos temas era única de formas fascinantes. Por ejemplo, los toltecas enseñaban que todos somos artistas. En realidad, la palabra tolteca significa ‹‹artista›› en náhuatl, nuestra lengua nativa. Aunque el significado de la palabra artista no solo se refiere a una persona que pinta, esculpe o compone poemas. Ni tampoco se aplica únicamente a los miembros de mi tribu ancestral. Este nombre incluye a cualquier persona de este bello planeta. Los toltecas creen que cada uno de nosotros somos artistas y que el arte que creamos es la historia de nuestra vida.
Otra palabra importante en náhuatl es nagual. Y como ocurre con muchas otras palabras, nagual tiene dos significados. Por un lado, nagual se refiere a la fuerza vital, o la divinidad, que reside en ti, en mí y en todo, lo que algunos llaman ‹‹espíritu›› o ‹‹fuente››. Y por otro lado, nagual también se refiere a las mujeres y hombres que sirven a la comunidad en la que viven como maestros espirituales. En la actualidad, llamamos a estas mujeres y hombres chamanes. Y aunque en mi tradición tolteca me consideren un nagual, también me considero un chamán porque esta palabra está ahora muy extendida.
Como todo el mundo tiene la energía del nagual en su interior, en la tradición tolteca decimos que cualquier persona puede ser un nagual o chamán. En un sentido, tú ya lo eres. Solo por el hecho de haber nacido bajo una forma humana ya significa que puedes elegir la vida que llevarás. Esto te convierte en un artista, en un creador. El propósito de las enseñanzas toltecas es despertar al poder que hay en nuestro interior.
Los chamanes de la tradición tolteca, los naguales, veían a los animales como poderosos maestros. ¿En qué sentido? Para empezar, hay una verdad esencial que los toltecas comparten con muchas tradiciones indígenas y nativas de todo el mundo: el inmenso respeto por nuestros hermanos no humanos. Vemos a los otros seres como expresiones de la fuerza vital del nagual por derecho propio, como cohabitantes de este planeta, no son mejores ni peores que nosotros, simplemente son distintos. Todos nos parecemos de muchos modos: todos tenemos un cuerpo físico que necesita oxígeno y agua de alguna forma, y todos dependemos del Padre Sol y de la Madre Tierra para recibir el alimento necesario para crecer y sobrevivir.
Sin embargo, los seres humanos, a diferencia de otros animales del planeta, tenemos una mente creativa inigualable, una mente con el poder de inventar narraciones sobre lo que percibe. En realidad, este poder narrador de la mente se da automáticamente sin cesar. Por eso en la tradición tolteca decimos que la mente está soñando constantemente y que nuestra realidad es un Sueño Personal.
La mente soñadora es la gran diferencia entre nosotros y nuestros amigos no humanos, y tiene muchos efectos positivos y negativos. Por ejemplo, un aspecto positivo es todas las cosas que hemos creado. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para quedarnos maravillados. Las complejas narraciones de nuestra mente nos llevan a percepciones interiores, inventos y una comprensión más profunda de todos los aspectos de la vida. Somos ingenieros, constructores, exploradores y planificadores de una forma única.
Pero muchos de los mismos avances tecnológicos y materiales creados por la mente humana tienen un coste demasiado elevado para nuestros ecosistemas, nuestras amigas no humanas las plantas, y nuestra propia felicidad. Sobre todo cuando nos entregamos a diario a los aspectos más ponzoñosos de la mente: la codicia, los celos, el engaño, la desconexión, las críticas y la crueldad, entre otros. Si bien algunos están muy relacionados con las experiencias de los animales —como el miedo de un animal de presa o la astucia de una polilla camuflada—, la mente humana tiene la capacidad de distorsionar estas emociones en una especie de veneno que dirigimos contra nosotros mismos y los demás. Este veneno es la causa principal del sufrimiento humano.
El chamanismo tolteca se basa en el amor, que es el antídoto contra este veneno. Los animales nos enseñan a amar a cada momento. En algunas ocasiones, es un amor protector como el del oso, y en otras, un amor incondicional y feliz como el de los perros que tengo en casa. Incluso tras la aparente crueldad de los grandes depredadores yace un verdadero amor por uno mismo y el deseo de sobrevivir y progresar. Este amor nos recuerda que debemos ser tan lúcidos y enfocados como el halcón, o proteger nuestras partes más vulnerables como la tortuga. De este modo, los animales nos invitan a llevar el amor a cada parte de nuestro sueño, sobre todo a cualquier aspecto de nuestra vida en el que estemos sufriendo. Después de todo, el amor es el poder que transforma una pesadilla en un sueño maravilloso.
La mente soñadora se vuelve adicta a su propio veneno con facilidad, por eso en mi tradición decimos que la mente humana es adicta al sufrimiento. Y como ocurre con cualquier adicción, aumenta con la repetición, y en mi opinión esta adicción al sufrimiento es quizá el mayor problema de la humanidad. Como es algo tan cercano a nuestro ser, nos puede costar captar el concepto. A algún nivel, la mayoría entendemos que las sustancias adictivas pueden acabar dominando nuestros pensamientos y nuestra conducta. Pero ¿nos hemos vuelto realmente adictos a la desdicha?
Para ver lo que esto significa, piensa en las acciones de los seres humanos. Olvídate de momento de los deseos o motivaciones ocultos. Creamos sufrimiento en nuestra vida de toda clase de formas: nos matamos trabajando para comprar cosas que no necesitamos y nos enojamos o entristecemos si no las conseguimos. Dedicamos tiempo y energía para intentar controlar la conducta de los demás e influir en ella, y después nos negamos a ofrecerles nuestro amor cuando las cosas no nos salen como queríamos.
Pero el mayor sufrimiento que nos infligimos los humanos es al rechazarnos a nosotros mismos. Somos el único animal del planeta que no cree valer lo suficiente. El rinoceronte no se mira el cuerno ni los pliegues de su piel protectora y piensa: ¡Qué horribles! Es un rinoceronte perfecto tal como es. En cambio, los humanos, descubrimos el modo de comparar y juzgar literalmente cualquier aspecto de nuestro ser, desde la cuenta bancaria hasta la forma de la nariz. Consumidos por estos juicios, sentimos un agradable ‹‹subidón›› de superioridad cuando creemos estar por encima de alguien. Pero, inevitablemente, acabamos encontrando otra comparación que nos baja los humos de golpe y nos hace sentir fatal. Entonces intentamos aliviar nuestro sufrimiento volviendo a estar en lo más alto, inflando el ego o negando nuestra verdad más profunda para sentirnos integrados en la sociedad.
Además del autorrechazo, nos sometemos a nosotros mismos, y sometemos a los demás, a una especie de poderoso control e influencia que los toltecas llaman ‹‹domesticación››. La mayoría de personas creen que esta palabra tiene que ver con la cría y el adiestramiento de animales para el beneficio humano, como los animales domésticos de granja. Pero los toltecas extraen más sabiduría si cabe del mundo de los animales al relacionar la domesticación animal con la práctica humana común de adiestrarnos y controlarnos a nosotros mismos, y de adiestrar y controlar a los demás, para actuar de un modo que no está en armonía con nuestra naturaleza esencial o con nuestro intento más profundo. Este proceso empieza en la infancia, cuando adultos bien intencionados nos dicen que ‹‹guardemos silencio›› o nos explican que aunque nos sintamos muy felices cantando, ‹‹nuestra voz deja mucho que desear››. Acabamos interiorizando estos acuerdos y se los transmitimos a otros, añadiendo más sufrimiento en el mundo.
La adicción al sufrimiento y la domesticación son juegos en los que nunca ganamos, y además nos atan a un círculo interminable de sufrimiento. Creer que nuestra propia valía y felicidad dependen de cualquiera de nuestros rasgos fortuitos es rechazar nuestra verdad más profunda; es decir, todos somos merecedores de amor. En realidad, somos seres de amor, y a cada momento podemos elegir el amor por encima de los hábitos ponzoñosos de nuestra mente.
La buena noticia es que como somos los creadores de la mayor parte del sufrimiento de nuestra mente, también tenemos los medios para desmantelar esta adicción que nos agota y desconecta. Hay una forma de aprovechar el poder de la mente narradora de relatos para crear algo bello y abandonar su adicción a las situaciones que nos hacen sufrir y que crean sufrimiento a los demás. Es un camino sanador, y los chamanes de mi familia desde siempre hemos recurrido a los animales para mostrar este camino.
Por ejemplo, los animales no incurren en la misma adicción al sufrimiento a la que tiende la mente humana. No establecen los acuerdos que nos distorsionan la realidad. Siempre que los chamanes de mi familia descubren que ellos, o que alguna otra persona, se han quedado atrapados en la pesadilla de la mente narradora de relatos, recurren a los animales en busca de una guía para vivir libremente en el presente. Los chamanes entienden que la vida solo existe en el momento presente, donde está instalado el nagual. La adicción de la mente al sufrimiento nos saca del presente para buscar la paz en el futuro, o nos arrastra al pasado para juzgarnos y castigarnos a nosotros mismos. Creemos que seremos felices solo cuando consigamos esto o alcancemos aquello, o si hubiéramos actuado de otra manera en el pasado. Lo curioso es que el mismo acto de buscar la paz fuera del presente nos impide encontrarla. El único lugar donde la paz realmente existe es en el aquí y el ahora. Los animales viven de esta forma siempre.
Además de gozar de esta presencia esencial, los animales tienen el poder de inspirarnos, guiarnos y fortalecer nuestra conexión con los poderes creativos y revitalizadores. En mi tradición, como ya he señalado, los animales no son mejores ni peores que nosotros. Todos somos iguales, todos formamos parte de la naturaleza. Cualquier creencia histórica, religiosa o cultural que afirme que los humanos estamos separados del resto no está diciendo toda la verdad. Es importante aceptar esta unicidad cuando recurrimos a la sabiduría de los animales.
Cómo usar este libro
Todos los animales nos ofrecen enseñanzas poderosas. Las hormigas nos demuestran el poder de la comunidad. El escarabajo comparte las lecciones del reciclaje y la regeneración, y el león nos ofrece las cualidades del liderazgo protector. Podría llenar muchos libros sobre la sabiduría de los animales como yo la entiendo, pero lo más importante es recordar que en la tradición tolteca te animamos a aplicar tu propio criterio. Algunas tradiciones tienen unas normas en particular sobre cómo emplear las enseñanzas de los animales. Pero en la tradición tolteca no es así. Como nos muestra la historia del jaguar, el poder está dentro de ti. Lo que para ti es significativo sobre ciertas características o poderes de los animales, quizá sea muy distinto de lo que lo es para mí. La sabiduría de los animales es uno de los muchos medios de la paleta artística que puedes usar para crear tu vida. No existe una sola doctrina, y la sabiduría de estas páginas procede de la naturaleza, la ciencia, el arte, la mitología, y de diversas religiones y tradiciones espirituales que son importantes para mí. Te animo a sacar partido de lo que más te atraiga.
Aunque apreciemos la sabiduría tan variada del mundo de los animales, también podemos cultivar relaciones especiales con algunos en concreto que nos atraen. Son nuestros animales de poder, los compañeros sagrados a los que invocamos para que nos ayuden en nuestro viaje sanador personal y único. Las lecciones que nos enseñan y las cualidades que comparten tienen una importancia especial para nosotros y ocupan un lugar sagrado en nuestra tarea de la sanación. Estos animales son nuestros espejos.
¿A qué me refiero por espejos? La mente narradora de relatos entiende las cosas en parte a través de los reflejos y las comparaciones. Esta capacidad puede producirnos mucho sufrimiento, pero cuando entendemos este aspecto de la mente, lo podemos usar como herramienta en nuestro gran beneficio. En cuanto a los animales de poder, significa que investigamos cómo cada una de las características de un animal en particular refleja un aspecto interior de nuestro ser. Las cualidades que vemos en los animales, los sentimientos que nos evocan, tanto positivos como negativos, también están en nuestro interior. Si no fuera así, no podríamos verlos en los animales. Estos seres nos recuerdan lo que queremos cultivar y aquello de lo que queremos desprendernos. Sus rasgos señalan determinadas cualidades en nosotros, o también pueden resaltar alguno de nuestros puntos débiles.
Es más, podemos trabajar con nuestros animales de poder de una forma que va mucho más allá de nuestra visión o percepción superficial y momentánea de las cosas. En realidad, quizá no sepamos por qué ciertos animales son tan importantes para nosotros. Para honrar el aspecto sagrado de la energía espiritual o medicina de los animales no es necesario entenderlo todo con nuestra mente consciente. La medicina de los animales actúa a un nivel más profundo, se revela por medio del conocimiento corporal, la sincronicidad, la conexión y las profundas capacidades imaginativas.
Podemos sentir una afinidad en nuestro cuerpo al notar la deliciosa suavidad de una perra feliz recibiéndonos cuando llegamos a casa, inspirados por el amor incondicional que nos ofrece. El sueño de estar volando quizá nos haga sentir una libertad inconmensurable o asustarnos. Podemos notar como una punzada o un hormigueo sin saber de dónde nos viene, la ‹‹picadura›› de un insecto invisible que nos hace volver al momento presente. Durante una transición difícil, quizá sintamos que somos como una oruga que construye su capullo y después se disuelve en una sustancia viscosa y cambia de identidad para emerger bajo una nueva forma alada. Estas son las reflexiones profundas sobre la sabiduría de los animales que nos permiten abrir nuestro cuerpo y nuestra mente energéticos, y aumentar nuestra comprensión de los distintos pasajes y caminos de nuestra vida. El camino de los animales de poder nos lleva a nuestro propio poder personal que respeta a todos los animales como guías espirituales sagrados.
Como los animales son nuestros espejos, también pueden ser nuestros sanadores. Cuando nos sanamos a nosotros mismos y sanamos a nuestro Sueño Personal con la sabiduría de los animales, contribuimos a sanar los sistemas dañados que parecen estar muy lejos de nuestra influencia directa personal. En realidad, el mundo de los animales nos necesita para sanar al planeta de la negatividad, el dolor y la destrucción que la mente humana ha provocado en el Sueño del Planeta.
Este libro te ofrece al principio algunas enseñanzas básicas sobre cómo trabajar con los animales de poder. Los animales nos dan inspiración, nos ofrecen símbolos potentes para diversas épocas de nuestra vida, potencian nuestras cualidades y nos ayudan a entender nuestras carencias. Los animales de poder nos guían a la hora de tomar decisiones y nos ayudan a descubrir el significado de ciertas experiencias. En la tradición tolteca reconocemos que los distintos animales reflejan distintas etapas de la vida. Algunos animales maestros van y vienen, y otros se quedan con nosotros y actúan como guías espirituales a lo largo de toda nuestra vida. No te preocupes por si trabajas con los animales ‹‹correctos›› o con la medicina de los animales ‹‹adecuadamente››.
Espero que este libro sea un compañero en tu viaje que te proporcione una sabiduría a la que puedas recurrir una y otra vez. Por esta razón, la segunda parte contiene información sobre una serie de animales en particular. Algunas entradas incluyen algunos relatos mitológicos, religiosos o culturales reunidos a lo largo de generaciones de observación de los animales. Describen los dones que estos seres han ofrecido a nuestros ancestros y que continúan siendo importantes en la actualidad. Como señalo en la primera parte, cada animal pertenece a un determinado cuadrante en la rueda medicinal y a un determinado elemento del mundo natural. Muchas entradas incluyen hechos científicos y referencias culturales actuales, porque el chamanismo tolteca posee una comprensión evolucionista de la era en que vivimos, y valora todos los medios disponibles para la sanación y el proceso creativo. En muchos sentidos, el mundo viviente ocupa un lugar importante en nuestra vida como chamanes, y los animales de poder nos ayudan en nuestro importante viaje hacia la sanación personal y la armonización con el nagual.
Espero que estas páginas te permitan acceder al extraordinario poder de los animales. Vuela y ruge, excava galerías subterráneas y bucea a gran profundidad en el océano. Construye y teje, protege y restablece, percibe en todo momento el mundo viviente de nuevas formas y ábrete a visiones nuevas. Lleva en tus alforjas las enseñanzas de nuestros hermanos con escamas, piel y plumas en tu viaje de autosanación y plenitud. Espero que estas lecciones te ayuden a liberarte de la adicción de la mente humana al sufrimiento y a reivindicar tu derecho como artista de tu propia vida.
Todo cuanto puebla el planeta —todo, desde las amebas hasta las montañas— es también creador de realidad. Ninguna persona, ningún animal ni ninguna faceta de la naturaleza es mejor o peor, ningún artista es superior o inferior a otro. Cada uno de nosotros tiene un Sueño Personal, una narración que nos contamos, y juntos creamos una narración colectiva, el Sueño del Planeta. Significa que todos estamos cocreando la realidad de la vida en el planeta y en el universo como un todo. La propia conciencia es la energía narradora de relatos que hace murmullar al universo.