El infierno que habremos de padecer en el futuro, del que habla la teología, no es peor que el infierno que nos creamos nosotros mismos en este mundo, generalmente modelando nuestro carácter de manera equivocada... Nosotros tejemos nuestro destino, bueno o malo...
WILLIAM JAMES,
Principios de Psicología
Hace tiempo, me propuse estudiar el proceso de hacer grandes cambios mentales, utilizando actitudes y patrones de comportamiento que habían estado conmigo toda la vida. Durante varios años, analicé minuciosamente lo que hacía para eliminar antiguos patrones en mí mismo. Esta actividad me llevó a dudar de las creencias básicas acerca de la legitimidad de la autoridad ambiental y genética para determinar quién soy y qué puedo cambiar. Gracias a mi éxito en modificar mis pensamientos y, en consecuencia, mis actos, desarrollé un nuevo paradigma para eliminar hábitos de pensamiento no deseados y de toda la vida. A primera vista, gran parte de lo que estoy explicando aquí puede parecer radical e inconsistente con los principios académicos establecidos, psicológicos y sociológicos. Pues muy bien. Esto es lo que creo. Así es como yo lo veo.
En una excelente obra teatral en un acto de Jean-Paul Sartre titulada Sin salida, el personaje principal declara enfáticamente: «Un hombre es lo que quiere ser». Esta idea del poder de la voluntad es un tema central en muchos de mis anteriores escritos, y todavía suscribo firmemente la creencia de que todos tenemos dentro una fuerza invisible que reconocemos como voluntad. Pero también sé que hay muchas facetas de nuestras vidas que parecen estar fuera del alcance de la voluntad. Por ejemplo, a veces no basta con la voluntad para eliminar hábitos de toda la vida. Identificar y cambiar algunas ideas, sobre todo las que parece que han estado con nosotros desde siempre, exige un proceso perceptivo completamente nuevo.
En contraste con la frase de Sartre, Ralph Waldo Emerson ofrece esta: «El hombre es un río cuya fuente está oculta. Nuestro ser desciende a nosotros desde no sabemos dónde». En el siglo XVII, Benito de Spinoza hizo un comentario similar acerca de la mente humana, que yo leí en mis tiempos de estudiante y no he olvidado nunca: «La mente humana forma parte del intelecto infinito de Dios». Todavía me aplico esto cada vez que me preguntó cómo o por qué me meto en alguna de las muchas situaciones difíciles que me he buscado durante toda mi vida adulta.
La mente a la que se refiere Spinoza no tiene forma ni sustancia; está siempre funcionando —hasta cuando duermes— y lo más importante es que es tu conexión con la Fuente. Visto de este modo, es tu componente personal de Dios, que está siempre contigo y siempre dispuesto a serte útil para cumplir otro de los comentarios de Spinoza: «El bien supremo de la mente es el conocimiento de Dios». Sí, tu mente es en gran medida responsable de lo que eres y de en qué te conviertes, pero siempre hay una esencia escondida dentro de ti, en el lugar donde se originan tus pensamientos. Emerson sugiere que es un misterio «que desciende a nosotros desde no sabemos dónde».
Estas dos ideas acerca de la condición humana se combinan en ti para formar lo que yo llamo dos mentes: una, a la que solemos referirnos como la «mente consciente», es lo que yo llamo «conciencia creativa»; y la otra es la «mente habitual», que, como ya expliqué en el capítulo anterior, es como yo llamo a la mente subconsciente. Pero, tanto si se originan en la conciencia creativa como si lo hacen en la mente habitual, yo creo que todos los patrones de pensamiento que no mejoran y expanden tu desarrollo gozoso son excusas. Como verás, esto significa que tienes mucha más influencia de la que te han hecho creer para corregir y cambiar creencias o ideas ineficaces y dañinas.
En este paradigma, la mente consciente se describe con más precisión como mente consciente creativa. Esta mente no habitual, próxima a la superficie, toma infinitas decisiones acerca de la ropa que te pones, lo que comes, a qué citas acudes, a qué hora te vas a la cama, y otros miles de decisiones cotidianas en tu vida. Este lugar invisible y «desubicado» es la parte de tu cerebro que hace y anula planes, añade otros nuevos y piensa continuamente. Esta conciencia creativa está siempre ahí, hasta el punto de que cuando quieres desactivarla, puede resultar sumamente difícil hacerlo. Los pensamientos siguen fluyendo. Qué incalculablemente provechoso resulta considerar que esta vasta y misteriosa mente es en realidad una parte de la Fuente que lo crea todo, como da a entender Spinoza.
Y si tu mente es creadora, así como la mente de Dios es creadora del universo, entonces puede funcionar al nivel más alto que se pueda imaginar. La fuerza creativa no pide nada y no tiene ego: es simplemente un instrumento para dar, que está siempre proporcionando y ofreciendo, sin pensar en sí misma. Dicho de otro modo: la vocación más elevada de tu mente consciente creativa es ser el equivalente humano de la mente de Dios. Sin embargo, probablemente estarás de acuerdo en que la mayoría de tus pensamientos se centran en el relativamente minúsculo universo de tu persona humana.
Ten por seguro que puedes decidir aprender cómo cambiar tus pensamientos cotidianos, pasando del ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué puedo conseguir? ¿En cuánto tiempo puedo conseguirlo? al concepto de Spinoza, de descubrir esa parte de ti que funciona al máximo nivel y todo lo sabe. Esto puede parecer una fanfarronada, pero te garantizo que reprogramar tu mente consciente creativa es en realidad una tarea fácil. Los infinitos pensamientos de yo, yo, yo están cerca de la superficie y son muy susceptibles al cambio. (Tendrás oportunidad de practicar esto cuando estudies el paradigma para eliminar excusas en la tercera parte de este libro.)
La mente consciente creativa puede hacer casi cualquier cosa que tú le digas que haga: puede cambiar pensamientos siguiendo tus órdenes, practicar afirmaciones que tú has creado, flotar en feliz meditación si tú la invitas, y aprender casi cualquier habilidad nueva si tú insistes en ello. Puede pensar cualquier cosa que tú le digas que piense. A base de disciplina, esfuerzo y práctica continua, puede conseguir casi cualquier cosa en la que tú centres tus pensamientos.
El problema de la conciencia creativa es que sus constantes cambios y variaciones pueden abrumarte/desbordarte. Muchas veces se la llama «la mente mono», porque no para de moverse continuamente, primero pensando una cosa y después otra, y después otra más. La mayor parte de esta actividad mental cerca de la superficie está formada por intentos del ego de bailar al son de ritmos e influencias que están fuera de ti, probablemente no deseados e innecesarios, y que dirigen tu vida sin tu permiso. Tu conciencia creativa ha desarrollado una conexión débil, llena de ruidos de fondo, y por eso las señales que llegan desde una parte del intelecto infinito de Dios son acalladas por un acompañamiento creado por el ego que emite: ¿Qué puedo sacar de esto? ¿Qué tal aspecto tengo? ¿Cuánto dinero puedo ganar? ¿Cómo puedo adelantarme? ¿A quién tengo que agradar? ¿Por qué se me exige tanto? Estos pensamientos van y vienen constantemente, se van y vuelven a venir.
Hay evidencias estadísticas de que la mente consciente representa aproximadamente el 5 por ciento de las actividades totales del cerebro, dejando un 95 por ciento al reino de lo subconsciente. Los porcentajes me interesan menos que la capacidad de sentir tu mente, no como un componente amorfo de tu ser que está constantemente cambiando de un pensamiento creado por el ego a otro, sino como una evidencia de tu naturaleza, de tu conexión con el intelecto infinito de la creación. Este tipo de respeto magnífico te alerta de tu capacidad de acceder a la función más elevada de tu mente.
Según Tor Nørretranders, autor de The User Illusion, se ha calculado que la mente subconsciente procesa millones de estímulos ambientales por segundo, mientras que la mente consciente solo puede procesar unas pocas docenas de estímulos ambientales por segundo. La sabiduría psicológica convencional dice que gran parte de lo que crees de ti mismo, y casi todas tus acciones cotidianas, están programadas en tu mente subconsciente o habitual. Te pasas gran parte de tu tiempo funcionando en piloto automático, por así decirlo. De hecho, podrías visualizar tus dos mentes como copilotos: la mente consciente tiene conciencia de sus pensamientos, pero es un actor secundario, como un piloto entrenándose, mientras que el subconsciente se ocupa de casi todo lo que necesitas pensar, decir o hacer.
No estoy de acuerdo con esta idea de que la mente habitual dirige la función, haciendo todo aquello a lo que la mente creativa no presta atención. Según este concepto, la mente habitual es como un ordenador ejecutando un programa instalado que seguirá funcionando toda tu vida: ha sido programada de manera permanente desde el momento de la concepción, y es casi imposible obtener nuevo software para modificar los programas existentes. Simplemente, no puedo aceptar que una parte de tu mente se nutrió de ideas, imágenes y estímulos que hoy siguen siendo necesarios para tu mantenimiento. Sostengo que esta es una creencia falsa, que enseguida se revela como una excusa. No creo que nadie tenga que vivir convencido de que tiene una programación en su mente subconsciente que no se puede modificar. Voy a explicar mi punto de vista sobre esta cuestión.
Si eres como eres por alguna causa subconsciente —es decir, por debajo de tu nivel de conciencia despierta—, entonces está claro que no puedes hacer nada al respecto. Ni siquiera puedes hablar del asunto, ya que está fuera de tu mente consciente. Por la misma razón, no puedes comprenderlo; no puedes luchar contra ello; y, por encima de todo, no puedes cambiarlo ni arreglarlo. ¿Cómo puedes arreglar algo que es completamente inaccesible? Sería como intentar reparar un reloj estropeado que está encerrado en una cámara acorazada: evidentemente, necesitarías la combinación para entrar en ese espacio previamente inaccesible.
Si algo es subconsciente y, por lo tanto, automático, se supone que no tienes otra alternativa. Y para mí, eso es lo más lamentable de este modelo del subconsciente: creer que no tienes alternativas. Lo cierto, tal como yo lo veo, es que todo lo que piensas, dices y haces lo has decidido tú, y no tienes por qué seguir pensando, hablando y actuando igual que lo has hecho toda tu vida. Cuando dejas de tomar decisiones, entras en el vasto mundo de las excusas.
Ahora mismo, mientras lees este libro, decide que vas a empezar a elegir en lugar de poner excusas. Puedes decidir al instante reprogramar y orientar tu vida hacia el nivel de felicidad, éxito y salud que tú prefieres.
He tenido una pauta fija desde la infancia, que tiene que ver con mi manera de nadar, cosa que hago cada día. Algunas personas que me habían observado braceando en el mar me habían dicho que nadaba como si me hubiera dado un ataque. Nunca presté mucha atención a lo que decían los demás hasta que descubrí que mi manera de mover los pies (empleando solo la pierna derecha, mientras la pierna izquierda permanecía inmóvil) estaba ejerciendo demasiada presión en mi espalda, causándome problemas de postura cuando practicaba yoga o, simplemente, me hacía viejo.
Cuando me aconsejaron que cambiara mi manera de nadar, utilizando las dos piernas a la vez, mi primera reacción fue pensar: No puedo cambiar mi estilo de nadar. Llevo casi sesenta años haciéndolo así. Si hasta puedo competir, nadando al «estilo Dyer». Es algo que llevo incorporado después de miles de horas de natación, es un hábito subconsciente. Sin embargo, después de poner a prueba las ideas que expongo en este libro, fui capaz de adoptar con bastante facilidad una nueva forma de nadar, aunque ya tenía sesenta y cinco años.
Igual que yo fui capaz de cambiar con bastante rapidez un hábito de sesenta años, tú puedes acceder al programa con el que estás operando examinando tus pensamientos. Tu mente habitual toma el mando cuando decides no hacer caso de tus creencias conscientes, limitándote a seguir actuando de las maneras que tienes programadas. Pero puedes activar tu mente creativa y explorar tus opciones. No te creas el viejo argumento de que una parte de ti es inaccesible, inalcanzable, o está enterrada a tanta profundidad que resulta imposible deshacer la programación de la infancia. Nunca lograrás reprogramar tu ordenador, ni tu mente, diciéndole que deje de vomitar la misma basura de siempre. Estarás atascado hasta que cambies a un nuevo sistema operativo o descargues unos cuantos archivos nuevos... pero primero tienes que saber que eso se puede hacer.
Piensa en las muchas maneras en las que te identificas a ti mismo, sobre todo en esa zona gris de los pensamientos profundamente arraigados. Identifica los programas de tu mente habitual que están tan anticuados que estorban el funcionamiento del sistema. Esas actitudes, creencias y pensamientos que no te sirven son excusas, destinadas a ser tiradas al cubo de basura.
Mark Twain hizo un maravilloso comentario sobre cómo se cambian los viejos e indeseados modos de pensar y actuar: «Un hábito es un hábito, y nadie puede tirarlo por la ventana; hay que empujarlo escalera abajo peldaño a peldaño». Mi objetivo es ayudarte a hacer bajar la escalera a esas maneras de pensar que te impiden vivir tu vida al nivel óptimo. Si esto te parece intimidante, debes saber que no tiene por qué ser una larga escalera de caracol que lleve años recorrer. O, empleando la metáfora del ordenador, tu sistema interno es tan capaz de cambiar como los sistemas operativos modernos. Con el paradigma «¡Basta de excusas!» que se explica en la tercera parte, es posible librarse de hábitos muy arraigados, ya se originaran genética o miméticamente.
Buscar en la parte de tu mente que funciona en piloto automático a consecuencia de una programación y condicionamiento tempranos no es, ni mucho menos, tan molesto como dejar que siga controlando tu vida. En realidad, no es nada complicado y no se tarda mucho tiempo en dejar los viejos hábitos y elegir nuevas opciones. Tú formas parte de la misma inteligencia que crea mundos; de hecho, tu mente es esa inteligencia. Sabiendo esto, ¿cómo puedes considerar que una parte de ti es inalcanzable o improgramable? Ninguna parte de ti es inalcanzable, por muy automática o habitual que se haya vuelto.
Puede parecer que ciertos aspectos de tu vida están gobernados por una fuerza de la que no eres consciente, y puedes sentir que no existe ninguna posibilidad de elección y que eres prisionero de tu catálogo de excusas. No puedo evitarlo, es mi manera de ser, siempre he sido así. ¡Menuda tontería! Lo cierto es que siempre que quieras puedes acceder a tu mente habitual y empezar a reprogramarla, cambiando pautas que puede que fueran útiles en otro tiempo, pero que ahora ya no te sirven.
La cita del principio de este capítulo la escribió hace casi ciento veinte años el padre de la psicología moderna, William James, que nos exhorta a ser conscientes del peligro de vivir como si no hubiera alternativas. Personalmente, estoy convencido de que todo el mundo tiene una capacidad de grandeza que trasciende todo lo que le han enseñado a creer, que todos los seres que han existido son en realidad una parte del poder de la intención que todo lo crea. Dado que todos somos fragmentos de la infinita fuente creadora, debemos decirnos constantemente «vengo de Dios y, puesto que debo ser como aquello de lo que procedo, soy un fragmento de lo Divino». Es imposible intentar imaginar que la fuerza espiritual que todo lo crea nos viniera con excusas, porque está creando a partir de su propia conciencia.
Ahora inclúyete en esa imagen. Aunque tu mente forma parte de la fuente ilimitada, se vuelve limitada cuando crees que es falible, débil, impotente o cualquier otro adjetivo que la aleja de la energía creativa. Cuando marginas a Dios de este modo, invitas a entrar al ego, conocido como el «falso yo» por los maestros espirituales de todas las escuelas.
Te invito a probar una nueva lente que te permite acceder a tu falso yo con sus toneladas de excusas (muchas de las cuales aparecen detalladas en el siguiente capítulo) y su creencia en las limitaciones. Dejando de lado a Dios, tu falso yo te obliga a renunciar a ideas que demuestran que eres un ser espiritual que está teniendo una experiencia humana temporal. El ego te da un motivo para crear las racionalizaciones y justificaciones que acabarán por dirigir tu vida. Llegan a estar tan incrustadas en lo que los científicos sociales llaman el subconsciente que tu mente habitual se convierte en una máquina de excusas.
Para mirar a través de tu nueva lente tienes que adquirir un conjunto de creencias que incluye tu naturaleza espiritual o divina. Al principio puede resultarte un poco extraño, incluso misterioso, pero debes estar dispuesto a permitir que tus sentidos se ajusten a esta nueva manera de ver. Abandona la idea de que tu constitución genética es estática. Con tu nueva capacidad para percibir el ego, te convertirás en un mago que destronará con facilidad al dictador que es tu falso yo, superando el condicionamiento temprano que te impusieron personas de tu entorno que habían dejado a Dios al margen.
Cuando te vayas acomodando a esta nueva manera de verte a ti mismo, plantéate la siguiente pregunta: Si nadie me dijera quién soy, ¿quién sería yo? Medita en silencio sobre esto, pasando algún tiempo en la amplitud del no saber. Imagina que tu mente subconsciente no existe y que no existe un depósito para ir almacenando excusas durante tu vida. Solo existe un espacio abierto, despejado y acogedor dentro de ti: una tabula rasa, una pizarra sin nada escrito, con una superficie mágica a la que nada se adhiere. Puedes imaginar que tu mente consciente cotidiana simplemente no absorbe las opiniones de las personas con las que te criaste. En esta pequeña fantasía no ha habido nunca nadie que te dijera quién eres. Así que ¿quién eres?
Cuando yo hice este ejercicio, descubrí que mi respuesta a la pregunta fue simplemente Sería lo que yo, y solo yo, decidiera ser en este momento y en todos los momentos futuros. Como dice la canción, «tengo que ser yo», y eso significa deshacerme de todas las excusas que he acumulado. Mi vida habitual no se basaría en la programación que alguien me impuso de niño, porque nunca hubo nadie que me dijera quién soy. O, como enseña el Tao:
Busca tu sustento en la naturaleza.
Mira el gran y misterioso Tao (Dios)
que no hace nada ni deja nada sin hacer.
Observa cómo funciona el universo entero.
y todas esas bellas criaturas centradas en el Tao.[1]
Las criaturas centradas en el Tao permiten, confían, viven aquí en el momento presente y puedes estar seguro de que no necesitan ningún tipo de excusas.
Ahora me gustaría enseñarte cómo puedes adoptar el nuevo punto de vista que has adquirido mirando a través de tu nueva lente. Las excusas basadas en la genética, la memética y la conciencia están a punto de salir por la puerta.
Seguro que te suena alguna variante de esta popular excusa: «No puedo evitarlo, es cosa de familia». Sin embargo, la nueva biología ha demostrado que las creencias pueden vencer al ADN, así que traslada lo que tú creías que era un hecho a la «carpeta de excusas», alterando el modo en que ves su autenticidad. Puedes cambiar lo que percibes como inmutable y fuera de tu alcance, eliminando excusas como las de tipo genético.
Lee lo que escribe Gregg Braden en su asombroso libro The Spontaneous Healing of Belief:
Experimentos paradigmáticos publicados en revistas científicas de primera línea revisadas por expertos revelan que estamos bañados por un campo de energía inteligente que llena lo que antes se consideraba espacio vacío. Nuevos descubrimientos demuestran, más allá de toda duda razonable, que este campo responde a nosotros —se reorganiza— en presencia de nuestros sentimientos y creencias más íntimos. Y esta es la revolución que lo cambia todo.
He aquí dos ejercicios que se pueden practicar aplicando estas ideas a tu programa genético:
1. Ábrete a la idea, científicamente verificada, de que tus creencias tienen el poder de reorganizar y cambiar el mundo material. Empieza haciendo que esto sea particularmente pertinente para ti en tu destino físico y personal, pensando que hay más cosas posibles de este tipo que las que habías experimentado antes. Permite que estas nuevas ideas acerca de tu biología penetren con suavidad en tu sistema de creencias. Anímate a considerar que tus creencias son cosas que te afectan, tal vez aún más que las partículas físicas. Si quieres, incluso puedes ver las creencias como no partículas del mundo inmaterial o espiritual.
2. Crea una afirmación que dé testimonio de esta nueva filosofía sin excusas de cara a la genética. Cualquiera de las afirmaciones de la siguiente lista podría servir, pero eres libre para aportar una de tu cosecha:
• Puedo cambiar las enfermedades de mi cuerpo cambiando de creencias.
• Tengo el poder de deshacer viejas ideas acerca de mi destino genético.
• Si las mantengo y vivo siguiendo a mi corazón, mis creencias pueden inspirar nuevos talentos si yo lo deseo.
• Puedo curar cualquier cosa curando primero mis creencias.
• Me propongo mantener mis creencias por encima de todo, y me niego a culpar al mundo material de las deficiencias de mi vida.
También esta es una categoría de excusas de la que probablemente has dependido para justificar por qué tu vida no es lo que de verdad quieres que sea. Son las grandes excusas de los virus mentales: Mi familia me hizo como soy, y no puedo cambiar eso. Las experiencias de mi primera infancia y de todas las críticas injustas que recibí explican por qué tengo poca autoestima. Estoy atascado en este sitio porque he sido infectado por una multitud de virus mentales y hechos ambientales que me han dejado incapacitado para perseguir un destino más elevado. ¿Cómo puedo cambiar lo que he imitado y repetido durante tantos años? He sido infectado por virus mentales y es imposible cambiar.
A continuación, dos ejercicios que deben practicarse aplicados a tu programa memético:
1. Piensa esto: Creo que soy perfectamente capaz de superar cualquier condicionamiento infantil que he adoptado como parte de mi personalidad y de mi actual experiencia de la vida. Debes saber que las investigaciones están demostrando que el poder del pensamiento está sintonizado con la mente universal, que muchos llaman «el Tao» o «Dios». Aférrate a esta idea por ahora; todo quedará más claro a medida que avances en este curso de «¡Basta de excusas!».
2. Convéncete de que cualquier cosa que se haya programado en ti y que actúe como un virus se puede desprogramar perfectamente si tú decides que el esfuerzo vale la pena. Recuérdate que, como ya no eres una víctima de creencias que fueron modeladas para ti cuando eras mucho más pequeño, utilizar estas creencias como excusas ya no es tu método. Por ahora, ni siquiera necesitas saber cómo desprogramarte o desinfectarte. Lo único que necesitas es creer que tienes esa capacidad y que empezará ahora.
He aquí una afirmación que te guiará hacia la conciencia y las respuestas: Hoy soy mucho más poderoso que los viejos programas y virus mentales que absorbí en mi infancia. Decirte esto hará que aparezca tu maestro interior.
La actividad cotidiana de tu conciencia creativa también utiliza abundantes excusas. Puede que pienses que no tienes ningún control sobre los pensamientos que aparecen en tu cabeza, pero considera esta radical idea: Tus pensamientos no están localizados en tu cabeza. El pensamiento es un sistema de energía que no se encuentra en ningún lugar del mundo físico. El universo mismo y todo lo que hay en él es a la vez mental y espiritual. Tú creas un campo de energía con tus pensamientos, y el campo crea todas las partículas, o lo que Lao-tse llamaba «el mundo de las diez mil cosas». Este campo de energía es una función importante del cuerpo; tu mente consciente está siempre funcionando y conectando con este campo del que deriva todo.
Practica estos dos ejercicios:
1. Calma la mente practicando meditación todos los días. Tal como escribió Sogyal Rinpoche en The Tibetan Book of Living and Dying, «El don de aprender a meditar es el mayor regalo que puedes darte en esta vida. Porque solo mediante la meditación puedes emprender el viaje para descubrir tu verdadera naturaleza, y así encontrar la estabilidad y la confianza que necesitarás para vivir y morir bien». Encuentra una manera de hacerte ese regalo y accede a tu mente creativa consciente eliminando pensamientos innecesarios, no deseados, superfluos, mediante la meditación.
2. Utiliza a diario proclamaciones positivas que realcen tu vida y te conecten con la amorosa fuente de todo. En lugar de permitir que tus pensamientos insistan en que algo está mal o en que falta algo, entrena tu mente creativa consciente con creencias como estas: Lo que deseo ya está aquí, solo que aún no he conectado con ello. Soy imparable porque mis pensamientos están sintonizados con la mente o intelecto de Dios.
En esta categoría encontrarás excusas como: No puedo evitar ser como soy porque tengo programadas muchas ideas limitadoras. Es mi subconsciente, así que ni siquiera puedo entrar ahí y examinarlo, y mucho menos desprogramarme. Si crees que tu mente está por debajo de tu nivel de consciencia, has creado una excusa que puedes usar siempre que resulte difícil cambiar de manera de pensar. Y si los pensamientos limitadores llevan años contigo, parece una excusa perfecta. Así que deja de llamarla «mente subconsciente» y llámala «mente habitual».
La palabra «hábito» implica que has tomado las mismas decisiones durante mucho tiempo, y tus pensamientos y modos de actuar simplemente se han acostumbrado a cierta manera de ser. También da a entender que hay espacio para hacer que tus pensamientos sean menos automáticos y más sintonizados con el reino de las alternativas. Más adelante leerás acerca de la conciencia, que es una de las claves para introducir esta clase de pensamientos en tu experiencia cotidiana; pero, por ahora, practica los siguientes ejercicios para empezar a eliminar excusas de tu mente habitual:
1. Empieza por darte cuenta de lo que estás pensando, para así debilitar tu dependencia de las excusas de tu subconsciente. Puede serte útil repetir estas citas: «Toda ampliación del conocimiento llega a base de hacer consciente lo inconsciente» (Friedrich Nietzsche) y «Lo inconsciente [...] solo es peligroso cuando nuestra actitud consciente hacia ello es irremediablemente falsa» (de El hombre moderno en busca de un alma, de Carl Jung). Dos de los más grandes maestros del mundo afirman que puedes cambiar hábitos de pensamiento que antes eran inconscientes y pasarlos a tu mente consciente. Apoyarse en la excusa de una mente subconsciente es a la vez falso y peligroso.
¿Por qué no crear también tu propia versión de estas citas? Prueba algo parecido a: «Soy perfectamente capaz de entrar en mi propia mente y cambiar cualquier aspecto mío que se apoye en mis patrones de pensamiento habituales, incluso si a estas alturas parecen automáticos». Di tu verdad de una forma que te ayude en tu decisión de librarte de esas excusas.
2. Convierte esto en un lema para tus pensamientos: haz cosas buenas y no hagas cosas malas. Los malos pensamientos te impulsan a enredarte en comportamientos limitadores; los buenos pensamientos, en cambio, apoyan tu deseo y capacidad de vivir en altos niveles de alegría, éxito y salud.
Escucha los consejos de la antigua China, atribuidos a un personaje de ficción llamado Nido de Pájaro:
Hace mucho tiempo, vivía en China un monje que todos los días se subía a un árbol a meditar. Por mucho que el árbol se balanceara con los fuertes vientos y la lluvia, el monje se instalaba cómodamente en las ramas más altas. Debido a esto, los habitantes de la aldea más cercana le llamaban «Nido de Pájaro».
Muchos de aquellos aldeanos pasaban por debajo del monje cuando iban de caza o a recoger leña en el bosque, y al cabo de algún tiempo se acostumbraron a él. Algunos empezaron a pararse a hablar de sus problemas con Nido de Pájaro. Les gustaban las cosas que él decía, y en poco tiempo Nido de Pájaro se hizo famoso por sus amables y consideradas palabras.
Al cabo de unos años, la fama de sabio del monje se había extendido por toda la provincia. Al remoto bosque llegaban visitantes de ciudades lejanas en busca de consejo. Hasta el gobernador de la provincia decidió que a él también le gustaría visitar a Nido de Pájaro para discutir con él cuestiones de importancia. Y así, una mañana de primavera, el gobernador partió en su busca. Después de varios días de viaje, encontró por fin el árbol de Nido de Pájaro en el espeso bosque. El monje estaba tranquilamente sentado en las ramas más altas, disfrutando del sol y del canto de los pájaros en primavera.
Mirando hacia arriba, el gobernador gritó:
—¡Nido de Pájaro! ¡Soy el gobernador de esta provincia y he venido desde muy lejos para hablar contigo! ¡Tengo una pregunta muy importante!
El gobernador esperó una respuesta, pero solo oyó los agradables sonidos de las hojas agitadas por la brisa. Así que continuó:
—Esta es mi pregunta: dime, Nido de Pájaro, ¿qué es lo que han enseñado todos los sabios? ¿Puedes decirme qué fue lo más importante que dijo el Buda?
Hubo una larga pausa; de nuevo solo el suave rumor de las hojas.
Por fin, el monje gritó desde lo alto del árbol:
—Esta es tu respuesta, gobernador: No hagas cosas malas. Haz siempre cosas buenas. Eso es lo que enseñó el Buda.
Pero al gobernador esta respuesta le pareció demasiado simple, después de haber viajado dos días. Molesto e irritado, balbuceó:
—«No hagas cosas malas, haz siempre cosas buenas». ¡Eso lo sabía cuando tenía tres años, monje!
Mirando desde arriba al gobernador, Nido de Pájaro respondió con una sonrisa traviesa:
—Sí, los niños de tres años lo saben. Pero a un hombre de ochenta años aún le resulta muy difícil hacerlo.
Cuando te parezca difícil hacer cosas buenas, acuérdate de buscar al niño de tres años que llevas dentro, del que hablaba Nido de Pájaro. Hazte el regalo de oír pensamientos de una época en la que el condicionamiento todavía no estaba tan profundamente arraigado.