Capítulo 1

Siempre nos hemos reencarnado: contexto histórico. La creencia de la reencarnación es común a todas las religiones del mundo. Bases teóricas y culturales
de la terapia regresiva

La terapia regresiva a vidas pasadas (TRVP) se basa en el hecho de que vivimos más de una vida. Que nos reencarnamos. A pesar de que en el mundo occidental la cultura «oficial» no cree en la reencarnación, fruto de los postulados de la Iglesia cristiana, otras religiones sí que creen. Podemos remontarnos a las antiguas culturas hindú, egipcia y griega, o a cualquiera de los pueblos de la antigüedad; todos creían en los ciclos de la reencarnación. En Europa encontramos a los celtas y a los galos, con los druidas; en América, desde Alaska, pasando por los indios, los mayas, hasta el sur del continente; en África y Oceanía también encontramos en la religión de todos los pueblos primitivos referencias claras a la creencia en la reencarnación. Podemos decir, pues, que el sentido espiritual, con la reencarnación incluida, está presente en todas las culturas del planeta.

¿Por qué en Occidente no se contempla de manera clara la posibilidad de que nos reencarnemos? La influencia de la religión cristiana ha sido tan fuerte que no se ha permitido que nadie discrepara de la doctrina dictada por los papas. A aquellos que tenían una opinión diferente a la de la Iglesia los excomulgaban o eran acusados a la Santa Inquisición durante la Edad Media. Pero la historia nos dice que en la época de Jesús todavía se creía en las reencarnaciones, y así lo transmitían los diferentes escritos de la Iglesia cristiana hasta la época del emperador romano Justiniano, que consiguió que se hiciera un concilio, el Concilio de Constantinopla II (año 543 d. C.), en el que convenció a la mayoría de los obispos participantes para que eliminaran de todos los documentos del Nuevo Testamento y otros escritos cualquier referencia a la reencarnación. Les prometió que si lo hacían declararía el cristianismo religión oficial de todo el Imperio romano. Y, evidentemente, lo consiguió. A él no le interesaba que ningún súbdito o esclavo suyo creyera que podría ser emperador en otra vida, y a la cúpula de la Iglesia le venía bien que los fieles tuvieran una sola oportunidad, una sola vida, para ser buenos cristianos y seguir los mandatos que ellos dictaban. No les interesaba que, si alguien no había sido muy buen cristiano durante esta vida, pudiera tener otra oportunidad para conseguir el cielo y no condenarse para la eternidad. Pero quedaron algunos pasajes que han llegado a nuestros días que nos permiten afirmar claramente que los primeros cristianos creían en la reencarnación.

Uno de los pasajes se encuentra en los Evangelios, donde Jesús pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es Juan Bautista?», refiriéndose a cuál de los profetas antiguos, Elías, Isaías, Ezequiel..., se había reencarnado en la personalidad de Juan Bautista. Encontramos otro pasaje en el Evangelio de Juan en que Jesús devolvió la vista a un ciego de nacimiento, y los discípulos le preguntan: «Señor, ¿quién ha pecado, él o su familia?». En aquella época se consideraba que algunos tipos de dolencias eran un castigo por haber pecado y preguntaban quién era el pecador. Por lo tanto, si contemplaban la posibilidad de que fuera el ciego quien hubiera pecado, es evidente que tenía que haberlo hecho en otra vida, puesto que la ceguera la sufría desde el nacimiento.

Pero ¿se puede demostrar científicamente la teoría de la reencarnación? A esta pregunta tenemos que responder con un «no» muy claro. No se puede demostrar científicamente el hecho de que nos reencarnemos, pero hay muchas evidencias e investigaciones que lo corroboran empíricamente. Ya desde el movimiento espiritista, fundado por Allan Kardec en el siglo XIX, se empezó a investigar el fenómeno de las vidas pasadas. La primera cita documentada oficialmente la encontramos en 1887, de un catalán, José María Fernández Colavida, nacido en Tortosa en 1819, propulsor del movimiento espiritista en el Estado español. Posteriormente, el ingeniero militar y parapsicólogo francés Albert de Rochas, en 1893, empezó a investigar sobre las vidas pasadas a través del «sueño magnético» (como un estado de sueño inducido por magnetismo), con comprobaciones de la realidad revivida. Más tarde utilizaría la hipnosis y empezaría a establecer unas bases para convertirla en una terapia. Un referente muy claro en esta terapia de regresiones es la del doctor Sigmund Freud (1856-1939) —a pesar de que él no hizo regresiones más allá de la vida actual— y después su sucesor Carl Gustav Jung (1875-1961).

En esa primera mitad del siglo XX son muchos los autores que investigan la regresión a vidas pasadas, y es el psiquiatra doctor Alexander Cannon (1896-1963) el que, en 1950, reconoce por primera vez las regresiones a vidas pasadas como una forma de curación. Seguidores suyos fueron Edith Fiore y Gerald Netherton, entre otros.

En las décadas de los sesenta y setenta se empiezan a utilizar las regresiones con finalidad terapéutica, normalmente con hipnosis profunda y sin una estructura muy definida. Thorwald Dethlefsen (1946-2010), psicoterapeuta austríaco, comprueba en 1968 la relación entre los síntomas actuales y las situaciones traumáticas de vidas pasadas. En 1973 la psicóloga norteamericana Edith Fiore, tiene, por casualidad, una primera experiencia con un gran resultado y profundiza en la terapia a vidas pasadas hasta convertirse en un referente de ella.

El doctor Morris Netherton (1935) introduce, en la década de los setenta, una técnica básica terapéutica a partir de las emociones y las sensaciones, y no tanto con hipnosis. Lo sigue la doctora M.ª Julia Prieto Peres, brasileña, que en la década de los ochenta sistematiza el proceso de limpieza terapéutica, y posteriormente el doctor argentino José Luis Cabouli mejora estos pasos del proceso terapéutico. Es en la década de los ochenta cuando se produce una gran expansión de la terapia regresiva en que también participa de manera muy importante el psiquiatra norteamericano Brian Weiss.

El hipnoterapeuta e investigador Michael Newton, en los noventa, hizo un trabajo de investigación, con hipnosis profunda, muy extenso y documentado sobre qué le pasa al alma entre una vida y la siguiente. Newton centra su trabajo de investigación en los aspectos más espirituales de las personas y de las almas buscando qué hacen estas en el espacio entre vidas y cuál es la finalidad de las reencarnaciones.

A finales de los ochenta, el doctor Raymond Moody, investigador de casos de experiencias próximas a la muerte, empieza a investigar el tema de las regresiones que él mismo ha experimentado. Posteriormente, el doctor Ian Stevenson hace un minucioso y exhaustivo estudio sobre los recuerdos infantiles espontáneos de vidas anteriores. Los niños de hasta siete años pueden tener recuerdos de otras vidas de manera espontánea. Él explica el caso de un niño que a los dos años le dijo a su madre que no cocinara para él, que ya había una mujer que lo hacía. A los cuatro años empezó a decir el nombre de una mujer diciendo que era su esposa, que tenía dos hermanos, que lo que le gustaba eran las galletas de una marca determinada (esta marca no había entrado nunca en su casa, por lo tanto no podía saber de su existencia), que él trabajaba en un obrador de un pueblo lejos de su actual casa y que murió en la bañera. Más tarde el doctor Stevenson investigó toda esta información y encontró que realmente existía aquel pueblo donde había un obrador que todavía hacía galletas, contactó con la que fue su anterior familia y resultó cierto que el chico tenía dos hermanos y estaba casado en la otra vida. Su muerte sucedió de joven a causa de unas fiebres muy altas, y la familia anterior explicó que lo metieron en la bañera para hacerle bajar la fiebre, pero que murió en la cama. Hay muchos casos como este, documentados y comprobados.

Otra situación experiencial que nos indica que seguramente es cierta la posibilidad de vidas pasadas es el fenómeno del déjà vu. Es aquella situación en la que cuando uno llega por primera vez a un lugar tiene la sensación, y en ocasiones la certeza, de que ya ha estado allí, de que esto «ya lo he visto». Tener este tipo de recuerdo no es habitual, pero se han dado muchos casos. Hay un caso muy documentado de una mujer que fue de visita turística a un convento en Italia. Al llegar empezó a tener la sensación de que ya había estado allí, y pidió detalles como si el convento tuviera otra entrada. El monje que hacía de guía los llevó a una pequeña entrada que había en la parte trasera informándoles de que antiguamente se entraba al convento por aquella puerta. La mujer la reconoció y empezó a dar detalles de las siguientes edificaciones y pasillos que irían encontrando, incluso de una parte del edificio que no existía ya y que el monje confirmó que había existido, pero que había sido destruida por unas obras hechas hacía mucho tiempo.

Creencia, proceso y terapia

Tenemos que diferenciar tres conceptos: la reencarnación como creencia de vida, la regresión como proceso para ir a encontrar recuerdos antiguos de esta vida o de vidas anteriores, y la terapia regresiva como técnica para resolver problemas que nos afectan en la actualidad. A pesar de estar muy vinculados, los diferentes investigadores occidentales han ido tratando e investigando estos conceptos consecutivamente. Cada uno los ha llevado al otro.

El uso de la regresión como estrategia terapéutica también ha ido evolucionando. Inicialmente, no se utilizaba como terapia ni en Oriente ni en Occidente, después se empezó a ver que una buena regresión, aunque no tuviera intencionalidad terapéutica, podía ayudar a resolver problemas, y posteriormente se utilizó con una finalidad claramente terapéutica.

Seguramente mucha gente se preguntará si podemos saber qué hemos sido en otras vidas. Mediante la técnica de la regresión sí se puede. Podemos saber si hemos sido campesinos o comerciantes, nobles o esclavos, si hemos vivido en la época romana, en la prehistoria o en el siglo pasado, hombres o mujeres, personajes famosos de la historia o habitantes de una tribu perdida en medio de la selva. Pero tener esta información aporta muy poco a nuestra realidad actual. Puede satisfacer nuestra curiosidad y, tal vez también, nuestra vanidad pensando que hemos sido un personaje importante. Pero nos sirve de poco saberlo. Veremos más adelante que en el proceso de una sesión terapéutica la parte más importante es la fase de limpieza terapéutica. La fase de recordar la «película» tiene una importancia relativa. Seguramente no habrá ningún terapeuta que quiera dedicar su tiempo a satisfacer la curiosidad de qué hemos sido en otras vidas. Y yo no recomendaría que nadie intentara acceder a otras vidas como un juego, entre amigos o a solas, puesto que, si realmente se accede, no sabemos qué vida puede aparecer, con qué traumas y qué situaciones duras vividas, porque, entonces ¿qué hacemos con esa información? Se puede saber, por ejemplo, que he sido el emperador romano Nerón y estoy viendo cómo se quema Roma por orden mía, y en aquel momento de la historia de Roma lo estoy contemplando con mucha satisfacción, pero ahora tengo la conciencia actual activa y esta me dice que lo que hice en la época romana es una locura, y tal vez puedo escuchar a los niños y a las madres que gritan porque se están quemando, y yo he dado esa orden. Yo soy responsable y culpable de esa masacre. Si revivo esta historia u otra parecida, ¿cómo me quedo sabiendo que he hecho sufrir y morir a tanta gente? ¿Con qué culpabilidad y responsabilidad me quedo? ¿Cómo gestiono las emociones que todo esto me genera? ¿Y cuánto tiempo seguirá vivo ese recuerdo? Todo esto es el trabajo del profesional: limpiar las emociones, las culpas y las situaciones duras vividas. No quiero decir que no se puedan hacer autorregresiones, que sí se puede, pero conviene hablar antes con algún profesional para que aconseje sobre cómo llevarlas a cabo y poder acudir a él si no se acaba de hacer bien la limpieza terapéutica.

Podemos tener indicios de vidas pasadas si nos observamos a nosotros mismos. Así, si resulta que sentimos una atracción muy grande por un país determinado o una zona geográfica, o por una cultura o unas costumbres muy concretas, o por unas comidas que no son las nuestras habituales, o tenemos una gran facilidad para un idioma más que para otros..., todo esto nos está diciendo que es muy probable que en alguna vida anterior hayamos vivido en un lugar u otro, y que seguramente esa vida fue importante para nuestra alma. Como ejemplo puedo decir que yo de pequeño sentía una atracción especial por Honduras, y no había ningún motivo lógico para esta afición. De mayor sentí mucha atracción por toda la civilización precolombina, me encantaba la música nativa de los pueblos de los Andes y también la cultura egipcia. Cuando conocí el tema de las regresiones tuve la explicación a estas preferencias. En otras vidas había vivido bastantes veces en los países de las culturas mayas, aztecas, toltecas, quechuas, por el Perú y también por Egipto. Y es curioso que antes siempre decía que, si un día me perdía que no me buscaran en la India, no me llama la atención, que lo hicieran en Perú o en Egipto. Y hasta ahora no he revivido ninguna vida que haya vivido en la India.

La terapia regresiva a vidas pasadas se sustenta en el hecho de llevar a la memoria actual aquellos recuerdos de otras vidas que se encuentran en el subconsciente. Hay varias técnicas psicológicas, como el psicoanálisis o el rebirthing, que utilizan también la estrategia de retroceder en el tiempo para recuperar memorias olvidadas para solucionar conflictos. La diferencia está en que estas se quedan en los recuerdos de la vida actual o hasta el embarazo, y la TRVP va más allá, salta esa barrera del tiempo lineal de la conciencia actual para dejar que entre en juego la conciencia lúcida, puesto que no le afecta la creencia del tiempo lineal.

La terapia regresiva va directamente, a través de las emociones, al origen del problema y, a menudo, lo resuelve muy rápidamente. Esta efectividad es lo que, a nivel consciente, me atrajo mucho de esta técnica, y por eso empecé a informarme y formarme. A partir de comenzar a practicarla, poco a poco he ido entrando en esta filosofía espiritual y mi vida ha cambiado sustancialmente en el sentido de que he podido ir obteniendo respuestas a preguntas existenciales como ¿qué hacemos en esta tierra?, ¿de dónde venimos y adónde vamos?, ¿tenemos alguna misión por hacer?, ¿por qué hay guerras?, y las respuestas me han permitido entender y vivir la vida de una manera más relajada y tranquila, mucho más armónica. También me ha ayudado a hacerme plenamente responsable de todo lo que me pasa. Actualmente creo que nos reencarnamos, que tenemos un alma, que existe una entidad superior, llámese Dios o cualquier otro nombre, el Todo, la Energía Universal, y que venimos de Él y volvemos a Él después de realizar toda una serie de aprendizajes hasta conseguir el más importante: el amor incondicional.

No es necesario creer en las reencarnaciones, ni el terapeuta ni el paciente, para que la terapia funcione. Solo hay que ponerse honestamente en condiciones de hacer el trabajo, de ver o sentir «películas» y revivirlas, sin prejuicios ni con la obstinación de negar todo aquello que no sea racional. Tanto el doctor Brian Weiss como la psicóloga Edith Fiore hicieron una primera regresión a un paciente de manera accidental, ninguno de los dos tenía ningún conocimiento de esta posibilidad y el resultado fue muy bueno; su paciente mejoró mucho en una sola sesión. En mi caso, empecé a practicar la terapia regresiva sin creer en la reencarnación y lo hice porque la encontré muy potente y eficaz. Los resultados también fueron muy buenos desde el primer día. Respecto a la eficacia de la TRVP con pacientes que no creen en reencarnaciones, puede servir como ejemplo el siguiente caso:

Caso n.º 1

Un día llegó a la consulta Salvador P., un hombre de cincuenta y un años con un poco de sobrepeso. Lo primero que me dijo era que él no creía en las vidas pasadas, que había venido porque su mujer le había medio obligado para ver si así remitía su diabetes. Se pinchaba cada día, pero, aun así, los índices glucémicos continuaban muy altos, por encima de 200. La primera vez que hicimos una sesión, Salvador estaba un poco tenso, pero con ayuda de la música y las respiraciones se relajó. Poco a poco lo induje a un estado de conciencia lúcida en el que él podía describir las imágenes que le pasaban por la cabeza, como si fueran una película: describió una escena de guerra de la Edad Media, en la que era soldado y murió en combate. Se fue tranquilo, pero sin hacer mucho caso. En la segunda sesión, Salvador volvió a describir un paisaje de la Edad Media, y más tarde la «película» lo llevó hasta París. Cuando acabamos le dije que quizás había vivido en la Edad Media en una vida pasada, y él me contestó muy tajante que me dejara de historias, que si se le habían aparecido aquellas imágenes era porque eran temas que le interesaban desde siempre y que ya había visto muchas veces en el cine, en películas «de verdad». Aun así, en la tercera sesión, Salvador me informó de que si seguía viniendo era porque se encontraba muy bien, mucho más tranquilo, sin tanta ansiedad, y que el índice de glucemia estaba bajando. Siguió sin creer en sus vidas pasadas, pero el hecho es que su salud mejoró de forma incontestable: los valores a menudo los tenía en torno a 90, cosa nunca vista para él. Esta es una de las bondades de la TRVP.

Una característica importante de esta terapia es que se trabaja con la persona en estado de conciencia expandida. Es un estado en el que la parte del cerebro analítica, racional, lógica, deja de intervenir y es el hemisferio derecho el que toma la dirección de la actividad cerebral, la parte creativa, intuitiva. A este estado se puede llegar por medio de respiraciones forzadas, de sustancias como alcohol o sustancias psicoactivas, con según qué tipo de música... Con estas prácticas se fuerza el cuerpo y llegamos a un estado de conciencia alterada que a menudo no podemos controlar. O también podemos llegar a través de meditaciones, de cierto tipo de respiraciones, de cierta música o con una relajación profunda. Con estas prácticas se llega a un estado que yo llamo de conciencia lúcida, en el que sigues teniendo el control de tu estado y lo puedes utilizar en el momento que quieras a pesar de estar con la conciencia expandida. No se fuerza ninguna situación.

En ocasiones nos encontramos que cuando un paciente llega a la consulta con una carga emocional muy fuerte fruto del problema que está sufriendo, a menudo está ya en regresión; su conciencia ya ha conectado con la emoción primera, posiblemente de otra vida, causante del problema que está viviendo. El terapeuta tiene que estar muy atento a estas señales, puesto que el paciente se encuentra en estado de conciencia expandida sin saberlo. Entonces es muy fácil llegar al punto inicial en el que se produjo la emoción que ahora tiene que sanar.

Con esta terapia lo que hacemos es cambiar la forma en la que el pasado nos afecta en el presente y cómo lo vivimos, y también podemos cambiar realmente el pasado. Lo limpiamos, lo sanamos, y con este cambio obtenemos una repercusión muy positiva sobre la realidad de la vida presente. Si uno no cree que las vidas pasadas son reales, podemos decir que lo que estamos haciendo con esta terapia es cambiar las creencias limitantes, los recuerdos y las pautas negativas que tenemos en nuestra mente. Este trabajo mental es una práctica habitual en muchos tipos de terapias; se intentan cambiar las creencias o los recuerdos ya sea con consignas, con visualizaciones, con metáforas u otras estrategias para que el paciente deje atrás situaciones limitantes y construya unas pautas de comportamiento y de creencias más positivas.

En el proceso de limpieza de una sesión de terapia regresiva podemos hacer que el paciente escriba el guion de una nueva vida. Esta reescritura es una de las estrategias que se pueden utilizar para ayudar a solucionar determinadas situaciones. Le decimos al paciente que tiene que rehacer la vida que acaba de revivir y por tanto que escriba un nuevo guion más positivo para sanar ciertas situaciones. Esta nueva vida se convierte, para el subconsciente, en una vida como si la hubiera vivido de verdad y por tanto los efectos negativos de la primera desaparecen y las nuevas situaciones, emociones y aprendizajes empiezan a afectar a la actual.

A pesar de que no era necesaria —puesto que los resultados con todos los pacientes confirmaban que esta práctica funciona—, tuve confirmación de que esto era cierto con una paciente. Veamos el siguiente caso:

Caso n.º 2

En una ocasión una paciente me explicó que había ido a ver a una vidente y le había dicho que un problema que tenía provenía de la tercera vida anterior a la actual, y me preguntaba si podíamos trabajarlo. Cuando acabamos de trabajar el tema que nos ocupaba llegó el momento de ir a esa tercera vida anterior. Se vio como un hombre joven, que huyó por miedo de un poblado pequeño que era atacado por unos invasores. Fue cobarde y huyó. Después de hacer las limpiezas necesarias, le dije que reescribiera el guion de aquella vida de la manera como le hubiera gustado que pasara. Se vio como aquel hombre joven, pero en esta ocasión tomó la iniciativa de la defensa del poblado con la consiguiente victoria. Fue muy reconocido por la gente del poblado. Una vez acabada de revivir la nueva vida, llegando hasta la muerte, le dije que preguntara a su guía personal (los guías personales son seres de Luz, como los ángeles, que nos guían en la vida), que nos había estado acompañando, si el trabajo que habíamos hecho con la tercera vida era suficiente para resolver el problema de la paciente. La respuesta del guía fue muy aclaratoria; preguntó a qué vida me refería, si a la primera que había visto, como hombre cobarde, o a la segunda, como hombre líder. El hecho de preguntar a qué vida me refería implicaba que había más de una, y por tanto daba a entender que la vida reescrita ya era una más de las vividas por ella. Queda muy claro que sí podemos cambiar el pasado.

Guía básica del viaje del alma

Antes de avanzar más, quiero hacer una pequeña descripción del viaje que hace el alma al bajar a la Tierra e irse reencarnando, para que se pueda entender mejor todo lo que iré explicando en los capítulos siguientes. Posteriormente ampliaré esta información.

Cuando el alma baja a la Tierra no viene a ver qué encuentra y a aprender algo que no sabe qué es. Primero el alma tiene que decidir seguir su evolución en el espacio y la dimensión que es la Tierra, y para llevar a cabo esta decisión se compromete con ella misma a realizar toda una serie de descensos a la Tierra hasta que haya acabado con éxito todas las «lecciones» que quiere aprender.

Antes de hacer un descenso, una encarnación, nos reunimos en la sala de planificación de las vidas con nuestros guías personales y con los guías de planificación (seres de Luz de la dimensión de la Luz que nos ayudan a preparar la próxima encarnación). Aquí se planifica qué queremos aprender en la siguiente bajada a la Tierra, qué lección queremos trabajar. Si el alma es más evolucionada, también nos marcamos una misión a realizar en beneficio de algunas o muchas personas, en beneficio de la humanidad. Esta misión puede ser muy sencilla o más compleja, como cuidar unos hijos que de mayores posiblemente serán personas influyentes en la sociedad, dejar un legado artístico o científico, o liderar unos cambios sociales... La dificultad para conseguir el éxito en el aprendizaje o en el desempeño de la misión es que no sabemos en qué consiste el trabajo que tenemos entre manos y por tanto vamos viviendo sin saber de qué se trata. No tenemos ni el guion ni el programa del curso. No recordamos qué nos hemos programado. En el momento del parto sucede la amnesia de qué somos (seres de Luz) y de lo que tenemos que hacer en la Tierra. Aun así, en los primeros siete años de vida podemos tener recuerdos de lo que hemos sido en otras vidas y también podemos conectar con nuestros guías personales y con el ángel de la guarda.

En esa sala elaboramos la planificación de nuestra futura vida en la Tierra, sabemos lo que queremos aprender y, si hace falta, la misión que tenemos, y ahora tenemos que planificar en qué escenario lo haremos, con qué herramientas, con qué fortalezas y limitaciones, con qué dificultades y circunstancias propicias nos encontraremos... Tenemos que programarlo todo. Debemos diseñar los posibles recorridos a realizar con todas las circunstancias para poder evolucionar como alma. No podremos aprender lo mismo si nacemos en una tribu de la Amazonia que en una familia acomodada de Occidente. Por lo tanto, escogemos el lugar de nacimiento, el entorno y también los padres. Durante toda la vida en la Tierra tenemos nuestros guías personales, que nos pueden ayudar en todo momento siempre y cuando pidamos su ayuda; en caso contrario ellos no intervienen nunca.

Del mismo modo que antes de encarnarnos vamos a la sala de planificación de la vida, cuando morimos vamos a la sala de revisión de la vida, donde encontramos a nuestros guías personales y otros seres de Luz —los sabios de revisiones de vidas—, que nos ayudan a hacer un repaso de la vida que hemos acabado, qué hemos aprendido, cómo lo hemos hecho, qué no hemos aprendido, qué dificultades hemos tenido y cómo las hemos superado y, sobre todo, nos preguntan «cuánto hemos amado». Esta, al fin y al cabo, es la misión común de todo ser humano.