
Mickey había encontrado una superautocaravana para irse de vacaciones con sus amigos.

—Monta las tiendas ella sola, tiene una barca hinchable ¡y hasta puede encender un fuego! —le explicó con orgullo a Goofy.

Mientras Goofy, encantado, metía todas las salchichas que podía en el vehículo, su amigo se puso a jugar una partida en la consola. Por su parte, Minnie estaba atareada preparando las maletas.

«¿Dónde se habrán metido los demás?», pensó ella.
Poco después, los encontró en el salón: Mickey estaba absorto en el juego, Daisy escuchaba música en el móvil y Donald veía una serie en la tablet.
—¿Es que os habéis olvidado de las vacaciones? —les preguntó.

Sus amigos la siguieron enseguida hasta la superautocaravana ¡y se pusieron en marcha!
Al cabo de unas horas, se detuvieron junto a un lago.
—Primero vamos a montar las tiendas —propuso Goofy.
—No hace falta —contestó Mickey.
Tocó un botón y… ¡pumba! ¡Salieron cinco tiendas de campaña de la autocaravana!

—¿Qué os parecería ir de pesca? —sugirió Minnie.
—Por mí, estupendo —contestó Goofy.
Pero fue el único que le respondió, porque Mickey, Daisy y Donald ya habían sacado sus dispositivos electrónicos.
—¡Basta ya de pantallas! —exclamó Minnie, enfadada.

Avergonzados, cada uno cogió una caña de pescar y se sentaron en la orilla del lago.
—¡Hola, pájaro! —exclamó Goofy al ver un águila.
—¡Este lugar es una maravilla! —dijo Minnie, entusiasmada.
—Sí, tienes razón —añadió Daisy.
Pero Mickey no estaba con ellos: ¡se había escondido en un arbusto para jugar con la consola!

De repente, Donald lanzó la caña de pescar hacia atrás.
—¿Qué ocurre? —maldijo al notar que la caña se le resistía. Tiró con todas sus fuerzas… ¡y con el anzuelo se llevó la consola de las manos de Mickey!
El águila confundió la consola con un pez y se abalanzó sobre ella.
Donald no tuvo tiempo de reaccionar. Como estaba aferrado a su caña, ¡el águila lo arrastró por el agua!

Por suerte, enseguida el águila comprendió que no había atrapado un pez de verdad y decidió liberar a su presa.
Donald se cayó, chocó contra Mickey ¡y tiró a su amigo directamente al lago!

Cuando el ratón salió del agua, Minnie le devolvió la consola.
—¿No crees que se pueden hacer cosas más interesantes aquí? —lo riñó con cariño.

Para hacerse perdonar, Mickey sacó la barca hinchable de la superautocaravana.
—Vamos a hacer rafting —propuso.
Los amigos se fueron a un río que quedaba un poco más lejos de ahí.

Donald, que se encontraba en la parte de atrás, era el encargado de guiar a sus compañeros mientras remaban. Pero, en vez de ello, aprovechó para sacar la tablet con discreción, ¡y se concentró tanto que no se dio cuenta de que la corriente cada vez era más fuerte!

Mickey y sus amigos se vieron arrastrados por los remolinos de agua, que los sacudieron de un lado a otro. Soltaron los remos justo antes de quedarse atascados en una gran roca.
—¡Bravo, Donald! —exclamó Daisy, enfadada—.
¿Cómo vamos a volver ahora?
A Goofy se le ocurrió la solución.
—¡Eh, tú! —gritó en dirección al águila, que los había seguido—. ¿Puedes ir a buscar ayuda?

Por suerte, el pájaro lo entendió. Fue hasta la superautocaravana y transmitió el mensaje.
—Mickey tiene problemas —dijo el vehículo, haciéndose cargo de la situación—. ¡Modo rescate activado!

La superautocaravana alzó el vuelo y se dirigió al río. A continuación, usó el radar para encontrar uno de los remos, lo sacó del agua y lo llevó hacia el bote.

Gracias al águila y a la superautocaravana, Mickey y sus amigos regresaron al campamento sanos y salvos. Donald prometió que no volvería a sacar la tablet. Al caer la noche, todos juntos celebraron ese primer día de vacaciones con un festín de salchichas a la parrilla.
