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¿Qué es huna?

 

Hu’ea pau ‘ia e ka wai

Todos rodeados por el agua que corre con fuerza

(Todo se revela, no se guardan secretos)

 

 

En las islas del Pacífico Sur, influidas por un mundo de mar y arena, volcanes y palmeras, huracanes y brisas suaves, existe un sendero vital extraordinario en ocasiones llamado «El Estilo Aventurero». Es un sendero ancestral tan poderoso y tan práctico que en los tiempos modernos funciona tan bien como lo hizo en el pasado remoto. Este estilo está basado en una filosofía polinesia llamada Ka Huna, que significa «El Secreto».

Sin embargo, antes de describirla en detalle lo mejor es «hablar de la historia», como dicen los hawaianos, a fin de introducir las ideas que conforman la base de huna.

Lo nuevo es viejo y lo viejo es también nuevo

Corre el año 207 d.C. y un hombre de mediana edad, vestido con una túnica de un blanco inmaculado hecha de corteza vegetal, se acuclilla en un afloramiento de roca volcánica de cara al océano. De una bolsita de rafia saca una piedra desgastada y tallada parecida a un pez, y la deja en la lava negra. Habla a la piedra con una voz vibrante y de cántico, moviéndola en diversas direcciones en respuesta a algún impulso interno del que sólo él es consciente. Por fin, deja de salmodiar, se relaja y sonríe hacia el fragmento de piedra que ahora señala hacia las montañas que tiene a sus espaldas. Acto seguido se levanta y grita a los pescadores que han estado a la espera: «¡Preparad las redes! Vendrán peces en abundancia cuando el sol toque el kahiki-ku (el cielo de arriba) avanzada la tarde».

Corre el año 2007 y una joven con traje de chaqueta entallado se dirige a una reunión importante. Con el cinturón de seguridad abrochado y cómodamente sentada en el asiento de ventanilla del jet 777, hojea la revista de la compañía aérea para pasar el rato. De pronto deja la revista, consciente de un acontecimiento que va tomando forma a su alrededor. Instantes después el avión da bandazos al atravesar una zona de turbulencias, se encienden las luces que advierten de la conveniencia de abrocharse los cinturones de seguridad y la voz del capitán anuncia que todos permanezcan en sus asientos, porque les esperan turbulencias considerables. La mujer inspira hondo con tranquilidad y despliega su espíritu más allá de los límites del avión. Allí funde sus energías con las del viento, le habla con dulzura y lo serena con su mente. En menos de dos minutos toda turbulencia ha cesado, por lo que desvía la atención del viento y vuelve a su revista.

 

Estas dos personas, separadas en el tiempo por casi dos mil años y viviendo en culturas radicalmente distintas, tienen en común algo importante: ambas practican huna y han aprendido a integrar sus siete principios básicos en sus vidas cotidianas.

El primer principio:
 El mundo es lo que crees que es

De entrada, el hombre y la mujer del ejemplo anterior han aprendido que el mundo responde a sus pensamientos con absoluta naturalidad. Su experiencia personal es, de hecho, un reflejo exacto de cómo creen que es (ni más ni menos que un sueño). Como practicantes de huna saben que este sueño que llamamos realidad física lo producen las creencias, las expectativas, las intenciones, los miedos, las emociones y los deseos. Para cambiar el sueño, emplean el primer principio de huna para modificar las «mentalidades» a voluntad, a fin de provocar unos efectos concretos bajo diversas condiciones.

El segundo principio:
 No hay límites

Este principio de huna establece simplemente que en realidad no hay límites, no hay ninguna separación real entre los seres. El hombre antiguo era capaz de comunicarse con la piedra y a través de ésta con los peces del océano. Y la mujer moderna pudo dejar su cuerpo en el asiento para fundirse con el viento y luego volver sin la menor dificultad. Creer que no hay límites es una forma de concederse a uno mismo una enorme libertad, pero su consecuencia es la responsabilidad absoluta sobre las acciones y reacciones propias.

El tercer principio:
 La energía fluye hacia donde va la atención

En el tercer principio, la energía fluye hacia donde va la atención, una poética forma de decir que concentrar la atención en algo produce una concentración de energía conectada con el objeto de atención, sea físico o no. Y la energía así concentrada producirá un efecto creador según la naturaleza de los pensamientos que acompañan la atención. El hombre que estaba en la falda de roca volcánica se concentró en los peces con la intención de influir en su dirección por el bien de la comunidad, y la mujer del avión lo hizo en el viento con el propósito de eliminar las turbulencias para su tranquilidad y la del resto de pasajeros.

El cuarto principio:
 El momento del poder es ahora

Tanto el hombre como la mujer del ejemplo actuaron de acuerdo con el cuarto principio de huna, sabiendo que el poder existe únicamente en el momento presente. Sin embargo, también sabían que este momento presente es tan dilatado como su atención consciente presente. Así pues, su noción del tiempo es totalmente distinta a la de la típica persona de hoy día. Como no se puede actuar en el pasado ni el futuro, uno no debería desperdiciar el tiempo en remordimientos pasados ni preocupaciones futuras, pero, a su vez, desde el momento presente uno puede cambiar tanto el pasado como el futuro.

El quinto principio:
 Amar es estar feliz con

Uno de los descubrimientos más trascendentales y profundos de aquellos antiguos que crearon la filosofía huna es que el amor es la mejor herramienta para una actuación eficaz. La palabra hawaiana para amor es aloha, y su significado inherente es «ser feliz con alguien o algo y compartir esta felicidad». En este sentido, el amor es tanto una actitud como una acción. Así que el amor no es sólo un sentimiento o un comportamiento, sino también un medio para el cambio. Para el practicante de huna, el amor es un poder espiritual que aumenta a medida que el juicio y la crítica disminuyen. Una intencionalidad verdaderamente amorosa es la fuerza espiritual más poderosa que el mundo puede conocer. El practicante de huna expresa el amor en forma de bendición, alabanza, reconocimiento y gratitud. La separación reduce el poder y el amor reduce la separación, aumentando, por consiguiente, el poder. El hombre antiguo estableció contacto con los peces a través del amor, al igual que la mujer moderna contactó con el viento.

El sexto principio:
 Todo el poder procede del interior

El sexto principio enseña que, en realidad, todo el poder proviene del interior. Ni el hombre ni la mujer del ejemplo invocaron la ayuda de ninguna fuerza externa para sus tentativas. Su poder no procedía de su personalidad ni de su individualidad, sino de la chispa divina común que saben que es la fuente de su propio ser. El poder y la energía de esta fuente son infinitos, están en contacto con todo lo demás, siendo una parte integral de la Fuente Primordial (o el nombre que sea que uno decida ponerle). Dado que esta fuente está tanto dentro como fuera y nunca nos separamos de ella, sólo tenemos que buscarla en nuestro interior.

El séptimo principio:
 La eficacia es el indicador de la verdad

Como eran sumamente prácticos, los antiguos practicantes de huna desarrollaron este principio sumamente práctico de que la eficacia es el único indicador válido de la verdad. La verdad absoluta llevada a su extremo lógico se traduce como «todo es». Dado que a nivel humano esto difícilmente resulta útil, el practicante de huna mide la verdad preguntando: «¿Esto funciona?», y se siente, por tanto, libre para cambiar mentalidades, alterar sistemas de creencias y crear o modificar técnicas a fin de lograr los mejores resultados en una situación determinada. ¿Fue verdad que el hombre antiguo habló realmente con la piedra y que ésta le contestó? Sí, porque los peces aparecieron. ¿Fue verdad que la mujer se fundió realmente con el viento y lo serenó con la mente? Sí, porque las turbulencias cesaron. Para el practicante de huna, causa y efecto no son lo mismo que para la persona de a pie de la sociedad moderna.

 

 

Huna es una filosofía ancestral y pragmática que nació de una observación de la vida excepcionalmente aguda por parte de los kahunas del conocimiento esotérico de la Polinesia. En la familia Kahili, esta filosofía esotérica fue transmitiéndose desde las primeras generaciones, codificada en las siete ideas fundamentales que acabo de explicar. Primero aprendí estas ideas de mi tío hawaiano adoptivo a partir de palabras hawaianas concretas y proverbios asociados. Cuando llegó el momento de compartir esta sabiduría con el mundo moderno, condensé los conceptos en siete frases en inglés que, a mi juicio, representaban los aspectos más prácticos de cada principio para que los alumnos de hoy día empezaran a estudiarlos. Desde la base de estos principios, el practicante de huna aprende rápida y eficazmente a ver la realidad común de un modo extraordinario, a reconocer acontecimientos extraordinarios en circunstancias normales y a crear nuevas circunstancias a voluntad. Y la vida se convierte en una aventura emocionante.

¿En serio los hawaianos utilizaban huna?

Ha habido cierta controversia acerca de si los antiguos practicantes hawaianos llegaron a emplear la palabra huna para describir sus estudios sobre el conocimiento esotérico. Un escritor no hawaiano incluso ha afirmado, escribiendo sobre la espiritualidad hawaiana, que huna no fue una tradición hawaiana y que la palabra fue acuñada por Max Freedom Long, quien en las décadas de 1940 y 1950 escribió varios libros sobre el pensamiento esotérico hawaiano. Examinemos, pues, algunas fuentes locales y no regionales para ver qué pueden decirnos sobre el origen de la palabra.

En primer lugar, con respecto a la idea de que Max Freedom Long acuñó la palabra huna, éste basó su investigación en la edición de 1865 de A Dictionary of the Hawaiian Language [Un diccionario de la lengua hawaiana], de Lorrin Andrews. En dicho diccionario encontramos huna definido como «ocultar conocimiento o sabiduría». Así pues, es obvio que Max Freedom Long no acuñó el término. Sí manifestó, no obstante, que ésta era la palabra que usaría para describir el sistema de conocimientos esotéricos (o secretos) hawaianos tal como él lo entendía. De modo que al margen de que uno coincida o no con la versión definitiva de Long del conocimiento esotérico hawaiano, lo que está claro es que no inventó la palabra ni su significado.

Pero la pregunta sigue ahí: ¿emplearon los hawaianos la palabra huna para referirse a sus conocimientos esotéricos? Eso no es fácil de determinar en una tradición oral, pero tras la introducción del lenguaje escrito unos cuantos hawaianos eruditos dejaron constancia de ciertos detalles de sus propias tradiciones. Tal vez ahí encontremos algunas pistas.

Muchos de los antiguos heiau, o templos, de Hawái contenían una elevada estructura de madera llamada ‘anu’u, parcialmente cubierta de kapa, o tela de corteza vegetal, y que era utilizada para las ofrendas y como lugar desde el que los sacerdotes revelaban las palabras de los dioses. Cuando anunciaban la revelación empezaban con la frase: «Que lo desconocido se conozca». En ‘Ōlelo No’eau (aforismos), un libro de proverbios hawaianos de la respetada estudiosa hawaiana Mary Kawena Pukui, encontramos la misma frase en hawaiano: Ahuwale ka nane huna. La traducción de la propia Pukui es: «Aquello que era secreto ya no está oculto».

Puede encontrarse otra referencia a huna en una fuente decimonónica. Samuel Kamakau, un erudito escritor hawaiano de principios del siglo XIX dijo: «En el Hawái antiguo contaban con expresiones proféticas y proverbios ocultos (‘ōlelo huna, es decir, habla con significado secreto)».

En su libro Hawaiian Mythology, Martha Beckwith expone ideas que arrojan luz sobre el significado de huna. Según sus fuentes hawaianas, antiguamente existieron en su día doce islas sagradas cerca de Hawái, entre las que el contacto era asiduo. Estas islas estaban habitadas por seres espirituales, pero los humanos solían viajar hasta ellas con frecuencia (un concepto muy chamanístico). Se dice que tenían la habilidad de moverse bajo el mar, por el horizonte o de elevarse en el aire como una nube, según la voluntad del espíritu líder. Tras los enormes cambios políticos y religiosos que tuvieron lugar aproximadamente a mediados del siglo XIII, estas islas de espíritus raras veces fueron vistas.

Una de las más famosas islas de espíritus se llama Kanehunamoku, traducido normalmente como «La isla oculta de Kane». (En este sentido Kane era una especie de espíritu creador.) Quizá «tierra del espíritu creador invisible» sería una traducción más acertada. En el Hawaiian Dictionary de Mary Kawena Pukui y Samuel H. Elbert, la frase po’o huna se traduce como «misterioso, oculto, invisible, como los dioses», validando «invisible Kane» como traducción. Todo esto es significativo, porque hay muchos relatos de Kanehunamoku en los que los humanos viajan allí, adquieren conocimientos esotéricos (en otras palabras, conocimientos artísticos y artesanales hasta entonces desconocidos por los humanos) y vuelven para compartir ese conocimiento con el resto de la humanidad.

En épocas más contemporáneas, la admirada Edith Kanaka’ole, una famosa kumu hula, o maestra de hula, creó este cántico (seguido de mi traducción):

 

E Hō Mai

E hō mai ka ‘ike mai luna mai e

‘O nā mea huna no’eau o nā mele e

E hō mai, e hō mai, e hō mai e

 

Concédenos

Concédenos el conocimiento superior.

El sabio secreto de los cánticos.

Concédenoslo, concédenoslo, concédenoslo.

 

Los hawaianos de antaño no solían nombrar los conceptos abstractos. Mientras que, por ejemplo, hay un sinfín de palabras para denotar formas concretas de conducta sexual, no hay ninguna palabra para «sexo» ni para «sexualidad» como concepto. La que más podría aproximarse a eso en hawaiano, sin inventar vocablos nuevos, sería ka mea ai, que se traduce como «la cosa del coito». Asimismo no hay en hawaiano ningún término general para la metafísica o el esoterismo. Mi tío hawaiano me contó que «huna no es más que un apodo para ka ‘ike huna, el conocimiento oculto, o ka ‘ike pō, el conocimiento del mundo interior. Lo usamos porque en inglés es más fácil darle a ese conocimiento un nombre corto y bonito».

Tal como indican estas pocas referencias, no cabe duda de que los hawaianos tenían un sistema de conocimientos y prácticas esotéricas. También es evidente que empleaban la palabra huna para referirse a este conocimiento de muy diversas maneras. Pero que llamaran huna a este conjunto de conocimientos no está tan claro. A Max Freedom Long le pareció práctico y a mi familia hawaiana también. Sé de familias hawaianas que también utilizaban la palabra huna, mientras que otras emplean hoy día distintos términos para describirlo. Los nombres son arbitrarios; el conocimiento es real.

Los siete principios en proverbios

No hay duda de que los hawaianos practicaban el ka ‘ike huna, el conocimiento esotérico consistente en usar el poder de la mente para influir en la naturaleza y los acontecimientos. En los documentos escritos hay abundantes referencias al respecto. Pero ¿practicaban lo que ahora llamamos los siete principios de huna?

Se puede obtener un montón de información acerca de una tradición cultural analizando sus proverbios, y en los proverbios hawaianos recopilados por los investigadores encontramos muchos ejemplos de la práctica de los principios. A continuación aparecen siete proverbios relacionados con los siete principios, ordenados respectivamente, del libro ‘Ōlelo No’eau, de Mary Kawena Pukui.

 

1.  ‘A’ohe pau ka ‘ike i ka hālau ho’okahi («La totalidad del conocimiento no se enseña en una única escuela»): una variante de la idea de que hay numerosas fuentes de conocimiento y muchas formas de ver las cosas. La palabra hālau es, en realidad, un cobertizo alargado y semidescubierto, usado en su día para guardar las canoas o como lugar de reunión para actividades diversas, especialmente la enseñanza. En su uso más amplio también se refería al grupo allí reunido. Hoy se utiliza casi exclusivamente para referirse a un grupo de hula. Incluso en algo tan importante para la cultura como el hula, había muchos maestros y muchas escuelas, cada uno de ellos con sus propias tradiciones y prácticas. Principio de huna correspondiente: «El mundo es lo que crees que es».
2.  ‘A’hoe pu’u ki’eki’e ke ho’ā’o ‘ia e pi’i («Ninguna colina es demasiado alta para escalarla»): una manera de decir que nada es imposible. Principio de huna correspondiente: «No hay límites».
3.  He makau hala ‘ole («Un anzuelo que siempre atrapa peces»): se dice de alguien que siempre consigue lo que quiere. El anzuelo fue uno de los principales símbolos de la atención sostenida y se decía que un buen anzuelo era capaz de atraer a los peces incluso sin cebo. Esto es debido a la idea dominante de que la focalización en un objetivo produce lo que hoy podríamos llamar «una atracción magnética». Principio de huna correspondiente: «La energía fluye hacia donde va la atención».
4.  Wela ka hao! («¡Hazlo ahora!»): literalmente, «¡Actúa cuando el hierro está caliente!» Es un claro mensaje de que el poder para actuar está en el momento presente. Resulta interesante observar que este concepto se basa en cómo está construida la lengua hawaiana. Sin tiempos verbales de pasado ni futuro, y sin los verbos «ser» ni «estar», el pensamiento hawaiano ancestral lo relacionaba todo con el presente, incluidos los recuerdos y las expectativas. De modo que una frase como «Fui a Maui la semana pasada» se habría traducido como «Mi he ido a Maui la semana pasada ya ha terminado». E «Iré a Kauai la semana que viene» sería «Mi ir a Kauai la semana que viene aún no ha pasado». Semejante concepto no deja tiempo para la culpa o la preocupación y es un ejemplo perfecto de la capacidad de los hawaianos, incluso en la actualidad, de vivir el presente. Principio de huna correspondiente: «El momento del poder es ahora».
5.  He ‘olina leo ka ke aloha («La dicha está en la voz del amor»): en Hawái la palabra aloha se emplea generalmente como saludo, pero en realidad significa «amor». Sin embargo, a diferencia de los conceptos de amor occidentales, aloha no tiene absolutamente ninguna connotación negativa. El amor se evalúa, al estilo hawaiano, en función de lo amable que eres y lo feliz que eres. Principio de huna correspondiente: «Amar es estar feliz con».
6.  Aia no i ka mea e mele ana («Deja que el cantante elija la canción»): un modo poético de reconocer que el verdadero poder procede del interior. En todos los estamentos de la antigua sociedad hawaiana, la autoridad de uno, en el área que fuese, estaba directamente relacionada con su capacidad de demostrar la habilidad requerida en cuestión. Incluso un líder preeminente como Kamehameha el Grande tuvo que demostrar su valía al atracar en uno de sus dominios, siendo capaz de esquivar las lanzas que le tiraron unos guerreros locales. Los antiguos hawaianos no reconocían el poder como hereditario ni se enzarzaban en hueros rituales de iniciación. El individuo debe descubrir su propio poder. Principio de huna correspondiente: «Todo el poder procede del interior».
7.  ‘Ike ‘ia no ka loea i ka hokua o ka ‘ale («Demuestra tus conocimientos de surf en la pared de una ola»): en palabras de la experta hawaiana Mary Kawena Pukui: «No basta con hablar de los conocimientos y las habilidades propias. Hay que demostrarlos». Si bien está relacionado con el significado del proverbio anterior, este concepto es el que permitió que los hawaianos adoptaran y adaptaran rápidamente cualquier cosa útil que les pasó por delante. Por mencionar tan sólo unos cuantos ejemplos, convirtieron los himnos en una rica tradición musical, la guitarra portuguesa en el ukelele y la destreza del pastoreo aprendida de los vaqueros españoles en la mundialmente célebre subcultura del cowboy hawaiano, o paniolo. Principio de huna correspondiente: «La eficacia es el indicador de la verdad».

La ética de huna

De vez en cuando la gente me pregunta por el aspecto ético de huna, porque a primera vista los siete principios parecen amorales. Es decir, que a algunas personas les molesta la aparente ausencia de pautas claras de conducta (de obligatoriedad) de los principios.

Sin embargo, como corresponde al «conocimiento oculto», la ética está implícita en los principios. Si se emplean con lógica, es inevitable actuar con ética. Analicémoslos uno a uno desde esta perspectiva.

1. El mundo es lo que crees que es

Si aceptas que el mundo es lo que crees que es, consciente e inconscientemente, entonces sólo cabe intentar cambiar tus creencias a mejor, a fin de tener una vida mejor; después de todo, en realidad estamos hablando de tu experiencia subjetiva del mundo, no de un mundo objetivo imaginado. Te guste o no, lo único que tienes es una realidad subjetiva. Una consecuencia fascinante de esto es que tu experiencia subjetiva te dirá claramente por sí sola qué tal funciona tu sección mental. La vida te irá bien en la medida en que tu pensamiento esté bien. No puedes esconderte de tus creencias.

2. No hay límites

Si no hay límites, entonces el universo es infinito. A algunos científicos les gusta especular sobre la existencia de múltiples universos y hasta múltiples infinitos, pero no hacen más que jugar con las palabras. «Universo» significa el conjunto de todo, e «infinito» significa eso, infinito. La idea de un universo infinito da a entender que todo él está en todas partes y en todo momento, lo que a su vez sugiere que cada parte del mismo es infinita. Y eso da a entender que también tú lo eres. Lo que al final sugiere que, con un aspecto u otro, siempre te topas contigo mismo; así pues, es conveniente mostrarse amable con el vecino, porque el vecino eres tú mismo.

3. La energía fluye hacia donde va la atención

Si la energía fluye hacia donde va la atención, entonces la atención sostenida (consciente o inconsciente) concede poder al objeto de atención. Piensa de forma obsesiva en la enfermedad, y ésta se hará más presente en tu vida; piensa en la felicidad, y serás más feliz; céntrate en lo que te falta, y las carencias serán más evidentes; céntrate en la abundancia, y ésta abundará. Naturalmente, si tu focalización es desigual, obtendrás resultados desiguales. Vale la pena prestar atención a tu atención.

4. El momento del poder es ahora

Si ahora es realmente el momento del poder, entonces cada momento es una oportunidad para cambiar tu vida a mejor. En cualquier momento libre de consideraciones pasadas o futuras el cambio puede producirse al instante. Lo más curioso de este concepto es que cuando la mente o el cuerpo tienen semejante oportunidad avanzan automáticamente hacia la paz y la felicidad; como si la ética estuviese ya incorporada. Por ejemplo, cuando tu mente está totalmente en el momento presente y libre de cualquier pensamiento del pasado o futuro, entras en un estado de serena confianza; cuando tu cuerpo se halla en ese mismo estado, la falta de tensión emocional permite que tus procesos naturales de curación se aceleren considerablemente, y cuando se conocen dos personas sin ningún problema pasado ni miedo futuro, se hacen amigas enseguida.

5. Amar es estar feliz con

Si defines el amor como la actitud de ser feliz con alguien o algo, entonces es práctico aumentar tu afectuosidad. Los sabios antiguos que desarrollaron estas ideas observaron el hecho curioso de que la felicidad aumenta mientras la felicidad aumenta, lo que significa que para que siga existiendo tienes que transmitirla. Esta felicidad no implica un tipo de felicidad atolondrada, despreocupada, afirmativa y provisional. La palabra aloha (o amor), de la que surge el principio, también incluye los conceptos de misericordia, compasión, gracia, caridad y todas las demás bondades que se aglutinan bajo el sustantivo «amor» (no incluye ninguno de los aspectos negativos). A medida que practicas el amor, haces que éste aumente, al igual que también aumenta la felicidad de todas las partes interesadas.

6. Todo el poder procede del interior

Si todo el poder procede del interior, entonces todo tiene la misma fuente de poder; una idea que, por lógica, se deduce del segundo principio: «No hay límites». La diferencia estriba en el modo y el ingenio con que se aplica. Sin embargo, hay un aspecto del poder que con frecuencia se pasa por alto y es importante recordar: el verdadero poder procede de la habilidad para otorgar dicho poder. La energía hidráulica se obtiene usando la fuerza de la corriente del agua para accionar máquinas que generen electricidad. El poder político se obtiene usando el poder de una sociedad para autorizar a individuos para dar órdenes o aprobar leyes. El poder no tiene un único comienzo, final o fuente; cambia el foco sin parar. Cuanta más gente toma conciencia de su poder para otorgar poder, más natural le resulta manejarlo con cautela y usarlo en aras del bien común.

7. La eficacia es el indicador de la verdad

Si la eficacia sirve como indicador de la verdad, entonces el resultado de nuestra experiencia fácilmente nos guiará hacia un comportamiento más eficiente. Aprendemos a andar haciendo caso omiso de nuestros errores y repitiendo nuestros éxitos. De hecho, la mayoría de nuestras habilidades y conductas no las aprendemos por ensayo y error, como generalmente se da por sentado, sino por el ensayo y la repetición de lo que nos sale bien. Esta idea de eficacia está basada en la palabra hawaiana pono, un concepto de bondad, exactitud, o de lo apropiado. En las culturas antiguas significaba el mayor bien para el mayor número de personas, lo cual no estaba delimitado por ciertas reglas arbitrarias, sino por la misma experiencia del éxito, la prosperidad, la salud y la felicidad. En este sentido, pues, la verdad de tus acciones quedará demostrada por los resultados que experimenten todas las partes implicadas.

 

 

Según Funk and Wagnalls Encyclopedia [Enciclopedia Funk y Wagnalls], en la historia de la ética «hay tres normas principales de conducta, cada una de las cuales ha sido propuesta como el bien supremo: felicidad o placer; deber, virtud u obligación; y perfección, el desarrollo más armonioso del potencial humano». Tal como se ha apuntado anteriormente a grandes rasgos, la ética de huna incluye las tres normas en la práctica de los siete principios.