Capítulo cuatro
Tengo muchas ganas de contarle a Harper lo de Lilith, pero eso puede salir mal de muchas maneras.
He guardado este secreto durante más de trescientas estaciones. Puedo volver a guardarlo.
—Estás enfadada conmigo —digo en voz baja.
Harper no responde, pero en realidad no era una pregunta. Lleva semanas enfadada. Meses.
El camino empedrado empieza a estrecharse a medida que nos acercamos al sendero arbolado que se adentra en el bosque. Supongo que girará cuando lleguemos a la linde, para que nuestro paseo sea corto, pero no lo hace. Nos internamos en la penumbra matinal del bosque, dejando que el silencio nos engulla. Los árboles aún no han cambiado del todo, pero las hojas rojas y doradas abundan y flotan en el aire hasta que bajan a cubrir nuestro camino.
—En mi primera noche aquí —dice Harper—, cuando cabalgué por estos bosques y pasé de sudar por el calor a temblar en mitad de una tormenta de nieve, fue el primer momento en que de verdad me creí lo de la maldición.
La miro.
—¿No fue por la música que sonaba sola?
—Bueno, eso fue… interesante. Pero pasar de principios de otoño a finales de invierno fue literalmente una bofetada. —Hace una pausa—. Y luego encontrar a Freya y a los niños… —Sacude la cabeza.
—Ah. Viste hasta dónde había caído mi reino. La verdadera profundidad de la maldición.
—¡No! No he querido decir eso.
—Lo sé. Pero sigue siendo verdad. —Yo también lo recuerdo, la vez que Grey y yo salimos tras Harper después de su intento de fuga, cuando me preocupaba lo que pudiera encontrar. Había pasado tantas estaciones confinado en el castillo de Ironrose que ni siquiera yo era consciente de lo difícil que se había vuelto la vida para mis súbditos. Sabía que pasaban hambre y eran pobres, pero no me había dado cuenta de hasta qué punto. No se me había ocurrido que pudiera hacer nada por ellos a menos que rompiera la maldición.
Harper me demostró que estaba equivocado, que la maldición no me impedía dar a mi pueblo lo que necesitaba, y luego rompió la maldición de todos modos.
Sin embargo, Lilith sigue aquí. Sigue haciéndome la vida imposible, pero de otra manera. Pongo la mano sobre la de Harper, que descansa en mi brazo, y ella me mira sorprendida. Por un instante creo que va a retirarla, pero no lo hace. Es una concesión muy pequeña, pero significa mucho.
Por eso Lilith tiene tanto poder sobre mí. Hay demasiadas emociones agitándose en mi pecho. Necesito inspirar hondo.
—¿Pasa algo? —dice ella.
De todo. Pero no puedo decir eso.
—Solo nos quedan seis semanas antes de que Syhl Shallow ataque, y no importa cuántas veces planee la forma de alcanzar la victoria, siento que estoy destinado a fracasar.
Se queda callada un momento y vuelve a mirar el camino.
—¿Crees que Grey ganará?
Espero que no. No tengo ni idea de lo que hará Lilith si él vence. No tengo ni idea de lo que le pasará a Emberfall.
—Lia Mara vino una vez a mí en busca de paz —digo—. Y Grey se ha aliado con ella. Y ha empezado a hacerse querer por mi pueblo. Ya has oído lo que pasó en el pueblo de Blind Hollow. —Mis guardias trataron de capturar a Grey y acabaron peleando contra la gente del pueblo. Al parecer, Grey utilizó magia para curar a quienes resultaron heridos en la refriega—. Saben que Emberfall aún es débil. Grey no tenía que avisarnos de sus intenciones.
—Oigo un «pero» en camino.
—Pero… una cosa es ser un gobernante que desea la paz y otra totalmente distinta es ser un súbdito que desea venganza. Puede que tengan aliados aquí, pero no estoy seguro de qué apoyo tienen en Syhl Shallow. Lia Mara es una mujer. Grey es un hombre. —La miro—. Al igual que tú y yo, milady.
—¿Crees que les costará mantenerse en el poder?
—Creo que se enfrentarán a muchos desafíos, al margen de si ganan o pierden esta guerra. Creo que no será fácil que el poder pase de una mujer como Karis Luran, que conservó su trono mediante la violencia y el miedo, a una como Lia Mara, que parece valorar la compasión y la empatía.
Harper mantiene la mirada al frente.
—Bueno, yo también valoro esas cosas.
—Lo sé.
Mis palabras caen en el espacio que queda entre nosotros. Ella espera que diga que también valoro esas cualidades, y las valoro, pero no de la misma forma. No de una forma que le importe a ella.
Siento que el abismo que nos separa es enorme.
Harper frunce el ceño cuando no digo nada más.
—Supongo que la compasión y la empatía tampoco nos están haciendo ganar adeptos a nosotros.
Dudo.
—A pesar del daño que Syhl Shallow ha causado a Emberfall, puede que no sea fácil para mi gente reunirse a mi alrededor, cuando toda mi pretensión al trono depende de la línea de sucesión, que pone a Grey por delante de mí. Cuando su magia parece beneficiosa, no una amenaza. Cuando mis promesas de apoyo militar se han agotado y han demostrado no ser exactas.
—Por Dese —dice Harper.
—Sí.
—Y eso es por mi culpa.
Suena amargada y arrepentida a la vez. La detengo y la miro.
—Milady. No es posible que te sientas responsable de no poseer un ejército.
Suspira y echa a andar de nuevo.
—Bueno, pues así es como me siento. —Echa un vistazo a los guardias que nos siguen y luego baja la voz—. Era una mentira, Rhen. Y ahora todos me miran como si los hubiera defraudado o como si estuviera trabajando con el enemigo.
—Tu hermano, el «príncipe heredero de Dese», huyó a Syhl Shallow con Grey —digo. No puedo evitar la tirantez de mi voz—. ¿Cómo no iban a hacerlo?
No dice nada. Su mano está tensa contra mi brazo.
—Esto es una mierda —dice al final.
—En efecto.
—Entonces, ¿qué podemos hacer?
Habla en plural. Un detalle muy pequeño, pero que hace que se me tense el pecho y que me sea difícil tragar. Seguramente, es más de lo que merezco. Quiero atraerla contra mí, enterrar la cara en su cuello y recordarme que está viva, que está aquí, a salvo.
Pero está enfadada conmigo, con las decisiones que he tomado.
Me obligo a contentarme con su mano en mi brazo. Con el plural.
Ella me ha exigido acción. Cuando Lilith me lo pidió, me resistí.
Cuando Harper lo pide, quiero saltar.
—Muchos de mis Grandes Mariscales han cerrado sus fronteras —digo—. Parece que no están dispuestos a reconocer mi derecho a gobernar. Pudimos detener la rebelión en Silvermoon Harbor, pero hubo que pagar un precio. Sería un tonto si asumiera que mi gente está contenta. —Hago una pausa—. Tal vez deberíamos seguir el ejemplo de Grey.
—¿Quieres declarar la guerra?
—No. Quiero solicitar que haya unidad.
Se estremece.
—¿Quieres volver a Silvermoon ahora? Ya daba bastante miedo cuando fuimos. —Se queda callada un momento y sé que está recordando nuestra primera visita a Silvermoon Harbor, cuando nos tendieron una emboscada. Y nos habrían matado, de no haber sido por Grey—. ¿Y si llegamos a las puertas y te disparan?
—No lo harán —digo.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque no tengo intención de ir hasta ellos. —Un plan ha comenzado a tomar forma en mi mente—. Estoy pensando en invitarlos aquí.