El orden del cosmos
Las leyes redactadas en las llanuras indias fueron escritas por especialistas religiosos, los brahmanes, cuya misión era mantener el orden cosmológico revelado en los Vedas, los antiguos textos sánscritos. Especificaban deberes más que derechos, deberes que las personas debían cumplir si querían mantener el dharma, el orden ideal del mundo. En la tradición hindú no existió nunca una división clara entre la ley y la religión. Los textos jurídicos, los dharmashastras, presentaban normas para la vida cotidiana que especificaban cómo deben vivir las personas de acuerdo con su casta, junto con instrucciones sobre rituales, pureza, actividades comerciales y normas probatorias. Los brahmanes eran siempre las más altas autoridades judiciales y afirmaban que incluso el rey se debía regir por sus leyes. A lo largo de los siglos, dependieron de gobernantes poderosos para su protección y financiación, pero, al menos en teoría, se suponía que un buen rey hindú debía observar las leyes de los brahmanes. Podía promulgar leyes, pero no podía elaborarlas.
Los brahmanes redactaron sus primeros textos legales en el segundo siglo de nuestra era, pero sus reglas y principios estaban enraizados en tradiciones que se remontaban a los orígenes mismos de los Vedas, a más de mil años antes, cuando los especialistas en rituales crearon por primera vez un corpus de textos y conocimientos orales que se fue transmitiendo de generación en generación.
El imperio de Harappa, la primera gran civilización del sur de Asia, ya estaba en decadencia cuando un grupo tribal ario ocupó el norte de la India. Los orígenes de estos jinetes guerreros han suscitado intensos debates durante décadas, pero sus caballos sugieren que procedían de Asia central. Llegaron a las llanuras del río Ganges entre 1500 y 1300 a. C., y expulsaron a los pueblos autóctonos a los bosques y las marismas circundantes.1Los arios mantenían con frecuencia enfrentamientos, robándose entre sí el ganado, y sus jefes, los rajás, eran más parecidos a caudillos que a jefes de Estado. Montaban en veloces carros de dos ruedas, usaban arcos y flechas, bebían alcohol y realizaban expediciones para saquear.2Los arios dependían de sus animales y de los productos animales para su alimentación y los enseres domésticos, pero también poseían plata, oro, cobre y bronce, con los que fabricaban adornos, objetos rituales y armas.
Los rajás hacían gala de suntuosidad en grandes ceremonias, que a menudo incluían elaborados sacrificios de animales. A diferencia de los reyes mesopotámicos, que proclamaban estar investidos de autoridad divina por ser receptores directos del favor de los dioses, los gobernantes arios apoyaban a una clase distinta de especialistas en rituales para que realizaran estos sacrificios. Puede que originalmente fueran profetas, oráculos, chamanes itinerantes que afirmaban ser capaces de aplacar a los espíritus molestos o simplemente sacerdotes locales que celebraban rituales para asegurar buena fortuna en la batalla y abundantes lluvias monzónicas. Es razonable suponer que, cualesquiera que fueran su orígenes, transmitieron a la gente la idea de que había una manera correcta de hacer las cosas. Puede que hablaran de la vida después de la muerte y casi con toda seguridad prometieron abordar la amenaza de las catástrofes naturales. Con el apoyo de los rajás, estos sacerdotes crearon un acervo de mantras e invocaciones que transmitieron oralmente y aseguraban que les habían sido revelados a los más sabios después de una profunda meditación. Fueron los primeros Vedas.
En torno a comienzos del primer milenio antes de Cristo, los arios se desplazaron en dirección este hasta el Doab, una zona de marismas y bosques monzónicos situada entre los ríos Ganges y Yamuna. Allí encontraron tierras que podían cultivar usando nuevas herramientas de hierro y muchos se asentaron y se convirtieron en agricultores. Cultivaron arroz y desarrollaron técnicas de regadío. Una agricultura próspera puede producir excedentes, lo que a menudo permite a una pequeña clase de personas acumular riqueza y erigirse en gobernantes y protectores de la población en general. Y eso fue lo que ocurrió con los arios. Los pastos comunales, que probablemente se asignaban cada año tirando un dado, dieron paso a parcelas en propiedad que se podían acumular, arrendar y comprar o vender. Textos posteriores mencionan granjas que se extendían hasta cuarenta hectáreas, con quinientos arados y cuarenta mil cabezas de ganado.3Puede que las cifras sean exageradas, pero eran algo más que minifundios. Los jefes acumulaban excedentes de animales, arroz y ghee, y los agricultores prósperos podían utilizar su riqueza para dedicarse al comercio y comprar cerámica fina con diseños florales y geométricos delicados.
Con el tiempo, los arios se agruparon en pueblos y ciudades, que adquirieron los atributos de la civilización urbana. Aunque su cultura seguía siendo en gran parte rural, algunos se especializaron como soldados, comerciantes, tenderos, artesanos, domadores de elefantes y caballos, y directores de escena de las ceremonias de los rajás. Es probable que las redes de comerciantes se extendieran hasta Babilonia al oeste y hasta lo que ahora es Sri Lanka al sur. Con el comercio llegaron la moneda, la banca y la alfabetización. Al igual que en Mesopotamia más de mil años antes, la complejidad de las relaciones comerciales propició la invención de una escritura, primero en forma de marcas utilizadas con fines contables y, alrededor del siglo VI a. C., de letras que se podían utilizar para mantener registros, enviar mensajes y redactar contratos.
Los gobernantes más exitosos pasaron a gobernar ciudades en las que se agrupaban personas procedentes de diferentes zonas. A medida que aumentaba su riqueza, los rajás creaban séquitos importantes, con múltiples esposas, comandantes militares, cuadrigueros, bardos, carniceros, cocineros y el purohita, el sacerdote del gobernante, que iba en su carro y cantaba mantras para mantenerlo a salvo en los combates.4Para entonces eran reyes de territorios definidos, en lugar de jefes de clanes, e insistían en legar sus cargos a sus hijos. Según explicaban, sin un rajá, el pueblo languidecería en un estado de anarquía. Cada nuevo gobernante también era consagrado por un sacerdote. Los reyes necesitaban su bendición.
Poco a poco, la sociedad aria se fue estratificando cada vez más. Un sentido histórico de superioridad, del guerrero sobre el campesino, se materializó en una diferencia de clase entre los chatrias (los rajás y los poderosos), por un lado, y los vaisias (los agricultores, comerciantes y artesanos), por otro. Los miembros del clan del rajá, que mantenían antiguas lealtades, probablemente se consideraban a sí mismos por encima de todos los demás. Los agricultores y comerciantes más prósperos comenzaron a tener sirvientes, que llegaron a formar una clase inferior, los shudrás, que también incluía a los campesinos sin tierra, los trabajadores asalariados y los esclavos, tanto los habitantes de los territorios conquistados como los que habían caído en la servidumbre por culpa de las deudas.
A medida que se agudizó la estratificación social, los sacerdotes insistieron en que ellos eran los únicos que podían consumir los restos de un sacrificio animal y prohibieron a los shudrás participar en estos actos rituales. Poco a poco fueron formando una clase hereditaria y se llamaron a sí mismos «brahmanes», aquellos que conocían los secretos de la eficacia ritual y cuyo deber era preservar la sabiduría de los Vedas. Esta sabiduría consistía en buena medida en mantras e invocaciones en una versión antigua del sánscrito que la gente corriente ya no podía entender. Mientras tanto, los rituales más elaborados se convirtieron en largas ceremonias a las que los rajás prodigaban generosos recursos y servían para demostrar su poder y legitimidad.
Con el tiempo, las clases formaron una jerarquía de pureza ritual, desde los brahmanes de la élite hasta los chatrias, los vaisias y, por último, los menos puros, los shudrás. Eran las cuatro varnas, que la sabiduría védica explicaba como partes del cuerpo humano, cada una con su propio carácter independiente. En la práctica, estas distinciones permitieron que grupos dispares de personas, de diferentes orígenes étnicos y diferentes profesiones, formaran una sola estructura social y ritual. Es la base del sistema de castas de la India que perdura hasta hoy en día.
Este período, mediados del primer milenio antes de nuestra era, se conoce como «la fase formativa de la cultura india».5Los brahmanes, que habían estado transmitiendo oralmente su sabiduría mediante mantras y sutras (instrucciones para rituales), la pusieron por escrito en textos que se fueron volviendo cada vez más complejos y esotéricos. Se agruparon en los cuatro Vedas primarios, junto con los Brahmanas, comentarios sobre rituales de sacrificio, y los Upanishad, tratados filosóficos más esotéricos. Más preocupados por la corrección ritual que por las reglas de comportamiento en la vida cotidiana, y menos aún por las cuestiones políticas y administrativas, los brahmanes ofrecían cierta sensación de orden ritual a la gente común. Promovían la idea de que la totalidad de la vida se regía por una ley misteriosa e inmutable, el dharma, que la gente tenía que respetar para mantener el mundo en su estado ideal. El dharma proporcionaba normas sobre el comportamiento ético, la conducta social y los procesos judiciales. Los requisitos del dharma se explicarían más adelante en los dharmashastras, los textos que conformaron el derecho hindú.6
Para mediados del siglo VI a. C. en las llanuras del Ganges habían surgido pequeños Estados y los rajás más poderosos habían fortificado sus ciudades.7Las economías urbanas crecieron, las monedas se generalizaron, los gobernantes normalizaron los pesos y medidas, y los alfareros innovaron en sus técnicas. A medida que se expandió el cultivo del arroz, la población aumentó y grupos más pequeños partieron en busca de nuevas tierras. El sistema de varnas presidido por los brahmanes se extendió por todas las ciudades de las llanuras y poco a poco también hacia las periferias.
Algunos brahmanes, que mantenían su condición de guardianes del orden ritual, adquirieron una riqueza e influencia considerables. Sin embargo, en el siglo V a. C. surgieron en los nuevos centros urbanos varios reformadores que comenzaron a desafiar su posición dominante.8Buda Gautama, junto con su contemporáneo Mahavira, fundador del jainismo, pusieron en marcha una serie de respuestas concertadas contra los brahmanes. Ambos dieron la espalda a los rituales y sacrificios brahmánicos tradicionales y defendieron prácticas religiosas más austeras, el principio de no violencia e ideas de pureza ritual. Mientras los jainistas promovían formas extremas de ascetismo, Buda propugnaba una «vía intermedia» que hacía hincapié en las prácticas éticas cotidianas y en el camino a la salvación. La vía de Buda, con su promesa de liberación de la inevitabilidad del sufrimiento, era la misma para todos independientemente de su condición. Aunque los budistas y los jainistas abogaban por diferentes estilos de prácticas éticas y religiosas, ambos rechazaban la jerarquía del sistema de varnas.
Durante los siglos siguientes, diferentes gobernantes lucharon por el poder y patrocinaron a diferentes especialistas en rituales. Los brahmanes, los budistas y los jainistas se fueron separando gradualmente en grupos distintos y cualquiera de ellos podría haber formulado leyes que podrían haber llegado a predominar en la India. Lo que ocurrió fue que el gobernante de Magadha, en lo que hoy es Bihar, declaró la guerra a sus vecinos y anexionó grandes territorios con la ayuda de carros de guerra y catapultas. Después gobernó la efímera dinastía Nanda, cuyo gobernante, Mahapadma, subyugó gran parte del norte de la India con un ejército formado por 200.000 soldados, 20.000 jinetes, 2.000 carros y 3.000 elefantes, al menos según los testimonios de los griegos, que por entonces se estaban desplazando hacia el noroeste de la India. Incluso en el caso de que los griegos exageraran en sus crónicas, el reinado de Mahapadma tuvo gran impacto. Sin embargo, sus hijos fueron derrocados por Chandragupta, que llegó del oeste, donde había llevado a cabo campañas contra los puestos avanzados del ejército en retirada de Alejandro. Chandragupta se apoderó del trono de Magadha en 320 a. C., conquistó una franja del norte de la India y fundó el imperio Maurya, que duraría ciento cincuenta años.
Para mantener el control de un imperio de semejante tamaño, los gobernantes maurya necesitaban nuevas técnicas de administración, lo que indujo al primer ministro de Chandragupta, Kautilia, a formular consejos para el rey sobre el arte de gobernar.9Esa fue la base del Artha-shastra, un nuevo estilo de texto en el que el ministro aconsejaba al rey sobre cómo incrementar su poder, debilitar el de sus enemigos y mantener la prosperidad de su imperio. Kautilia le decía al rey que aumentara los impuestos, pero comprendía que el gobernante tenía que velar por el bienestar de su pueblo y ofrecía orientación sobre los procesos judiciales, sugiriendo jueces especializados y normas para los testigos y las pruebas. El Artha-shastra, aunque inicialmente no fue consignado por escrito, influiría en escritos jurídicos posteriores.10Al igual que los reyes de Mesopotamia, los gobernantes maurya grabaron inscripciones en estelas de piedra y pilares para dejar constancia de sus conquistas. Sin embargo, el más famoso, Aśoka, que gobernó entorno al año 268 a. C., declaró drásticamente que renunciaba a cualquier conflicto. Tras persuadir a sus ministros para que respaldaran esta nueva política, ordenó erigir una serie de columnas de piedra por todo su imperio donde se ordenaba a la gente que evitara comer carne y mostraran benevolencia a todos los extranjeros. Más tarde, los budistas declararon a Aśoka como el mayor mecenas de la realeza de su religión, aunque también patrocinara a los brahmanes. No obstante, cuando prohibió el sacrificio de animales, puso en peligro la posición de los brahmanes. Después de todo, eran los encargados del importante sacrificio real de caballos.11El rey también animó a los nuevos practicantes del budismo a fundar monasterios para acoger al creciente número de seguidores, que atraían tanto a personas como recursos.
Todavía no estaba claro si algún especialista religioso llegaría a imponerse y ninguno tenía normas jurídicas escritas todavía. Después de que el último gobernante maurya fuera asesinado por uno de sus generales durante un desfile de sus tropas en 185 a. C., el poder volvió a cambiar y surgieron nuevos regímenes. Los gobernantes kushán se hicieron con el poder en el norte en la época del nacimiento de Cristo y establecieron un imperio que se extendía desde Asia central hasta el Ganges. El comercio, el arte y la alta cultura continuaron floreciendo bajo su patrocinio y las redes comerciales se extendieron más allá de los mares; personas de regiones distantes intercambiaban ideas y objetos culturales, y llegaron nuevas técnicas artísticas desde Persia. Fue durante este período cuando los escritores indios dieron forma a las grandes epopeyas, el Ramayana y el Mahabharata, con sus historias de una época heroica. También se dedicaron a la poesía secular y el teatro, disfrutando de los favores de las cortes reales.12Pero los kushán, como los gobernantes maurya, no eran arios y desconfiaban de los brahmanes, por lo que preferían patrocinar ideas y rituales del budismo, que eran más accesibles. Esto representaba una amenaza para los brahmanes, lo que podría haber inspirado a algunos de ellos a reunir sus conocimientos y escribir nuevos textos.13En ellos desarrollaban una teoría del dharma claramente centrada en los brahmanes que volvía a insistir en la importancia de las varnas. Al igual que los sacerdotes israelitas, ampliaron su orientación de los rituales al resto de la vida, incluido qué debía comer la gente y con quién podía casarse. Este fue el comienzo de su ley.
Los sabios brahmanes, que anteriormente se habían agrupado en sus pequeños círculos de aprendizaje y desconfiaban de las innovaciones de los nuevos centros urbanos y del mensaje universalista de los budistas, comenzaron a aunar fuerzas. Desarrollaron de forma gradual su visión del dharma, elaborando un corpus de sabiduría y prácticas rituales para crear la sensación de que los hindúes de todos los lugares debían vivir rigiéndose por los mismos principios y siguiendo las mismas normas. Los eruditos estaban sentando las bases de lo que ahora se conoce como «hinduismo», un conjunto muy variado de creencias y prácticas agrupadas en torno a un grupo común de deidades y técnicas rituales, junto con la veneración de los textos sánscritos antiguos. Los brahmanes también crearon un nuevo tipo de textos rituales, los dharmashastras.14Estos se servían de aforismos, refranes cortos y a menudo crípticos, para presentar ideas sobre el significado y la filosofía del dharma que expresaban un sentido de la justicia y de la conducta correcta.
Los sutras proporcionaban a los individuos normas para llevar una vida correcta cumpliendo con los ritos. Por ejemplo, una persona que viajara a un lugar donde los sacrificios rituales estuvieran en declive o la heterodoxia fuera evidente podía volverse impura y necesitaba purificarse. No obstante, los sutras también ofrecían orientación para la vida diaria, centrándose en la élite, los propios brahmanes. Recomendaban que un joven dedicara sus años formativos al estudio, a aprender los Vedas y el significado y la práctica de los rituales apropiados, así como las normas y los principios del comportamiento correcto. Después debía casarse y fundar su propio hogar, asumiendo una amplia variedad de obligaciones rituales y prácticas para con su familia extensa y su entorno, así como las obligaciones laborales asociadas. Hacia el final de su vida, el brahmán debía retirarse de la sociedad y convertirse en un ermitaño que acabara viviendo como un asceta errante. Naturalmente, en la práctica no todos los brahmanes se mudaban a cuevas, pero los textos exponían un ideal. Se alegaba que los sutras tenían su origen en los antiguos Vedas, lo que les confería una sensación de autoridad atemporal. En realidad, lo más probable es que gran parte de su contenido se inspirara en las costumbres de la época. De hecho, estaban redescribiendo las prácticas de las clases altas desde el punto de vista de una moral superior, creando una ideología que dominaría el pensamiento social indio en los siglos venideros.15
Aunque los nuevos textos se ocupaban principalmente de los rituales, también se atrevían con la política y el papel de los chatrias, las clases dominantes. Declaraban que el deber del rey era proteger a su pueblo de los enemigos y de quienes perturbaban el orden social, las «espinas» de la sociedad. Los brahmanes podían fijar la penitencia correcta para el mal comportamiento, pero los reyes debían asegurarse de que los delincuentes fueran castigados. Y en cierto momento, probablemente hacia finales del siglo II de nuestra era, un erudito convencido, o un grupo de ellos, decidió escribir un texto que expondría los consejos del propio Creador. Atribuido a Manu, hijo del dios creador Brahma, fue el primero de los dharmashastras. Mientras que los sutras eran obras académicas, algo parecido a los libros de texto escritos para los profesionales del derecho actuales, los shastras establecían normas específicas. Lo que contenían era la ley, la sabiduría de los Vedas en forma de normas jurídicas.
El dharmashastra de Manu anuncia que es obra de Brahma, el Imperecedero. Contiene 2.694 estrofas de dos versos y expone gran parte de sus orientaciones como reglas para la vida cotidiana.16Al igual que los sutras, se centra en las clases altas, aunque contiene normas mucho más específicas. La primera parte incluye normas de conducta para los brahmanes mientras atraviesan las diferentes etapas de la vida: de niño a estudiante, marido, padre y, por último, a un estado de renuncia (al menos para quienes así lo eligen). Explica cómo deben vivir una vida de aprendizaje, rituales y pureza. La parte siguiente incluye normas para la clase del rey, los chatrias. Se supone que el rey debe apoyar a los brahmanes y proteger a su pueblo, y una larga sección le explica, con cierto detalle, cómo abordar las disputas e imponer castigos, estableciendo sanciones apropiadas para los diferentes delitos y normas para los procedimientos jurídicos. Únicamente incluye una breve sección sobre cómo deben comportarse los vaisias, básicamente siendo diligentes y aprendiendo correctamente determinadas profesiones, y solo contiene brevísimas indicaciones para los shudrás, cuyo deber era simplemente trabajar como sirvientes de los brahmanes. Obviamente, se suponía que esperaban alcanzar un estatus mejor en una vida posterior.
El texto hace gran hincapié en el comportamiento correcto de las personas según su casta, familia y etapa vital, y especifica sus deberes, en lugar de definir sus derechos.17Refleja y subraya el hecho de que los individuos nacen dentro de un entramado de relaciones sociales y obligaciones. El joven brahmán tiene una deuda con sus maestros, deberes filiales con su padre y la obligación de realizar sacrificios a los dioses. A lo largo de su vida, un individuo puede asumir nuevas funciones, como socio comercial, dueño de una propiedad, acreedor hipotecario, miembro de un gremio, marido o padre. Diferentes estatus y funciones entrañaban diferentes deberes. Sobre todo, el texto insiste en la importancia del hogar de los brahmanes y del papel de cabeza de familia, especialmente cuando se produce un fallecimiento o un divorcio. El texto crea la sensación de que existe una manera correcta de hacer casi todo, desde comer y bañarse hasta dormir, casarse, mantener relaciones sexuales, hacer negocios y ser estudiante.
Las normas jurídicas, es decir, las directrices generales sobre cómo comportarse, se encuentran repartidas entre los consejos y los ejemplos más generales que aparecen en el texto. Las partes más legalistas del dharma-shastra de Manu son aquellas en las que se dice al rey cómo abordar las causas judiciales. Divididas en dieciocho secciones, contienen normas sobre cómo debe imponer castigos, regular el comercio y ocuparse de los litigios relativos al matrimonio y otras relaciones familiares. Las ocho primeras se refieren a asuntos comerciales, como el impago de deudas, los contratos de venta, los tipos de sociedades, los salarios apropiados y el cumplimiento de las normas por parte de asociaciones y corporaciones. Dos de ellas tratan de los tipos de litigios que podrían surgir como consecuencia de las actividades de pastoreo y la organización de las propiedades de las aldeas. Seis describen lo que podríamos considerar delitos, como el asalto, el robo, las injurias y el adulterio. Y hay secciones sobre el matrimonio, la herencia y el juego. Los temas en sí no son sorprendentes y no son tan diferentes de los que interesaban a Hammurabi cuando estableció normas para los babilonios casi un milenio antes. Ambas eran sociedades urbanizadas en las que el comercio, la propiedad y las relaciones familiares debieron dar lugar a disputas, y es probable que las personas lucharan por sus intereses.
El texto de Manu contiene normas muy específicas sobre cómo deben gestionarse las deudas en disputa, cómo se deben determinar los tipos de interés, cómo deben ser las prendas y las garantías y cómo ejecutarlas, cómo deben administrarse las asociaciones, cómo se deben resolver los conflictos fronterizos y cómo deben ocuparse los jueces de los ladrones.18Algunas son casuísticas, como por ejemplo: «Si ha recibido una prenda de la que obtiene un beneficio, el acreedor no debe recibir ningún interés por su préstamo». Pero los autores, quienesquiera que fueran, por lo general expresan sus normas en forma de órdenes. Esta sección continúa: «Un acreedor no puede utilizar una prenda por la fuerza; si hace uso de ella, debe renunciar a los intereses».19En línea con el resto del texto, se centra más en los deberes que en los derechos.
Durante los períodos de Maurya y Kushán, la mayoría de los conflictos se habrían solucionado localmente, mediante la negociación y el consenso, pero el texto de Manu describe los procedimientos formales que tenían que seguir en los tribunales reales quienes mantenían conflictos más insolubles. Los emperadores Maurya ya habían adoptado medidas para salvaguardar el bienestar de su pueblo y casi con toda seguridad también habían establecido tribunales.20En los siglos IV y V de nuestra era, las prácticas judiciales se habían vuelto oficiales y se regían por normas, y los demandantes podían apelar desde al tribunal del gremio o comunidad local hasta al del rey.21En estos, cada parte tenía que exponer su propio caso de acuerdo con normas que se remontaban a la tradición del Artha-shastra.22Se trataba de procesos obviamente contenciosos. Como dice uno de los comentaristas hindúes posteriores: «En un procedimiento legal, una persona gana y otra pierde».23Tras esto subyace la idea de que el rey debía determinar lo que era justo y correcto, aplicando las leyes superiores del dharma tal y como se establecen en los dharmashastras.
Los brahmanes que escribieron el texto de Manu estaban decididos a defender sus privilegios sociales y rituales, y a poner de relieve la relación especial entre el rey y el sacerdote en la cima de la jerarquía social india. Su plan, como ha observado un escritor contemporáneo, era decirles a los brahmanes cómo actuar como verdaderos brahmanes y a los reyes cómo comportarse como verdaderos reyes. Los primeros debían consagrarse al aprendizaje de los Vedas y la virtud, mientras que los segundos debían dedicarse a los brahmanes y a gobernar a su pueblo de manera justa.24En el competitivo entorno religioso del norte de la India, los brahmanes se atribuían el conocimiento de verdades superiores y eternas, que podían interpretar para los reyes y príncipes, declarando cuál era la ley en caso de incertidumbre. Los reyes y sus funcionarios debían promulgar las leyes, no elaborarlas. Eran los sirvientes del dharma.
Los gobernantes de la dinastía Kushán patrocinaron el budismo y su rey Kanishka (r. c. 127-150 d. C.) salpicó sus territorios de estupas (monumentos budistas). Sin embargo, en torno al año 150, el rey Rudradaman de la dinastía Saka, que gobernaba las tierras al sur de los Kushán, dio un paso decisivo y confirmó su compromiso con la sabiduría brahmánica. Ordenó grabar un poema en una roca enorme para dejar constancia de sus logros. En él afirmaba que sabía gramática, música, los shastras y lógica, y que era un excelente espadachín, boxeador, jinete, auriga, jinete de elefantes y poeta. Y lo escribió en sánscrito.25Esto convirtió el antiguo lenguaje ritual, un dominio exclusivo de los brahmanes, en un símbolo y expresión del poder real. En poco tiempo, los gobernantes de toda la India habían seguido su ejemplo y realizaban grandes esfuerzos para expresarse elegantemente en esta lengua compleja. Se convirtió en un indicador de ser un buen rey, uno que podía gobernar con justicia.26También confirmó la autoridad de los brahmanes, que se dedicaron a escribir con entusiasmo textos nuevos, junto con recopilaciones y comentarios.
Los expertos creen que los escritores indios produjeron al menos cien dharmashastras, aunque solo se han conservado diez. Para frustración de los historiadores, en el clima tropical de la India los manuscritos escritos en tela o en hojas de palma, o incluso en láminas de cobre, se deterioran rápidamente. Solo se conservan los más populares, los que se volvieron a copiar y reescribir a lo largo de los siglos. No obstante, a partir de los siglos VIII y IX, los juristas comenzaron a elaborar comentarios de textos anteriores y compendios de lo que consideraban más importante de estos escritos, lo que ayudó a preservar la tradición y su aprendizaje. Es probable que los reyes indios medievales ordenaran y patrocinaran muchas de estas recopilaciones, mientras que la llegada de conquistadores musulmanes, que realizaron incursiones en la India desde el siglo X, supuso otro incentivo más para que los escritores hindúes consolidaran y promovieran su tradición jurídica histórica.
Al ser los creadores e intérpretes de los dharmashastras, los brahmanes fueron capaces de afirmar su autoridad ritual frente a poderosos reyes hindúes, pero la India no estuvo unificada políticamente hasta que los mogoles establecieron su imperio en el siglo XVI y no todos los reyes se mostraron dispuestos a dejar que los brahmanes ejercieran su autoridad ritual sin control.27Así, algunos partieron para encontrar mecenas en lugares lejanos. A partir del siglo IV, cuando el imperio gupta se extendía por la mayor parte del norte, muchos brahmanes viajaron con sus rituales y sus leyes al sur, más allá de las fronteras imperiales. En el siglo VI, habían seguido a artesanos aventureros hasta Kerala, una región rica en la costa occidental que abarcaba lo que se convirtió en Calicut, donde presentaron ideas nuevas a los gobernantes locales. Los reyes regionales y los poderosos jefes de los clanes quedaron impresionados por los elaborados rituales de los brahmanes, las cualidades de las deidades que veneraban y la promesa de los beneficios que se podían obtener viviendo conforme a las reglas del dharma. Probablemente también esperaban mejorar su estatus patrocinando a los ahora renombrados especialistas religiosos. A medida que los brahmanes fueron convirtiendo a las poblaciones locales y a sus gobernantes a las costumbres y creencias rituales hindúes, se consolidaron como autoridades religiosas, fundaron templos y amasaron una riqueza considerable.
Después de que el imperio gupta se desintegrara a finales del siglo VI, varios líderes musulmanes en alza hicieron incursiones en el norte de la India y establecieron una serie de sultanatos, pero la mayoría permitió a los reyes hindúes retener la autoridad y seguir administrando sus propios territorios y a sus poblaciones a cambio de lealtad. Los más piadosos continuaron respetando la autoridad de los brahmanes y las orientaciones de los textos y tradiciones de los dharmashastras.
Las reglas de los dharmashastras tenían un alcance relativamente limitado, pero los juristas posteriores, junto con los gobernantes locales, los gremios y los consejos, elaboraron normas más detalladas para la regulación social y los procedimientos judiciales. Y al hacerlo, siguieron las reglas de los shastras para los procesos judiciales y las directrices sobre otros temas, como por ejemplo sobre cómo se podían probar las reclamaciones de deudas. Las normas ya especificaban el valor de los diferentes documentos y perfilaban a quién se podría llamar como testigo en un juicio, cómo se debía interrogar a los testigos, cómo se debían evaluar sus pruebas, cuándo y cómo debían usar los jueces los juramentos y las pruebas, y qué penas debían imponer en caso de perjurio.28
Según los dharmashastras, competía al brahmán declarar cuál era la ley y a los reyes hacerla cumplir. En realidad, muchos gobernantes debieron preocuparse principalmente por mantener el poder, hacer frente a sus rivales y sentar una base económica estable desde la que subir los impuestos y garantizar los servicios. Y los reyes más fuertes, más belicosos y más despiadados probablemente dieron órdenes autoritarias y exigieron a sus funcionarios que castigaran a cualquiera que los desafiara, independientemente de lo que aconsejaran los brahmanes locales. Sin embargo, en las crónicas que escribieron y en las inscripciones que grabaron en piedras y pilares, los reyes hindúes afirmaban casi invariablemente estar promulgando leyes locales, atendiendo peticiones y resolviendo disputas de acuerdo con los requisitos del dharma.
Se ha conservado poca documentación de casos, pero los autores de crónicas y poemas medievales describieron a los reyes resolviendo disputas. En la práctica, podían, y con frecuencia lo hacían, consultar a los consejos de brahmanes, yogam, sobre cuestiones difíciles de interpretación textual y jurídica. En el siglo XVI, Calicut estaba gobernado por un zamorín, pero los brahmanes locales habían formado un yogam.29Juzgaba los principales litigios judiciales y escuchaba las acusaciones de los delitos más graves y remitía sus resoluciones y sentencias al zamorín para que decretara la sanción. De este modo los brahmanes mantenían su condición de guardianes de la tradición jurídica, responsables de interpretar los textos antiguos y de adaptar sus ideas a contextos nuevos. Se pronunciaban sobre cuál era la ley mientras que el gobernante era el responsable de aplicarla, como habían estipulado los textos de los dharmashastras.
A lo largo de los siglos, los consejos de brahmanes en diferentes partes de la India aplicaron las normas locales y explicaron su significado en textos y comentarios nuevos. Por ejemplo, parece que en el siglo XVIII la conducta sexual inapropiada se convirtió en un asunto especialmente preocupante en Kerala, donde algunos brahmanes redactaron textos jurídicos en los que instruían al rey, con todo detalle, sobre cómo tratar las acusaciones de adulterio.30Señalaban que un hombre que sospechara que su esposa cometía adulterio debía llevar su caso directamente ante el rey y suplicar al monarca que «proteja y preserve el dharma». El rey debía entonces nombrar a un brahmán para que lo representara en la investigación, que debía realizar un experto en los códigos jurídicos, otro brahmán. Habría cuatro investigadores, posiblemente representantes del demandante, que informarían al experto. El experto debía ir a la casa del demandante con el brahmán del rey y esconderse detrás de una pared. Desde detrás de la pared interrogaría a la esposa acusada. El brahmán del rey tenía que escuchar en silencio, con la cabeza cubierta por un velo, que debía dejar caer si el experto cometía un error. Una vez concluida la investigación, el experto debía informar al rey. Mientras tanto, el brahmán del rey seguía supervisando el proceso e indicaría su desaprobación, en caso de ser necesario, mediante su velo. El proceso descrito en el texto del dharmashastra no parece muy práctico, pero el papel central de los brahmanes es claro. Y muy probablemente el dramatismo servía para recordar a todos la gravedad de las acusaciones y las consecuencias morales y espirituales tanto del presunto delito como de cualquier intento de mentir o pervertir el curso de la justicia. Era la respuesta hindú al problema universal de pronunciarse sobre las acusaciones de conducta sexual inapropiada.
Bien entrado el período colonial, los reyes hindúes continuaron respaldando los consejos de sus brahmanes y los procedimientos jurídicos establecidos en los dharmashastras. En el siglo XVIII, por ejemplo, dos hombres ricos reclamaron la propiedad de un esclavo y su descendencia en la región de Mithila, en lo que ahora es Bihar. El caso llegó al tribunal reunido por Madhu Sing, el rajá local, donde los jueces mencionaron reiteradamente los textos de los dharmashastras cuando dieron instrucciones sobre cómo se debía presentar la demanda y cómo se podía desestimar, así como cuánto tiempo podía conceder el tribunal para aplazamientos y para recopilar pruebas. Hicieron referencia a los shastras para explicar cómo habían sopesado la fuerza relativa de las pruebas aportadas al demandante por otro de sus esclavos frente a la prueba de posesión efectiva presentada por el demandado. Al final, el tribunal no dudó en desestimar la reclamación, según registró el escriba en el informe del caso, quien siguió cuidadosamente las directrices de los textos de los dharmashastras a la hora de elaborarlo.31
Las relaciones entre reyes, brahmanes y grupos locales dependían de la dinámica regional y del poder relativo de familias e individuos concretos. En muchos casos, los brahmanes actuaban como jueces y se ocupaban de casos de asesinato, robo e incendio premeditado, así como de delitos religiosos. A veces, las familias de brahmanes poderosas podían asumir la responsabilidad directa de la ley y el orden. En el siglo XII, un poderoso maharajá de Marwar (ahora Jodhpur, en Rajastán) congregó a un grupo de brahmanes de las ocho regiones de su zona, junto con banqueros y comerciantes locales, y les pidió que investigaran los casos de robo cometidos por bardos, oradores, guardianes del rey, peregrinos y transportistas de mercancías. Da la impresión de que se trata de una iniciativa del rey para proteger a su séquito y que les proporcionó recursos para que realizaran su trabajo. Los brahmanes acordaron ordenar a sus consejos locales que investigaran estos casos y dijeron que se disponían a hacerlo «conforme a las costumbres de la región». Si fracasaban, «morirían como perros», según los términos del acuerdo.32En la práctica, muchos brahmanes eran más capaces de hacer cumplir la ley y mantener el orden que los reyes, aunque tenían que depender de poderosas familias locales, grupos profesionales y castas para investigar, identificar y castigar a los infractores.
Bajo los auspicios de los rajás locales, algunas familias de brahmanes se convirtieron en poderosos terratenientes. En Kerala, algunos se asentaron en Malabar, una región de la costa occidental separada del resto del subcontinente por una larga cadena montañosa, que había desarrollado unas tradiciones locales propias. En el siglo XVI, el zamorín hindú de Calicut, junto con varios rajás menores de la región, estaban interesados en promover el comercio marítimo y acogieron favorablemente a los comerciantes portugueses y holandeses que se estaban asentando en las poblaciones costeras. Los brahmanes habían llevado consigo copias de los dharmashastras y otros textos, que eruditos posteriores estudiaron y tradujeron a los idiomas locales. Algunos sabios de la zona incluyeron las normas y costumbres regionales en las copias de sus textos (para sancionar la costumbre local de la matrilinealidad, por ejemplo) y poco a poco la gente llegó a considerar estos textos compuestos como sus propias leyes.
En la parte meridional de la región, la familia de brahmanes Vanjeri gobernaba un territorio casi autónomo, donde eran custodia de un templo importante de Shiva.33Además de asesorar sobre las prácticas rituales, sus jefes exigían que la gente siguiera fórmulas estándar en sus transacciones legales, sobre todo al comprar, vender e hipotecar tierras, y en sus cuentas comerciales.34Muchas de ellas utilizaban frases y términos estrechamente relacionados con el lenguaje de los dharmashastras. Por ejemplo, si alguien necesitaba reunir dinero, podía ofrecer como garantía no solo sus tierras, sino también productos, que podían incluir arroz, cocos, mangos, ghee o pimienta, junto con los impuestos que debían pagar sus aparceros, utilizando un tipo de hipoteca descrita en los textos de los shastras. Cuando se vendía un terreno, las partes podían sellar la transacción vertiendo agua, una señal de donación en los textos antiguos y una manera de eludir una prohibición técnica de vender tierras. De este modo se extendieron las formas jurídicas derivadas de los dharmashastras por toda la región. No obstante, los brahmanes también pedían a grupos de personas que aconsejaran sobre las costumbres locales, por ejemplo, para decidir el precio justo de un campo, un huerto, una casa o el ganado. Además, se encargaban de investigar y juzgar los delitos cometidos en sus zonas. En un caso, el jefe de la familia Vanjeri incluso obtuvo permiso del zamorín para convocar un consejo a fin de juzgar a una persona acusada de asesinato, según las leyes de la zona. Pero generalmente remitían a los infractores al rajá local para que impusiera el castigo, como decretaban los dharmashastras.
De este modo, la influencia de los brahmanes, sus ideas de deber y pureza ritual, las formas jurídicas prescritas por los dharmashastras y toda la jerarquía prevista por sus textos se filtraba de los especialistas en rituales a los aspectos prácticos de la vida cotidiana. Los brahmanes controlaban la interpretación de los dharmashastras y las prácticas de la ley local no escrita, en gran medida especificando cómo podían abordar las personas los asuntos relacionados con las tierras y llevar sus casos ante los tribunales. Los términos utilizados en los shastras para referirse a las normas, las convenciones, los decretos, los actos de dharma (donaciones religiosas) y las directrices reales acabaron incluidos en las leyes y textos regionales.
Algunos brahmanes disfrutaban de una vida mundana en las cortes de los reyes, donde pronunciaban largos elogios para alabar a sus mecenas reales. Estos describían en detalle genealogías ilustres, matrimonios auspiciosos y hazañas heroicas en el campo de batalla. Pero no todos los brahmanes buscaban la riqueza. A diferencia de estos poetas extravagantes, muchos brahmanes eminentes optaron por estilos de vida más ascéticos.35En el siglo XI de nuestra era, los emperadores Chalukya del sur de la India patrocinaron a un sabio llamado Vijnyaneshvara, que tardó décadas en compilar un extenso comentario sobre un importante texto de los dharmashastras. El brahmán, muy probablemente un hombre extremadamente delgado con un cuenco para mendigar y un bastón hecho con tres cañas atadas juntas, habría resultado un personaje incongruente en la corte de los reyes hindúes, con sus portadores de sombrillas y abanicos, sus generales y guardias, sus reinas y niños, sus representantes de los gremios de comerciantes y sus diplomáticos de tierras lejanas. Como otros ascetas, Vijnyaneshvara fue venerado por representar los fundamentos morales de la sociedad hindú.
Todos estos especialistas en rituales eran, al menos en teoría, guardianes e intérpretes de la inmutable tradición védica, y el deber de los reyes era hacer cumplir y aplicar las leyes sobre las que afirmaban tener la máxima autoridad. Pero estas ideas dieron lugar a tensiones, sobre todo cuando la influencia de los brahmanes comenzó a extenderse más allá del centro ario y nuevos grupos de personas se vieron atraídos hacia su órbita cultural. Los eruditos debatieron cómo se podía incorporar al sistema de varnas a poderosos jefes y caudillos no arios y algunos se mostraron inflexibles. En un sentido estricto, los forasteros solo podían ser shudrás; un brahmán incluso afirmó que los rajputs, los jefes de los grandes clanes guerreros del oeste de la India, eran de raza mixta y se los debía tratar como shudrás.
Esta opinión no socavó el poder de los rajputs, pero sí los molestó. A mediados del siglo XVII, uno de los caudillos rajput, Shivaji, alcanzó prominencia.36Gracias a las batallas, las conquistas, la construcción de fortificaciones y las alianzas estratégicas fue adquiriendo el poder para rivalizar con los jefes musulmanes que dominaban la región y en 1674 decidió adoptar el título de rey. Sin embargo, su estatus como rajput era un problema e incluso eso podría haber sido una ficción. Además del poder militar y político, necesitaba el estatus de chatria para poder reclamar el respeto de los brahmanes locales, conocidos por su ortodoxia, y mantener la cabeza alta al lado del emperador mogol Aurangzeb. Así que Shivaji recurrió a un famoso brahmán y experto en la ley hindú que también era sobrino del autor de una opinión importante sobre el estatus de los rajputs. El rey le mandó llamar a Benarés, a muchos kilómetros de distancia, y dejó claro que esperaba una genealogía que confirmara su ascendencia chatria. El brahmán obedeció debidamente y emitió un dictamen según el cual Shivaji descendía de un clan rajput de estatus elevado cuyos miembros eran auténticos chatrias.
Al provenir de la pluma de un experto, difícilmente se podría cuestionar el dictamen y Shivaji recompensó al brahmán con una desorbitante cantidad de oro (que más tarde declaró que le era indiferente). A continuación se organizó una ceremonia espectacular, supuestamente para restablecer el estatus de chatria de Shivaji, por desgracia expirado. Shivaji también se volvió a casar con su esposa (o esposas) según los rituales védicos y recibió los emblemas de la realeza, convirtiéndose en «El señor que porta una sombrilla real». Durante siete días, cortesanos, sacerdotes, músicos, dignatarios visitantes y una multitud de espectadores participaron en la coronación, la entronización y un desfile triunfal. Los actos incluyeron baños y comidas rituales, y acudieron personas de toda la región para regalar al nuevo rey vacas, caballos, elefantes, joyas y sedas. Los brahmanes cantaron mantras en sánscrito, los observadores registraron los acontecimientos para la posteridad, y los recién nombrados ministros y generales del rey se congregaron a su alrededor como muestra de lealtad y apoyo. Una vez terminadas las ceremonias, el rey comenzó una gira en la que repartió regalos y patrocinó espléndidas fiestas. Era imposible que la gente corriente no estuviera impresionada, aunque más tarde tuvo que pagar por la generosidad del rey. Las ceremonias demostraron su riqueza y su poder a todo el mundo, pero primero tuvo que probar que tenía legalmente derecho a su estatus y había sido necesario que esto lo confirmara un brahmán eminente.
Los brahmanes se mantuvieron firmes en sus ideas sobre las castas. Insistieron en que cada una tenía sus propias profesiones, aunque el estatus se podía perder como consecuencia de un comportamiento inmoral, sobre todo matar, beber, robar y tener una conducta sexual inapropiada.37Pero las profesiones ya proliferaban incluso mientras se estaban escribiendo los primeros shastras y se formaban constantemente nuevas subcastas. La correspondencia entre profesión y casta nunca fue perfecta, pero poco a poco las profesiones se volvieron hereditarias. Los nuevos grupos formaron una jerarquía ritual y económica que en muchos aspectos perdura hasta nuestros días.38A diferencia del mensaje de Buda, que era en esencia igualitario, los brahmanes vincularon todas sus leyes a la casta, la etapa vital, el género, la situación familiar y la profesión. De este modo, la insistencia de los dharmashastras en los mantras, el ayuno, la meditación y las ofrendas de alimentos, así como en la imagen de un estilo de vida ideal que los miembros de su propia clase debían seguir, consolidó y reforzó una rígida jerarquía de castas.39El sistema también miraba a las mujeres con gran recelo y era proclive a actividades corruptas como beber, asociarse con las personas equivocadas, deambular y vivir en casa de otras personas.40
No es sorprendente que muchas personas de castas inferiores trataran de impugnar su clasificación o de cuestionar sus implicaciones, y algunos interpusieron demandas judiciales complejas y enmarañadas, sobre todo en el sur de la India, donde las estructuras brahmánicas debían conciliarse con divisiones familiares, profesionales y regionales más antiguas.41En el siglo XII, los artesanos kammalas prosperaron gracias al auge de la construcción de templos.42Algunos disponían de ingresos considerables y con el tiempo se sintieron lo suficientemente seguros como para afirmar que eran de estatus elevado, miembros de la casta rathakara. Los rathakaras, que construían carros y carretas, y se dedicaban a la carpintería, la metalistería, la construcción de casas y oficios relacionados, ya se habían establecido como un grupo de estatus elevado y a veces incluso rivalizaban con los brahmanes, por lo que los especialistas religiosos estaban preocupados. Convocaron consejos para examinar la cuestión, invitaron a argumentar y consultaron textos eruditos, que no siempre ofrecían opiniones compatibles. Al final, dos consejos diferentes llegaron a conclusiones similares, que registraron para la posteridad en inscripciones en piedra. Cada uno llegó a un acuerdo. Decidieron que los kammalas que estaban realizando trabajos de menor categoría no tenían derecho a adoptar las actividades artesanales y de construcción especializadas de los rathakaras, pero quienes podían afirmar razonablemente que se dedicaban a trabajos más cualificados podían continuar con sus oficios. Sin embargo, como las personas no podían cambiar de casta, a partir de entonces la división entre ellos sería permanente. Un consejo confirmó su derecho a dedicarse a la escultura y la ingeniería; a hacer instrumentos científicos; a crear estatuas, palacios, salones y las torres monumentales conocidas como gopurams; a fabricar coronas, brazaletes e hilos para el palacio real, y a pintar ídolos e imágenes.
A la luz de este tipo de desafíos, los brahmanes escribieron más tratados que confirmaban el dharma inmutable de los shudrás y afianzaban el sistema de castas, y su propia posición dentro de él, frente a las fuerzas prácticas, económicas y morales que amenazaban constantemente su autoridad.
Los brahmanes continuaron leyendo y releyendo, copiando, comentando y recopilando sus textos mientras nacían y morían nuevos reinos indios, los invasores musulmanes fundaban y perdían un imperio, y los comerciantes europeos se establecían en el sur y el este de la India. En especial cuando surgían tensiones, quienes realizaban actividades más eruditas se consultaban y pedían opiniones de lugares lejanos. Los consejos e individuos de Maharashtra intercambiaron cartas, decisiones judiciales y opiniones con sus homólogos de Benarés, construyendo amplias redes de aprendizaje. Al mismo tiempo, promovían el ideal del cabeza de familia brahmán, alguien que vivía una vida ritualmente pura de acuerdo con el modelo ideal del dharma, tal como explicaban las normas de los shastras. Aunque las castas inferiores no podían seguir las mismas reglas, podían aspirar a disfrutar de un estatus superior en una vida posterior. De este modo, el aprendizaje de los shastras y otros textos hindúes creó un sentido de comunidad entre poblaciones que nunca estuvieron unidas bajo un único rey hindú.
Quedó en gran parte en manos de los reyes y consejos de grupos sociales mucho más pequeños crear normas prácticas para regular la vida cotidiana, impartir justicia y resolver disputas. Los shastras especificaban qué comunidades debían crear sus propias reglas y cuándo, e incluso otorgaban a los «herejes» (budistas y jaimistas) cierta autonomía jurídica. Las leyes locales, enraizadas en la tradición, unían a grupos de agricultores, artesanos y comerciantes y definían el comportamiento que se esperaba de sus miembros, pero los dharmashastras proporcionaban una visión común de las estructuras y relaciones sociales. En palabras de un experto, el dharmashastra era una ley de metanivel, una fuente de ideas y arreglos que los indios podían utilizar de distintas maneras en lugares muy diferentes.43Quienes ocupaban la cúspide de la jerarquía de castas mantuvieron de este modo un conjunto relativamente unificado de ideas y normas en el mosaico de reinos y comunidades que formaban la India premoderna.
Los dharmashastras establecían normas detalladas sobre cómo los hindúes debían vivir sus vidas y el rey debía mantener el orden social, todo ello con arreglo a la jerarquía de las varnas, pero no tenían por objeto crear un sistema jurídico que funcionara. Lo que es más importante, daban una idea de lo que unía a las prácticas jurídicas y de las ideas y principios que debían guiar a los jueces a la hora de impartir justicia. Los shastras demostraban la naturaleza de la ley hindú y los deberes de los encargados de aplicarla. Con el tiempo, los indios que estaban dispersos por un sinfín de diferentes pueblos, aldeas, gremios y templos, con medios de vida y tradiciones muy diferentes, llegaron a pensar en sí mismos y en sus obligaciones como buenos hindúes en términos de los papeles, los deberes y las responsabilidades apropiados para su casta conforme se especificaba en los dharmashastras.
El saber y los textos de los brahmanes también sirvieron de inspiración a legisladores de partes muy diferentes del sudeste asiático, donde los reyes y las poblaciones ya se habían convertido a distintas religiones. Por ejemplo, unos setecientos años después de que los brahmanes hindúes crearan el dharmashastra de Manu, los sacerdotes mon en lo que ahora es Myanmar lo tomaron como ejemplo cuando su rey les pidió que crearan un texto jurídico.44Los reyes habían adoptado el budismo y estaban construyendo estupas fabulosas en su capital de Bagan, pero, inspirados por la sofisticada civilización india al otro lado del golfo de Bengala, ordenaron a sus juristas que redactaran sus propios textos jurídicos. Los sacerdotes mon escribieron en pali, el idioma del budismo en el sudeste asiático, unos textos que llamaron dhammasattas. Seguían la forma de los dharmashastras y organizaban las disputas legales en las mismas dieciocho secciones, pero tuvieron que inventarse una historia distinta sobre sus orígenes. Afirmaban que al primer rey budista lo eligió su pueblo para que pusiera fin al caos civil que había surgido en su tierra y él acudió a un ermitaño, Manu, para que recitara la ley que había aprendido en las regiones celestiales. En la práctica, los juristas mon introdujeron en sus textos muchas costumbres locales, pero crearon la imagen de una sociedad ideal gobernada por una ley universal, similar a la de sus homólogos brahmanes en la India. Y, como allí, los reyes budistas solo debían interpretar la ley, no elaborarla. Cuando la sabiduría de los dhammasattas penetró en contextos locales, fue reelaborada de manera sustancial para que se adaptara a las costumbres y prácticas, pero los textos fueron una importante fuerza unificadora en este próspero reino. En el momento de su caída dos siglos más tarde, los mon habían producido más de cien textos.
Los dharmashastras también llegaron a la Tailandia budista varios siglos más tarde y después a Camboya y Java. Los textos tailandeses estaban divididos en más secciones, pero en muchos detalles se parecían a las leyes de Bagan, que los autores habían copiado claramente. En teoría, los reyes podían promulgar decretos, pero no podían hacer oficialmente nuevas leyes. Se suponía que el rey tailandés encarnaba la ley o, en palabras de un escritor moderno, «las órdenes del soberano, cuando eran actos propios, enunciaban la ley».45El deber del rey era mantener el orden en la sociedad castigando a quienes lo perturbaban, pero el propio gobernante estaba sujeto a los principios del dharma como todos los demás. Esta era la esencia de la relación entre el rey y el sacerdote forjada siglos antes por los brahmanes hindúes. Era cierta forma de Estado de derecho. Por supuesto, muchos gobernantes tailandeses y birmanos, al igual que los reyes indios, eran absolutistas y autoritarios, y se desviaban fácilmente de los deberes y principios enunciados en los textos jurídicos, pero, al menos en teoría, la ley limitaba sus poderes y condicionaba sus acciones.

El derecho hindú fue siempre un proyecto religioso, más que político, enraizado en un sentido de la tradición inmutable. Tras él subyacía la idea del orden cosmológico consagrado en la sabiduría de las antiguas y oscuras revelaciones de los Vedas. El deber de todos los seres humanos era mantener ese orden cumpliendo con las normas del dharma, que especificaban cómo se debían comportar, y eso fue lo que los brahmanes formularon en sus textos jurídicos. Las declaraciones simples y a menudo mundanas sobre los deberes y las consecuencias de los actos y actividades crearon un sistema de normas y categorías que, como las leyes mesopotámicas, tenía un sentido de permanencia. Pero mientras que los reyes mesopotámicos delineaban la justicia social, los brahmanes especificaban los deberes individuales pensando en el orden cosmológico.
En la práctica, la tradición hindú establecía y consolidaba una de las jerarquías sociales más rígidas del mundo, pero siempre existía la impresión de que la ley religiosa trascendía el poder político. Los brahmanes podían decir incluso a los reyes cómo debían comportarse.