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PERFILES DE LOS MIEMBROS DE LA POLICÍA SECRETA

A raíz de las denuncias de las víctimas de torturas por parte la BPS —enmarcadas en la conocida como «querella argentina» iniciada en 2010 contra los crímenes del franquismo— y de varios documentales y reportajes de televisión, han salido a la luz algunos nombres de miembros de la Policía política franquista. Es el caso de Antonio González Pacheco, reconocido por sus víctimas por sus sádicos métodos. Sobre él se han escrito decenas de artículos y reportajes en los medios, e incluso se hizo un escrache delante de su casa pidiendo que fuera juzgado. En 2014 tuvo que comparecer ante la Audiencia Nacional, ya que la justicia argentina pedía su extradición. Finalmente, el tribunal español no la concedió.

Pero el peligro que corremos si nos centramos en miembros concretos de la BPS es que perdemos la perspectiva histórica. Pensar que González Pacheco era un policía que actuaba por iniciativa propia emborrona lo que en verdad fue la BPS: el brazo fundamental de la represión del régimen. Es cierto que Billy el Niño fue uno de los agentes más conocidos por la opinión pública, pero ni siquiera llegó a ocupar un puesto de importancia en la Policía política —tan solo en los últimos años de la dictadura subió varios escalafones—. En realidad, era un miembro más del engranaje policial que el régimen creó para reprimir cualquier acción antifranquista, por lo que sus prácticas estaban totalmente avaladas, incluso fueron premiadas, por la dictadura de Franco.

En el informe que José Babiano, Gutmaro Gómez, Antonio Míguez y Javier Tébar realizaron para la «querella argentina», que tiempo después se convirtió en el libro Verdugos impunes, aparecen los nombres y apellidos de algunos de los policías más famosos de este cuerpo, junto con sus datos biográficos más relevantes1. También han dado nombres Lucas Marco o Antoni Batista en sus respectivos trabajos (sobre Valencia y Cataluña)2. Estas investigaciones, junto con el análisis de expedientes policiales, de boletines de la DGS y de informes sobre la Policía realizados por la oposición antifranquista, me han permitido crear diferentes perfiles de los miembros de la BPS. Porque, aunque todos utilizaban métodos represivos, no todos eran como González Pacheco. Había agentes que venían de la dictadura de Primo de Rivera, de la Segunda República o que entraron en el cuerpo y se formaron durante la Guerra Civil. Dividiremos los diferentes perfiles en seis grupos.

LA «VIEJA POLICÍA»

El primer grupo lo forman los agentes que ya lo eran en la época de la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. Ya entonces su trabajo consistía en reprimir las acciones del movimiento obrero, por lo que, en cuanto se instauró el Estado franquista, se imbricaron perfectamente en el engranaje policial del nuevo régimen. Muchos llegaron a colaborar con la Policía política nazi, la Gestapo, y fueron perseguidos por las autoridades aliadas, si bien siempre contaron con la protección del Estado.

Eduardo Quintela Bóveda comenzó a prepararse las oposiciones a policía en enero de 1917. Las sacó unos meses después, y el 26 de septiembre comenzó a ejercer como agente en Barcelona. Diez años más tarde, en septiembre de 1927, en plena dictadura de Primo de Rivera, entró a formar parte de la Brigada de Investigación Social (BIS) en Madrid. Durante la República, participó en la detención de miembros de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y fue uno de los testigos en el juicio contra Lluís Companys y otros dirigentes catalanistas acusados de proclamar la República Catalana en octubre de 1934.

Cuando, en febrero de 1936, el Frente Popular ganó las elecciones, se pidió su cese y, de hecho, fue apartado de la Brigada de Investigación Social y trasladado a Segovia. Tras el triunfo del golpe de Estado, Quintela se posicionó de inmediato en el lado de los sublevados y fue destinado a la Sección de Servicios Especiales en Valladolid. Allí, en el juzgado militar número 3 de la capital castellana, presentó su declaración de que no pertenecía ni a la masonería ni a ninguna organización del Frente Popular, y el 7 de septiembre de 1937 fue nombrado jefe de la Brigada Político-Social de Valladolid, donde permaneció un año y medio. Cuando los franquistas tomaron Barcelona (febrero de 1939), Quintela volvió a la Ciudad Condal, donde continuó realizando tareas represivas hasta su jubilación, el 8 de junio de 1955. Su trabajo fue premiado con numerosas felicitaciones públicas y ascensos3.

Otro miembro destacado de este grupo es Pedro Urraca, que comenzó su andadura como agente de Policía (de tercera clase) el 1 de noviembre de 1929, es decir, en plena dictadura de Primo de Rivera. Formaba parte del Cuerpo de Vigilancia de Madrid, donde continuaba cuando se proclamó la Segunda República, aunque ya con el grado de agente de segunda, ascenso que consiguió en julio de 1933. Un año después fue trasladado a la Sección de Información del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde realizó tareas meramente burocráticas. Fue durante la Guerra Civil y la posguerra cuando su trayectoria policial comenzó a despegar: primero se incorporó a la Oficina de Inspección de Guardia de la DGS, aún bajo mando republicano, pero a finales de 1936 decidió huir y unirse a los sublevados. En enero de 1937, el Gobierno republicano lo declaró «cesante» y lo buscaron para ser detenido, lo que le obligó a esconderse durante varios meses. Finalmente consiguió un pasaporte falso y 13 de octubre de 1937 viajó de Valencia a Francia. Un mes después regresó a España, concretamente a Valladolid, para unirse a la nueva Policía franquista, que le sometió a un exhaustivo interrogatorio sobre su pasado republicano. Urraca se mostró fiel al Movimiento Nacional y declaró haber ayudado a varias personas de derechas a salir de Madrid. Varios de sus compañeros apoyaron su declaración. El 10 de noviembre de 1937 su causa quedó sobreseída y pudo volver a ejercer como policía4.

Desde noviembre de 1939 hasta noviembre de 1945, Urraca trabajó como agregado policial en la embajada española en París, desde donde, con ayuda de la Gestapo (el país galo entonces estaba ocupado por los alemanes), dirigió la persecución de dirigentes republicanos buscados por las autoridades franquistas. También redactó numerosos informes sobre los españoles exiliados en Francia y, de nuevo con el apoyo de las autoridades nazis, llevó a cabo el registro de los locales de las organizaciones republicanas. De esos registros salieron varias listas con los nombres y apellidos de los elementos izquierdistas que quedaban en la zona ocupada. En sus notas y diarios, Urraca señala a políticos como Manuel Portela Valladares, Julián Zugazagoitia, Federica Montseny o Manuel Azaña.

El 13 de agosto de 1940, la Policía alemana detuvo al dirigente catalanista Lluís Companys en una casa en Le-Bauleles-Pins, cerca de Nantes. Pedro Urraca no solo fue fundamental para localizarle, sino que, además, él mismo lo llevó hasta la frontera con España, junto con el miembro de las SS Helmut Knochen, para ser entregado a la Policía española5.

Debido a su estrecha colaboración con los nazis, Urraca fue perseguido por las autoridades francesas tras el final de la Segunda Guerra Mundial. El 31 de octubre de 1945 fue obligado a salir del país, poco después de que apareciera el libro Franco est mort…, de Albert P. Prieur, donde se le señalaba como colaborador del nazismo. Sin embargo, en la España franquista comenzó a trabajar para la DGS. En 1948 fue enviado a Bélgica, con identidad falsa, para realizar trabajos de vigilancia a diversos grupos de exiliados. Recibió numerosas medallas al mérito policial y, en 1961, la encomienda de la Orden de Isabel la Católica. En 1967 se convirtió en comisario principal, aun sin haber pisado la Escuela de Policía y sin realizar un solo examen para ascender6.

JUGANDO CON DOS BARAJAS

En este grupo se incluyen los agentes que, durante la Segunda República, realizaron tareas represivas sobre todo contra grupos anarquistas. Algunos empezaron su carrera en los años finales de la dictadura de Primo de Rivera, pero fue durante la República cuando verdaderamente destacaron, sobre todo por su actuación en la Revolución de Octubre de 1934, lo que en muchos casos les llevó a ser trasladados e incluso relegados de sus puestos. Estos agentes, en cuanto tuvieron oportunidad, comenzaron a colaborar con los sublevados, si bien hubieron de pasar por un exhaustivo examen para averiguar su grado de afección al régimen. En los años cincuenta y sesenta recibieron ascensos y asumieron la jefatura de la BPS en zonas tan importantes como Madrid o Valencia, llegando a actuar como interlocutores de los servicios policiales de Estados Unidos.

Vicente Reguengo González nació el 5 de noviembre de 1905 en Madrid. En mayo de 1928 fue nombrado agente de tercera clase en la comisaría de Gijón; dos meses después pasó a la División de Ferrocarriles, y, por último, a la Brigada de Investigación Social. Según el comisario jefe de la Brigada en Gijón, «el señor Reguengo no tiene amor a esta modalidad de los servicios policiales», afirmación que se demostró falsa durante los años de la dictadura, ya que Reguengo fue uno de los servidores más leales de la BPS.

En octubre de 1930 se trasladó a la comisaría de Barcelona, donde recibió su primera felicitación por haber intervenido para aplacar las «alteraciones de orden público y huelgas que se habían producido recientemente en Madrid y provincias». En julio del año siguiente ascendió a agente de segunda clase. En 1935 se le concedió, junto a otros 143 agentes e inspectores de Policía, la Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco «por la abnegación y patriotismo con que cooperaron a la acción de Gobierno y del Ejército» durante los sucesos de la Revolución de 1934 en Barcelona7.

En junio de 1936, Reguengo fue trasladado de manera forzosa a la comisaría de Lugo, desde donde vivió el golpe de Estado del 18 de julio. Un par de meses después fue destinado a la localidad de Monforte de Lemos, donde trabajó como jefe de Policía. Durante el proceso de depuración, el gobernador civil de Lugo realizó un informe sobre Reguengo en el que declaraba que era una persona «considerada como derechista». El comisario de la capital gallega dijo de él que vino de Cataluña cuando la Generalitat se hizo cargo del orden público y que, desde el primer momento se «unió al Movimiento Nacional». El propio Reguengo declaró bajo juramento ante el alcalde de Monforte de Lemos que no estaba adscrito ni a la masonería ni a ninguno de los partidos o sindicatos que formaban el Frente Popular.

En agosto de 1937 regresó a la comisaría de Lugo y poco después fue trasladado a San Sebastián. En julio de 1938 fue nombrado agente de segunda clase del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, cargo con el que empezó su fulgurante carrera en la dictadura. El 5 de enero de 1941 solicitó y consiguió el traslado a la Brigada Político-Social de Madrid.

Durante la década de los años cuarenta recibió numerosos premios y condecoraciones por detener a militantes de organizaciones «atentatorias contra la seguridad del Estado», eufemismo que se empleaba para hablar del movimiento guerrillero. En julio de 1948 fue ascendido a inspector de primera clase y en agosto de 1950, a comisario de tercera clase. En la década siguiente participó en la detención de miembros del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y en la repatriación de españoles exiliados en Rusia, por lo que recibió dos premios de mil pesetas. En octubre de 1951 fue nombrado jefe de la Brigada Especial de Asuntos Sociales y dos años después (26 de octubre de 1953) fue elegido jefe de la División de Investigación Social, es decir, de la BPS.

En los años sesenta realizó multitud de viajes diplomáticos para conocer a fondo el funcionamiento de los cuerpos de Policía de otros países. En 1964 se desplazó hasta Portugal, donde se le concedió la Medalla de Ouro de la Legión Portuguesa. Fue el controvertido Henrique Tenreiro, presidente de la Junta Central de la dictadura salazarista, quien le entregó la condecoración, lo que hizo que la imagen de Reguengo saliera en las primeras páginas de la prensa portuguesa8.

El siguiente hombre al que incluimos en este segundo grupo es Antonio Cano, que llegó a ser jefe de la BPS en Valencia. Empezó sus servicios en Madrid, en 1932, en la Oficina de Información y Enlace, que agrupaba a los Servicios de Información republicanos. Participó en la detención de militantes anarquistas, y durante la Revolución de 1934, actuó tanto en la represión de Asturias como en las diligencias abiertas contra Lluís Companys y los demás políticos que proclamaron el Estatuto Catalán de la República Federal Española. Ambos hechos le valieron la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo, pero también provocaron que fuera apartado del servicio policial por «desafecto» a la República. La cuestión se zanjó tras la declaración de dos agentes, Hipólito Peinado y Julián Rodríguez, que dijeron que Cano era un «gran demócrata».

En mayo de 1937, el Consejo Provincial de Madrid llegó a la conclusión de que Cano era «afecto al régimen legalmente constituido», esto es, a la Segunda República, aunque, una vez acabada la guerra, varios funcionarios declararon que era una «persona de tendencia derechista» que había ayudado a civiles favorables a los sublevados a huir por las embajadas. Antonio Cano organizó y dirigió, en el seno de Falange, el grupo SS 5, que estaba en contacto permanente con el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM); es decir, se convirtió en un quintacolumnista. El 28 de agosto de 1939, tras el proceso de verificación, reingresó en la Policía y fue destinado a Valencia9, donde ocupó el puesto más alto de la BPS.

El 24 de junio de 1921, Pedro Polo Borreguero fue nombrado agente de segunda clase del Cuerpo General de Policía en Barcelona. Cuando estalló la Guerra Civil, trabajaba en la Delegación General de Orden Público de Cataluña y el 30 de septiembre de 1936 fue destinado al puesto fronterizo de la Junquera. En mayo de 1937 se notificó su baja en la Delegación republicana, pues en ese momento ya trabajaba para el faccioso Servicio de Información del Nordeste de España10.

Sin embargo, al agente Polo no todo le fue como la seda y, de hecho, se vio envuelto en asuntos turbios que por poco acaban con su carrera: en febrero de 1937 llegaron a poder de la Jefatura Superior de Policía de Valladolid varias notas en las que unos funcionarios huidos de la zona republicana lo acusaban (a él y a otro agente) de haber prestado «servicio a las órdenes de los rojos en Barcelona» en la expedición de pasaportes. Al parecer, los dos policías no los facilitaban si no que se les entregaba a cambio de una gran suma de dinero. Una vez recibido el pago, denunciaban al titular del pasaporte a los agentes anarquistas de la FAI, quienes, al parecer, «lo asesinaban». Según los denunciantes, todos los funcionarios de la oficina de pasaportes huyeron a Francia, «llevándose, según rumor público, varios millones de pesetas que habían ido expoliando. […] Hay la sospecha de que Polo participó en el reparto». Pero el SIFNE corrió en auxilio de su hombre y redactó un informe en el que se afirmaba que «todos los informes recogidos sobre Polo coinciden en que se trata de una buena persona, seria, que cumple fielmente y con gran discreción su cometido». No obstante, el 5 de abril de 1937, la Jefatura Superior de Policía le abrió un expediente de depuración.

Cuando Polo decidió poner fin a su estancia en Francia (se entregó en Irún el 4 de febrero de 1938), fue conducido al Depósito Municipal y puesto a disposición del comisario general de Seguridad Interior, que lo envió a Valladolid en calidad de detenido. Pero de nuevo sus contactos se movieron para liberarlo. El 3 de septiembre, en virtud de un dictamen emitido por el abogado del Estado asesor jurídico del Ministerio de la Gobernación, se acordó «el reingreso con carácter provisional […] en el Cuerpo al que pertenece, hasta tanto que sea liberada Barcelona y puedan aportarse pruebas definitivas sobre la actuación del interesado». El 10 de febrero de 1940, el director general de Seguridad, a propuesta del ministro de la Gobernación, dio por cerrado el expediente con pronunciamiento favorable y, apenas tres meses después, Polo llegó a Barcelona como agente de la Policía política. Se convirtió en un colaborador de la Gestapo en la frontera entre España y Francia, y tras la Segunda Guerra Mundial participó, junto a los Reseignements Generaux franceses (antiguos servicios de inteligencia galos), en la desarticulación del PCE en el país vecino. Por ello la DGS lo premió en 1950 con tres mil pesetas. Su apoyo a los nazis fue pasado por alto por las autoridades francesas11.

LOS TEÓRICOS

En este apartado incluimos a los agentes que iniciaron sus carreras en tiempos de la República y de la Guerra Civil, pero que, durante la dictadura, se dedicaron fundamentalmente a recopilar la información sobre los vencidos para «ficharlos» y reprimirlos, y, al mismo tiempo, desacreditar a las organizaciones republicanas y de izquierdas publicando folletos y libros. Algunos de estos policías fueron cayendo poco a poco en el ostracismo; sin embargo, la mayoría pudo mantener su categoría y conseguir ascensos y prebendas.

Eduardo Comín Colomer nació en Zaragoza en 1908. Hijo de una familia de agentes comerciales vinculados a los círculos de la derecha católica de la ciudad, en 1926 comenzó a escribir artículos sobre espectáculos y deportes en El Noticiero, un periódico católico que durante los años de la posguerra se caracterizó por su lucha incansable contra la masonería. Sin embargo, la verdadera vocación de Comín Colomer era ser policía. Se presentó en tres ocasiones a las oposiciones (en 1929, 1933 y 1936), pero no logró sacar plaza. Tuvo que esperar al golpe de Estado del 18 de julio y al inicio de la Guerra Civil para empezar su carrera como agente12.

El 19 de julio de 1936, Comín Colomer se presentó en la 5.ª División Militar de Zaragoza para ofrecer sus servicios a los sublevados. Tres días después, su sueño de ser policía se vería realizado, aunque de forma interina. Fue inscrito en el Centro de Investigación y Vigilancia, donde se dedicó a tareas de control de la retaguardia. Su ascenso en el cuerpo fue inmediato, y muy pronto, en su ciudad natal y en Huesca, se encargó de las principales operaciones de detención de anarquistas13. Acabada la Guerra Civil, en 1941, fue nombrado agente de tercera clase del Cuerpo General de Policía en Madrid, lo que le proporcionó por vez primera un puesto fijo14, si bien supo compaginar su labor en la BPS con sus tareas como escritor antimasónico.

A lo largo de su carrera tan solo vivió un momento de «caída en desgracia», en diciembre de 1941, cuando se le abrió un expediente por unas palabras vertidas contra una alta personalidad (en la documentación no se especifica quién). El error hizo que fuera trasladado a Las Palmas de Gran Canaria, donde permaneció alrededor de un año y medio. En mayo de 1943 regresó a Madrid, y allí comenzó a prestar servicios en la Secretaría Oficial de la Comisaría General Político-Social15. Poco después (julio de 1944) fue nombrado agente de primera clase, aunque el gran salto lo dio al año siguiente, cuando fue designado profesor en la Escuela de Policía, donde impartió la asignatura de Técnica de Investigación Político Social. Así fue como se convirtió en uno de los principales expertos en masonería y comunismo del régimen16.

En 1947, junto al también policía Juan Antonio Escobar Raggio, fundó la revista Policía Municipal, y entre 1942 y 1962 colaboró asiduamente en la publicación Policía y participó en las emisiones en lengua rusa de Radio Nacional de España17. También escribió artículos para El Español y folletos para la colección «Temas Españoles», de la editorial Publicaciones Españolas, creada por el Ministerio de Información y Turismo para legitimar la visión franquista de ciertas épocas de la historia de España. Como no podía ser de otra forma, sus temas favoritos eran la masonería, el comunismo, el anarquismo y las Fuerzas de Orden Público desde el punto de vista del régimen18. Comín Colomer murió el 25 de enero de 1975. Su viuda, Julia Martín, donó a la Biblioteca Nacional 10.500 documentos entre libros y artículos. Tenía la «mejor biblioteca sobre la Cruzada» que existía, por lo que en 1964 fue condecorado por la Dirección General de Información19.

Otro agente destacado en el grupo de «los teóricos» fue Julián Carlavilla, conocido como Mauricio Carlavilla o Mauricio Karl (seudónimo con el que firmó varios libros). Empezó su carrera como policía en Valencia, en 1921. En la ciudad del Turia apenas duró un año, ya que el gobernador civil pidió al director general de Seguridad su «traslado con urgencia de aquí» por sus faltas graves, ausentarse del trabajo e incluso tráfico de estupefacientes. En 1926, mientras estaba destinado en el protectorado marroquí, fue acusado de beneficiarse de la «prostitución clandestina tolerada y explotada en provecho propio». En esa época comenzó a escribir libros sobre cuestiones políticas y sociales, hasta que, en noviembre de 1934, tras los hechos de octubre, fue trasladado a Asturias, como muchos de sus compañeros de la Brigada de Investigación Social (BIS)20.

Según el historiador Paul Preston, Carlavilla fue un policía «corrupto y obsesivo». En 1935 fue dado de baja en el cuerpo por faltas graves a raíz de una denuncia del diputado Francesc Cambó contra uno de sus libros21, firmado como Mauricio Karl. A pesar de las pruebas que lo relacionaban directamente, el policía no se delató a sí mismo: «Me limito a no decir nada que, implícita o explícitamente, signifique descubrir la personalidad de Mauricio Karl», dijo22. De lo que no hay duda es de que, en sus libros, Carlavilla mezclaba anticomunismo, antisemitismo, paranoia antimasónica y homofobia23.

En 1936 se fugó a Portugal, tras verse implicado en un atentado fallido contra el presidente de la República, Manuel Azaña (sí fue detenido el futuro agente de la BPS Juan Antonio Escobar Raggio), y al estallar la Guerra Civil ejerció funciones privadas al servicio de la embajada franquista de España en Lisboa, pero fue apresado por la Policía política portuguesa por algún asunto turbio y expulsado del país.

Desde 1941 Carlavilla pasó por diferentes destinos, como Girona o Palma de Mallorca, tras los cuales pidió una excedencia voluntaria. Durante ese tiempo (diez años) vivió inmerso en actividades editoriales y de diversa índole: por ejemplo, el Servicio de Información de la DGS señaló que Carlavilla se asoció con la viuda del exdiputado de izquierdas y conocido masón Eduardo Barriobero en un negocio de compra-venta de joyas, «aportando, al parecer, 50.000 pesetas». Ambos viajaron a París para «recuperar las joyas del señor Barriobero, no consiguiendo su propósito»24. También solicitó a la DGS una licencia de armas por haber recibido «amenazas de muerte por correo y teléfono, seguramente de elementos extremistas». Después de los años de excedencia voluntaria, en 1952 fue destinado a la BPS y, cinco años después, al Servicio de Información de Madrid. En 1955, el bibliotecario y documentalista Javier Lasso de la Vega se querelló contra Carlavilla por injurias y calumnias. Ya jubilado, la DGS le denegó la consideración de comisario honorario por sus «antecedentes desfavorables»25.

Ni Comín Colomer ni Julián Carlavilla fueron una excepción en eso de compaginar las labores de escritor con las de policía. En 1952, Juan Antonio Escobar Raggio, agente de la BPS e historiador, publicó en la mencionada revista Policía una lista con los nombres de sus 96 compañeros que durante la Guerra Civil y el franquismo se dedicaron a la escritura, tanto de ensayos como de novelas. Según Escobar Raggio, la lista pretendía «exponer de una manera ordenada y ante propios y extraños la brillante aportación de la Policía al acervo bibliográfico cultural-español»26. Hubo quien se dedicó a la novela policiaca, como el barcelonés Tomás Salvador, que en 1954 recibió el Premio Nacional de Literatura por Cuerda de presos, y en 1960 el Premio Planeta por El atentado. Otro ejemplo es el del agente de la BPS de Valencia Tomás Cossías, que en 1956 publicó La lucha contra el maquis en España y en 1960 ganó un premio literario de la Diputación de Valencia por su novela El camarada Darío27.

LOS QUINTACOLUMNISTAS

Aquí se incluyen los agentes de la BPS cuya carrera se inició a mediados de los años treinta y que, durante la Guerra Civil, estuvieron en el lado republicano, fundamentalmente en Madrid o Barcelona, pero realizando tareas de espionaje, de sustracción de documentos y de liberación de presos. Era lo que se conocía como la «quinta columna». Cuando acabó la guerra, las autoridades franquistas examinaron la conducta y los antecedentes de estos agentes durante la República, y los que lograron sobrevivir a la purga siguieron su carrera durante la dictadura, llegando a ocupar importantes cargos en la BPS.

Según el investigador Carlos Piriz, el fenómeno de los quintacolumnistas en realidad estaba relacionado con las tramas contra la Segunda República, pero tuvo una gran importancia para formar una estructura cívico-militar que apoyara a los sublevados en el interior de las ciudades republicanas, sobre todo en la capital28.

Juan Antonio Creix se hizo policía durante los años de la República, se puso del lado de los sublevados en la contienda y se enroló en el Servicio de Información de Policía Militar. Fue detenido en agosto de 1938 y llevado al centro de detención del número 1 de la calle Vilamajor, en Barcelona. Una vez terminada la guerra, en 1941, Creix solicitó ser admitido en la BPS, de la que llegó a ser jefe y desde donde quiso vengarse de la situación vivida como prisionero29.

Saturnino Yagüe González nació en Madrid el 24 de septiembre de 1910. Tenía veintiún años cuando ingresó en la Escuela de Policía. El 18 de agosto de 1931 fue enviado a Barcelona como agente de tercera clase. Un mes después pidió una excedencia que se le concedió por «circunstancias familiares», parón que duró hasta noviembre de 1933 que fue cuando se reintegró en el servicio en Madrid. Durante la guerra, en noviembre de 1937, se hizo un pequeño informe sobre Yagüe en el que se decía que su comportamiento y sus conductas morales eran «buenas» respecto a la República, de manera que el 21 de diciembre de ese año fue nombrado agente de primera clase. En enero de 1939 fue llamado como recluta para participar en la guerra, si bien permaneció en el servicio policial30.

Del 12 de agosto al 10 de octubre de 1939, Saturnino Yagüe fue sometido a un exhaustivo interrogatorio de depuración. Estas fueron las preguntas:

1) Fecha de ingreso. 2) Destinos que ha tenido desde su ingreso. 3) Que si ha ascendido después del 18 de julio o fue recompensado por su actuación. 4) Que si ha estado afiliado en los sindicatos o partidos políticos del Frente Popular. Y si es así, fecha de ingreso y cargos que tuvo. 5) Que si fue interventor o apoderado en las elecciones del 16 de febrero de 1936 y con qué partido. 6) Que si desempeño algún cargo en el «Gobierno rojo» después del 18 de julio. 7) En qué forma suscribió las hojas que el «Gobierno rojo» hizo rellenar para continuar en su puesto. 8) Que como suscribió el apartado que consignase la ayuda prestada a la República frente al Movimiento Nacional. 9) Que si ha formado parte de las Milicias y si formó como voluntario o forzoso. 10) Que si formó parte de algún hecho en armas. 11) Que si participó en algunas detenciones de personas de derechas. 12) Que si conoce a algún compañero que formase parte de los «batallones rojos». 13) Que con qué cantidad contribuyó al sustento del «Gobierno rojo». 14) Que quiénes eran los más distinguidos izquierdistas dentro del Cuerpo de Investigación y Vigilancia y cuál fue su actuación. 15) Que cuáles han sido los servicios prestados para la causa del «Movimiento Nacional» o en beneficio de personas afectas a la misma. 16) Que cuáles han sido los medios de los que se ha valido para huir de la «zona roja». 17) Nombres de personas que le puedan avalar. 18) Algo más que manifestar31.

Yagüe declaró que había entrado en el Sindicato de las Fuerzas Armadas de la CNT el 30 de enero de 1937, pero que no desempeñó ningún cargo dentro de la organización y que lo hizo únicamente para mantener el puesto. Dijo que no había pertenecido a ninguna milicia, que jamás detuvo a personas de derechas y que, para ayudar a la «causa nacional», divulgó actuaciones de la «Policía roja» e incluso guio los interrogatorios a personas derechistas para que fueran liberadas. Yagüe reconoció haber entregado a Falange un buen número de denuncias contra personas afectas al Movimiento Nacional realizadas en comisarías republicanas, y cuando las tropas de Franco entraron en Madrid, participó en detenciones de personas partidarias de la República. Es decir, fue un claro quintacolumnista dentro de la Policía. Nunca intentó huir de la «zona roja» y, en su declaración, dio varios nombres de personas que podían avalarle: un magistrado que trabajaba para el Ministerio de Justicia en Vitoria, un jefe de un sindicato afecto a Falange, un jefe de la Bandera XII y un jefe de la Legión. Los nombres de esas personas aparecen tachados. Por último, manifestó que estuvo en Falange antes del Movimiento Nacional.

Desde la Jefatura de Policía de Madrid se corroboró toda esta información, concluyendo que se trataba de un hombre de «ideas derechistas, de intachable conducta y buen funcionario», que rechazó detener a personas de derechas y que dio documentación falsa a personas afectas al Movimiento Nacional para que pudieran circular por la ciudad. En el informe se decía que Yagüe participó en acciones encomendadas por la organización clandestina falangista en Madrid, apoyando a derechistas que eran perseguidos, que hizo desaparecer fichas de un «fichero que tenían los rojos» y que, nada más entrar el Ejército de Franco en Madrid, fue nombrado segundo jefe por Falange de la comisaría de Hospicio. Por último, se solicitaba su reingreso inmediato en la Policía32.

Tras pasar los exámenes de depuración, el 30 de noviembre de 1939 Yagüe fue reintegrado en la Policía de la capital y comenzó su carrera fulgurante: en diciembre de 1939 fue nombrado agente de segunda clase, con un sueldo anual de cuatro mil quinientas pesetas; en noviembre de 1940 fue ascendido a agente de primera clase, con un sueldo anual de siete mil doscientas pesetas, especializándose en la búsqueda y detención de miembros de la guerrilla urbana33; en enero de 1954 fue nombrado inspector jefe; en noviembre de 1956, comisario de segunda clase… En la década siguiente su carrera siguió por la misma senda, recibiendo un sinfín de medallas y condecoraciones por la detención de obreros y estudiantes. Todos estos éxitos culminaron en 1969, cuando fue nombrado comisario principal de la BPS34.

Francisco de la Guardia Gilabert ingresó en la Policía el 12 de abril de 1928 como inspector de segunda clase en Granada, cargo que ocupaba cuando el 14 de diciembre de 1931 recibió felicitaciones por los «servicios policiales realizados». En marzo de 1935 se le destinó a Madrid, a la Comisaría General para la Represión del Contrabando y el Fraude, y en noviembre de 1937, ya avanzada la guerra, se le nombró agente de primera clase del Cuerpo de Seguridad organizado por las «autoridades rojas». Unos días después de que finalizara la guerra, el 14 de abril de 1939, se le sometió al interrogatorio de depuración antes mencionado (en el caso de Saturnino Yagüe). De la Guardia reconoció que había estado afiliado a la UGT, pero que nunca había tenido un cargo directivo. Que no fue apoderado del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 ni participó en ningún batallón de milicianos. Nunca realizó detenciones de personas derechistas por iniciativa propia. En cuanto a su labor en favor del Movimiento Nacional, hizo desaparecer antecedentes de personas de derechas, guardó dinero de algunos detenidos y realizó tareas de espionaje, descifrando textos de los republicanos. Por último, dio varios nombres de policías afines a la República, que aparecen tachados en su expediente personal. El 25 de octubre volvió al Cuerpo de Policía sin ningún tipo de sanción, tras ser apoyado por varios altos mandos policiales. A partir de entonces su carrera fue en ascenso hasta ser nombrado jefe de la I Brigada Regional de la BPS el 25 de noviembre de 195735.

LOS INFILTRADOS

Aunque algunos comenzaron a ser policías en los últimos años de la República, la mayoría de los que aquí llamamos «infiltrados» iniciaron su andadura durante la Guerra Civil y la posguerra. Cuando aún eran aprendices de los agentes anteriormente mencionados, llevaron a cabo tareas de infiltración dentro de las organizaciones políticas clandestinas y muchos estuvieron implicados en torturas policiales. Aunque sus carreras despegaron en los años sesenta y setenta, ya en los cincuenta habían realizado algunos trabajos policiales de importancia.

Roberto Conesa Escudero nació en Madrid en 1917. A los quince años entró a trabajar como mozo en una tienda de ultramarinos en la calle General Lacy. Según diversos testimonios, entre ellos el del periodista Gregorio Morán, Conesa estuvo afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) durante los años de la Segunda República, aunque de momento no hay documentación que lo demuestre36.

En 1941 fue sometido a interrogatorio sobre su pasado durante la República y la Guerra Civil. Había ingresado en el cuerpo el 25 de agosto de 1939 y su destino fue la Brigada Político-Social, en la comisaría del distrito de Palacio. Dijo que en 1931 vivía en Madrid y que trabajaba en un establecimiento familiar. En 1937 le obligaron a afiliarse a la CNT, después de que a su familia les incautaran su negocio. No fue apoderado en las elecciones de febrero de 1936, no tuvo ningún cargo en el «Gobierno rojo» y tampoco participó en ningún hecho bélico. En cuanto a las ayudas a la «causa nacional», dijo que durante la Guerra Civil fue detenido por dar comida a personas perseguidas y que ayudó a la organización clandestina de Falange, la bandera clandestina 2.ª y 44.ª37.

Durante los años de la posguerra realizó tareas de infiltración (en el PCE y el PSOE) y contribuyó en la desarticulación del Socorro Rojo Internacional y de las JSU. A finales de los años cuarenta ya era uno de los agentes más importantes de la BPS.

Sin embargo, el 18 de enero de 1946 tuvo un conflicto con el jefe local de la Brigada en Madrid. Este había pedido su comparecencia en su despacho, junto con los agentes Paulino Muñoz Sánchez y José Espejo Moreno, por una denuncia de malos tratos. La reacción de Conesa ante las acusaciones fue dejar su arma y su carné de policía encima de su mesa, sin dar ningún tipo de explicación, lo que provocó su detención. Entonces Conesa declaró que su brusca e indisciplinada manera de actuar se había debido a «un estado de inconsciencia y ofuscación que padeció en aquel momento por la fuerte excitación nerviosa en la que se hallaba», e incluso entregó un certificado médico apoyando su testimonio. Sin embargo, el 22 de enero la DGS decidió trasladarlo a la comisaría de Mahón, a lo que Conesa se negó. De hecho, el comisario de la ciudad menorquina mandó un escrito a la Dirección General diciendo que el policía no se había presentado en sus dependencias. El 2 de febrero se le suspendió de empleo y sueldo, al menos hasta que se aclarara el expediente disciplinario, y su traslado a Mahón quedó en suspenso. Un mes después, la DGS decidió bajarle treinta puestos en el escalafón policial, pero también que siguiera trabajando como policía en Madrid, lo que le permitió continuar su carrera38. El 3 de marzo de 1954 obtuvo la Medalla al Mérito Policial concedida por la DGS y el Ministerio de la Gobernación. En su discurso de agradecimiento dijo mostrar una «irrenunciable entrega total al Caudillo y a los postulados del régimen»39.

Tras varios tropiezos policiales (de los que hablaremos en los siguientes capítulos), Conesa deambuló por diferentes lugares de Europa, vigilando las actividades de las organizaciones situadas ideológicamente a la izquierda del PCE que surgieron a principios de los años sesenta40. También trabajó para el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. En febrero de 1960 pidió su reingreso en la Policía, pero su petición no fue aceptada hasta el 27 de noviembre, aunque sin recuperar su rango. En ese lapso de diez meses había perdido 1.121 puestos en el escalafón. Recuperó su posición bastantes años después, a finales de los años sesenta, tras realizar un sinfín de detenciones de opositores antifranquistas, sobre todo de miembros de organizaciones de izquierda radical, como el PCE marxista-leninista41. El 17 de julio de 1967 se le concedió la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo.

Ya en los años setenta, sus labores de infiltración se intensificaron. Participó en el Servicio de Coordinación, Organización y Enlace (SCOE), donde coincidió con el espía Luis Manuel González-Mata, alias El Cisne, a quien había conocido en República Dominicana. González-Mata describe a Conesa con estas palabras: «Es un hombre a quien muchos del servicio le han reprochado siempre su falta de tacto. Especialista en los servicios exteriores, pero sin las menores dotes de diplomático»42.

Sin embargo, Conesa logró ascender hasta los puestos más altos de la Policía: en agosto de 1972 fue nombrado comisario de segunda clase; en abril de 1973, comisario de primera clase y, un año más tarde, jefe de la Brigada Central de la Comisaría General de Investigación Social. Durante ese tiempo participó en el grupo «Plaza España» de la BPS de Madrid43. El 9 de septiembre de 1975 consiguió ser restituido en su puesto del escalafón, y fue por entonces cuando recibió las primeras denuncias en los juzgados por malos tratos y coacciones44.

Otro infiltrado destacado fue Conrado Delso, que comenzó su carrera como agente de la BPS en julio de 1938. En la Jefatura del Servicio Nacional de Seguridad le pidieron que acreditase su conducta moral, privada y pública, y para ello entregó un certificado de penales y una declaración jurada en la que constaba que no había pertenecido a ninguna de las organizaciones que conformaban el Frente Popular. La Comisaría de Investigación Social, en ese momento con sede en Valladolid, declaró que Conrado Delso era un individuo «de buena conducta y concepto público, adicto al Glorioso Movimiento Nacional y sin antecedentes penales». Delso poseía el título de perito mercantil, lo que lo convertía en una persona apta para ingresar en el cuerpo45.

El 20 de junio de 1939 fue nombrado agente auxiliar del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, y fue destinado a Madrid, a la comisaría de Buenavista. En agosto de 1941 volvió a ser interrogado sobre sus actividades antes, durante y después de la Guerra Civil. Declaró que hasta 1934 había residido en Valladolid, donde estudió la carrera de perito mercantil; luego se trasladó a Madrid y trabajó en la academia Safos, y tras el golpe militar del 18 de julio de 1936 volvió a su pueblo natal, Villaverde de Íscar (Segovia), donde de inmediato se puso a disposición de la Guardia Civil y de las autoridades, que apoyaban sin fisuras a los sublevados. Aseguró no haber pertenecido a ninguna organización del Frente Popular y no haber ocupado ningún cargo en el Gobierno republicano después del 18 de julio, ya que de inmediato se trasladó a la zona sublevada. Ni tomó parte en ningún hecho en armas ni pagó suscripciones a la República. Dijo que ayudó a mantener el orden ofreciendo su automóvil. Después fue llamado a filas46.

El 22 de octubre de 1941 fue nombrado agente de segunda clase y poco a poco fue ascendiendo en el escalafón de la Policía política de Franco. En los años sesenta se dedicó principalmente a detener a militantes del movimiento obrero, ya que formó parte del Grupo I de la BPS, encargado de vigilar las actividades de los trabajadores y de apresar a los sindicalistas antifranquistas47. Marcelino Camacho, líder de Comisiones Obreras (CC OO), le nombró varias veces en su autobiografía, cuando describe su detención y posterior encarcelamiento:

… cuando fuimos a entregar el escrito, después de terminar la reunión, bajamos desde Cuatro Caminos por Raimundo Fernández Villaverde hasta el Ministerio de Trabajo. Al llegar, casi a la altura del ministerio, nos salió al encuentro Delso, el tristemente famoso comisario de la Brigada Político-Social y responsable de la persecución de las CC OO. «Hombre, Camacho —me dijo—, tú por aquí…». Sin más explicaciones nos metieron en un Land Rover y nos llevaron inmediatamente al patio interior del Ministerio de Trabajo. Al cabo de un buen rato, en un furgón de detenidos, nos condujeron al Ministerio de la Gobernación en la Puerta del Sol48.

En los años setenta alcanzó su posición más alta en el escalafón policial cuando fue nombrado comisario de segunda clase (5 de febrero de 1971). El jefe superior de la Policía de Madrid declaró que Delso «era de una buena conducta moral y profesional, pública y privada, considerándole apto para el mando de una plantilla». Desde entonces fue uno de los miembros de la BPS más relevantes en la represión del movimiento obrero49.

Claudio Ramos Tejedor nació en Arrabalde (Zamora), donde su padre era secretario del ayuntamiento. A los diecisiete años se incorporó a la Guardia Civil y el 25 de junio de 1945 ingresó en el Cuerpo Superior de Policía. Trasladado a Lérida, allí recibió felicitaciones por su lucha contra los guerrilleros y por la detención de una banda dedicada al tráfico de oro. Después solicitó ser destinado a Asturias. Llegó a Oviedo en 1946 y se dedicó a trabajos burocráticos. Poco después pidió el trasladado a la Brigada Político-Social. Junto con otros tres agentes fue agregado a la Brigadilla de Orden Público, dependiente del Gobierno Militar. Participó en la lucha contra la guerrilla, como en las detenciones de Manuel Fernández, alias El Peque, y de Joaquín González, alias El Tranquilo, las dos en 1951. Su trabajo consistía en conseguir confidentes y delatores dentro del movimiento guerrillero mediante detenciones y torturas50.

Ramos Tejedor también destacó por su labor al hacer frente a las huelgas mineras de 1962 en Asturias. A comienzos de los años setenta se convirtió en jefe de la Policía de Oviedo, donde fue entrevistado, nada más asumir el cargo (diciembre de 1972), por el semanario Asturias Semanal. El artículo explica que su trayectoria era «brillante» y que se trataba de un hombre cabal, humano, empático y familiar, que pasaba con sus hijos (tenía siete) sus ratos libres y leía libros de criminología, derecho y sociología. Obviamente, en ningún momento se mencionaba a todas las personas a las que había detenido por motivos políticos. Tan solo se aludía a los «delitos de tipo policial», refiriéndose a lo que había sucedido en la minería y en la siderurgia asturianas, loando su actitud como policía: «Es un hombre con un sentimiento muy profundo de amor al prójimo que procura el bien a los demás, a costa, muchas veces, de su propio sacrificio. A veces nos planteamos cómo nuestro velar significa el descanso de otros»51.

José Sainz nació el 25 de marzo de 1917 en la aldea de Campoó de Yuso (Cantabria). En 1943 fue destinado a la Brigada Móvil en Vizcaya, donde se dedicó a detener a miembros de la guerrilla antifranquista y a desarticular grupos del PCE. En febrero de 1946 lo trasladaron a la comisaría de Reinosa (Cantabria) y poco después a Asturias, para realizar acciones contra el movimiento guerrillero. También trabajó en Bilbao, ciudad en la que comenzó su carrera ascendente hasta llegar a lo más alto de la Jefatura de Policía52.

Melitón Manzanas nació en San Sebastián el 9 de junio de 1909. Inició su carrera política cuando era muy joven, durante la Segunda República, ya que militó en Acción Popular, partido de derechas y monárquico del que llegó a ser jefe de juventudes en la ciudad guipuzcoana de Irún. El golpe del 18 de julio de 1936 fracasó en el País Vasco, lo que supuso su detención y traslado al Fuerte de Guadalupe, donde permaneció hasta septiembre de 1936, momento en el que logró huir a Francia. Posteriormente regresó a España, a la zona sublevada, donde combatió como voluntario (en la división «Flechas Verdes») en las ofensivas del Ebro, de Cataluña y de Madrid53.

En mayo de 1939 empezó su carrera policial como agente auxiliar del Cuerpo de Investigación y Vigilancia en la comisaría de Irún, desde donde apoyó a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Allí también realizó sus primeros interrogatorios y torturas, por las que recibió diversas felicitaciones. El 23 de mayo de 1946, la DGS premió públicamente a Melitón Manzanas por los trabajos realizados en la frontera francesa.

En la década de los años cincuenta su carrera se consolidó tras detener a militantes de la UGT, del PSOE y del PCE. Fue trasladado, pero poco después, en junio de 1958, volvió a San Sebastián.

En los años sesenta, Manzanas se especializó en ETA, trabajo por el cual recibió una felicitación pública (agosto de 1961) y un premio de dos mil pesetas. En la nota se decía que había detenido a veintidós miembros «de una organización separatista vasca, que habían realizado hechos contrarios al régimen». El 27 de julio de 1964 recibió la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo, y tres años después fue nombrado inspector jefe del Cuerpo General de Policía y de la BPS en San Sebastián54. Se convirtió en uno de los policías más conocidos de la época —por los métodos que usaba— y en una de las principales dianas de la organización terrorista ETA, asunto que trataremos más adelante.

LOS APRENDICES

En esta última categoría incluimos a los discípulos de los jefes de la BPS de los que ya hemos hablado (Saturnino Yagüe, Roberto Conesa o Claudio Ramos). Entraron en la Policía en los años sesenta o setenta, en el llamado «tardofranquismo», infiltrándose en el movimiento estudiantil, acudiendo a la universidad y participando en asambleas y reuniones clandestinas para después perseguir y detener a los cabecillas de las principales organizaciones universitarias antifranquistas.

El famoso Billy el Niño —llamado así por la facilidad con la que sacaba la pistola cuando interrogaba a sus detenidos— desarrolló una carrera fulgurante en los últimos años de la dictadura: en septiembre de 1969 fue nombrado funcionario en prácticas en el Cuerpo General de Policía; en diciembre de ese mismo año, ascendió a subinspector de segunda clase y, apenas seis años después, en septiembre de 1975, había subido nada más y nada menos que quinientos puestos en el escalafón. Su vertiginosa promoción se debió, sobre todo, a que fue uno de los policías que más activamente participó en las operaciones policiales contra el movimiento estudiantil durante los últimos años de la dictadura.

El 10 de agosto de 1970 recibió su primera recompensa —dos mil pesetas— por su «eficiente labor llevada a cabo en actividades estudiantiles», y solo unos meses después, el 26 de diciembre, le fue otorgada esa misma cantidad por capturar a los dirigentes de la Comisión Coordinadora Estudiantil. A lo largo de su carrera recibió seis recompensas más por detener sobre todo a jóvenes estudiantes y a militantes de la izquierda radical. Fue uno de los policías más conocidos entre las víctimas, porque sacaba la pistola en los interrogatorios y daba su nombre a los que torturaba. Desempeñaría un importante papel en la Transición junto a los grupos de extrema derecha55.

Pascual Honrado de la Fuente entró en la BPS en 1954, con el aval de Claudio Ramos, y se convirtió en su mano derecha durante el resto de la dictadura. Conocido como Pascualón por los militantes antifranquistas, se hizo famoso por sus torturas en los interrogatorios. Recibió la Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco, según el BOE del 31 de julio de 1967, «en atención a los méritos que concurren en los interesados, que se han destacado por su entrega al cumplimiento del deber y por sus condiciones de preparación, acrecentando con ello el prestigio corporativo, y con el propósito de fomentar la interior satisfacción y estímulo de los funcionarios dependientes de la Dirección General de Seguridad». En 1969 le concedieron otra medalla por su eficaz trabajo en la BPS56.