Era un precioso día en el reino de Arendelle, y no solo uno, ni dos, sino tres barcos extranjeros estaban anclados en el puerto. El rey Agnar y la reina Iduna recibían a los invitados en el jardín del castillo. Si todo iba bien, Arendelle tendría tres nuevos aliados comerciales cuando acabara la visita.

En el castillo, Elsa y Anna miraron incrédulas el desayuno.

—¿Hoy tenemos chocolate porque han venido invitados importantes? —preguntó Anna.

—Supongo que podríamos negarnos a comer —bromeó Elsa.

—¡No! —Anna mordió un cruasán de chocolate—. Elsa, ¿podemos jugar con la magia?

—Se supone que debemos permanecer en nuestras habitaciones y no molestar a los invitados —dijo Elsa.

—Elsa, pooor-faaa-vooorrrrr —rogó Anna—. Podemos escondernos. ¡No nos encontrarán! Y además, el castillo ahora está reluciente, sería una pena no aprovechar esta oportunidad.

—¡Vale! —exclamó Elsa—. Vamos a jugar, pero no tenemos que hacer ruido.

Las dos hermanas corrieron por los largos pasillos del castillo. El rey y la reina todavía estaban en los jardines, así que Elsa movió sus manos en el aire.

—¡Zas!

De pronto, el suelo quedó cubierto por una brillante capa de hielo.

—¡Sí! —gritó Anna, patinando.

Cuando el rey y la reina entraron con los invitados, Anna y Elsa se escabulleron rápidamente. ¡Nadie las vio!

—¡Por poco! —susurró Elsa a Anna—. Debemos tener cuidado o nos meteremos en un lío.

—¡Vale! —dijo Anna—. Pero ¿podemos usar la magia para hacer estatuas de hielo? Por favor, Elsa. Esta se detuvo un instante, movió las manos y apareció una estatua de hielo. Después, ¡creó unas cuantas más! Las hermanas gritaron de alegría.

—Y ahora queremos enseñarles algunas de las mejores obras de arte de Arendelle... —dijo el rey en el pasillo.

Anna y Elsa los oyeron y corrieron hacia la cocina. El rey y la reina acompañaron a sus invitados a la sala de arte. Anna y Elsa se habían ido, pero las esculturas de hielo seguían allí.

—¡Ah! ¡Ya veo! —exclamó el barón de Snoob—. Estas estatuas son extraordinarias, muy vanguardistas.

En la cocina, ¡Elsa desató su poder! Creó un montón de hielo y nieve. Las hermanas comenzaron una divertida batalla de bolas de nieve.

—¿Ves esa sartén? —preguntó Elsa, y la golpeó con una bola de nieve.

Las dos hermanas se divertían tanto que los reyes y sus invitados estuvieron a punto de descubrirlas.

Antes de que entraran en la cocina, Anna y Elsa se deslizaron por la escalera.

Cuando el rey y la reina entraron en la cocina, se sorprendieron al ver todo ese hielo. Pero los invitados pensaron que las bolas de nieve eran preciosas. —¡Oh, vaya! ¡Es justo lo que necesitamos en este caluroso día de verano! —exclamó el barón, poniendo una bola en una taza—. ¡Tienes que probarlo, querida!

—Pffffff... —murmuró la baronesa, mirando la bola de nieve.

—¡Ah, sí! —rio el rey—. El hielo es el principal producto comercial de Arendelle.

—¡En efecto! Recolectamos mucho hielo de los lagos de las montañas cercanas —añadió la reina.

Anna y Elsa corrieron por todo el castillo. En el salón de baile, Elsa creó montañas de nieve y se deslizaron por ellas e hicieron ángeles en la nieve...

Pero de repente, las chicas oyeron que los invitados se dirigían al salón de baile.

—¡Oh! ¡Oh! —dijo Elsa sobresaltada—. ¡Vámonos!

—¡Casi nos descubren! —exclamó Anna. Y fueron corriendo a sus habitaciones.

Mientras, en el salón de baile, el rey y la reina se quedaron boquiabiertos al ver las montañas de nieve y...

—¡Oooh!

La baronesa resbaló y cayó sobre un montón de nieve. Preocupados, los reyes corrieron en su ayuda.

—¡Ángeles de nieve! —exclamó la baronesa—. ¡Me encantan, qué sorpresa más maravillosa!

—¡El reino de Arendelle sabe complacer a sus invitados! —dijo el barón riendo a carcajadas.

Todos disfrutaban de la nieve y la decoración. El rey y la reina estaban encantados al ver como se divertían sus huéspedes. Los tres invitados querían hacer negocios con Arendelle, un reino próspero y feliz.

Por la noche, poco después de que los invitados se retiraran a sus habitaciones, el rey y la reina fueron a ver a sus hijas. Ambas parecían estar durmiendo profundamente.

Pero en cuanto se fueron, las hermanas abrieron los ojos.

—Elsa, ¿quieres jugar? —preguntó Anna.

—Anna, ¡ya hemos hecho bastantes travesuras hoy! —dijo Elsa. Anna se recostó en la almohada y suspiró.

—Pero ¡ha merecido la pena! —suspiraron a la vez.