Mas no sabían que esta organización de cosas no puede existir solo por sí misma, que presupone cierta armonía entre mundo y espíritu, cuyo trastorno es siempre posible; que la historia universal, en conjunto, no aspira en absoluto a lo deseable, a lo razonable y a lo bello ni lo favorece, sino que a lo sumo lo tolera de tiempo en tiempo como excepción.

El juego de los abalorios, Hermann Hesse.