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Míralo. Está asustado. Intenta demostrar lo contrario. Arruga las cejas y los labios. Le tiembla la mandíbula. Sabe que con apretar los puños no intimida a nadie. Sin embargo, lo hace. Respira exaltado. Te observa con furia. Nezahualcóyotl quiere matarte a golpes.
¿Cómo te atreviste, Tlacaélel? ¿En verdad pretendes arrebatarle al príncipe chichimeca la gloria de recuperar el imperio que le heredó su padre Ishtlilshóchitl? ¿Dividir el huei tlatocáyotl1 entre Teshcuco y Meshíco Tenochtítlan? ¿Quién te crees que eres? ¡No! El imperio le pertenece a Nezahualcóyotl, al príncipe chichimeca, al único heredero legítimo. El imperio es chichimeca-acólhua. Les pertenece a los descendientes de Shólotl. Tezozómoc y Mashtla eran tepanecas, con ascendencia chichimeca-acólhua. Tenían derecho a reclamar el imperio por ser bisnieto y tataranieto del fundador. Pero tú, Tlacaélel, hijo de Huitzilíhuitl, nieto de Acamapichtli, meshícatl tecutli2 de un pueblo que hace algunas décadas no era más que una tribu de bárbaros sin tierras. Los meshítin3 dejaron de ser plebeyos gracias a que Tezozómoc les entregó a su hija Ayacíhuatl para casarla con Huitzilíhuitl, mientras que Techotlala casó a Ishtlilshóchitl con Matlacíhuatl, hermana de Huitzilíhuitl. Gracias a ellos la isla de Tenochtítlan creció al triple y los meshícas se integraron a la nobleza del valle. ¿Y así le pagas a tu primo Nezahualcóyotl?
Observa. No puede contener su rabia. Tanto tiempo huyendo de las tropas de Tezozómoc y Mashtla. Tantos años planeando su venganza. Tanto trabajo para convencer a los pueblos vecinos de aliarse a su partido. Tanto esfuerzo para ganar la guerra para que ahora vengas tú a cobrarle el favor. «¿De qué hablas?», la mirada de Nezahualcóyotl se mantiene fija. No puede creer lo que acaba de escuchar. «Ése no es el acuerdo que teníamos», le dice al sacerdote Azayoltzin. «Ahora lo es», intervienes con una actitud que nadie había visto en ti: absoluto y espléndido.
Silencio.
Nezahualcóyotl te mira fijamente a los ojos. Para él esto es una traición. Peor aún viniendo de ti, su primo. El príncipe chichimeca y el tlatoani Izcóatl habían acordado una alianza antes de comenzar la guerra, en la que Meshíco Tenochtítlan quedaría exento de pagar tributo si ganaban. Un acuerdo que Izcóatl no anunció a nadie más para evitar traiciones dentro del gobierno tenoshca. Un acuerdo que se habría mantenido si tú no hubieras sido electo sacerdote del Consejo y no hubieras impulsado la reforma con la cual todas las decisiones del tlatoani deben ser aprobadas por los seis nenonotzaleque «consejeros». Lo cual implica que, en adelante, el meshícatl tecutli estará sujeto al Consejo, en tanto que el acuerdo entre Nezahualcóyotl e Izcóatl se invalida al no haber sido aprobado por los consejeros. No conforme con quitarle poder al tlatoani de Meshíco Tenochtítlan, ¿ahora pretendes arrebatarle la mitad del imperio a Nezahualcóyotl?
Sí.
«¿Qué esperabas?», deberías responderle al Coyote sediento. «¿Que sacrificáramos a miles de soldados sólo para saciar tu sed de venganza? ¿Para que te alzaras con la victoria y quedaras en los libros pintados como el gran héroe? Tú no tenías nada para derrotar a Mashtla. No tenías ejército. No tenías con qué financiar la guerra. Las flechas, arcos, escudos, lanzas y penachos cuestan. Alimentar a los soldados en el campo de batalla cuesta. No tenías nada. ¿Qué esperabas, Coyote ayunado? ¿En verdad creíste que la gente te iba a apoyar sólo por ser el heredero del imperio? ¡Qué equivocado estabas!».
Silencio.
Bien hecho, Tlacaélel. No digas nada. Guarda silencio. Déjalo que reaccione, que cometa errores, que diga alguna tontería. Está furioso. Observa su puño derecho. Quiere golpearte, pero le tiembla la mano. No se atreve. No lo hará. Se cree más inteligente que tú. Siempre te ha subestimado, como casi todos. No sabe lo que le espera. Sigue creyendo que los aliados son de verdad. Ignora que las alianzas siempre son a medias y con un cuchillo escondido tras la espalda. Si sus aliados aceptaron levantarse en armas contra Mashtla fue con el único propósito de acabar con el huei chichimeca tlatocáyotl y crear otro. Empezar una nueva era. Así es el ciclo de los imperios: desapareció Cuicuilco y surgieron Cholólan4 y Teohuácan.5 Con la caída de estas dos ciudades nacieron Tólan Shicocotitlan6 y Shochicalco. Después de la desaparición de los toltecas y los shochicalcas llegó Shólotl, el pentabuelo de Nezahualcóyotl, y fundó en Tenayocan7 su pequeña ciudad, sin imaginar que un día se convertiría en un imperio. El huei chichimeca tlatocáyotl. El imperio que hoy ha caído.
Nezahualcóyotl nunca será huei chichimécatl tecutli.8 Con suerte gobernará Teshcuco. No se ha dado cuenta de que la guerra no ha concluido. No fue suficiente con asesinar a Mashtla e incendiar todo el huei altépetl9 Azcapotzalco. No basta con declararse huei chichimécatl tecutli. Falta que lo reconozcan y le juren obediencia. Más aún, que le tengan temor y respeto. Casi todos sus aliados están preparándose para declararse independientes y luego emprender una cadena de conquistas. Iztapalapan, Shochimilco, Míshquic, Ashoshco, Mishcóhuac, Cuauhshimalpan, Huitzilopochco, Atlicuihuayan,10 Hueshotla, Coyohuácan, Shalco. Pero ninguno de esos señoríos tiene el ejército ni la organización que posee Tenochtítlan. Y no sólo eso. Les falta un guía. Un verdadero líder. Alguien que tenga la visión para hacer de sus pueblos la nueva Teohuácan. Y ése eres tú, Tlacaélel.
Sabes que eres tú. Siempre lo has sabido. Eres el elegido. Naciste para hacer de nuestro pueblo el imperio más grande que haya existido sobre toda la Tierra. Tú honrarás a nuestros ancestros. Tú nos llevarás a la cima de la victoria. Tú eres grande, Tlacaélel. Eres el único que nos puede sacar de esta miseria.
Sin embargo, tu labor no será fácil. Deberás confrontar a los de tu misma raza. Algunos intentarán quitarte del camino. Te traicionarán. Querrán matarte. Y tú. Sí. Tú, El Desposeído, defenderás tu misión, a tu tierra, a tu gente, a tu raza, a tu sangre, por encima de todas las cosas, por encima de tus seres más amados, por encima de cualquiera que pretenda obstaculizar el crecimiento de nuestra ciudad isla.
En tus manos recaerá el poder absoluto del gobierno y la religión. Serás proclamado cihuacóatl. Te convertirás en la consciencia del tlatoani. El gemelo consorte. El guía de los tenoshcas. El líder de las tropas. El sacerdote omnipotente del Coatépetl.11 El creador de la ciudad más hermosa que el mundo haya visto jamás.
Tú orientarás a los tlatoque. Serás su guía espiritual. Su consciencia. Su voz y su oído. Sus ojos, su olfato y su tacto. Tú, Tlacaélel, les mostrarás el camino. Llevarás a los tenoshcas a las guerras más sangrientas. Enfrentarás a los enemigos más feroces y derribarás a los más poderosos. Subirás al huei teocali,12 sacrificarás a miles de hombres, mujeres y niños capturados en campaña, les abrirás el pecho, levantarás tus brazos bañados en sangre, con un corazón vivo entre tus dedos, lo ofrecerás a los cuatro puntos solsticiales y me lo entregarás a mí, el dios portentoso, tetzáhuitl Huitzilopochtli. Me alimentarás con la sangre de los presos sacrificados. Y yo me encargaré de lo demás. Te aseguro, hijo mío, que toda la Tierra recordará por siempre por qué somos meshícas.
1 Huei tlatocáyotl, «gran señorío» o «imperio».
2 Mexicatl tecuhtli, «señor mexica» o «gobernante mexica». Véase el «Anexo lingüístico» al final del libro.
3 Mexitin —pronúnciese meshítin—, «oriundos de Meshíco». «Mexicas» es la castellanización de mexitin, que en singular es mexícatl. El sufijo -tin pluraliza los sustantivos mientras que -tl los singulariza.
4 Cholólan, generalmente escrita Cholollan, actual ciudad de Cholula, Puebla.
5 Un análisis del Códice Xólotl maneja la hipótesis de que Teotihuacan no fue la «Ciudad de los Dioses», sino la «Ciudad del Sol». Asimismo, que los chichimecas y algunos toltecas que llegaron al valle después del abandono de la urbe debieron nombrarla Teohuácan o Teo uacan, es decir, la «Ciudad del Sol».
6 Tólan, generalmente escrita Tollan, actual ciudad de Tula, Hidalgo.
7 En la actualidad Tenayuca, Estado de México.
8 Tecutli, en plural tetecuhtin, «señor» o «gobernador». Por lo tanto, chichimecatecutli o chichimécatl tecutli significan «gobernador chichimeca» o «señor de los chichimecas».
9 Altépetl, en plural altepeme, viene del náhuatl al, «agua», y tépetl, «cerro» o «montaña». Aunque la traducción literal es «agua montaña», se entiende como «montaña de agua». El término se refiere a los asentamientos o territorios poblados por gente y se puede utilizar como sinónimo de señorío, ciudad, pueblo o comarca. El huei altépetl Azcapotzalco es el «gran señorío de Azcapotzalco», mientras que la traducción de huei altépetl Teshcuco sería «gran señorío de Teshcuco».
10 Actualmente Mixcoac, Cuajimalpa, Ajusco, Churubusco y Tacubaya. Los nombres fueron mal interpretados por los españoles y, por ello, se han mantenido así hasta el día de hoy.
11 Coatépetl, nombre original del Templo Mayor. Véase anexo al final del libro titulado Coatépetl.
12 Teocali (de teo, «dios», y calli, «casa»), «casa de [algún] dios». Véase anexo al final del libro titulado Coatépetl.