—¡Por fiiiiiin! —gritó Gisele tirando su mochila al suelo.
Acabábamos de llegar del cole y habíamos subido a toda prisa a nuestro cuarto.
Las dos nos miramos, sonreímos y chillamos:
—¡vacaciones!
Nos abrazamos y saltamos por la habitación. De la emoción nos caímos al suelo y empezamos a reír. ¡Suerte que había una alfombra peludita y suave!
Cuando terminamos de reírnos, nos pusimos de pie y nos acercamos a la ventana.
—Jo, no hay manera —se lamentó Gisele—. Con las ganas que teníamos…
Es que nos encantaba la nieve. Aunque se te congelaban las manos, jugar con ella era genial. Pero nada, no nevaba.
—Bueno, puede que nieve mañana —comentó mi hermana.
Es lo que repetíamos cada día, pero no funcionaba.
—Chicas, ¿podéis venir, por favor? —nos llamó mamá.
Gisele y yo bajamos corriendo a ver qué quería.
—¿Qué pasa, mami? —le dije, sentándome a su lado en el sofá.
—¿Necesitas ayuda para preparar la cena? —preguntó Gisele.
—Muchas gracias, pero no es eso —respondió—. Es otra cosa…
—Tenemos una sorpresa para vosotras —nos explicó papá.
—¡Qué guay! —gritó Gisele.
—¡Sí, nos gustan las sorpresas! —exclamé, levantándome de un salto.
Papá y mamá se miraron y sonrieron, mientras Gisele y yo nos preguntábamos qué sería. Al cabo de un minuto no pude más:
—¿No nos vais a decir qué es? —pregunté inquieta.
—No —respondió papá—. Tendréis que buscarla…
—… en el congelador —terminó mamá con voz misteriosa.
—¿En el congelador? —repitió Gisele con cara de no entender nada.
—¿Qué pasa, es que os asusta el frío? —quiso saber papá.
—¡Claro que no! —respondimos las dos a la vez y corrimos a la cocina.
Abrimos el congelador y, entre las bolsas de guisantes, los tarros de helado y las barritas de pescado, vimos una carta.
—¡Cógela, Gisele! —le pedí a mi hermana, porque yo no llegaba.
—¡Voy! —respondió, poniéndose de puntillas y estirando el brazo.
Cuando cogió la carta, nos juntamos mucho para abrirla las dos a la vez.
Dentro del sobre había una tarjeta preciosa y brillante donde ponía:
—¿Vamos al Pueblo de la Nieve? —pregunté, superemocionada.
—¡Sí! —contestó papá.
—Y salimos mañana —añadió mamá un segundo después.
¡Qué ilusión! Gisele y yo teníamos muchas ganas de verlo y de participar en el concurso, ¡nos encantan los muñecos de nieve!