Mucha gente se olvida de que no soy un nick, @amarmolmc. Tengo nombre y apellidos y ambos responden a una persona detrás de las pantallas a la cual pocas personas conocen de verdad.
A los cinco años, Àngela Mármol Martins iba a ser veterinaria. Cuando se dio cuenta de que no todo consistiría en cuidar de los animales, sino que también tendría que verlos sufrir, sintió que no sería capaz de vivir de esa profesión y borró la idea de su mente.
Como toda niña, idolatraba a Ariana Grande y a Selena Gómez (sigue haciéndolo a día de hoy), así que pensó que podría ser como ellas: cantante y actriz. Pero, con el paso del tiempo, se dio cuenta de que nada de aquello estaba hecho para ella…
Años después creyó que quizá como periodista o diseñadora sería más feliz de mayor. En aquella época, como buena preadolescente, quería llegar a ser como Sara Carbonero: salir en televisión, tener estudios, aprender a hablar en público, etc.
Finalmente, gracias a las redes sociales y con la ayuda de sus profesores, se dio cuenta de que le gustaba hablar, la publicidad y mediar. Tenía que comunicar. Era su vocación, aquello para lo que estaba hecha.
Entendió que no quería llegar a ser como nadie, quería construir su propio camino, un camino del que no conocía el final, con las únicas guías del entusiasmo y la pasión. Daba igual dónde acabase, siempre y cuando no perdiera la cabeza y fuera feliz. Buscaba un sendero en el que no existieran el egoísmo ni la falsedad.
Y para ello no tenía que ser famosa como su adorada Ariana Grande, ni una gran actriz como Selena Gómez, ni siquiera la mejor periodista, como Sara Carbonero. Solo tenía que ser coherente con sus ideales, seguir a su corazón y hacer las cosas con total transparencia.
Ser su inspiración. Ser ella misma.
A finales de 2020, Àngela no sabe por qué profesión decantarse… Lo único de lo que está convencida es de que quiere ayudar, concienciar, transmitir todas esas sensaciones y experiencias que le han hecho sufrir en un momento de su vida para que otros no pasen por lo mismo.
Le dan igual todas las críticas que pueda recibir o las barreras que le vayan a imponer. Su mayor impulso en la vida es saber que, gracias a su historia, puede ayudar a los demás y que no se sientan tan perdidos como lo hizo ella en su momento.
Que todos encuentren su camino.
Y sabe que, siguiendo todas esas pasiones, llegará lejos.
No va a forzar un destino, llegará por sí solo.
Solo he querido presentarme y mostrarte que no soy tan distinta a ti. Para nada. Soy una adolescente como tú, que ha vivido mucho a su corta edad. Me he encontrado en situaciones con las que espero nunca tengas que enfrentarte. Porque duelen y pueden llegar a anularte. Y por eso quiero contártelo. Porque me hubiera gustado que alguien me lo contase a mí. Planeta, de la mano de Leticia, mi editora, me ha ofrecido esta oportunidad, así que pienso aprovecharla.
No soy prepotente, pero sí directa.
No soy inmadura, pero me río mucho.
No soy cariñosa, pero quiero mucho a los míos.
No soy ambiciosa, pero sí perfeccionista.
No lloro en público, pero tengo los mismos sentimientos que todos.
No soy…
Sí. Soy. Soy Àngela.
¿A qué conclusión llegas?
CARMEN CABESTANY
PRESIDENTA DE NACE (NO AL ACOSO ESCOLAR)
«Ángela, a lo largo de su corta vida, ha sufrido experiencias que le han hecho aprender y madurar rápido, pero ha sabido hacer frente a la adversidad y ha aprendido a sobreponerse al miedo, a la rabia, a la impotencia, al dolor... Sobre sus hombros ha llevado cargas muy pesadas y, sin embargo, siempre ha conseguido levantar el vuelo. El maltrato podría haberla sumido en el victimismo, en la amargura, en el rencor, pero ha sabido transmutarlos en positividad y sonrisas; y, lo más importante, en ayudar a los niños que sufren acoso escolar. ¡Siempre adelante, Ángela!»
JONATAN PENCO, influencer
«Lo que me gusta de Àngela es que es una chica real, transparente, fuerte y luchadora, con la capacidad de inspirar a los demás a ser mejores personas.»
PAULA CASTAÑO, amiga
«Eres una persona supertransparente, te muestras tal como eres y, aunque un día estés mal, siempre tienes la capacidad de transmitir alegría.»
JOEL DEL MORA, amigo
«Por muy duros que sean los problemas, con valentía y positividad siempre los supera. Siempre sonríe y saca lo bueno de los demás por encima de todo. Con su luz propia y la espalda cargada.»
NATALIA ACQUABONA, amiga
«Si me piden que te defina en una sola palabra, mi respuesta es "tenaz". Sabes con certeza lo que quieres, y durante estos últimos dos años, has ido ganando una fuerza que te hará crecer para el resto de tu vida. Aunque tu apariencia sea frágil, detrás de tu nombre se esconde una chica segura de sí misma, de quien he aprendido que hay que rechazar los prejuicios para conocer la verdad de los que nos rodean.»
AIDA MARTORELL, influencer
«Para mí Àngela es una persona muy especial, muy empática y muy buena con los demás. Siempre te saca una sonrisa porque es una persona muy alegre y lo contagia. Valoro mucho que no le guste crear malos rollos ni formar parte de ellos.»
Liberación
Miedo
Enero de 2020
Necesito llorar
Necesito llorar, pero no puedo. Tengo que hablar, soltarlo, gritar… Estoy en una batalla conmigo misma.
Mi mente es un caos, tengo que enfrentarlo, pero no puedo.
Me siento hundida en mis sentimientos, tan hundida que no los encuentro.
Incapaz de hablar, con nudos en la garganta, intento expresarlo y a lo único que llego es a sentir dolor, dolor hasta las piernas. Me mareo, se me acelera el pecho y desconecto.
Y es ahí cuando no consigo conectar con mis recuerdos. Mi cerebro y yo estamos en un bucle que creo no tiene salida.
Toda la ansiedad viene por un miedo y creo que el mío es el tocar fondo y no poder levantarme, no volver a sonreír, pero tengo que superarlo y lo voy a hacer escribiendo.
Escribiendo sobre todo eso que me ha hecho sentir mal durante estos meses, sobre esos temas de los cuales solo escuchar su mención me escocía el corazón y sobre los que he llegado a conclusiones que, mediante la palabra, no he logrado expresar.
Escribí este fragmento tras abrir los ojos, después de despertar del sueño en el que había permanecido mucho tiempo. En aquel momento empecé a darme cuenta de todo lo que me había sucedido y supe que no lo podía asimilar ni expresar; no, por lo menos, hablando. Así que quise plasmar mis sentimientos mediante la escritura para aceptar, superar y dejar atrás un capítulo de mi vida.
Quizás en alguna ocasión te hayas sentido así, tal como muestran estas sensaciones transformadas en palabras, y puede que ver cómo salí de ahí te ayude o ayude a alguien que conozcas.
Por eso, para acercarme a ti, cada capítulo de este libro contiene un texto íntimo, de mi diario personal, para que te puedas sentir identificado y ver que siempre hay luz al final del túnel.
Antes de empezar, quiero dejar claro que no todas las experiencias que vivimos se pueden compartir, pero podréis haceros una idea de lo que quiero decir.
Si has leído mi primer libro, Sonríe aunque te cueste, y crees que sabes por lo que pasé de pequeña, te diré que en esas páginas solo pude explicar una pequeñísima parte de mi infancia. Hay temas que tienen que permanecer en privado por diferentes circunstancias, pero hay otros que, aunque sé que sin tratarlos mi vida sería mas fácil, quizás valen una lagrima mía que pueda ahorrar diez tuyas. Y si de esta manera puedo ayudar a alguien, no me lo pensaré dos veces, pues no será sufrimiento en vano.
Uno de los motivos por los que he llorado mucho son las redes sociales. Durante este último año han afectado a mi vida personal y la de mi entorno. Me he dado cuenta de que nada es lo que parece: detrás del color rosa siempre hay escalas de grises, y tras cada sonrisa que ves, hay mucho sufrimiento, decepciones y traiciones. Es muy fácil que te engañen desde detrás de una pantalla y que, por culpa de ello, tu confianza, autoestima y felicidad disminuyan, y eso no lo podemos permitir.
Tampoco puedo permitir que pienses que lo que ves en las redes sociales es real y perfecto e intentes alcanzar algo inexistente, porque serás muy infeliz.
La impotencia ha ido creciendo dentro de mí a causa de todas las críticas que he recibido este año, por culpa de todos los vídeos de niños y niñas que se dejaban llevar por mentiras. Ha sido un enorme sufrimiento que he vivido en primera persona y que me bloqueaba a la hora de hacer algo. De dejar de hacer nada…
Pero no hace falta que me vaya tan lejos… He llegado a preguntarle a diario a mi familia cómo soy, porque ni siquiera lo sabía. Llegó un momento en el que ya no me reconocía. Àngela Mármol pasó de ser una persona a convertirse en un perfil. Mi persona ya no existía. Me habían dicho tantas veces cómo tenía que ser, qué debía hacer, cómo actuar… que desconecté. Mi cuerpo ya no sentía y mi mente no le encontraba el sentido a nada. Era un ente sin alma.
A medida que sigas leyendo, te darás cuenta de que no exagero un pelo… Llega un momento en el que no puedes más. Me di cuenta de que es muy fácil dañar a través de las redes mediante comentarios ofensivos, insultos y menosprecios que acaban con las ganas de vivir de mucha gente.
«Con esa cara que tienes, normal que no te quiera nadie.»
«Prefiero nadar entre tiburones antes que apoyarte.»
«Ojalá te mueras, le harías un favor a mucha gente.»
Cuando un rumor vale más que la verdad, como fue en mi caso, necesitas coger aire y plantearte por qué empezaste en la plataforma, recordarte que lo único que quieres es ser tú mismo, divertirte y ayudar a la gente. Recordar que tú no eres la persona que ven a través de las pantallas, que eres alguien de carne y hueso, igual que tus seguidores, y que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a hundirte, mucho menos carece de la valentía suficiente para decírtelo mirándote a los ojos.
Si fuésemos como los demás quieren que seamos, acabaríamos todos iguales, moldeados por la sociedad, como muñecos sin alma.
Ganar likes odiando es una opción que últimamente está escogiendo mucha gente, y lo triste es que les funciona, pero no la comparto. Me parece vergonzoso que se apoye más a gente que insulta, que denigra y que incita al odio que a personas con talento o que se lo han trabajado de verdad.
Si no te puedes aceptar como eres, pide ayuda, pero no cargues contra los demás. Las redes sociales pueden ser muy bonitas si las utilizamos bien. No dejemos que esto se convierta en una pesadilla por cuatro followers.
2020, el año en el que he aprendido a expresar con palabras sentimientos que me hacían estar mal, y he querido plasmarlos en este libro.
Desconcierto
Empiezas en las redes y todo es color de rosa: te aferras a los likes y comentarios positivos, que te suben el ánimo e intentas que eso se mantenga por encima de todo.
«Eres la mejor.»
«Mis días son más felices si te veo sonreír.»
«Gracias a ti soy mejor persona.»
En vez de complacerte y vivir experiencias para recordar, las vives para compartirlas y tener la respuesta de tus seguidores.
Llega un punto en el que el mero hecho de publicar una foto te crea ansiedad por el qué dirán. Te has perdido en tu propio personaje, has pasado de ser persona a perfil y a vivir para ello. Solo piensas en lo que les gusta a tus seguidores y te olvidas de cómo eres realmente. Te conviertes en un avatar moldeado según el gusto de la sociedad. Si tienes menos likes, te crees peor persona, ya que no entiendes por qué antes recibías más apoyo, crees que los comentarios de gente desconocida te definen… En definitiva, tu autoestima ya no depende de ti y te pierdes. Ya no sabes quién eres, qué te gusta ni quiénes son tus amigos de verdad… No sabes qué camino seguir en tu vida.
¡BAM! De repente pasa algo serio y te encuentras en un mar de inseguridades y despechos. Inconscientemente, tu autoestima se había erigido sobre pilares de halagos de la gente que te admiraba. Cuando no hay pilares, todo se hunde. Te acostumbras a tener todo ese apoyo de las redes, pero este se desvanece en un abrir y cerrar de ojos, y crees que no te queda nada.
Cae el telón y te das cuenta de que solo eras una moda para mucha gente, un juguete de usar y tirar. Ahora tienen un juguete nuevo y se han cansado de ti. Te utilizan para desahogarse e insultarte hasta quedarse tranquilos, porque para ellos tú solo eres un perfil… Creen que no hay nada más allá de la pantalla. O quizá ni siquiera lo piensan…
Por suerte, me di cuenta de que eso tenía que cambiar. Decidí distanciarme de Instagram y TikTok durante un tiempo, y eso me sirvió para comprender muchas de las cosas que voy a contarte en este libro.
Las mejores vivencias son las que nadie ve y que los mejores recuerdos son los que no se comparten.
Desde fuera, vi a gente realmente metida en su personaje, que reducía su vida a likes, seguidores y dinero, sin ningún tipo de empatía por los demás. Para ellos, la fama, el dinero y los likes es lo único que importa.
Sin las redes, recordé qué era vivir, sentir, tocar, ser feliz para una misma. Me reencontré conmigo y me di cuenta de que las mejores vivencias son las que nadie ve y que los mejores recuerdos son los que no se comparten. Experimenté que los mejores amigos son los que no lo demuestran mediante historias y que las mejores sonrisas siempre surgen a su lado.
Pero mi desaparición recibió muchos comentarios de compañeros de clase desconcertados por mi decisión.
«Si no tienes Instagram, no eres persona.»
«¡Buah! ¿Cómo puedes hacer eso? ¿No te sientes autista?»
«¿Y cómo te entretienes?»
«¿No tienes miedo a que te dejen apartada?»
No estamos hechos de píxeles que necesitan un enchufe y likes para funcionar y ser interesantes. Somos seres humanos con células y nos alimentamos con comida cuyas fotos no es necesario publicar para hacer postureo. Se disfruta igual de bien sin compartirla.
Puede que hayan desaparecido los esclavos como tales, pero nos hemos hecho esclavos de una pantalla. Y por decisión propia. Por no poder o no saber cómo salir de ella. Y es triste. Muy triste.
Las redes pueden ser un peligro: son adictivas, siempre quieres más y más, hasta el punto de que te da igual pisar a quien sea para crecer. Y se están volviendo un problema para muchas personas.
Detrás de las pantallas todo es válido. Si insultas a alguien, te sientes bien porque gente llevada por el mismo odio que albergas tú en tu interior te va a apoyar. Y, en definitiva, se le da más importancia al odio que al apoyo. Triste, pero cierto. Por encima de todo y de todos, quieren ser famosos.
A diario, muchos niños y niñas me envían vídeos llorando porque les está insultando gente que ni conocen y algunos incluso piensan en quitarse la vida y no tienen reparo en decírmelo. ¡No se puede tolerar! Paso por mis mensajes privados y siento sus lágrimas… Piden ayuda a gritos, perdidos entre insultos que no saben gestionar. ¿Es más fácil insultar que admitir que a alguien se le da bien algo? ¿En serio? ¿Es más fuerte el que insulta? ¿Se ha perdido el respeto? Pues sí. En las redes sociales se han perdido el respeto, el apoyo y la empatía. Los tenemos que recuperar.
Este es el motivo por el que he querido acercarme a ti con este libro. Quiero mostrarte la parte mala de las redes sociales como creadora de contenido, cómo están afectando a mucha gente y qué actos estamos normalizando como sociedad y se tendrían que erradicar.
En resumen, con este libro quiero: