Capítulo I

De qué hablo cuando hablo de infoxicación

El término infoxicación, un acrónimo de intoxicación por información, fue popularizado por Alfons Cornella allá por el año 2000. Su significado básico lo resume el propio Cornella cuando comenta:

«La infoxicación es el exceso de información. Es, pues, lo mismo que el information overload. Es estar siempre “on”, recibir centenares de informaciones cada día, a las que no puedes dedicar tiempo. Es no poder profundizar en nada, y saltar de una cosa a la otra. Es el “working interruptus”. Es el resultado de un mundo en donde se prima la exhaustividad (“todo sobre”) frente a la relevancia (“lo más importante”)» (Cornella, 2013).

La infoxicación no es un fenómeno exclusivo de nuestra época, pero sí que se considera que la explosión en la producción de información debido a internet y a los nuevos medios ha agudizado el problema de manera formidable.

Cornella también nos da una idea de cuándo puede decirse que una persona está infoxicada:

«Cuando siente que no puede manejar toda la información que cree que debería manejar. O sea, cuando la información que le rodea en su día a día le angustia. Uno está infoxicado cuando no puede absorber más información, cuando todo lo que hace es remitir la información que recibe a otros, a sus amigos, a sus contactos en las redes sociales. Pero hay un síntoma incluso más claro: estás infoxicado cuando te resulta difícil leer un texto de forma pausada, palabra a palabra; cuando lees saltando palabras, porque te has acostumbrado a leer así en diagonal. Estás infoxicado cuando lees sin entender lo que lees» (Cornella, 2013).

Así pues, la infoxicación se asocia a sentimientos de angustia ante la incapacidad de digerir tanta información. A pesar de que el planteamiento de Cornella parece ofrecer una manera intuitiva de captar lo fundamental de la idea de infoxicación, vale la pena comentar una definición un tanto más formal del fenómeno. Con esta nos formaremos una imagen más exacta de qué implica y de cuáles son los problemas para su estudio.

De hecho, parece no existir una definición unánime del concepto de infoxicación; no obstante, las situaciones de infoxicación suelen asociarse con el proceso de toma de decisiones (Roetzel, 2018): las capacidades humanas de pensamiento (como la memoria a corto plazo) marcarían un límite a cuánta nueva información se puede procesar dado un tiempo limitado. Por ello, quienes recopilan información para tomar una decisión pueden verse en una situación en la que reciben mucha más información de la que son capaces de procesar.

De manera teórica se puede suponer que cierto nivel de información representa la gota que colma el vaso de las capacidades analíticas del decisor. Esta relación se puede representar de manera idealizada en un gráfico en dos dimensiones.

El eje vertical marca el desempeño en la toma de decisiones (es decir, cómo de bien se es capaz de llevar a cabo la toma de decisión); por su parte, el eje horizontal nos da una idea de la cantidad de información. Así, más información disponible mejora la posibilidad de tomar una buena decisión (dinámica representada por el tramo ascendente del gráfico), pero solo hasta cierto umbral de información a partir del cual el decisor encuentra su capacidad analítica sobrecargada (dinámica representada por el tramo descendente). Es justo ese umbral el que marcaría el estado de infoxicación. Como puede verse, la dinámica global se ajustaría a un patrón de U invertida.

Figura 1. Estado de infoxicación

Fuente: elaboración propia a partir de Roetzel (2018)

Así pues, teniendo presente el gráfico anterior y con la base de Roetzel (2018), se puede ofrecer una definición más formal de infoxicación:

La infoxicación es un estado en el que un decisor se enfrenta a una carga de información que inhibe la habilidad del decisor para tomar la mejor decisión posible. El uso subóptimo de la información está causado por la limitación de recursos escasos, como podrían ser las características individuales (por ejemplo, la memoria a corto plazo) o el contexto relacionado con la tarea (como el tiempo para tomar la decisión, el presupuesto del que se dispone, etc.).

Nótese que en la definición más formal de la infoxicación no aparecen sentimientos o emociones como los referidos por Cornella y citados más arriba, y que suelen acompañar al discurso sobre la infoxicación: la sensación de angustia o de agobio ante la imposibilidad de digerir tanta información. No aparecen, digo, pero nada impide considerarlos como consecuencias de la infoxicación.

Teniendo en cuenta la anterior definición, más formal que la idea intuitiva de infoxicación a la que nos hemos acostumbrado, puede verse por qué la infoxicación es difícil de estudiar y de medir.

Y es que el concepto tiene componentes objetivos, como la cantidad de información y el tiempo de procesado de esta, pero también subjetivos, como la calidad de la decisión, el sentimiento de estrés o el de satisfacción. Además, dichos componentes no son independientes.

No atender a la complejidad de la infoxicación como fenómeno puede limitar seriamente su comprensión y, tal y como defenderé en el libro, puede dar lugar a afirmaciones y discursos sobre su importancia y sobre sus efectos, cuando menos, matizables.

La infoxicación no es un fenómeno limitado al ámbito de internet, pero dada la explosión de información que nos ha traído la red, es comprensible que el término haya acabado fuertemente ligado al mundo digital. A su vez, en los últimos años hay otros términos que suelen aparecer ligados al de infoxicación. El caso más claro es el de desinformación.

Y es que una de las consecuencias que se supone que tiene la infoxicación es dificultar la correcta evaluación del tsunami de información al que nos exponemos todos los días. Esto nos haría más vulnerables a los contenidos creados expresamente para confundirnos y engañarnos. Es algo así como si un exceso de consumo de información nos provocara una borrachera que interfiriese en nuestro buen juicio. Las famosas fake news, o noticias falsas, serían (supuestamente) un claro ejemplo de lo dicho.

Por su íntima relación, en este libro no voy a hablar solo de la infoxicación en sí, sino que también hablaré con cierto detalle de la desinformación. Como son ideas muy relacionadas, aunque no exactamente iguales, cuando esté hablando de una o de otra haré las aclaraciones pertinentes para facilitar la comprensión de lo expuesto.

Establecido pues el punto de partida, parece conveniente comenzar preguntándonos si estamos tan infoxicados como parece deducirse de la multitud de artículos y ensayos que así lo aseguran. Para ello, en el siguiente capítulo veremos qué indicios al respecto podemos extraer de la sociología.