Antes de empezar, debemos resolver una cuestión semántica: el nombre común que utilizamos para referirnos a esta ave. En castellano, el nombre de carolina está muy extendido, así como el de ninfa. No obstante, sorprende que ninguno de los dos nombres aparezcan en el Diccionario de la Real Academia con las acepciones que nos interesan. En Francia se conoce como perruche calopsitte o calopsitte élégante, que literalmente quiere decir algo así como «cotorra elegante». Su nombre en inglés es cockatiel (abreviando, tiel), y de esta forma también se refiere a las carolinas algún autor español, aunque no es muy común.
Como ya hemos visto, se trata de una cacatúa; así pues, pertenece al orden de las Psitaciformes, llamadas también «de pico ganchudo». Este orden se distingue de otras aves por unos rasgos morfológicos claramente diferenciados:
— cabeza relativamente larga y maciza, con un pico articulado, sólido y encorvado, mandíbulas potentes y una lengua larga y gruesa;
— patas cortas, formadas por dedos en oposición (zigodáctilos), que indican aptitudes de trepador;
— hábitat esencialmente forestal, de tipo tropical.
Este orden puede estar formado por una o dos familias, según los autores. Antiguamente era comúnmente aceptado que se trataba de una sola familia, la Psittacidae, que agrupaba el conjunto de diferentes especies repartidas dentro de tres subfamilias: Cacatuinae (cacatúas), Psittacinae (loros y cotorras) y Loriinae (loris). Hoy por hoy, sobre la base de recientes descubrimientos fósiles, y después de muchos estudios de ADN, se acepta cada vez más otra clasificación: que las cacatúas forman una familia aparte, las Cacatuidae, con rasgos exteriores característicos:
— un pico macizo;
— la presencia de vesícula biliar;
— la ausencia de colores verdes o azules en el plumaje;
— una cresta muy desarrollada;
— una repartición geográfica limitada a Oceanía.
Esta nueva familia se subdivide en tres subfamilias: la Calyptorhynchinae (cacatúas negras), la Cacatuinae (cacatúas blancas y grises) y la Nymphicinae. Es en la última donde encontramos a nuestra carolina. Su clasificación «aparte» se debe a que cuenta con unas características concretas: el tamaño menudo y esbelto, la cola bien desarrollada, la mayor profusión de colores en comparación con sus parientes y un dimorfismo sexual muy marcado. A pesar de todo, de lo que no hay ninguna duda es que pertenece a la «tribu» de las cacatúas. Los estudios de ADN realizados hacia finales de los años noventa, en particular por Brown y Toft, avalan claramente esta propuesta. A modo de anécdota, resulta divertido constatar que el nombre inglés «cockatiel», mezcla del holandés y del portugués y usado desde el siglo XVIII, significa «pequeña cacatúa»: ¡han tenido que pasar cerca de 200 años para confirmar lo que ya se observaba en aquella época!
De este modo, hemos situado a nuestro animal en la sistemática clasificación por especies. Faltaría dilucidar su nombre científico. Al principio, la carolina fue bautizada como Psittacus novaehollandiae (Gmelin), después como Psittacus hollandicus por Kerr, en 1792, dentro del género Psittacus, que significa «loro». Sin embargo, la evolución de la taxonomía a lo largo del tiempo ha permitido que se tenga en cuenta la originalidad física de este pájaro, para el que fue creado en su momento un género específico; en 1832, Wagler pensó en el género Nymphicus. El nombre de la especie, Nymphicus hollandicus, se refiere, sencillamente, a su procedencia: la región de Australia que hoy conocemos como Nueva Gales del Sur y que anteriormente se denominaba «Nueva Holanda».
Por lo tanto, tenemos definido el «carné de identidad» de nuestro pájaro:
Clase: Aves
Orden: Psitaciforme
Familia: Cacatuidae
Género: Nymphicus
Especie: Nymphicus hollandicus
Los australianos le han dado varios nombres. Así, en el oeste del país se le suele llamar weiro, mientras que en el este, la palabra más utilizada es quarrion.

Mutación cinnamon perlada
La carolina es originaria de Oceanía. Habita en casi todo el continente, a excepción de las zonas costeras, a las que se traslada únicamente en épocas de sequía. Sin embargo, según Forshaw, su presencia no se encuentra de forma regular sobre toda esta área de distribución, y no parece ser un ave realmente sedentaria. De hecho, se suele guiar por sus fuentes de alimento, y se desplaza al lugar donde se encuentren en el momento en que las necesita. En la parte norte de Australia sus movimientos son visiblemente erráticos, mientras que en el sur se desplaza más en función de las estaciones, hecho que puede compararse con una migración. También se ha observado con claridad que las lluvias tienen una influencia favorable sobre su presencia en cualquier lugar, particularmente en el norte.

Área de repartición (según Del Hoyo y col.)
Por otro lado, se trata de un ave muy popular, y en cautividad está muy extendida por toda Australia. Los ejemplares que han logrado escapar han colonizado en mayor o menor medida regiones donde en otro tiempo no existían, particularmente algunas zonas de Tasmania.
En cautividad, se comenzó a criar a mediados del siglo XVIII, principalmente en Francia, donde se reproducía con facilidad, hecho que contribuyó al éxito que ha tenido por todo el mundo. Igual que en Australia, algunos ejemplares a veces se reencuentran en zonas cercanas, y ahí se establecen. Su facilidad de adaptación al medio y a la temperatura, evidentemente, es importante. Debido a esto, se pueden observar, de vez en cuando, grupos de carolinas establecidos en Estados Unidos o en Europa, aunque no se pueda hablar de colonización en sentido estricto.
Prefiere las zonas más bien despejadas: sabanas, praderas, zonas cultivadas, áridas llanuras o bosques poco densos. Suele encontrarse cerca del agua, a orillas de ríos o estanques; a menudo posada en un árbol muerto o en un matorral, especialmente durante las horas más cálidas del día, cuando desciende al suelo para recoger gramíneas, su plato preferido. Principalmente habita en pareja, o en pequeños grupos familiares. Sin embargo, puede llegar a formar colonias importantes, sobre todo cuando se producen migraciones. Estamos ante un ave muy poco arisca que, en general, deja que te acerques fácilmente. Cuando se siente importunada, simplemente se limita a volar hasta los árboles más cercanos, para luego volver tranquilamente a su tarea cuando el peligro se ha alejado.
CAMUFLAJE…
Su color generalmente es el gris mezclado con un poco de marrón, lo que hace difícil distinguir su silueta sobre el tronco de un árbol muerto o en el suelo, en medio de una zona sombría. Sin duda, por esta razón, es raro que se encarame a un árbol frondoso y verde: su capacidad de mimetismo sería mucho menos eficaz.
Describir a una carolina «actual» no es tan sencillo, ya que debido a la cría en cautividad, su coloración ha cambiado, han aparecido muchas variedades de colores y se han cruzado unas con otras.
En estado salvaje, es un pájaro de unos 30 o 33 centímetros de longitud. Cada ala mide de 16 a 18 centímetros, más o menos igual que la cola. Su silueta es espigada y fina, lo que contribuye a proporcionarle verdadera elegancia. La cabeza está coronada con una cresta larga y estrecha.
El peso de un ejemplar adulto oscila entre 80 y 100 gramos.

Descripción del cuerpo de la carolina

Una cresta alta pero estrecha

Conformación de un ala (las siguientes descripciones son válidas únicamente para un sujeto «natural»)
A: Cobijas secundarias (plumas de protección); B: Cobijas primarias (plumas de protección); C: Remeras primarias (plumas de vuelo); D: Remeras secundarias (plumas de vuelo)

Exposición de las plumas de vuelo
Los colores de la carolina
En el macho, el plumaje general es de color gris pizarra bañado de marrón. La rabadilla y las cobijas supracaudales contienen más tonos grises. Las alas suelen ser más oscuras, especialmente las cobijas primarias, tirando incluso hacia el color negro. Una larga mancha blanca se extiende por el centro inferior del ala. Las dos timoneras centrales son de color gris pálido, mientras que las demás suelen ser marrón carbón. La parte inferior del cuerpo resulta más clara, en ocasiones incluso marrón. La frente, antes de llegar a la coronilla, la base de la cresta, los costados de la cabeza, el mentón y el cuello son amarillos. Las cobijas auriculares están recubiertas cada una por un gran punto luminoso anaranjado. El pico es gris, las patas de un gris negruzco y el iris marrón.
Dimorfismo sexual
La hembra, en estado salvaje, se reconoce fácilmente. Cuenta con menos brillo que su compañero. La cabeza y la cresta son grisáceas con un ligero lavado amarillo, presente especialmente en la frente y alrededor de los ojos. Las zonas auriculares se encuentran cubiertas por una mancha naranja, igual que en el macho, pero esta resulta menos llamativa. La parte inferior del cuerpo, la rabadilla, las supracaudales, las subcaudales y la parte baja del abdomen son de color gris revestido de rayas finas y abundantes en posición transversal, de un color blanquecino o amarillento. Las timoneras centrales están moteadas de blanco. Las timoneras laterales, más oscuras, aparecen ligeramente ribeteadas de amarillo por el exterior, con manchas también amarillas y rayas de color marrón oscuro. La zona de color blanco resulta muy visible en el ala, como en el macho. El interior del ala presenta cuatro o cinco puntos blancos luminosos, en ocasiones unidos por una franja.
En cualquier caso, esta descripción es válida únicamente para un ave en estado salvaje. Las sucesivas generaciones dedicadas a la cría han modificado de tal forma sus características que, hoy por hoy, resulta difícil determinar el sexo de una carolina con un simple vistazo. Por otro lado, muchas mutaciones de colores no presentan los rasgos que hemos descrito y, cada vez más, los múltiples cruces hacen que existan ya pocas aves «puras», teniendo en cuenta que la importación de aves salvajes está prohibida desde hace años. La cabeza amarilla, el signo más evidente que distingue al macho, actualmente no es forzosamente fiable al cien por cien; lo mismo sucede con las manchas anaranjadas, que también se consideran como algo propiamente específico. Para empezar, hay que contar con un ejemplar adulto que posea el plumaje definitivo, y esto suele suceder durante el segundo año. En segundo lugar, aplicar estos criterios sólo resulta útil para tratar aves que no hayan sido sometidas a muchos cruces y que procedan de una población suficientemente homogénea.
Un criterio bastante eficaz son las estrías que tienen las plumas de la cola, aunque, de nuevo, tiene que tratarse de un ave próxima a la versión salvaje, y sexualmente madura.

Izquierda: Carolina hembra (forma silvestre); Derecho: Carolina macho (forma silvestre)
Así pues, la cuestión no resulta tan fácil cuando se trata de escoger aves en un criadero o en una tienda de animales. A menudo, los pájaros en venta no son adultos, hecho que complica aún más la labor, aunque, a pesar de todo, el cliente suele buscar siempre animales jóvenes, algo totalmente comprensible. Ahora bien: las crías jóvenes de los dos sexos siempre se asemejan a una hembra. El macho es, a veces, un poco más amarillo (siempre en el caso de un ave en estado salvaje) pero no siempre es así. Hasta los cinco o seis meses de edad el color no se empieza a extender. Cabe remarcar que los dos sexos poseen estrías amarillas en la cola y manchas blancas en el interior de las alas hasta que realizan la primera muda completa, que no tiene lugar hasta el segundo año o el final del primero.
En caso de duda, o bien en casos de mutaciones que hacen que las diferencias morfológicas sean demasiado sutiles, algunos criadores utilizan otro método para determinar el sexo de sus pájaros: examinan la separación y la flexibilidad del hueso pelviano presionando con el índice en el abdomen.
En caso de que sea una hembra, este hueso presenta cierta movilidad y una separación variable bajo la presión sometida por el dedo: es lo que permite que el huevo «salga». Si es un macho, la separación es muy tenue y no se observa ninguna flexibilidad. Este método se utiliza a menudo con numerosas especies de cotorras más grandes, y puede aportar resultados interesantes. Sin embargo, también presenta varios inconvenientes. El neófito puede llegar a no saber determinar el sexo de sus pájaros por temor a ejercer la presión suficiente. En el caso opuesto, si presiona con demasiada fuerza, podrá causar graves lesiones a sus aves. En definitiva, una vez más, este método no acaba de funcionar con ejemplares jóvenes. Una hembra inmadura no presentará las características deseadas. Del mismo modo, si el ave no está próxima a un periodo de reproducción, el fenómeno se hará menos evidente. Así pues, esta técnica está indicada sólo a aficionados veteranos o a profesionales.
Por último, observar minuciosamente a estas aves, especialmente en grupo, permite poner de relieve algunas diferencias de comportamiento. El macho empieza muy joven a cantar y a emitir varios cloqueos, desde las ocho semanas. Asimismo, adopta aptitudes específicas, como por ejemplo levantar los hombros mientras mantiene las alas planas y emite pequeños gritos, a la vez que mueve la cabeza en dirección a una hembra, haciendo con ello un simulacro de alarde nupcial. De la misma manera, puede observarse la forma en que persigue por toda la pajarera a la hembra elegida. Este método de observación es bastante utilizado, sobre todo en casos de mutaciones que no presentan dimorfismo, como en la variedad amarilla. Desgraciadamente, en ocasiones la hembra puede adoptar comportamientos similares, hecho que, lógicamente, dificulta las conclusiones.

La cabeza gris y las estrías de la cola distinguen a la hembra

El rostro, la cabeza y la base de la cresta amarilla, caracterizan al macho