CAPÍTULO 3 Lóbulos cerebrales

Buceando en el neocórtex

El neocórtex, o también llamado neocorteza, es la parte más vanguardista y externa de nuestro encéfalo. Cubre todo el sistema límbico y consta de un total de seis capas. Su aspecto, como ya hemos comentado, es parecido a una nuez y está lleno de circunvoluciones, motivo por el cual la neocorteza está plegada y tiene un aspecto tan arrugado.

Aspecto de la neocorteza vista desde dentro del cráneo.

¡Recuerda!

La neocorteza es la capa más externa de todo el encéfalo y la más moderna evolutivamente hablando.

Existe una gran conectividad entre las diferentes partes del cerebro, lo que permite que funcione como un todo y estemos adaptados en nuestro día a día. El neocórtex está bastante más interconectado que el subcórtex, además de que es bastante más flexible y plástico que la zona subcortical. Si nos remontamos millones de años atrás, las únicas estructuras que existían en el encéfalo de nuestros antepasados eran las subcorticales. Dichas estructuras tenían funciones relacionadas con la supervivencia y tomaban decisiones de manera independiente, automática y reactiva. Cuando bastantes años después se desarrolló el neocórtex, este asume el mando y el control del encéfalo, quedando las estructuras subcorticales en un segundo plano y al servicio de la nueva organización cerebral.

Lóbulos: las regiones del neocórtex

El cerebro se divide en dos hemisferios, y cada hemisferio, a su vez, se divide en cuatro regiones o zonas concretas llamadas lóbulos. Cada uno de los lóbulos y de los hemisferios están especializados en un tipo concreto de información. Los cuatro lóbulos son, de atrás hacia delante: occipital, parietal, temporal y frontal. Cada uno de estos lóbulos los encontramos en los dos hemisferios en los que se divide el neocórtex: hemisferio derecho e izquierdo.

¡Recuerda!

El neocórtex se divide en dos hemisferios (derecho e izquierdo) y, a su vez, cada hemisferio se divide en cuatro regiones llamadas lóbulos. Los lóbulos del neocórtex, de atrás hacia delante, son el lóbulo occipital, parietal, temporal y frontal.

A grandes rasgos podríamos decir que el neocórtex tiene dos sistemas que se comunican y retroalimentan entre ellos. Por un lado, la parte posterior dedicada a la percepción y, por otro lado, la parte anterior o delantera destinada a la acción y a las funciones ejecutivas. Por ejemplo, cuando recordamos cómo fue el día de nuestra Primera Comunión o tratamos de explicar qué son unos alicates y para qué sirven, estamos utilizando nuestra memoria autobiográfica y semántica, respectivamente, que se ubican en las zonas posteriores del neocórtex. En cambio, si deletreamos la palabra «ornitorrinco» al revés, estamos haciendo uso de la memoria operativa, que tiene su sede en la parte frontal del neocórtex. De hecho, como veremos más adelante, la memoria operativa es una función ejecutiva. Ahora bien, estas dos partes de la neocorteza (anterior y posterior) están estrechamente conectadas. Una de esas «carreteras cerebrales» que une la corteza ejecutiva (lóbulo frontal) con la corteza posterior (parietal, temporal y occipital) es el fascículo longitudinal superior. Además, la información en esta carretera circula en ambos sentidos, ya que une la parte ejecutiva con la perceptiva, y viceversa.

¡Recuerda!

La parte posterior del neocórtex se encarga de los procesos perceptivos, mientras que la parte anterior es la sede de la motricidad y las funciones ejecutivas.

Ilustración de Elisa Munso

A continuación, veremos las funciones básicas de cada uno de los lóbulos que conforman el neocórtex. Veamos cada uno de forma más concreta y siempre de las zonas posteriores a las anteriores.

Lóbulos occipitales

Los lóbulos occipitales se ubican en la parte posterior del cerebro, justo encima del cerebelo, y limitan con los lóbulos parietales y temporales. Los estímulos visuales, es decir, los objetos y las situaciones en las que nos movemos, se procesan en esta parte posterior del neocórtex. La función principal de los lóbulos occipitales consiste en reconocer e interpretar aquello que captan nuestros ojos. Los lóbulos occipitales se encargan pues de la percepción visual. Si le enseñamos un objeto cotidiano a un niño de tres años como una cucharilla o un balón, lo reconocerá visualmente justo en el momento en que la información llegue a sus lóbulos occipitales.

¿Sabías que… los lóbulos occipitales son los más pequeños anatómicamente hablado de todo el cerebro?

¡Recuerda!

La sede cerebral de la percepción visual se encuentra en los lóbulos occipitales.

Lóbulos parietales

Están delimitados anatómicamente por los lóbulos frontales en la parte delantera, por detrás están los lóbulos occipitales, y en su parte inferior se topan con los lóbulos temporales. La cisura que divide los lóbulos parietales de los frontales es la cisura de Rolando. Los lóbulos parietales se encargan de recibir e interpretar la información táctil, por ejemplo, cuando nos tapan los ojos, podemos reconocer la naranja o el plátano que estamos tocando gracias a nuestros lóbulos parietales. Si fuera un objeto que no conociéramos, como un utensilio desconocido para nosotros, evidentemente no podríamos reconocerlo pero sí describir su forma, tamaño, si es liso o rugoso, etc.

El lóbulo parietal izquierdo se encarga del conocimiento de los números y sus relaciones. En cambio, el lóbulo parietal derecho es más hábil en el reconocimiento de caras conocidas, nos permite orientarnos en el espacio y girar objetos espacialmente hablando. Una parte concreta de los lóbulos parietales es el área somestésica primaria, una zona que recibe impulsos táctiles, propiocepción y detecta la temperatura y el dolor. Por ejemplo, somos conscientes de que nos estamos quemando los dedos en el fuego o de que nos tocan la espalda con un lápiz aun cuando no veamos a la persona gracias al área somestésica primaria.

¡Recuerda!

Los lóbulos parietales nos permiten ser conscientes de la percepción táctil. Gracias a los lóbulos parietales podemos sentir dolor en la espalda y frío en una mano debido a que ahí se codifica la propiocepción.

Lóbulos temporales

Anatómicamente hablando, los lóbulos temporales se ubican en la base del cráneo y están rodeados del resto de lóbulos (frontales, parietales y occipitales). Se encuentran, aproximadamente, a la altura de nuestras orejas. La cisura que divide los lóbulos temporales de los frontales y parietales se conoce como cisura de Silvio. Si decíamos que los lóbulos occipitales tienen que ver con la interpretación de la visión, en los lóbulos temporales se codifica la información auditiva. Tienen una importante función memorística, ya que nos ayudan a almacenar y recordar palabras, nombres de objetos, melodías, etc. El lóbulo temporal izquierdo tiene cierto predominio sobre aspectos lingüísticos, mientras que el derecho tiene más que ver con la percepción auditiva.

¡Recuerda!

En los lóbulos temporales se codifica la percepción auditiva. Gracias a estos lóbulos podemos reconocer sonidos cotidianos y voces familiares.

Lóbulos frontales

El lóbulo frontal, como ya hemos mencionado, tiene funciones relacionadas con la motricidad, las acciones voluntarias, la toma de decisiones y las funciones ejecutivas. Los lóbulos frontales se ubican en la parte anterior o frontal del cerebro, de ahí su nombre. Su zona inferior se asienta sobre el techo de las órbitas de los ojos. En la práctica, los lóbulos frontales cumplen con el rol de director de orquesta o gerente de una empresa, ya que son capaces de recibir información de las demás zonas del cerebro y tomar una decisión de manera consciente y que sea lo más adaptativa posible para la persona. Los lóbulos frontales serían los líderes del cerebro. Son la sede de las funciones ejecutivas como la concentración, la inhibición de impulsos, la planificación y la regulación emocional, entre otras muchas. Estos lóbulos nos permiten tener intenciones, dotar de propósito a nuestras conductas y tomar decisiones complejas.

Como explicaremos más adelante, las tareas complejas y novedosas activan la corteza prefrontal, que es el área del cerebro donde se asientan las funciones ejecutivas. Los estudios de Raichle y su equipo utilizaron la tomografía por emisión de positrones para comprobar que la cantidad de flujo sanguíneo en la corteza prefrontal era máxima cuando las personas realizaban tareas novedosas. A medida que la persona se iba familiarizando con la tarea y, por lo tanto, dejaba de ser una actividad novedosa, la actividad de la corteza prefrontal iba siendo menor porque la tarea se iba automatizando. El flujo sanguíneo, a medida que íbamos ganando en destreza con la tarea, pasaba de las zonas anteriores del neocórtex a las zonas posteriores.

La corteza prefrontal, perteneciente a los lóbulos frontales, es la parte del cerebro que más lenta se desarrolla y más tarda en alcanzar su madurez. La noticia positiva de que la corteza prefrontal tarde tanto en desarrollarse es que es la más maleable y plástica de cuantas zonas haya en el encéfalo. Esto es muy beneficioso para educar a los niños, tanto en la escuela como en casa. Nuestros hijos se adaptarán a nuestra forma de educar gracias a la gran flexibilidad de su corteza prefrontal. Las consecuencias de lesiones o trastornos en los lóbulos frontales pueden ser muy graves. Las personas que tienen alguna lesión en los lóbulos frontales muestran grandes dificultades para planificarse, anticipar consecuencias y retrasar una gratificación, dejándose llevar por la impulsividad y los instintos del subcórtex. Alexander Luria, uno de los máximos exponentes de la escuela soviética y precursor de la importancia de la parte frontal del cerebro sobre nuestras vidas, definía a los lóbulos frontales como los «órganos de la civilización», ya que nos han permitido crear todo lo que hemos implantado como especie.

¿Sabías que… los lóbulos frontales son más vulnerables en trastornos del neurodesarrollo y psiquiátricos que cualquier otra zona del cerebro?

IDEAS CLAVE

m El neocórtex es la parte más vanguardista, flexible y evolucionada del encéfalo, además de ser la parte más externa del mismo.

m Las circunvoluciones son los pliegues y las arrugas que tiene la neocorteza que le dan ese aspecto característico de estar arrugado.

m A diferencia del subcórtex, el neocórtex tiene una mayor interconexión entre sus zonas.

m El cerebro se divide en dos hemisferios y cada hemisferio se divide, a su vez, en cuatro lóbulos: occipital, parietal, temporal y frontal.

m La zona posterior del neocórtex tiene funciones relacionadas con la percepción, mientras que las zonas anteriores tienen más que ver con la motricidad y las funciones ejecutivas.

m La principal función de los lóbulos occipitales tiene que ver con el procesamiento de la información visual.

m Los lóbulos parietales codifican e interpretan la información táctil, gracias a la cual percibimos presión, dolor, temperatura, etc.

m La audición se interpreta cerebralmente en los lóbulos temporales, aproximadamente a la altura de nuestras orejas.

m Los lóbulos frontales se ubican en la parte anterior del cerebro y se encargan de las acciones voluntarias y las funciones ejecutivas.

m La corteza prefrontal es la parte de los lóbulos frontales más maleable y plástica y que mejor se adapta a la manera de educar de los padres y los profesores de un niño.

m Las zonas anteriores del neocórtex se encargan de las actividades novedosas, mientras que las zonas posteriores se encargan de las rutinarias y automatizadas.