Capítulo 3
Oscuridad mía

Lou

Oscuridad.

Lo rodea todo. Me envuelve a mí, me restringe, presiona contra mi pecho, mi cuello, mi lengua, hasta que se convierte en mí. Atrapada dentro de su ojo, ahogándome en sus profundidades, me encojo sobre mí misma hasta que ya no existo en absoluto. Yo soy la oscuridad. Esta oscuridad, mía.

Duele.

No debería sentir dolor. No debería sentir nada. Soy informe y sin hacer, una mota en toda la Creación. Sin forma. Sin vida ni pulmones ni extremidades que controlar. No puedo ver, no puedo respirar, pero aun así, la oscuridad… ciega. La presión ahoga, asfixia, aumenta a cada segundo que pasa hasta que me raja de arriba abajo. Pero no puedo gritar. No puedo pensar. Solo puedo escuchar… no, sentir… una voz que proviene de las sombras. Una voz preciosa, terrible. Serpentea a mi alrededor, en mi interior, y susurra con dulzura. Promete olvido. Promete respiro.

Ríndete, me sugiere con voz melosa, y olvida. Deja de sentir dolor.

Por un momento, o un millar de momentos, vacilo, lo pienso. Rendirme y olvidar me tienta más que resistir y recordar. Soy débil y no me gusta el dolor. La voz es tan bonita, tan tentadora, tan fuerte, que casi dejo que me consuma. Y aun así… no puedo. Si lo dejo todo, perderé algo importante. A alguien importante. No puedo recordar quién es.

No recuerdo quién soy yo.

Eres la oscuridad. Las sombras se cierran a mi alrededor y yo me encojo aún más. Un grano de arena debajo de unas olas negras infinitas. Esta oscuridad es tuya.

Sigo ahí aferrada.