—¿Los vampiros? —No voy a mentir, me encojo un poco al pensar en lo que come Jaxon (y Hudson).
—Exacto —confirma Flint con cara de asco—. ¿Por qué decidió Foster poner a los vampiros a cargo de la cocina el día libre de las brujas? Nunca lo sabré.
—¿A quién debería haber puesto? —pregunta Mekhi, que aparece por detrás de Macy—. ¿A los dragones? Las nubes tostadas tampoco es que tengan un gran valor nutritivo para el cuerpo estudiantil.
—Al menos es comida —le responde Flint mientras, con un ademán ostentoso, abre una de las puertas del comedor.
—El pastel de sangre es comida —le espeta Mekhi—. O eso tengo entendido.
—¿Pastel de sangre? —Se me revuelve el estómago. No tengo ni idea de qué es, pero suena horrible.
Flint mira a Mekhi con suficiencia.
—¿Qué tal suenan ahora esas nubes tostadas, Grace?
—Pues a cena... si puedo añadir también un paquete de Pop-Tarts de cereza. —Echo un vistazo por el comedor para ver si la mesa de snacks del desayuno y la comida sigue ahí. Pero, como era de esperar, no es así.
—No será tan malo, te lo prometo —intenta tranquilizarme Mekhi mientras nos guía hacia la cola.
—¿Cómo es posible que lleve todo este tiempo en el Katmere y que todavía no supiera nada de la noche de bringo? —me pregunto al tiempo que una parte de mi cerebro cataloga todos los platos que he oído hasta la fecha que contengan la palabra sangre, que, sinceramente, no son muchos. La otra parte está ocupada registrando la cafetería en busca de Jaxon... o de Hudson.
No sé si me preocupa o me alivia el no encontrarlos a ninguno de los dos.
—Porque nunca habías estado aquí tantas semanas seguidas —responde Macy—. Y creo que la última vez fue la noche que Jaxon te sirvió los tacos en la biblioteca.
Me parece increíble que haya pasado solo un mes desde aquella noche. Las cosas han cambiado tanto desde entonces que tengo la impresión de que fue hace meses. O tal vez años.
—Ojalá estuviera yo comiendo tacos en la biblioteca ahora mismo —refunfuña Flint mientras coge un par de bandejas y nos las pasa a mi prima y a mí.
Macy acepta el ofrecimiento y suspira.
—Sí, yo también.
—No les hagas ni caso —me dice Mekhi—. No es para tanto.
—Tú no comes, así que no puedes opinar —sentencia Flint.
Mekhi se echa a reír.
—Eso es verdad. Voy a por algo de beber y a buscar una mesa. —Le guiña el ojo a Macy y se dirige hacia los enfriadores de bebidas dispuestos al otro extremo del comedor.
La fila es más corta de lo habitual (me pregunto por qué será...) y avanza bastante rápido, de modo que solo tardamos un par de minutos en estar delante de las elegantes mesas de bufé del Katmere. Generalmente están repletas de comida, pero esta noche la oferta es bastante escasa. Y nada me resulta demasiado tentador.
Ni siquiera veo la habitual bandeja de ensalada. En su lugar hay un caldero gigante con verduras y unos cuantos dados grandes oscuros, que no reconozco, flotando.
—¿Qué es eso? —le susurro a Macy mientras pasamos junto a varios vampiros adultos, incluida Marise, que me sonríe y me saluda con la mano.
Le devuelvo el saludo, pero sigo avanzando por la fila y Macy me responde en voz baja:
—Sangre cuajada.
Pasamos por delante de unas salchichas negras por las que no necesito ni preguntar: he visto bastantes programas de cocina como para saber qué le confiere a tal manjar su distintivo color. Y, la verdad, a mucha gente le encantan. Pero, no sé..., el rollo vampírico hace que sea todo muy raro. ¿Cómo sabemos que es sangre de animales y no humana? Algunos de los profesores vampiros son muy de la vieja escuela.
Me entran náuseas solo de pensarlo. Pero más adelante hay una enorme pila de tortitas, y jamás me había alegrado tanto de desayunar a la hora de cenar. Al menos hasta que me acerco y veo que no son tortitas normales. Son de un color rojizo oscuro.
—Dime que no han puesto sangre en las tortitas.
—Sí, han puesto sangre en las tortitas —responde Macy.
—Es una receta sueca —me informa Flint—. Blodplättar. Y la verdad es que están bastante buenas. —Extiende la mano y se sirve varias en el plato.
Los vampiros están muy pendientes de la fila, así que me atrevo con una de las tortitas. Está claro que se han esforzado en preparar la cena, y no quiero herir los sentimientos de nadie. Además, el yogur helado está de camino a la mesa...
Después de cargar mi tortita de sirope y de llenar un cuenco con una mezcla de yogur de vainilla y chocolate, y todo el topping que le cabía, sigo a Flint y a Macy por el atestado comedor hasta la mesa que Mekhi ha escogido. Eden y Gwen ya han llegado, y no puedo evitar sonreír al leer la parte delantera de la nueva sudadera morada de Eden: «Por la horda».
Me ve sonreír y me guiña el ojo justo antes de extender la mano y robarle a Macy la guinda que corona su yogur helado.
Mi prima se ríe.
—Sabía que lo ibas a hacer. —Acerca la mano y coge otra guinda—. Por eso he cogido dos.
Eden le roba esa también a toda velocidad.
—Ya deberías saber que los dragones no son de fiar en lo que respecta a los tesoros.
—¡Eh! —Macy protesta mientras el resto nos echamos a reír.
Una vez sentados, le regalo un par de la media docena de guindas que me había puesto yo. Si algo me ha enseñado mi estancia en el Katmere es el valor de estar preparada para cualquier cosa.
—Eres la mejor prima del mundo —me dice con una sonrisa de oreja a oreja, y me doy cuenta de que es la primera sonrisa real que le he visto desde la muerte de Xavier. Y esto me ayuda a respirar un poco mejor; me hace pensar que tal vez esté encontrando el camino para volver a estar, ya no digo feliz, pero sí bien, al menos.
La conversación fluye a mi alrededor: proyectos de último curso, exámenes finales y cotilleos sobre compañeros de clase a los que no conozco, así que me centro en mi yogur helado. Intento prestar atención, pero es difícil cuando no paro de buscar a Jaxon y a Hudson. Lo cual es absurdo, lo sé. Hace media hora, en mi habitación, no paraba de decir que no tengo tiempo para preocuparme por ellos y ahora no paro de inspeccionar el comedor para ver si descubro a alguno o a los dos.
Es que no puedo evitarlo. Por más que toda esta situación escape a mi control, no puedo desconectar y conectar mis sentimientos así, sin más. Quiero a Jaxon. Y a Hudson como amigo. Me preocupan los dos y necesito saber que están bien, sobre todo teniendo en cuenta que no he podido hablar con ninguno de ellos sobre lo que está pasando.
Cuando llevo la mitad del yogur, de repente se hace el silencio en el comedor al tiempo que se me eriza el vello de la nuca. Levanto la vista y veo que todo el mundo está mirando algo detrás de mí. No necesito darme la vuelta para saber a quién me voy a encontrar.