CAPÍTULO 2

El rechazo

Veamos, antes que nada, lo que significa la palabra rechazo o rechazar. El diccionario nos proporciona varias definiciones: despedir; refutar; rehusar; no ceder; no atender; negar.

Para muchas personas resulta difícil distinguir entre rechazar y abandonar. Abandonar a alguien quiere decir distanciarse de él por algo o por alguien más, mientras que rechazar a alguien es rehusarlo, no desear tenerlo cerca o no desear tenerlo en la vida. Quien rechaza utiliza la expresión: «No quiero», en tanto que quien abandona usa la frase: «No puedo».

El rechazo es una herida muy profunda, ya que quien la sufre se siente rechazado en su interior y, sobre todo, siente rechazo con respecto a su derecho de existir. De las cinco heridas, esta es la primera que se manifiesta; es decir, está presente desde muy temprana edad en la vida de las personas. El alma que regresa a la Tierra con la finalidad de reparar esta herida vive el rechazo desde el nacimiento y, para muchos, está presente aun antes de nacer.

Tomemos el ejemplo del bebé no deseado, el que llega, como suele decirse, «por accidente». Si el alma de este bebé no ha solucionado el sentimiento de rechazo, es decir, si no ha tenido éxito en sentirse bien, en persistir pese al rechazo, vivirá necesariamente esta herida. Otro ejemplo evidente es el caso del bebé que nace del sexo contrario al que han deseado sus padres. Sin duda hay muchas otras razones por las cuales uno de los padres rechaza a su hijo, pero lo importante aquí es percatarse de que solo las almas con necesidad de vivir esta experiencia serán atraídas hacia un progenitor —o hacia los dos— que rechazará a su hijo.

También es común que el progenitor no haya tenido la intención de rechazar a su hijo o que él mismo se sienta rechazado y lo manifieste a la menor oportunidad, ya sea al escuchar comentarios descorteses o cuando vive en la impaciencia o la ira. Mientras la herida no sane por completo, se reactivará con facilidad. La persona que se siente rechazada no es objetiva, ya que interpreta lo que sucede a su alrededor a través de los filtros de su herida y se siente rechazada, aun cuando no lo sea. Desde el instante en que el bebé comienza a sentirse rechazado, empieza a crear una máscara de huida. Gracias a las numerosas regresiones al estado fetal que he podido observar, me ha sido posible percatarme de que las personas afectadas por la herida del rechazo se sentían disminuidas desde que se encontraban en el vientre de sus madres, donde ocupaban muy poco lugar y el cual con frecuencia era oscuro. Esto me ha confirmado que la máscara de huida puede comenzar a crearse aun antes del nacimiento.

Quiero destacar que, desde ahora hasta el final del libro, utilizaré el término huidizo para designar a la persona que sufre rechazo. La máscara huidiza es la personalidad o el carácter que se desarrolla precisamente para evitar sufrir el rechazo.

Esta máscara se reconoce físicamente en el cuerpo huidizo. En otras palabras, es un cuerpo, o una parte de este, que parece querer desaparecer. Debido a que el cuerpo del huidizo es muy estrecho y restringido, le es fácil simular que desaparece o que no está muy presente o visible en un grupo. Es un cuerpo que no desea ocupar mucho lugar, a la imagen del huidizo, que intentará toda la vida no ocupar demasiado lugar. Cuando se tiene la impresión de que casi no hay piel sobre los huesos, que la piel parece pegada a los huesos, podemos deducir que la herida de rechazo es muy grande.

El huidizo es aquel que duda de su derecho a existir y que parece no estar completamente encarnado. Esto explica que su cuerpo suela tener una apariencia fragmentada o incompleta. Es como si le faltara un trozo, o como si los pedazos del cuerpo no encajaran en un conjunto. Por ejemplo, el lado derecho del cuerpo o del rostro puede ser muy diferente al del lado izquierdo. Todo esto se observa con facilidad a simple vista. No es necesario medir para saber si ambos lados son similares. Recuerda que es muy raro encontrar a alguien que tenga los dos lados del cuerpo idénticos.

Cuando hablo de un cuerpo fragmentado o incompleto, me refiero a una parte del cuerpo a la que aparentemente le falta algo, como los glúteos, los senos, el mentón; a unos tobillos mucho más pequeños que las pantorrillas, o a un hueco en la región de la espalda, el pecho, el vientre, etcétera.

Podría decirse que el cuerpo esta contraído, pues parece que la persona se contrae en sí misma. Sus hombros están echados hacia adelante y los brazos se encuentran con frecuencia pegados al cuerpo. También se tiene la impresión de que el crecimiento del cuerpo, o de una de sus partes, se obstruyó. Parecería que una parte del cuerpo no tuviera la misma edad que el resto y, cuando el cuerpo está a contraído, podría pensarse que se trata de un adulto en el cuerpo de un niño.

Cuando ves a alguien con un cuerpo deforme, que te produce lástima, con toda certeza estás ante una persona que sufre una herida de rechazo. El alma eligió este tipo de cuerpo antes de nacer, para incurrir en una situación propicia que le permita poner en orden esta herida.

El rostro y los ojos del huidizo son pequeños. Los ojos parecen ausentes o vacíos, debido a que la persona afectada por esta herida tiene la tendencia a huir fácilmente de su mundo o a «estar en la luna» (en astral). Con frecuencia los ojos están llenos de temor. Al observar la mirada de una persona huidiza, podemos tener la impresión de que vemos una máscara, sobre todo alrededor de los ojos, ya que debajo de ellos hay ojeras. Ella misma, la persona huidiza, tiene la impresión de ver a través de una máscara. Algunas personas huidizas me han revelado que esta impresión puede durar todo un día, mientras que otras solo la perciben durante algunos minutos. Sin embargo, poco importa cuánto dure. Lo que de verdad importa es que se trata de una manera de no estar realmente presente ante lo que sucede para evitar sufrir.

Cuando una persona posee todas las características mencionadas, su herida de rechazo es mucho más importante que si solo tuviera, por ejemplo, los ojos de un huidizo. Cuando el cuerpo de la persona muestra cerca de 50 por ciento de las características físicas propias del huidizo, puede deducirse que porta su máscara del huidizo para protegerse del rechazo cerca de 50 por ciento del tiempo. Este sería el caso, por ejemplo, de la gente cuyo cuerpo es grande, con un rostro chico y los ojos pequeños del huidizo, o cuyo cuerpo es muy grande y sus tobillos son pequeños. Cuando solo una parte del cuerpo corresponde a las características del huidizo, esto quiere decir que la herida de rechazo es menor.

Portar una máscara significa no ser ya uno mismo. Adoptamos una actitud diferente que elaboramos desde muy jóvenes, creyendo que esta actitud nos protegerá. La primera reacción que tiene la persona que se siente rechazada es huir. Cuando el niño en vías de crearse una máscara del huidizo se sienta rechazado, vivirá con más frecuencia en un mundo imaginario. Esta es la razón por la cual a menudo será un niño prudente y tranquilo, que no causará problemas ni hará ruido.

Este tipo de niño se divierte solo en su mundo imaginario y se construye castillos fantásticos. Puede incluso creer que sus padres se equivocaron de bebé en el hospital, o que los adultos con los que vive no son sus verdaderos padres. Es también el tipo de niño que inventa diferentes formas para huir de casa, entre ellas, su deseo tenaz de asistir a la escuela. Sin embargo, una vez que llega a ella, sobre todo si siente rechazo o él se rechaza a sí mismo, está todo el tiempo «en la luna», en su propio mundo. Una señora me relató que solía sentirse como «turista» en la escuela.

Sin embargo, este tipo de niño desea que nos percatemos de su existencia, aun cuando él no crea mucho en su derecho a existir. Recuerdo a una pequeñita que se ocultaba tras un mueble cuando sus padres tenían invitados en casa. Cuando se percataban de su ausencia, todos se apresuraban a buscarla, pero ella no salía de su escondrijo, pues sabía que los adultos se preocuparían cada vez más. La niña se decía a sí misma: «Quiero que me encuentren. Quiero que se den cuenta de que existo». Con este ejemplo vemos que esta pequeña creía tan poco en su derecho a existir que debía crear situaciones para intentar comprobarlo ante sí misma.

Cuando se trata de un niño cuyo cuerpo es más pequeño que el promedio, con frecuencia parece un muñeco, algo sumamente frágil. Por ello la reacción de la madre es en general la de protegerlo en exceso. El niño escucha a menudo que es demasiado pequeño para esto o aquello, y lo cree, al punto de que su cuerpo permanece pequeño. Para él, ser amado se transforma entonces en «sentirse sofocado». Más adelante, su reacción consistirá en rechazar o huir cuando alguien lo ame, por el persistente temor a esta asfixia. El niño sobreprotegido se percibe a sí mismo rechazado, puesto que no se siente aceptado por lo que es. Para tratar de compensar su pequeñez, los demás suelen intentar hacer y pensar todo por él y, en lugar de sentirse amado en estas circunstancias, se siente rechazado en sus capacidades.

El huidizo prefiere no apegarse a las cosas materiales, ya que estas le impiden huir a sus anchas. Parecería que ve todo lo material de lejos. Se pregunta qué hace en este planeta y le es difícil creer que aquí podría ser feliz. Todo lo que se relaciona con el espíritu, así como con el mundo intelectual, le resulta atractivo. No suele utilizar lo material para obtener placer, ya que considera a las cosas superfluas. Una joven me decía que para ella no representa placer alguno ir de compras, pero que lo hace para sentirse viva. El huidizo reconoce que el dinero es necesario, pero no le causa placer alguno.

Su desapego por las cosas materiales le trae dificultades en el plano de su vida sexual, porque puede llegar a creer que la sexualidad interfiere con la espiritualidad. Varias mujeres huidizas me han dicho que ellas creían que el sexo no era espiritualidad, sobre todo después de ser madres. Cuando estaban embarazadas, con frecuencia sucedía que, durante la gestación, su pareja rehusara hacer el amor con ellas. Para las personas huidizas resulta difícil pensar que pueden necesitar la sexualidad como cualquier ser humano normal. Muchas veces incurren en situaciones en las que son víctimas de rechazo en el plano sexual por su pareja, o ellas mismas evitan su sexualidad.

La herida del rechazo radica en el progenitor del mismo sexo. Si te reconoces en la descripción de la persona que se siente rechazada, significa que has vivido el rechazo con el progenitor de tu mismo sexo. Este es el progenitor que ha sido el primero en contribuir a tu herida ya existente. Es, sin embargo, normal y humano no aceptarlo y tenerle resentimiento, hasta el punto de odiarlo.

m1.pngEL PROGENITOR DEL MISMO SEXO

TIENE EL PAPEL DE ENSEÑARNOS A AMAR,
A AMARNOS Y A DARNOS AMOR.
EL PROGENITOR DEL SEXO OPUESTO
NOS ENSEÑA A DEJARNOS AMAR Y
A RECIBIR AMOR.

Al no aceptar al progenitor que ha contribuido a causar tu herida, también es normal tomar la decisión de no utilizarlo como modelo. Si te ves con esta herida, esta no aceptación explicará las dificultades que tienes para aceptarte y amarte.

El huidizo se considera nulo, sin valor. Por este motivo intenta utilizar cualquier medio para ser perfecto y adquirir valor ante sus propios ojos, o ante los de los demás. La palabra nulo está muy presente en su vocabulario cuando habla de sí mismo o de otros. Es posible escucharlo decir:

 

«Mi jefe me decía que mis contribuciones eran nulas. Por eso renuncié al empleo».

• «Mi madre tenía nulas habilidades para todo lo relacionado con el trabajo doméstico».

• «Mi padre tuvo nulas responsabilidades con mi madre, como mi marido lo es conmigo. No lo culpo por haberme dejado».

 

En casos semejantes, también se utiliza la palabra nada en el mismo sentido que nulo. Por ejemplo:

 

• «Sé que no valgo nada; que los demás son más interesantes que yo».

• «Poco importa lo que haga. No vale nada. Siempre debo volver a empezar».

• «Haz lo que quieras, no me afecta en nada».

 

Con respecto a sí mismo, un hombre huidizo que participó en uno de mis talleres confesó que se sentía nulo y bueno para nada ante su padre. Dijo: «Cuando me habla, me siento humillado, agobiado y no pienso más que en huir, porque pierdo todas mis capacidades cuando estoy con él. Su presencia me oprime». Una señora huidiza me contó que a los 16 años decidió que su madre ya no era «nadie» para ella; le dijo entonces que podía desaparecer para siempre, incluso morir, y que se las arreglaría sola. Para huir de su madre, esta señora cortó completamente la relación con ella.

Es interesante notar que es particularmente el progenitor del mismo sexo quien fomenta la huida del niño que se siente rechazado. Una situación que he escuchado con frecuencia es la del niño que desea escapar de casa, ante lo cual el progenitor le responde: «Buena idea. Vete y te sentirás liberado». Además de vivir el rechazo, el niño siente aún más resentimiento hacia ese progenitor. Este tipo de circunstancias se suscitan cuando el padre en cuestión también sufre la herida del rechazo y por ello incita a la huida, pues este recurso le es familiar aun cuando no tenga conciencia de ello.

La palabra inexistente también forma parte del vocabulario del huidizo. Por ejemplo, ante la pregunta: «¿Cómo es tu vida sexual?» o «¿Cómo son tus relaciones con esa persona?», el huidizo responderá: «Inexistentes», mientras que, para la mayoría de las personas, la respuesta usual sería que no marchan bien.

Los huidizos también acostumbran a utilizar la palabra desaparecer. Suelen decir, por ejemplo: «Mi padre consideraba a mi madre una cualquiera... y yo quería desaparecer» o «Yo quería que mis padres desaparecieran». El huidizo prefiere la soledad, ya que, si recibe mucha atención, teme no saber qué hacer. Parecería que su existencia fuera excesiva. En familia, y en cualquier otro grupo, desaparece. Cree que debe sufrir circunstancias desagradables, como si no tuviera derecho a protestar. Tomemos el ejemplo de la pequeñita que le pide a su madre que le ayude en sus deberes escolares y a cambio obtiene la siguiente respuesta: «Pídeselo a tu padre. ¿No ves que estoy muy ocupada y que él no está haciendo nada?». Al sentirse rechazada, su primera reacción será decirse: «Lo que sucede es que no soy lo suficientemente digna de ser amada; por eso mamá no desea ayudarme…», y buscará un lugar para estar sola. El huidizo por lo general tiene pocos amigos en la escuela, al igual que le sucederá más adelante en su empleo. Se le considera solitario y se le deja solo. Mientras más se aísla, más invisible parece volverse. De esta forma, entra en un círculo vicioso: se coloca su máscara del huidizo para no sufrir cuando se siente rechazado y se aleja de la gente a tal grado que se vuelve imperceptible. Cada vez se encuentra más solo y también cada vez se da a sí mismo más motivos para sentirse rechazado.

La situación que voy a describir ha surgido en varias ocasiones al final de mis talleres, en el momento en que cada uno de los participantes explica de qué manera le ha ayudado el taller. ¡Cómo me ha sorprendido constatar la presencia de alguna persona que no había advertido durante los dos días de duración del taller! Siempre me pregunto: «Pero ¿dónde estuvo todo este tiempo?». Poco después, me doy cuenta de que esa persona tiene cuerpo de huidizo y de que se las ingenió para no hablar, para no hacer preguntas durante el taller y se sentó detrás de los otros de tal forma que no pudiera verla. Cuando cuestiono a alguna de estas personas que estuvieron muy ocultas, invariablemente me responden: «No tenía nada interesante que decir. Por eso no hablé».

En efecto, por lo general el huidizo habla poco. Si decide hablar mucho, lo hará para intentar infundirse valor, y sus palabras pueden parecer altaneras ante los demás.

El huidizo desarrolla a menudo problemas cutáneos para evitar que los demás lo toquen. Al ser la piel un órgano de contacto, su aspecto puede atraer o repugnar a los otros. El problema cutáneo es un medio inconsciente para que nadie lo toque, en especial en el sitio donde se ubica el problema. Los huidizos me han dicho muchas veces: «Cuando me tocan, me imagino que me sacan de mi caparazón». Esta herida de rechazo provoca que la persona crea que, si habita en su propio mundo, no tendrá que sufrir más, ya que no se rechazará más a sí misma ni será rechazada por los demás. Por eso, cuando está en un grupo, prefiere no participar y eclipsarse: se sumerge en su caparazón.

Este es también el motivo por el cual el huidizo recurre fácilmente a lo astral. Por desgracia, con frecuencia es poco consciente de que hace lo contrario de lo que cree. Puede pensar incluso que este fenómeno es normal y creer que los demás suelen estar «en la luna», como él. Por lo general se dispersa en sus ideas. En ocasiones dirá: «Necesito reconcentrarme», porque tiene la sensación de estar roto en pedazos. Esta impresión está presente particularmente en aquellos cuyo cuerpo parece ser un conjunto de trozos inconexos. También he escuchado a los huidizos decir: «Me siento aislado de los demás. Es como si no estuviera». Incluso hay personas que aseguran tener la clara sensación de poseer una separación en la cintura, entre la parte superior y la inferior del cuerpo, como si los hubieran cortado por el talle. Conocí a una señora que percibía este corte en el pecho. Después de utilizar la técnica de abandono que imparto en uno de mis talleres, sintió que la parte superior y la inferior de su cuerpo se adhirieron; esta nueva impresión la sorprendió y le permitió percatarse de que desde la infancia no estaba realmente en su cuerpo. No sabía qué significaba «tener los pies sobre la tierra».

He observado en los talleres, sobre todo en las mujeres huidizas, que al tomar asiento cruzan las piernas al nivel de los muslos, también que prefieren sentarse en el piso. Al no tener los pies bien colocados sobre el suelo, pueden evadirse con mayor facilidad. El hecho de haber pagado para asistir a las sesiones indica que una parte de ellas desea tocar el suelo, aunque les resulte difícil integrarse. Les digo entonces que tienen la opción de partir hacia lo astral e ignorar lo que sucede, o de afianzarse al sitio donde se encuentran y presenciar lo que sucede.

Como mencioné, el huidizo no se siente aceptado ni acogido por el progenitor del mismo sexo. Esto no significa necesariamente que este progenitor lo haya rechazado. Antes bien es él mismo el que se percibe así. Esta alma ha regresado con una herida de humillación. Está otra vez aquí para sanarla y se sentirá humillado por unos padres que han tenido la misma experiencia. Sin embargo, el huidizo atrae más vivencias de rechazo verdadero que los demás, como sucede con el hermano o la hermana que no sufre este tipo de herida.

La persona que sufre rechazo busca sin cesar el amor del progenitor de su mismo sexo y en ocasiones transfiere su búsqueda hacia otras personas del mismo sexo también. No se percibe como un individuo completo porque no ha conquistado el amor del progenitor en cuestión y es muy sensible al mínimo comentario que proceda de él; se siente fácilmente rechazado. Con el tiempo, puede volverse rencoroso y en ocasiones llegar al odio, porque su sufrimiento es demasiado intenso. Recuerda que odiar exige mucho amor. Un gran amor que se vive con desilusión se transforma en odio. La herida de rechazo es tan profunda que, entre los cinco caracteres que analizo en este libro, el huidizo es el más propenso a odiar. Es posible que pase sin dificultad por una fase de gran amor hacia otra de gran odio. Esto indica un enorme sufrimiento interior.

En cuanto al progenitor del sexo opuesto, el huidizo teme más bien rechazarlo y por ello restringe sus actos o sus palabras hacia él. No es él mismo, a causa de su herida. Hace todo lo posible para no rechazar a este progenitor porque no desea que se le acuse de no querer a alguien. Sin embargo, desea que el progenitor del mismo sexo haga lo necesario para evitar sentirse rechazado. No quiere comprobar, una y otra vez, que su herida no sanada le causa el sentimiento de rechazo y que nada tiene que ver con ese progenitor. Si vive una experiencia de rechazo con el progenitor o con cualquier otra persona del sexo opuesto, se acusa a sí mismo de esta situación y se rechaza diciéndose que es su culpa que el otro lo haya rechazado.

Si te ves con la herida de rechazo, es muy importante aceptar que, aun si tu progenitor de verdad te rechaza, es tu herida que no ha sanado la que en realidad atrae hacia ti a este tipo de progenitor y este tipo de situaciones. Si continúas creyendo que todo lo que te sucede es culpa de los demás, nunca podrás sanar esta herida. A raíz de tu reacción con tus padres, te sientes fácilmente rechazado por las personas de tu mismo sexo y temes rechazar a las personas del sexo opuesto. A fuerza de temer rechazarlas, no debe sorprenderte que eso sea precisamente lo que acabes haciendo. Te recuerdo que mientras más alimentemos un temor, más rápido se concretará.

MIENTRAS MAYOR SEA LA HERIDAm2.png 

DE RECHAZO EN UNA PERSONA,
MÁS ATRAERÁ CIRCUNSTANCIAS PARA
SER RECHAZADO O PARA RECHAZAR
A LOS DEMÁS.

Mientras más se rechace el huidizo a sí mismo, mayor temor tendrá de que lo rechacen los demás, ya que se sentirá constantemente devaluado. Con frecuencia se compara con quienes son mejores que él, lo que le hace creer que no es tan bueno como los demás. No se percata de que puede ser mejor que cualquiera en muchos ámbitos, e incluso le es difícil creer que alguien más pueda elegirlo como amigo, como pareja, o que las personas puedan amarlo de verdad. Una madre me contaba que cuando sus hijos le decían que la amaban, ¡ella no comprendía por qué lo hacían!

Por consiguiente, el huidizo vive en la ambivalencia. Cuando es elegido, no lo puede creer y se rechaza a sí mismo, y en ocasiones llega incluso a sabotear la situación. Sin embargo, cuando no lo eligen, se siente rechazado por los otros. Alguien que venía de una familia de varios hijos me relataba que su padre nunca lo escogía para nada y por ello deducía enseguida que los demás eran mejores que él. No era de sorprender entonces, para él, que los otros fueran favorecidos antes. Es un círculo vicioso.

No es raro que el huidizo diga o piense que sus palabras y sus actos carecen de valor. Cuando recibe demasiada atención, pierde la cabeza y teme ocupar demasiado espacio. Si ocupa mucho lugar, cree que molesta. Ser molesto significa para él ser rechazado por la o las personas a quienes molesta o cree molestar. Desde que estaba en el vientre de su madre, el huidizo ocupaba muy poco lugar. Y continuará siendo eclipsado mientras su herida no sane.

Cuando habla y alguien le quita la palabra, su reacción inmediata es pensar que sucedió porque no es importante; entonces es habitual que deje de hablar. La persona que no tiene la herida del rechazo pensaría que lo que dijo no es en realidad importante y no que ella no sea la importante. Para el huidizo también es difícil expresar su opinión cuando no es solicitada, porque considera que los demás se sentirán confrontados con sus juicios y, por lo tanto, lo rechazarán.

Si desea pedir algo a alguien y esa persona está ocupada, lo dejará así y no dirá nada. Sabe lo que quiere, pero jamás se atrevería a exigir, pues cree que no importa lo suficiente para molestar a los demás.

Varias mujeres me han confesado que, después de la adolescencia, dejaron de confiar en sus madres por temor a no ser comprendidas. Consideraban que ser comprendidas era sinónimo de ser amadas. Ser comprendido no tiene nada que ver con ser amado. Amar es aceptar al otro, aun cuando no se le comprenda. A causa de esta forma de pensar, estas mujeres se volvieron absolutamente evasivas cuando hablaban. Intentaban huir del tema, al tiempo que temían abordar otro. Por consiguiente, actuaban así con otras mujeres. No debe olvidarse que, si el que huye es un hombre, vivirá la misma situación con su padre y con otros hombres.

Otra característica del huidizo es la de buscar la perfección en todo lo que hace, ya que considera que, si comete algún error, será juzgado por ello. Para él, ser juzgado equivale a ser rechazado. Como no cree en la perfección de su ser, lo compensa intentando alcanzar la perfección en todo lo que hace. Por desgracia, confunde el «ser» con el «hacer». Su búsqueda de la perfección puede llegar a volverse obsesiva. Desea a tal punto «hacer» todo a la perfección que cualquier tarea le tomará más tiempo del necesario, de este modo atraerá hacia sí otras situaciones de rechazo por parte de los demás.

El pánico es el temor más grande del huidizo. Tan pronto piensa que puede sentir pánico en una situación, su primera reacción será salvarse, ocultarse o huir. Prefiere desaparecer porque sabe que, en el momento en que entre en estado de pánico, se paralizará. También imagina que al huir evitará una desgracia. Está tan convencido de no poder enfrentar el pánico que acaba por creer fácilmente en una posibilidad de pánico futuro, aunque esto no suceda. Desear desaparecer es algo tan arraigado en el huidizo que, durante las regresiones a la etapa fetal, con frecuencia les he escuchado decir que intentaban ocultarse, pese a que se encontraban en el vientre de su madre. De ahí es posible advertir que su condición de abandono comenzó desde una etapa muy remota.

Al igual que en la vida atraemos situaciones y personas a las cuales tememos, el huidizo atrae con frecuencia situaciones o personas que le pueden hacer sentir pánico y su temor hace que el escenario se vuelva aún más dramático. Todos los días encuentra buenas razones para justificar sus salidas y sus huidas.

El huidizo siente pánico y en ese momento se paraliza, pero esto le sucede con mayor facilidad ante su progenitor o delante de personas de su mismo sexo (sobre todo aquellas que le recuerdan a este progenitor). Con el otro progenitor, o con las personas del sexo opuesto, no experimenta el mismo temor y puede enfrentarlo con mayor facilidad. He observado también que el huidizo utiliza con mayor frecuencia en su vocabulario la palabra pánico. Dirá, por ejemplo: «Me da pánico la idea de dejar de fumar». La persona que no tiene esta herida de rechazo simplemente diría que le será difícil dejar de fumar.

Nuestro ego hace todo lo posible para que no percibamos nuestras heridas. ¿Por qué? Porque de manera inconsciente le hemos ordenado que lo haga. Es tal nuestro miedo de revivir el dolor asociado a cada herida, que por cualquier medio evitamos confesarnos a nosotros mismos que, si vivimos el rechazo, es precisamente porque nosotros mismos nos rechazamos. Quienes nos rechazan están en nuestra vida para mostrarnos hasta qué grado nos rechazamos a nosotros mismos.

El temor de sentir pánico también hace que el huidizo pierda la memoria frente a diversas situaciones. Es posible que crea que padece un problema de memoria cuando en realidad se trata de un problema de temor. Durante mi taller «Cómo ser animador/conferencista», he observado con frecuencia que, cuando un participante huidizo debe pasar ante los demás para exponer un tema o dictar una conferencia breve, su temor se vuelve tan intenso que, aun cuando esté bien preparado y conozca perfectamente bien el tema, su memoria quedará en blanco en el último minuto. Incluso abandonará su cuerpo ante todos y se paralizará, dando la impresión de «estar en la luna». Por fortuna, este problema se corrige por sí mismo a medida que el huidizo soluciona su herida de rechazo.

Es interesante observar que nuestras heridas también afectan la manera en que nos alimentamos. El humano alimenta su cuerpo físico de la misma forma que lo hace con sus cuerpos emocional y mental. En el plano de su alimentación, el huidizo prefiere porciones pequeñas y por lo general pierde el apetito cuando siente temor o vive emociones intensas. Entre los tipos mencionados, el huidizo es el que más predisposición tiene a sufrir anorexia. El anoréxico es aquel que prescinde casi por completo de alimentarse, ya que se considera obeso cuando en realidad es delgado. Esta es su forma de intentar desaparecer. Cuando, por el contrario, come desmedidamente, significa que está intentando huir mediante la comida. Sin embargo, este último es un modo de escape poco común entre los huidizos, ya que en la mayor parte de los casos eligen hacerlo a través del alcohol o la droga.

Cuando siente mucho temor, el huidizo prefiere lo azucarado. Como el temor consume la energía de las personas, los humanos creen habitualmente que, al ingerir azúcar, tendrán más energía. Por desgracia, este aporte de azúcar no proporciona más que energía temporal, que con frecuencia debe renovarse.

Nuestras heridas nos impiden ser nosotros mismos, pues crean un bloqueo y acaban por provocarnos enfermedades. Cada tipo de personalidad atrae enfermedades y malestares específicos, en función de su actitud interior.

Estos son algunos malestares y enfermedades que pueden manifestarse en el huidizo:

 

• Con frecuencia sufre de diarreas, ya que rechaza los alimentos antes de que el cuerpo haya tenido tiempo de asimilar adecuadamente los elementos nutritivos, al igual que se rechaza a sí mismo o rechaza rápidamente cualquier situación que pudiera beneficiarle.

• Algunos padecen arritmias, que es una irregularidad en la frecuencia cardiaca. Cuando su corazón comienza a latir a un ritmo desmedido, tienen la impresión de que se les sale del pecho, que desea escapar. Esta es otra forma de querer huir de una situación difícil.

Mencioné que la herida de rechazo produce tanto daño que, por consiguiente, resulta del todo normal que el huidizo odie a su progenitor del mismo sexo y lo acuse de haberlo hecho sufrir durante su infancia. Para él es muy difícil perdonarse; se lo impide el resentimiento hacia este progenitor o su elección de no ver o saber que le tiene o le tuvo resentimiento. Si no se permite a sí mismo odiar al progenitor de su mismo sexo, puede sufrir un cáncer, enfermedad que se relaciona con el rencor o el odio, después del dolor que ha experimentado en el aislamiento. Si la persona logra admitir que siente resentimiento hacia su progenitor, no tendrá cáncer. No obstante, puede llegar a desarrollar alguna otra enfermedad. Esto último les sucede a quienes han sufrido mucho y se acusan a sí mismos. No desean reconocer que guardan resentimiento hacia su progenitor porque admitir su rencor equivaldría a admitir que son personas malvadas y desalmadas; sin embargo, tienen ideas violentas hacia este. Reconocerlas sería reconocer también que lo rechazan, cuando lo que hacen es acusarlo de haberlas rechazado.

• El huidizo no se otorgó el derecho a ser niño. Se forzó a madurar rápidamente, creyendo que así se le rechazaría menos. Por eso su cuerpo, o una parte de este, es infantil. El cáncer indica que no se permitió sufrir cuando era niño. No acepta que es completamente humano sentir resentimiento hacia el progenitor que considera responsable de su sufrimiento.

• Entre otros males y enfermedades que pueden afectar al huidizo se cuentan los problemas respiratorios, sobre todo cuando siente pánico.

• Asimismo, el huidizo es propenso a las alergias, las cuales reflejan el rechazo que vive, asociado a algunos alimentos o sustancias.

• También puede recurrir al vómito para eliminar los alimentos que acaba de ingerir, con objeto de indicar su rechazo hacia una persona o una situación determinada. He escuchado decir a algunos jóvenes: «Deseaba vomitar a mi madre (o a mi padre)». El huidizo puede expresar su deseo de «vomitar» a una persona o alguna situación al decir: «Me repugnas» o «Cómo me repugna eso». Esa es su manera de expresar su deseo de rechazar algo o a alguien.

• Para el huidizo, desvanecerse o sufrir desmayos es otro medio del cual se vale para huir de una situación o de una persona.

• En los casos más serios, el huidizo utiliza el estado de coma para huir.

• La persona huidiza que sufre agorafobia aprovecha esta alteración del comportamiento para huir de determinadas personas o situaciones que le podrían producir pánico. (Véase la definición de esta alteración de la conducta).

• Si el huidizo abusa del azúcar, puede ser objeto de enfermedades pancreáticas como hipoglucemia o diabetes.

• Si desarrolla odio intenso hacia uno de sus padres a causa del dolor provocado por el rechazo que ha vivido y todavía vive, y que él cree que lo ha llevado a sus límites emocionales y mentales, es posible que se vuelva depresivo o maniaco depresivo. Si piensa en el suicidio, no hablará de él y, si decide consumarlo, hará todo lo posible por no fracasar. Aquellos que hablan con frecuencia de suicidarse y lo logran son más bien los que sufren abandono, de lo cual hablaré en el siguiente capítulo.

• El huidizo que de joven tuvo dificultades para reconocerse como un ser humano completo intenta ser como cualquier otro y se pierde en la personalidad de quienes admira, por ejemplo, la chica que desea ser como Marilyn Monroe, y con frecuencia pasa de uno a otro modelo. El peligro de este comportamiento extremo es que más adelante puede transformarse en psicosis.

 

Los males y las enfermedades precipitadas también pueden manifestarse en las personas que padecen otros tipos de heridas, pero parecen ser más frecuentes en quienes sufren rechazo.

Si has reconocido en ti la herida del rechazo, es más que probable que tu progenitor de tu mismo sexo, a su vez, se haya sentido rechazado por su propio progenitor del mismo sexo. Además, es muy posible también que se sienta rechazado por ti. Incluso si estas actitudes son inconscientes de una y otra parte, se ha comprobado que así sucede en cientos de personas del tipo huidizo.

Recuerda que el origen de cualquier herida proviene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos, o lo que los demás nos han hecho. Por lo general nos resulta difícil perdonarnos porque somos incapaces de comprender por qué tenemos resentimientos. Mientras más importante sea la herida de rechazo, más significará que te rechazas o que rechazas a otras personas, situaciones o proyectos.

m1.pngREPROCHAMOS A LOS DEMÁS LO QUE

NOS HACEMOS A NOSOTROS MISMOS Y

LO QUE NO QUEREMOS VER.

Este es el motivo por el cual atraemos a nuestro alrededor a personas que nos muestran lo que les hacemos a otros, así como lo que nos hacemos a nosotros mismos.

La vergüenza es otra forma de tomar conciencia de que nos rechazamos o de que rechazamos a otros. En efecto, vivimos un sentimiento de vergüenza cuando queremos ocultarnos u ocultar un comportamiento. Es normal que nos parezca vergonzoso tener conductas que les reprochamos a otros, pero también es normal desear especialmente que los demás no descubran que actuamos como ellos.

NO OLVIDES QUE TODO LO ANTERIOR SOLOm2.png 

SE VIVE CUANDO LA PERSONA QUE SUFRE

RECHAZO DECIDE COLOCARSE SU MÁSCARA

DEL HUIDIZO, PUES CREE QUE ASÍ, SEGÚN

LA GRAVEDAD DE SU HERIDA, EVITARÁ EL

SUFRIMIENTO. ESTA MÁSCARA LA LLEVA

ALGUNAS VECES DURANTE UNOS MINUTOS

POR SEMANA, PERO EN OCASIONES LA TRAE

CONSIGO DE MANERA PERMANENTE.

Los comportamientos propios del huidizo son dictados por el temor de revivir la herida de rechazo. Sin embargo, es probable que te reconozcas en algunas conductas y no en todas las que he descrito. Es casi imposible que una persona se reconozca en todas las conductas mencionadas. Cada una de las heridas tiene sus propios comportamientos y actitudes interiores. Las formas de pensar, sentir, hablar y actuar correspondientes a cada herida indican una reacción a lo que sucede en la vida. Al reaccionar, una persona no está centrada y no puede estar bien ni sentir alegría. Este es el motivo por el cual es tan útil percatarse de los momentos en que eres tú mismo o estás reaccionando. Al hacerlo, podrás convertirte en el dueño de tu vida, en lugar de dejarte dirigir por tus temores.

Este capítulo tiene la finalidad de ayudarte a tomar conciencia de la herida de rechazo. Si te ves en la descripción de la máscara del huidizo, aquí encontrarás toda la información que necesitas para sanar esta herida y creer en ti mismo, sin pensar que la vida está llena de rechazo. Si no te has reconocido en esta herida, te sugiero que consultes con quienes te conocen bien si están de acuerdo contigo, antes de desechar esta posibilidad. Mencioné también que es posible tener solo una pequeña herida de rechazo. En tal caso, no tendrás más que algunas de las características mencionadas. Recuerda que es importante confiar principalmente en la descripción física, puesto que el cuerpo físico nunca miente, a diferencia de nosotros, que podemos hacerlo fácilmente.

Si identificas esta herida en otras personas que conoces, no intentes cambiarlas. Mejor utiliza lo que aprendas de este libro para ser más compasivo con ellas, para comprender mejor los comportamientos con los cuales reaccionan. Es preferible que ellos mismos lean el libro si demuestran algún interés en el tema, en lugar de que trates de explicárselo con tus palabras.

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