Deontología de la información



Desde la mirada etimológica, el término Deontología deriva de los vocablos griegos to deón o deontos, cuyo significado refiere lo que es conveniente de acuerdo con el deber o la obligación; y logia, que se relaciona al conocimiento o al estudio.1

 

Hoy día dicho concepto es manejado para referirse a la moral profesional o la ética profesional de una determinada actividad pública o gremio, que suele traducirse o aterrizarse en la conformación de manuales, tratados o códigos de comportamiento para guiar sus deberes en busca de bienestar.2 La deontología supone, pues, la necesidad de plasmar los deberes profesionales en documentos normativos llamados códigos deontológicos.

 

En otras palabras, y siguiendo a Fairchild, un código deontológico es “la ordenación sistemática de principios, normas y reglas establecidas por un grupo profesional o cuasiprofesional, para su propia vida con el fin de regular y dirigir la conducta de sus miembros o sus relaciones mutuas”.3

 

La deontología periodística implica entonces la definición pública de un conjunto de principios éticos o normas de conducta acordadas por los integrantes de uno o más medios de comunicación con la idea de promover la integridad, el profesionalismo y la responsabilidad social de su quehacer.

 

De acuerdo con Ernesto Villanueva, la deontología cumple un papel fundamental pues aporta parámetros para elevar la calidad mediática, contribuye a optimizar el derecho a la información, difunde y promueve el buen ejercicio periodístico, coadyuva al seguimiento crítico de grupos sociales en torno a los contenidos, estimula la independencia del periodismo al sancionar la injerencia del poder, y protege los derechos de los ciudadanos. 4

 

Los códigos deontológicos  o códigos de ética periodística reúnen los principios éticos, reglas de conducta o prácticas deseables que han de inspirar el comportamiento responsable de los informadores y de los medios de comunicación, no sólo para garantizar calidad y prestigio profesionales y, a la postre, mantener o acrecentar su credibilidad;  fundamentalmente representan un compromiso público de su actuación frente a la sociedad, frente a los gobiernos, frente a todo tipo de instituciones u organismos, y frente a sus pares. 5