PABLO NERUDA

Isla Negra, Chile, 15 al 31 de enero de 1970

Después de presenciar en Estocolmo la entrega del Premio Nobel de Literatura 1971 a Pablo Neruda, viajé con él y con su mujer, Matilde Urrutia, hasta Varsovia, donde se estrenaba su obra teatral Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta.

A los sesenta y siete años, Pablo Neruda, doblemente consagrado como Premio Nobel y como embajador de Chile en Francia, fue recibido calurosamente, tanto en Varsovia como en Estocolmo, por intelectuales, reporteros y fotógrafos. Pero Neruda, un poeta para quien “la vida es un regalo”, siempre ha sido una personalidad carismática. Como dice Margarita Aguirre en Las vidas de Pablo Neruda: “Es un hombre al que no se puede mirar en vano. Deslumbran su fuerza, su calidez humana, y es como si algo magnético, una misteriosa atracción, nos atara a su presencia.”

Cuando conocí a Neruda, en el año 1966, en Nueva York, también era el centro de la atracción en el Congreso del P.E.N. Club Internacional; dondequiera que leía su poesía, ya sea en la sala repleta del Poetry Center o en una tertulia íntima de amigos, se creaba un magnetismo entre el poeta, la poesía y los oyentes. Sin embargo, de todos los Nerudas que he visto, al que mejor conozco es al que entrevisté en su casa de Isla Negra, donde me hospedé durante las dos últimas semanas de su campaña política como candidato presidencial por el Partido Comunista de Chile. Neruda, como se sabe, ante una izquierda dividida, retiró su candidatura para apoyar al candidato socialista Salvador Allende.

Isla Negra ni es isla ni es negra. Es una hermosa y elegante playa chilena situada a unos cuarenta kilómetros al sur de Valparaíso y a dos horas en automóvil desde Santiago. Nadie sabe cuál es el origen del nombre, pero Neruda lo atribuye a unas grandes rocas negras, vagamente delineadas como islas, que se ven desde la terraza de su casa. Hace treinta años, cuando Isla Negra era un lugar completamente desconocido y desolado, Neruda compró con dinero que había ganado con su poesía un terreno de 6.000 metros cuadrados sobre la playa, con una casita de piedra en la cima de una loma. “Luego la casa fue creciendo, como la gente, como los árboles.”

Neruda tiene también otras casas, una sobre el cerro San Cristóbal, en Santiago, y otra en Valparaíso, la cual ha sido dañada por los temblores recientes. Para decorarlas el poeta recorre, en cualquier parte del mundo que esté, casas de antigüedades y de trastos viejos especializadas en demoliciones, en busca de toda clase de objetos, desde puertas y ventanas hasta mascarones de proa, sextantes, faroles, campanas, anclas, caracoles. Cada objeto que posee le recuerda una anécdota. “¿No se parece a Stalin?”, pregunta, señalando el busto del filibustero sir Henry Morgan que cuelga de una pared del comedor de Isla Negra. “Un anticuario, en París, no me lo quería vender, pero cuando se enteró de que yo era chileno me preguntó si conocía a Pablo Neruda. Fue así como conseguí que me lo vendiera.”

En Isla Negra, cerca del mar (elemento recurrente en su poesía), es donde Neruda, el “navegante terrestre”, y Matilde, su tercera esposa (“Patoja”, como él la llama cariñosamente, la “musa” a quien ha dedicado tantos poemas de amor), han establecido su residencia permanente.

Alto, fornido, medio calvo, de tez olivácea, sus rasgos más distintivos son una nariz prominente y los ojos castaños, grandes y aletargados. Sus movimientos son pausados pero firmes. Apoyado en un bastón de madera rústica y cubierto de un largo poncho argentino, suele hacer largos paseos a pie acompañado de sus dos chows. Habla con voz cadenciosa, pero sin afectación. “El suyo es un tono muy particular, carnoso y de una matización inacabable —escribió el chileno José Santos González Vera—. Uno se acostumbra a su voz y al releer sus versos se la siente…Oyendo a los indios, me vino el recuerdo del acento nerudiano.”

A Neruda le gusta recibir a sus amigos y siempre hay un lugar en la mesa para el convidado de último momento. Por lo general los atiende en el bar, al que se entra desde una terraza que da al mar, pasando por un pequeño corredor. En el suelo del corredor hay un bidé victoriano y un viejo órgano de viento; en las ventanas, sobre hileras de estantes, una colección de botellas de todas formas y colores. El bar, con grandes ventanales que dan al mar, está decorado con lámparas y pinturas marinas; los muebles, como los de un barco, están fijos en el suelo. El techo está cruzado por vigas de rauli; en cada una de ellas el “poeta carpintero” ha escrito con tiza los nombres de sus queridos amigos ya muertos: Federico (García Lorca), Paul Eluard, Alberti, Miguel Hernández, Ortiz de Zárate…, los cuales luego fueron grabados en la madera por “Rafita…, el poeta de la carpintería”. Una fotografía de Twiggy se extiende desde el arco de entrada hasta el suelo. Sobre una pared hay dos carteles, obras de sus adversarios. En uno, traído de un viaje a Caracas, se lee: “Neruda, go home”, en otro (la tapa de una revista argentina), debajo de su fotografía dice: “Neruda, ¿por qué no se suicida?” Detrás del mostrador, sobre el estante de los licores, se anuncia: “No se fía.” Neruda prepara toda clase de bebidas para sus convidados aunque él sólo toma whisky o vino. Cuenta que se acostumbró a tomar whisky durante sus años de cónsul en la India, donde era la bebida más barata.

Las comidas son típicamente chilenas. Algunas de ellas han sido mencionadas por Neruda en su poesía: un caldillo de congrio, un pescado cubierto con delicada salsa de tomates y camarones, un pastel de carne. El vino, siempre chileno, se sirve a veces de una jarra de porcelana en forma de pájaro que canta cuando se vierte. Durante el verano se almuerza en la galería frente al jardín de entrada donde se destaca “El locomóvil: Tan poderoso, tan triguero, tan procreador y silbador y rugidor y tronador!…Lo quiero porque se parece a Walt Whitman”.

Suele leer sus poesías a los amigos. Un mediodía, en el bar, leyó el poema “Meditación sobre la Sierra Maestra”, de su libro Canción de Gesta. “Este poema autobiográfico y político —explicó— se supone que ha sido escrito en el año 2000 d. de C., cuando ya se ha completado la Revolución Americana. El poema empieza entonces y retrocede a nuestra era.” Después de leerlo propuso celebrar el día con un “happening”. Para esta ocasión preparó, con cerezas y vino espumante blanco, una bebida que tomamos sentados en un pequeño bote, Marval de Isla Negra, que está sobre el césped de la terraza, frente al mar. Con nosotros estaban los Solimano, viejos amigos que escondieron en su casa a Neruda en 1948 cuando era buscado por la policía porque en su famoso panfleto “Yo acuso”, Neruda había criticado duramente ante el Senado a Gabriel González Videla, entonces presidente de Chile…

Para Neruda no existe una línea divisoria entre su poesía y su política. Como dijo al aceptar la candidatura presidencial: “Nunca he concebido mi vida como dividida entre la poesía y la política…Soy un chileno que a lo largo de todo el siglo ha conocido las desventuras y las dificultades de nuestra existencia nacional y que ha participado en cada uno de los dolores y alegrías del pueblo. Soy miembro de una familia de trabajadores que repartieron sus ásperas jornadas entre el centro y el sur del territorio. Jamás estuve con los poderosos y siempre sentí que mi vocación y mi tarea era servir al pueblo de Chile con mi acción y mi poesía. He vivido cantándolo y defendiéndolo.”

Las conversaciones que forman nuestra entrevista se llevaron a cabo en breves sesiones. Por las mañanas, después de que Neruda tomaba el desayuno en su cuarto, nos reuníamos en la biblioteca, en un ala nueva de la casa. Yo esperaba mientras él contestaba su correspondencia, componía un poema o corregía las galeradas de una nueva edición chilena de su libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, publicado por primera vez en 1924, y del que se han vendido más de dos millones de ejemplares. Los poemas nuevos los escribe, con tinta verde, en un cuaderno. Puede componer un poema largo en un tiempo breve haciendo sólo pequeñas correcciones. Luego Homero Arce, su secretario y amigo desde hace más de cincuenta años, transcribe los poemas a máquina. Solíamos encontrarnos para trabajar en “la covacha”, un pequeño cuarto de la biblioteca. Neruda, pausadamente, contestaba a mis preguntas como hablando para sí. La única vez que lo vi impacientarse fue cuando su sobrina Alicia Urrutia lo interrumpió, en el momento en que estaba describiendo apasionadamente la historia de Chile, para anunciarle que tenía un llamado telefónico urgente. (El único teléfono de Isla Negra está en la hostería, a unos cinco minutos a pie de la casa.)

Por las tardes, después de su siesta diaria, sentado en un banco de piedra que está frente al mar, Neruda hablaba sosteniendo en sus manos el micrófono de la grabadora, la cual recogió, además de su voz, “la voz del mar” que “retumba como un combate antiguo”, que “canta y golpea”, que “no está de acuerdo”.

¿Por qué cambió su nombre y por qué eligió el de Pablo Neruda?

Ya no me acuerdo de qué se trata. Yo tenía 13 o 14 años. Recuerdo que a mi padre le molestaba mucho que yo escribiera, con la mejor de las intenciones, porque él pensaba que eso de escribir llevaría a la destrucción de la familia y de mi persona, y que, especialmente, me llevaría a la inutilidad más completa. Es decir, él tenía su razón doméstica para hacerlo, razón que no pesó mucho en mí, en mi vocación. Y una de las primeras medidas defensivas que adopté fue la de cambiarme de nombre.

¿Eligió Neruda por el poeta checo Jan Neruda?

No me parece haber conocido el nombre del poeta checo. Eso sí que por aquellos años leí un pequeño cuento de él. Nunca he leído su poesía. Pero él tiene un libro que se llama Cuentos de Mala Strana, cuentos sobre la gente modesta de ese barrio de Praga.

Es posible que haya salido de ahí mi nuevo nombre. Como le digo, el hecho está tan alejado en mi memoria que no lo recuerdo. Sin embargo, los checos me consideran como uno de ellos, como parte de su país.

Desde ese tiempo tengo una vinculación muy amistosa con los checos.

¿Sabe que Pablo en hebreo quiere decir “el que dice cosas bellas”?

¿Está segura de eso? Debe ser el otro Pablo, el compañero de Cristo.

¿Es esta su primera campaña presidencial?

Yo he acompañado a los candidatos de izquierda a la presidencia en sus giras por todo el país. Acompañé a don Pedro Aguirre Cerda, en 1938. Fue el triunfo del Frente Popular, el primer gobierno de izquierda que ha habido en la historia de este país. Había alianza de comunistas, radicales, socialistas, etc. Desde entonces yo he seguido acompañando a los otros candidatos en sus giras. El candidato actual del Partido Socialista, Salvador Allende, ha hecho tres campañas anteriores en las que no ha salido victorioso. Yo lo he acompañado en esas tres campañas presidenciales a través de todo el país, desde Arica hasta más allá del estrecho de Magallanes.

¿Es esta su primera campaña presidencial para Pablo Neruda?

La primera y la última.

¿Quiénes son los poetas políticos que aspiraron a la presidencia y triunfaron?

Nuestro tiempo es una época de poetas gobernantes, Mao Tsé-tung, Ho Chi Min. Es claro que Mao Tsé-tung tiene otras cualidades; como sabe, es un magnífico nadador, cosa que a mí me falta. También hay un gran poeta que es presidente de una república africana (Senegal), Léopold Senghor, y hay otro que escribe en francés, un poeta surrealista, que es el alcalde de Fort de France, de la Martinique, Aimé Césaire. Los poetas han intervenido en mi país siempre en política. Nunca hemos tenido un poeta presidente de la República. En América Latina ha habido escritores que han sido presidentes. Un gran escritor venezolano, Rómulo Gallegos, fue presidente de la República de Venezuela.

¿Cómo hace sus campañas presidenciales?

En general, el tipo de actos que hacemos nosotros en esta campaña comienza en los grandes centros urbanos de Santiago, sobre todo en las grandes barriadas populares donde hay cientos de miles de habitantes. Se coloca un tablado, donde uno sube. Primero se han presentado ahí canciones folklóricas, luego una persona del comando explica el alcance estrictamente político de nuestra campaña. Mi tono para hablar con la gente del pueblo es mucho más amplio y menos organizado, es un tono más poético. Termino casi siempre leyendo poesía. Si no leyera poesía la gente se iría decepcionada. Naturalmente, quieren también escuchar mi pensamiento político, pero no abuso de esta parte política o económica porque pienso que además tienen necesidad de otra clase de lenguaje.

Eso se ha dado en los Estados Unidos con Norman Mailer y Eugene McCarthy.

No sabía yo. Yo siempre he admirado a los antiguos trovadores y entre los poetas norteamericanos a Carl Sandburg, que tocaba la guitarra y leía sus poemas. Eso me ha gustado mucho. Hubiera querido hacerlo yo mismo, pero tengo tan pésimo oído musical que ni siquiera sé entonar la melodía más sencilla. Me ha sido negado ese don, pero lo que más me gustaría sería tenerlo.

¿Cómo reacciona el pueblo cuando le lee sus poemas?

Yo tengo siempre una gran confianza en el pueblo, y el pueblo chileno me conoce mucho. Tengo que decir que me quiere de una anera emocionante. No podría contar los detalles porque serían muchos. Reaccionan estupendamente, de tal manera que casi no puedo entrar ni salir de algunos sitios. Tienen que ponerme una guardia especial que me proteja de los abrazos de la gente porque se precipitan alrededor mío. Esto me sucede en todas partes.

¿No necesita guardaespaldas?

No, no se trata de la guardia que me proteja de un ataque, sino al contrario. Por ejemplo, entrar al automóvil es una gran dificultad para Matilde y para mí, porque la multitud nos empuja de un lado a otro, impidiéndonos, con su efusión, la libertad de movimiento.

¿Existe el temor al ataque físico?

No, ese temor no existe, ni para los candidatos ni para los presidentes. Nuestros presidentes andan sin escolta en la calle todos los días.

¿Existe la posibilidad de una unidad de la izquierda?

Sí, la vamos a tener antes de una semana.

¿Cree que será elegido?

No creo, no lo sé tampoco. Nosotros somos muy poco personalistas en el sentido político, y estamos dispuestos al retiro de mi candidatura en bien de la unidad. Lo importante es la unidad popular porque de otra manera no hay posibilidad de victoria. Aquí, los partidos de izquierda, si van separados a la elección no pueden afrontar las grandes fuerzas de la derecha tradicional, que tiene un candidato fuertemente apoyado, económicamente. Y el otro candidato, el de la Democracia Cristiana, es el candidato oficial del partido del gobierno. Son cosas poderosas. Está, primero, el dinero, y luego una candidatura oficial que puede ser ayudada directamente por el gobierno. Sólo un gran movimiento que una a todos los sectores de la izquierda puede ganarle a estos dos candidatos.

¿Cuáles serían sus primeras medidas si fuese elegido presidente?

Está todo escrito en un programa que han suscrito todos los candidatos de izquierda. Es muy largo detallar, pero desde luego está la nacionalización de las riquezas naturales del país. Este país tiene la mina de cobre más grande del mundo, Chuquicamata, y es propiedad norteamericana. La compañía de teléfonos es norteamericana, la compañía de electricidad es norteamericana. Los chilenos, cuando encendemos la luz todas las noches, estamos pagándoles a algunos accionistas que están en Nueva York o en Detroit que no saben ni que existen los chilenos. No lo digo en forma trágica, porque esto es más bien cómico. Que en 1970, casi llegando al año 2000, persista este sistema de coloniaje, es increíble. Las nacionalizaciones son medidas de sentido común y yo creo que los norteamericanos las esperan.

Pero el país, ¿está preparado para hacerse cargo de esas compañías?

Como todas estas cosas han cambiado, ya se han superado los problemas, y se sabe que esto va a pasar. ¿Para qué hacer las cosas en forma que nos peleemos todos? Todo se debe hablar, notificar, tratar, pero no se puede ceder. Muchas de las compañías de este país han pagado todas las inversiones y los técnicos durante mucho tiempo. Por ejemplo, en nuestras grandes minas de cobre queda muy poco personal norteamericano. En algunas no llega ni a cinco personas.

¿Son técnicos?

Son algunos técnicos los que quedan, pero todo lo demás lo hacen técnicos chilenos porque son industrias muy antiguas y los chilenos tienen amplios conocimientos técnicos. Si se refiere uno a las represalias económicas, no estamos ya en el tiempo de las represalias económicas. Tienen que entender los países imperialistas que ha pasado la época de los imperios y que ni las represiones políticas ni las económicas tienen sentido en nuestra época. Hay que buscar, aunque duelan, estas medidas, el entendimiento. Es decir, nosotros no queremos, porque vamos a nacionalizar las minas, un rompimiento con el gobierno norteamericano ni con los Estados Unidos. No. Tenemos que seguir entendiéndonos, y entendiéndonos mejor en materia económica y en todo lo demás sobre la base del respeto mutuo, político y económico.

Si llegara a ser presidente, ¿habría libertad de prensa?

Desde luego que hay un acuerdo, un programa del gobierno popular que garantiza la libertad de prensa. Nuestro gobierno popular estaría hecho de una conjunción de partidos, es decir, será un gobierno pluripartidista, lo que asegura la diversidad y riqueza de la experiencia de cada una de las corrientes populares. Nosotros garantizamos en ese programa de gobierno la libertad de prensa y de opinión.

¿Se siente preparado económica, política y socialmente para el cargo de la presidencia?

Como ya he dicho, este cargo y nuestro programa es un programa antipersonalista. Se trata de hacer un gobierno colegiado y colectivo. No faltarán técnicos y especialistas para cada materia. No depende de que el presidente sepa más o menos. Naturalmente que no puede ser ni un ignorante ni un idiota. Pero tampoco puede ser un monarca que disponga todo cuanto se hace, todo cuanto se propicia. No, un presidente en esta época moderna tiene que tener consejeros, tiene que tener especialistas, y éstos abundan en nuestro país. Esto está escrito en nuestro programa. La vigilancia la tendrán las mismas fuerzas populares para que se realice el programa que se ha prometido al pueblo chileno. Así que por este lado yo no tengo ningún miedo. En el remoto caso que yo fuera el elegido no tengo ningún problema personal sobre esto. No me parece a mí que porque yo soy un poeta esté predestinado a no ser presidente de la República. No creo que sea una cosa muy agradable ser presidente de la República, pero los poetas pueden gobernar con el mismo derecho que los ingenieros, o los industriales, o los abogados, o los políticos, o los militares, que tantas veces han usurpado el poder por la buena o por la mala. En fin, yo creo que un poeta también tiene el derecho a creer que puede cumplir sus deberes con su pueblo y con el sentimiento de amor y de justicia que al menos debieran tener todos los poetas.

En el año 1933, en una de sus cartas al cuentista argentino Héctor Eandi le decía: “Políticamente no se puede ser ahora sino comunista o anticomunista. Las demás doctrinas se han ido desmoronando y cayendo.” ¿A qué doctrinas se refería?

No recuerdo esa carta, pero supongo que me refería a las doctrinas anarquistas que tuvieron tanta importancia en una época de mi vida.

Ese pensamiento, ¿tiene validez en la actualidad?

El mismo pensamiento cuenta en cierta forma, no lo podría decir tan dogmáticamente como en mi juventud, pero más o menos. El anticomunismo significa siempre un pensamiento reaccionario aunque se vista de apoliticismo o de izquierdismo.

¿Tiene el Partido Comunista muchos adeptos entre la juventud?

Muchos. La juventud comunista pasa en este momento por su más alto periodo de auge en la historia de nuestro partido. Sólo en Santiago tiene más de 25.000 adherentes.

¿Y el MAPU? (Movimiento de Acción Popular Unitaria)

El MAPU es una fracción de la Democracia Cristiana. Son los de la izquierda católica, un pequeño partido que está recién comenzando a actuar en la vida política. Se han separado del Partido Demócrata Cristiano recientemente. Son muy interesantes políticamente. También están los grupos izquierdizantes.

¿Son éstos los más rebeldes?

Estos tienden al terrorismo y las acciones directas. Son supervivientes del viejo anarquismo y también tienen que ver con los movimientos juveniles mundiales de esta época.

¿Qué opina de esos movimientos?

Yo hallo que tienen un principio de gran salud física. Es importante que la juventud sienta rebeldía. Ahora, si esta rebeldía juvenil encauza a la acción individualista, personal, directa, desligada de las organizaciones, desligada del pueblo, sobre todo desligada de la clase obrera, entonces va mal. Si esta juventud después de su rebeldía tiende a la comprensión del movimiento obrero y de las grandes organizaciones de la izquierda, entonces está bien. ¿Qué pienso yo? Muchos de estos jóvenes que no son una gran cantidad, por lo menos en este país, son jóvenes de las universidades, casi siempre de familias acomodadas, de la burguesía, de la pequeña burguesía más próspera. Estos jóvenes, que no son muchos, como digo, lograrán alguna vez integrarse a las demás fuerzas populares. De otra manera ellos pasarán de la extrema izquierda a ser campeones de la derecha, campeones del conservantismo, de la burguesía. Porque esta oscilación pendular de la juventud siempre ha existido. Yo vengo de una generación en que todos éramos anarquistas. Traduje los libros anarquistas cuando tenía 16 años. Del francés traduje a Kropotkin, a Jean Graves y a otros escritores anarquistas. Leía solamente a los grandes escritores rusos de tipo anárquico, como Andreiev y otros. En aquel tiempo, nosotros, jóvenes anarquizantes, comenzamos a descubrir por nuestra propia cuenta que era indispensable una unión con el movimiento del pueblo, que en ese momento también era de tendencia anarquista. Era la época de la IWW (Industrial Workers of the World), y casi todos los sindicatos pertenecían a esa tendencia, que representaba creo Harry Bridges, uno de los últimos en Estados Unidos. Este grupo de anarquistas, que tuvo mártires como Sacco y Vanzetti en Estados Unidos, también en América Latina tuvo enorme importancia. Pero, ¿qué pasó con la juventud de la época que participaba aun del terrorismo y que predicaba, como yo mismo lo hacía, el sabotaje, el boicot a las elecciones, la oposición a los movimientos organizados? ¿Qué pasó? Unos comprendimos que nuestro camino estaba en la organización, estaba al lado del movimiento obrero, y otros pasaron directamente a servir los intereses de la gran burguesía, del capitalismo y del imperialismo. Con el tiempo se pueden repetir también estos fenómenos. Esta juventud o se integrará al movimiento popular o se integrará a los enemigos del movimiento popular.

¿No podrían formar un nuevo frente independiente?

¿Independiente de qué? ¿Del proletariado? No creo. En todo caso sería un frente divisionista que no tendría ninguna cabida, puesto que son muy grandes los otros movimientos para que uno más o posibles pequeños grupos lleguen a tener importancia.

¿Cómo se explica que el Partido Comunista chileno sea el de más importancia en Latinoamérica?

Tuvimos nosotros un gran organizador, se llamó Luis Emilio Recabarren, un hombre gigantesco, que fundó hace ya 45 o 50 años la prensa obrera chilena. Es decir, periódicos pequeños que expresaban las inquietudes del pueblo chileno. Él fundó los primeros sindicatos, las grandes federaciones sindicales, y él fundó también el Partido Comunista. Fue un hombre extraordinario. Es un hombre venerado por el pueblo de Chile. Se le considera como un padre de la patria. Este hombre sentó en su apasionante lucha la base de un partido orgánico, de un partido incansable que no se ha desviado ni hacia la derecha ni hacia el izquierdismo. Que ha buscado siempre el camino para enfrentar a los enemigos populares y poner la concentración de su fuerza y su lucha en el apoyo a las masas obreras y campesinas, y este partido ha ido creciendo en tamaño y en prestigio.

¿No es esta la primera candidatura comunista en unos 38 años?

Sí, desde hace mucho tiempo nos hemos abstenido a presentar candidato. Pero ya era necesario que lo hiciéramos. Hemos acompañado a otras fuerzas para que saliera de los partidos populares una candidatura. Esta vez lo presentamos nosotros.

¿Tienen hoy más posibilidades?

Somos el partido mayoritario de la izquierda de Chile, por lo tanto tenemos tantas posibilidades como los demás partidos.

¿Justifica la violencia?

Hay violencia y violencia. En los países que están dominados por el terror y la violencia fascista yo justifico todos los medios para salir de esa situación. ¿Qué posibilidades hay cuando gobierna gente delincuente como en el caso de Papá Doc en Haití? Ahí están llenas desde hace mucho tiempo las cárceles de presos políticos, como en el Paraguay. Cada pueblo debe escoger su camino. No se puede decir “no creo en la violencia” como un axioma general político. La violencia, es decir, la unión de las fuerzas revolucionarias en un país para cambiar el orden establecido, puede ser precedida por una conjunción de fuerzas que acompañen un movimiento de esta clase. Pero la violencia creada individualmente, solitariamente, en general resulta fracasada y además posibilita la represión antipopular. Sin contar que muchos de los actos terroristas son organizados desde hace siglos por la policía.

¿Sería necesaria la violencia en Chile?

No podemos ni siquiera pensar en tal cosa puesto que podemos hablar y decir cuanto queremos. Sería demencial propiciar una solución de violencia.

Usted ha pasado momentos muy difíciles en Chile…

Son momentos escasos en la historia de-Chile y nosotros los chilenos conocemos mucho nuestra historia. Sabemos que cualquier represión de la clase que yo sufrí (yo pagué consecuencias y fui perseguido) es un estado transitorio, y siempre el que hace la represión, el que hace la violencia, la paga. Es decir que el acto de violencia, viniendo de los gobiernos de Chile, en vez de fortificarlos los debilita profundamente.

¿Cree que el socialismo podría rescatar a la América Latina del colonialismo y subdesarrollo, y por qué?

Naturalmente que el único sistema que puede rescatar a la América Latina de su tremendo atraso es el socialismo. Hay que superar todos los ensayos que se han hecho en estos países, casi siempre dirigidos más bien a mantener la explotación colonial y la sangría de nuestros pueblos hacia la metrópoli del capitalismo. El socialismo tiene una fuerza creadora, representa una revolución de tipo que se acomoda enteramente a los problemas de América Latina. Tenemos además un continente sin grandes tradiciones, por lo tanto la fertilidad creadora del socialismo tendrá aquí una nueva forma, tendrá características extraordinarias.

Es decir, tendrá una línea propia, sin ser ni la rusa, ni la maoísta, ni la castrista.

El marxismo nos enseña que el desarrollo de la sociedad tiene que adaptarse a su historia, a su medio, a toda la vida de su gente, no tiene por qué seguir ningún modelo. Pero tiene que contar con la experiencia de los pueblos que han hecho su revolución. Tenemos en la América Latina la Revolución Cubana, no podemos decir que ella sea un modelo arquetipo de ninguna otra. Naturalmente, nosotros los chilenos vivimos en un país muy diferente a Cuba y tenemos otras características en nuestro desarrollo, tanto cultural como económico. Una revolución en Chile la encontraría en un estado mucho más avanzado que el que tenía Cuba antes de su revolución. El pueblo chileno es eminentemente creador, es eminentemente capaz de emprender cualquiera de las técnicas. Nuestros obreros especializados y nuestros técnicos están en todas partes del continente latinoamericano aceptados muchas veces como especialistas o como técnicos consejeros de empresas. Cuba era país de un solo producto, el azúcar; y los gobiernos anteriores a la revolución descuidaron la industria de tal manera que la revolución sorprendió a Cuba con un alto porcentaje de gente que no podía hacer en las fábricas lo que pueden hacer, por ejemplo, los obreros, los trabajadores y los técnicos de Chile. El hecho mismo de que Cuba en este tiempo haya emprendido dentro de sí una transformación en este sentido, dando otros caminos y despertando el sentido de la industria, ha sido también un gran éxito en la revolución cubana.

Usted ha dicho que Estados Unidos sigue siendo una amenaza para América Latina. ¿Por qué?

Desgraciadamente yo soy un hombre pacífico y todos estos conceptos son muy desagradables pero verdaderos. La historia misma del desarrollo industrial y económico de los Estados Unidos ha tomado un carácter expansionista desde hace mucho tiempo. Y hemos sido no sólo amenazados sino agredidos muchas veces. La historia de la América Latina está llena de esta clase de agresiones que han dejado naturalmente huellas muy profundas en nuestros pueblos. En los últimos años la doctrina del imperialismo, tan acentuada en los Estados Unidos, se ha visto fortificada con teóricos que hasta han llegado a justificar empresas tan atroces como la guerra de Vietnam. No sé por qué, no encuentro razón teórica atendible para pensar que si el imperialismo norteamericano ha ido a lugares tan distantes de su territorio, como Vietnam y Corea, para implantar sus teorías y para implantar su dominio, por qué no lo seguiría haciendo dentro de nuestra América Latina que está mucho más cerca y que ha sido considerada por los imperialistas norteamericanos como terreno propio, como su retaguardia. Los pactos militares que han hecho con los países de América Latina no tienen nada que ver con el asentimiento de nuestros pueblos, son eminentemente pactos destinados a conducir una política agresiva para unirnos al carro de esta experiencia agresiva y amenazante de los políticos y militares norteamericanos. Además, tenemos la experiencia muy cercana de Santo Domingo y de Cuba. Antes tenemos Nicaragua, México, Centroamérica, Panamá; en fin, es una historia muy larga. Pero recientemente estas cosas todavía llegan más lejos con el famoso informe de Nelson Rockefeller. En una época Nelson Rockefeller pasó por una persona de actitud intelectual, de inquietudes artísticas, y recuerdo que durante la gran guerra contra el fascismo Nelson Rockefeller pareció ser para muchos un amigo de América Latina. En los últimos años él se ha pegado al carro de Johnson. Ultimamente ha servido al presidente Nixon para una empresa de tipo colonizador. El informe de Rockefeller al presidente Nixon, que hemos leído, ha sido publicado en muchas partes, es un prodigio de endurecimiento político, y de desconocimiento total de nuestras reacciones morales, históricas y emotivas. El aconseja ahora el apoyo americano a los gobiernos militares en una forma franca y pretendiendo que estos gobiernos son una fuerza constitutiva que puede servir para implantar cierto tipo de justicia social que fuera aceptada por los norteamericanos imperialistas de hoy. Es decir, Nelson Rockefeller, con ser un hombre de 1970, que sabe de su antiguo y perdido prestigio, reincide en la política que inauguró Theodore Roosevelt, que se llamaba la política de big stick, es decir, de fomentar las castas militares con todo lo que esto significa para América Latina de caudillismo, de golpes anticonstitucionales. Fomentó también la división y el espíritu militarista agresivo entre las naciones latinoamericanas. Es esto una prueba que los latinoamericanos tenemos muy poco que esperar de la política norteamericana hasta que ésta no se modifique de una manera integral y racional. Es decir, cuando Estados Unidos tome en cuenta la experiencia actual, lo que está pasando entre su juventud, entre sus intelectuales, en sus universidades, vea la reprobación que en su propia patria merecen sus actos agresivos, entonces, cuando tome en cuenta y se formule de nuevo la nueva política que pueda unir a nuestro continente podríamos comenzar a establecer muchos actos de colaboración. Por el momento la política general de los Estados Unidos no sólo es agresiva contra nosotros sino contra la mayoría de los pueblos del mundo. Se ha constituido como una superpotencia que cree necesaria la implantación de su poder sin límites precisos, mucho más allá de su propio territorio. Esto es lo grave. Este capítulo es muy largo y tendríamos que volver muchas veces sobre él. Hablar de imperialismo puede parecer un toque demagógico, sobre todo para el observador europeo o para el observador apolítico, pero nosotros, en América Latina, sabemos a qué atenernos, hemos sufrido la consecuencia de la intromisión de los Estados Unidos en casi todos nuestros países. Aquí mismo, y no voy a hablar yo por mí mismo, el senador Renán Fuentealba, senador del Partido Demócrata Cristiano, es decir del gobierno chileno, que tiene íntimos vínculos con los políticos norteamericanos y con su gobierno, acaba de decir en una denuncia pública que la CIA está tratando de provocar un golpe militar en Chile. Esto no lo digo yo, no lo han dicho los comunistas, ha sido denunciado por un senador del gobierno, de un gobierno que no se caracteriza por ningún espíritu antinorteamericano. No se ha investigado totalmente esta denuncia. Sin embargo, el senador demócrata cristiano, que es el partido único del gobierno, ha hecho esta denuncia. Quiere decir que él, y su partido y el gobierno de Chile tienen antecedentes bastante claros para hacer una declaración de esta especie. Naturalmente, prueba otra vez el peso de la influencia dañina de la política norteamericana en nuestros países, el hecho mismo de que esta denuncia no haya continuado investigándose. Un espíritu de independencia y de dignidad hubiera aconsejado al gobierno investigar y mostrar a la opinión nacional lo que haya de verdadero en estas aseveraciones del senador demócrata cristiano.

¿Cree que se puede llegar a una conciliación entre las potencias?

Yo soy partidario del entendimiento, soy partidario de la paz. La conciliación de principio entre capitalismo y socialismo es otra cosa. Son dos organismos que luchan por probar la eficacia de su sistema. El capitalismo está en retroceso, estamos presenciando su decadencia. El socialismo es una fuerza nueva en la humanidad, con poderes visiblemente superiores al capitalismo que se basan en una comprensión más inteligente de las relaciones entre los seres humanos y también de los medios de producción y de distribución de la riqueza entre los hombres. Yo creo que no se trata de conciliación, pero debe tener el respeto necesario para coexistir. A mí me dijo una vez mi viejo amigo Ehrenburg que estando él en Nueva York se propuso hablar con un millonario norteamericano. Le buscaron el millonario más millonario para que hablara con un soviético. Conversando con Ehrenburg, el millonario le dijo: “No se haga usted ilusiones, nosotros no le tememos a sus bombas, a lo que le tenemos miedo es a sus cacerolas. A las cacerolas de la Unión Soviética.” Creo que esto es bastante comprensible. Mientras las cacerolas estén llenas, mientras que las ollas estén en las cocinas de los países socialistas, se está probando que un sistema nuevo de economía en el mundo tiene eficacia, tiene éxito, camina. Y el supermillonario tenía mucha razón. Ehrenburg estaba muy complacido de su franqueza.

¿Cree usted que habrá una revolución en los Estados Unidos?

No es inminente, pero hay un estado de rebelión pronunciada en los Estados Unidos. Yo no sé dónde va a ir, pero me parece que por lo menos esta toma de conciencia intelectual de los jóvenes y de los universitarios tiene que pesar alguna vez en la dirección del estado y en las condiciones en que se desarrolla la vida histórica de los Estados Unidos. Es el comienzo de una etapa, es el primer comienzo de una etapa. No sé cuándo será la segunda parte de esta etapa, ni cuándo será la tercera, eso depende de los norteamericanos. No se puede determinar por receta. A mí me parece que el capitalismo está haciendo crisis no sólo en los Estados Unidos sino en muchas partes. De inmediato se puede ver que hay una crisis moral enorme dentro del sistema norteamericano de vida. The American way of Life no ha traído exactamente con la prosperidad la felicidad, pero sí, en muchos casos, la desesperación de la gente norteamericana.

¿A qué lo atribuye?

Me parece que es una crisis del sistema capitalista. Se ha fijado como meta una prosperidad basada en una serie de leyes feroces que están estallando. A mí me parece que esta crisis del sistema general está llegando a todo el mundo. La guerra de Vietnam ha puesto ante la humanidad un hecho verdaderamente inaudito. Que todas las energías, la riqueza de un gran país como los Estados Unidos se dediquen al’exterminio de una población lejana, desconocida para los jóvenes norteamericanos que son enviados a matar y a morir, es un hecho que ha iluminado con la sangre vertida la conciencia adormecida de gran parte de la humanidad. La tragedia de Vietnam iluminó de tal manera que despertó en los Estados Unidos, en cierta parte de los Estados Unidos, un sentimiento de culpa que se fue extendiendo y que provocó muchas cosas; por una parte, la rebeldía de los jóvenes, y por otra, la desesperación. Yo atribuyo a la guerra de Vietnam ese poder catalizador. Nunca se vio una guerra más injusta, nunca se vio al hombre cometer desmanes colectivos tan extraños y crueles. Pero al mismo tiempo tuvo que causar la reflexión instintiva del intelectual. Por qué un país que tuvo tan extraordinarios pensadores como Thoreau, o como Whitman, o como tantos otros, que prácticamente extendieron la medida humana, cómo un país así, que también se puso a la cabeza de la revolución industrial, que hizo tantas cosas extraordinarias en el dominio del conocimiento y de la cultura en los años previos a la guerra, pudo llegar a superar a Hitler en barbarie e inhumanidad. Los Estados Unidos fundaron esa inmensa capital de sueños que fue Hollywood, adelantando la cinematografía, que sin ese impulso podría haber tardado un siglo en desarrollarse. En fin, se esperaban tantas extraordinarias proezas de los norteamericanos (que se han cumplido a veces, como las exploraciones a la luna) que uno se pregunta: ¿Cómo ese país puede dedicar todas sus fuerzas al exterminio y al terror? Bueno, a mí me parece que tal pregunta que se hizo el ser humano lo llevó también a dudar del sistema, del establishment, dudar de la verdad que se le decía, y empezó a producir la amargura, el escepticismo y muchas veces la desesperación que se ven en la vida norteamericana. Además, la ola infinita de terrorismo, de atentados criminales, como la muerte de Luther King, del presidente John Kennedy, del senador Robert Kennedy, y las masacres hechas por muchachos, criminales de nuevo tipo, increíbles, desinteresados, demoniacos, como aquel sobre el cual escribió Truman Capote, In Cold Blood, o el crimen de Charles Manson, no son casos tan aislados, se encadenan unos a otros formando un hilo que tiene que ver con la crisis moral del sistema, con una perversidad que sale a flote, pero que estaba ya plantada de alguna manera en la vida de una sociedad que se fue echando a perder, que se fue pervirtiendo. Por lo tanto esta pregunta sobre la que estamos haciendo reflexiones tan descosidas se relaciona con la otra pregunta: ¿habrá una revolución? ¿Esta revolución, quiénes la harán? Si no intervienen las grandes masas obreras en la toma de conciencia, esa revolución será postergada. La revolución no la pueden hacer los estudiantes en ningún país. Pueden tener la conciencia de que anda mal el mundo, pero la fuerza organizada de un movimiento tiene que venir del pueblo mismo. Y eso yo no lo veo aún en los Estados Unidos. En el pueblo negro se ha visto un gran despertar, y es posible también que una próxima organización se revelaría interesantísima e importantísima en el desarrollo mismo de esta revolución, pero más allá no conozco, no sé, no estoy informado.

¿Qué opina de la situación cubana actual?

La Revolución Cubana es un hecho bastante grande e importante como para que nosotros, los escritores de mi generación, no tengamos otra obligación que defenderla. El hecho cubano tiene una importancia asombrosa en la vida de la América Latina. Es tal vez el acontecimiento más decisivo en nuestra historia desde los movimientos de la Independencia de 1810. Naturalmente la vida de la Revolución Cubana se ha visto perturbada por una serie de factores que han puesto en grave peligro la revolución, la que ha necesitado toda su vitalidad para sobrevivir, especialmente la extensión del boycott que le han impuesto los gobiernos latinoamericanos por imposición del Departamento de Estado. Esto ha sido trágico. Lo primero que debíamos haber hecho fue aumentar nuestras relaciones con Cuba, haber conocido los progresos de esta gran experiencia nueva en el continente, haber tenido todas las relaciones necesarias como para conocer el proceso de la revolución. Ahora pasan cosas tan grotescas como esta: para ir a Cuba, la sobrina del ex presidente Jorge Alessandri (ahora nuevamente candidato presidencial de la derecha) tuvo que partir de aquí a Madrid, de Madrid a Praga, de Praga a Cuba, en donde estuvo una semana. Para volver tuvo que volar de la Habana a Madrid o Londres, de ahí a Praga, de Praga a Buenos Aires, de Buenos Aires a Chile. Es decir, que un vuelo de unas diez horas toma de cuatro a cinco días para hacerlo de ida y vuelta. Estos son los frutos ridículos del aislamiento y bloqueo impuestos a Cuba. Pero todos los que aplauden estas medidas son los que se quejan de la Cortina de Hierro y de las dificultades que crea a los escritores; mientras se está imponiendo sobre Cuba una especie de cerco inaceptable, medieval, destinado a desconocer su progreso y matarlo por hambre. Esto es completamente grotesco además de ser injusto. El hecho de que no se pueda ni visitar, ni comerciar, ni tener relaciones diplomáticas con un país latinoamericano con gente tan cercana a nosotros, como parientes nuestros que hablan nuestro idioma, con una historia común, me parece, verdaderamente, el colmo. Y todo porque gobernantes como Johnson o Nixon y los capitalistas criollos no gustan del sistema político de ese país. Esto es completamente grotesco. Ellos son dueños de darse el régimen que quieren. Los chilenos estamos muy atentos a las experiencias de la Revolución Cubana y miramos con inmensa simpatía su creciente desarrollo.

¿Y el Che Guevara?

El Che Guevara ha llegado a ser un mito. Fue un hombre de mucha valentía y de mucho interés. Queda poco por decir porque todo se ha dicho. Ha pasado a ser un mito mundial y una influencia activa y creadora del siglo XX. Muy doloroso su destino. Fue asesinado en un país que pronto levantará monumentos en su honor.

Volviendo a Cuba, ¿no podría compararse su bloqueo con el de las Alemanias?

Ah, esto es distinto. En un país hay un estado socialista y en el otro un estado capitalista. Además se estaba haciendo desde la Alemania Occidental una intensa campaña para destruir desde allí el estado de la República Popular Alemana. El muro es antipático, pero yo creo que fue necesario. Mientras tanto la Alemania democrática, la Alemania Oriental, se ha elevado como una de las más grandes potencias económicas del mundo; creo que ocupa el noveno lugar entre los países productores. Es milagroso que a pesar de tener al lado la Alemania Federal con su gran impulso y la enorme ayuda de los Estados Unidos y de los monopolios, este país haya salido de la destrucción, de las ruinas, y haya logrado tantos éxitos con la nueva sociedad que ha construido. En general, todas las fronteras entre pueblos deben terminar. Pero hay algunas más dolorosas que otras. Supongo que lo que ha estado pasando en Alemania habrá causado prácticos problemas humanos, inmensos problemas, pero me parece que por estar tan próximos geográficamente no quedaba más remedio que esta separación. Mientras que no se reconozca a esa Alemania y no haya respeto mutuo desgraciadamente tiene que ser así. Por eso lo que queremos en América son relaciones diplomáticas con Cuba, reconocimiento de la Revolución Cubana y del estado cubano, del estado actual de la nación cubana, tal como es, con su revolución y su república.

¿Ha producido la tecnología una crisis de valores de la cultura humanística?

Bueno, hay gente que cree que la tecnología se va a tragar al hombre. Yo no creo tal cosa. Recuerdo cómo los agricultores ingleses, y también los norteamericanos, combatían el ferrocarril. La tecnología es una necesidad absoluta del avance de la humanidad. El desarrollo de la tecnología no tiene por qué comerse al hombre. Este miedo del adelanto técnico y de las proyecciones que pueda tener es un miedo cósmico, con un carácter de superstición tan grande como el de las tribus prehistóricas. Ahora hemos llegado a tener pavor del hombre mismo, pavor cósmico de lo que el hombre puede descubrir. Yo, desde luego, no siento ninguno de esos pánicos. Pienso que, por el contrario, el camino del hombre es el descubrimiento, pienso que Dios abdicó y que desde entonces Dios es el hombre.

Uno de los temores, y justificado, es que se usen los avances tecnológicos para fines destructivos.

La maldición de la humanidad es que todo lo que se perfecciona en la técnica termina por usarse para la destrucción de vidas humanas. Bueno, sobre esa base tenemos que fundamentar el humanismo de esta época, luchar contra la guerra y contra las explosiones atómicas termonucleares. Pero esto es una lucha aparte. No porque se produzcan estas cosas vamos a cerrarle el paso al adelanto técnico. Verdaderamente es estremecedor que existan estos medios de destrucción. Justamente está ahora en Chile Linus Pauling, un hombre muy respetable, que ha hablado tan francamente y ha expresado conceptos tan extraordinarios sobre la destrucción atómica que tiene que ponernos en guardia. Naturalmente, en los últimos años ha habido un movimiento muy grande en contra del peligro atómico y posiblemente las grandes potencias acuerden no continuar fabricándolas. No sé en realidad cómo marchan esas negociaciones, pero creo que la intención es seria.

¿Qué es lo que predice para la nueva década?

No sé si no son más esperanzas que predicciones. Pienso que se puede solucionar el problema de Vietnam, es decir, el retiro de las tropas norteamericanas y la autodeterminación del pueblo vietnamés. Es el conflicto más grave que tiene la humanidad. Me parece que también está en vías de respetarse las dos Alemanias como repúblicas separadas; esto traerá una gran tranquilidad a Europa. ¡Pero, parece que estoy hablando como los videntes!

Bueno, ¿qué es entonces lo que espera de la nueva década?

Realmente creo que eso pasará. En cambio, no veo tan cercana la solución al conflicto de Medio Oriente, que también es un problema gravísimo. En América Latina creo que habrá una tendencia general a una mayor independencia del imperialismo. Se acentuará la lucha antiimperialista y me parece que lo más importante sucederá en Chile. Creo que la elección la van a ganar las fuerzas populares y que habrá cambios bastante grandes. No puedo decir qué pasará en otros países de América Latina; en muchos de ellos las condiciones son insoportables.

En caso de ser elegido presidente, ¿seguiría escribiendo?

Escribir para mí es como respirar. No podría vivir sin respirar y no podría vivir sin escribir.

¿Podría escribir tanto como hasta ahora?

Yo creo que sí.

Lo he visto escribir en el auto…

Yo escribo donde puedo y cuando puedo, pero siempre estoy escribiendo.

¿Siempre lo hace en forma manuscrita?

Desde que tuve un accidente en que me rompí un dedo, no pude, por unos meses, manejar la máquina de escribir. Seguí la costumbre de mi tierna juventud y volví a escribir a mano. Luego, cuando ya me mejoré de mi dedo, que estaba medio quebrado, y pude manejar la máquina, ya me había reacostumbrado a escribir a mano. Encontré que escribiendo a mano tenía más sensibilidad y que las formas plásticas de mi poesía podían cambiar más fácilmente. Es decir, comprendí que la mano tenía algo que ver con eso. Acabo de leer en Paris Review lo que dice Robert Graves al periodista que lo interroga: “¿No le ha llamado a usted la atención algo en esta casa, en esta pieza? Todo está hecho a mano.” “El escritor —dice Robert Graves— no debe vivir sino entre cosas hechas a mano.” Pero me parece que Robert Graves se olvidó que también la poesía debe escribirse a mano. A mí me parece que la máquina me apartaba de mucha intimidad con la poesía, y la mano me ha acercado de nuevo a esa intimidad.

¿Cuáles son sus horas de trabajo?

No tengo horario, pero de preferencia en la mañana. Es decir, si a esta hora no estuviese Rita haciéndome perder el tiempo, y perdiendo el suyo, yo estaría escribiendo.

Más o menos, ¿cuántas horas diarias escribe?

No escribo y leo muchas cosas al día. Mi afán sería escribir todo el día, pero muchas veces la plenitud de un pensamiento, de una expresión, de algo que sale de una manera tumultuosa desde mi propia inspiración, usando una palabra anticuada, me deja o satisfecho o exhausto o colmado o vacío. Es decir, no podría seguir. Por lo demás me gusta demasiado vivir para estar todo el día sentado en un escritorio. Esto es algo que no está de acuerdo conmigo; a mí me gusta meterme en todos los trajines de la vida, de mi casa, de la política, de la naturaleza. Estoy siempre entrando y saliendo. No puedo decir entonces que consagro todo el día a escribir, pero en donde esté y cuando puedo escribo intensamente. No me molesta que haya mucha gente a mi alrededor. Puedo escribir y desarrollar mi pensamiento aunque estén conversando, discutiendo o peleándose. Más aún, si de pronto se quedan silenciosos, eso me perturba.

¿Ya terminó de escribir su último libro?

Sí, se llama La espada encendida.

¿Prosa o verso?

Siempre verso. Se trata del mito de Adán y Eva, del castigo y de la culpa, en realidad, de un nuevo Adán, de una nueva Eva. El mundo ha terminado, la bomba y la guerra lo han destruido, y Adán, el único hombre sobre la tierra, se encuentra con Eva. La vida en la humanidad comienza nuevamente con ellos. Es un libro de gran intensidad. Bueno, ahí está el libro. No lo conozco bien. Lo acabo de escribir y no lo he leído todavía. Cuando termino un libro no me gusta corregir los errores de inmediato porque siento el deseo de alejarme de él. Ahora estoy esperando que pasen unos días para volver a leerlo con más serenidad.

¿Cuándo se publicará?

En marzo o abril del año próximo.

¿Quién lo publica?

Losada, de Buenos Aires. Losada es mi editor y tengo con él las mejores de las relaciones. No siempre ha sido así para mí; me he peleado con muchos editores. La relación entre escritor y editor es bastante difícil, pero tengo la suerte de tener un editor que me entiende y con el cual no he tenido jamás problemas.

¿No tiene editores en Chile?

Los tengo, pero son pequeños para la necesidad de expansión de mis libros. Mis primeros editores fueron chilenos y de cuando en cuando les doy mis libros. Muchas veces me interesa que un libro salga primero en una edición chilena. Así lo he hecho con las últimas obras. Las ediciones limitadas las hacemos acá y Losada nunca ha puesto dificultad para ello.

¿Piensa escribir otro libro?

Naturalmente voy a escribir otro, pero no puedo decir de qué se trata, todavía no he hecho un plan. Acabo de terminar La espada encendida y no lo he corregido aún.

¿Cuánto demora en escribir un libro?

Más o menos un año. Fin de mundo, que se publicó el año pasado, tardó más de un año en escribirse. El último ha sido más rápido a pesar de que he tenido menos tiempo.

Usted nunca ha tomado muy en cuenta su prosa. ¿Por qué?

La prosa…, toda mi vida he sentido la necesidad de escribir en verso y no me interesa la expresión en prosa. La utilizo para expresar cierta clase pasajera de sentimientos, o acontecimientos derivados del relato. Además, siempre he escrito prosa sin tomarla demasiado en cuenta y la verdad es que puedo dejarla enteramente. Sólo escribo en prosa transitoriamente.

Por años usted ha sido mencionado como candidato para el Premio Nobel. ¿Cree que la Presidencia podría influir en alguna forma en la decisión de la Academia Sueca?

Esa pregunta debe ser hecha a la Academia y no a mí, y, naturalmente, la Academia no la contestará.

¿Si tuviera que elegir entre la Presidencia y el Premio, qué elegiría?

No es cuestión de decisión entre cosas tan ilusorias.

¿Suponiendo le pongan sobre una mesa la Presidencia y el Premio?

Si me lo ponen en una mesa me voy a sentar a otra mesa.

¿Qué opina de la actitud de Sartre cuando recibió el Premio Nobel?

Es muy respetable, pero es una reacción individual de su poderosa personalidad. No creo que sea una cuestión a debatir, me parece que es una reacción muy digna de un hombre tan combatiente y tan consecuente como es Sartre.

¿Cree justo el Premio a Beckett?

Creo que sí. Beckett es un escritor breve pero exquisito. También creo yo que el Premio Nobel donde caiga siempre está honrando a la literatura, a la poesía, a la novela o al teatro. Yo no soy de los que están siempre discriminando si el Premio cayó bien o cayó mal. Lo que constituye la importancia de ese Premio, si la tiene, es que otorga al oficio literario un título de respeto para la masa, para la gente, para los demás. Eso es lo más importante.

Muchas veces usted ha sido fuertemente atacado por la forma en que vive y por su solvencia económica…

En general eso es un mito. Nosotros hemos recibido una herencia bastante mala en cierto sentido de España. Nunca pudo tolerar que su gente sobresaliera, que se distinguiera en algo. Como se sabe, a Cristóbal Colón lo encadenaron de vuelta a España. Yo creo que de España recibimos ese impacto de la pequeña burguesía envidiosa que se pasa pensando en lo que tienen los demás y en lo que no tiene ella. Yo he dedicado mi vida a las reivindicaciones del pueblo, y lo que yo tengo en mi casa, mis libros, es producto de mi propio trabajo. Yo no he explotado a nadie. Pero este reproche no se lo hacen nunca a los que tienen grandes fortunas como herencia. Nunca se lo hacen a los escritores ricos por familia. Se piensa que ellos tienen derecho a tener medios económicos superiores a los otros. En cambio, de un escritor que como yo tiene prácticamente 50 años de trabajo, están todo el tiempo diciendo: “Mire, mire cómo vive. Tiene una casa frente al mar, toma un buen vino.” Es bien difícil tomar un mal vino en Chile porque casi todo el vino en Chile es bueno. En fin, todo este coro de los cretinos de nuestro tiempo me tiene sin cuidado. Es un problema que en cierto modo refleja el subdesarrollo de nuestro país, la mediocridad de nuestro medio. Usted misma me ha contado que a Norman Mailer le habían pagado unos 90.000 dólares por tres artículos en una revista norteamericana. Aquí, si un escritor latinoamericano recibiera una compensación así por su trabajo despertaría una ola de protestas de los otros escritores, diciendo: “¡Qué abuso! ¡Qué malo! ¡Pero dónde vamos a parar!”, en vez de quedarse todo el mundo contento de que un escritor pueda alcanzar tales honorarios. Bueno, como digo, estos son males del llamado subdesarrollo cultural.

¿No será esa acusación más intensa por pertenecer usted al Partido Comunista?

Precisamente ese es el valor de una posición como la mía. El que no tiene nada, ya se ha dicho muchas veces, no tiene nada que perder sino sus cadenas. Y yo arriesgo a cada momento mi vida, mi persona, lo que tengo, mis libros, mi casa, todo esto lo pongo en juego para defender el futuro y la justicia. Mi casa ha sido incendiada, yo he sido perseguido, he sido más de una vez detenido, he sido exiliado, se me ha declarado incomunicado, he sido buscado por todas partes por mil policías. Muy bien, pues. Yo no me acomodo con lo que tengo. Lo que tengo lo pongo a disposición de la lucha popular. Esta casa en que usted está pertenece desde hace 20 años al Partido Comunista de Chile a quien se la he regalado por escritura pública. Yo estoy en esta casa simplemente por una decisión de mi partido, por la generosidad de mi partido. Estoy usufructuando de un bien que no me pertenece puesto que lo di, así como todas las colecciones, y todos los libros, y todos los objetos que hay en esta casa. He regalado más de una biblioteca entera a la universidad de mi país. He regalado también la casa en que actualmente viven algunos de los dirigentes de mi partido. Vivo con el producto de mis libros. No tengo ahorros, no tengo nada de que disponer sino de lo que me pagan por mis libros cada mes. Se acabó ahí. Muy bien, que los que me reprochan hagan lo mismo y que dejen por lo menos sus zapatos en alguna parte para dárselos a otros.

¿No será otra de sus donaciones la Fundación Cantalao, una ciudad de escritores en Isla Negra?

Ultimamente he logrado adquirir, pagándolo a plazos, un terreno grande al lado del mar para que los escritores en el futuro puedan pasar su veraneo y hacer su obra creadora en un ambiente de extraordinaria belleza, como lo será la Fundación Cantalao. Será dirigida por gente de la Universidad Católica, de la Universidad de Chile y de la Sociedad de Escritores. Será una fundación para que los escritores becados puedan vivir por un año con el producto de mis derechos de autor, disfrutando de una casa común para reuniones y actos además de cabañas individuales para trabajar.

A usted le atribuyen un antagonismo con Borges.

El antagonismo que se me atribuye con Borges no existe en el fondo, puede existir en forma intelectual y cultural por nuestra diversa orientación. Uno se puede pelear en paz. Pero yo tengo otros enemigos, no los escritores. Mis enemigos son los gorilas, para mí el enemigo es el imperialismo, y son los capitalistas y son los que dejan caer el napalm en Vietnam. Pero no es Borges mi enemigo.

¿Qué opina de la literatura de Borges?

Es un gran escritor, y caramba, estamos muy orgullosos la gente de habla española de que exista Borges, sobre todo la gente latinoamericana, porque antes de Borges teníamos muy pocos escritores que podían afrontar la comparación con los de Europa. Hemos tenido grandes escritores, pero un escritor de tipo universal, como Borges, se da muy poco en nuestros países. El ha sido de los primeros. No puedo decir que ha sido el más grande, y ojalá que sea cien veces superado por otros, pero de todas maneras él abrió la brecha, la atención, la curiosidad intelectual de Europa hacia nuestros países. Eso es todo lo que puedo decir. Pero yo pelearme con Borges, porque todo el mundo quiere hacerme pelear con Borges, no lo haré nunca. Que piense él como un dinosaurio, no tiene nada que ver con mi pensamiento. El no entiende nada de lo que pasa en el mundo contemporáneo y piensa que yo tampoco entiendo. Entonces, estamos de acuerdo.

El domingo lo visitaron unos jóvenes argentinos que cantaron, acompañándose por guitarras, una milonga de Borges. Creo que eso le gustó mucho.

La milonga de Borges me gustó muchísimo, sobre todo es un ejemplo, que un poeta tan hermético, un escritor, digamos tan sofisticado, o tan intelectualista, se vuelque a un tema popular haciéndolo de una manera tan certera y verdadera. A mí me gusta mucho la milonga de Borges y me parece que debieran imitar su ejemplo muchos de los poetas latinoamericanos, ya que casi todos los nuestros tenemos la misma preocupación popular y tradicional.

A usted también le han pedido que escriba letra de milongas. ¿Lo hará?

No creo, no es una forma de mi país, es una forma del Río de la Plata, por lo tanto yo no la conozco bastante. Para hacerlo tiene uno que dominar ese estilo popular, tiene que estar de acuerdo con el pueblo de uno, con las raíces de nacionalidad y de vida.

¿Ha escrito para la música folklórica chilena?

He hecho algo. Son muy conocidas en este país.

¿Qué es lo que más recuerda de su vida personal, política y literaria?

No sé. Los recuerdos más intensos de mi vida posiblemente son los recuerdos de mi vida en España. Una gran fraternidad de poetas, una gran amistad con muchos de ellos, una acogida tan fraternal y de tanta calidad que yo no había conocido en este mundo nuestro americano, tan lleno de alacraneos, como se dice en Buenos Aires. Después, fue terrible para mí ver toda esa república de compañeros, de amigos, ese estado de cosas, ese reino, destrozado por la guerra civil, que me mostró la terrible realidad de la opresión y del fascismo. Mis amigos fueron dispersados por la guerra, algunos fueron exterminados allí mismo, como García Lorca, como Miguel Hernández, otros murieron en el destierro y otros continúan en el destierro. Toda esta faz de mi vida fue rica en acontecimientos, en emociones profundas y en cambios decisivos en mi propia historia y en la evolución de mi vida.

¿Es entonces España el país más fundamental en su vida?

El país más fundamental para mí es mi país. Pero tal vez, después de Chile, España es lo que ha tenido más importancia. No sé cómo estará ahora, debatiéndose todavía en el final de Franco. Nunca he podido volver a ella con plenitud. Sólo he pasado por sus puertos.

¿Le permiten la entrada?

No se me prohibe la entrada de una manera oficial. Al contrario, en una ocasión fui invitado por la Embajada de mi país para dar recitales. Parecía entonces que todo estaba allanado en cuanto a las visas. Es muy posible que se me deje entrar. No quiero discutir este punto porque hasta puede ser una conveniencia del gobierno español, que quería mostrar algún sentido democrático al permitir la entrada de quienes tan fuertemente lo han combatido. No sé. Me han impedido entrar a tantos países y me han expulsado de tantos otros que verdaderamente este es un asunto que ya no me causa la irritación que me produjo al principio. Con el tiempo estas cosas también se han suavizado. Muchas de las medidas que se tomaron en mi contra para hacerme salir de un país han sido cambiadas y abolidas. De toda manera, ha dejado de producirme una viva picazón el hecho de que me dejen entrar o que no me dejen entrar en una parte o en otra.

En la Oda a Federico García Lorca, escrita antes que él muriera, usted predecía en cierta forma su trágico fin.

Sí, es extraño ese poema, parece que estuviera vaticinando en algún modo su muerte, siendo que Federico era una persona tan feliz, era una criatura dichosa. Muy pocos seres he conocido como él. Era la encarnación, no diremos del éxito, sino del amor a la vida. Gozaba cada minuto de su existencia, era un gran despilfarrador de alegría. Por eso ese ha sido uno de los crímenes más imperdonables del fascismo.

Usted siempre lo menciona en sus poemas, como también a Miguel Hernández.

Hernández era como un hijo, era un poco mi discípulo en poesía. Vivía prácticamente en mi casa donde comía casi todos los días. Ahí se probó la mentira que ha rodeado la muerte de Federico García Lorca, la mentira oficial que ha pretendido dar como causa de este crimen los primeros momentos de confusión de la Guerra Civil, que naturalmente existieron. Pero, de ser así, ¿por qué entonces el gobierno fascista de España mantuvo durante tanto tiempo en la prisión, después del asesinato de Federico García Lorca, al más extraordinario de los poetas de las nuevas generaciones que fue Miguel Hernández? ¿Por qué lo mantuvo hasta la muerte en su prisión? ¿Por qué se negó aun a trasladarlo a un hospital, como lo propuso la Embajada de Chile? La muerte de Miguel Hernández es también un asesinato.

De su estadía en el Oriente, ¿qué es lo que más recuerda?

Mi estadía en el Oriente fue en cierto modo un encuentro para el que yo no estaba preparado. Me abrumó el esplendor de aquel continente que yo no conocía y al mismo tiempo me sentí desesperado, porque era muy largo el plazo de mi vida y de mi soledad. Y muchas veces me pareció que estaba encerrado en una interminable película a todo color, maravillosa, pero que nunca me permitirían salir de esa película que continuaba una eternidad. Yo no tuve el misticismo que guía a muchos sudamericanos y a muchos otros a la India. Supongo que la gente que va a la India a buscar una respuesta religiosa a sus inquietudes verá las cosas de otro modo. A mí me conmovió profundamente aquel gran estado, aquella inmensa nación tan inerme, tan indefensa, amarrada al yugo de su imperio. La cultura inglesa misma, por la cual siempre tuve extraordinaria predilección, me pareció a veces nefanda por ser también un instrumento de sumisión intelectual para muchos de los hindúes de aquella época. También me mezclé con la juventud rebelde de aquel continente y, a pesar de mi cargo consular, frecuenté a todos los revolucionarios. Estuve al tanto del gran movimiento que iría a producir más tarde la independencia de la India. En aquellos años de 1928 me tocó conocer (aunque sólo cambiando unas palabras y un saludo) a Nehru, a su padre el Pandit Motilal Nehru y a Subhas Chandra Bose, uno de los hombres más interesantes de la época revolucionaria de la India, que guiado por su intensísimo patriotismo se puso durante la última guerra del lado de los japoneses. Era el espíritu de muchos de estos independentistas de la India y de los imperios coloniales en el Asia. A ellos les daba tanto un dominador como el otro. Creían que cambiando de colonizadores tendrían la oportunidad de dividirlos. No puedo juzgar a Subhas Chandra Bose a pesar de que en ese momento el Japón era un aliado de Hitler. Su memoria es aún muy respetada en la India. También conocí estudiantes anónimos, maestros y escritores, no sin dificultades, porque ellos también desconfiaban de mí. Desconfiaban de todo y tenían razón. En una lucha tan grande cada uno debe tener los ojos abiertos.

¿Fue en la India donde escribió Residencia en la tierra?

Sí, pero la India no ha tenido influencia intelectual en mi poesía.

¿También desde allí escribió esas cartas tan conmovedoras al argentino Héctor Eandi?

Sí, esas cartas fueron un gran episodio en mi vida. Ese escritor argentino, a quien yo no conocía personalmente, se hizo cargo, como buen samaritano, de tenerme al tanto de las noticias; él me mandaba periódicos en esos momentos de gran soledad. Temía yo hasta de perder contacto con el idioma porque estaba rodeado de gentes que hablaban otras lenguas, y por meses y meses, o por años, no encontraba con quién hablar en español. Me acuerdo que en una carta a Rafael Alberti le pedía un diccionario español, que no se encontraba en la India. También puedo decir que por semanas enteras no veía a un solo ser humano.

¿Fue a la India por propia voluntad?

No, yo llevaba un puesto de cónsul, pero era un puesto de pequeño cónsul, de esos cónsules que no tienen sueldo. Yo vivía en gran pobreza y también en la soledad más grande.

Ahí usted tuvo ese gran romance con Josie Bliss, a quien menciona en muchos de sus poemas.

Sí, Josie Bliss fue una mujer que dejó una huella bastante profunda en mi poesía. La he recordado siempre, aun en los últimos libros.

¿Su obra está muy ligada a su vida personal?

Naturalmente, la vida de un poeta tiene que reflejarse en su poesía. Esta es la ley del oficio y una ley de la vida.

Usted es uno de los poetas más traducidos, como a 30 idiomas.

No los he contado nunca, pero sí sé que se han traducido en varios sitios.

¿En qué idioma cree que están mejor traducidos?

Yo diría que en el italiano, porque hay una similitud de valores entre los dos idiomas. Tanto el inglés como el francés, que son los dos idiomas que conozco fuera del italiano, no corresponden con el idioma español ni en la vocalización, ni en la colocación de las palabras, ni en el color, ni en el peso de ellas. Es decir que la estabilidad de un poema que se escribe en español con derroche o economía verbal, pero que tiene una medida y una manera de posar cada palabra, no encuentra su equivalente ni en el francés, ni en el inglés. No se trata de la equivalencia interpretativa, no, el sentido puede ser justo, pero esa justeza de traducción, de sentido, puede ser la destrucción del poema. Por eso pienso que el italiano es el que más se le acerca, porque conservando los valores de la palabra, el sonido también refleja el sentido. En francés, en muchas de mis traducciones, no digo en todas, parece que mi poesía se escapara de ellas, que no quedara nada, y uno no puede protestar porque está dicho ahí lo mismo que uno ha escrito. Pero es claro que si yo hubiera escrito en francés, si hubiera sido un poeta francés, no hubiera dicho lo que dije en ese poema, porque el valor de las palabras, el color, el olor, el peso es diferente. Habría escrito entonces otra cosa.

¿Y en inglés?

Hallo que el idioma inglés, tan diferente del idioma español y tanto más directo, muchas veces expresa el sentido de mi poesía, pero no lleva la atmósfera de mi poesía. Puede ser que pase lo mismo cuando se traduce a un poeta del inglés al español.

Usted también ha hecho traducciones al español del inglés y del francés.

He traducido más del inglés. He traducido William Blake, Whitman, Shakespeare. Creo haberlo hecho bien. Mis traducciones de Blake son muy antiguas. Las he vuelto a leer porque de cuando en cuando las reproducen por ahí y me han gustado bastante.

Su traducción de Romeo y Julieta, representada en Chile y en Nueva York, ha tenido mucho éxito.

Sí, fue una experiencia bastante interesante. En los países latinoamericanos hay el mito de Shakespeare y el mito de Dante. Prácticamente nadie que no lea inglés ha leído Shakespeare, nadie que no lea italiano ha leído Dante. Las traducciones de Shakespeare, por ejemplo, son traducciones que han costado mucho trabajo, pero que no han dado la complejidad radiante de la poesía de Shakespeare, sobre todo en tragedias como Romeo y Julieta que está escrita totalmente en verso. Por el contrario, dieron un Shakespeare españolizado, traducido a la poesía retórica y tiesa del comienzo del siglo. Yo tengo el valor de haber hecho una traducción de Shakespeare humanizada, en la que respeto totalmente el sentido de Shakespeare. Es tal la corriente de humanidad que pasa por esta versión mía que durante los centenares de representaciones que se hicieron, no quedaba nadie en el teatro sin conmoverse o llorar.

¿No fueron sus primeras traducciones las de Rainer Maria Rilke?

En mi juventud, allá por los años más alejados de mi juventud, traduje a Rilke del francés. También traduje algo de Baudelaire.

¿Está de acuerdo con los críticos que dividen su obra en etapas?

Tengo un pensamiento bastante confuso sobre todo eso. No tengo etapas, las descubren los críticos. Uno vive sin etapas y no sabe cuando está empezando o cuando está terminando una etapa. Mi poesía, si tiene algo es que es un organismo, es orgánica y se desprende de mi propio cuerpo. Mi poesía fue infantil cuando yo era niño, juvenil cuando yo era muy joven, desolada cuando sufrí, combativa cuando tuve que entrar en la lucha social, y una mezcla de todas estas diferentes tendencias está siempre en mi poesía actual, que puede ser al mismo tiempo tal vez infantil, combativa y desolada. En fin, no tengo mucho más que decir sobre este punto. Siempre escribí por necesidad interna y supongo que esto le pasará a todos los escritores y en especial a todos los poetas. Me temo mucho no ser interesante en esto. Soy un antiintelectualista, no me gusta mucho ni el análisis ni el examen de las corrientes literarias. No soy un escritor que se nutre de libros, aunque necesito los libros para mi vida.

De los poemas de Residencia en la tierra usted ha dicho: “No ayudan a vivir. Ayudan a morir.”

Mi libro Residencia en la tierra representa un momento peligroso y oscuro de mi vida. Es una poesía sin salida, casi había que renacer para salir de ella. En ese sentido la guerra de España me salvó de esa desesperación, que no sé ahora hasta qué punto era profunda. Se juntó un momento de gran soledad de mi vida en la India, de la cual ya hablamos, en que escribí la mayor parte de mi libro Residencia en la tierra. Después han pasado muchas cosas, algunas de ellas bastante graves, lo bastante graves para hacerme meditar. Por ejemplo, una vez dije que si yo llegara a tener la autoridad necesaria prohibiría la lectura de mi propio libro y que estaría dispuesto a que no se imprimiera más. Comprendo que es una proposición bastante chocante, bastante dura de oír. Este libro mío exagera, o lleva tan lejos el sentimiento de la vida como una carga angustiosa, de la vida como una opresión mortal, que llega a tener un aire enrarecido. Yo también sé que es uno de mis mejores libros, en el sentido que tiene una hondura que pudo darme el momento en que yo viví aquella poesía. Pero uno, cuando escribe, y no sé si le pasará a los demás escritores, debe pensar en dónde caen sus versos. Robert Frost, en uno de sus ensayos en prosa, dice que la poesía debe tener como orientación sólo el dolor: “Dejen solo al dolor con la poesía.” Él no quiere en esa reflexión ningún sentimiento cívico, le parece que eso la aleja de su centro, de su esencia. No sé qué pensaría Robert Frost si un joven se suicidara y dejara un libro suyo manchado de sangre al lado de su cabeza perforada por un balazo. Eso me ha pasado a mí, aquí en este país. Un muchacho lleno de vida se suicidó junto a mi libro. No me siento verdaderamente culpable de su muerte. Creo que muchos problemas que no conozco lo llevaron al suicidio. Pero esa página de mi poesía manchada con la sangre de un joven es para hacer reflexionar no sólo a un poeta sino a todos los poetas. Después, como con casi todas las cosas que uno dice o habla, se aprovechó políticamente la censura que hice de mi propio libro. No conocían este episodio los que me criticaron de una manera dogmática, atribuyéndome un dogmatismo partidista, atribuyéndome el deseo de hacer sólo una poesía de optimismo, de alegría, excluyente. Pues bien, ahora lo conocen. Pero tampoco he renunciado a expresar los sentimientos de la soledad, de la angustia o de la melancolía. A mí me gusta cambiar todos los tonos, buscar todos los sonidos, perseguir todos los colores, buscar las fuerzas de la vida en donde estén, en la creación o en la destrucción. Y así he ido cumpliendo mis deberes de poeta. No tengo otra doctrina ni otra verdad. Mi poesía se hizo clara y alegre cuando derivó hacia las cosas y los objetos más humildes.

Como en las Odas elementales.

Principalmente en las Odas elementales. Pero tampoco lo aconsejo como un precepto o una recta, sobre todo cuando se trata de poetas jóvenes. Me parece que no pueden llegar al terreno de una elevada poesía de sentimiento social, de una elevada poesía de protesta y combate, si no han pasado por las etapas que deben pasar: las del amor delirante y de la infinita angustia. Es natural que la propia experiencia le indique a cada uno su camino; si no hay ninguna luz en ese camino, la sinceridad del poeta debe expresar esa oscuridad en la cual él está sumergido. Pedirle otra cosa sería sacarlo de su mundo, del que debe salir él por su propia fuerza y siguiendo las direcciones que le indique lo que llamamos el alma. Después viene la poesía a poner el mundo de otro color. Mientras tanto cumplamos con el deber más absoluto que es el de la sinceridad.

Fin de mundo, uno de sus últimos libros, es también bastante angustioso.

Sí, es bastante angustioso, pero tiene otra clase de angustia. No es la angustia cósmica, es la angustia por un mundo que está tan lleno de muerte y de masacre. El mundo que me tocó vivir desde la guerra de España…, la invasión de los nazis, la masacre de judíos hechas por Hitler, los infernales bombardeos, la bomba atómica y tantas cosas terribles que nos ha tocado vivir. Fin de mundo se llama más bien porque quiero que ese mundo termine, pero a pesar de lo negro que lo pinto, pienso que al final hay un toque de esperanza. Digo allí que si a través de los vuelos espaciales tocara buscar otro planeta, siempre volveríamos a este planeta podrido y magnífico que se llama la Tierra, donde seguiremos viviendo, donde seguirán viviendo los seres humanos.

Cuando dice: “¿Por qué tantas cosas pasaron y por qué no pasaron otras?” ¿A qué cosas que no pasaron se refiere?

El hombre siempre cree que está salvándose, sin embargo, ¡es tan difícil esa salvación de tipo social! Yo no creo en la salvación del alma y en todas esas cosas místicas que son ajenas a mí, sino en la salvación de la vida, en la preservación de lo más importante que existe: la vida del ser humano. Como siempre vivimos amenazados de la guerra y del aniquilamiento, pensé: ¿por qué no pasaron esas otras cosas? ¿Por qué, por ejemplo, la guerra de España no tuvo una solución más justa? En fin, había motivo para la desesperación y para la esperanza. Eso es lo que quiero decir.

También dice en ese libro:

No nos hagamos ilusiones

nos aconseja el calendario,

todo seguirá como sigue,

la tierra no tiene remedio:

en otras regiones celestes

hay que buscar alojamiento.

Naturalmente que es el reflejo de una reacción momentánea. Digo todo lo contrario en unas páginas siguientes. Ninguna de las cosas que yo digo pueden quedarse como afirmaciones eternas. Estoy dispuesto a contradecirme mientras viva.

¿Quisiera leer alguno de sus poemas?

Voy a leer “Muchos somos”, de Estravagario.

De tantos hombres que soy, que somos,

no puedo encontrar a ninguno:

se me pierden bajo la ropa,

se fueron a otra ciudad.

Cuando todo está preparado

para mostrarme inteligente

el tonto que llevo escondido

se toma la palabra en mi boca.

Otras veces me duermo en medio

de la sociedad distinguida

y cuando busco en mí al valiente,

un cobarde que no conozco

corre a tomar con mi esqueleto

mil deliciosas precauciones.

Cuando arde una casa estimada

en vez del bombero que llamo

se precipita el incendiario

y ése soy yo. No tengo arreglo.

¿Qué debo hacer para escogerme?

¿Cómo puedo rehabilitarme?

Todos los libros que leo

celebran héroes refulgentes

siempre seguros de sí mismos:

me muero de envidia por ellos,

y en los films de vientos y balas

me quedo envidiando al jinete,

me quedo admirando al caballo.

Pero cuando pido al intrépido

me sale el viejo perezoso,

y así yo no sé quién soy,

no sé cuántos soy o seremos.

Me gustaría tocar un timbre

y sacar de mí verdadero

porque si yo me necesito

no debo desaparecerme.

Mientras escribo estoy ausente

y cuando vuelvo ya he partido:

voy a ver si a las otras gentes

les pasa lo que a mí me pasa,

si son tantos como soy yo,

si se parecen a sí mismos

y cuando lo haya averiguado

voy a aprender tan bien las cosas

que para explicar mis problemas

les hablaré de geografía.

En Estravagario hay una vena humorística más aparente que en sus otros libros.

Estravagario tiene una forma equívoca, digamos de la burla de la inteligencia, o un sentido más risueño del que hay en muchos otros de mis libros. Esta ha sido siempre una constante en mi obra desde mi libro Crepusculario, una vena que trata de reírse de sí mismo. Naturalmente, no trato, ni tendré ningún éxito en hacerlo, de llegar a lo que se llama el humorismo. Sin embargo, el humorismo en la prosa, en la novela, en el teatro siempre me ha parecido fundamental. No sólo Mark Twain es un humorista, también lo son Dostoiewsky y Shakespeare. Este humorismo fundamental está más lejos del dominio poético. Tanto en mi libro Estravagario como en otros, especialmente en Fin de mundo, yo acepto una participación más definitiva de una visión dividida del mundo. Por “visión dividida” quiero decir que el personaje —es decir el autobiografiado, el poeta— tiene varios compartimientos separados que se expresan uno a uno.

Uno de sus primeros libros, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, ha sido, y sigue siendo, leído por miles de enamorados.

Es un gran problema, yo no sé si literario o humano. Ya lo dije en el prólogo de la edición que festejaba un millón de ejemplares y que pronto serán dos millones. Yo no entiendo bien de qué se trata. ¿Cómo este libro, que es un libro amor-tristeza, amor-dolor, continúa siendo indefinidamente leído por tanta gente, por tantos jóvenes? En verdad, no lo entiendo. Tal vez este libro significó la interrogación juvenil a muchos enigmas, tal vez significó la respuesta a esos enigmas. En el fondo es un libro doloroso, pero tiene un atractivo que no ha podido decaer.

En Cien poemas de amor (1960) hay un cambio.

Es otra forma del amor, un amor más maduro y más completo. Pero en general mis libros son siempre un cambio de situación, son siempre —tomando el nombre de un libro de Carlos Fuentes— un cambio de piel.

También son autobiográficos.

No sé. El organismo humano, según nos dicen los científicos, siempre está cambiando y las células se renuevan, es decir, ninguna persona es la misma después de algún tiempo. Por lo tanto, la poesía de un poeta debe cambiar fundamentalmente y al mismo tiempo permanecer en su identidad. Pero, como ya le he dicho, a mí no me gusta el análisis, ni tengo un concepto analítico de la poesía. Es muy poco lo que pueda agregar a lo que ya he dicho.

En su poesía hay símbolos que siempre se repiten y siempre figuran, como el mar, los peces, los pájaros…

No creo en los símbolos. Son cosas materiales. El mar, los peces, los pájaros existen para mí de una manera material. Tengo que contar con ellos como tengo que contar con la luz del día. La palabra símbolo no se ajusta exactamente a mi pensamiento. Algunos temas sobreviven en mi poesía, siempre están reapareciendo, pero son presencias materiales.

¿Como el fuego, el vino, el incendio?

Vivimos con el fuego, el vino y el incendio también. El incendio forma parte de la vida de este mundo.

La paloma, la guitarra, ¿qué significan?

La paloma significa la paloma y la guitarra un instrumento musical llamado guitarra.

Es decir, que los que han tratado de onalizar esos elementos, ya sea partiendo del concepto froidiano, u otro similar, no coinciden con su línea de pensamiento

Yo no tengo ningún pensamiento. Yo escribo porque necesito escribir, y cuando veo una paloma la llamo paloma. Esté presente o no esté presente en ese momento, para mí tiene una forma, está en lo subjetivo o en lo objetivo, pero no pasa más allá de ser una paloma.

De usted se ha dicho que es un poeta de libros y no de poemas.

En realidad, si se piensa bien, tienen razón, soy un poeta de libros y no de poemas, o puede ser de las dos cosas. Pero yo pienso en libros y por eso no me gusta mucho publicar en revistas. Las revistas hacen la delicia de la adolescencia literaria. Nos volvemos locos por escribir en revistas, publicar en revistas, aunque esa impaciencia se pasa con el tiempo. A mí, por lo menos, no me está interesando tanto que mi poesía se publique entre otros poemas en las páginas literarias de los diarios o revistas. Cada vez me gustan menos las revistas, cada vez me gustan más los libros. Las revistas tratan de tener brillo, fulgor, y todo el mundo se desvive por complacer a la época, a lo que se podría llamar la corriente contemporánea. Esto no me preocupa. Acabo de leer una bella entrevista de Cortázar. A raíz de que un escritor había criticado uno de sus recientes libros, Cortázar, con esa lucidez que siempre caracteriza su espíritu polémico, explica que sus libros forman una espiral. Algunos, dice, pueden contentarse con un círculo y una permanencia, pero él ve su obra en espiral formando una construcción piramidal. Bueno, no sé cuál es la formación de mis libros, no sé si serán horizontales o espirales, pero también veo la obra con un sentido de construcción. Tal vez menos definitorio soy yo que Cortázar, pero mi necesidad es de cambio, de reflejar siempre nuevas distancias. Me gusta pensar en mi obra como extensión y como construcción de algo que precisamente no sé lo que es, puede ser un edificio, puede ser una pérgola o puede ser también una balaustrada o una plaza, o un malecón donde atracan los barcos, o bien pueden ser unas piedras puestas aquí y allá. Pero el hecho es que no veo las cosas en forma aislada y si he querido hacer una obra cíclica es en el sentido de que siempre quiero agotar los periodos, al menos recorrerlos, recorrer los momentos, recorrer los temas en profundidad y en espacio. Desde muy joven me preocupó la extensión, la distancia, el espacio, las posibilidades del hombre. Uno de mis primeros libros se llama Tentativa del hombre infinito, bueno, hoy yo lo llamaría “del hombre inconcluso”. El hombre es un ser inconcluso, y sobre esa falta de comienzo y de final, dos hoyos de la vida humana, debe construirse la obra del poeta.

Este libro siempre ha sido muy importante para usted, aunque los críticos no lo han tenido tanto en cuenta.

A mí me gusta mucho, como también El habitante y su esperanza, casi mi único libro en prosa. Son frutos perdidos dentro de mi obra, pero que están siempre en germinación. Además me gusta mucho que estén escondidos bajo el follaje, que pase la gente sin verlos. Yo tengo gran cariño por ellos.

¿Si tuviese que salvar sus obras de un incendio, cuál salvaría?

Posiblemente ninguna. ¿Para qué voy a necesitar mis obras fuera de un incendio? Me gustaría salvar una muchacha…, o salvar una buena colección de libros policiales que me entretendrían mucho más que mi poesía.

¿Cuáles de sus críticos han entendido mejor su obra?

¡Ay, mis críticos! Mis críticos me han desmenuzado bastante. Me han analizado, me han cortado en pedacitos, con todo amor o con toda aversión. En la vida, como en la obra, uno no puede dejar contento a todo el mundo. Siempre pasó lo mismo, hay muy poco que alterar desde los tiempos más remotos. Uno recibe besos o palos, caricias y puntapiés, esa es la vida de un poeta. Lo que a mí me molesta es la tergiversación, o la mala intención, con la que se interpreta la poesía o los actos de la vida de uno. Por ejemplo, a usted le consta, como periodista, que durante mi estada en Nueva York durante ese Congreso del P.E.N. Club, que reunió tanta gente de un sitio y de otro, mis declaraciones para Life en español,* que usted como reportera llevó a la revista, fueron después cercenadas por la propia dirección de Life. Pero a usted le consta que mis declaraciones sobre muchos puntos que conversamos en aquella ocasión denotaban mis puntos de vista antiimperialistas, no antiamericanos. Fuertemente protestaba yo de todas las aventuras a que nos lleva el carro de guerra norteamericano y sus crímenes de Vietnam, su invasión de Cuba, de Santo Domingo. Pues bien, esa parte del reportaje, suyo y mío, no vio la luz. Y usted sabe también que yo leí mis versos sociales en Nueva York, y mucho más en California, en donde leí precisamente mis poemas dedicados a Cuba, mis poemas de adhesión a la Revolución Cubana. Quién iba a pensar que los escritores cubanos iban a firmar una carta y a divulgarla por millones de ejemplares, en la que mis opiniones se ponían en duda y me señalaban como una criatura protegida de los norteamericanos; hasta se daba como un hecho que mi entrada a los Estados Unidos era una especie de premio. Esto es perfectamente imbécil, si no fuera calumnioso, puesto que yo entré como muchos escritores de los países socialistas, y también se esperaba la llegada de los escritores cubanos. Había en ese momento una aceptación de las visas de entrada de los escritores antiimperialistas. No perdíamos nosotros nuestra calidad de antiimperialistas por ir precisamente a Nueva York a decir nuestras verdades. Sin embargo, así pasó, ya sea por apresuramiento o por mala fe de estos escritores. Yo no me he dado nunca a la tarea, ni lo voy a hacer ahora, de esclarecer tal posición. El hecho mismo de que yo hasta hace pocos días fuera el candidato de mi partido a la Presidencia de la República significa que tengo una historia verdadera de revolucionario. Sería muy difícil encontrar algunos de los escritores que firmaron esa carta que pudieran compararse en historia, en dedicación a la vida y al trabajo de organización, al trabajo revolucionario de las masas, que pudiera compararse siquiera con la centésima parte de lo que yo he hecho y luchado. Así pues, estamos dispuestos en la vida a aceptar sucesivamente la injusticia crítica o la injusticia personal. Por suerte hay inteligencias creadoras dentro de la crítica, que sienten el verdadero germen de la creación de los demás. Y también, en todos los sitios, hay gente de buena fe, y gente que cree en el ser humano, y es a esa gente, que es una enorme mayoría que se llama “pueblo”, a la que yo me dirijo. Es decir, me dirijo a unos en el terreno intelectual, a la limpieza intelectual de unos, y me dirijo también a los que me acompañaron en mi pueblo, y en otros pueblos, en una lucha que no pienso terminar ahora ni nunca.

¿Cuáles fueron sus influencias literarias?

Este es un capítulo interesante. A mí me parece que he sido influenciado por toda la poesía que he leído y naturalmente es difícil enumerar tantas influencias. El hecho es que siempre la literatura sufre una influencia, que puede ser demoledora o creadora. Es un proceso. Así como la acción de los elementos naturales pulveriza los sentimientos profundos para transformarlos en una sustancia íntima reflexiva, ardiente o testimonial, que se llama la literatura, así también el escritor tiene el deber de aportar con su propia obra el desarrollo de la herencia cultural; de pulverizar de una manera acendrada cuanto recibe y transformarlo perpetuamente. Es como el poder de la alimentación con respecto a la sangre, a la circulación. La cultura tiene raíces en la cultura, pero no sólo en ella, sino en la vida y en la naturaleza. Todas estas fórmulas van y vienen dentro del escritor, dentro del poeta. Walt Whitman fue un gran compañero para mí. Yo he sido poco whitmaniano en mi manera de escribir, pero soy profundamente whitmaniano en su lección vital, en esa acogida, en ese abrazo que da al mundo, a la vida, a los seres y al paisaje. Walt Whitman es una tremenda máquina que elabora incansablemente con los materiales más nobles y más anchos que existen sobre la tierra. Es muy difícil encontrar otro poeta que tenga tanta importancia en su actitud. También me influenciaron en mi época los simbolistas franceses, con esa escala luminosa desde Rimbaud hasta los menos conocidos o más desprestigiados. A los catorce o quince años yo fui un lector hambriento y sediento, naturalmente todo eso dejó huella en mi poesía. De alguna manera siempre se está intercambiando con los demás. Así como el aire que se respira no le pertenece a una zona, sino a la atmósfera entera, uno está intercambiando las experiencias, los conocimientos, el avance. El escritor siempre se está mudando de casa; él debe cambiar sus muebles pero no su alma. Algunos escritores se sienten empobrecidos por esta circunstancia. Me acuerdo que Federico García Lorca, que además era un humorista, un colosal humorista personal, siempre estaba pidiéndome que le leyera mis versos, mis poemas, pero cuando yo iba por la mitad me decía: “¡Para, para, no sigas, que me influencias!”

¿Cuáles son sus predilecciones literarias?

Mis predilecciones literarias son a veces bastante discutibles para muchos. Pero para hablar de la gente más conocida que yo admiro literariamente quiero hacer un capítulo corto, pero separado, de Ramón Gómez de la Serna. Ramón Gómez de la Serna me parece un gran fenómeno literario, un poco parecido al de Picasso en la pintura, y con la misma virilidad. Fue un creador fundamental en nuestro idioma. Me parece que fue más entendido en su país, en España, y empezaba a serlo en Europa cuando la Guerra Civil lo dejó en nuestras playas hasta su muerte. Ramón fue un gran río de inspiración y de invención fabulosa. No se ha valorizado ese mundo fantástico que nos dejó como herencia. Es un gran transformador del idioma, de los nexos, de la imaginación verbal; sus asociaciones fantásticas no tienen parangón en toda la historia literaria del idioma español. Es a la vez el Quevedo y el Picasso de los tiempos modernos. Naturalmente, como pasa con muchos creadores, es demasiado caudaloso como para aconsejarlo entero; también Marcel Proust es interminable, difícil de digerir para una garganta demasiado joven. En el caso de Ramón, posiblemente su creación tan certera y su tremendo poder asociativo llegaron a fatigar a los lectores. Pero la fatiga de los lectores no tiene nada que ver con este ciclópeo lleno de chispazos, de llamaradas, y también lleno de ese humorismo que se encuentra en las grandes obras de los maestros. Me ligó una cierta amistad con Ramón, ambos fuimos siempre demasiado ocupados y nos topamos rara vez. Por el contrario, con Picasso, hace años, con motivo de mis viajes por Europa, cultivé una amistad cordial y extraordinariamente fraternal. Con la modestia más grande, además, me ayudó en los menesteres y dificultades de mi vida práctica y política, y muchas veces me recibió en su casa. Tuve a veces el privilegio que pocas personas han tenido, de tener la llave de su taller. En varias ocasiones lo hallé pintando. El levantaba la cabeza sorprendido; se había olvidado que me había prestado la llave.

¿No fue usted uno de los primeros en nombrar a Norman Mailer, cuando muy pocos lo conocían fuera de los Estados Unidos?

Hace años ya, recién salido el libro de Norman Mailer, The Naked and the Dead, lo encontré en una librería de México. Nadie lo conocía. El librero tampoco sabía de qué se trataba. Lo compré porque tenía que salir de viaje y quería una nueva novela americana. Creía yo que había muerto ya la novela después de los grandes colosos, empezando con Dreiser y terminando al parecer con Hemingway, Steinbeck y Faulkner. Pero me encontré con un hombre hecho y derecho, de una capacidad y de una violencia verbal extraordinaria, al mismo tiempo que de una gran sutileza y de un poder de descripción maravilloso. Yo admiro mucho la poesía de Pasternak, pero el Doctor Chivago al lado de The Naked and the Dead me parece una novela aburrida, salvada en parte por sus descripciones de la naturaleza, es decir, por la verdadera poesía de Pasternak. En cambio, The Naked and the Dead me pareció uno de los libros más hermosos que se han escrito en los últimos años. No he seguido bien a Norman Mailer. Me acuerdo que por ese tiempo, hace ya muchos años (tengo muy mala memoria para las fechas), escribí el poema “Que despierte el leñador”. Este poema, que fue extraordinariamente leído y traducido, fue un poema dedicado a la paz del mundo invocando la figura de Lincoln. Al hablar de la guerra, mencioné Okinawa y la guerra en el Japón, también nombré a Norman Mailer. En ese tiempo mi poema llegaba a Europa y comenzaba a ser traducido; recuerdo que Aragón me decía: “Nos ha costado tanto saber y buscar quién era Norman Mailer.” En realidad nadie lo conocía, y yo tengo cierto sentimiento de orgullo de haber sido de los primeros escritores que lo nombraron. No es mucho decir, y ahora que todo el mundo conoce a Norman Mailer se trata de otra cosa. Yo lo había descubierto a mi manera, por lo menos para mí mismo.

Usted es un gran lector de novelas policiales. ¿Cuáles son sus autores preferidos?

El libro de este tipo que más me ha conmovido como obra literaria en los últimos años es el de Eric Ambler, A Coffin for Dimitrios. He buscado desde entonces todos los libros de Ambler, prácticamente los he leído todos, pero ninguno tiene la perfección fundamental, la intriga extraordinaria y el ámbito misterioso que tiene A Coffin for Dimitrios. Para mí es uno de los cuentos más elevados de la literatura de suspenso. Entre los escritores dedicados casi exclusivamente a este género está James Hadley Chase, para mí el más grande, el más poderoso. Simenon es también muy importante, pero James Hadley Chase en algunos de sus libros supera en terror, en horror y en espíritu destructivo cuanto se ha escrito. Por ejemplo, No Orchids for Miss Blandish ya es un libro viejo, pero que no deja de ser un hito dentro de la novela policial. Me pareció hallar una extraña semejanza entre No Orchids for Miss Blandish y Sanctuary, de Faulkner, ese libro tan desagradable y al mismo tiempo tan importante. Nunca he podido precisar cuál fue el primero de los dos, Faulkner o James Hadley Chase. Naturalmente, cuando se habla de novela policial siempre vuelvo al nombre de Dashiell Hammet, ese gran maestro de la literatura, modificador de toda una línea de la novela policial. Digamos que él es el que la sacó de la subliteratura fantasmal para darle un esqueleto, una osamenta dura. El es el gran creador de ese género en los Estados Unidos; le siguen centenares de otros, de los cuales John Mc Donald es uno de los más brillantes. Todos ellos son prolíficos escritores. Casi todos los novelistas norteamericanos de esta escuela policial son tal vez los más severos críticos del desmoronamiento de la sociedad norteamericana en la época del capitalismo. No hay denuncia más fuerte que la de la novela policial —la de la verdadera gran novela policial— de estos últimos tiempos sobre el ajetreo y la corrupción de políticos y policías, la influencia del dinero en las grandes ciudades, la corrupción que asoma por todas partes en el sistema norteamericano, “in the American way of Life”. Es posiblemente el testimonio más dramático de una época y quizá la acusación menos permanente, dado que los libros policiales no son tomados en cuenta por la crítica literaria. Pero, aunque transitoria no deja de ser una denuncia profunda de una época de decadencia del imperio norteamericano.

¿Qué otros libros lee?

Yo soy un lector de historia, especialmente de la apasionante historia de mi país. Mi país, como usted sabrá, tiene una historia extraordinaria, una profundidad que no suelen tener otros países. No por los monumentos ni por las viejas esculturas que no existen aquí, sino porque este país, Chile, fue inventado por un poeta, Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, paje de Carlos V, aristócrata vasco que llegó a Chile entre los conquistadores. Rara avis puesto que a Chile se enviaba mayormente la gente que salía de las cárceles. Este era el sitio más duro de venir. Aquí, la guerra entre araucanos y españoles se prolongó por siglos. Esta ha sido la más larga guerra patria en la historia de la humanidad. Las tribus semisalvajes de la Araucanía lucharon 300 años seguidos contra el invasor español por su independencia, por su libertad. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, el joven humanista, vino con crueles soldados entre los avasalladores que querían dominar toda la América, y la dominaron, con la excepción de este territorio hirsuto y salvaje que se llamó Chile. Don Alonso escribió su poema “La araucana”, y en él se vio obligado a hacer el canto más importante de la literatura épica castellana, mucho más en honor de las tribus desconocidas de la Araucanía —de los héroes anónimos a quienes él dio por primera vez nombre— que de los soldados de Castilla, sus compatriotas. La araucana”, publicada en el siglo XVI, fue traducida y sus versiones corren por toda Europa. Así el nombre de Chile nació en el mundo. Un gran poema de un gran poeta. La historia de Chile cuenta entonces con esa épica grandiosa de un nacimiento, de una patria, de la sangre vertida por indomables araucanos y por la abigarrada soldadesca española. Pero nosotros, al revés de otros mestizajes de la América hispánica e india, no descendemos de los soldados españoles y de sus violaciones o concubinatos con las araucanas. Nosotros, chilenos, venimos del matrimonio voluntario o forzado de los araucanos con las mujeres españolas cautivas a lo largo de tantos años de tremenda lucha. Somos esa curiosa excepción. Pero luego viene nuestra encarnizada historia de la independencia desde 1810, llena de tragedias, desacuerdos y luchas, en que los nombres de San Martín y de Bolívar, de José Miguel Carrera y de O’Higgins alternan en una página interminable de dichas y desdichas. Todo esto me hace lector de libros y libracos que desentierro y desempolvo y que me entretienen enormemente buscando el significado original de este delgado país tan remoto para todos, tan frío en sus latitudes, tan desértico en sus pampas salitreras del norte y en sus patagonias inmensas, tan nevado en los Andes, tan florido por el mar. Y eso es mi patria, Chile. Yo soy uno de esos chilenos a perpetuidad que de todas partes, aunque me traten bien, tengo que volver a mi país. Y aunque mucho me gustan las grandes ciudades de Europa, aunque adoro el Valle del Arno y algunas calles de Copenhague o de Estocolmo, y naturalmente París, París, París, siempre tengo que volver a Chile, y a mucho honor y por mucho amor.

¿No fue Gabriela Mistral quien lo introdujo a la lectura de los escritores rusos?

Gabriela Mistral me prestó entre otros libros algunos de los escritores rusos del siglo XIX. Gabriela Mistral era una persona apasionada de la lectura, leía muchas novelas y libros de geografía. Fue una intensa creadora. En general es incomprendida por la gente literaria de nuestra época. Gabriela Mistral es un escritor de lo más valioso de nuestra literatura latinoamericana, un poeta desigual con grandes bajas y grandes alturas, pero que tiene una vitalidad y una violencia verbal que supera a todos sus contemporáneos en idioma español. Sobre todo los poemas de su primera época, la época de los “Sonetos de la muerte”, y otros poemas de su libro Desolación, difícilmente encuentran parangón en la poesía española, a no ser los sonetos de Quevedo con el cual se parece a ratos por su extraordinaria y volcánica fuerza, por su magnitud y profundidad emotiva. Yo la tengo en gran estima, y me parece que la gente literaria de hoy no nombra casi a Gabriela Mistral, un poco porque no está de moda y mucho porque no la conocen. Ella fue también, a su manera, una humanista. Una persona de gran primitivismo emocional, una autodidacta, pero una autodidacta que logró elaborar, fabricarse un lenguaje a través de todas las dificultades. El lenguaje poético y en prosa de Gabriela Mistral es extraordinario y tiene un valor incalculable. Es sobre todo una gran enseñanza, porque de sus defectos ella sacó su estilo insistiendo en sus mismos obstáculos de expresión. Las dificultades que encontraba en su forma de expresarse dieron una marca a su estilo que corresponde a una grandeza increíble.

¿Cuál debe ser la función de la poesía y de la literatura?

Esta es una pregunta que se hace mucho y se contesta siempre en forma muy vaga; en realidad la pregunta es vaga. La poesía tiene según el tiempo, según la época, diferentes situaciones. Puede haber necesidad de una poesía muy íntima y subjetiva como puede ser necesaria una poesía que acompañe el movimiento humano, que acompañe las convulsiones, los debates, las rebeldías de la sociedad humana. Pienso yo que el deber de la poesía sería abarcarlo todo, de lo más secreto a lo más público, de lo más confuso y misterioso a lo más simple, a las cosas al alcance de la mano. Todo lo debería abarcar la poesía en el paso por el corazón de un poeta. Pienso que ella debe preocuparse de todo lo que se ocupó siempre. Grandes obras maestras de la humanidad tienen mucho de panfletario político, como la Divina Comedia, de Dante Alighieri. Casi en su totalidad, muchas obras de escritores fueron consagradas a una violenta lucha contra el Estado y contra las cosas de su tiempo, como en el caso de Víctor Hugo, del mismo Milton, o de Rimbaud. El debate entre poesía pura y poesía impura es un debate inútil. Siempre habrá poesía pura y siempre habrá poesía impura. Yo me quedo con las dos. Yo soy puro e impuro. Es decir, yo quiero que mi poesía exprese el hermetismo del alma y exprese la simplicidad de las cosas elementales más cercanas al ser humano, y que también tome parte en el reposo de los guerreros y en la guerra misma, la guerra contra la crueldad y contra la injusticia por la liberación del hombre.

Robert Graves ha dicho que los poetas no tienen un público sino que hablan a una sola persona. Lo malo, dice, que poetas como Evtushenko hablan a miles de personas que no hablan a nadie.

Pienso que es una linda frase de Robert Graves. Respeto mucho a Graves y amo su poesía. Pero me gusta mucho la poesía que habla a miles de personas, y él se equivoca cuando dice que no se habla a nadie. Si él supiera los testimonios que recibimos de la gente que ha sido tocada por nuestra poesía multitudinaria entonces conocería otra dimensión del poeta, y esa dimensión la defiendo yo, como defiendo también la dimensión de Robert Graves, de hablar a una sola persona. La poesía debe hablar a una sola persona, y muchas veces a una sola persona, pero debe hablar a miles de personas, y muchas veces a miles de personas.

¿Cuál es su posición en cuanto al realismo en la poesía?

Esta ictericia o anafilaxia que me producen los sistemas me hace llegar en nuestra conversación al tema tan debatido, aún en los últimos tiempos y por escritores muy responsables, sobre la realidad y la creación literaria. Yo participo de la creencia, o de la posición, de que la realidad tenga parte espléndida y definitiva en la visión literaria, así como no creo en el realismo literario. De igual manera, creo que el símbolo, desde la escuela francesa, o desde muy anteriormente, nunca perdió su importancia. El símbolo es una de las reglas de la creación poética, pero sin embargo el simbolismo, como escuela, es un vasto cementerio de símbolos. Creo en lo pernicioso de las escuelas y de los sistemas anunciados por los grupos humanos. El realismo forma parte básica de la visión creadora, pero como receta no ha hecho sino producir extrañas deformaciones de la realidad, así como el simbolismo produjo el abaratamiento de los sueños. Realidad y símbolo seguirán formando parte de todo el movimiento de la fecundidad, del desarrollo de la literatura. En cierto plano se mezclan y se confunden, pero como escuelas pueden ser funestísimas. Por lo demás, el mismo hecho de luchar con una etiqueta en contra de los fantasmas anunciadores de otra época literaria ya denota una desconfianza del proceso mismo creativo. Creo que los movimientos literarios, musicales y plásticos tienen su propia vida, sus raíces, su altura, su follaje, sus frutos, su decaimiento y su funeral. No hay necesidad de luchar en contra de ningún movimiento cultural. Dentro de sí lleva todo nuevo movimiento los gérmenes de la madurez y de la muerte. Creo que el realismo concebido como una vasta escuela apegada formalmente a la exterioridad humana, no sólo en literatura, sino en pintura, ha terminado una etapa, ha madurado, ha florecido y dado algunos espléndidos frutos. Pero también nos ha inundado de una fealdad formal y de una bajeza característica. No es que yo desee un arte sublime —porque también la vaguedad hermética o la predicación onírica, o verbalista, o algebraica de la poesía nos ha llevado a un estado de petrificación de los sueños— sino que creo que las escuelas están de más. La literatura tiene que ser una experiencia profundamente personal en la que interviene el tiempo, la realidad y el sueño. Y hay que dejar que estos tremendos materiales se sitúen y se desplacen de acuerdo no sólo con la intimidad del escritor, sino también con la época en que vivimos.

Usted ha dicho muchas veces que no cree en la originalidad…

No me gusta considerar la originalidad como un fetiche. Buscar a toda costa la originalidad es un problema moderno. Tanto los juglares o los poetas populares de todas las épocas, como la arquitectura primitiva y la escultura de antaño, fueron obras en cierto modo anónimas, productos de una época. Sin embargo, fueron grandes obras. En nuestra época quiere señalarse el escritor de una manera vívente, y esta preocupación superficial llega a tomar caracteres fetichistas. Cada persona trata de buscar un camino que lo destaque, no por profundidad o por hallazgo, sino por la imposición de un método o de una diversidad especial. Yo pienso que el problema de la originalidad debe solucionarse en cada ser, expresando en forma más auténtica tanto su propia existencia y su propia experiencia como su propio lenguaje. Esta necesidad expresiva naturalmente se irá definiendo. Por lo demás, aun así, el artista más original cambiará de fases de acuerdo con el tiempo, con la época, con los temas. El caso más grandioso es Picasso, que aunque se nutre de grandes movimientos culturales, como por ejemplo el de la pintura o el de la escultura africana o el de las artes primitivas, en algunos casos tiene un poder tal de transformación que sus obras parecen etapas de la geología cultural del mundo.

Octavio Paz ha dicho recientemente en una entrevista que la literatura, desde Cervantes, ha tenido un tono crítico que se puede ver en la poesía y la literatura contemporánea. ¿Está de acuerdo con él en esto?

Este es uno de los puntos en que no estoy de acuerdo con su brillante inteligencia. La literatura no creo yo que pueda tomarse en una forma global, generalizante. Me parece que la novela ha tenido siempre, especialmente desde el Siglo de Oro, especialmente desde la picaresca hasta nuestros días, un sentido crítico, como el de la novela policial norteamericana que yo mencionaba antes. Grandes libros han sido grandes denuncias, pero el sentido crítico mismo, el sentido de examen y de autoexamen es a veces una debilidad y una trizadura del espíritu creador. Por donde entre ese espíritu crítico se está autodestruyendo la espontaneidad creadora y sobre todo se está destruyendo el poder original y la relación directa que debe existir entre la naturaleza, entre los sentidos y su traslación al lenguaje, al lenguaje poético. Por mi parte, a pesar de mi poesía política, que tampoco ha sido numerosa dentro de mis libros, siento que toda poesía crítica o autocrítica, no en el sentido personal, sino en el sentido de traspasar la poesía al sentimiento crítico, es transitoria y perecible. Igualmente pienso que toda la literatura que se hace sobre la literatura no pasa de ser un aspecto fugaz de la creación literaria. Es decir, estoy porque la poesía encare directamente la contemplación, el canto, la energía vital, las cosas elementales, pero de ninguna manera el sentimiento reflexivo adaptado a cada momento contemporáneo. Me parece que la poesía, sobre todo, debe cumplir un papel de elemento; diría que la poesía es otro de los elementos, como el fuego, la tierra, el agua, el aire. Y a esa función espacial, a esa función geológica natural y fenomenal de la poesía yo no puedo dejar que se le adhieran las interrogaciones estimuladas por el momentáneo deber de analizar los mismos fenómenos de la creación. Soy enemigo de todos los manifiestos, de todas las discusiones literarias. Mucho más importante, y lo he repetido muchas veces, es el trabajo ardiente, encarnizado, en que uno está comprometiéndose con la naturaleza o con la profundidad de uno mismo. Me parece que sobre todas las cosas ese es el papel natural y sobrenatural de la poesía. Naturalmente, tratándose de la poesía política, a la que yo le concedo vigencia, en un momento de la historia, el hombre, el pueblo, el movimiento humano necesita la ayuda del poeta. El poeta no puede negarse a esa solicitación de la sociedad humana porque si no lo hace es un cobarde.

¿Cuáles son los poetas rusos que más le gustan?

La figura dominante en la poesía rusa sigue siendo Maiakovsky. Maiakovsky es el Walt Whitman de la Revolución Rusa, así como Walt Whitman lo fue de la revolución industrial, del crecimiento norteamericano. Maiakovsky impregnó la poesía de tal manera que casi toda la poesía ha seguido siendo maiakovskiana. Junto con él los poetas más importantes fueron Alejandro Block, maravilloso poeta, y también Yessenin, también extraordinario. En la generación actual hay muchos y naturalmente más jóvenes. Entre los que ya no son tan jóvenes están Evtushenko, Kirsanov, Lukonin, Voznesensky y Akhmadulina, que además de ser muy buena poetisa es muy bella. En fin, hay muchos otros y muchos de ellos son muy grandes amigos. Poetas como Evtushenko, Voznesensky y Akhmadulina han roto el hielo con una poesía que ha comenzado a interesar a grandes públicos. Yo soy un poeta errante en el sentido de que como un trovador he recorrido mi país, y casi todos los países de América, leyendo mis versos a grandes multitudes, pero no encontré poetas semejantes en ninguna parte, ni en los países capitalistas, ni en los países socialistas. El único que recuerdo es Carl Sandburg, gran poeta norteamericano que muy a menudo viajaba haciendo recitales acompañado de su guitarra. ¡Lo envidio profundamente! Gran poeta junto con Edgar Lee Master y Robert Frost. Son los mejores poetas de la época postwhitmaniana en los Estados Unidos.

En Rusia, como le decía, los poetas han renovado un interés múltiple ciudadano, y esto me pareció extraordinario. Así, la lectura de poesías al público comenzó de nuevo a practicarse y a revivirse en la Unión Soviética. Casi siempre se hacen junto al pedestal de las estatuas de Pushkin —un hermoso monumento romántico— o de Maiakovsky, que tenía cara de boxeador y en esa estatua parece aún más boxeador. Bueno, al pie de esos monumentos he visto a poetas recitar sus versos durante horas y horas; a veces he pasado a las dos de la mañana y todavía quedaban los últimos poetas con más de nueve o diez oyentes. Eso prueba que esta especie de revolución pública y poética ha tenido efecto.

Evtushenko, por sus recitales y personalidad, ha llegado a tener gran éxito en los Estados Unidos.

Evtushenko es un poeta muy dotado. A mí me gusta mucho no sólo su poesía, sino su carácter polémico, su actitud excéntrica y gallarda, su desafío a las costumbres establecidas. Posiblemente lo que más admiro en él es su franqueza en criticar un mundo y el otro, y permanecer siendo un patriota soviético, orgulloso de la revolución y de la construcción socialista. Estoy seguro que lo mismo pasa con Voznesensky y Akhmadulina. Evtushenko, además, es encantador, infantilmente vanidoso y muy alegre. Se permite cosas que yo nunca me he podido permitir por falta de independencia, de personalidad. Por ejemplo, aguantar a una periodista que le hace a uno un reportaje por varios días…, eso jamás lo aguantaría Evtushenko, pero ya ve, así son las cosas.

¿Qué opina de los escritores rusos que se han ido de Rusia?

En general creo que la gente que se quiera ir de un sitio se debe ir. Son problemas más bien individuales. Los problemas políticos que se derivan de todo eso pueden ser interpretados de muchas maneras. Muchos de los escritores soviéticos pueden sentirse insatisfechos en su relación con las organizaciones literarias o con el propio Estado. Esta es una situación, o es un modo de sentir las cosas de los escritores que ocurre casi en todo el mundo. Un desacuerdo puede existir. Pero yo nunca he visto menos desacuerdo entre un Estado y los escritores como precisamente en los países socialistas. Siempre conocí a la mayoría de los escritores como orgullosos de la construcción socialista, orgullosos de la gran guerra librada por la Unión Soviética en contra de los nazis, orgullosos del papel del pueblo dentro de la revolución y dentro de la gran guerra, orgullosos de todas las construcciones hechas por el socialismo. Ahora, si hay excepciones, eso es una cuestión humana y corresponde verlo en cada uno de los casos.

Pero la obra creadora, tanto del escritor como la del pintor, ¿no debe siempre reflejar la línea de pensamiento del Estado?

Eso es exagerado. Yo he hablado, he conocido escritores y pintores que no tienen por qué hacerlo ni piensan alabar ni elogiar tal y cual cosa del Estado. Son escritores subjetivos, y he conocido muchos de ellos. Naturalmente, hay una especie de conspiración para pensar que esto es así de una manera dogmática, general y militar, pero en el fondo no lo es. Además, hay que comprender que toda revolución necesita movilizar sus fuerzas más profundas. No puede persistir una revolución sin la construcción y el desarrollo. La conmoción misma que provoca un cambio tan grande como es el cambio del capitalismo al socialismo no puede subsistir sin que esta revolución reclame, con toda su fuerza, el apoyo de todos los estratos de la sociedad en la cual los escritores, intelectuales y artistas también son importantísimos. Pensemos en la revolución norteamericana, la guerra contra Inglaterra por su independencia, o nuestra propia guerra de independencia contra el imperio español. ¿Qué habría pasado si cincuenta o sesenta años después se dedicaran escritos a la monarquía, o a la restitución de los derechos de Inglaterra sobre los Estados Unidos, o de los reyes españoles sobre sus antiguas colonias de las cuales nacieron las repúblicas independientes de América Latina? Si cualquier escritor o artista, en los primeros 10, 20, 30, 40, 50 años, hubiera hecho la exaltación del colonialismo, habría sido perseguido por obrar como un antipatriota. Con mayor razón, una revolución que quiere construir una sociedad partiendo desde el punto cero, porque el paso del capitalismo al socialismo y al comunismo no tenía ningún ensayo previo. Esta nueva sociedad tiene entonces que dirigirse y movilizar a todas sus gentes, tiene que pedir la ayuda del pensamiento y aun de la creación. Pueden producirse conflictos en este camino, es humano y político que se produzcan. Pero espero que con el tiempo las sociedades socialistas, ya completamente estables, tengan menos necesidad de que sus escritores y artistas piensen siempre en el problema social —aunque nunca pasará de moda el humanismo, nunca pasará de moda el amor a la justicia, a la verdad— y puedan hacer lo que más íntimamente deseen.

¿Cuál fue su labor en el Comité Internacional del Premio Lenin: “Por el fortalecimiento de la paz entre los pueblos”?

El Premio Lenin es una distinción que se otorga, no por méritos artísticos, sino por los trabajos que haya ejercido una personalidad determinada en favor de la paz del mundo. Es muy larga la lista y no la podría citar entera, pero con mi voto en favor han obtenido este premio personalidades tan relevantes y diferentes como Pablo Picasso, Paul Robeson, el pastor Martin Niemoeller, el general Lázaro Cárdenas, de México, el poeta Rafael Alberti, de España, el gran arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, el poeta Aragón, de Francia. Todos ellos defensores de la paz mundial, y que han demostrado carácter y resolución en la lucha actual en contra de las armas nucleares, en contra de la destrucción posible de la humanidad. Una de las obras más importantes de la época contemporánea es el cuadro Guernica, de Picasso, un cuadro estremecedor por su contenido antiguerrero. Ahí se ve el horror del ser humano y el horror animal ante la destrucción y el asesinato que significa la guerra. Picasso fue, pues, uno de los laureados con el Premio Lenin. El movimiento de la paz tuvo una importancia decisiva en un momento dado en que parecían encenderse otra vez las chispas de un nuevo conflicto mundial, y en estos últimos años no ha terminado de jugar su papel. Nosotros, los miembros del Comité del Premio, somos de 14 a 15 personas, muchos apolíticos y otros politizados. Hay gente religiosa, budistas, gente de la India, de Polonia, de Italia, de Francia, y yo he sido por mucho tiempo el único miembro de este Comité por las Américas. No es una gran dificultad ponerse de acuerdo puesto que las candidaturas se plantean durante todo el año y las deliberaciones son sencillas. Se han dado siempre los premios por unanimidad. Los premios no son de enorme cuantía, no se pueden comparar al Premio Nobel, pero son significativos y casi siempre han caído en personas de grandes conocimientos.

¿Cuáles son sus preferencias en el cine?

En primer lugar hay que decir que en Isla Negra no hay cine, no hay teatro. El más próximo está a 25 kilómetros de viaje y siempre dan películas muy viejas, en general mexicanas o de cowboys. Yo tengo un pequeño poema, “A un cine de pueblo”. De cuando en cuando vamos al cine de Valparaíso o de Santiago y acabo de ver en vistavisión “La gran aventura”, una película sobre el Far West. Es una de las pocas cintas que he visto en los últimos seis meses (a veces pasamos tres, cuatro o cinco meses sin ir al cine), y lo interesante de esta película es la drástica forma de revelar los motivos de la marcha hacia el oeste, la marcha de posesión de las tierras contra las tribus indías norteamericanas. Por primera vez se habla de cosas reales; se dice: “Vamos a robarles a los indios, vamos a matar a los indios, no dejaremos ninguno porque necesitamos quitarles sus tierras.” En fin, más o menos lo que se ha hecho en todas partes, también en Chile. Pero me sorprendió, porque a la vez que romantiza las figuras de un militar agresivo se rebela la verdad escondida en forma extraordinaria. En cuanto a la película en general, es de aquellas de tipo superproducción, con muchas catástrofes, fuerzas de la naturaleza arrolladoras, batallas con infinito número de personajes, etc. No tiene nada de inventivo ni de novedad, pero fundamentalmente posee una pulsación de acción y de violencia que son interesantes. De otras películas, he visto de Buñuel, los films más antiguos y algunos de los nuevos. A él lo conocí en España; es una gran figura del cine, así como el sueco Bergman. Sin embargo, mis films predilectos continúan siendo “Milagro en Milán”, de Vittorio de Sicca, cuando trabajaba con Zavattini, o la “Quimera del oro”, de Chaplin. Son los films que más me gustan y que más recuerdo. También, en los últimos tiempos me ha tocado ver en algunas sesiones continuadas de cine la resurrección de Laurel y Hardy. Como actores me han parecido de una calidad y de una grandeza extraordinarias. Cuando muy jóvenes veíamos en el cine “el gordo” y “el flaco”, tan sólo los apreciábamos como actores cómicos, como clowns. Pero ahora, después de haberlos visto tantas veces, aun después de muertos, cobran una importancia excepcional en el desarrollo del cine. Tienen una filosofía especial, un cierto nihilismo, con un cariz o kafkiano o dostoiewskiano. Verdaderamente me han parecido asombrosos.

¿No participó usted en el jurado de algunos festivales cinematográficos?

No, no. He presidido algunos festivales de cine, pero nunca he estado en el jurado, ni me gustaría estarlo tampoco.

En una oportunidad usted censuró, entre los productos del capitalismo, el cine de Hollywood.

Bueno, el cine de Hollywood tiene horribles, horripilantes defectos y geniales creaciones. Como va conversamos, me parece que sin ese aporte de Hollywood el cine no se hubiera desarrollado con esa rapidez fantástica y esa magnitud colosal. A mí me parece que el desarrollo del cine es una confirmación de la teoría materialista. Así como una época del renacimiento de gran prosperidad posibilitó que una nueva clase tuviera los medios para rodearse de obras de arte, y que con ella toda una etapa de la humanidad se desarrollara con una aceleración increíble, la primera etapa del cine europeo logró la magnitud que alcanzó por el impulso del gran capitalismo norteamericano que fue lo que le dio ese desarrollo fulminante. Ese enorme apoyo material que tuvo el cine lo llevó a su esplendor. Naturalmente, también la decadencia del capitalismo norteamericano se refleja en la pobreza actual de Hollywood, en su lenta demolición como fábrica de sueños.

¿Qué podría comentar sobre los medios literarios de América Latina?

Dos o tres puntos podrían indicar mi desconformidad con las revistas actuales y con los juicios de los actuales escritores latinoamericanos, aunque no por eso deje de estimarlos. En primer lugar, si leemos una revista de Honduras, o de Montevideo, o de Guayaquil, o una de Nueva York en español, encontraremos que todas, o casi todas, muestran el mismo catálogo literario de moda. En general, antes se usaba también Eliot y Kafka, no diré como modelos, pero estaban aceptados en el catálogo. Ellos pertenecen al establecimiento actual. Yo no llamaría esnobismo a tal cosa, pero sí, mucho me temo que esa catalogación tan continuada tenga que ver con nuestro colonialismo cultural. Aún en muchos casos nuestra propia literatura fundamental en español —español de España o español de Latinoamérica— despierta algún interés si nuestras raíces propias son puestas en la catalogación de la nueva crítica o de las nuevas expresiones, y esta curiosidad viene recomendada desde Europa. Estamos todavía buscando la etiqueta de Europa. Aquí en Chile, y pasando al terreno de la vida doméstica, cuando a uno le muestran algo, por ejemplo, unos platos de loza, la dueña de casa con una sonrisita satisfecha dirá: “Es importado.” Efectivamente, algunas de las horribles porcelanas que se exhiben en los millones de habitaciones chilenas son importadas; es de lo peorcito que producen las fábricas de Alemania y Francia. Estos adefesios, por ser importados, son tomados por nuestras dueñas de casa como objetos de consumo de primera calidad. Esto se llama insatisfacción, frustración, falta de capacidad en sí mismos, o pereza mental, y todo esto va bajo el título de colonialismo. El colonialismo cultural, esa derivación, especialmente hacia Europa, de nuestros valores, esa dedicación minuciosa para mostrar que se está a la par con el último modelo, con lo que se usa, con lo que se fabrica, naturalmente caracteriza nuestra tristeza cultural.

Aunque estamos en un momento de cierto renacimiento literario bastante interesante, y que nos llevará bastante lejos, en los últimos años se vienen produciendo en nuestra vida literaria ciertos problemas con aspectos políticos. Cuando yo vine a la literatura, por ejemplo, cuando llegué a la política, es decir hace cuarenta años, todo el mundo tenía un miedo terrible de ser tomado por izquierdista, de aparecer en convivencia con alguna idea revolucionaria. Los escritores, en su mayoría, se hacían humo, se perdían. Me acuerdo que nuestro gran escritor nacional Joaquín Edwards Bello me contaba cómo un escritor conocido había sido asimilado por nuestro gran diario capitalista y conservador El Mercurio, diario que tiene 150 años de vida y un atraso en sus ideas de unos 300 años. Bueno, este hombre, que había sido vagamente revolucionario (y cuyo nombre no voy a citar porque todavía está vivo), cuando fue aceptado como redactor de El Mercurio, “¿sabes lo primero que hizo? —me dijo Edwards—, se compró una pomada para hacerse caer el pelo”. Tal era su terror de aparecer como joven, con ideas nuevas y juveniles. Pues bien, en esta década, y especialmente después de la Revolución Cubana, la moda actual es otra. Los escritores viven aterrorizados de que no se los tome de extrema izquierda y cada uno de ellos asume una posición guerrillera. Hay muchos que no han escrito más líneas que aquellas en que aseveran estar en la primera fila de la guerra contra el imperialismo. Los que hemos hecho durante tanto tiempo la guerra al imperialismo fortificando una inmensa acción de masas, metiéndonos en las entrañas del pueblo, trabajando con nuestra poesía y nuestros dolores, con nuestras certidumbres y nuestras dudas, vemos con regocijo que la literatura se pone del lado de los pueblos; pero al mismo tiempo creemos que si se trata de modas, y de tener miedo de que no se tome por izquierdistas a los escritores, no iremos demasiado lejos con revolucionarios de esta clase. En fin, dentro de la selva literaria caben todos los animales. Yo, que fui ofendido durante muchísimos años por uno, dos, tres perseguidores pertinaces, que vivían en función de atacar mi poesía y mi vida, dije en una ocasión: “Dejémoslos vivir, puesto que cabe de todo en esta selva. Si en las selvas del Africa y de Ceylán hay sitio para los elefantes, que son animales de gran volumen, por qué no va haber sitio para todos los poetas en esta jungla, no tan agradable, ni tan verde, a veces, como la jungla africana.”

¿Quiénes son los escritores latinoamericanos que usted mencionaría?

Se han producido varios fenómenos nuevos que están en la boca de todos, pero no es vano subrayarlos. El gran salto que hizo dar Cortázar a la prosa en la América Latina es un movimiento estelar dentro de la literatura nuestra. He leído el reportaje que usted le hizo para Life en Español en el que Cortázar dice tantas verdades, y cuando habla de sus orígenes como escritor indica sus probables influencias. Naturalmente, es posible que las cosas no salgan espontáneamente, no hay generación espontánea en la literatura (salvo el caso de Rimbaud, que es un volcán), pero me parece que con toda la amalgama cultural que pueda tener Cortázar, su producto es extraordinario. Otro fenómeno de nuestra literatura última ha sido el colombiano García Márquez. Es otro tipo de escritor, es una especie de río abundante. Lo que más me gusta de él, que sólo encontré antes en los escritores ingleses, es ese don natural del relato, de contarnos cuentos hasta que nos quedemos dormidos. Por cierto que con García Márquez es difícil quedarse dormido porque su hilo inagotable de acontecimientos es milagroso. Carlos Fuentes entró con unos pasos mexicanos a la literatura y tenemos que decir que México ha sido tierra de grandes novelistas. El Perú nos contó mucho desde Garcilaso el Inca hasta Vargas Llosa, nuevo descubrimiento del Perú. No podemos olvidar a Juan Rulfo, que con su silencio y obra delgada es de los más importantísimos escritores de nuestro continente. Acaso olvide a muchos otros, pero, en general, la novela latinoamericana ha dado un paso muy grande. Naturalmente no podemos olvidar la generación anterior; sería injusto que no hombre a Manuel Rojas, o a José Eustasio Rivera, o a Rómulo Gallegos, o a los escritores de mi generación como Miguel Otero Silva, de Venezuela, a escritores tan profundos como Sábato y Onetti, de Argentina y Uruguay, a Fernando Alegría, Jorge Edwards, José Miguel Varas, de Chile. Este panorama actual y pasado de la novela es de gran diversidad y esplendor, inigualable en muchas generaciones.

¿Qué es lo que más le gusta de la pintura latinoamericana?

Puedo decir que me entusiasman estas artes cinéticas, o no sé cómo se llaman, de pintura, escultura, movimiento, electricidad y luz que han proliferado en los últimos años y que tienen intensos creadores dentro de nuestra gente de América Latina. En realidad nunca me gustó la pintura o las artes en función del arte mismo. Yo no sabría qué hacer con un Rembrandt en mi casa. En cambio, un Le Parc me daría una gran satisfacción. Yo admiro intensamente a Le Parc. Lo que siento es que su obra no pueda propagarse. Cuando pienso en los grandes artistas o en las grandes obras me gustaría que estuvieran diseminadas en toda nuestra América Latina, es decir, en mi patria, en mi patria americana. Me gustaría que hubiera una Casa Le Parc, un Museo Le Parc, o una Galería Le Parc; que hubiese una en Lima, otra en Buenos Aires, otra en Chile, y en Caracas, y en Guayaquil, y en México, en fin, en todas partes. Tal es mi placer al ver las obras de Le Parc. Otros de los pintores o escultores, o como se llamen, magos de la actual pintura, son Soto, de Venezuela, y Alejandro Otero, también de Venezuela, cuyas colosales construcciones movedizas, electrificadas, iluminadas, son verdaderos monumentos encantadores que deberían estar en todas las plazas y parques de nuestra América. A mí me gustó siempre el arte primitivo, significando desde las artes africanas y polinesias hasta el arte primitivo contemporáneo, desde su comienzo con el más grande de todos, el douanier Rousseau, al de nuestra América, con la maravillosa pintura instintiva hecha por la gente del pueblo. Me salto casi toda la época de la pintura abstracta (que muy rara vez, muy rara vez, llega a interesarme en profundidad) hacia la pintura primitiva, hacia las obras en que se ve la mano del pueblo, o cierta fantasía natural comunicativa. Este arte tiene una inocencia y un esplendor que me fascina. Tal vez, la verdad es que no soy bastante artista y puedo saltarme grandes periodos de la pintura sin que me hagan falta. No así en la novela y en la literatura de este tiempo.

Usted ha sido también un gran admirador de los muralistas mexicanos.

Los muralistas mexicanos cumplieron una etapa extraordinaria en la historia de la pintura de América Latina. Tengo gran admiración por ellos. En esta etapa nueva de la pintura, en la que dominan las artes cinéticas y la pintura abstracta, ellos parecen olvidados. Pero en realidad estas figuras del arte mexicano contribuyeron de una manera fabulosa no sólo al desarrollo de la pintura en la América Latina, sino a la creación de una escuela muy importante de personalidad y grandes temas que cubre una época como una especie de renacimiento mexicano. El que ahora otra pintura llame la atención y enriquezca de nuevo los horizontes de las artes plásticas significa la eterna rebusca de nuevos caminos. Me parece que la nueva pintura mexicana ha quedado atrás de la de otros países de América Latina, en donde las artes plásticas se han desarrollado con mayor vigor; es como si la etapa de los muralistas hubiera agotado cierta época creadora de México. En este momento quizá la más intensa búsqueda pictórica-estética-plástica se está realizando en Venezuela y Brasil.

¿Cree usted que existe una gran animosidad entre, y en contra, los intelectuales latinoamericanos?

El subdesarrollo intelectual y material produce una animosidad desesperante. Yo me explico, desde ese punto de vista, el hecho de que muchos de nuestros escritores hayan preferido irse a Europa para vivir con tranquilidad. Yo no lo haré nunca, aunque he tenido que afrontar una perpetua embestida. Ha habido profesionales de la detracción en contra mía. Todavía anda por ahí un mequetrefe uruguayo que se entretiene en eso, y que vive buscando resonancia para el único objetivo de su vida que es aparecer en sociedad enemistosa conmigo. Otras enemistades también me persiguieron cerca de cuarenta años, algunas tuvieron un punto final demasiado trágico para recordarlo. En general encontré el clima intelectual de Europa más sano, la atmósfera literaria más transparente. Tal vez las grandes ciudades borran los apasionamientos, las ambiciones, en fin, el teje y maneje extraliterario. Yo, por mi propia condición de hombre metido en la lucha popular, no puedo abandonar mi país; sería como abandonarme a mí mismo. Soy un patriota, fundamentalmente en ese sentido orgánico de que mi país, con su territorio y su gente, forman parte de mí mismo. Estas no son palabras Vacías, así lo siento y lo vivo. Es por eso que he tenido que arrastrar a mi lado un interminable cortejo profesional de rencores. Casi nunca he contestado; si lo he hecho ha sido de manera pasajera, un poco para alimentar esta corriente adversa. En cierta ocasión un reportero me preguntó cuál era mi relación con estos adversarios. Le contesté: “No crea usted que los estimulo como parte de un sistema de propaganda, aunque tal parecería ser a juzgar por la tenacidad de algunos de ellos.” Los límites a que se ha llegado en este sentido son increíbles. Se me ha acusado de tantos crímenes como existen; se me ha acusado de pobre y de rico, de extravagante por originalidad y de plagiario contumaz, de ladrón, de estafador, de insincero, de bigamo, en fin, no recuerdo todos los crímenes que se me han atribuido. Si un escritor tiene tanta persecución en su vida, además de la persecución política, y asume la enorme tarea de defenderse, en realidad no tiene tiempo de escribir. Por suerte, como yo no me he defendido he tenido más tiempo para dedicarme a mis asuntos.

¿Se podría hablar de una cierta unidad ideológica entre nuestros intelectuales?

Creo que sí. En nuestra América Latina son raros los escritores francamente partidarios del antiguo orden de cosas; la mayoría de nuestros escritores tienen un sentido revolucionario de la vida social. Eso habla muy bien de nuestro continente y de las experiencias de nuestros pueblos, puesto que los escritores, en todo el continente, están ligados de una manera o de otra al desarrollo de nuestras naciones, a la explotación de nuestros pueblos, al sufrimiento de ellos. En este sentido Chile da un ejemplo desde hace muchos años. No hemos tenido ningún escritor importante que pertenezca a la reacción, a la derecha.

¿Qué opina de los escritores latinoamericanos exiliados o trasplantados?

Este es un problema que se ha debatido mucho, porque algunos de nuestros más importantes escritores viven en Europa, aunque con el corazón puesto en América Latina y con una obra que refleja la vida de nuestros países. Esto es muy importante porque antiguamente el escritor latinoamericano se exiliaba, o se trasplantaba como dice usted, y su único empeño era olvidarse y hacer olvidar su país, su origen, su pueblo, sus conflictos. Hubo eminentes escritores nuestros que llegaron hasta a escribir su nombre en francés, como lo ha hecho el gran poeta Vicente Huidobro que firmó sus libros Vincent Huidobro y los escribió en francés. Hay otros escritores de la América Latina que también pasaron mucho tiempo en Francia y escribían en francés. Naturalmente, el escritor puede escribir en otro idioma; tenemos ejemplos extraordinarios, como el de Joseph Konrads, que siendo un polaco exiliado tomó la lengua inglesa como su lengua literaria y escribió grandes y originales obras. Pero este trasplante de hombres, que con su obra y con su vida se nos iban a Europa, nos dolió a los americanos latinos. Sufrimos de esta especie de deserción porque no era solamente una cuestión de idioma, sino que se avergonzaban de nuestra América pobre y maltratada. A esta generación de escritores, los que están viviendo lejos de América, como el peruano Vargas Llosa o el argentino Julio Cortázar, o el colombiano García Márquez, parece que el cambio de planeta, de país, de continente, los hizo más nacionales, les dio más tema de su tierra y de la vida de nuestra gente. Entonces, ¿cómo se puede actualmente condenar esta actitud? Sería enteramente irracional. Naturalmente que se presta a un debate, a un debate bastante largo e interminable. Las razones de este ostracismo pueden ser los deseos de trabajar tranquilos. En nuestro propio continente, nuestro trabajo, cuando va tomando importancia, va creando anticuerpos que son producto de rencores y envidias, de mezquindades increíbles. Gentes que se dedican exclusivamente a perseguirnos, que van de país en país molestándonos, hiriéndonos, llenándonos de leyendas negras, que existen también entre los pequeños burgueses de los escritores de América Latina. Por esas razones, o sin razones, se explica que algunos escritores digan: “Bueno, me aburrí de esto, me cansé y me voy donde me dejen trabajar tranquilo.” Pero también existe este otro lado de la medalla. Tenemos el deber de trabajar en forma activa y unida con nuestra gente, con nuestro pueblo, para poder llegar a una transformación de la sociedad, a la que aspiramos. Esto existe, y si hay muchos que no tienen vocación para esa lucha directa yo lo comprendo. Mi vida ha sido diferente. Me he metido en medio de muchas luchas y, sin embargo, he podido trabajar. He sido ferozmente atacado, como muy pocos escritores lo habrán sido, pero he podido continuar mi obra. No estoy descontento. Cada día que pasa me parece que mi vida ha sido la justa, y que si tuviera que elegir de nuevo mi propia vida elegiría la que tuve.

En un artículo, “Mis contemporáneos”, Ernesto Montenegro dice: “…suena francamente absurda la noción del crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal cuando expresa la vana esperanza de que los escritores europeos y norteamericanos de hoy estudien a sus colegas de América Latina si quieren alcanzar la renovación de su propia literatura. La hormiga le dice al elefante: trépate a mis hombros.” Continúa Montenegro con una cita de Borges de su prólogo en Antología poética: “A diferencia de los bárbaros Estados Unidos este país (este continente) no ha producido un escritor de influjo mundial —un Emerson, un Whitman, un Poe— ni tampoco un gran escritor esotérico, un Henry James o un Melville.”

Yo encuentro que no tiene tal cosa ninguna importancia. Uno de los aspectos provincianos de nuestro continente latinoamericano es el de dedicarse con mayor afán a ponerse títulos que a trabajar y a crear con modestia y con humildad. ¿Qué importancia tiene en que se tengan o no nombres como los de Whitman, Baudelaire o Kafka en nuestra América? La historia de la creación literaria es una historia tan larga como la humanidad y tan ancha como el mundo entero. No podemos poner etiquetas. Los Estados Unidos, con una población insuperable y alfabeta, y Europa, con una tradición milenaria y una población enorme, no se pueden comparar a la multitud sin libros y sin expresión de nuestra América Latina. ¿Cuántas son las masas que pueden producir los escritores en América Latina? De los 250 o 350 millones de habitantes de América Latina la masa productiva en el terreno de las artes y de las letras se cuenta en números muy escasos que no me atrevo a decir. Mientras que una enorme masa letrada con herencia cultural de muchos sitios trabajaba en Estados Unidos o en Europa, millones de hombres sin cultura, y muchos millones de analfabetos de nuestra América Latina nos reducían a ser en verdad una pequeña ciudad con desigualdad enorme de medios culturales. Estarse tirando piedras unos a otros, o pasarse la vida esperando superar a este o al otro continente me parece un sentimiento provinciano. Por lo demás, todas estas pueden ser opiniones enteramente individuales. A mí, hay muchos libros latinoamericanos que me gustan más que los europeos y norteamericanos, así como hay muchos novelistas norteamericanos o escritores europeos que me gustan más que muchos sudamericanos. Esto de ir parcelando la cultura y cortándola en pedazos no me parece bien; me parece una deficiencia de carácter provinciano. También me parece que esta expectación por dar el filósofo o el gran ensayista en América Latina, es algo enteramente desprovisto de sentido. Sólo países que han alcanzado una antigüedad cultural y una herencia cultural muy antigua y profunda pueden darse el lujo de sentar en profundidad un nuevo examen del pensamiento. Aquí se desviven por hacer ensayos y por escribir filosofía que no cabe en un continente de pioneros que recién empieza su desarrollo. Tenemos además el peso de la colonia española, un peso de ignorancia y de atraso, en que se prohibían hasta 1810 la entrada de los libros. Después las enormes masas que heredamos de la colonia, que no tenían ni libros, ni escuelas, ni posibilidad ninguna de tenerlos. Todo esto va a cambiar, el panorama de estos países va a cambiar, y tengo la seguridad que todo esto tendrá el desarrollo normal y tranquilo que tiene la afluencia de la cultura en todas partes. Por lo demás, hablar de esta manera, decir que aquí no hay un Emerson o un Whitman puede extenderse a muchísimos países. No sé dónde estarán los Emerson y los Whitman de tantos países que no quiero nombrar. Estos exámenes de carácter microbiano, con microscopio, no me gustan, me parece que son en el fondo faltos de matiz, de verdadero y básico planteamiento. En lugar de eso me gustaría plantean la contribución que den los escritores al desarrollo cultural de la América Latina, la lucha por la alfabetización de las masas, la lucha por el conocimiento, o del acceso a la cultura de todas esas masas. Eso sí. En esto sí que estaríamos de acuerdo. Naturalmente, acelerar el proceso de cultura de las masas es un proceso muy largo y no interesó ni a los colonizadores españoles ni a las oligarquías criollas; ellos querían masas de inquilinos y de siervos. Estamos en una época revolucionaria en que los partidos del pueblo han tomado en sus manos como una reivindicación la aceleración cultural del continente. Esto sí que es importante.

Pero, ¿cree que Europa puede mirar a la literatura latinoamericana para una renovación?

Están mirando según por lo que veo en las revistas y en los medios culturales europeos. Están mirando de alguna manera. Yo no sé, mis libros se publican en Europa en todas partes. Hay países en que se han publicado veinte libros míos, como en Italia. Pero, ¿qué importancia tiene esto? Si ser es más importante que parecer. Aquí se trata de trabajar y de crear y de producir. Esas son discusiones inútiles. Posiblemente se pueden sostener como conversación después de cenar, pero para mí carecen de interés fundamental.

¿El hecho de que la Universidad Católica le haya otorgado el título Doctor Scientia et Honoris Causa indica una nueva tendencia de la Iglesia Católica de Chile?

El Cardenal de Chile, Raúl Silva Henríquez, seguramente al escuchar alguna objeción a la entrega del título se pronunció en una forma enteramente clara, con palabras que verdaderamente hay que destacar. Contestó lo siguiente y se lo voy a leer: “Mi opinión personal es que, sin lugar a dudas, el poeta lo merece. Creo que la universidad, al concederle este título, realiza un gesto que tal vez no sea comprendido por los necios, pero sí por otras personas de valer. En esta actitud nuestra se reflejan valores de extraordinaria importancia, valores que la Iglesia desea hoy día vehementemente manifestar en su comportamiento y en su manera de ser. El primer valor es que de una vez por todas se muestre y se crea que la Iglesia aprecia la verdad, el bien y la belleza, aunque estén representados en quienes no participan en su convicción religiosa. En otras palabras, que la Iglesia Católica, el cristianismo, por su naturaleza, no puede ser sectaria, que el sectarismo está reñido con nuestra esencia profunda. Ahí se arraiga la existencia del sano pluralismo…Y esto, ¿qué significa? ¿Puede darse una cátedra de ateísmo o marxismo en una universidad católica? Yo digo que sí: puede darse, porque los cristianos estamos convencidos de que ninguna de estas ciencias o doctrinas deja de tener una parte de verdad, y porque a veces nos plantean una crítica que nos resulta utilísimo conocer…Creo también indispensable que reconozcamos la actitud y el valor de quienes se han dedicado, por propia convicción, a defender el derecho de los humildes, y que nuestro testimonio sobre esto aparezca tan claro que quede más allá de toda mistificación.” Estas palabras del Cardenal Silva Henríquez me parecen muy decisivas, me parece que indican una tal vuelta, un tal progreso en la conducción o revisión de las doctrinas de la Iglesia que tienen que afectar profundamente las condiciones ideológicas y el enfrentamiento de las ideas, por lo menos en mi país. Aquí tenemos un gran partido católico del que se acaba de separar un grupo grande y respetable de católicos militantes. Se han segregado de él porque encontraron en el Partido Demócrata Cristiano la influencia cada vez mayor del capitalismo y del imperialismo, y una tendencia a aliarse con estos sistemas en vez de combatirlos. Me parece que la Iglesia ha tenido influencia en estas determinaciones, la influencia que le da los nuevos movimientos iniciados desde mucho tiempo antes del Papa Juan XXIII —desde las doctrinas maritenistas hasta acá—, de tal manera que vemos con claridad que en el futuro las mejores fuerzas cristianas y católicas de Chile se empeñarán en una alianza con las grandes fuerzas marxistas políticas del país para llevar a cabo una revolución verdadera.

¿Qué consejo daría a los poetas jóvenes?

¡Ay!, no hay consejo que dar a los poetas jóvenes. Deben hacer su camino, deben encontrar los obstáculos de expresión, deben de combatirlos. Lo que yo no les aconsejaría nunca es empezar por la poesía política. La poesía política debe partir de una profunda emoción y convicción. La poesía política tiene mayor profundidad emotiva que cualquier otra —tanto como la poesía amorosa— y no se puede forzar porque llega a ser vulgar e inaceptable. Hay que pasar por toda la poesía para ser un poeta político. El poeta político debe estar preparado también a aceptar toda la censura que se vuelca sobre la base de que está traicionando a la poesía, a la literatura, que está prestando servicio a una causa determinada. La poesía política debe armarse por dentro de tal contenido, y tal sustancia, y tal riqueza emocional e intelectual que pueda desafiar tal cosa. Esto se alcanza muy pocas veces.

Usted reacciona a la naturaleza en forma muy intensa…

Pienso que la separación de los escritores de la naturaleza, que se debe a las grandes ciudades que absorben, mata algo de la vida. Ya le decía yo sobre el libro Doctor Chivago que lo único que vale para mí es esa comunicación tan maravillosa que tiene Pasternak con la naturaleza. Si el poeta no tiene esa comunicación tiene mucho que perder. Naturalmente que la vida de las ciudades y la vida de los seres humanos es un material necesario para la vida del escritor actual.

¿Siempre ha tenido esa afición tan intensa por los pájaros, los caracoles, las plantas, la naturaleza en general?

Conservo desde mi infancia una afición por los pájaros, por los caracoles, por los bosques y las plantas. Buscando conchas marinas he ido a muchas partes, hasta el Golfo de California, las costas de Venezuela, los mares del sur de Chile. Llegué a tener una gran colección. Nada más misterioso para mí, nada más fascinante, mientras más y más coleccionaba y buscaba, que la diversidad infinita de estas criaturas del mar, su colorido, sus formas extraordinarias, increíbles, su semejanza con los estilos de los países de donde provenían. En fin, mi colección verdadera de caracoles empezó cuando un famoso malacólogo, don Carlos de la Torre, un anciano sabio cubano ya fallecido, me regaló la parte central de su colección personal, puesto que él ya había formado la colección del Museo de la Habana. También me regaló don Carlos una colección de polymitas, esos caracoles de tierra que viven entre los musgos de los árboles. Las polymitas tienen los colores más encendidos, desde el amarillo limón hasta el rojo violento. Algunas parecen salpicadas de sal, otras de pimienta. También investigué la vida de los pájaros. Los perseguí en los bosques, en la selva. Escribí un libro, Arte de pájaros. Anduve por las plantas y entre los animales. Escribí mi Bestiario mi Maremoto, mi libro La rosa del herbolario, dedicado a las flores y a las ramas y al crecimiento vegetal. Todo este mundo palpitante de la vida y de las formas ha tenido constantemente un llamado inmenso para mí, para mis sentidos, para la dirección de mi poesía, para mi vida misma. No podría vivir yo separado de la naturaleza. Me gustan los hoteles por un par de días, me gustan los aviones por una hora, pero soy feliz en los bosques, o en la arena, o navegando. Soy feliz con un contacto directo con el fuego, con la tierra, con el agua, con el aire.

Estos días en Isla Negra me han revelado un Pablo Neruda que creo pocos conocen, alegre, con gran sentido del humor y una tal alegría de vivir que la transfiere a quienes lo rodean.

Mi poesía ha pasado las mismas etapas que mi vida, y de una infancia muy solitaria y de una adolescencia arrinconada ahí por los países lejanos, incomunicados, salí a formar parte de la gran multitud humana. Mi vida maduró, y eso es todo. Creo que estaba de moda en el siglo pasado que los poetas fueran atormentadamente melancólicos y muchos de ellos morían tuberculosos, o por lo menos morían muy jóvenes. Bueno, yo he hecho lo posible para contradecir esos ideales del siglo XIX. Esta es una época de poetas realistas y vitales, de poetas que conocen la vida, que conocen los problemas y que tienen que vivir atravesando todas las corrientes, que tienen que pasar, a través de la tristeza, a la plenitud.


* Algunas de las preguntas y respuestas no publicadas de la entrevista otorgada para Life en español. La entrevista se llevó a cabo en julio de 1966. El artículo se publicó el 1 de agosto de 1966.
Usted ha dicho que entre los escritores de los países capitalistas hay más desconformes que entre los de los países socialistas…
          Los escritores en general se sienten mal en todas partes. Esto es parte de nuestro oficio. Perdóneme si yo me siento bien en todas partes. Mi deber es la alegría. Si esto es antiliterario, I’m sorry.
¿Qué influencia ejerce en la obra de un autor el saber que existen represalias contra la libre expresión?
          Esto de las represalias me parece una historia ligeramente pasada de moda. Los escritores no se escapan a la ley común que atañe a todos los ciudadanos. Yo soy partidario de que en ningún país los escritores sean llevados ante la justicia por cuanto se derive de sus libros, de su función creadora. Por lo demás, una sola bomba de napalm sobre una choza en Vietnam puede quemar vivos, entre otros, a más de un escritor y a muchos niños que ya nunca tendrán la libertad de expresión porque el napalm les quemó la garganta.