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Natalia Molchanova, la inmersión fatal de la reina de la apnea

«Este récord no es solo un trabajo o un pasatiempo para mí, sino el trabajo de toda una vida, un tributo al amor y respeto ilimitados por mi madre.»

ALEXEY MOLCHANOV

Una noche del mes de marzo de 2021, mientras escribía este libro, encendí el televisor y me llevé una sorpresa que me removió. Estrenaban la película ОДИН ВДОХ (traducida al español como Un respiro), basada en la vida de la gran apneísta rusa Natalia Molchanova.

En el verano de 2015, la que es considerada la mejor apneísta de la historia se encontraba pasando unos días en Formentera. El 2 de agosto Natalia estaba con otros tres amigos a tres kilómetros de la costa —en la célebre y concurrida playa de Ses Illetes—, no lejos del puerto de la Savina, en Formentera. La zona es de aguas claras y allí el fondo del mar está a unos ochenta metros.

Tras separarse del grupo y realizar una inmersión profunda, no regresó a la superficie. Molchanova, de quien inicialmente se creía que estaba realizando algunas inmersiones recreativas sin aletas cerca de los treinta o cuarenta metros, se encontraba según otras fuentes impartiendo un curso particular. En una de las inmersiones que realizaba como entrenamiento no volvió. Jamás se la volvió a ver.

Las causas de la desaparición de Natalia Molchanova siguen siendo un misterio. Según sus acompañantes, hizo la última inmersión sola y no usó el cabo, la cuerda que se utiliza como guía del recorrido y que puede ayudar en caso de accidente. La mayoría de los especialistas piensan que en los últimos metros le sobrevino un desvanecimiento antes de llegar a la superficie. Luego pudieron ocurrir dos circunstancias. Por una parte, pudo ser arrastrada hasta el fondo por el cinturón de seis kilogramos que llevaba puesto para sumergirse rápido. La otra opción es que Molchanova, al sentirse en problemas, se deshiciera del cinturón en el ascenso y saliera a la superficie, pero ya inconsciente. En ese caso, las olas y las fuertes corrientes marinas, capaces de arrastrar un cuerpo flotante hasta cincuenta kilómetros en un solo día, harían casi imposible localizar el cuerpo sin vida flotando en el mar.

Para hallar el cuerpo de Molchanova se realizó una operación de búsqueda y rescate que incluyó a la policía marítima, salvamento marítimo, un helicóptero Helimar 213 y varias embarcaciones privadas. Incluso robots submarinos, capaces de localizar grandes superficies a baja profundidad, fueron empleados en la búsqueda. Tras varios días de infructuosa búsqueda, esta se dio por finalizada sin encontrar el cuerpo de la apneísta y se consideró que Molchanova «presuntamente» falleció a sus cincuenta y tres años.

Natalia Molchanova fue campeona mundial de apnea veintitrés veces y múltiple recordista mundial en más de cuarenta ocasiones. Sin duda, es la mejor apneísta de la historia. El mayor homenaje tras su muerte se lo hizo su hijo, Alexey Molchanov, quien en febrero de 2020 consiguió el récord Guinness de apnea dinámica bajo el hielo, llegando a recorrer 180 metros. Tras conseguir su marca, Alexey Molchanov declaró: «Este récord no es solo un trabajo o un pasatiempo para mí, sino el trabajo de toda una vida, un tributo al amor y respeto ilimitados por mi madre, un recuerdo de su invaluable contribución a nuestra causa común».

Esta modalidad deportiva requiere un estado corporal perfecto donde no pueden fallar tres órganos fundamentales: los pulmones, el corazón y el cerebro. Por eso la apnea precisa de un entrenamiento no solo físico, sino también mental. Este último tiene como objetivo aumentar la fuerza y la resistencia, pero, sobre todo, vencer los miedos que a veces sufren los apneístas cuando se encuentran a una gran profundidad frente a una cortina inmensa y negra de silencio. Uno de los eslóganes de la película Un respiro en la que se homenajea a Natalia Molchanova reza: «Necesitas contener la respiración y sumergirte en el mundo submarino, donde el único enemigo es tu propio miedo». Por otra parte, Ashley Chapman, apneísta norteamericana que ha establecido tres récords mundiales y que se dedica a instruir a nuevos practicantes de la disciplina, dijo: «Siempre que practico la apnea siento un miedo sano, y me causa un gran respeto. Es bonito empujarse hacia los propios límites».

El apneísta nunca vencerá al mar con adrenalina. Deberá controlar la mente y obligar al cuerpo a no obedecer a los estímulos que le envía el cerebro, guiado siempre por el instinto de supervivencia.

Una de las grandes preguntas que a todos nos viene a la cabeza cuando oímos hablar de la apnea es si resulta una actividad segura. Evidentemente, es un deporte de riesgo. Esta práctica, que está regulada por la Orden de 14 de octubre de 1997 de normas de seguridad para el ejercicio de actividades subacuáticas, causa una media de veinte muertes al año según los cálculos de la Asociación Española de Apnea Deportiva. Para practicar esta actividad hay dos requisitos de seguridad que se deben seguir, pero que, al parecer, no cumplió Natalia Molchanova en Formentera: usar un cabo guía (una cuerda que el apneísta utiliza para bajar y subir verticalmente) y el acompañamiento de un apneísta de seguridad.

Los tipos de apnea

La Asociación Internacional para el Desarrollo de la Apnea (AIDA) acredita los nuevos récords mundiales, gestiona y supervisa el reconocimiento de los registros, organiza competiciones y establece las normas para la educación en la apnea. Esta asociación reconoce seis modalidades distintas:

Un viaje de ida y vuelta al fondo del mar gracias a la fisiología

Haré un viaje a las profundidades marinas deteniéndome en cada una de las fases de una inmersión. Para ello me he apoyado en los conocimientos del fisiólogo de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla Alfredo Santalla con el que contacté para la redacción de este capítulo. Analizaré las durísimas condiciones a las que se enfrenta un apneísta y les mostraré los asombrosos mecanismos de compensación que desarrollan los practicantes de este deporte para poder adaptarse fisiológicamente a cada una de las fases y superarlas con éxito. En situación límite, los apneístas realizan increíbles maniobras para suplir la falta de oxígeno y soportar la presión del agua. Nunca sabremos en cuál de estas fases Natalia Molchanova nos abandonó.

Para entender lo que ocurre durante la apnea hay que tener claros una serie de conceptos fisiológicos. A lo largo del día realizamos muchísimas funciones que son posibles gracias a que los órganos y tejidos del cuerpo humano consumen oxígeno (O2) y producen dióxido de carbono (CO2) a través de la respiración. Los humanos respiramos un promedio de doce veces por minuto y este ciclo respiratorio, junto con el latido del corazón, constituye uno de los dos ritmos biológicos vitales. A través de la respiración se recicla el aire, manteniendo alta la concentración de O2 y baja la de CO2 de los pulmones, en comparación con las de la sangre.

Gracias a la respiración difundimos O2 (de alveolo a sangre) y CO2 (de sangre a alveolo), manteniéndose constantes las concentraciones de estos gases tanto en sangre como en pulmones. En comparación con la sangre, la concentración de O2 en los pulmones es baja y la de CO2 es alta. ¿Qué ocurre durante la apnea? Que este proceso cambia radicalmente. Al aguantar la respiración y no consumir oxígeno del aire, la sangre recircula una y otra vez por el sistema pulmonar tomando de este su O2 y cargándolo de CO2. Cuanto más tiempo permanezcamos sumergidos más descenderá la concentración sanguínea de O2 (hipoxia) y aumentará la de CO2 (hipercapnia). Por ello debemos «cargar» de aire los pulmones antes de la inmersión y retrasar así la aparición de valores de hipoxia e hipercapnia «incompatibles con la vida».

Fase 1: Los trucos del entrenamiento y las carpas del apneísta

Sumergirse a pulmón en las profundidades marinas sin haber entrenado anteriormente es lo más parecido que existe a un suicidio. Por eso los apneístas preparan su cuerpo y su mente de forma muy metódica antes de la inmersión. Los principales objetivos que se persiguen en la fase de entrenamiento son: aumentar la capacidad pulmonar; aumentar la cantidad de oxígeno en sangre; reducir los mecanismos de consumo de oxígeno. Veamos los trucos que emplean los apneístas para conseguir sus objetivos.

La capacidad pulmonar total de cada persona, es decir, los litros de aire que caben en los pulmones tras inspiración máxima, no dependen exclusivamente de su tamaño corporal. La capacidad pulmonar total de muchos apneístas es aproximadamente dos litros mayor que la que poseen personas de igual peso y altura, lo que les ayuda en sus objetivos deportivos. Para ello entrenan la musculatura inspiratoria (músculos diafragma, intercostales e incluso subclaviculares) y realizan trabajos de flexibilidad pulmonar (musculatura, pleuras y otras estructuras alveolares). De esta forma logran expandir sus pulmones mucho más allá de los límites elásticos evolutivamente predeterminados. El grandísimo apneísta francés Guillaume Néry, que logró dos récords mundiales en la modalidad de apnea con monoaletas, ha reconocido que para aumentar la flexibilidad de su diafragma practica el ejercicio de yoga Uddiyana Bandha.

Pero los apneístas utilizan un segundo truco en la fase de entrenamiento: una técnica llamada «carpa» o «insuflación glosofaríngea». Una vez que han realizado la inspiración máxima y con los pulmones completamente llenos, aspiran más aire a bocanadas rapidísimas (movimientos casi compulsivos de los labios como los de un pez agonizante fuera del agua) y lo van presionando con la lengua contra el paladar. Así lo bombean a presión a través de la glotis hacia las vías respiratorias.

Mediante la carpa consiguen otros dos litros extra de capacidad pulmonar total. ¿Presenta algún riesgo practicar la carpa? Sí. Al incrementar su capacidad, los pulmones sobrehinchados presionan el diafragma, las vísceras, la caja torácica y el corazón, lo que puede provocar alteraciones del latido cardíaco. Incluso la presión que ejercen los pulmones sobre las arterias carotídeas provoca mareos, pérdidas de consciencia y, en un caso extremo, la muerte. Hay que ser muy cauteloso a la hora de usar la carpa como método de entrenamiento.

El segundo objetivo que persiguen los apneístas en su fase de entrenamiento es almacenar más O2 no solo en los pulmones, sino también en la propia sangre. La propia práctica de la apnea aumenta el volumen total de sangre de estos deportistas. Los apneístas con experiencia son capaces de almacenar hasta 3,2 litros de oxígeno (distribuidos en pulmones, sangre y tejidos) frente a los 2,1 litros de los no apneístas. La práctica de la apnea también aumenta el hematocrito, es decir, el porcentaje que ocupa la fracción sólida de una muestra de sangre anticoagulada al separarse de su fase líquida (plasma). Este hematocrito está determinado casi enteramente por el volumen que ocupan los glóbulos rojos. La eritropoyetina o EPO (hormona encargada de la creación de glóbulos rojos) tiene una actividad más alta en las personas que practican la apnea que en el resto de la población.

El apneísta debe consumir la menor cantidad posible de oxígeno durante el período de inmersión para que el tiempo de apnea sea mayor. Por ello el último objetivo de la fase de entrenamiento es relajarse lo máximo posible antes de sumergirse en el agua y así ralentizar al máximo su actividad cardíaca, la tensión muscular y la frecuencia respiratoria, tres factores que aumentan muchísimo el consumo de oxígeno.

Llega el gran momento. Tras realizar varias respiraciones lentas, una inspiración máxima y varias carpas…, el apneísta se sumerge hacia las profundidades.

Fase 2: El descenso y el reflejo de inmersión mamífero

Durante los primeros metros de inmersión el cuerpo humano se resiste a la nueva situación. Los pulmones envían una señal al cerebro para que nos empuje hacia arriba. Para ello en los pómulos tenemos unos receptores que, al mojarse con agua fría, informan al cerebro del estado de apnea. En las extremidades también disponemos de receptores de hipoxia. Incluso el propio centro respiratorio, situado a nivel cerebral, informa al organismo de que estamos sumergidos. Para evitar volver a salir a la superficie el apneísta nada hacia abajo tirando con sus brazos del cabo guía.

Conforme desciende, la presión cada vez es mayor, lo que produce que los pulmones del deportista se reduzcan a la mitad. Los apneístas se van pareciendo a una botella de plástico que comprimes y aprietas hasta dejarla casi en nada antes de tirarla a la basura. Como declaró Miguel Lozano, el mejor apneísta español de la historia, «si fuera una botella de cristal, se rompería, y en eso, en cristal rompible, me convierto cuando no soy capaz de relajarme o de llevar a cabo las técnicas necesarias para compensar la presión del agua y la falta de oxígeno».

En esta fase la actividad metabólica disminuye para reducir al máximo el gasto de oxígeno y el corazón late cada vez más lento (braquicardia) ahorrando oxígeno y ralentizando las funciones corporales. Se han registrado casos de apneístas cuya frecuencia cardíaca baja hasta solamente catorce latidos por minuto, un tercio de la frecuencia de una persona en coma.

A los 30-35 metros de profundidad el cuerpo entra en lo que se conoce como el master switch of life o «reflejo de inmersión mamífero», un fenómeno que se manifiesta significativamente en los mamíferos acuáticos (focas, nutrias, delfines, etc.) y, de forma más suave, en seres humanos y en algunas aves acuáticas como los pingüinos.

La pelea por seguir descendiendo desaparece, ya que el agua deja adentrarse al apneísta en ella cayendo a plomo. Solamente hay que colocarse en posición vertical, con los brazos unidos al cuerpo, dejarse llevar y disfrutar de las profundidades marinas. ¿Por qué cae a plomo?

Como ustedes saben, una de las razones por las que las personas podemos flotar en el agua es el principio de Arquímedes, según el cual «todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del fluido desalojado». Pues bien, cuando el apneísta llega a los 30-35 metros de profundidad ocurre uno de los momentos clave en toda inmersión. El volumen del cuerpo del apneísta se reduce (sobre todo por la disminución del volumen de sus pulmones por la presión) y el peso del agua que desplaza el apneísta se vuelve menor que el peso corporal. En ese momento, y siguiendo el principio de Arquímedes, el apneísta pierde la flotabilidad que tenía anteriormente y cae a plomo.

¿Qué cambios produce en el organismo la caída a plomo? Por un lado, la frecuencia cardíaca disminuye aún más, aumentando la hipercapnia, la hipoxia y la presión del agua. Paralelamente, nuestro cerebro detiene la circulación de muchas arterias musculares y la sangre se redirige al tronco y la cabeza. Este proceso se conoce como blood shift y persigue dos objetivos: mantener oxigenados los órganos vitales y saturar de sangre los capilares de dichos órganos.

Cuando se llega a los 60-70 metros de profundidad se produce otro de los momentos importantes de la inmersión. La concentración de CO2 es tan alta (hipercapnia máxima) que el diafragma comienza a contraerse de forma involuntaria para poder expulsarlo. Como consecuencia, el deportista sufre una fortísima sensación de asfixia. La única forma de compensar las contracciones del diafragma y esta sensación es manteniendo la calma. Además, si el apneísta se pone nervioso malgastará oxígeno, lo que restará energía a la musculatura. En esta fase el apneísta desciende a una velocidad de casi un metro por segundo, lo que también puede provocar barotraumas en los tímpanos.

Barotrauma en el oído

Un barotrauma puede dañar los tímpanos por la diferencia de presión entre el agua y el interior del oído medio. ¿Puede hacer algo el apneísta para evitar estos barotraumas? Sí, mediante otra técnica de compensación que realiza a lo largo de toda la bajada. Al comenzar el descenso, el apneísta realiza la maniobra de Frenzel para igualar la presión del oído interno a la del oído medio. Esta maniobra consiste en incrementar la presión de las trompas de Eustaquio. Para ello usa la lengua, que empuja el aire contra el paladar y lo bombea hacia las trompas de Eustaquio.

Cerca de los 50 metros de inmersión ya no puede subir aire desde los pulmones a la boca. Pero cuando los tímpanos están a punto de explotar (barotrauma severo) estos atletas realizan una maniobra maravillosa: el llenado de boca o mouth fill. Cuando notan en los pulmones una gran presión del aire, los apneístas abren repentinamente su glotis. Con ello logran que el aire suba del pulmón, aumentando así la presión en la boca e hinchando los carrillos.

Fase 3: Las profundidades marinas y los dos héroes de la apnea, el bazo y el diafragma

Una vez sobrepasados los cien metros, la situación es muy delicada. En los pulmones apenas queda un litro de aire (en superficie había doce), por lo que la pleura comienza a dañarse y, aunque en el pulmón exista más sangre consecuencia del blood shift, pueden producirse edemas pulmonares que provoquen la muerte.

Precisamente un edema pulmonar fue lo que obligó al mejor apneísta español, Miguel Lozano, a abortar su intento de récord mundial de descenso libre. Lozano se encontraba entrenando en el Dean’s Blue Hole, el hermoso pozo azul del Atlántico situado en las Bahamas. El Dean’s Blue Hole es la dolina marina más profunda del mundo. Este agujero, considerado el paraíso de la apnea, está situado a unos metros de la playa, tiene 202 metros de profundidad, unos 35 metros de diámetro en la superficie y más de 100 metros de diámetro en el fondo.

Lozano se sumergió en el Dean’s Blue Hole, pero tras salir a la superficie lo primero que hizo fue escupir sangre, un signo inequívoco del edema pulmonar que le provocó el squeeze (compresión tremenda de los pulmones por la presión del agua a más de cien metros de profundidad). Los bronquios de Lozano estaban encharcados de sangre y el comité médico que supervisa las competiciones desarrolladas en las Bahamas le impidió batir el récord en esas condiciones. Su fisiólogo, el sevillano Alfredo Santalla, le dijo: «Ni se te ocurra. Descender en tus condiciones, con el pulmón lesionado, sería un suicidio».

A los 124 metros de profundidad, la bradicardia (enlentecimiento del corazón) es severa, llegando a niveles incompatibles con la vida (aproximadamente 12-15 latidos por minuto). La presión es altísima (cercana a las 13 atmósferas) y comprime muchísimo las arterias de brazos y piernas, haciendo que prácticamente no llegue sangre a ellas. La presión arterial se eleva hasta niveles estratosféricos (350/290 mm Hg frente a los 120/80 mm Hg considerados normales). El cerebro no recibe suficiente riego sanguíneo y la saturación de oxígeno de su hemoglobina se acerca al límite. Los pulmones son del tamaño de dos naranjas y tienen un volumen de menos de un litro.

¿Cómo puede seguir vivo el apneísta en esas condiciones? El culpable del «casi milagro» es un órgano al que muchas veces infravaloramos: nuestro bazo. Al sentirse estrujado debido a la presión existente a su alrededor, libera los glóbulos rojos oxigenados que almacenaba. Diversos estudios muestran cómo el bazo de los apneístas puede liberar hasta 600 mililitros, 500 más de lo habitual. Este aporte extra de glóbulos rojos puede suponer un tiempo de apnea extra de aproximadamente 30-40 segundos, que son esenciales para evitar que se produzcan daños cerebrales irreversibles. Se ha comprobado que los apneístas que tienen el bazo más grande son los que mayor tiempo de apnea estática son capaces de mantener.

El secreto de los hombres pez

En las costas de Malasia, Filipinas, Borneo y las islas orientales de Indonesia vive el pueblo bajau, a bordo de barcos, balsas y palafitos. Les llaman los «gitanos del mar» por su vida nómada, y se alimentan de los peces y moluscos que capturan zambulléndose en el mar con arpones artesanales de madera. Su capacidad de aguantar la respiración es asombrosa, pudiendo bucear a pulmón libre hasta los setenta metros de profundidad.

La biogenetista danesa Melissa Ilardo realizó un estudio para averiguar las causas de su impresionante capacidad para bucear a pulmón y descubrió algo sorprendente: el tamaño del bazo de los lugareños es descomunal, hasta un 50% más grande que el de los pueblos de su entorno.

Para descubrir si el bazo de los bajau submarinistas se había hipertrofiado con las continuas apneas, el equipo de Ilardo lo comparó con el de familiares que no buceaban, llevándose otra sorpresa: el de estos estaba igualmente desarrollado. La conclusión inevitable era que miles de años de actividad subacuática había provocado en esta pequeña etnia una serie de mutaciones para mejorar su resistencia en inmersión. Analizando su ADN la investigadora descubrió que los bajau tenían más de dos docenas de mutaciones que no poseían otras poblaciones vecinas. En particular, afectaban al gen PDE10A, vinculado a la hormona tiroidea, entre cuyas funciones está la de regular el tamaño del bazo.

Pero hay otro mecanismo que también ayuda a los apneístas a seguir vivos. ¿Se acuerdan de aquellas contracciones involuntarias del diafragma que expulsaban el dióxido de carbono pero que dañaban tanto a los pulmones siendo tremendamente dolorosas para los apneístas? Pues bien, esas contracciones actúan como pequeños masajes cardíacos que ayudan al corazón a bombear un poco más de sangre en cada latido, impidiendo que el cerebro sufra daños por isquemia, es decir, por insuficiente riego sanguíneo. El diafragma es, junto al bazo, el salvavidas del apneísta.

Cuando el apneísta llega al final de su objetivo su corazón está casi parado, su cerebro prácticamente no tiene riego, el diafragma sigue golpeando, la sensación de asfixia es insoportable…, pero sigue vivo.

Es el momento de que el apneísta recoja el testigo que acredita la profundidad alcanzada y comience una fase de gran riesgo: el ascenso a la superficie en contra de su propio peso, ya que no recuperará su flotabilidad hasta llegar a los treinta metros.

Fase 4: El ascenso, el principio de Arquímedes y el síncope de la inmersión

Es posible que usted crea que para ascender hay que subir los brazos, coger el cabo guía por encima de la cabeza y tirar de él fuerte para llegar a la superficie lo antes posible. Nada más lejos de la realidad. Si el apneísta levanta los brazos por encima de la cabeza podría sufrir lesiones en los pulmones debido a la extensión de sus costados. Por eso coge el cabo guía a la altura de la cabeza. Tampoco debe tirar fuerte de él, ya que sus brazos consumirían el poco oxígeno que tiene. Lo hace de forma muy suave y para ello no emplea el oxígeno sanguíneo, sino el que está almacenado en la mioglobina, la proteína responsable del color de la sangre que se encuentra en las fibras musculares.

La actividad cerebral durante la apnea

El neurólogo y experto en la investigación de la consciencia, Steven Laureys, ha explorado bajo diferentes técnicas cómo trabaja el cerebro del famoso apneísta Guillaume Néry. Como se lee en la revista Investigación y Ciencia, Néry realizó dos apneas en seco: una de 6 minutos y 30 segundos, mientras se encontraba en un escáner de resonancia magnética funcional, y otra de 7 minutos y 15 segundos, portando en la cabeza un casco de encefalografía con doscientos cincuenta electrodos. Lo esperado era que su actividad cerebral descendiera a causa de la disminución de oxígeno en sangre. Sin embargo, la actividad cerebral continuó siendo notable, y numerosas regiones cerebrales seguían dialogando entre sí. Curiosamente, los resultados demuestran cómo tanto en la subjetividad como en las redes cerebrales activadas la actividad cerebral se asemeja a lo observado en los grandes meditadores, que también son expertos en la respiración.

La superficie aún está muy lejos, por lo que se necesita aún más energía. Mediante una nueva adaptación, los apneístas utilizan el metabolismo anaeróbico degradando el glucógeno almacenado y produciendo ácido láctico (de los diferentes mecanismos para obtener energía les hablo en el capítulo dedicado a la halterofilia). Este mecanismo es muy efectivo, pero añade más dolor al que ya está sufriendo el deportista. La producción de ácido láctico disminuye el pH del músculo, provocando la consecuente acidosis y la aparición de fuertes pinchazos en los músculos. El dolor ya es insoportable, pero la superficie se avista.

Cuando solo faltan cuarenta metros para alcanzarla, el apneísta se encuentra con otros apneístas que han descendido para acompañarlo en sus últimos metros. Este momento es crítico, ya que en él se producen los principales accidentes. Teóricamente, tanto la hipoxia como la fuerte acidosis consecuencia de la acumulación de ácido láctico deberían dar lugar a una reducción de la velocidad de ascenso. Sin embargo, el hecho de que los pulmones se vayan expandiendo hace que el volumen del apneísta aumente, recuperando otra vez la flotabilidad gracias de nuevo al principio de Arquímedes. La botella de plástico comprimida en la que se convirtió el apneísta en el descenso vuelve a recuperar su forma original.

Pero una expansión brusca de los pulmones conforme se acercan a la superficie puede acarrear importantes problemas. El poco oxígeno presente en la sangre se dirige al pulmón para compensar la diferencia de presión de oxígeno que se produce entre los alveolos y la propia sangre. Esta salida del oxígeno de la sangre hacia el pulmón podría provocar el conocido «síncope de ascensión», por el cual el apneísta pierde el conocimiento. En ese momento los apneístas de seguridad deben ascender el cuerpo hasta la superficie para iniciar las maniobras de reanimación (palmadas, gritos, apertura de las vías respiratorias para ventilar los pulmones…) que eviten el daño cerebral.

En el caso de sufrir un síncope y no estar rodeado de apneístas de seguridad, el atleta entra en un limbo inconsciente y silencioso que muchos llaman la «muerte dulce». Natalia Molchanova renunció al acompañante y desapareció. Jamás sabremos si sufrió el síndrome de ascensión.

Fase 5: La superficie y el baile de la samba

Una persona normal pierde la consciencia cuando la saturación de O2 arterial baja del 50%. Sin embargo, los apneístas son capaces de llegar a la superficie con una saturación arterial cercana a tan solo el 30% sin desmayarse. Pero a pesar de mantener la consciencia es posible que muestren pérdida de control motor, ya que no les llega suficiente oxígeno a las extremidades. En ese momento sufren una especie de calambres que les hacen realizar una serie de espasmos incontrolados que se conocen como la «samba del apneísta».

Para reanudar la respiración, el apneísta realiza inspiraciones forzadas y exhalaciones pasivas, manteniendo la respiración 2 segundos entre inspiración y exhalación, generando así más presión en los pulmones y mejorando la difusión de los gases. Esto permite que la presión de O2 no caiga, consiguiendo reciclar poco a poco el aire pulmonar sin que haya pérdida de conocimiento. La recuperación total es muy lenta. El primer órgano al que llega la sangre oxigenada es el cerebro, luego a las extremidades. ¿Cómo podemos saber que el cerebro está plenamente oxigenado? Colocando un pulsímetro en el dedo y observando que comienza a subir la saturación de O2 en el dedo, ya que el oxígeno solo llega a las articulaciones una vez que el cerebro está oxigenado. Es la señal de que el viaje ha concluido satisfactoriamente. En el caso de las competiciones deportivas, el apneísta tiene 15 segundos para quitarse las gafas de los ojos y decir el célebre «I am OK» mientras hace el gesto con la mano.

En la actualidad, el récord del mundo de inmersión libre con peso constante en categoría masculina lo tiene Alexey Molchanov, el hijo de Natalia Molchanova. Lo consiguió en el Dean’s Blue Hole, donde se sumergió a 125 metros. En categoría femenina lo ostenta la italiana Alessia Zecchini, que bajó a 98 metros en Curazao.

Tanto Molchanov como Zecchini pronunciaron la mágica frase en el mundo de la apnea, «I am OK». Desgraciadamente, Natalia Molchanova no llegó a hacerlo.

Estimados lectores, tras leer este capítulo ya saben lo que van a sentir si algún día se sumergen en las profundidades marinas. Tras compensar sus oídos enviando aire desde estos hasta su boca, su frecuencia cardíaca disminuirá hasta casi parar su corazón. Soportarán presiones arteriales descomunales y alcanzarán niveles de hipoxia descritos como «incompatibles con la vida». Posteriormente, tendrán que resistir el daño pulmonar provocado por las contracciones de su diafragma. La sensación de asfixia será agobiante, pero deberán permanecer tranquilos para consumir el mínimo oxígeno posible. Luego, en un ascenso interminable lleno de dolor, pero también de gloria, regresarán a la superficie, donde los mortales los esperaremos.

El viaje merece la pena, pero, por favor, no olviden las palabras que Kimmo Lahtinen, presidente de la Asociación Internacional para el Desarrollo de la Apnea, dijo tras conocer la desaparición de Molchanova: «Ella era una estrella de la apnea y ninguno de nosotros pensaba que nada pudiera dañarla; pero jugamos con el mar, y cuando juegas con él ya sabes quién tiene más fuerza».

Que el mar te sea leve, querida Natalia Molchanova.

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Miguel Induráin, de la aerodinámica de la Espada a la ciencia de la pájara

«No hay que tener ningún miedo a perder, de hecho he perdido muchas más carreras de las que he ganado.»

MIGUEL INDURÁIN

Tengo una enorme debilidad por Miguel Induráin. Ningún otro deportista me ha hecho vibrar tanto como él. Para verlo triunfar por las carreteras de medio mundo, especialmente las francesas, renuncié durante años a algo imprescindible en mi vida: las siestas del mes de julio. El campeón navarro, uno de los mejores ciclistas de la historia, nos dio grandes alegrías en el Tour de Francia, el Giro de Italia, el Mundial o las Clásicas. Miguelón era el mejor subiendo montañas, en las contrarrelojes, atacando, defendiéndose o como estratega. Imposible no emocionarse viendo sus exhibiciones en el Mortirolo, en Cauterets, en La Plagne, en Val-Louron, en Luxemburgo, en Lieja, en Colombia, en Burdeos, en Sestriere, en Bergerac o en Hautacam.

Cuando diseñé este libro tenía muy clara la estructura de este capítulo. Quería mostrar parte de la ciencia y la tecnología que hay en el ciclismo a través de tres momentos claves en la carrera de Miguel Induráin. Me costó mucho elegir esos días, pero al final me decidí por tres citas que jamás se me olvidarán: su mítico descenso del Tourmalet en la etapa que acabó en Pau, su récord de la hora en Burdeos y, cómo no, su desfallecimiento en Les Arcs.

El Tourmalet y la aerodinámica del descenso

Uno de los momentos más memorables de la carrera de Miguel Induráin ocurrió en el Tour de Francia de 1993. Se disputaba la 17.ª etapa entre Tarbes-Pau y era líder de la general. La etapa contenía durísimos puertos, como el Aspin o el Tourmalet. Sería en esta última legendaria montaña pirenaica donde el suizo Tony Rominger, segundo en la general, atacó junto al polaco Zenon Jaskula. Induráin dio muestras de debilidad y no pudo seguir el ritmo de los dos escapados. Toda España empezó a ponerse nerviosa. En la cima, Rominger ya le sacaba 50 segundos al corredor navarro y la cosa pintaba muy fea, se le escapaba el tercer Tour. Rominger hizo un descenso impresionante. Sabiendo que se jugaba ganar la carrera, se lanzó a tumba abierta. Las cámaras de la televisión francesa a duras penas conseguían seguirlo mientras que de Induráin no se sabía nada, solo que seguía perdiendo tiempo. España temblaba. De pronto, hubo un corte para publicidad. Cuando la televisión volvió a conectar, ocurrió algo que jamás olvidaré. La cámara que seguía a Rominger se giró y se vio a Induráin aparecer comiendo encima de su bicicleta, como si no pasara nada. El suizo lo miraba perplejo sin creerse que lo hubiese alcanzado. ¿Qué había pasado realmente? Que el corredor navarro había hecho una bajada aún más impresionante que la de Rominger. Los gritos de júbilo de los aficionados españoles que seguíamos la retransmisión desde nuestras casas se oyeron en los Pirineos franceses.

Como todos los aficionados al ciclismo saben, uno de los momentos más espectaculares de este deporte se produce en los descensos de los grandes puertos. La bajada es una de las disciplinas más arriesgadas y de mayor belleza plástica del ciclismo. Además, puede ser decisiva para elegir el ganador final de una carrera.

Las velocidades que alcanzan los ciclistas son vertiginosas y, si no se hace bien un descenso, las consecuencias pueden ser terribles. Grandes ciclistas han sufrido accidentes bajando, como el malogrado Fabio Castelli, que falleció en un accidente durante el descenso del Col de Portet-d’Aspet en el Tour de Francia de 1995.

La principal responsable de la velocidad que alcanzan los ciclistas en el descenso es la aerodinámica, la rama de la mecánica de fluidos que estudia las acciones que aparecen sobre los cuerpos sólidos cuando existe un movimiento relativo entre estos y el fluido que los baña, siendo este último un gas. Son muchos los factores que afectan a la aerodinámica de un ciclista, como el tipo de bicicleta, la equipación, las condiciones ambientales y, por supuesto, la velocidad. La aerodinámica es clave en aquellas carreras en las que el ciclista rueda a altas velocidades, como es el caso de muchas contrarrelojes o los descensos que hacen los ciclistas tras coronar los grandes puertos de montaña. Ahí, un aspecto que influye muchísimo en la aerodinámica es la postura que adoptan encima de la bicicleta, ya que el cuerpo del ciclista puede suponer entre un 75% y un 85% de la resistencia que el aire ofrece al ciclista al rodar.

¿Cuál es la posición aerodinámica óptima en un descenso? En los últimos años se han realizado muchos estudios científicos para encontrar la posición más aerodinámica posible para cada ciclista, sin que ello suponga una disminución en la potencia del corredor o en la estabilidad sobre la bicicleta.

Un parámetro físico clave en estos estudios es el coeficiente aerodinámico multiplicado por el área frontal proyectada (CdA), un factor clave en la resistencia aerodinámica o Drag. Cuanto más bajo sea este coeficiente, menor será la resistencia del aire del ciclista y menos energía necesitará para alcanzar una determinada velocidad.

El CdA se puede calcular mediante tres tipos de pruebas diferentes: túnel del viento, test de campo y test en velódromo. Una vez hallada la posición más aerodinámica para cada corredor en la contrarreloj o en un descenso basándose en dicho parámetro, debe ensayarla varias veces en su bicicleta antes del día de la carrera. No todos los ciclistas se adaptan igual a todas las posiciones y el proceso lleva su tiempo.

Uno de estos estudios se realizó en el Boardman Performance Center, tras un descenso espectacular de Chris Froome en el Tour de Francia de 2016 con una postura jamás vista antes. La investigación perseguía determinar qué posición era la óptima que debía adoptar un ciclista en un descenso. Se probaron diferentes posturas y se midió para cada una de ellas el CdA.

En primer lugar, se determinó el valor de este parámetro para un corredor situado en una posición básica, colocando en un túnel del viento a un ciclista relativamente erguido, como si fuese prácticamente de paseo, en lugar de en una posición aerodinámica. En esta primera posición de referencia se obtuvo un valor de CdA de 0,295, lo que significa que para alcanzar los 35 kilómetros por hora este ciclista necesitaría generar 208 vatios de potencia.

A continuación, se colocó al mismo ciclista en el túnel del viento en una posición clásica, agachado y agarrando el manillar en su zona inferior. El valor de CdA obtenido fue de 0,1993, lo que significa que para alcanzar una velocidad de 35 kilómetros por hora solo se necesitan 154 vatios de potencia.

La siguiente posición evaluada fue la que adoptó Chris Froome en el Tour de Francia de 2016. El británico iba prácticamente sentado en el tubo delantero superior. Dolía verlo, pero el CdA bajaba a 0,1718. Solo se necesitaba una potencia de 139 vatios para alcanzar los famosos 35 kilómetros por hora. La clave es que el centro de gravedad del ciclista se sitúa muy bajo en esta posición. Sin embargo, el uso de esta postura sobre la bicicleta implica un manejo especial de ella. La bajada del centro de gravedad se logra colocando gran parte del peso del ciclista sobre la rueda delantera, lo que puede hacer que la bicicleta sea menos estable. Hay que tener mucho cuidado y solo grandes bajadores, como Froome, son capaces de emplear esta postura con éxito.

La cuarta posición estudiada fue la que puso de moda el gran Marco Pantani, el Pirata, que cargaba todo su peso en la rueda de atrás. Con eso lograba una postura muy estable, pero cuyo CdA era de 0,1947, pobre y muy cercano al de la posición de paseo. Entonces, ¿por qué Pantani la usaba con éxito? Porque esta postura permite pedalear durante el descenso (cosa imposible con las otras), lo que aumentaba la velocidad considerablemente.

La última posición estudiada fue la que solía emplear el dos veces recordman de la hora Graeme Obree. El ciclista debe poner la espalda lo más plana posible y las manos sobre el manillar. El análisis realizado registró un CdA de 0,1679, el más bajo y, por tanto, la mejor puntuación de las pruebas realizadas. La potencia necesaria para viajar a 35 kilómetros por hora fue únicamente de 137 vatios. La clave de esta posición se encuentra en que ofrece un centro de gravedad muy bajo y una buena estabilidad, con el peso bien distribuido de frente hacia atrás. La gran desventaja de esta postura es que las manos del ciclista no están en contacto con los frenos, sino que se encuentran colocadas sobre el manillar. Por eso, cuando en pleno descenso aparece una curva debe ser muy rápido en poner las manos en los frenos… o el trompazo puede ser morrocotudo.

Los resultados de esta investigación podrían hacernos creer que todos los ciclistas deberían adoptar la posición de Obree en los descensos, pero eso solo sería así si tuvieran el mismo físico y la misma destreza. Cada corredor tiene unas características físicas diferentes (piernas más largas, cuello más corto, tronco más ancho…), distinto manejo de la bicicleta y diferente valentía. Todos estos parámetros obligan a hacer estudios individualizados que establezcan la mejor postura de descenso para cada corredor. Eso sí, el trabajo realizado en el Boardman Performance Center puede servir de gran referencia.

¿Qué postura adoptó Induráin para dar caza a Rominger? Nunca lo sabremos. Las cámaras no lo recogieron y Miguel, cada vez que se le pregunta por aquella hazaña, siempre repite la misma frase: «Bajé a todo lo que daba la bicicleta». Un genio.

Los potenciómetros

A lo largo de las últimas décadas, los preparadores físicos encargados de velar por la salud de los corredores ciclistas se han basado en los latidos por minuto del corazón para incrementar su rendimiento deportivo. Sin embargo, basarse únicamente en los latidos por minuto de cada ciclista para diseñar su plan de trabajo es un error. La temperatura, el estrés, la fatiga y otros muchos parámetros influyen en dichos latidos, por lo que era necesario un nuevo parámetro para planificar la sesión de entrenamiento y cuantificar la carga necesaria.

¿Qué herramienta es la óptima para alcanzar estos objetivos? La potencia, un factor que cuantifica la energía que un ciclista «gasta» para hacer avanzar su bicicleta a lo largo de una duración determinada. La potencia se mide en vatios y su principal característica es que no depende de factores externos o de la fisiología del ciclista.

¿Y cómo se calcula la potencia de un ciclista? A través de los potenciómetros o medidores de potencia, unos sensores montados en la araña de los platos, las bielas o los pedales que comenzaron a verse a finales del siglo pasado en el mundo del ciclismo. Estos aparatos miden el torque (la fuerza con la que nuestras piernas están empujando los pedales en cada punto del círculo del pedaleo) a través de una sencilla fórmula: torque = fuerza × longitud de biela. Una vez calculado el torque, podemos calcular la potencia del ciclista en cada momento sabiendo su cadencia de pedaleo, es decir, las revoluciones por minuto de un ciclo de pedalada completo (potencia = torque × cadencia).

La Espada que conquistó Burdeos

Recuerdo perfectamente el 2 de septiembre de 1994. A las 15:00 h, Miguel Induráin tenía una cita con la historia, iba a intentar batir el récord de la hora de ciclismo que ostentaba el británico Graeme Obree. El resto de las ocasiones que me había sentado en el sofá de casa para ver una carrera en la que participaba el corredor navarro, lo hacía con la absoluta seguridad de que arrasaría a sus rivales. Sin embargo, aquel día no las tenía todas conmigo. Induráin se enfrentaba a una situación totalmente diferente a las que estaba acostumbrado. No había rivales físicos a los que vencer, ni montañas que escalar, ni estrategias que seguir, ni inclemencias meteorológicas…, únicamente debía recorrer en un velódromo ovalado el mayor kilometraje posible en el espacio de una hora.

La historia del récord de la hora es apasionante y está repleta de anécdotas históricas, la mayoría de ellas asociadas al conocimiento científico y al progreso tecnológico. Henri Desgrange fue el primero, en 1893 en París, en acometer el reto del récord de la hora. Recorrió 35,325 kilómetros. A Desgrange le sucedieron varios corredores. El francés Marcel Berthet y el suizo Oscar Egg’ eran grandes rivales que fueron rompiendo alternativamente el récord de la hora cuatro veces entre 1913 y 1914. Como se imaginarán, sus bicicletas eran muy pesadas. El 7 de julio de 1933, Francis Faure estableció un nuevo récord empleando una bicicleta reclinada con forma aerodinámica. Sin embargo, este no fue reconocido por la Unión Ciclista Internacional (UCI), que prohibió estas bicicletas. A partir de ese momento, ciclistas poco conocidos para el gran público emplearon innovaciones aerodinámicas de todo tipo, algunas de ellas realmente surrealistas.

Eddy Merckx, apodado el Caníbal y considerado el mejor ciclista de todos los tiempos (cinco Giros de Italia, cinco Tours de Francia y una Vuelta a España), se obsesionó con el récord de la hora hasta el punto de que llegó a declarar que conseguirlo era para él una obligación. Lo logró el 25 de octubre de 1972, frente a dos mil personas en el velódromo de Ciudad de México. El Caníbal utilizó una bicicleta de Colnago con ruedas de 28 radios, potencia de titanio y tubería de acero que pesaba solo 5,5 kilogramos. Moviendo un desarrollo de 52 × 14 (52 dientes en el plato grande y 14 en el plato pequeño), Merckx fijó la marca en 49 kilómetros y 431 metros, acabando extenuado. «No volveré a intentarlo jamás», afirmó al bajarse de la bicicleta. El de Merckx fue el último récord clásico conseguido sobre una bicicleta convencional sin modificaciones específicas.

En 1984, el gran Francesco Moser superó los 50 kilómetros sobre la primera bicicleta tecnológica que tenía una rueda trasera gigante y lenticular, inventada por el profesor Dall Monte, y un innovador cuadro descendente. Con esta bicicleta nada convencional y en cuatro días, Moser rompió dos veces el récord de la hora. El 19 de enero de 1984 montó un desarrollo de 56 × 15. El 23 de enero usó un 57 × 15, dejando el récord en 51,141 kilómetros. El registro de Moser fue puesto en duda tanto por usar por primera vez elementos ajenos a la bicicleta estándar como por los insistentes rumores acerca de un posible dopaje.

Ruedas lenticulares

La rueda lenticular es un modelo que cubre el interior de la llanta con un vinilo que protege del rozamiento que el viento produce insertándose a través de los radios. Teóricamente este tipo de ruedas reducen el aire turbulento que producen tanto el ciclista como la bicicleta, y que frena su avance. Diversos estudios desarrollados en túneles de viento han demostrado que las ruedas aerodinámicas reducen los tiempos de carrera, pero solo cuando el ciclista es capaz de superar determinadas velocidades. Un ciclista que use ruedas lenticulares y circule a 40-45 kilómetros por hora tardaría 2 minutos menos en recorrer 40 kilómetros que un ciclista que use ruedas de radios convencionales. A velocidades inferiores los beneficios del uso de ruedas lenticulares no están demostrados.

Por otra parte, diversos estudios muestran que, en presencia de vientos cruzados, el efecto aerodinámico de las ruedas lenticulares desaparece. Incluso el viento puede hacer que el ciclista pierda estabilidad y vaya más lento que usando ruedas convencionales. Otro de los problemas de las ruedas lenticulares es su peso, 200-300 gramos mayor que las ruedas tradicionales. En una escalada subiendo a 20 kilómetros por hora o menos, la aerodinámica desaparece por completo y los gramos extras se notan. Por eso es difícil ver en una cronoescalada ruedas lenticulares.

En definitiva, las ruedas lenticulares deben emplearse en circuitos preferentemente planos, rápidos, poco técnicos, donde no haya mucho viento y por ciclistas capaces de pedalear en carrera por encima de los 36 kilómetros por hora de promedio. Sin embargo, en circuitos montañosos, técnicos o con giros es más recomendable emplear ruedas convencionales.

Otro recordman de la hora que ha pasado a la historia por basarse en el progreso científico-tecnológico para batir la mítica marca fue el escocés Graeme Obree, quien en 1993 batió el récord de Moser en el velódromo noruego de Hamar, estableciendo una marca de 51,596 kilómetros. Obree no solo revolucionó el diseño de las bicicletas (las fabricaba él mismo), sino, como les he contado anteriormente, también la forma de colocarse sobre la bicicleta. Primero empleó, gracias a un manillar extraordinariamente corto, la postura denominada «huevo», con los brazos juntos sobre el pecho. Posteriormente la conocida como postura «Supermán», con los brazos completamente estirados hacia delante.

El inglés Chris Boardman batió el récord de la hora unos días después que Obree, que volvió a conseguir la mejor marca en 1994, dejándola en 52,713 kilómetros. En ese momento, le llegó el turno a Miguel Induráin.

La tecnología de la Espada

Tizona, Excalibur, Joyeuse… son algunas de las espadas más célebres de la historia. Pero en el mundo del ciclismo la más famosa es, sin duda, la bicicleta que usó Induráin para asaltar el récord de la hora en Burdeos. La Espada de Induráin fue diseñada exclusivamente por la empresa italiana Pinarello, que en aquel momento suministraba las bicicletas al equipo Banesto.

El peso de la bicicleta cuando se rueda en llano no es un factor tan limitante como cuando se suben montañas, aunque cada vez se ven bicicletas más ligeras en las contrarrelojes o los récords de la hora. Eso sí, para que la transmisión de potencia favorezca el avance de la bicicleta, su poco peso no puede ir en detrimento de la rigidez del cuadro. En el caso de la Espada, su peso exacto era de 7,2 kilogramos. El cuadro era lo más característico y revolucionario. Estaba fabricado por una sola pieza de fibra de carbono, con un espesor mínimo de 1,5 milímetros. La confección «en una sola pieza» de la Espada le permitió ganar en rigidez y disminuir los puntos más sensibles a una fractura.

Para diseñar esta bicicleta los responsables de Pinarello se apoyaron en las marcas de coches deportivos Lamborghini y Bugatti, ya que la industria automovilística ha sido tradicionalmente la que más ha confiado en la fibra de carbono para hacer vehículos muy aerodinámicos.

Las dos ruedas de la Espada eran lenticulares (la trasera tenía un diámetro mayor que la delantera) y fueron fabricadas con fibra de carbono. Los pedales estaban concebidos para que encajaran en unas zapatillas especiales, creadas ad hoc, con un sistema de enganche que permitía mejorar la sensación de que pierna y pedal eran uno solo y que fue adaptado por todos los fabricantes poco después.

En una prueba como el récord de la hora, la aerodinámica del casco es fundamental. Sin embargo, un casco muy aerodinámico para un ciclista puede no serlo para otro, ya que su diseño está condicionado por la posición del deportista encima de su bicicleta y esta es diferente según el corredor. El casco aerodinámico fabricado por la empresa pamplonesa de Buet para Induráin no dejaba entrever su mirada, pues llevaba incorporada una visera con los cristales tintados.

Tanto la ropa que usa el ciclista en esta prueba como los botines pueden hacerle ganar o perder unos preciosos segundos. Por ello deben reducir al máximo la fricción superficial que se genera entre el tejido y el aire que el ciclista atraviesa. Además, el sillín de la Espada estaba colocado a una altura superior a la normal para mejorar su aerodinámica. Los que quieran volver a ver la verdadera Espada que usó Induráin en Burdeos pueden hacerlo en el Museo del Deporte de la Academia Rafa Nadal, en Manacor (Mallorca).

Para adaptarse a la Espada, Induráin se enfrentó a un rival hasta entonces desconocido para él: el velódromo. Nunca estuvo cómodo en los entrenamientos. De hecho, renunció a la horquilla inicial diseñada y a un manillar lunar con forma de ala delta. Su empeño era ensamblar la tecnología más avanzada del momento con elementos tradicionales. Así se lo rogó a su mecánico de confianza, Enrique Sanz, quien lo acabó de improvisar con cuatro tubos de otros manillares. Además de estos retoques, empleó un desarrollo único con un plato de 59 dientes y un piñón de 14 para que avanzara exactamente 8,77 metros por cada vuelta completa de los pedales. En definitiva, para rebajar el récord de la hora cada vuelta debía durar 17 segundos exactos. Para ello eran necesarias 101 pedaladas por minuto hasta completar al menos 211 vueltas en 60 minutos.

Pero además de tener en cuenta la biomecánica (área de conocimiento que estudia los fenómenos naturales que ocurren en el cuerpo humano como consecuencia de sufrir la aplicación de fuerzas de diverso origen y sirve para medir el rendimiento de acuerdo a la optimización del gasto energético) y la aerodinámica definida anteriormente, Miguel debía llegar a Burdeos en plena forma desde el punto de vista fisiológico.

Miguel Induráin era una bestia. Según informes del Hospital de Navarra, su ritmo cardíaco en reposo era de apenas 28 pulsaciones por minuto y a máxima exigencia podía alcanzar las 195, pero su gran secreto era la rapidez con la que recuperaba sus valores normales: en la cima de un puerto podía bajar en 30 segundos de 140 a 60 pulsaciones. Vicente, su masajista, explicaba que cuando empezaba con el masaje, después de una gran etapa de alta montaña, su pulso ya estaba a 40, cuando otros aún iban acelerados a sus habitaciones. Mucha culpa de eso la tenía su enorme corazón (6,8 centímetros mide su ventrículo izquierdo frente a los 4,5 centímetros de una persona normal), que era capaz de bombear hasta 45 litros de sangre por minuto al resto del cuerpo.

Días antes de su asalto al récord de la hora, Miguel se sometió a una prueba de esfuerzo que determinó que su potencia máxima era de 572 vatios (con esa potencia podría hacer funcionar a la vez una nevera, una televisión y una bombilla de 100 vatios), y su potencia en el umbral láctico (la concentración de lactato en sangre a partir de la cual la fatiga producida es insuperable), de 505 vatios. Gracias a esa potencia y con el corazón latiendo a 183 pulsaciones por minuto y los músculos gastando 5,65 litros de oxígeno por minuto, Miguel Induráin debería alcanzar una velocidad de 52,8 kilómetros por hora durante un largo trayecto.

El día que batió el récord de la hora, Induráin desplegó una potencia de 509,5 vatios. Siempre se ha dicho que Miguel aquel día podía haber conseguido una mejor marca, pero por diferentes causas (como su inadaptación al velódromo o una herida en el perineo que le impidió sentarse correctamente, no exprimió todo su potencial).

La fibra de carbono

En el mundo de los materiales elaborados para fabricar bicicletas de alta competición hay dos momentos clave. Uno de ellos es el paso de las bicicletas de acero a las de aluminio. Esa transición supuso una revolución, ya que las bicicletas pesaban mucho menos y los ciclistas rodaban mucho más rápido. El otro momento crucial fue la irrupción de la fibra de carbono, que usó Induráin en su asalto al récord de la hora. Aprovechemos aquella gran cita para estudiar este material.

Para conocer el origen de la fibra de carbono debemos remontarnos al siglo XIX, cuando Thomas Edison comenzó a trabajar con filamentos de carbón. A través de una técnica de carbonización desarrolló filamentos de celulosa que posteriormente se emplearían para la creación de hilos de carbón, implementados en las lámparas fluorescentes.

La fibra de carbono actual es una fibra sintética constituida por la unión de miles de filamentos de carbono que poseen un diámetro de unas 5 a 12 micras, lo que significa que son más delgados que un cabello humano.

¿Qué propiedades tiene la fibra de carbono que la convierten en un material tan especial? Es mucho más rígida que otros materiales tradicionales, presentando una elevada resistencia mecánica. Está establecido que es diez veces más fuerte que el acero y ocho más que el aluminio. Además, destaca por baja densidad, siendo 4,5 veces menos densa que el acero y tan ligera como la madera y el plástico. Para que se hagan una idea les diré que, si por ejemplo tenemos una viga de fibra de carbono de un metro, su peso será de dos kilogramos; mientras que una pieza equivalente en acero podría pesar más de doce kilogramos.

Burdeos, una ciudad para la historia

Miguel viajó a Burdeos una semana para aclimatarse al velódromo. En los entrenamientos previos a la prueba, el navarro no lo pasó bien a lomos de la Espada. Su poca experiencia negociando las curvas peraltadas en el velódromo de Burdeos, el tener que mantener siempre la misma postura y cadencia, el no poder moverse ni un milímetro de su posición, el estar encerrado dando vueltas al mismo sitio…, aquello no era el Tour de Francia ni el Giro de Italia y la aerodinámica le estaba amargando la vida.

Miguel Echávarri estaba nervioso. Les contaré tres hechos científico-tecnológicos que ocurrieron en Burdeos y que reflejan hasta qué punto el director del equipo Banesto no quiso dejar ningún cabo suelto en su asalto al récord de la hora.

El cuerpo de bomberos de Burdeos estaba preparado aquella tarde del mes de septiembre de 1994. ¿Y qué pintaban los bomberos en una prueba ciclista? Estar alerta por si era necesario un manguerazo al techo del velódromo de la ciudad para que en su interior Miguel Induráin tuviera las condiciones de humedad necesarias durante la hora más agónica de su carrera deportiva. Por otra parte, las más de 1.500 personas que viajaron desde Navarra a Burdeos con sus bocadillos en la mochila no pudieron entrar al velódromo hasta minutos antes del inicio de la prueba, para no comprometer la temperatura ni la humedad reinantes. Finalmente, Echávarri estaba obsesionado con que Miguel diera cada vuelta al velódromo en el tiempo justo, ni más, ni menos. Por ello propuso a los comisarios de la Unión Ciclista Internacional que un rayo láser proyectado en la madera camerunesa y bien lijada del velódromo actuara de liebre; Miguel solamente debía seguir el punto y así sabría si iba muy rápido o muy lento. La petición fue denegada por los jueces.

Por todas estas razones yo no las tenía todas conmigo cuando, gracias a la espectacular retransmisión al más puro estilo futbolístico que hizo Canal+, vi la entrada de Induráin y de la Espada en el velódromo de Burdeos mientras se escuchaba la banda sonora de Desafío total.

Pero todos los miedos se desvanecieron cuando empezó la prueba. El equipo técnico solo se preocupó cuando el navarro arrancó más fuerte de lo calculado para alcanzar la velocidad de crucero varios segundos antes de lo planeado. Él no oía esos gritos más cercanos de que bajara el ritmo y que fuera guardando fuerzas para evitar un hundimiento en los últimos minutos. Rápidamente, Induráin se ajustó a lo previsto por su equipo, moviendo a la perfección un bestial desarrollo de 59 × 14. España entera vibró con la retransmisión televisiva que hicieron unos jovencísimos Carlos Martínez, Pedro Delgado y Josep Pedrerol. A falta de 20 minutos ya se sabía que Induráin iba a batir el récord de la hora. Todo el mundo enloqueció cuando antes de dar las últimas vueltas se anunció que había superado a Graeme Obree. En las gradas, el gran Eddy Merckx aplaudía la escena mientras Echávarri rompía a llorar ante la prensa una vez acabada la prueba. El navarro dio exactamente 5.949 pedaladas sobre la Espada y alcanzó los 53,040 kilómetros tras una hora sobre la bicicleta. El récord era suyo.

Les Arcs y la ciencia de la pájara

El 6 de julio de 1996, víspera de San Fermín, no tocaba dormir siesta. El Tour de Francia abordaba su primera etapa de alta montaña. Era una gran oportunidad para que Miguel Induráin se distanciase de sus rivales y pusiese rumbo a su sexto Tour de Francia. Tras coronar los puertos de montaña de la Madeleine y el Cornet, la jornada acababa en la estación de esquí de Les Arcs. A pesar de que la última ascensión no intimidaba (15 kilómetros con una pendiente media del 5,8%), nadie dudada de que Miguel volvería a dar una de sus exhibiciones. Casi todos los años lo hacía en la primera etapa de montaña del Tour de Francia. En pleno ascenso, el navarro bajó hasta el coche de Banesto y le dijo a Echávarri que iba a atacar. Había llegado el momento…, pero su cuerpo no respondió.

A falta de 3,5 kilómetros de la meta ocurrió lo que nadie esperaba. El navarro desapareció de las imágenes aéreas de televisión. «On laisse Induráin!», gritó el comentarista oficial del Tour de Francia («¡Se queda Induráin!»). Lo que parecía imposible ocurrió aquella lluviosa y fría tarde francesa en Les Arcs. Sus rivales se habían percatado de que algo le ocurría y decidieron acelerar el ritmo. Dicen que fue Rominger quien le desenmascaró al ver síntomas en su cara y en su pedalada, y ordenó a Olano apretar a partir de ese momento. Miguel no pudo seguirlos. Pocos metros después, Echávarri aceleró para ponerse al lado de un Miguel desfigurado, ciego, que, con una lengua hinchada, de estropajo, suplicaba: «Sales, sales, agua con sales…». Induráin bebió impaciente de los bidones que le tendieron, pero rápidamente los desechó, pues solo contenían agua.

Aunque lo intentaba, Induráin prácticamente no podía pedalear y sus rivales se iban distanciando cada vez más. Miguel llegó a la meta desencajado, con «una nube delante de los ojos», según sus palabras, perdiendo 4 minutos y 19 segundos con el ganador, Leblanc, y 3 minutos y 32 segundos con el líder, Berzin. Las etapas posteriores fueron un calvario, y si no se retiró fue por respeto al homenaje que se le rindió en la 17.ª etapa en su querida Pamplona. La era Induráin había acabado. En España nadie daba crédito.

¿Puede explicar la ciencia lo que le ocurrió aquella tarde? Hablemos de la «ciencia de la pájara». La pájara es un fallo fisiológico repentino que ocurre principalmente en las personas que practican deportes aeróbicos de alta intensidad, como es el ciclismo. Lo peor de la pájara es que generalmente no avisa, y cuando quieres tomar las riendas de la situación, es demasiado tarde para revertirla. De pronto, los atletas se sienten sin fuerzas, lo que les impide seguir realizando ejercicio físico con la misma intensidad. De hecho, una vez que aparece la pájara en nuestro organismo, no es suficiente ralentizar el ritmo, lo ideal es detener la actividad para evitar graves consecuencias.

En el caso del ejercicio prolongado, como una carrera ciclista, el combustible preferido por nuestro cuerpo suele ser la glucosa, que almacenamos en forma de glucógeno (cadenas ramificadas de glucosa) tanto en el hígado como en los músculos. Pues bien, la aparición del «tío del mazo» (como llaman muchos a la pájara en el argot ciclista) se produce cuando se agotan las reservas de glucógeno en el organismo, descienden los niveles de glucosa en sangre y se produce una hipoglucemia.

En ese momento se desencadenan una serie de procesos. El cerebro requiere gran cantidad de glucosa y, si interpreta que hay poca en el organismo, manda señales para evitar que otros órganos o músculos consuman la que hay. Pero, aun así, hay un momento en el que no llega suficiente glucosa al cerebro y este empieza a fallar. Por una parte, tal como relató Induráin tras bajarse de la bicicleta en Les Arcs, la visión se nubla, se producen mareos e incluso pueden aparecer alucinaciones y desmayos.

También el ritmo cardíaco se acelera mucho más de lo normal cuando se produce la pájara. Tras la etapa, Induráin confesó a su compañero Arrieta que en los dos primeros kilómetros de ascensión ya iba a más de 190 pulsaciones (algo extraordinariamente anormal en el navarro), por lo que sabía que le iba a tocar sufrir como nunca.

Existe otro tipo de pájara diferente a la del ciclismo o la maratón. Ocurre cuando se realiza un deporte de velocidad. Se obliga a trabajar los músculos con déficit de oxígeno (anaerobiosis) y produciendo ácido láctico (lactato) y una bajada de pH (acidosis). Cuando se alcanza una determinada concentración de lactato, disminuye aún más el pH y se reduce la formación de energía, apareciendo un gran malestar que impide al músculo trabajar con la misma intensidad.

Hay que dejar claro que, aunque sus síntomas son muy similares, las pájaras y los golpes de calor son diferentes. Mientras las pájaras se producen por agotamiento de las reservas de glucógeno, los golpes de calor son consecuencia de exposiciones prolongadas a altas temperaturas y pueden llegar a ser letales.

¿Cómo podemos evitar la aparición de la pájara en una prueba ciclista? Por una parte, es necesario afrontar la carrera muy hidratados y con los depósitos de glucógeno al máximo. Es recomendable realizar lo que se conoce como una «carga de hidratos», aumentando la cantidad de hidratos de carbono complejos en nuestra dieta hasta llegar a un 60-70% de las calorías diarias, aproximadamente. Para conseguirlo una buena opción es consumir cereales integrales (en forma de pan, pasta o arroz), verduras, legumbres y frutos secos.

Pero, aunque los depósitos musculares se encuentren a tope de glucógeno en el momento de comenzar, se vacían durante la competición. Esa es la razón por la que durante la carrera haya que reponer nutrientes. Aunque un ciclista lo tome con mucha calma, tras dos horas y media o tres de actividad, habrá agotado sus depósitos de glucógeno.

¿Cómo podemos saber durante la carrera cómo van nuestros depósitos de glucosa y cuándo debemos comer? Con un pulsómetro que mida la frecuencia cardíaca máxima. Está claramente demostrado que a mayor intensidad, más consumo de glucosa. Cuando la frecuencia cardíaca máxima se encuentra entre el 70% y el 75%, el principal combustible energético empleado son las grasas, aunque también se emplea glucosa. A partir del 75% de la frecuencia cardíaca máxima comienza a dispararse el consumo de glucosa y a partir del 80% esta vuela por el torrente sanguíneo. Diversos estudios muestran que, al 80% de la frecuencia cardíaca máxima, el ciclista habrá agotado todos estos depósitos de glucógeno en una hora. Por tanto, el pulsómetro es una excelente herramienta para controlar si debemos comenzar a comer antes o después.

¿Qué alimentos y bebidas son buenos para consumir durante la etapa? Aquellos que lleven azúcares, pero, a diferencia de los que es necesario ingerir antes de la carrera, estos azúcares deben ser de rápida absorción para que el cuerpo los asimile lo antes posible y pueda recuperarse. Lo ideal sería que cada 20 o 30 minutos el ciclista reponga hidratos y glucosa de manera continua. Una buena opción pueden ser los geles o algunas barritas energéticas, que deben llevar en su composición carbohidratos de alto índice glucémico, como maltodextrina, glucosa, sacarosa, jarabes de glucosa, dextrosa y amilopectina, principalmente. Eso sí, no hay que abusar de estos compuestos, ya que, si superamos la capacidad de asimilación y transformación en energía, las bacterias presentes en el intestino fermentarán los carbohidratos que hayan quedado libres en el intestino, lo que producirá fuertes dolores abdominales. También se pueden usar frutas desecadas o frutas sin piel. Las más recomendables: plátano, naranja, melón o sandía. O incluso un sándwich de pan blanco, dulce de membrillo, pasas, dátiles con moderación y miel, entre otros.

Una señal de que estamos alimentándonos bien es que la sensación de hambre no aparezca durante la etapa. En el momento que tenemos hambre, nuestro organismo ya se encuentra falto de algún nutriente. Por eso es importante ir comiendo, aunque no tengamos necesidad aparente, de esta forma evitaremos males mayores.

Tras la etapa de Les Arcs, Induráin dijo que se había alimentado correctamente. Sin embargo, hubo un factor que pudo influir mucho en la más famosa de sus pájaras (la que sufrió en el Giro de Italia en 1994 subiendo el Valico di Santa Cristina o la que tuvo en el Tour de 1992 en Sestriere también fueron tremendas). Aquel día, los ciclistas pasaron del frío y la lluvia al calor más insoportable. Llovió sin piedad en las dos primeras ascensiones y, de súbito, en Les Arcs, apareció el sol. Miguel llevó mucho tiempo (quizás demasiado) su chubasquero. Sudó muchísimo y uno de los factores que también influyen en la aparición de la pájara es la mala hidratación. Esta es crucial para mantener la temperatura corporal dentro de los límites óptimos para nuestro organismo, lo que hace que el consumo de glucógeno no se vea acelerado, pues ante temperaturas corporales elevadas, el consumo de glucógeno se incrementa.

Al igual que en el caso de la alimentación, es bueno anticipar la sensación de sed para así mantener una correcta hidratación. Se recomienda que una vez superada la primera hora de actividad física se beba 0,5 litros de líquido por cada 60 minutos de ejercicio, se tenga o no se tenga sed. Cuando Miguel sufrió la pájara en Les Arcs, el vehículo de Banesto tardó mucho en llegar para asistirle. Tras ver sufrir al navarro, el coche del equipo Gewiss le dio un bidón de agua, pero Miguel, al probarlo, lo tiró de inmediato a la calzada. Su organismo demandaba sales, no únicamente agua.

Pero no solo influye la alimentación en los niveles de glucógeno, y por tanto en la aparición de la pájara en un ciclista. Un factor muy importante es el entrenamiento. Un atleta que no esté bien entrenado gasta mucha más glucosa que uno preparado. La razón es que no está acostumbrado a obtener energía de las grasas. Por ello, si se entrena correctamente, el cuerpo aprende a optimizar sus reservas. El conocimiento de la orografía de cada etapa también influye en el tipo de preparación que deben hacer los ciclistas para evitar la llegada del tío del mazo. Al subir puertos se utilizan fibras musculares de naturaleza anaeróbica, que utilizan preferentemente glucosa. Por ello, no es igual que una etapa comience con un puerto a que este se encuentre al final de la carrera. En el primer caso hay que comenzar a comer antes.

Me cuesta mucho creer que, con la experiencia del navarro, la pájara que sufrió Induráin y que le impidió ganar su sexto Tour de Francia fuera culpa de una mala hidratación o de una deficiente ingesta de alimentos. No sé si alguna vez sabremos la verdad de lo que ocurrió, pero de lo que estoy seguro es de que Miguel Induráin, por su comportamiento dentro y fuera de la competición, pasará a la historia como uno de los mejores deportistas que jamás ha tenido este país.

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Natación sincronizada, del tango de Carbonell al hard rock de Mengual

«He llorado muchas veces, pero vacías las gafas y sigues.»

ONA CARBONELL

«Lo mejor no son las medallas, sino la forma de conseguirlas.»

GEMMA MENGUAL

Un durísimo deporte con grandes dotes artísticas

Los dos deportes que más nervioso me ponen son la gimnasia rítmica y la natación sincronizada. Cada vez que, en una gran competición, las deportistas lanzan una cinta al aire o hacen una pirueta en la piscina me pongo histérico pensando que el más mínimo fallo puede mandar al garete años de trabajo. En el caso de la natación sincronizada, el sufrimiento es aún mayor. A mi hija le encanta y verla morderse las uñas me supera.

La primera competición registrada de natación sincronizada, un deporte que mezcla natación, danza y gimnasia, fue en 1891 en Berlín. En sus inicios no solo se consideró un deporte, sino también un espectáculo de music hall. En los escenarios de muchos teatros londinenses se instalaron tanques de agua donde se realizaban auténticos shows que deleitaban al público. A principios del siglo XX, estos espectáculos llegaron a Estados Unidos y en 1907 la australiana Annette Kellerman popularizó el deporte al bailar bajo el agua en un tanque de vidrio en el hipódromo de Nueva York. En 1933, Katherine Whitney Curtis organizó el espectáculo Las sirenas modernas de Kay Curtis para la Exposición Universal de Chicago. Posteriormente, la campeona nacional estadounidense de natación, Esther Williams, popularizó la natación sincronizada en películas de Hollywood como Bathing Beauty (Escuela de sirenas, 1944), Million Dollar Mermaid (La primera sirena, 1952) y Jupiter’s Darling (La amada de Júpiter, 1955).

El nombre de esta disciplina deportiva ha dado lugar a una gran polémica. El locutor Norman Ross fue el primero en usar en la Exposición Internacional de Chicago el término «natación sincronizada», que se mantuvo hasta 2017, cuando, tras una solicitud del Comité Olímpico Internacional, la Federación Internacional de Natación (FINA) la rebautizó como «natación artística». Este cambio recibió algunas críticas por parte de algunos atletas y entrenadores que consideraban que este nombre rebajaba el papel que tiene la condición física en esta disciplina deportiva. Hoy por hoy la mayoría de las federaciones internacionales han adoptado el nuevo nombre, y el Comité Olímpico Internacional, también. Sin embargo, en este capítulo emplearé el término «natación sincronizada», al ser el más conocido por el público.

La natación sincronizada en España tiene dos nombres propios con varias características comunes: Gemma Mengual y Ona Carbonell. Estas nadadoras nacidas en Barcelona están consideradas dos de las deportistas bandera del deporte español. Gemma Mengual es la única nadadora del mundo que ha conseguido cuatro medallas de oro en unos campeonatos europeos. Además, en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 consiguió dos medallas de plata, tanto en la modalidad de dúo como en equipo. Ona Carbonell es la nadadora con más medallas de la historia de los Mundiales y en la clasificación general solamente la superan Michael Phelps y Ryan Lochte. Al igual que Mengual, posee dos medallas olímpicas, que consiguió en Londres 2016 en las modalidades de dúo y por equipos.

La natación sincronizada está considerada uno de los deportes más completos y exigentes que existen. Mediante diferentes rutinas individuales y colectivas, las nadadoras realizan movimientos en el agua mientras escuchan música siguiendo una coreografía basada en un tema concreto. Esta mezcla de natación, danza y gimnasia combina habilidades técnicas (acrobáticas y coreográficas) con ejercicios de naturaleza aeróbica y anaeróbica (fuerza, resistencia, flexibilidad, potencia…). Además, exige un control excepcional de la respiración cuando las deportistas están sumergidas en el agua y grandes dotes de sincronización deportivo-musical y de expresión artística. La suma de todos estos aspectos hace de la natación sincronizada una de las disciplinas deportivas más exigentes y una en la que la ciencia y la tecnología tienen mucho que decir.

La curiosa equipación de la natación sincronizada

En diferentes capítulos hemos analizado los materiales y procesos de elaboración de las equipaciones y objetos empleados en diversas disciplinas deportivas. Aparentemente en la natación sincronizada solo hace falta un bañador. Sin embargo, esto no es así.

Bañadores hidrocrómicos

Una de las cosas que más gusta y atrae a los espectadores es el traje de baño que lucen las nadadoras de natación sincronizada en sus coreografías. Las competidoras usan bañadores personalizados, generalmente realizados con telas brillantes, lentejuelas y otros accesorios para acompañar la música con la que están nadando. Muchos de ellos se han desarrollado gracias a las nuevas tecnologías aplicadas al deporte.

La entrenadora catalana Anna Tarrés, ex seleccionadora nacional, se caracteriza por el toque innovador que imprime en sus coreografías de natación sincronizada. Tras su conflictiva salida del equipo nacional, Tarrés entrenó al equipo ucraniano en los Juegos de Río de Janeiro 2016. La temática del equipo ucraniano era la magia y Anna Tarrés quiso ponerla en práctica a través de los bañadores de las nadadoras. En la rutina de equipo en la que Ucrania finalmente quedó cuarta, los jueces y los espectadores fueron sorprendidos con la mutación de los bañadores hidrocrómicos bajo el agua, que pasaban de blanco a negro. Para desarrollar la prenda con tecnología textil, Anna Tarrés contactó con la Unidad de Impresión Funcional del Centro Tecnológico Eurecat, con sede en el Parque Científico y de la Innovación del Tecnocampus de Mataró, que desarrolla proyectos de investigación en tejidos inteligentes.

Otro ejemplo de bañador con gran tecnología incorporada se observó en el World Trophy, celebrado en Madrid en 2008. Para aquel evento Anna Tarrés diseñó unos bañadores con luces leds incorporadas que brillaban durante la actuación del equipo español.

Gelatinas para el pelo

Algo que siempre llama la atención del aspecto de las nadadoras de natación sincronizada es su impecable peinado…, y ahí la química tiene mucho que decir. ¿Sabían que las atletas van con el pelo bien recogido y sujeto no solamente por razones estéticas, sino también para ser bien puntuadas por los jueces? Además de una ejecución perfecta, estos valoran el pelo bien recogido y sujeto, hasta el punto de que un mechón que se escape es motivo de sanción.

Como no existen lacas ni gominas suficientemente fuertes y resistentes al agua, para lograr un peinado inamovible, brillante y resistente al agua y a las piruetas, las nadadoras de natación sincronizada barnizan su pelo con gelatina de cola. Este producto se obtiene de las vejigas natatorias de peces como el bacalao, el esturión, el barbo o la carpa. Las primeras gelatinas (o grenetinas, como se llama en algunos países de Sudamérica) comercializadas olían demasiado a pescado, pero las propias atletas reconocen que con los años la potencia del olor ha disminuido.

La gelatina que emplean las deportistas para fijar su pelo es la misma que se usa en la industria alimentaria para elaborar postres, yogures, helados, etc. Está formada principalmente de colágeno, una proteína que se encuentra en el tejido conjuntivo de los animales, principalmente en la piel, los tendones, los cartílagos y los huesos. Se comercializa en forma de copos u hojas transparentes y es un producto no soluble en agua fría, por lo que se debe disolver en agua caliente antes de emplearla. Al calentarse, el colágeno que forma parte de su composición se desnaturaliza perdiendo su estructura original y su triple hélice se separa. En ese momento se forma una dispersión coloidal (agua caliente con proteínas dispersas en ella). Al enfriarse dicha dispersión, las fibras de colágeno se unen formando una red tridimensional que atrapa el agua, dando lugar a un gel. Una vez formada, la pasta pegajosa se extiende en el pelo hasta formar una capa compacta.

Maquillajes waterproof

Otro de los elementos esenciales de la equipación es el maquillaje. Siempre me ha asombrado que, tras pasar tanto tiempo en el agua, las nadadoras salgan de la piscina con el maquillaje intacto. Para conseguir estos resultados las nadadoras utilizan maquillajes especializados, algunos incluso diseñados especialmente para ellas. Pero la FINA no permite el «maquillaje teatral», solo se acepta el maquillaje que proporcione un brillo natural, limpio y saludable.

Algunos equipos utilizan primers a prueba de agua que colocan antes de aplicar los pigmentos. Su función es preparar la piel para hacer que el maquillaje dure mucho más tiempo. Las nadadoras deben usar siempre el maquillaje waterproof, también llamado «maquillaje impermeable». Este tipo de maquillaje suele estar sometido a pruebas oftalmológicas y alérgicas.

Respecto a su composición, los cosméticos especialmente diseñados para resistir al agua tienen algunas propiedades físico-químicas que los diferencian claramente de los convencionales:

Pinzas nasales y uñas de porcelana

La famosa pinza que llevan las nadadoras es mucho más que un accesorio, pues resulta fundamental para el ejercicio. Para realizar las rutinas de piernas sobre el agua que vemos en televisión, es necesario estar en posición vertical boca abajo y para eso es imprescindible que las nadadoras lleven pinzas que impidan que les entre agua en las fosas nasales. De hecho, las nadadoras suelen llevar unas pinzas puestas y algunos recambios debajo del bañador. Pueden ser metálicas o de plástico. Si en medio de la competición se les caen (porque al nadar tan juntas los golpes entre unas y otras son muy frecuentes), rápidamente sacan otras y se las colocan debajo del agua para seguir la rutina con normalidad.

Finalmente, las uñas completan el estilismo de las nadadoras yendo a juego con el bañador. Muchas tienen uñas de porcelana porque las naturales se suelen reblandecer y romper con facilidad al estar muchas horas sumergidas en agua. ¿Hay ciencia en las uñas de porcelana? Mucha.

Existen tres tipos principales de uñas postizas permanentes: las acrílicas, las de porcelana y las de gel. El acrílico lo inventó un dentista norteamericano en 1957 que reparó una uña con el material de los dientes, por eso las primeras uñas acrílicas eran muy duras, rígidas y de aspecto blanquecino. Las uñas acrílicas se distinguen por su gran dureza y se construyen mezclando dos componentes acrílicos (aquellos que tienen un grupo funcional con estructura H2C=CH-C(=O)- ): un líquido (monómero) y un polvo acrílico (polímero). Al mezclar estos dos ingredientes se forma una pasta que se endurece en contacto con el aire. Son una opción perfecta para las personas con uñas débiles, porque son fuertes y resistentes.

Las uñas de porcelana están elaboradas a partir de fibra de vidrio, un material que consta de numerosos filamentos cerámicos basados en dióxido de silicio (SiO2) extremadamente finos. Son las más costosas.

Las uñas de gel son las más novedosas del sector de la manicura. Los geles son oligómeros. Su textura es una mezcla entre líquida y sólida. Primero, hay que aplicar una capa de resina y someterla después a un secado con lámparas ultravioleta o LED. Luego hay que limarlas para darles la forma deseada.

La música

La coreografía de las nadadoras sincronizadas se acompaña de una o varias piezas musicales que suenan mientras realizan sus ejercicios. Los altavoces subacuáticos garantizan que los nadadores puedan escuchar la música y ayudan a sincronizarse entre sí. Los entrenadores utilizan altavoces subacuáticos para comunicarse con los nadadores durante la práctica.

El decibelio es la medida utilizada para expresar el nivel de potencia o el nivel de intensidad del sonido. La unidad básica es el belio, pero se emplea su submúltiplo, el decibelio (dB). Ni el belio ni el decibelio son unidades del Sistema Internacional de Unidades. Estos nombres se les dieron en honor a Alexander Graham Bell, el científico e inventor británico, nacionalizado estadounidense, que tuvo un papel crucial en el desarrollo de las telecomunicaciones.

El volumen ambiental de la música no debe exceder los 90 decibelios RMS, excepto en determinados momentos en los que puede alcanzar niveles máximos de 100 decibelios RMS. «RMS» significa “media cuadrática” (root mean square) e indica el nivel promedio de potencia. Se trata de la potencia admisible que puede soportar el altavoz antes de que distorsione en exceso el sonido o de que comience a deteriorarse. Esta es la razón por la que la federación internacional exige la presencia de un aparato de medida del volumen sonoro (decibelios) para controlar los niveles sonoros de la música.

Es muy difícil seleccionar la música que más me ha gustado de todas las que he escuchado viendo rutinas de natación sincronizada. Pero si tuviese que elegir dos, por su trascendencia y por mis gustos musicales, me quedaría con dos protagonizadas por los equipos nacionales. La primera fue el tema Stairway to Heaven del legendario grupo británico de hard rock Led Zeppelin con el que el combinado nacional liderado por Gemma Mengual consiguió la medalla de oro en la rutina combinada de los Campeonatos Mundiales de Roma en 2009. Es la única medalla de oro en la altísima competición ganada por el equipo español.

Después de la retirada de Gemma Mengual, la selección española quería demostrar que disponía de más nadadoras de gran calidad dispuestas a quedarse en el podio. Londres 2012 pasó a la historia del olimpismo español como los Juegos Olímpicos de las mujeres, y las chicas de natación sincronizada no estaban dispuestas a quedarse atrás. La primera medalla de esta disciplina, de plata, la ganaron Andrea Fuentes y Ona Carbonell mientras sonaba La Cumparsita, el mítico tango que el extraordinario Carlos Gardel cantó innumerables veces.

La investigación en natación sincronizada

No hay muchas investigaciones científicas serias y rigurosas en el campo de la natación sincronizada. Uno de los pocos ejemplos lo encontramos en el Synchro Project, un proyecto de investigación que lleva a cabo el Institut Nacional d’Educació Física de Catalunya (Barcelona). El proyecto está coordinado por el catedrático del INEFC Barcelona, el doctor Xavier Iglesias, y lo lleva a cabo el Grupo de Investigación de Ciencias del Deporte del INEFC-Barcelona, dirigido por el doctor Ferran A. Rodríguez. Es el primer trabajo que muestra la relación entre el tiempo de inmersión, la posición del cuerpo y la respuesta de la frecuencia cardíaca en una competición oficial de natación sincronizada (concretamente, en las rutinas de solo y dúo).

Entre los principales objetivos de este proyecto se encuentra caracterizar la respuesta fisiológica y bioenergética de atletas en el desarrollo de diferentes rutinas de natación sincronizada mediante el análisis de la frecuencia y la variabilidad cardíaca, de la acumulación de lactato en sangre y de la percepción del esfuerzo. Algunos de estos resultados se reflejan en la tesis doctoral de la doctora Marta Carrasco titulada «Valoración nutricional de jóvenes nadadoras de natación sincronizada».

Cineantropometría: la ciencia del cuerpo sincronizado

La cineantropometría es la ciencia que estudia el cuerpo humano atendiendo a medidas y evaluaciones directas e indirectas de su tamaño, proporcionalidad, forma, composición, maduración biológica y funciones corporales. Su objetivo es entender los procesos implicados en el crecimiento, el ejercicio, la nutrición y el rendimiento deportivo. Y para lograrlo incorpora conocimientos de diversos campos, como la biología, medicina, física, ergonomía, etc. Esta disciplina estudia tres grandes áreas: el somatotipo (forma), la composición y la proporcionalidad del cuerpo humano. En el mundo del deporte la cineantropometría es una de las variables que más puede influir en los resultados deportivos.

Las características antropométricas óptimas de una nadadora sincronizada no están claramente establecidas. Aunque en deportes con algunas características similares, como las gimnasias artística y rítmica, la altura y el peso son factores muy importantes, no ocurre lo mismo con la natación sincronizada. Las nadadoras sincronizadas de élite presentan diámetros óseos significativamente más estrechos que atletas de otras disciplinas, lo que se traduce en una mayor flotabilidad y expresión artística.

Diferentes estudios muestran cómo, aunque la talla de las nadadoras se sitúa en el promedio de la población no deportista, tanto el índice de masa corporal como el peso son significativamente más bajos que los de la población normal. Sin embargo, estos parámetros dependen de la posición que ocupen: no todas las nadadoras tienen la misma función en el equipo, lo que establece diferencias antropométricas entre ellas. Habitualmente son tres los tipos de nadadoras que participan en cada levantamiento en la natación artística: el volante, la base y los impulsores. El volante suele ser la más baja del equipo, su peso y talla corporal son pequeñas y debe ser ágil y flexible. La base tiende a ser de tamaño medio, con gran fuerza en las piernas y abdominales y capacidad de mantener una posición en cuclillas. Las impulsoras son las miembros del equipo que proporcionan la fuerza para que la base se levante explosivamente y el volante gane altura fuera del agua. Suelen tener mayor tamaño que el resto de los componentes del grupo.

Ona Carbonell y Gemma Mengual poseían unas características comunes. La primera medía 1,74 metros y pesaba 53 kilos. La segunda, 1,73 metros y 56,5 kilos. Sin embargo, dos ejemplos de nadadoras con una composición corporal totalmente diferente son Alba Cabello y Thais Henríquez. Mientras la primera mide 1,63 metros y pesa 47 kilos, la segunda alcanza los 1,85 metros y pesa 65 kilos.

El nivel deportivo también influye en las nadadoras sincronizadas. Las que forman parte de equipos de élite presentan mayor masa muscular en brazos y muslos que aquellas nadadoras de menor nivel deportivo. Esto es fundamental a la hora de generar movimientos de elevada velocidad con los brazos y también para producir la potencia necesaria para elevar gran parte de su cuerpo por encima de la superficie del agua.

Finalmente, un dato que llama poderosamente la atención y que diferencia la natación sincronizada de otro tipo de deportes es el relativo a la masa magra y la masa grasa. Generalmente la masa grasa influye negativamente en el rendimiento deportivo de atletas que practican otros deportes. Sin embargo, en la natación sincronizada la presencia de un porcentaje significativo de masa grasa es fundamental, ya que aumenta el índice de flotabilidad de las nadadoras, facilitando sus ejercicios. Esta masa grasa debe estar en equilibrio con la masa libre de grasa, también necesaria para desarrollar la fuerza muscular necesaria para realizar dichos ejercicios.

¿Es la natación sincronizada aerobia o anaerobia?

Los términos «aeróbico» y «anaeróbico» se emplean para referirse a distintos mecanismos fisiológicos y metabólicos. El metabolismo aeróbico está relacionado con la elevada disponibilidad de oxígeno. Se emplea en ejercicios de intensidad baja-moderada en la que el organismo oxida sustratos energéticos. Por otra parte, el metabolismo anaeróbico se emplea en ejercicios intensos donde la ausencia de oxígeno limita el rendimiento.

En este libro les muestro la ciencia y la tecnología que hay detrás de muchos deportes principalmente aeróbicos o eminentemente anaeróbicos. Pero la natación sincronizada es un deporte especial donde ambos metabolismos son necesarios. Por un lado, la realización de flotaciones, acrobacias y desplazamientos en períodos de tiempo que oscilan desde los 2 a los 4,5 minutos necesitan una intensa activación del metabolismo aerobio que garantice el suministro de energía (a través del oxígeno) a los músculos. Por otra parte, las nadadoras realizan muchos ejercicios de alta intensidad bajo el agua (en ausencia de oxígeno), como desplazamientos subacuáticos, movimientos explosivos o trabajos isométricos para mantener el equilibrio. Para poder realizar esos ejercicios, el organismo activa el mecanismo anaerobio de producción de energía, ya que no llega oxígeno a las fibras musculares. Este metabolismo anaerobio debería aumentar muy significativamente los niveles de lactato en sangre. Sin embargo, diversos estudios realizados en nadadoras sincronizadas muestran cómo las concentraciones de lactato no son tan altas como las esperadas. ¿Por qué? Porque la presencia del metabolismo aerobio oxidaría el lactato producido por el metabolismo anaerobio y reduciría los niveles finales.

Otro parámetro interesante para estudiar en las nadadoras sincronizadas es la frecuencia cardíaca. Las deportistas que practican este deporte sufren una progresiva taquicardia (aceleración del corazón) intercalada con períodos de «intensa bradicardia» (enlentecimiento del corazón).

Por un lado, al sumergirse en el agua, su frecuencia cardíaca baja (bradicardia). Diversas investigaciones muestran que en algunas de las modalidades de la natación sincronizada las deportistas pasan cerca de 1,5 minutos debajo del agua, lo que provoca que la nadadora deba llevar a cabo un ejercicio sin aporte de oxígeno. En ese momento de hipoxia el cerebro envía una señal al corazón, provocando su ralentización. Por el contrario, el intenso ejercicio que realizan las nadadoras sincronizadas y el estrés competitivo provocan que la frecuencia cardíaca suba. La exigencia de las rutinas competitivas acelera sus pulsaciones hasta valores máximos.

Debido a estos contrastes, muchas investigaciones realizadas en el campo de la natación sincronizada se basan en el estudio de las variaciones de la frecuencia cardíaca máxima alcanzada y la mínima. Hasta hace poco tiempo era muy difícil evaluar la actividad cardíaca de las nadadoras sincronizadas. Las nuevas tecnologías, con pulsómetros sumergibles que no molestan a las deportistas, han hecho posible avanzar en el conocimiento de este deporte. Diferentes estudios han registrado picos mínimos de 50-60 latidos por minuto para algunas nadadoras en plena competición y máximos de 192 latidos por minuto.

En el caso de Ona Carbonell se ha observado que, en la ejecución de coreografías de natación sincronizada de 2 minutos, su corazón llega a latir por encima de las 190 pulsaciones por minuto. Sin embargo, cuando su cabeza se sumerge y boca abajo sacude las piernas fuera del agua, con una enorme rapidez y perfección, su corazón baja de golpe y late por debajo de las 80 pulsaciones por minuto.

Según Ana Montero, directora técnica del equipo español de natación sincronizada, «lo más difícil de controlar son los cambios bruscos de la frecuencia cardíaca. Si no respiras durante una figura de 20 segundos, la frecuencia cardíaca baja muchísimo, más que si estuvieras en reposo. Y cuando sales a respirar, la frecuencia se dispara. No ocurre muy a menudo, pero en esos períodos largos de apnea se pueden producir mareos. Y las manos y los pies se te duermen, no los notas». Alba Cabello, que obtuvo una medalla de plata y otra de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, reconoce que las nadadoras realizan trabajos físicos específicos para que aumente la capacidad pulmonar. Para ello, utilizan aparatos de fisioterapia respiratoria que ayudan a mejorar esa capacidad.

Pero no todo se basa en controlar la respiración y entrenar la apnea. Además de la sensación de agobio que la falta de aire provoca, las nadadoras deben ser capaces de ejecutar movimientos con la fuerza suficiente para que una pierna no caiga o suba lo suficiente. Para conseguirlo el entrenamiento de fuerza también forma parte de su rutina diaria. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Pablo de Olavide en 2020 muestra cómo los ejercicios de carga de fuerza, sentadillas y saltos con carga han resultado ser eficaces para la mejora del rendimiento deportivo en natación sincronizada.

Finalmente, el entrenamiento mental también es fundamental. Se trabaja con el cuerpo, pero se dirige desde la cabeza, que debe controlar y regular el cansancio y las energías. Alba Cabello reconoce que «la mente sirve para tener cierta paciencia en las apneas y no adelantar estos momentos en los que tienes sensación de ahogo. Que el cerebro sea consciente de lo que pasa, aunque empiece a notar que le falta el aire».

Como han podido comprobar, a lo largo de este capítulo he empleado el femenino para referirme a las deportistas que practican la natación sincronizada. De forma muy mayoritaria son mujeres quienes lo practican. Sin embargo, cada vez hay más hombres compitiendo. En 1978, Estados Unidos cambió sus reglas para que los hombres volvieran a competir con las mujeres. En el Reino Unido, a los hombres se les prohibió hasta 2014, mientras que en Francia se les permitió competir en eventos nacionales en la década de 1990. Pau Ribes es un fabuloso nadador sincronizado español. Pau nunca tuvo problemas para practicar este deporte, salvo cuando había que competir, pues en los campeonatos internacionales no participaban los chicos. Sin embargo, en Kazán 2015, la Federación Internacional de Natación implantó el dúo mixto y el sueño de Ribes se hizo realidad, no solo por poder participar en un Mundial, sino por hacerlo junto al gran icono Gemma Mengual. En ese campeonato quedaron quintos, pero un año después, junto a Berta Ferreras, subió al tercer escalón del podio del europeo de Londres en la rutina mixta libre con el tema Bring me to life, del grupo Evanescence. Respecto a la participación de hombres en los Juegos Olímpicos, la FINA propuso agregar la competencia de dúo mixto en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Me gustará ver a mi hija morderse las uñas al ver a mujeres y también a hombres practicando uno de sus deportes favoritos.

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Michael Jordan, el genio que desafió a la psicología

«Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda.»

MICHAEL JORDAN

Si tuviera que elegir al mejor deportista de la historia no tendría dudas: Michael Jordan, el jugador de baloncesto nacido el 17 de febrero de 1963 en el distrito neoyorquino de Brooklyn, sería el elegido.

Jordan ha sido el jugador más completo de todos los tiempos, tanto en ataque como en la defensa. Lo mismo lanzaba de dos que de tres, que taponaba, entraba a canasta, robaba balones, defendía como un jabato, etc. Fruto de todas esas cualidades, el mítico 23 de los Chicago Bulls ganó seis anillos de la NBA con un promedio de 30,1 puntos por partido en toda su carrera deportiva. Jamás otro jugador ha alcanzado un mejor promedio en la historia de la NBA. También ganó diez títulos de máximo anotador, cinco MVP de la temporada, seis MVP de las finales; fue nombrado en el mejor quinteto de la NBA en diez ocasiones, en el defensivo nueve veces, líder en robos de balón durante tres años y recibió un premio al mejor defensor de la temporada.

Pero el motivo por el que he decidido dedicarle un capítulo de este libro de divulgación científica a Michael Jordan no son sus innumerables hazañas deportivas, sino la ciencia que hay detrás de ellas. De hecho, podría dedicarle un libro solo a ellas. Me centraré en contarles el papel de la ciencia en cuatro aspectos cruciales de la carrera deportiva de Michael Jordan: el mate con el que ganó su primer slam dunk, su habilidad a la hora de lanzar tiros libres, el sistema de juego que le condujo a la cumbre y la canasta que le dio su sexto anillo de campeón de la NBA.

La física del mejor mate del All Star

Uno de los momentos más icónicos de la historia del baloncesto mundial ocurrió el 7 de febrero de 1987 en la ciudad de Seattle (Washington). Con solo veinticuatro años, mucho antes de ganar su primer anillo, Jordan ganó el concurso de mates (slam dunk) de la NBA, que cada año se celebra durante el NBA All-Star Weekend. Aquel año participaban Greg Anderson, Clyde Drexler, Michael Jordan, Jerome Kersey, Otis Smith, Spud Webb y Dominique Wilkins.

Tras imponerse a todos sus adversarios, se enfrentó en la final a Jerome Kersey, estrella de los Portland Trail Blazers. En un espectacular último salto, Jordan logró encestar desde la línea de tiro libre con una hazaña que se recuerda como el día que Jordan «voló» durante 0,92 segundos. Air Jordan casi duplicó el tiempo que normalmente emplean los jugadores en su vuelo, que suele ser de 0,53 segundos. Analicemos desde el punto de vista científico lo que ocurrió aquella mágica noche en Seattle.

Si Jordan hubiera estado en otro planeta como Júpiter, donde el valor de la gravedad es mucho más grande que en la Tierra, hubiera logrado separarse del suelo únicamente 0,36 metros, aunque hubiese estado 41 segundos en el aire. Pero, si la final del concurso de mates de la NBA se hubiese disputado en la Luna, Michael Jordan hubiera alcanzado los seis metros de altura y hubiera permanecido casi 6 segundos en el aire.

Para realizar un mate se deben cumplir, al menos, una de las siguientes condiciones: medir más de dos metros de altura para no tener que saltar mucho; o poseer una gran capacidad atlética que permita alcanzar la canasta tras un impulso. Michael no alcanza los dos metros (mide 1,98 metros), pero en aquellos tiempos era un portento físico al que no le costaba nada alcanzar la canasta con un pequeño impulso.

Pero, como casi todo en la vida, la técnica de salto también se puede perfeccionar usando la ciencia. Para ello hay que entrenar tres variables físicas:

El mejor deportista de la historia era rapidísimo, fortísimo y potentísimo, por lo que no le costó mucho alcanzar el aro tras su salto.

¿Qué ocurrió en el momento en que el 23 de los Chicago se impulsó verticalmente? Gracias a su veloz carrera hacia el aro desde el campo contrario, a su potencia y a su fuerza, el jugador despegó con una velocidad del suelo superior a la de sus rivales. Eso permitió que permaneciera en el aire mucho más tiempo de lo que están otros jugadores.

Al contrario de lo que aparece en algunos textos, el tiempo que tarda un baloncestista en alcanzar la altura máxima tras su salto no es superior al que tarda en descender. Es exactamente el mismo. Lo que ocurre es que el tiempo que permanece en la «parte alta» es superior al que permanece en la parte «baja». Esto se debe a que al arrancar el vuelo (parte baja) la velocidad vertical es muy alta. Lo mismo ocurre cuando «aterriza». Sin embargo, justo antes de llegar al punto más alto de la trayectoria o al empezar el descenso (parte alta) su velocidad en el eje vertical es muy baja. Por eso tras un salto estamos más tiempo en la parte alta, porque mientras estamos «ahí arriba» nos movemos poco. Tal como explica Aatish Bhatia en un estupendo artículo publicado en Wired sobre la física del baloncesto, cuando saltamos pasamos un 71% del tiempo en la parte alta y un 29% descendiendo.

Pero además de saltar muy alto el vuelo de Jordan pareció eterno, dio la impresión de que el 23 de los Chicago Bulls flotaba en el aire antes de alcanzar el aro. En realidad se trató de una ilusión visual, porque Jordan «manipuló» al público aquel día. La ciencia sirve para explicarlo.

Habitualmente, en un mate la gran mayoría de los jugadores introducen el balón en el aro justo en el punto más alto de su vuelo, que es el momento en el que se encuentran más cerca de la canasta. Sin embargo, aquel día Jordan sobrepasó el punto superior de su salto sin soltar el balón… y machacó cuando estaba ya bajando. El entonces joven neoyorquino fue capaz de esperar a machacar un poquito más tarde que los demás jugadores y eso hizo que pareciese que estaba más tiempo en el aire.

Pero, además, en aquel salto ocurrió algo muy especial que favoreció la aparente «flotabilidad» de Jordan. El jugador de los Chicago Bulls encogió las piernas al subir y las estiró al descender dando la sensación a los espectadores de estar subiendo más rápido y bajando más despacio de lo que en realidad lo hacía. Con ello volvía a contribuir a la sensación de aparente «levitación». Lo dicho, Michael Jordan era todo un «manipulador».

El tiro libre perfecto…, el mejor ejemplo de ciencia de precisión

¿Quién protagonizó el tiro libre más famoso de la historia de la NBA? Cómo no, Michael Jordan. El 23 de noviembre de 1991 los Bulls se enfrentaban a los Nuggets, el equipo de Denver donde jugaba uno de los grandes rivales de Jordan y con el que nunca se llevó muy bien, Dikembe Mutombo. Cuando Michael Jordan se disponía a lanzar dos tiros libres para cerrar la victoria de los Bulls por 107 a 100 frente a los Nuggets, Mutombo le increpó…, y eso con Jordan era un error. El 23 de los Bulls se motivaba por ese tipo de actitudes que, en lugar de amedrentarlo, le hacían sacar lo mejor de sí y conseguir victorias para su equipo.

Al oír las palabras que le dedicó Mutombo, Michael Jordan se empezó a reír y le dijo: «Ey, Mutombo, este es para ti, baby». Entonces cerró los ojos, lanzó y anotó a ciegas la canasta en tiro libre para cerrar el partido…; a este hombre le encantaba que lo desafiaran.

¿Tiene algo que decir la ciencia en el lanzamiento de un tiro libre? En un encuentro disputado en 1990 entre los New Jersey Nets y los Indiana Pacers, el pívot de los Nets, Chris Dudley, formado en la Universidad de Yale, batió el récord de la NBA de tiros libres fallados en un mismo partido. De dieciocho lanzamientos solo convirtió uno. En vista del desastre, científicos de la Universidad de Carolina del Norte decidieron llevar a cabo un análisis en profundidad para diseñar el tiro libre perfecto.

Durante más de cinco años Chau M. Tran y Larry M. Silverberg estudiaron las variables que inciden en el lanzamiento de un tiro libre y que son susceptibles de mejorar con el entrenamiento (velocidad, potencia, ángulo óptimo de lanzamiento, giro del balón, altura del jugador, etc.). Tras analizar miles de tiros libres, introdujeron los datos en el ordenador y simularon millones de lanzamientos en 3D.

En caso de que un jugador de baloncesto decidiera ponerlas en práctica, sus probabilidades de ejecutar la canasta limpia, esa que no toca aro ni tablero, serían casi del 100%. Hablemos de la física del básquet.

Cualquier lanzamiento a canasta sigue una trayectoria parabólica, que está compuesta a su vez por dos simples movimientos:

En ambos movimientos la velocidad juega un papel fundamental. Sin embargo, los científicos de la Universidad de Carolina del Norte llegaron a la conclusión de que calcular una velocidad óptima de lanzamiento no tendría sentido, pues un lanzamiento puede ser perfecto tanto a velocidad máxima como a mínima. Lo que de verdad importa es que tenga la potencia suficiente para llegar al aro y que la velocidad siempre sea constante.

Otra variable muy importante es la frecuencia del giro del balón, concretamente la cantidad de rotación hacia atrás óptima que hay que darle (también conocida como backspin). Según un estudio publicado en Journal of Sports Sciences, esta debe ser de tres hercios por segundo o, lo que es lo mismo, que en el segundo que el balón tarda en llegar a la canasta sea capaz de dar tres vueltas enteras sobre sí mismo.

La altura a la que se debe realizar el tiro libre también es importante. En el «lanzamiento perfecto» el balón se debe encestar aproximadamente a 2,10 metros en el momento de partir de las manos del jugador. Por ello no es extraño ver a jugadores bajitos —si es que existen en el baloncesto— elevar mucho las manos antes de lanzar el balón a canasta en un tiro libre.

Otro parámetro fundamental es el ángulo de salida del balón de los dedos del jugador, que debe ser de 52 grados. Con ello se logra que la velocidad sea la mínima necesaria para llegar al aro, con lo que se mejora la precisión del lanzamiento.

Tal y como nos cuentan en la estupenda web Microsiervos, la fuerza exacta que debe imprimirse al balón es la que hace que alcance la zona más alta del tablero en el punto más alto de su trayectoria (3,95 metros).

Finalmente, el lugar perfecto al que debe apuntar el lanzador es exactamente la parte del soporte que une el aro con el tablero. En caso de falta de precisión, el error se «repara solo» mejor con ese tipo de fallo que si se apunta a la parte delantera del aro.

Además de la biomecánica del lanzamiento hay otros factores que influyen mucho: los psicológicos. Por eso no es de extrañar que, aun sabiéndose perfectamente la teoría, muchos jugadores de la NBA fallen un número elevado de tiros libres. El promedio de acierto es del 70% y tan solo los mejores llegan al 90%. Uno de los mejores lanzadores de tiros libres que ha tenido la NBA y que también jugó varios All Stars es el canadiense Steve Nash (tiene un porcentaje del 90,43% en su carrera, habiendo convertido en canasta 3.060 de 3.384 tiros libres lanzados). Nash recomienda no solo aprender la técnica correcta, sino, sobre todo, practicar muchísimo.

La geometría de los Chicago Bulls

Al genio de Brooklyn no se le recuerda únicamente por sus títulos individuales, que fueron muchos, sino sobre todo por conseguir seis títulos de la NBA. De hecho, no consiguió pasar a la historia hasta que no supo hacer buenos a sus compañeros y formar un verdadero equipo. Pues bien, en esa gesta histórica tuvo mucho que ver una rama de las matemáticas. En el artículo dedicado a Pep Guardiola les muestro cómo la geometría jugó un papel trascendental en su éxito. Sin embargo, el entrenador catalán no fue el único que se apoyó en esta disciplina científica a lo largo de su trayectoria. Hubo quien lo superó. Cómo no, Michael Jordan. Sin el famoso triángulo ofensivo en el que se basaba el sistema de juego de los Chicago Bulls de Jordan, jamás este equipo se hubiese coronado seis veces campeón de la NBA y marcado una época en el básquet.

De aquel triángulo ofensivo tan efectivo no solo se aprovecharon los Chicago Bulls de Jordan, sino también Los Angeles Lakers. ¿Qué tenían en común estos dos equipos? En su etapa de máximo esplendor tanto Bulls como Lakers fueron dirigidos por Phil Jackson (ganador de once anillos de la NBA como entrenador) y su ayudante Tex Winter.

Para conocer el origen del triángulo ofensivo hay que viajar a Kansas y remontarse a la década de 1950. Allí, Tex Winter, entonces ayudante del entrenador del Kansas State, desarrolló un sistema de ataque geométrico muy especial que revolucionó el básquet de aquella época, caracterizado por posesiones largas (no existía tiempo máximo de posesión de balón) y puntuaciones bajas. Winter diseñó un sistema de situaciones de ataque basadas siempre en un esquema donde cuatro jugadores se colocaban abiertos y uno en el poste bajo formando geometrías triangulares entre ellos. Los jugadores siempre tenían diferentes opciones de pase gracias a esos triángulos.

La geometría, unida a la calidad de sus jugadores y a su enorme movilidad, hizo que los equipos entrenados por Winter superaran los 67 puntos de media por partido mientras sus rivales no alcanzaban los 58-60. ¿Y qué tiene que ver este sistema de juego geométrico con los Chicago Bulls de Michael Jordan? Mucho. Jerry Krause, gerente general de los Chicago Bulls entre 1985 y 2003, quedó fascinado por los «triángulos de Winter» y lo fichó en 1989 como ayudante del entrenador principal, el mítico Phil Jackson, The Zen Master.

Una de las propiedades más importantes de este sistema de ataque basado en triángulos es que estimula la creatividad individual y la labor de equipo colectiva. Los jugadores, al contrario de lo que ocurría en otros clubs que no empleaban esta «estrategia geométrica», no dedicaban horas a memorizar decenas de jugadas preestablecidas. A cambio, los cinco jugadores de pista debían estar plenamente integrados en cada instante, y el sistema debía regirse por cuatro principios:

¿Cómo se generan exactamente los triángulos en este sistema de ataque? El ataque de los Bulls se iniciaba con un pase a 45° y un corte del base hacia una de las dos esquinas (el corte es una jugada de carácter ofensivo cuyo objetivo es romper y desajustar una defensa individual bien posicionada). Si tras el corte el base se desplazaba a la esquina derecha (o izquierda) del ataque, se producía el primer triángulo con el que poder introducir el balón al poste y empezar a producir acciones potenciales de canasta. A partir de ese momento, los jugadores debían circular constantemente por la zona de ataque y pasarse el balón a toda velocidad hasta encontrar un fallo en la defensa contraria. En ese instante, atacaban la canasta. Los equipos contrarios no encontraron el antídoto contra el sistema de ataque en triángulos matemáticos de los Chicago Bulls diseñado por Tex Winter y puesto en escena por Phil Kackson. Los Jordan, Pippen, Rodman, Grant, Kukoc, Armstrong, Paxson, Cartwright y demás jugadores de los Chicago Bulls lo ganaron todo gracias, entre otras cosas, a la geometría.

The Last Dance, el día en que Jordan desafió a la psicología

Siempre he defendido que una de las disciplinas científicas más importantes en el deporte de élite es la psicología. No todo el mundo puede soportar la presión que sufren los jugadores tanto en los éxitos como en los fracasos. Michael Jordan no era ajeno a esa presión. Procedía de los medios de comunicación, pero, sobre todo, de él mismo. A pesar de haberlo ganado todo, Jordan se obligaba constantemente a mejorar cada año, por lo que la preparación psicológica que necesitaba era tan importante como el entrenamiento físico. Pues bien, a lo largo de su carrera, Michael demostró que tenía una fuerza mental fuera de lo común. Pero el 23 de los Chicago Bulls también se apoyó en la psicología para destrozar a sus rivales en la cancha. A continuación, les mostraré lo determinante que puede llegar a ser esta disciplina científica en el baloncesto…, pero también les enseñaré cómo un genio como Michael Jordan puede llegar a desafiarla.

En el artículo «Reinforcement learning in professional basketball players» publicado en Nature Communications, investigadores del Center for Neural Computation y el Edmond and Lily Safra Center for Brain Sciences de Israel muestran cómo el éxito o el fracaso en los lanzamientos a canasta en un momento concreto de un partido de baloncesto determina la conducta de los jugadores en jugadas posteriores. En dicho trabajo los investigadores indican de qué modo la «política de lanzamiento» de un jugador de baloncesto viene determinada por su historial de resultados más reciente. En caso de que un jugador haya encestado sus últimos lanzamientos, tiende a seguir lanzando a canasta. A modo de ejemplo les diré que es un 30% más probable que un jugador intente un triple si en el anterior lanzamiento ha logrado encestar los tres puntos. Por el contrario, si un jugador falla varios tiros seguidos, no vuelve a intentarlo. Es lo que en psicología se conoce como «aprendizaje por refuerzo».

Pero, además del aprendizaje por refuerzo, hay otros factores importantes que influyen en la toma de decisiones de un jugador de baloncesto, como es el caso del nivel de fatiga de los atletas en cada momento del partido o el tipo de defensa que realice el jugador que los defiende. El estudio «Determinación de la capacidad de decisión en baloncesto», desarrollado por el Grupo de Investigación Deporte Rendimiento de la Universidad Politécnica de Madrid, en colaboración con el Real Madrid C. F. y el Consejo Superior de Deportes, muestra que el cansancio físico influye mucho a la hora de tomar decisiones.

Para realizar este estudio, los investigadores trabajaron con diferentes grupos de jugadores combinando pruebas de esfuerzo, pruebas de campo, análisis de parámetros fisiológicos, capacidad de decisión táctica y técnica de los deportistas. Los resultados obtenidos mostraron que, cuanto más agotados estén los jugadores, peores decisiones tácticas adoptarán en el partido. Por otra parte, el marcaje al que el equipo contrario somete a los jugadores también ha demostrado ser importante. Si la defensa es acertada, el riesgo de equivocación del atacante a la hora de decidir qué acción desarrollará (no cómo la ejecutará) es mayor. Como podemos leer en un artículo publicado por la agencia de noticias científicas SINC, el trabajo muestra que el grado de fatiga de los jugadores influye claramente en las decisiones que toman en la cancha, mientras que la capacidad de ejecución de las acciones no se ve tan afectada.

Los resultados obtenidos son muy interesantes y vuelven a demostrar la estrecha relación entre la psicología y el baloncesto. Habitualmente, los deportes de equipo emplean análisis fisiológicos y biomecánicos para estudiar los movimientos de sus jugadores, siendo menospreciado el aspecto decisional. Sin embargo, estos estudios muestran cómo las capacidades de decisión son imprescindibles para la mejora del rendimiento.

Si ustedes leen de nuevo el título de esta sección es muy posible que en estos momentos se pregunten qué tiene que ver lo que les he contado acerca de la influencia de la psicología en el baloncesto con la frase «The Last Dance». Veamos.

«The Last Dance» es el nombre que le asignó el entrenador Phil Jackson a la temporada 1997-1998 de los Chicago Bulls, porque iba a ser su última temporada como entrenador en Chicago, y sería el último recorrido que harían como equipo.

Tras una temporada muy accidentada tanto dentro como fuera de la pista (les recomiendo ver el documental The Last Dance), los Bulls llegaron a la gran final contra el Utah Jazz. El sexto partido se jugó el 14 de junio de 1998 en Salt Lake City, la capital de Utah. A ese partido de la serie se llegó con un resultado de 3-2 favorable al equipo de Jordan. Si ganaban los Bulls, alcanzarían su sexto anillo. Si perdían, habría que jugar un último partido también en Utah. A falta de 42 segundos para el final, Utah ganaba 86-83. Chicago pidió un tiempo muerto. Tex Winter diseñó una jugada que solían emplear los New York Knicks de la época de Phil Jackson. El objetivo era dejar a Jordan en un aclarado con Russell. Los Jazz no supieron contrarrestarla y Michael entró a canasta anotando una bandeja que colocó al equipo de Chicago a solo un punto. Se olía el miedo en Salt Lake City.

El equipo de Utah aún iba por delante y tenían la posesión del balón. Si encestaban, el partido era suyo. Sin embargo, algo inesperado ocurrió. En una jugada inolvidable, Michael Jordan robó el balón al mejor jugador de Utah Jazz, Karl Malone, el Cartero, cuando solo quedaban 20 segundos para el final del encuentro. En ese momento todos los presentes en el entonces llamado Delta Center, uno de los pabellones más calientes de la NBA, mascaban la tragedia y esta llegó en forma del que fue el último lanzamiento en la carrera de Michael Jordan…, el famoso «The Last Shot».

Jordan avanzó tranquilamente hacia la zona de Utah. Dejó pasar unos segundos y decidió contradecir a la ciencia y llevar la contraria a todos los estudios psicológicos publicados en la literatura científica sobre toma de decisiones. Según el estudio publicado en Nature Communications que les he citado anteriormente, basado en el aprendizaje por refuerzo, Jordan repetiría la entrada a canasta que tan buen resultado le había dado en su ataque anterior. Además, a lo largo del partido (y de toda su carrera) casi todas las veces que el 23 de los Bulls intentó esa jugada consiguió canasta. Según la ciencia, estaba claro lo que Jordan haría…, pero no lo hizo.

A falta de 21 segundos, Michael encaró a Bryon Russell, su defensor, y pareció entrar a canasta para anotar una bandeja. Todos los jugadores de Utah se dirigieron a impedir la tan esperada entrada. Pero de pronto Jordan se negó a seguir lo que la psicología entendía como mejor opción y frenó en seco quebrando a Russell, que cayó trastabillando tras el quiebro (quien dice que eso fue falta personal no tiene ni idea de baloncesto). Al resto de los jugadores del Utah Jazz que habían ido a bloquear la hipotética entrada de Jordan a canasta se les quedó cara de tontos. Nadie esperaba aquella jugada que también contradecía el estudio publicado por los investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid en el que se afirmaba que los jugadores cansados (Michael llegó al final de ese partido totalmente extenuado) y bien defendidos (Russell lo estaba cubriendo de cerca sin dejarle casi respirar) no tomaban la mejor decisión.

Al genio nacido en Brooklyn le dio igual lo que decía el aprendizaje por refuerzo, lo cansado que estaba y lo cerca que lo cubría Bryon Russell. A falta de 6 segundos para acabar el partido, tras quebrar a su defensor, Michael Jordan se elevó majestuosamente sobre la pista del Delta Center y lanzó a canasta en el punto más alto de su salto. La pelota entró limpiamente en el aro y, segundos más tarde, los Chicago Bulls se hicieron con su sexto anillo. El genio, gracias a su last shot, se impuso a lo que recomendaba la ciencia hasta ese instante.

Jamás ha existido un deportista como Michael Jordan. Era único tanto dentro como fuera de la pista. A lo largo de su carrera deportiva desafió a todos (rivales, compañeros, amigos…) y a todo, incluida la ciencia. Pero no nos equivoquemos. Tras los innumerables éxitos del genio de Brooklyn hay mucho trabajo, mucho esfuerzo…, pero también muchos fracasos que le ayudaron a ser aún más grande. Como el propio Jordan afirmó: «He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron la oportunidad de tomar el tiro ganador... Y fallé. He fallado una y otra vez a lo largo de mi vida. Esta es la razón por la que he tenido éxito».

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Caster Semenya, cuando se castiga salirse de la norma

«Quiero simplemente correr de manera natural,

como lo hago desde que nací.»

CASTER SEMENYA

Antes de que ustedes empiecen a leer este capítulo quiero pedirles disculpas. Lo estoy escribiendo muy cabreado y eso nunca es aconsejable. Podría esperar a estar más tranquilo para plasmar en las siguientes páginas el motivo de mi enfado, pero he decidido no hacerlo. Ya veremos lo que sale.

Si hay algo que no soporto en esta vida son las injusticias. Me enervan. Si además con ellas se echa por tierra el trabajo de muchos años de una persona, el cabreo es máximo. Y si por último se pisan los derechos humanos de cualquiera, es posible que se me vaya la pinza. Pues bien, en mi modesta opinión todos estos condicionantes se cumplen en el caso Semenya del que es tristemente protagonista la atleta nacida en Limpopo (Sudáfrica), Mokgadi Caster Semenya.

El Mundial de Atletismo de 2009

La primera gran exhibición de Caster Semenya en el mundo del atletismo llegó en el Campeonato Africano Júnior del 2009, donde ganó las carreras de 800 metros y 1.500 metros. Lo extraordinario de aquel momento fue su tiempo en la carrera de 800 metros: 1 minuto y 56,72 segundos. Este registro fue, a la vez, mejor marca personal de todos los tiempos, mejor marca mundial de 2009, récord nacional y récord del campeonato. En ese momento, muchos ojos se pusieron sobre ella por sus grandes marcas… y también por su físico.

Pero la gran eclosión de Caster Semenya llegó en el Campeonato Mundial de Atletismo de 2009, celebrado en Berlín. Allí la sudafricana arrasó a todas sus rivales terminando la prueba con más de 2 segundos de diferencia sobre la segunda clasificada, lo que volvió a levantar suspicacias. No es nada habitual ganar una prueba de 800 metros lisos en un mundial de atletismo, donde se supone que participan las mejores atletas del momento, con esa diferencia tan grande. A los pocos minutos de acabar la prueba, algunas de sus rivales dudaron públicamente de la feminidad de Semenya por sus increíbles marcas…, pero también por sus rasgos, musculatura, vello facial y apariencia general. Como imaginarán, se armó la mundial. Los medios de comunicación se hicieron eco de la polémica y la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) decidió abrir una investigación amparándose en varias razones.

Por un lado, al organismo oficial le sorprendió la increíble mejoría del rendimiento de la atleta en los últimos tiempos (Semenya había logrado bajar en 7 segundos su mejor tiempo en la misma prueba en tan solo nueve meses). Otra de las razones por las que la IAAF entró en escena fue la publicación en un blog sudafricano de que Caster Semenya era una atleta hermafrodita. Además, los resultados de las pruebas realizadas en Sudáfrica, previas al Campeonato del Mundo de 2009, habían reflejado un dato sorprendente: su cantidad de testosterona era tres veces superior a lo considerado normal en una mujer. Por todas estas razones, la IAAF decidió tomar cartas en el asunto.

Testosterona

La testosterona es una hormona esteroidea sexual del grupo andrógeno, propia de mamíferos, reptiles, aves y otros vertebrados. En los mamíferos, la testosterona se produce principalmente en los testículos de los machos y en los ovarios de las hembras, aunque las glándulas suprarrenales también segregan pequeñas cantidades. A diferencia de otros marcadores, los niveles de testosterona pueden variar mucho según la persona. Aun así, se considera que para los hombres unos valores normales están entre los 280 y los 1.100 nanogramos por decilitro, y de 15 a 70 nanogramos por decilitro para las mujeres.

La testosterona es la principal hormona sexual masculina y también un esteroide anabólico. Hay que recordar que entre los principales efectos anabólicos se encuentran el crecimiento de la masa muscular, el aumento de la fuerza, el incremento de la densidad ósea, y la estimulación del crecimiento longitudinal y la maduración de los huesos. En el mundo del deporte, los esteroides anabólicos (incluyendo la testosterona) se han utilizado para mejorar el desarrollo muscular, fuerza o resistencia, por lo que su uso se considera una forma de dopaje.

Famosos exdeportistas (por llamarlos de alguna manera), como el ciclista Lance Armstrong o el corredor Ben Johnson, fueron sancionados por dar positivo, entre otras sustancias, por testosterona. El uso de testosterona también puede tener graves efectos secundarios, como cardiotoxicidad, hipertensión, dislipemia, hepatotoxicidad ginecomastia, atrofia testicular, virilización en la mujer, disfunción eréctil, infertilidad y trastornos psicológicos.

El hiperandrogenismo de Semenya

La primera decisión que adoptó la IAAF tras estallar el caso Semenya fue encargar, a una comisión médica formada por un endocrinólogo, un ginecólogo, un experto en medicina interna, un experto en género y un psicólogo, una prueba de verificación del sexo de la atleta sudafricana. A Semenya le prohibieron competir hasta que se conocieran los resultados. El contenido del informe médico jamás se hizo público, pero el 11 de septiembre de 2009 el periódico The Daily Telegraph publicó que la prueba de verificación de sexo confirmaba que Semenya presentaba una condición intersexual y una concentración de testosterona extraordinariamente elevada que provoca el crecimiento de la masa y la potencia muscular.

La intersexualidad consiste en la presencia en una misma persona de características sexuales de hombre y de mujer, y puede manifestarse de diferentes formas. Una persona intersexual puede carecer de útero y ovarios, pero tener vulva y vagina. También puede poseer un órgano eréctil de tamaño y forma intermedios entre un clítoris y un pene poco desarrollado. Incluso tener gónadas tanto masculinas como femeninas. Semenya no tenía útero ni ovarios, sino testículos no descendidos que producían el triple de testosterona que el nivel típico para las mujeres.

A esa disfunción le pusieron un nombre, «hiperandrogenismo», un trastorno caracterizado por una presencia excesiva de andrógenos (hormonas sexuales masculinas, como la testosterona, androsterona o androstendiona) en la mujer. Se trata de una condición endocrina común en mujeres en edad reproductiva, con una prevalencia del 5 al 10%.

Son varias las causas del hiperandrogenismo. Entre ellas destacan la administración de ciertos fármacos, el déficit de determinadas enzimas durante el embarazo, el funcionamiento incorrecto de la glándula suprarrenal o el síndrome de ovarios poliquísticos. Según la causa que provoque el hiperandrogenismo, su tratamiento es diferente. Tradicionalmente se han empleado glucocorticoides, pastillas anticonceptivas o antiandrógenos. También se ha recomendado bajar peso mejorando la dieta o fomentando el ejercicio físico. Al presentarse en la mujer, provoca el desarrollo de ciertas características masculinas, como el aumento del vello, alopecia, voz grave, acné, trastornos en el ciclo menstrual o eliminación de la ovulación.

A pesar de detectar los altos niveles de testosterona de la atleta sudafricana, la IAAF decidió que Semenya podía competir, pero siempre que tuviera límites en los niveles de testosterona por debajo de 10 nanomoles por litro de sangre, o 2884,2 nanogramos por litro (un nanogramo es la milmillonésima parte de un gramo). Este límite fue fijado tomando como base un estudio que incluyó a todas las mujeres que compitieron en diferentes pruebas internacionales. Sin embargo, el 99% de las deportistas en dichas competiciones presentaron concentraciones de testosterona inferiores a 3,08 nmol/l, siendo el límite superior de 10 nmol/l, unas tres veces superior a los niveles de testosterona de la inmensa mayoría de las atletas de élite.

La decisión de la IAAF de obligar a Caster Semenya a rebajar sus niveles de testosterona fue muy criticada. Importantes líderes sudafricanos calificaron la controversia como racista y la consideraron contraria a los derechos humanos. En diversas entrevistas la deportista declaró: «Soy una mujer, y soy rápida». Caster Semenya recibió un gran apoyo en su país, hasta el punto de ser considerada una «causa célebre».

A pesar de todas estas reacciones en contra de la decisión de la IAAF, la atleta sudafricana se trató para no superar el límite de 10 nmol/l. Para ello se suelen emplear fármacos como glucocorticoides, pastillas anticonceptivas o antiandrógenos.

Al tratarse, su rendimiento se vio afectado. Se tuvo que conformar con la medalla de plata en 800 metros tanto en el Mundial de 2011 como en los Juegos de Londres de 2012, aunque logró el oro cuando se descalificó a la rusa Maria Sávinova. Sin embargo, no alcanzó la clasificación para el Mundial de 2013, y en el celebrado en 2015 solamente alcanzó la semifinal, donde quedó última.

Un momento muy importante en esta historia aconteció en 2015. La velocista india Dutee Chand, otra atleta con síndrome de hiperandrogenismo, recurrió la normativa de la IAAF en el Tribunal de Arbitraje Deportivo. Este organismo decidió anular el reglamento hasta que se encontraran evidencias científicas que demostraran que una mayor cantidad de testosterona endógena da lugar a un aumento del rendimiento deportivo. Este tribunal concedió un plazo inicial (luego fue ampliándolo) de dos años para hallar dichas puebas. En su resolución, el TAS señaló que «el sexo de los seres humanos no es simplemente binario» y que «no existe un único factor determinante del sexo».

Gracias a la anulación de la normativa, Semenya volvió a triunfar en las carreras importantes en las que participó. En los Juegos de Río 2016 subió a lo más alto del podio tras batir mejor marca en los 800 metros (1 minuto y 55,28 segundos). Fue la primera medalla de oro para una sudafricana en pruebas de pista. Sus compañeras de podio en Río, Niyonsaba y Wambui, también presentaban hiperandrogenismo. El resto de las rivales montó en cólera…, pero la IAAF seguía firme en su posición.

Pruebas de verificación de sexo

Las pruebas de verificación de sexo en los deportes tienen como objetivo determinar si un deportista puede participar en una competición deportiva limitada a un solo sexo. Estos exámenes han sido protagonistas de grandes eventos donde algunos deportistas masculinos intentaron competir haciéndose pasar por mujeres. Las pruebas de verificación de sexo también han sido empleadas en casos en los que una atleta de élite tenía una condición de intersexual que, presuntamente, le otorgaba una ventaja injusta frente a sus rivales.

Tras los Juegos Olímpicos de Berlín (1936), Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico de Estados Unidos, solicitó que se estableciera un sistema para examinar a las atletas. Previamente al Campeonato de Europa de Atletismo de Bélgica (1950), la IAAF puso en marcha oficialmente las pruebas obligatorias de sexo. Para ello obligó a las federaciones nacionales a que realizaran el test sexual a todos sus deportistas antes de viajar a Bélgica. En el Campeonato Europeo de Atletismo de 1966 en Budapest, las pruebas de sexo durante el transcurso de la competición comenzaron a realizarse debido a la sospecha de que algunas atletas eran en realidad hombres. En los Juegos Olímpicos de México 1968, fue la primera vez en la que los exámenes de verificación de sexo se implantaron en unas Olimpiadas.

La polémica siempre ha rodeado a estas pruebas. Son muchas las atletas de élite que han sido humilladas tras someterse a los exámenes de verificación sexual. Muchos test han afectado físicamente a las mujeres (produciéndose incluso mutilaciones genitales y esterilización) y también psicológicamente (crisis de identidad y género, depresiones y suicidios).

Los métodos seguidos por la IAAF para comprobar el sexo de un/a atleta han sufrido diversos cambios a lo largo de la historia. En 1966, las atletas estaban obligadas a caminar desnudas ante un comité de ginecólogos que decidían si eran hombres o no. Tras las quejas de atletas y medios de comunicación, que entendían que estas pruebas físicas eran humillantes, el Comité Olímpico decidió en 1968 detectar los cromosomas sexuales XX en mujeres y XY en hombres mediante muestras bucales. Ya en la última década del siglo XX se optó por detectar el gen SRY (un gen ligado al cromosoma Y típico de los machos) para discernir quién era hombre y quién mujer. Si el análisis reflejaba que el atleta tenía el gen SRY, se consideraba que era un hombre. Este método de prueba fue posteriormente abolido, ya que se demostró ser poco concluyente en la identificación de la masculinidad. Además, la prueba es especialmente difícil en el caso de personas que podrían ser consideradas intersexuales. Finalmente, en 2011, la IAAF, ante la polémica suscitada por el Caso Semenya, publicó un nuevo protocolo titulado «Regulaciones gobernando la elegibilidad de hembras con hiperandrogenismo para competir en competiciones de mujeres». De esta forma, la IAAF decidió usar un sistema más simple: comprobar la concentración de testosterona en la sangre.

La decisión de la IAAF

Pero el 26 de abril de 2018 cambió todo. Sorprendentemente, la IAAF puso un límite para los deportistas con «diferencias de desarrollo sexual» (DSD). El organismo oficial informó que ninguna mujer que en los seis meses previos a una competición superara los 5 nanomoles de testosterona por litro (o 1442,1 nanogramos por litro; un nanogramo es la milmillonésima parte de un gramo) podría competir. Además, para que se les permitiera competir en pruebas de entre 400 metros y 1.500 metros en categoría femenina, las atletas debían mantener dichos niveles de testosterona durante un período mínimo continuado de seis meses.

Con la nueva normativa, que finalmente entró en vigor en mayo de 2019 debido a un recurso de Semenya, la atleta sudafricana ya no podía competir en su distancia favorita: los 800 metros lisos…, salvo que redujese sus niveles de testosterona.

La IAAF ofrece a las atletas tres soluciones para lograr esta reducción en sus niveles de testosterona: tomar diariamente una píldora anticonceptiva, inyectarse una hormona liberadora de la gonadotropina una vez al mes o extraerse o extirparse las gónadas (una operación irreversible que la IAAF desaconseja). Para el organismo internacional, las atletas pueden sufrir sofocos tras tomar la píldora anticonceptiva, pero estos efectos son los mismos que los que puede experimentar cualquier mujer en el mundo que la consuma.

Desde la IAAF indican que su nueva reglamentación no pone en duda la identidad sexual de las deportistas con disfunciones en su desarrollo sexual, sino que su único objetivo es asegurar que todas las atletas compitan en igualdad de condiciones. Además, el organismo internacional aclara que las atletas que no consigan bajar los niveles no serán vetadas, aunque solamente podrán competir como mujeres en otras distancias o en cualquier prueba no internacional. De lo contrario, deberán hacerlo como hombres, sin restricción de nivel o disciplina.

Para muchos científicos, la nueva normativa de la IAAF es un contrasentido. «Una de las principales máximas de la Agencia Mundial Antidopaje es evitar el consumo de sustancias que puedan dañar la salud —declara a la agencia SINC Jonathan Ospina Betancurt, doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y profesor de la Universidad Europea de Madrid—. Aquí nos saltamos ese principio de los valores del deporte porque obligamos a la deportista a tomar un tratamiento farmacológico en detrimento de su salud y de sus condiciones físicas naturales.»

Varios organismos se han opuesto a la medida, al vulnerar los derechos de las deportistas y los principios de igualdad y no discriminación. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos ha declarado que «los derechos son legales y fundamentales y se aplican a todas las personas, independientemente de la etnia, el sexo, la edad, la cantidad de testosterona, la longitud de las piernas, la altura o la fuerza física».

¿En qué se basó la IAAF para tomar esta drástica decisión que obliga a las atletas mujeres con hiperandrogenismo a reducir sus niveles actuales de testosterona para poder competir en algunas pruebas femeninas? Esta normativa se basa en diversos estudios científicos que muestran cómo altas concentraciones de testosterona dan lugar a un aumento del rendimiento deportivo en corredoras. El principal estudio en el que se basa la IAAF, publicado en la prestigiosa revista British Medical Journal, encontró que las mujeres con alta testosterona tenían una ventaja significativa en algunas disciplinas atléticas como martillo (4,53%), pértiga (2,94%), 400 metros vallas (2,78%), 400 metros (2,73%) y 800 metros (1,78%). La IAAF explica que entre los 400 metros y la milla es donde más beneficios en el rendimiento se obtiene. Curiosamente, la nueva normativa no afecta a las pruebas de martillo o salto de pértiga, que es donde se supone que el exceso de testosterona es más importante.

Los motivos de estos beneficios son varios: los elevados niveles de circulación de la testosterona; el extra de energía y potencia gracias al incremento de la masa muscular y la fuerza; la transferencia de oxígeno adicional y el consumo derivado del incremento de la hemoglobina en sangre. Según los estudios presentados por la IAAF, ese incremento en el rendimiento deportivo se debe a que las altas concentraciones de testosterona aumentan un 4,4% la masa muscular, entre un 12% y un 26% la fuerza y un 7,8% la hemoglobina.

Sin embargo, estos trabajos han sido muy criticados por su falta de rigor. Algunos científicos los acusan de graves errores metodológicos. Otros opinan que los incrementos de testosterona que muestran algunas corredoras no justifican su gran superioridad atlética respecto a otras corredoras. Según muchos científicos, no está demostrada la causalidad entre la concentración de testosterona en sangre y el rendimiento en competición de muchas corredoras. Además, según los científicos que no están de acuerdo con la posición de la IAAF, existen otras variables (la alimentación, el tipo de entrenamiento, las instalaciones deportivas utilizadas, el apoyo económico de las instituciones) que también influyen muchísimo en el rendimiento deportivo y que no han sido tenidas en cuenta para cuantificar el porcentaje de influencia de la testosterona en el rendimiento deportivo. Para todos estos científicos es evidente que la testosterona influye en el rendimiento deportivo, pero afirman que nadie ha logrado concluir y afirmar cuánto influye.

Por todas estas razones, hay cada vez más investigadores que se oponen desde el punto de vista científico a la decisión de la IAAF.

En el plano político, el partido en el Gobierno de Sudáfrica aprobó una declaración que afirmaba que «esta nueva regulación infringe los derechos humanos de los atletas, dirigidos principalmente a los de Europa del Este, Asia y el continente africano. Los matices raciales de esto no pueden pasar desapercibidos. Es injusta, sexista y deshumanizadora».

El Tribunal de Arbitraje Deportivo

Ante lo que consideraba una injusticia, Caster Semenya decidió recurrir ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) con firmes esperanzas de que se le permitiera competir en su distancia preferida, los 800 metros lisos.

Los abogados de la atleta manifestaron que «este reglamento intenta de manera errónea y dolorosa regular las características sexuales de las atletas femeninas. Las mujeres con una diferencia en el desarrollo sexual tienen variaciones genéticas que no son diferentes de otras variaciones registradas en el deporte. Sus dones genéticos deben ser celebrados y no discriminados. La señora Semenya es incuestionablemente una mujer. Es una heroína e inspiración para muchos en todo el mundo». Por el contrario, Jonathan Taylor, abogado de la IAAF, señaló que «si el TAS falla que el sexo legal es suficiente, las atletas intersexuales y transgénero dominarán los podios y los premios económicos y las mujeres con niveles normales de testosterona no tendrán oportunidad de ganar».

El resultado fue conocido en mayo de 2020. Según el panel de expertos del TAS, la normativa para las atletas con diferencias en su desarrollo sexual (DSD) podría llegar a ser discriminatoria, pero dicha discriminación busca preservar la integridad del atletismo femenino, por lo que es necesaria, razonable y proporcionada.

A pesar de que el TAS no solo reconoció la dificultad para hallar pruebas que justifiquen una ventaja deportiva de las mujeres con hiperandrogenismo, sino que también reconoció que la normativa de la IAAF presentaba dudas por los efectos secundarios que el tratamiento podría tener en las atletas, dio por válida la decisión de la IAAF.

Pese a que el TAS ha dado la razón a la IAAF en lo fundamental, el organismo rector del atletismo tiene enfrente al Gobierno sudafricano, la ONU y la Asociación Médica Mundial, que pedía no aplicar la normativa. «Tenemos fuertes reservas sobre su validez ética. Las reglas están basadas en una débil evidencia de un solo estudio, que además está siendo ampliamente rebatido por la comunidad científica», explicó su presidente, Leonid Eidelman.

Semenya, en desacuerdo con el contenido del laudo, apeló al Tribunal Federal de Suiza. Tampoco le sirvió de nada a la bicampeona olímpica y tricampeona mundial. Sin embargo, la sudafricana anunció a finales de 2020 que denunciaría el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos tras la negativa recibida por parte de la Federación Internacional de Atletismo a su participación en pruebas femeninas.

Los abogados de Semenya insisten en los derechos de mujeres como ella, «nacidas como mujeres, criadas y socializadas como mujeres, que han sido reconocidas legalmente como mujeres durante toda su vida, que siempre han competido como mujeres y que deberían tener permiso para competir en la categoría femenina sin discriminación».

Como antes he reflejado, Caster Semenya no ha sido la única en defender su intersexualidad. Previamente, la velocista india Dutee Chand, tras ser suspendida en 2014 por hiperandrogenismo, también luchó en los tribunales.

En España, un caso relevante fue el de María José Martínez Patiño. Según declaró Oti Camacho, responsable de Diversidad de la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional, a la Agencia SINC, «María José es una atleta, vallista, con un cariotipo 46 XY que presenta un síndrome de insensibilidad a los andrógenos (o síndrome de Morris), una condición genética en la cual las hormonas encargadas de desarrollar las características físicas masculinas no son asimiladas por las células». Para Camacho, el síndrome de Morris provoca que el cuerpo se desarrolle con una apariencia totalmente femenina «y lo que podría ser una ventaja no lo es porque no puede sintetizar los andrógenos». Patiño fue excluida de la Universiada de Kobe (Japón) en 1985 por tener una Y en su cromosoma. Afortunadamente, la atleta española consiguió, tras años de dura lucha, que la IAAF eliminara ese examen cromosómico.

¿Y ahora qué? Semenya ha decidido reinventarse para poder llegar a la siguiente cita olímpica. Al deber competir en distancias inferiores a los 400 metros o superiores a los 1.500 metros, la atleta sudafricana intentó en primer lugar abrirse paso en los 5.000 metros. Gracias a una marca de 16 minutos y 5,97 segundos, ganó el título sudafricano, pero con ese tiempo jamás superaría a las mejores corredoras etíopes y kenianas. Lejos de abandonar su objetivo olímpico, Semenya no arroja la toalla y se ha pasado a los 200 metros, otra distancia fuera de los límites establecidos por la IAAF para los análisis de testosterona. En una reunión en Pretoria registró 23,49 segundos, una buena marca, pero aún lejos de la mínima olímpica, que está en 22,80 segundos. ¿Lo conseguirá? Esperemos que sí…

Mi opinión personal

Comencé este capítulo diciendo que estaba muy cabreado por el caso Semenya. Lo acabaré explicando los cuatro motivos de tal enfado.

Como les cuento en el capítulo dedicado a la ciencia de la natación, se ha sugerido que nadadores como Michael Phelps tienen cierto nivel de desensibilización de algunos quimiorreceptores, lo que permite pasar más tiempo bajo el agua para hacer virajes más eficientes… ¿Se ha comprobado si eso es cierto? En el caso de serlo, ¿se le pidió al nadador americano que corrija esa situación endógena?

Les pondré otro caso. Se ha escrito que el ventrículo izquierdo de Miguel Induráin mide 6,8 centímetros frente a los 4,5 centímetros de una persona normal, lo que le permite al ciclista navarro bombear hasta 45 litros de sangre por minuto al resto del cuerpo…, y esto supone un incremento en el rendimiento deportivo. ¿Alguien ha puesto en duda los triunfos de Induráin por ello?

Como bien dice Victoria Ley, responsable de la División de Coordinación, Evaluación y Seguimiento Científico y Técnico de la Agencia Estatal de Investigación, «se pretende que la biología se adapte a la legislación, lo cual es imposible. Lo lógico es que la ley se adapte a la biología».

Para terminar este capítulo usaré un párrafo extraído de un artículo publicado en 2020 en Gaceta Sanitaria con el que estoy totalmente de acuerdo. No se puede expresar mejor:

Que exista una condición física, expresión de la diversidad corporal humana, que otorgue una ventaja competitiva, no debería considerarse como una limitación para el desarrollo de una actividad deportiva, ya que supone la justificación de una desigualdad al considerar de forma arbitraria las implicaciones de la diferenciación binaria del sexo/género. Otras y otros deportistas de élite difieren en sus perfiles endocrinos o presentan variaciones genéticas o biológicas endógenas, lo que probablemente es la razón para que se conviertan en deportistas de élite y les ha permitido desarrollar su carrera profesional sin tener que sufrir penalizaciones ni tratamientos específicos para anularlas. Por tanto, si se pretendiera realmente evidenciar las ventajas competitivas, deberían estudiarse sistemáticamente las diferencias que presentan todos/as los/las deportistas con respecto a la población general.

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Pep Guardiola, las matemáticas del tiki-taka y la estadística de los penaltis

«Perdonaré a los jugadores que no acierten, pero nunca les perdonaré que no se esfuercen.»

PEP GUARDIOLA

Son muchos los equipos de fútbol que han hecho historia por su estilo de juego. La selección húngara de 1953, el Inter de Milán de los años sesenta, la selección brasileña del Mundial de México, la holandesa de Cruyff, el Liverpool de finales de los setenta, el Milan de Arrigo Sacchi… Todos ellos marcaron una época por sus resultados y, sobre todo, por su estilo de juego. Pero si hay un equipo que conquistó mi corazón fue el F. C. Barcelona de Pep Guardiola, el Barça de las seis copas. Aquel fútbol de toque y precisión consiguió que fueran el primer equipo de la historia que ganó seis trofeos en el mismo año. Los rivales no tocaban el balón, el Barça tenía la posesión prácticamente todo el partido y jamás los culés —sí, confieso que lo soy— hemos disfrutado tanto como con aquel equipo entrenado por Guardiola que perfeccionó el gran legado que le dejó su maestro el «flaco» Johan Cruyff. Pero lo que poca gente sabe es que detrás de aquel estilo de juego, del famoso tiki-taka, y también de la selección española campeona del Mundo en 2010, hay muchísimas disciplinas científicas. Las matemáticas, la geometría, la topografía o la preparación física tuvieron un papel fundamental. También dos grandes científicos matemáticos. Hablemos de ello.

Los matemáticos del fútbol

Desde hace años, los porcentajes de posesión tanto del F. C. Barcelona como de la selección española son muy superiores a los de sus rivales. Esto es consecuencia, entre otras muchas cosas, de la disposición geométrica de los jugadores en el terreno de juego y del movimiento de estos en el césped. En 2019, un grupo de científicos publicó en la prestigiosa revista Scientific Reports el artículo «Defining a historic football team: Using Network Science to analyze Guardiola’s F. C. Barcelona», en el que abordaban la importancia de las matemáticas en el fútbol del equipo de Guardiola.

Para empezar les diré que, aunque quizás no lo hayan pensado, la disposición de los futbolistas en el terreno de juego es consecuencia de aplicar el trabajo de dos grandes científicos: Voronói y Delaunay.

En el caso de un conjunto finito de puntos del plano, el diagrama de Voronói de estos es la división del plano en regiones, tantas como puntos tengamos, de tal forma que a cada uno de ellos le asignamos la región formada por aquellos puntos que están más cercanos a él que ningún otro de los originales.

Gueorgui Feodósievich Voronói fue un matemático ucraniano que estudió en la Universidad de San Petersburgo y, posteriormente, dio clase en la Universidad de Varsovia. Es conocido, entre otros descubrimientos, por haber definido los diagramas de Voronói, una construcción geométrica que permite construir una partición del plano euclídeo y que en el caso del fútbol muestra el espacio controlado por cada jugador.

Esta descomposición matemática de un espacio métrico en regiones se está empleando con éxito en áreas tan aparentemente diferentes como la robótica, la bioquímica o la física.

El señor Voronói tiene que ver mucho con el tiki-taka. Pep Guardiola, conscientemente o no, planteó muchos partidos del F. C. Barcelona tomando como base los diagramas de Voronói. Dividía cada zona del campo en tantas regiones como jugadores de su equipo colocaba en esa parte del césped, de tal forma que a cada futbolista le asignaba la región formada por todo lo que estaba más cerca de él que de ningún otro jugador culé. Es decir, los situaba según diagramas de Voronói.

Pero para que los diagramas de Voronói triunfasen hacía falta que los jugadores se pasaran el balón con mucha rapidez y siguiendo unas directrices. ¿Cuáles? Las que marcó un matemático ruso de la etapa soviética, Borís Nikoláievich Delaunay, que ideó el algoritmo denominado «triangulación de Delaunay». Los triángulos de Delaunay son una red de triángulos conexa y convexa que en el deporte rey conecta los jugadores con líneas. Según este científico, dado un diagrama de Voronói, la triangulación de Delaunay se construye uniendo cada punto con los puntos análogos de las regiones vecinas.

¿Y esto también tiene que ver con el tiki-taka? Sí. Guardiola disponía a sus jugadores en diagramas de Voronói y los jugadores asignados a cada zona les pasaban el balón a sus compañeros de las áreas vecinas basándose en triangulaciones de Delaunay. Como cada zona de Voronói donde había un jugador culé lindaba con varias zonas similares con un barcelonista en cada una, los jugadores blaugranas tenían varias posibilidades de pase. Ante tal situación, los jugadores contrarios lo pasaban muy mal. Instintivamente se acercaban a los futbolistas culés e intentaban robarles el balón. Era un error. La calidad en la recepción de la pelota de los Xavi, Iniesta, Busquets, Messi y compañía y la rapidez en el pase impedía a los rivales interceptar la pelota.

Además, los jugadores entrenados por Guardiola llevaban muchos años practicando este sistema de juego y no se quedaban fijos cuando daban un pase, sino que se movían armónicamente por todo el campo…, pero siempre cumpliendo dos premisas: creando nuevos diagramas de Voronói y formando nuevas triangulaciones de Delaunay, conceptos asociados a la geometría computacional. Así se aseguraban tener casi siempre el balón y descolocar a los jugadores del equipo contrario. Incluso era útil para presionar correctamente al rival y robarle la pelota. El resultado de la aplicación de las matemáticas al juego del F. C. Barcelona lo sabe todo el mundo. Lo ganaron todo.

Pero voy a ir más lejos.

Los diagramas de Voronói y las triangulaciones de Delaunay tienen mucho que ver con el juego que desplegó la selección española cuando ganó el Mundial de Fútbol de 2012 y las Eurocopas de 2010 y 2014.

Los que entienden de fútbol y no caen en absurdos forofismos lo tienen claro: el mítico Luis Aragonés y luego Vicente del Bosque adaptaron el juego de posesión del Barça al equipo nacional, e incluso lo perfeccionaron con la presencia de otros jugadores en posiciones clave. La aplicación al fútbol de estos conceptos matemáticos, asociados a la geometría computacional, es la clave de los famosos rondos de la selección que tanto daño hicieron a los rivales. Potentes selecciones como Portugal o Alemania sufrieron muchísimo ante «las matemáticas de la Roja» debido a la importancia de la geometría en la presión y posterior robo del balón, dos aspectos importantísimos en el juego de la selección española.

Ciencia de redes para resucitar el tiki-taka

Pero tras muchos éxitos del tiki-taka llegaron varias derrotas importantes y la debacle del Mundial de 2018, que provocó que muchos levantaran la voz contra este sistema de juego. No les doy la razón. El tiki-taka no está acabado…, lo que falló fue la forma de ejecutarlo. Para que mis queridas matemáticas triunfen hacen falta tres condicionantes científicos sin los cuales el equipo que practica este sistema de juego se convierte en un «11» ramplón:

Estos tres condicionantes se echan de menos tanto en el F. C. Barcelona de los últimos tiempos como en la selección española que fracasó en el Mundial de 2018, pero ¿puede la ciencia ayudar a recuperar el juego que nos llevó a la gloria? Por supuesto. Me centraré en las soluciones que aporta el progreso científico para los dos primeros condicionantes. Sobre el talento de jugadores y de entrenadores no me meteré…, por ahora.

Condicionante 1: ¿Cómo puede la ciencia mejorar la velocidad de circulación del balón en las triangulaciones de Delaunay?

Para analizar las características del juego del F. C. Barcelona bajo la dirección de Pep Guardiola y mejorar las triangulaciones de Delaunay, investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han utilizado metodologías de las redes complejas. Como se puede leer en la agencia SINC, «la ciencia de las redes, también conocida como “teoría de redes complejas”, se basa en el análisis de la estructura de una red para explicar los procesos que en ella ocurren. Esta disciplina está permitiendo avanzar en el conocimiento de infinidad de sistemas organizados en red y tiene aplicaciones que van desde la predicción de trending topics en Twitter a la propagación de epidemias o incluso a la detección temprana de enfermedades neurodegenerativas mediante el análisis de redes cerebrales».

Los resultados obtenidos se publicaron en la prestigiosa revista Scientific Reports en 2019. La investigación analizó todos los encuentros de Liga de la temporada 2009-2010, centrándose en la información espacio-temporal de los pases entre jugadores. Los investigadores construyeron la red de pases de los 380 partidos de la temporada. Estas redes están formadas por nodos (jugadores) que se conectan entre sí mediante enlaces (pases), dando lugar a lo que llamaron «redes de pases». A continuación, estudiaron cómo las redes de cada equipo crean patrones diferentes a lo largo del partido, analizaron su estructura y se dieron cuenta, como afirman en un artículo publicado en SINC, de que el Barcelona jugaba a «otra cosa» distinta del resto de los equipos.

Además, este estudio no solo analizó las interacciones de cada jugador con sus compañeros, sino también con sus rivales. Incluso revisó la evolución de las redes de pases conforme avanza el partido. Los resultados muestran cómo la estructura de red de la mayoría de los equipos de fútbol es diferente cuando reciben un gol o cuando lo marcan.

Los resultados del estudio son contundentes. «La conectividad entre jugadores, el coeficiente de triangulación, la dispersión de la red o su ratio de avance son algunos de los parámetros de red del F.C. Barcelona que no se repiten en el resto de los clubs. A todo ello hay que añadirle las fluctuaciones a lo largo del partido y el impacto que sobre ellas tienen los goles.» Todos estos datos científicos ayudaron al equipo culé a convertirse en el mejor club del mundo, y a la selección española, en la mejor del planeta. Si se recupera esa red de pases del Barça de Pep Guardiola con todas sus características originales, volverán los éxitos. Sin embargo, si se siguen dando pases sin sentido como en los últimos años, seguirá la sequía de títulos.

Condicionante 2: ¿Cómo puede la ciencia incrementar la movilidad de los jugadores en el campo creando continuamente nuevos diagramas de Voronói?

Para que la red de pases entre los jugadores funcione perfectamente, estos no pueden quedarse estáticos en el campo. Deben moverse continuamente durante los 90 minutos. Para esto, en equipos de élite como el F. C. Barcelona, el estado de forma óptimo debe mantenerse durante toda la temporada para así poder optar a todos los títulos. Esto no es fácil. De hecho, solo es posible si están perfectamente preparados físicamente, y para ello la fisioterapia y la medicina deportiva son claves.

Un estudio científico realizado por tres miembros del departamento de Rendimiento Deportivo del club y por un consultor de la Universidad Europea del Atlántico monitorizó el esfuerzo físico de los jugadores tanto en los entrenamientos como en los partidos, empleando para ello tecnología de rastreo de última generación. Las conclusiones del trabajo son claras. La disposición de los jugadores en el terreno de juego es fundamental, su calidad también…, pero sin una óptima y programada recuperación y descanso es imposible ganar seis títulos en una sola temporada. No todo es saber chutar bien, dar pases adecuados o colocarse correctamente en el campo. Veamos cómo ayudó la ciencia a que los jugadores del Barça de Pep Guardiola estuviesen a tope físicamente durante tantas temporadas consecutivas.

Los penaltis de la Champions League: ¿lotería o estadística?

Todos los aficionados al deporte en general, y al fútbol en particular, han escuchado alguna vez la famosa frase «los penaltis son una lotería». La ciencia no opina igual. Las matemáticas, la estadística, la biomecánica o la psicología son disciplinas científicas que pueden ayudar a que un equipo, en los lanzamientos de penaltis, gane o pierda un partido, una eliminatoria o, como les voy a mostrar en este capítulo, el título más importante del mundo a nivel de clubs: la Champions League.

¿Es fácil marcar un penalti? ¿Cuántas penas máximas se fallan? Diversos estudios muestran que la velocidad óptima con la que el jugador encargado de lanzar el penalti debe golpear la pelota es de entre 70 y 80 kilómetros por hora. Considerando que esta mide entre 21,65 y 22,29 centímetros de diámetro, un portero sería prácticamente incapaz de atajarla si el jugador la coloca a menos de 90 centímetros de uno de los postes. Leído así parece muy fácil, pero no nos llevemos a equívoco. La gran mayoría de los lanzadores no alcanzan ese grado de precisión… y muchos penaltis se fallan por imprecisiones del delantero.

Por otra parte, tal como se indica en el Cuaderno de Cultura Científica, en un penalti la pelota puede llegar a moverse a unos 110 kilómetros por hora y entrar en la portería en unos 600 milisegundos. El tiempo de reacción habitual de un portero experto está entre los 400 y los 500 milisegundos, o sea, que hay pocas opciones de que reaccione lo suficientemente rápido como para detener el lanzamiento. Sin embargo, en las grabaciones de los lanzamientos de penalti se ha observado a menudo que los porteros que los paran reaccionan en unos 150 milisegundos. Los que no reaccionan tan rápido también logran pararlos en muchas ocasiones. ¿Cómo? Mediante el uso de dos estrategias. La primera consiste en tirarse un poco antes de que la bota del jugador contacte con el balón, confiando en su instinto o en el estudio previo de las costumbres del rival. La segunda es adelantarse unos centímetros para aumentar el espacio que puede cubrir en menos tiempo. De esta forma, también muchos penaltis no se transforman en gol…, aunque ambas no están permitidas.

Teniendo en cuenta lo que les he contado (imprecisiones de delanteros y aciertos de porteros), no nos debe extrañar que un exhaustivo análisis de 1.400 penaltis realizado por Ignacio Palacios-Huerta, catedrático de Economía en la London School of Economics, refleje que en el 80% de las ocasiones el lanzamiento de una pena máxima acaba en gol…, pero un porcentaje nada despreciable del 20% no logra su objetivo. Incluso hay estudios que aumentan la proporción de penaltis fallados. De hecho, en las tandas mundialistas solo un 71,5% de los balones lanzados desde el punto de penalti acaban en gol.

En base a estos resultados está claro que los entrenadores están obligados a enseñar a sus jugadores cuáles son las mejores condiciones para lanzar una pena máxima. Sería una locura dejar el éxito de un penalti en manos del azar cuando se ha demostrado que entre un 20 y un 30% de ellos se fallan. Hay que prepararlos.

¿Cómo se pueden entrenar los penaltis?

Mejorando la técnica de lanzamiento, preparando psicológicamente a cada uno de los jugadores de la plantilla y estudiando concienzudamente las costumbres de los porteros y lanzadores rivales. Nunca se sabe lo que puede durar una tanda de penaltis y el cuerpo técnico de un equipo de fútbol debe trabajar con cada futbolista de forma individual para averiguar qué tipo de lanzamiento se adecua mejor a sus capacidades técnicas. De esta forma, toda la plantilla estaría preparada para lanzar un penalti en caso de ser necesario. Nada se puede dejar al azar cuando están en juego grandes títulos y también, por qué no decirlo, muchísimo dinero.

Las razones por las que se falla un penalti son varias. Una de ellas es la presión psicológica. Jugadores que no suelen fallar penas máximas en sus ligas lo hacen estrepitosamente en los momentos decisivos de las grandes competiciones. Un análisis de 204 penas máximas mostró que, si un jugador lanza un penalti decisivo sabiendo que en el caso de marcar su equipo pasa la eliminatoria, lo logra en el 93% de las ocasiones. Sin embargo, si su fallo da lugar a la eliminación del equipo, solo el 44% de los lanzamientos son goles. La fuerza mental del jugador es crucial en esos momentos, por lo que es necesario que la psicología entre en acción y profesionales de esta disciplina científica trabajen con los jugadores de un equipo de fútbol… o, por el contrario, y como dicen en mi pueblo, «se cagarán por la pata abajo» en el momento de la verdad.

Otro dato. En una tanda de penaltis, si el equipo que lanza primero marca, tiene más de un 60% de probabilidades de ganar la serie. Por eso es crucial seleccionar al mejor especialista para que dispare en primer lugar. Sin embargo, el ego de muchos jugadores es el peor enemigo de la ciencia. A pesar de ser los mejores de su equipo ejecutando penaltis, se niegan a lanzar en primer lugar y su afán por ser protagonistas de la foto final les hace querer ser los últimos en tirar…, y eso puede ser fatídico. En el caso de que algún compañero falle previamente su lanzamiento y el equipo contrario marque todos sus goles, ellos quedarían sin oportunidad de lanzar y su equipo sería eliminado.

Esto fue lo que le ocurrió a Cristiano Ronaldo en la Eurocopa de Polonia y Ucrania en 2012. En semifinales, la selección portuguesa se jugó el paso a la final contra España. A pesar de que como les he mostrado la ciencia aconseja que los mejores lanzadores de cada equipo deben ser los que inicien la tanda, Cristiano Ronaldo decidió esperar y ser el jugador que lanzara el último penalti de su selección. Lo que ocurrió en aquella tanda fue tremendo. Tras el lanzamiento de los tres primeros penaltis, España y Portugal estaban empatados. Sergio Ramos lanzó y marcó gol. A continuación, el portugués Bruno Alves estrelló su lanzamiento en el travesaño. Le tocaba lanzar a Cesc Fàbregas. Si marcaba España se clasificaría y Cristiano Ronaldo no tendría ocasión ni de lanzar su penalti. Así ocurrió. Fàbregas engañó al portero portugués y España pasó a la final. Mientras los jugadores españoles se abrazaban, Cristiano Ronaldo gritaba al cielo su famosa frase «INYUSTICIA». Quizás si hubiese hecho caso a la ciencia y no a su ego, que le empujó a querer lanzar el último penalti para ser protagonista de la foto, Portugal hubiese pasado a la final. «Inyusticia no, ciencia sí.»

Las tandas de penaltis del futuro

Pero donde el azar sí que juega un papel importante (y eso sí es una inyusticia) es a la hora de decidir qué equipo comienza primero a lanzar los penaltis… Y recuerden que en caso de que el equipo que lance primero marque gol, tendrá un 60% de posibilidades de ganar la tanda. Para reducir el peso del azar, la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA) ha decidido probar un nuevo sistema basado en una investigación del profesor Ignacio Palacios-Huerta.

La idea es sencilla, pero a mí me gusta: los equipos no se alternarán en los lanzamientos como ocurre actualmente, sino que emplearán un sistema más parecido al tie break en el tenis (un juego de desempate para cuando un set queda en 6-6). Actualmente se hace de la siguiente manera. Se decide cuál de los equipos lanza primero arrojando una moneda al aire. El equipo que gane el sorteo elige tirar en primer lugar o que lo haga el contrario. Después se alternan los dos equipos en los lanzamientos hasta que cumple la tanda de cinco penaltis o hasta que alguno de los dos equipos obtiene la ventaja suficiente para ganar el encuentro. Con este nuevo modelo (denominado ABBA), primero lanzaría el equipo A, después el B y después repetiría el B. Volvería el A, que tendría dos lanzamientos seguidos, así hasta que haya un ganador. Resumiendo, sería algo así: AB BA AB BA AB. Para conocer cuál de los dos equipos lanzaría primero, se seguiría realizando un sorteo previo. Veremos si la idea termina consolidándose, pero, desde luego, se limitaría el peso del azar.

¿Puede la ciencia ayudar a un portero a predecir dónde debe lanzarse para tener más posibilidades de detener un penalti? Sí. Los estudios de Ignacio Palacios-Huerta muestran cómo el 60% de las veces el jugador elige lanzar hacia su lado natural. Es decir, si es diestro tirará a la derecha del portero, y si es zurdo, a la izquierda del cancerbero. El lado natural es el disparo más fácil, un poco en diagonal, tanto para un diestro como para un zurdo. Palacios-Huerta también ha analizado las decisiones que suelen tomar en los lanzamientos de penaltis jugadores como Van der Sar, Anelka, Cristiano Ronaldo y varios internacionales españoles. Hay jugadores muy predecibles en sus actuaciones. Para obtener sus datos, el matemático español, que ha asesorado a equipos como el Chelsea y a selecciones como la holandesa, aplicó la famosa teoría de juegos del científico estadounidense John Nash que le valió el Premio Nobel de Economía en 1994 e inspiró la película Una mente maravillosa. Esa teoría explica, a grandes rasgos, las interacciones entre unos incentivos (los llamados «juegos») y llevar a cabo procesos de decisión, las estrategias más factibles en esas situaciones y el comportamiento previsto de los individuos.

Les voy a contar algo que poca gente conoce. ¿Saben ustedes que de no haber marcado Iniesta el gol que nos hizo campeones del mundo en Sudáfrica es muy posible que en la tanda de penaltis Holanda nos hubiese derrotado por culpa de Ignacio Palacios-Huerta? El economista español asesoró a la selección de los Países Bajos ante una posible tanda de penaltis ante España. Los porteros holandeses tenían toda la información necesaria para detener los lanzamientos de los jugadores españoles gracias a su estudio exhaustivo. El economista había estudiado cada pena máxima lanzada a Casillas en su carrera, sabía cómo Iniesta ejecutaba cada penalti, conocía que Ramos suele lanzar a la derecha del portero… Holanda aguardaba ese desenlace, pero Iniesta tenía otros planes y poco antes del final del partido el centrocampista de Fuentealbilla frustró todos los planes de Huertas-Palacios con el gol que dio a España el título.

Cuatro años después, la selección Orange se sacó la espina en el Mundial de Brasil 2014 ante Costa Rica. El partido acabó en empate, pero justo antes del final de la prórroga, el entonces entrenador holandés, Louis van Gaal, sorprendió a todos cambiando al portero Cillessen por el suplente, Tim Krul. Este tenía estudiado al dedillo los lanzamientos de Costa Rica gracias al matemático español. Holanda ganó aquella tanda de penaltis y logró un doble objetivo: eliminar a Costa Rica y vengarse de lo ocurrido cuatro años antes ante la selección española.

Pero la ciencia de los penaltis puede ir más allá. Un estudio publicado en la revista científica Journal of Economic Psychology analizó 286 penaltis lanzados en las grandes competiciones internacionales con el objetivo de conocer las preferencias de porteros y lanzadores. Los resultados mostraron que, aunque habitualmente los disparos se distribuyen equitativamente (40% hacia la derecha, 32% hacia la izquierda, 28% hacia el centro), la gran mayoría de los guardametas optan por lanzarse a un lado u otro de la portería. Incluso siendo conscientes de las altas posibilidades de detener el penalti si no se mueven, los porteros casi nunca permanecen quietos en el centro y deciden lanzarse hacia uno de los lados.

¿Y por qué a pesar de que los futbolistas lanzan casi el 30% de los penaltis hacia el centro de la portería solamente en un 3% de las ocasiones los porteros deciden quedarse parados? Por el miedo a que el público se ría de ellos creyendo que estaban «haciendo la estatua». Como dijo el economista John Maynard Keynes, «es mejor para la reputación fallar convencionalmente que acertar no convencionalmente».

Hay otros aspectos relacionados con la ciencia que también ayudan a los porteros a detener un penalti y que deben ser entrenados. El guardameta debe apoyarse en la psicología para descentrar al delantero. Cuanto más se retrase el lanzamiento de la pena máxima, mayor posibilidad hay de fallo. Hay publicados varios estudios que analizan la capacidad de los porteros para distraer a los tiradores, una táctica que pudimos ver en míticos guardametas como Chilavert e Higuita. ¿Y cómo distraen los porteros a los lanzadores? Los estudios muestran que confunde mucho más un portero en movimiento que uno estático. Para descentrar al lanzador los porteros deben saltar y mover los brazos y las piernas. Además, si es posible, deben utilizar una camiseta con un color escandaloso que atraiga la vista, la atención y el disparo hacia el cuerpo del portero. Otros estudios muestran cómo para descentrar al lanzador el guardameta no se debe colocar en el centro exacto de la portería, sino un poco a un lado, dejando un hueco mayor a uno de los costados para atraer el disparo. La psicología juega un papel fundamental en el fútbol moderno.

Les aconsejo que vean la tanda de penaltis que tuvo lugar en el Mundial de Fútbol de 2006 entre Alemania y Argentina. El maltrato psicológico (deportivamente hablando) que le hizo el portero alemán Lehman al jugador argentino Cambiasso fue épico…, incluso para descentrarlo retrasó el lanzamiento consultando una chuleta donde supuestamente (luego se demostró que era mentira) tenía apuntado por dónde lanzaría Cambiasso. Desesperado por el tiempo que se perdió hasta que se lanzó el penalti, el jugador argentino falló estrepitosamente su tiro, Alemania ganó la tanda y Argentina quedó eliminada. Tremendo.

Pero la ciencia también puede ayudar a los delanteros y no solo a los porteros. Es preferible que la carrera hacia el balón para chutar sea o muy recta o muy oblicua para, de esta manera, no dar pistas al guardameta de la dirección que tomará el balón. Antes de lanzar, incluso mucho antes, el encargado de ejecutar la pena máxima debe haber elegido hacia dónde va a tirar. No es el momento de hacerlo justo durante el lanzamiento. Al iniciar la preparación del lanzamiento, el jugador debe andar de espaldas desde el balón hacia atrás, en línea recta y sin dejar de mirar al portero. También debe tomarse el tiempo necesario para iniciar la carrera hacia delante y chutar.

Por cierto…, ¿saben ustedes que gracias a la ciencia y la tecnología se puede saber dónde mira un jugador justo antes de lanzar un penalti? Usando la tecnología de seguimiento visual de los ojos (eye tracking) se puede ver en una pantalla de ordenador hacia dónde miran los jugadores de fútbol exactamente al realizar ciertas acciones. El dispositivo son unas sencillas gafas que registran el lugar exacto al que dirige los ojos la persona. Los datos se capturan varias veces por segundo y luego se pueden analizar combinándolos con las imágenes que graba la cámara. Es un dispositivo bastante corriente que se utiliza para analizar, por ejemplo, cómo la gente lee el periódico, ve la televisión o mira la pantalla del ordenador. Aplicando el eye tracking al fútbol se ha demostrado que, aunque naturalmente depende un poco de cada jugador, como promedio el 46% de los lanzadores miran al portero, el 38% a la portería y solo el 16% al balón.

¿Y esto puede ayudar a un portero a detener la pena máxima? Sí. Investigadores de la Universidad de Exeter demostraron que allá donde miran los lanzadores de penaltis es hacia donde envían el balón en la mayoría de las ocasiones. Incluso demostraron que bajo presión los futbolistas arriesgaban menos y tendían a lanzar el esférico más cerca de la zona de alcance del portero, lo que aumenta considerablemente las posibilidades del cancerbero de parar el esférico. Los guardametas deberían tomar buena nota de ello.

Siguiente pregunta que la ciencia puede ayudarnos a resolver: ¿Es mejor tirar un penalti por la zona alta o por la parte baja de la portería? Los estudios científicos también son contundentes. El porcentaje de aciertos siempre es superior si se lanza por la parte superior. Pero ojo. Esto no significa que disparar un penalti «a lo Panenka», es decir, golpeando el balón suavemente con un disparo parabólico que entre por el centro de la portería, sea la mejor solución. Siempre es preferible imprimir mayor velocidad a la pelota, no sea que el portero elija ese día quedarse parado en el centro de la portería y lo detenga fácilmente.

Resumiendo, la estadística y la psicología dejan claro que los penaltis NO son una lotería. Si alguna vez se enfrentan a una tanda de penaltis no lo duden. En el sorteo elijan lanzar primero. Luego escojan a su mejor especialista para que tire en primer lugar. Después opten por la parte superior de la portería y golpeen con fuerza el balón, preferiblemente por el centro, ya que el portero no va a hacer la estatua por miedo a hacer el ridículo. El gol está casi asegurado… salvo que el guardameta contrario haya leído este libro.

Como han podido comprobar a lo largo de este capítulo, los grandes logros no llegan por casualidad. Cada éxito está sustentado por muchas razones y en estas páginas les he mostrado cómo tras el Barça de las seis copas y la selección española campeona de Europa y del Mundo intervienen, entre otras cosas, ramas científicas tan importantes como las matemáticas, la geometría, la topografía, la fisioterapia o la medicina deportiva. También científicos tan importantes como los rusos Voronói y Delaunay u otros investigadores españoles. Por otra parte, en este capítulo la estadística ha tumbado una de las frases más repetidas en el fútbol. Espero que los jugadores y entrenadores que lean este capítulo no olviden que los penaltis no son una lotería…, y también espero que ustedes vean a partir de ahora el fútbol con los ojos de un científico.