PARTE I ACABAMOS
DE EMPEZAR
DE REFRAIN (1956)
A UN PREMIER AMOUR (1962)

La primera ganadora eurovisiva, igual que el primer éxito internacional eurovisivo, abrió las puertas a un fenómeno mundial, intergeneracional e inagotable.

El primer Festival de Eurovisión se celebró un jueves a finales de mayo en el teatro Kursaal de Lugano. Era 1956 y, aunque los magnetoscopios profesionales estaban en circulación desde el principio de la década, solo se grabaron unos segundos de cada canción. El festival se creó como una versión internacional de San Remo y, al igual que en el festival italiano, cada país presentó dos cantantes y dos canciones, excepto Suiza, que llevó dos canciones y una sola cantante, Lys Assia, que resultaría ser la primera ganadora con el tema titulado Refrain.

Esta primera edición marcó la línea de los siguientes años. Los cantantes eran relativamente mayores y el público, decididamente maduro, con trajes elegantes y un comportamiento correctísimo y respetuoso. Fue en 1960 —cuando se empiezan a recortar las faldas— que se consagra ganadora Jacqueline Boyer, una adolescente hija de dos personalidades de la chanson francesa. Su Tom Pillibi era una canción juvenil, pícara y pimpante, compuesta por André Popp, que ya auspiciaba lo yeyé y que, por lo menos en España, se convirtió en el primer gran éxito surgido del festival. Tal vez no es aventurado decir que fue el aldabonazo europeo para el poder juvenil que dominaría la música durante toda la década. Fue también la primera edición en la que la ganadora del año anterior hizo entrega del premio a su sucesora. La BBC decidió terminar el festival con gran solemnidad: «Good night, Europe», despide la presentadora, mientras sube el telón y aparece Jacqueline en el centro del escenario sujetando su trofeo en medio de una fanfarria apoteósica.

Sin embargo, la corriente musical dominante en la selección de canciones era principalmente europea: del clásico y la opereta al schlager1 y el Oktoberfest, con algunos aires folklóricos y disonancias camufladas bajo la fórmula del baladón sentimental. Pero, ya en Lugano, el alemán Freddy Quinn concursó con un rock&roll, So Geth das Jede Nacht, primerísima aparición de la influencia norteamericana que dominaba el mundo. Ya entonces se empezaba a formar un elenco de artistas suscritos al festival, como Lys Assia, Corry Brokken, Margot Hielscher, etc., que, con el tiempo, incluiría a Siw Malmkvist, Romuald, Udo Jürgens, Kirsti Sparboe, Sandra Reemer, Katja Ebstein, Anne-Karine Strøm de The Bendik Singers o diversos componentes de los austriacos Milestones, que reaparecieron como Schmetterlinge. No nos olvidemos de Mariana Efstratiou, Dana International y, por supuesto, los infatigables Valentina Monetta, de Malta, y Evridiki, de Chipre.

Esta primera etapa eurovisiva se caracteriza por el protagonismo femenino —cinco ganadoras en siete convocatorias— y un tipo de espectáculo de líneas exageradas y erotismo subliminal. Casi todas son morenas, porque el rubio natural en la pantalla de blanco y negro parece moreno, y aún no se había generalizado la costumbre del rubio de bote. La canción popular anterior al rock&roll sigue siendo una circunscripción femenina heredera de las divas del bel canto, el music hall y el cuplé. Grandes voces y grandes orquestaciones. Muchos cantantes con técnica lírica, abriendo la boca en forma de «O», como enseñan en los conservatorios. Van apareciendo los números jazzísticos y pequeñas teatralizaciones de las canciones: ya en 1957, algunos participantes son conscientes de que Eurovisión es más un programa de televisión que un evento musical. El dúo militar danés termina su actuación dándose un beso… Eso sí, después de que el chico ponga un anillo de compromiso en el dedo de su pareja. Se llaman Gustav Winckler y Birthe Wike. La actriz y cantante Margot Hielscher representa a Alemania con la canción Telefon, Telefon contestando, por supuesto, la llamada de un telefonito que tiene preparado en un taburete. Al año siguiente, Margot saldrá a escena con la banda y la coronita de miss, sujetando una pila de disquitos que irá enseñando para ambientar la canción Música por dos peniques.

Decorados rococó y mucha cortesía y corrección en las presentaciones y los votos. Conexiones telefónicas con los jurados y marcadores manuales, a veces manejados con largas picas para el cambio de cifras. Una manera de hacer televisión constreñida por la falta de recursos técnicos y una música anclada orgullosamente en el pasado y la cursilería. Hasta 1966, la televisión italiana envía con toda arrogancia a las ganadoras de su San Remo, como las dos canciones de Domenico Modugno de 1958 y 1959. Y aunque el cantautor se estableció como campeón posteurovisivo con el éxito internacional Nel blu, dipinto di blu (retitulada como Volare seguramente para facilitar la comprensión de los angloparlantes), la RAI no ganó Eurovisión hasta unos años más tarde.

Modugno era ya conocido como actor y cantante cuando compitió en Hilversum, igual que Bautista, Guardiola, Raphael, Massiel, Salomé, Julio Iglesias, Mocedades, Peret y Karina eran primeras figuras en España cuando fueron seleccionados. Las gemelas Kessler, Lale Andersen, Sandie Shaw, Iva Zanicchi, etc., ya eran famosos antes de concursar. Lo mismo que ABBA, grandes figuras en Suecia donde sus cuatro componentes por separado y el cuarteto, ya como tal, habían tenido un éxito, España incluida, con el chispeante Ring, ring de 1973, aunque editada con los nombres de los cuatro componentes: Bjorn and Benny, Anna and Frieda.2

En 1961 surge una de las grandes tradiciones festivaleras: la canción reivindicativa. Ese año, la canción ganadora se tituló Nous les amoureux. Interpretada por el actor y cantante Jean-Claude Pascal —fuertemente influido por Charles Trenet—, habla de una pareja de enamorados perseguida por los «imbéciles y los malvados» que, por fin, encuentra la felicidad durmiendo «en el regazo de Dios», es decir, después de la muerte: una sutil pero reivindicativa metáfora sobre la condena social a las relaciones entre homosexuales que, por el contrario, el cielo ve con buenos ojos y otorga el permiso para «la felicidad y la alegría». Pocos espectadores entendieron su mensaje, pero fue el primer hito de un festival que, si algo ha defendido abiertamente, además de la paz y el amor universal, ha sido la causa LGTBI.

Casualmente, 1961 es el año que elige TVE para enviar a su primera representante, la andaluza Conchita Bautista, con una canción de Augusto Algueró y Antonio Guijarro, Estando contigo, que no tuvo mucha suerte, como tampoco la tuvieron Víctor Balaguer, José Guardiola y Conchita en su segundo intento. Revisando las grabaciones, es fácil percatarse de los siglos de distancia que nos separaban del gusto europeo.

Pero mientras los y las cantantes preparan sus canciones y sus elegantes indumentarias, mientras los espectadores intentamos dilucidar cuáles son nuestras favoritas y los jurados toman sus difíciles decisiones, el mundo sigue girando. Menos de un año después de la celebración del primer festival, se firma el Tratado de Roma que funda el llamado Mercado Común Europeo, origen de la Unión Europea de Maastricht. Francia, Inglaterra, Alemania, Italia... —¡incluso Japón!— disfrutan de sus respectivos milagros y de un gran crecimiento económico.

Un médico polaco descubre en Estados Unidos la vacuna de la polio que se administrará a los niños en un terrón de azúcar. Se desploman los imperios coloniales en África, pero da comienzo la larga y sangrienta guerra de Vietnam, consecuencia indirecta del colonialismo europeo en Asia. Fidel Castro establece una república socialista en Cuba y la crisis del canal Suez agrava la situación en Oriente Medio. En 1957 y 1958, el ejército español libra su última guerra internacional, en los últimos reductos de su protectorado marroquí, la denominada provincia africana de Ifni.

Se ha generalizado el cine en color, y las grandes producciones como Los diez mandamientos (1956), El rey y yo, (1956), Los siete magníficos (1960), etc., conviven con otro cine más oscuro y difícil, como El séptimo sello, (1957). Cada vez hay más televisores en las casas. En la música clásica surgen figuras como Leonard Bernstein, Glenn Gould o Maria Callas, que compiten en popularidad con socialites como Soraya Esfandiary, esposa repudiada del sah de Persia, o Grace Kelly, convertida en princesa de Mónaco por su matrimonio con Rainiero III. Pero el rock&roll se ha transformado en un fenómeno internacional, y cuando en 1963 The Beatles y The Rolling Stones enloquecen a la juventud, se dirá que la música ha cambiado el mundo.