A mimir

Me encantaba la hora de dormir y esperaba ansioso el momento en que mis padres al fin cerraran la puerta y apagaran la luz. ¡Comenzamos! Libre de toda restricción, con mi imaginación alcanzando su trascendental cumbre, mis amigos venían a mí en cuanto me echaba las sábanas sobre la cabeza y abría los ojos. Ese tiempo en silencio entre la oscuridad total estaba lleno de coloridos personajes que aparecían y conversaban, invitándome a todo tipo de juegos, canciones y concursos. Era tiempo que pasaba navegando por los horizontes de tierras místicas. Era entonces que vibraba completo, real y totalmente satisfecho. Era un trance de éxtasis. Es la sensación que he buscado toda la vida. La conexión con el espíritu. Esas horas que pasaba con mis amigos imaginarios era Dios hablándome; y si ese es todo el Dios que existe, es suficiente para mí. Los papás eran la kriptonita del Superman de ese increíble mundo, y cualquier señal de ellos podía hacerlo derrumbarse.