Primer primera primero

En primer grado me gustaba mi compañera Molly. Ay, qué bonita era, con esa forma fresca y confiada con la que levantaba su bicicleta del soporte, esa cierta magia en su piel, el cabello cayéndole sobre los ojos, el sonido de su risa despreocupada rebotando por los pasillos. A la hora de la siesta, cuando atenuaban las luces fluorescentes y nos recostábamos en tapetes en el piso del salón, observaba por debajo de su falda los coloridos patrones de su ropa interior. Pensaba que era lo más bello que había visto en mi vida. Me acurrucaba en mi cobija, reconfortado por la dulce y gentil feminidad.