Capítulo 4

Ivy

Desde que murió mi abuela, mi vida ha pasado por muchas etapas: pasé de vivir unos días con Payton —a la que admiro y adoro—, a convivir con Alison en Chevy Chase —donde, aunque seguía manteniendo mi pequeño círculo de amigas, me sentía una incomprendida—, para finalizar viviendo durante un pequeño tiempo de nuevo con Payton y mi tío Clark. Esa etapa de mi vida ha sido, sin duda, desde el fallecimiento de mi abuela, la más feliz hasta que de nuevo pude compartir casa con mi madre.

En la actualidad, somos una familia, pero apenas nos vemos. Mi madre trabaja una media de catorce horas diarias y mis estudios me ocupan casi toda la tarde. Alguna vez paso por la pastelería y le echo una mano, pero, por más que toda la familia le hemos insistido en que debe contratar personal, lo único que hace es poner pegas con el dinero, pero creo que ése no es el problema; a mí me parece que mi madre se ha vuelvo bastante desconfiada y no se deja asesorar por nadie.

—Hola, cariño... —me saluda cuando llega.

Hoy parece feliz y me sorprende que haya venido antes.

—¿Ha pasado algo? —inquiero, extrañada.

—Sí, hoy me he desmayado. Si no llega a ser por Elliot... —Arrugo la cara al oír su nombre, aunque diría que ella no se ha percatado—. La cuestión es que me he dado cuenta de que todos teníais razón. Necesito a alguien que me ayude, sola no puedo.

«¡Vaya! Ha tenido que venir el abogado para que se baje del burro», pienso, bastante molesta.

Toda su familia llevamos semanas diciéndoselo y hoy se lo dice él, un hombre que no tiene nada que ver con nosotros, y le hace caso. ¡Habrase visto!

—Mamá, hace tiempo que te lo estamos pidiendo.

—Lo sé, hija, y siento no haberos hecho caso... Mañana mismo pondré un anuncio. Por cierto, ¿qué tal va todo en los estudios?

«¿Quién es esta mujer? ¿Seguro que con el desmayo no se ha caído y se ha dado un golpe fuerte en la cabeza?», me pregunto.

Ella no es de las de interesarse por cómo va todo, no últimamente. La única persona que está pendiente de mí es Payton, a la que a veces considero más como una madre y no la mía propia; simplemente creo que, a ésta, el puesto le queda un poco grande. Nunca ha ejercicio como tal, pues siempre fue mi abuela la que se ocupó y preocupó por mí.

—En breve tengo dos exámenes y, por lo demás, ya sabes que bien.

—¿Ninguna chica importante? Sabes que puedes confiar en mí.

¿En serio me está haciendo esa pregunta? No sé a qué viene todo esto, pero me da que tiene que ver con ese tipo.

—No, mamá. No hay ninguna chica que me interese, por el momento... y si ya se ha acabado el interrogatorio, me voy a la cama.

—Cariño, no te lo tomes a mal. Sólo quería saber un poquito más de ti... Apenas nos vemos.

Estoy tentada de contestar a ese comentario, pero he decidido no hacerlo. La única culpable de esta situación es ella.

—Cuando contrates empleados, estoy segura de que tendrás más tiempo —le respondo con mala baba—. Dale las gracias a Elliot de mi parte —añado con ironía—. Buenas noches, mamá.

—Buenas noches, Ivy.

Le doy un beso en la mejilla y me voy a mi cuarto. Antes de acostarme le escribo un mensaje a Payton. Generalmente siempre le doy las buenas noches y le cuento cómo me ha ido la jornada. Ella también suele hacerlo. Se ha convertido en una costumbre. Aunque a veces no nos contestemos hasta el día siguiente, depende de la hora en la que mi madre decida aparecer por casa. Payton siempre tiene unas bonitas palabras para mí de buenas noches y de aliento... y también de ánimo respecto a la chica que me gusta. Porque, sí, hay una chica; una que, aunque ella no sepa que existo y le gusten los chicos, me parece preciosa. Sé que nunca podrá ser, pero, como me dice Payton, soy una adolescente, la vida da muchas vueltas...

Me tumbo en la cama, cierro los ojos y, con la imagen de Briana en mente, me quedo dormida.

 

* * *

 

Han pasado varios días desde la conversación que mantuve con mi madre sobre que iba a contratar a alguien por fin. Hoy, cuando salgo de clase, me sorprendo al ver a mi padre —del que hace tiempo que no sé nada— en la puerta del instituto.

—¡Papá, qué alegría verte! —exclamo.

La verdad es que sé lo que pasó entre mis padres, que él la engañó. No actuó nada bien, pero quiero a mi padre y, aunque conmigo tampoco actuó correctamente, tengo que reconocer que ella tampoco se comportó como una madre ejemplar, dejándome a cargo de mi tío y su novia. Si me pusiera en plan dura, no tendría que perdonar a ninguno de los dos, por lo que no puedo hacer más que perdonarlos a ambos.

—¡Ivy, cariño! ¡Lo mismo digo!

—¿Qué haces por aquí? —le pregunto, confusa.

—Pasaba por la zona y he decidido venir a hacerte una visita. Hace mucho tiempo que no estamos juntos.

—Tienes razón... ¿Tomamos algo? —le propongo, algo intimidada.

Con él nunca sé si sólo pretende estar conmigo diez segundos o quiere que pasemos la tarde juntos.

—Claro, por supuesto.

Nos dirigimos a una cafetería cercana al instituto y los dos nos sentamos. Él me mira, expectante.

—Dime, Ivy, ¿qué tal va todo?

—Ya sabes... Muchos exámenes, deberes...

Se queda un instante callado; no sé, imagino que quiere preguntar por mi madre.

—Ella está bien —intervengo—. Ha hecho realidad su sueño y ahora está desbordada de trabajo.

—Sabía lo de la pastelería. Me alegro mucho por tu madre, Ivy. Aunque no lo creas, en el fondo le tengo mucho cariño. Ambos hemos estado muchos años juntos.

—¿Puedo hacerte una pregunta, papá?

—Claro, hija. Dispara.

Siempre ha sido algo que me ha provocado curiosidad. Creo saber lo que pasó. Mis padres metieron la pata y mis abuelos los obligaron a casarse y tenerme. Imagino que ninguno de los dos quería hacerlo.

—¿Tú querías a mamá?

Su semblante cambia; sin duda no se esperaba esta cuestión y ni siquiera sabe cómo abordarla, aunque a estas alturas de mi vida diría que ya sé la respuesta; no me va a sorprender.

—Papá, sólo quiero que seas sincero, no va a molestarme lo que me cuentes. Es más, necesito saberlo para liberarme de otra carga en mi camino.

—Está bien, Ivy. La respuesta es no. Tu madre no me gustaba. Sólo me acosté con ella por una apuesta y, como estaba borracho, no usamos ninguna protección. El resultado fuiste tú. No voy a decir que no me arrepienta, hija, pero tú eres algo bonito que salió de todo ese error y, aunque he sido un padre nefasto, para qué negarlo, me gustaría que, como ahora, de vez en cuando pudiéramos seguir viéndonos. Me siento solo... A veces pienso que he sido un patán por hacer las cosas tan mal —concluye con pesar.

—Claro, papá. No te preocupes por nada. Podemos vernos cuando lo desees. Nadie es perfecto, y sobre todo te agradezco la sinceridad. Últimamente no es lo que recibo de los mayores que me rodean; sólo la abuela era honesta conmigo y, aunque todos consideréis que soy una niña, ya soy mayor. Y, ahora, para ser justa contigo, quiero decirte una cosa: me gustan las mujeres.

Mi padre me mira, sorprendido, analizando mi afirmación. Durante un rato se mantiene callado y después contesta.

—Me parece bien, hija... Es tu vida y tú decides cómo vivirla; lo único que quiero es que seas feliz.

Me sorprende que lo haya asimilado tan bien y rápido. Mi madre me miró como si fuera un bicho raro; aún creo que siente que lo soy. Por eso no le cuento nada de mis sentimientos.

—Gracias, papá. Te quiero.

—Y yo a ti, hija.

Le doy un abrazo, continuamos charlando un rato más y después me acompaña a la parada de autobús. Mamá me comentó que podía quedar con él cuando quisiera, pero que nunca le dijera dónde vivíamos, y tengo que respetar su deseo. Su relación no fue fácil y lo entiendo, ambos fueron obligados a casarse por mi culpa. Ahora me queda claro que soy un error; quizá por eso esté tan mal y me gusten las chicas. A veces me lo planteo... Soy rara, diferente a casi todas mis compañeras, apenas me relaciono con nadie...

Cuando llego a casa, llamo a Payton; necesito un poco de apoyo.

—Hola, cielo. ¿Estás bien? Hoy me llamas muy pronto.

—Hola, Flower —la saludo. Así la llama mi tío y, desde que me enteré, me gusta hacerlo, aunque no siempre me sale—. La verdad es que hoy tengo un día extraño... Mi padre ha venido a buscarme a la salida de clase.

—¿Y? ¿Todo bien? —inquiere de manera atropellada.

Imagino que quiere saber qué ha sucedido.

—Sí, claro, todo bien. Pero le hice una pregunta...

—Vamos, Ivy. ¿Por qué tanto misterio? —me regaña.

Tiene razón, estoy siendo bastante lenta hoy en contarle lo sucedido, simplemente porque no me siento cómoda.

—Mi padre me ha confirmado lo que yo sospechaba: nunca ha querido a mi madre... y yo fui una niña no deseada.

Payton suelta un largo suspiro, supongo que sopesando las palabras que va a decirme, y yo espero impaciente al otro lado del teléfono. Hoy más que nunca necesito oír algo alentador que me haga sentir mejor.

—Cariño, entiendo que lo que tu padre te ha dicho te haya hecho sentir mal, pero, si te sirve de consuelo, es mucho más duro saber, por ejemplo, que, en el caso de tu abuelo, tanto tu madre como tu tío fueron hijos deseados y, después, los abandonó. Quizá no fueras una niña buscada, pero tus padres te quieren, aunque en ocasiones no te lo demuestren. A veces sus trabajos no les permiten estar todo el tiempo que quisieran contigo, pero no dudes ni por un instante que lo hacen. Siéntete afortunada de tenerlos a tu lado. —Hace una pausa y entiendo bien por qué lo dice; ella perdió a su padre en un accidente de coche siendo muy joven—. Que entre tus padres no hubiera amor también es complicado de asimilar, no lo niego, por eso ahora mismo no están juntos. Es lo mejor para los dos, así los dos pueden rehacer sus vidas; son jóvenes y ambos pueden encontrar la felicidad. Y tú, mi vida, tienes que sentirte dichosa, porque eres una jovencita maravillosa, que nos haces a todos muy felices. Así es que no dudes ni por un segundo que hay gente que te quiere, porque a mí me has colmado de dicha desde que te conocí y ya no concibo mi vida sin ti.

Esas palabras hacen que mis ojos se llenen de lágrimas; realmente necesitaba oír algo tan bonito como lo que me acaba de decir Payton. Siempre sabe estar en los momentos precisos. Sé a ciencia cierta que, el día que sea madre, será la más maravillosa que pueda haber sobre la faz de la Tierra.

—Gracias, Pay. Te quiero.

—Y yo a ti, cariño. Sabes que me tienes aquí, para cuando me necesites.

—Lo sé.

Me despido de ella y cuelgo el teléfono con una sincera sonrisa para volver a centrarme en mis estudios. Ahora sé que la vida me ha quitado a mi abuela, pero a cambio me ha dado algo bueno, a Payton, que es un gran apoyo, igual que lo era ella.