Observando el paisaje que encontramos día a día podemos darnos cuenta de que el jardín moderno no siempre responde a los cánones de belleza y difícilmente se integra en el entorno. Encontramos muchos jardines, pequeños o grandes, realmente sucios, en donde crece una mezcla de plantas, mal distribuidas, de diferentes procedencias y claramente incompatibles (desde la hierba de la pampa hasta especies de imprevisibles tonalidades verdes); o bien jardines constituidos por pequeños «cuadrados» en donde predomina el anonimato representado por una serie repetitiva de vegetación.
Ya a principios del siglo XIV, Pier de Crescenzi, en su tratado Liber ruralium commodorum, dedicaba un capítulo al proyecto del jardín, sobreentendiendo que se trataba de un bien necesario y, por lo tanto, destinado a todos los individuos independientemente de su clase social. En este tratado, difundido y traducido a todas las lenguas occidentales, se dan las pautas para construir tres tipos de jardines, que, según la superficie, pueden estar destinados a cualquier categoría social, combinando felizmente el factor utilitarista y el estético. Si el jardín propuesto para los más ricos corresponde a una superficie de más de 5 ha (50.000 m2), el más pequeño, para gentes con menos posibilidades, hoy en día sería más grande que la mayor parte de nuestros jardines.
Y, sin embargo, los principios de delimitar la superficie con un cercado cubierto de trepadoras y colocar plantas ornamentales en la entrada principal de la casa, dejando aparte el huerto y el vergel, siguen siendo todavía hoy los fundamentos principales del arte de la jardinería.
Las modestas superficies de terreno que rodean las casas modernas no deben considerarse como algo extraño a los habitantes de la vivienda. Es más, proyectar el jardín para uno mismo y para la familia es como preparar una habitación para hacerla agradable y confortable. Y para ello hace falta destinar un presupuesto.
Actualmente, a diferencia de épocas pasadas, el jardín ha de convertirse en la prolongación de la vivienda, es decir, en un espacio para poder llevar a cabo actividades caseras o sociales durante todo el año.
Conocer los estilos que se han ido sucediendo, la tradición local y la arquitectura del paisaje evita las incongruencias estéticas y, al mismo tiempo, permite aprovechar el confort y las ventajas de un lugar agradable y con buenas instalaciones. Los grandes arquitectos paisajistas, que hoy en día se conocen como garden designers o landscaper architects, se dedican a la elaboración de los proyectos de los grandes parques urbanos abiertos al público y a la adecuación de los grandes espacios que rodean los conjuntos residenciales y los edificios públicos. El Reino Unido, dada su gran tradición popular de jardinería, es el único lugar donde los paisajistas también se prestan a la elaboración de los proyectos de pequeñas superficies de viviendas unifamiliares. En España esta tradición no existe, y, por lo tanto, el proyecto del jardín familiar es una actividad desarrollada por aficionados que desean crear un ambiente vegetal a medida, o bien por los centros de jardinería, que muchas veces siguen criterios preestablecidos que se traducen en la realización de jardines de modo repetitivo. Sin ir más lejos, a menudo la elección de la vegetación arbórea y arbustiva les viene dictada por la disponibilidad del momento en el propio vivero, sin atender ni a criterios estéticos ni de cultivo.
Afortunadamente, hay profesionales con experiencia, habilidad y pasión por la jardinería que son capaces de crear en cualquier lugar pequeñas joyas naturales. Este es el primer consejo: elegir un buen centro de jardinería donde comprar las plantas y obtener las indicaciones adecuadas acerca de sus características y mantenimiento.
La falta de tiempo para dedicarse al jardín hace que muchas familias opten por soluciones del siguiente tipo:
♦ césped de fácil mantenimiento (sólo se necesita un cortacésped);
♦ se descartan todas aquellas especies, sobre todo las perennes y los arbustos, que exigen atenciones y cuidados particulares y programados;
♦ colocación de plantas herbáceas anuales, de floración escalonada, en espacios muy limitados y marginales;
♦ uso cada vez más frecuente de contenedores para poner plantitas cada primavera;
♦ uso abundante de plantas rastreras;
♦ plantación de árboles de tallo alto y porte bien definido, de crecimiento lento, que prácticamente no requieren mantenimiento durante años.
La familia difícilmente podrá disfrutar de un jardín de este tipo, puesto que su único objetivo es satisfacer la visión del observador externo.
Es importante destacar que para proyectar un jardín nuevo, para reestructurar uno ya construido o para preparar una terraza, hace falta siempre la participación de las personas que viven en la casa y que «habitarán» el jardín.
Antes de elegir las especies vegetales y de distribuir la vegetación en el terreno, hay que efectuar una observación del ambiente global. En realidad no existe el jardín ideal, sino un «ambiente» en donde es posible «insertar» un jardín, al que hay que adaptarse mirando a su alrededor, observando e imitando la naturaleza que lo rodea. Para realizar correctamente un jardín, ante todo hay que tener en cuenta:
♦ el clima de la zona, para elegir, entre las especies vegetales más idóneas, las que se adapten mejor a las preferencias personales;
♦ el recorrido solar respecto al terreno, para determinar los puntos más soleados o más umbríos, y distribuir las plantas en función de sus exigencias;
♦ las obligaciones marcadas por la propia estructura de la vivienda: el acceso, la presencia de terrazas, pórticos y otras aberturas al exterior;
♦ la presencia de instalaciones ya realizadas, el recinto, las tomas de agua, los depósitos y los desagües.

Sobre el suelo embaldosado se puede colocar una glorieta móvil con cubierta de lona impermeable

Las estructuras fijas de madera u otros materiales se pueden instalar directamente sobre el césped
Para trabajar en el diseño del jardín es conveniente utilizar papel, a ser posible milimetrado. Allí se representarán la planta de la casa, los elementos fijos y el perímetro de la superficie cultivable. No todos los jardines son cuadrados o rectangulares, ni tampoco todos están situados en terreno llano.
Un buen punto de partida puede ser la planimetría del terreno y de la casa, que son componentes fundamentales del proyecto de la vivienda. Si la superficie externa es suficientemente amplia, hay que dividir el terreno en «zonas» con diferentes funciones:
♦ un área de servicio, cerca de la casa, pavimentada parcialmente, en donde se puede instalar una pérgola (o una carpa móvil), según la arquitectura de la vivienda. Puede servir para hacer barbacoas, como prolongación de la cocina o para otras muchas actividades diarias. El acceso a este punto debe ser fácil desde el interior y, preferiblemente, debe quedar apartado de la vista desde el exterior;
♦ el espacio para juegos en la zona más visible desde dentro de la casa. En esta área debe haber puntos pavimentados y otros destinados a vegetales que no tengan pinchos o espinas, ni tampoco frutos u otras partes venenosas o tóxicas; en cambio, se buscarán plantas rústicas y resistentes que soporten los embates de los juegos infantiles;
♦ una zona de descanso, en un rincón resguardado, con asientos, bancos y otro mobiliario, bajo la sombra de un gran árbol, una pérgola o un emparrado.
La colocación de macetas de diferentes dimensiones, para plantas arbóreas, frutales o con especies anuales o perennes, es una decisión que puede aplazarse. Además, siempre hay que contar con la posibilidad de que, con los años, la función del jardín pueda experimentar modificaciones, según las necesidades familiares, sin que por ello se tenga que rehacer totalmente. Así pues, es aconsejable no proyectar solamente en función del presente inmediato, sino tener en cuenta posibles variaciones en el futuro.
Una superficie pequeña no permite la diferenciación en sectores con funciones diferentes. En este caso, son preferibles las instalaciones móviles y se valorará la distribución de la vegetación de modo que se aproveche la superficie al máximo, según las necesidades de cada momento.
Una vez decididos los criterios prácticos y estéticos en que se basará la elección de las especies vegetales, divididos los espacios y valorada la superficie total disponible, surge la necesidad de considerar el paisaje de los alrededores, tanto el agrario como el arquitectónico.
Por ejemplo, una vivienda situada entre otras construcciones tendrá un jardín diferente al de una casa aislada o al de una villa antigua. Habrá que tener en cuenta las características de las viviendas contiguas, ya que nuestro jardín no debe estar en contraste directo con la realidad que lo rodea. Normalmente, en los casos en que esto ocurre, la impresión del observador es siempre negativa. En este mismo sentido, en las casas de montaña, en las proximidades de un lago o del mar, en donde el panorama llama la atención, la distribución de las plantas del jardín no deberá esconder el paisaje, sino todo lo contrario, es decir, se deberá buscar un efecto de sintonía con la belleza del medio natural. Y a la inversa, si la vista es poco agradable, habrá que «aislar» el jardín en la medida de lo posible.

Zona de descanso con mobiliario protegido por un simple emparrado de vid de Canadá

La falta de cierre perimetral y el extenso césped dejan que la mirada conquiste la naturaleza
Equipamiento exterior y pavimentación
Si, como se ha dicho anteriormente, el jardín pretende ser una «estancia» más de la casa, entonces debe necesariamente adecuarse a su estilo. Los exteriores de la casa suelen depender de las características del lugar, y, por lo tanto, los materiales utilizados para los cercados, la pavimentación, etc. son aquellos de los que se tiene más disponibilidad en la zona. De todos modos, actualmente no es difícil encontrar el material idóneo gracias a la facilidad de transporte y al precio económico de muchas manufacturas de cemento, que pueden adecuarse al estilo de la casa y aportar una solución cómoda y práctica.
Otro aspecto muy importante es el tipo de pavimentación de las vías de acceso y de las superficies de servicio, que, incluso en un jardín pequeño, suelen ocupar mucho espacio. La zona destinada al descanso no debe ser excesivamente anónima y llana. Se puede dar «movimiento» creando superficies en distintos niveles, alternando material duro y vegetación de crecimiento espontáneo con parterres de colores variados.

Césped y setos floridos, algún que otro arbusto en maceta y una pared lateral verde funden el jardín con la naturaleza
Hoy en día los cercados hechos con muros altos han pasado a la historia. Pese a aislar menos del exterior, los cercados con orificios (de cualquier material y forma) resultan más «ligeros» y pueden ser un complemento para la vegetación.
En una zona poco interesante desde el punto de vista paisajístico, próxima a vías de mucho tráfico o a grandes edificios, se deberá optar por un seto impenetrable, que puede llevarse hasta la altura deseada. Este mismo tipo de seto puede ser útil para proteger, dentro del jardín, un rincón «privado», como por ejemplo una piscina o un solárium. El seto no tiene por qué estar formado necesariamente por una única especie vegetal. Una combinación agradable de plantas de hojas de diferentes colores o con flores de distinto color y a distinta altura puede aligerar y dar color a la «barrera».

Un gran seto delimita el jardín y cierra la visión del exterior; por encima, sobresale sólo un campanario
Distribución y elección de los elementos vegetales
Una vez hayamos situado en el plano todos los puntos referentes a las instalaciones fijas, podemos empezar a definir la distribución de la vegetación.
En primer lugar, habrá que decidir si se quiere un jardín «abierto», disponiendo las plantas de modo que guíen la mirada hacia un fondo apreciable por su belleza, o bien un jardín «cerrado», aislando el ambiente externo y obligando a que la mirada se pose en un punto de atracción interno, que puede ser una planta arbórea de características peculiares (araucaria, sauce de Babilonia o tortuoso, magnolia, gynko) o un accesorio arquitectónico original (una fuente, un monumento, etc.). Lo ideal es tener la posibilidad de mirar más allá del jardín, porque hacerlo proporciona la sensación de gran espacio. Otra forma de hacerlo es a través de la disposición de las plantas o manipulando la conformación del terreno. En este sentido, crear desniveles y escalonamiento en el césped alarga la perspectiva. Este efecto se obtiene distribuyendo gradualmente la vegetación según la altura.

Setos informales con matorrales agradablemente combinados y hojas de colores distintos; en primer plano las hojas rojas marrones del Berberis
La enorme variedad de árboles, arbustos, setos, plantas perennes y anuales, de origen local o exóticas, pero bien aclimatadas a nuestras latitudes, ofrece una vasta posibilidad de elección. Es importante no dejarse influenciar por recuerdos o comparaciones, sino ajustarse a las condiciones reales de nuestro terreno.
Actualmente, un árbol, sea de la especie que sea, tiene un coste bastante notable y, a pesar de que se puede fraccionar el pago, no debemos dejarnos llevar por el impulso del primer momento o por una simple moda, porque luego quizás nos arrepintamos amargamente.
En los jardines modernos, que generalmente no superan los 800-1.000 m2, no caben muchos árboles de tronco alto que necesitan superficies considerables. Un cedro del Líbano o un castaño de Indias necesitan mucho espacio para desarrollar todo su potencial, y son más adecuados para parques, villas grandes o jardines públicos. Esto no significa que haya que renunciar a tener algún árbol bello, del grupo de las coníferas o de las latifolias, aunque, eso sí, eligiendo una especie de dimensiones más contenidas. El porte natural del árbol permite modificar la sensación del espacio: para dar esbeltez a una casa baja se pueden escoger especies vegetales de formas estiradas. En forma de columna encontramos cipreses preciosos, tuyas, chopos cipresinos, carpes y hayas.
Y, por el contrario, para suavizar ángulos o «bajar» casas demasiado altas, se puede recurrir a copas cónicas, de parasol o péndulas.

Un viejo nogal se convierte en el punto de atracción alrededor del cual se construye el jardín
LAS FORMAS DE LAS CONÍFERAS

1. Juniperus «Skyrocket»; 2. Chamaecyparis lawsoniana «Columnaris»; 3. Chamaecyparis lawsoniana «Ellwodii»
TIPOS DE PORTE DE LAS ESPECIES ARBÓREAS

1. columnar; 2. piramidal o escalar; 3. parasol; 4. caído o péndulo; 5. expandido o natural

1. Chamaecyparis obtusa «Nana»; 2. Picea excelsa y Abies spp.; 3. Cedrus deodara «Aurea» y «Fitlantica»; 4. Abies concolor

1. cónico u ovoidal; 2. globoso; 3. postrado (arbustivo)

El tronco de lagerstroemia destaca, sobre todo en invierno, por su estriado rojizo
En el caso de construcciones especialmente irregulares, se pueden crear contrastes con plantas arbóreas de porte riguroso y simétrico, por ejemplo de forma piramidal.
Aunque tengan pocas expectativas de crecimiento y sean de especies capaces de aguantar drásticas intervenciones de poda, no es conveniente colocar plantas arbóreas cerca de la casa, por múltiples razones:
♦ el desarrollo de las raíces puede provocar inconvenientes en los suelos de las estancias más próximas;
♦ la caída de la vegetación (frutos, ramas y hojas) puede atascar las canaleras y los desagües;
♦ ocultan la estructura arquitectónica de la casa;
♦ proyectan un exceso de sombra en el interior de la vivienda, con el consiguiente aumento de la humedad.
Este último punto es importante en las regiones septentrionales, en donde el calor dura poco. En las regiones calurosas, para protegerse del calor y de la luz, es preferible utilizar emparrados con plantas trepadoras, en lugar de «dar sombra» con plantas de tallo alto. Si se desea colocar un árbol cerca de la casa, habrá que prever su desarrollo final y plantarlo a una separación que tenga en cuenta el perímetro máximo que puede alcanzar.
Este cálculo nos evitará tener que recurrir a la poda, o incluso cortar el árbol a los pocos años.
En la elección de la especie arbórea se valorará la coloración de las hojas, que parte del verde intenso y alcanza tonos delicados y abigarrados de amarillo, rojo y blanco, la ligereza de las hojas, que se obtiene eligiendo especies de hojas pequeñas, de peciolo largo o muy dentadas, la disposición de las ramas en las variedades péndulas o retorcidas, y el color del tronco.
En la decisión de plantar una especie y no otra puede influir la época de floración o la coloración de las flores, el tipo de frutos o las variaciones cromáticas estacionales.
El aspecto olfativo también interviene en la elección de las especies arbóreas. Los delicados perfumes que se mezclan con la fragancia de la primavera o que estimulan agradablemente el olfato en las cálidas noches de verano, son propios de las regiones mediterráneas y de muchas plantas de la tradición europea, que, después de un largo tiempo en el olvido, vuelven por sus características a los jardines modernos.
El tiempo es un factor importante en el estado de salud de los árboles. Hay algunos preciosos (tilos, chopos, abedules, algunos arces) que tienen la madera del tronco muy blanda y susceptible de ser atacada por los insectos xilófagos; además, en pocos años pueden sufrir grandes daños.
La niebla es otra circunstancia climática que puede deprimir el aspecto estético de la vegetación más delicada.
La combinación de color y perfume se puede lograr también con arbustos, formando bancales pintorescos o completando el sotobosque de las especies arbóreas. En este caso también podemos jugar con los colores vivaces y los tonos pastel, creando rincones sugestivos y de fácil mantenimiento.

Entre el verde brillante de las hojas, en verano aparecen los racimos rojos de arándanos

Combinación de colores y perfumes: el violeta de la lavanda acompañado con el rojo naranja de los frutos de Cotoneaster

Las diferentes tonalidades verdes de aucuba, Chamaecyparis, Cupressus, hiedra abigarrada y ligustro
Con sólo 50 m2 de terreno delante de la casa se puede crear un jardín práctico y agradable. En este caso habrá que descartar de entrada la presencia de árboles de tronco alto y decantarse por especies arbustivas para el contorno. Asimismo, conviene sustituir el césped por un pavimento elegante, en donde se insertarán algunos cuadrados de tierra, preferiblemente a niveles diferentes, que se llenarán con plantas rastreras o pequeñas anuales de flor. Una alternativa podrían ser pequeños parterres y grava en donde se colocan macetas con plantas anuales o enanas de fruto y ornamentales, o también arbustos (hortensias, rosas o lilas). La opción de tener la vegetación en macetas ofrece la posibilidad de cultivar en climas septentrionales plantas típicamente meridionales (plantas crasas, palmas, helechos y algunas plantas clásicas de interior), porque al llegar el frío pueden ponerse a resguardo.
La disposición de estructuras de desarrollo vertical puede aumentar la perspectiva de un ángulo o acompañar elegantemente una rampa de cemento.
También puede considerarse pequeño un jardín de 300 o 400 m2 de superficie, aunque estas dimensiones ya permiten hacer un mayor uso de plantas arbóreas y arbustivas. En este caso, la presencia de césped se convierte en un factor importante a cuyo alrededor giran el resto de la vegetación y los accesorios del jardín.
En lo que se refiere a las especies vegetales, dada la escasez de superficie, se puede realizar un bonito jardín con plantas interesantes y duraderas, aunque costosas. Habrá que elegir entre las muchas variedades de arce («Striatum», «Palmatum», «Grosseri hersii», «Laciniata vieri»), de arbutus, de abedul («Verrucosa», «Papyrifera», «Pendula»), de acacia, de ciruelos ornamentales o también Salix, Morus, Sambucus, Sorbus, Cercis. En el grupo de las plantas persistentes hay muchas coníferas, algunas magnolias, olivos, todas ellas plantas que no superan los 4-8 m de altura máxima.

Proyecto de un jardín pequeño

En espacios pequeños se puede colocar sobre la grava macetas con variedades de Coleus o con un solo arbusto de verónica
Aunque es una práctica actualmente en desuso, en estos espacios también se puede colocar una única planta en el centro del terreno, pero debería tratarse de alguna realmente excepcional o que ya se encontrara allí antes de la construcción del jardín. A este respecto, cada vez es más frecuente observar la presencia central de un arbusto conocido como hierba de la pampa (Cortaderia selloana). Sin restar cualidades a la vegetación de esta especie, creemos que esta «atracción» podría distribuirse por otros puntos del jardín o utilizarse en zonas con otro clima. Es mucho mejor disponer en uno de los lados, en la parte opuesta al camino de entrada o en posición norte —para evitar el exceso de sombra en el césped—, un parterre formado por un grupo de plantas de la misma especie o de especies diferentes, pero con características ornamentales coherentes. La disposición de un grupo de vegetación arbórea en lugar de una única planta permite, entre otras cosas, aprovechar más la sombra. Sin embargo, recordemos que al cabo de pocos años habrá que suprimir los tallos más débiles para favorecer el crecimiento de los más fuertes, o al contrario, eliminar el más vigoroso y conservar los tallos más pequeños, con el fin de evitar una acumulación desordenada de la vegetación.
Si la superficie del jardín es reducida, resulta indispensable controlar la cantidad de plantas y arbustos. Si el recinto se delimita con un seto tupido y persistente (el típico laurel real, pero también el boj, el ligustro, la fotinia, el tejo, el enebro), conviene repartir alrededor del césped arbustos de flor buscando la originalidad, formando incluso grupos específicos de floración escalonada que alegren y den vida al espacio: por ejemplo, sólo acidófilas (camelias, rododendros y azaleas) o rosas, hortensias, potentilla, Philadelphus, etc. Si se prefiere el aspecto otoñal, habrá que escoger arbustos de vegetación abigarrada y con fructificaciones llamativas (Crataegus, Pyracantha, Elaeagnus, Aucuba).
Hoy en día, tanto para quien se inicia en la jardinería como para quien disfruta del jardín sin tocarlo nunca, es aconsejable reproducir algún estilo concreto.
En las localidades en donde abunda el agua se puede crear un pequeño jardín japonés. Las especies idóneas serán el arce rojo, los ciruelos de flor, las hayas pequeñas y un bosquete de bambú (cuidado: puede convertirse en una invasora), delimitado con un cordón de piedras. Las estructuras del contorno tendrán que ser de madera y piedra, y la distribución de las plantas será mejor, desde el punto de vista estético, si se realiza en una superficie «con movimiento».
En los jardines llanos y uniformes se pueden plantar setos bajos de boj, santolina u otro arbusto perfumado con hojas de colores diferentes, para recrear, en pequeño, el estilo italiano. Entre los pasillos de grava se pueden preparar pequeños rincones con parterres de flores y plantas arbóreas enanas en maceta, también de colores vistosos, dispuestas de forma regular y geométrica (coníferas, hayas, carpes, cítricos, arces). Y así se podría continuar infinitamente, combinando estilos con gracia y ligereza, sin llenar los espacios a toda costa, sino plantando lo esencial para formar la estructura de base y luego «vivir» el jardín durante algunos años, para que se manifiesten las posibles carencias y después poderlas remediar.

Pequeño jardín con césped como elemento dominante. En este caso se pueden utilizar arbolillos con hojas coloreadas

Una pequeña área verde delante de la casa: la bordura de flores enmarca los abetos plateados

En este pequeño jardín, la vegetación gira en torno al abeto plateado
El parque de una gran villa, donde casi siempre hay importantes instalaciones fijas, como piscina, solárium u otros equipamientos, ha de estar en consonancia con la importancia y el estilo de la vivienda. Otro caso puede ser el jardín de un caserío, en donde alrededor de la casa hay una amplia superficie, a menudo sin estar cercada, que se funde con los campos de los aledaños.
La preparación de estos jardines ofrece la posibilidad de recurrir a varios estilos y combinar con elegancia lo formal y lo informal. Junto a los árboles altos de dimensiones consistentes (magnolias, especies de flores grandes, hayas, encinas rojas, araucarias, cedros), colocados a la distancia adecuada para que enmarquen la fachada o la parte posterior de la casa, se pueden crear cuadrados que conduzcan a la entrada principal y construir algún «apartado» para separar o aislar los rincones de ocio. En todas las zonas tienen cabida especies distribuidas en función de sus características ornamentales y de cultivo. Si el cercado tiene un aspecto imponente, no conviene cargarlo con un exceso de vegetación, sino que habrá que aligerarlo con trepadoras o arbustos, distribuidos estratégicamente, que en verano den flores: Clematis, glicinas, jazmines, pasiflora o buganvillas, o también lagerstroemias y bignonias.

Proyecto de un jardín grande

Un seto abierto de Berberis separa los distintos espacios de ocio en un jardín grande
La ausencia de una separación clara entre el jardín y el espacio de los alrededores —por ejemplo, cuando el jardín continúa con el viñedo, el vergel o los campos de cultivo— permite resaltar la arquitectura de la casa, uniformándola con el paisaje. En cuanto a la relación entre casa y vegetación, recordemos que un revestimiento claro se valoriza con tonalidades cromáticas oscuras de la vegetación, y viceversa, las paredes oscuras destacan en presencia de especies de hoja ligera y de color vivaz.
Si se dispone de agua suficiente se puede adecuar un estanque con la correspondiente vegetación acuática. Asimismo, se puede crear un rock-garden, rincones pintorescos con arbustos de colores o en constante floración, zonas destinadas a flores para cortar o a rosales, cítricos o bellísimas borduras de plantas anuales o perennes, con colores y perfume. Y si el espacio lo permite, existe la posibilidad de tener un huerto y un vergel.
Entre la infinidad de plantas comercializadas, elegiremos las que producen flores y perfumes a lo largo de todo el año, desde el calicanto invernal o el eléboro, hasta los distintos jazmines, rosas, lavandas, laureles, baulecas y otras. Se pueden formar grupos con plantas de flores de diferentes colores, pero de crecimiento y desarrollo homogéneos. Los bosquetes, los matorrales y los parterres quedan amalgamados por el césped, que puede insinuarse entre los diferentes grupos, «ligando» y confiriendo elegancia al conjunto. Un jardín espacioso estructurado de este modo refleja el estilo inglés, caracterizado por la degradación de la vegetación hacia el césped, en cuyo alrededor se aprecian abundantes floraciones en todas las épocas del año.
La variedad es tanta que ni siquiera el clima pone límites. Quien conozca bien la zona en donde se encuentra la casa nos podrá acabar de orientar sobre las variedades más adecuadas al terreno y a la evolución térmica anual.

En un jardín grande la vegetación arbustiva sirve de contorno para el césped, junto con los parterres de flores
La temperatura y la cantidad de agua son las características esenciales que condicionan el crecimiento y el desarrollo regular de la vegetación. El agua es el vehículo que lleva el alimento a la planta. La temperatura delimita geográficamente la distribución de la vegetación en toda la superficie terrestre. Cada especie vegetal tiene unas temperaturas mínima y máxima, entre las que lleva a cabo toda su actividad fisiológica.
Otros elementos del clima que influyen en la elección de la vegetación son los siguientes:
♦ la frecuencia y la dirección de los vientos;
♦ la cantidad de precipitaciones;
♦ las condiciones climáticas locales;
♦ el microclima del terreno;
♦ la intensidad, la duración, la luminosidad de la radiación solar y la posición del sol a lo largo del día. Este último punto es básico cuando se eligen el tipo y la disposición de las plantas en el jardín.
Actualmente, está muy aceptada la idea según la cual los árboles han de estar suficientemente separados de la casa para permitir una aireación perfecta y para que no tapen la luz de otras especies vegetales. Las coníferas, con su hoja perenne y la necesidad de frescor, se benefician del microclima de la parte norte de la casa. Hay que encontrar la colocación más adecuada para todas las plantas que, sin excederse en el número, enriquecerán el resto de la superficie.
Los puntos más soleados o uniformemente iluminados a lo largo del día deberán destinarse a las anuales, a los arbustos de flor y al césped, mientras que las zonas completamente umbrosas pueden albergar las especies propias de ambientes húmedos y oscuros, como ciclámenes, prímulas y otras bulbosas, y helechos.
Los profesionales de la jardinería han desarrollado un número tan elevado de variedades de cada especie vegetal ornamental, que no existen excusas para quien se proponga cultivar un tipo determinado de planta, a pesar de no disponer del clima idóneo. No olvidemos que es preferible una especie altamente decorativa que se comporte por debajo de sus posibilidades, que una especie modesta pero que crezca con toda su plenitud. A estas consideraciones de orden biológico se añaden otras de carácter estético, porque una planta ha de ligar con el paisaje, lo cual casi nunca ocurre cuando procede de otros climas. Observar la distribución de la vegetación del lugar aporta información útil.

Los árboles se colocan a una distancia de la vivienda que permita la circulación del aire y una buena iluminación


Según la resistencia a las temperaturas bajas, las plantas se dividen en tres categorías
1. rústicas (-5 ºC); 2. no rústicas (18 ºC); 3. semirrústicas (5 ºC)
Es preferible que las plantas a elegir sean autóctonas, pero, si son de otra procedencia, tienen que estar aclimatadas desde hace años al lugar en cuestión. En efecto, la arquitectura de la vivienda también está condicionada por el clima, como se puede constatar fácilmente al comparar una casa de montaña con una del litoral mediterráneo. Las ventajas no son sólo de tipo agronómico, sino también estético: a nadie se le ocurriría plantar un bosquete de abedules en un jardín de la costa, del mismo modo que a nadie tampoco se le pasaría por la cabeza tener plantas crasas, palmeras u olivos en un chalé de alta montaña.
Sin embargo, la vegetación local no es la única opción. Desde hace años, se comercializan numerosas especies arbóreas, arbustivas y anuales que se adaptan a una franja muy amplia de ambientes. Además, en cada jardín intervienen las condiciones del microclima concreto. Dicho de otro modo, un terreno en el que da siempre el sol puede albergar ciertas plantas que no podrían cultivarse en el jardín contiguo, en donde predominan las posiciones umbrías. De todo ello se deduce que es posible superar con cierto margen los límites de los cánones clásicos.
A continuación, daremos unas indicaciones generales para cada área geográfica.
Regiones cálidas y soleadas. Se preferirán las especies vegetales que tienen su mejor presencia en primavera y verano, acompañadas de árboles y arbustos de floración precoz, para obtener presentaciones de color y frondosidad ya al finalizar el invierno. Además, las condiciones climáticas favorables permiten apreciar durante muchos periodos del año los delicados perfumes que emana la vegetación en cada momento del día. En las zonas costeras, principalmente, habrá que tener en cuenta los vientos, y para ello se elegirán especies que los dejen pasar sin doblarse en exceso.
Se aconsejan especies de porte bajo, umbeliforme o globoso (mimosas, langerstroemias, olivos, cítricos, acacias, melia, tamarix, robinia, aligustre, etc.). Los arbustos, siempre de floración abundante, deben tener hojas resistentes al calor, la sequedad y la salobridad (enebro, lantana, lavandas). También pueden ser trepadoras de flor (rosas, buganvillas, jazmines).
Si se dispone de mucha agua, se pueden cultivar plantas anuales en verano, para lo que se aconsejan parterres de floración primaveral (por ejemplo, bulbosas), que, durante el verano, pueden ser sustituidas por hojas igualmente decorativas (Coleus, Cineraria).

Cítricos en maceta

Hemerocalas y rosas colorean los cálidos veranos de las llanuras

Buganvilla
Regiones de montaña. En los largos y grises meses de otoño e invierno hay que intentar llenar de color el jardín. Para ello son adecuados los arbustos caracterizados por cálidas coloraciones foliares, ramas retorcidas y coloreadas, bayas vistosas y persistentes, y yemas muy visibles (agrifolio, Mahonia, tejo, Crataegus, Berberis, Cornus, Corylus, Pyracantha).
La vegetación arbórea puede sufrir los efectos de los agentes atmosféricos: quizá el viento no llegue a causarles daño, pero sí lo pueden hacer la nieve, el hielo o las tormentas fuertes. Por ello, es preferible escoger árboles de tronco robusto y porte de columna o piramidal (coníferas, chopos, arces, sorbas, encinas). Luego, en primavera-verano se podrá disfrutar de las bellas floraciones de las acidófilas (rododendros, azaleas), las rosas, potentilas, hortensias y, del grupo de las especies cultivadas por las flores anuales, lirios, prímulas, dalias, geranios, salvia, tagete, Impatiens, begonias, etc.
Regiones continentales. Aunque el frío resulta especialmente persistente, los principales problemas son los creados por la humedad intensa y, a menudo, en las grandes ciudades, por la contaminación atmosférica. Estos dos problemas acotan la elección de árboles y arbustos, que, de todas formas, es más amplia que en los dos casos anteriores. La humedad excesiva deprime la vegetación, y, por lo tanto, plantas de cualidades estéticas apreciadas pueden resultar poco vistosas. Por este motivo, son aconsejables las plantas con hojas de colores intensos (verde oscuro, rojo, tonalidades plateadas, azuladas, etc.), de floraciones vistosas, especialmente si son precoces o tardías. En lugares con un índice de contaminación, para evitar alteraciones en el crecimiento (siempre lento) o en la conformación de las hojas, habrá que recurrir a las especies que se adaptan mejor al medio contaminado, sobre todo arbóreas y arbustivas. Los arbustos de flor, perennes y anuales, son relativamente más fáciles de introducir en estos jardines, gracias a las numerosas especies que hay en el comercio; todo depende del interés por la jardinería y de la disponibilidad de tiempo del propietario.