ASPECTOS GENERALES

LA HISTORIA DEL JARDÍN
El jardín en las civilizaciones antiguas

La Biblia no cuenta cómo estaba distribuida la vegetación en el paraíso terrenal, pero se sabe que Adán y Eva paseaban por un lugar encantado entre árboles, arbustos y flores de aspecto lozano. Sus andaduras «en el jardín del Edén, que Dios plantó para el hombre y en cuyo suelo hizo germinar todo tipo de árboles atractivos para la vista y buenos para comer», sugieren la imagen de caminos y senderos, en definitiva, de un lugar ordenado, diferente de esa naturaleza salvaje en donde, todavía hoy, hay que abrirse paso con la ayuda de cuchillos.

El concepto de jardín como «paraíso terrenal» es un motivo recurrente, tanto en el mundo occidental como en el oriental. Los componentes esenciales, que se encuentran presentes en todas partes, son los cuatro elementos sagrados, fuente de la vida: agua, aire, tierra y fuego. En esta concepción bíblica y filosófica se hallan las raíces del concepto de jardín.

Además de la Biblia, con sus referencias a lugares muy antiguos, cabe mencionar los jardines de los emperadores chinos, de épocas muy remotas, que datan de hace más de 5.000 años. Estos jardines estaban realizados y elaborados con un estilo minucioso que recurría a muchos elementos decorativos (cursos de agua, cascadas, puentes y pequeños templos), por donde vagaban animales y pájaros de colorido variado. Al parecer, el máximo esplendor se alcanzó con el emperador Chin Ming (2700 a. de C.), cuyos jardines contaban con sistemas de riego y protecciones térmicas para las plantas, sobre todo para las flores, que las protegían ante condiciones climáticas desfavorables.

En Occidente, griegos y romanos desarrollaron y perfeccionaron a lo largo de los siglos estilos propios para crear armonía en el jardín, adaptándolos a las condiciones climáticas y ambientales de cada región, y organizándolos según una concepción de la forma muy rigurosa. Los jardines cuadrados y simétricos de los egipcios, o los jardines colgantes babilonios, ricos en elementos decorativos (terraplenes, barandillas, escaleras), en las civilizaciones griega y romana evolucionaron según el gusto predominante del momento.

Mientras los esclavos se ocupaban a diario de los jardines colgantes y cultivaban flores de loto y nenúfares azules para Ramsés o Cleopatra, en los horti romanos, cerrados entre las paredes de la casa y divididos en viridarium y pomarium, empezaba la diferenciación de los cultivos en las distintas parcelas. En el viridarium se cultivaban las hortalizas y las especies ornamentales, mientras que en el pomarium, dividido rigurosamente en cuadrados regulares, se cultivaban árboles frutales en las esquinas y en el centro de un cuadrado que se iba repitiendo.

De numerosos frescos y manuscritos se deduce el refinamiento con que los pueblos antiguos creaban y cuidaban sus lugares de ocio y de descanso. En muchas zonas de Italia —Capri, Taormina— hay testimonios de mansiones suntuosas con jardines también suntuosos, en donde la vegetación que llegaba al mar formaba una unidad con la casa y el ambiente circunstante. Nada quedaba al azar, la mano del hombre no dejaba que la naturaleza se expandiera y creciera a sus anchas. Se podría decir que las plantas debían atenerse al rigor y a la linealidad del pensamiento. Muros, escaleras, asientos de piedra, estatuas y fuentes tenían el objetivo de hacer más agradable el recorrido y contribuían (sobre todo, el uso abundante de agua) a mantener la vegetación en las mejores condiciones.

El jardín de estilo italiano

El rigor de las formas en el jardín romano conoció un periodo de gran desarrollo en la época de los Médicis en Florencia. Esta familia contaba con los servicios de los arquitectos de más renombre de la época para la construcción y el embellecimiento de muchas villas de las poblaciones toscanas, que todavía hoy se conocen por su esplendor.

La primacía de la cultura, que se manifestó en la protección concedida por el príncipe a poetas, artistas y pintores, llegó también al concepto de jardín, que fue ocupando cada vez más espacio. El deseo de ordenar todas las cosas, incluso las naturales, se acompañaba de la necesidad de manifestar la riqueza y, sobre todo, de exhibir el poder. El jardín, juntamente con la mansión, fue uno de los principales exponentes de los ideales del Renacimiento. Se encargaba a los arquitectos de las grandes mansiones la realización de estos espléndidos jardines.

Jardín clásico de estilo italiano. (Dibujo de Damiano Groppi)

El agua es un elemento importante del jardín italiano, que debe estar presente en un proyecto armonioso y ordenado

Parterre escuadrado y detalles. (Dibujo de Damiano Groppi)

El jardín renacentista es de líneas cuadradas, simétrico, con parterres circundados por setos bajos de plantas de hojas persistentes, hechos con especies aromáticas mediterráneas y variedades de boj, aligustre y tejo. Los arquitectos renacentistas proyectan los jardines como espacios divididos en varios sectores, que adoptan una disposición precisa basada en reglas matemáticas. Un eje central guía la mirada del espectador desde las terrazas de la casa hacia el jardín y el paisaje de su alrededor. Entre escalinatas y cursos de agua, situadas en zonas delimitadas por parterres de formas geométricas, exactas y simétricas, encuentran su espacio las plantas, utilizadas como elemento arquitectónico. Los anchos senderos de grava acentúan las formas geométricas. La anchura de los senderos, la altura de los setos, las dimensiones de los parterres deben estar perfectamente proporcionadas, con independencia de las dimensiones del jardín.

Los parterres también deben estar en terreno totalmente llano. Las posibles diferencias de nivel se superan con escaleras bajas.

En el jardín italiano no hay lugar para el color (el cromatismo también obedece a tonalidades precisas y a gradaciones rígidas), ni para los caminos empedrados.

Las flores quedan relegadas a los «jardines secretos». La monotonía de las pocas especies cultivadas se aviva con la perfección de los setos, con la simetría del paisaje, con los surtidores de las fuentes meticulosamente orientados, y con la presencia de obras artesanales de piedra clara procedentes de las numerosas canteras locales. Además, contribuyen a iluminar el conjunto los trabajos realizados en la vegetación —el denominado arte topiario—, que originan laberintos o formas variadas de poda de los arbustos. El desarrollo en vertical del jardín se realiza siguiendo piezas arquitectónicas (estatuas, fuentes, pórticos y tiestos de distintas formas y dimensiones), que contienen plantas arbóreas como carrascas, pinos, encinas y cítricos, y con el recurso al arte topiario.

Huerto botánico de Merano: vista parcial de un jardín de estilo italiano

Detalles arquitectónicos típicos de un jardín italiano

Rincón a la italiana en un patio pequeño

Las plantas de tallo alto, cultivadas en plena tierra, no deben alterar el diseño del conjunto. Por esta razón, suelen dejarse en la parte exterior del jardín, en donde forman bosques en los que se puede practicar la caza.

La exportación del jardín renacentista florentino a Roma y a otras ciudades de Italia y Europa modifica y amplía el estilo de jardín italiano, según el lugar en donde se realiza. En Roma, no cambian las líneas regulares de los caminos que llevan a la entrada principal, no se sustituye el boj, ni el aligustre o los tejos, pero los espacios se amplían y se enriquecen con piezas arqueológicas. Las ánforas, las estatuas o los capiteles encuentran su lugar en espacios regulares, testimoniando el fasto de una civilización antigua que da prestigio, convirtiéndose en un ejemplo a imitar.

En Viena, la superficie aumenta desmesuradamente para crear geometrías cada vez más vastas, como ocurre, por ejemplo, en el parque del castillo de Schönbrunn. En Italia, gracias al laborioso trabajo de restauración efectuado en estos últimos años, se pueden admirar partes del jardín de la Villa Real de Caserta, los Jardines Vaticanos, los parques de algunas espléndidas villas patricias en la Toscana, en las afueras de Roma o en los palacios del Véneto.

Vía de acceso a la villa

Ejemplo de arte topiario

La altura de los setos permite delimitar áreas cerradas dentro del jardín

Reinterpretación moderna de un pequeño jardín de estilo italiano

BOJ

Considerada desde siempre la planta idónea para los setos, el boj o boje (Buxus sempervirens) se usa desde hace siglos como componente casi único del jardín formal italiano y de otros estilos. En efecto, este arbusto puede constituir él solo la estructura de un jardín. Se adapta a muchos tipos de terreno y clima, y puede estar tanto a pleno sol como en la sombra. Tiene un crecimiento lento y una gran resistencia a los factores adversos. Sus cualidades ornamentales vienen dadas solamente por sus pequeñas hojas persistentes, ovaladas, de un bonito color brillante y de estructura coriácea. Sus flores y sus frutos son poco llamativos.

El porte, que en estado natural es redondeado y compacto, permite cultivar esta planta en forma de arbolillo, de arbusto y de seto. Aunque casi siempre se utiliza para este fin, el boj se caracteriza por su gran resistencia a todo tipo de cortes, sin problemas de ningún tipo. Junto con algunas otras especies, se utiliza para el arte topiario y para los trabajos más creativos.

Hay muchas variedades, con hojas abigarradas, como la «Elegantissima» (de margen dentado), con hojas enanas, como la «Sufruticosa», que no supera los 50 cm de altura, o la «Latifoglia», usada como rastrera, de la que se conoce una variedad con hojas de manchas amarillas. La variedad «Handsworthensis», de estructura erguida y resistente al viento y al salitre, es fácil de encontrar.

Seto formal que constituye un arco de entrada

El jardín de estilo francés

El ánimo y el espíritu típicos de la idiosincrasia francesa no podían aceptar la llegada del jardín italiano sin aportar ningún cambio. La habilidad de los jardineros, la gran cantidad de superficie llana y la abundancia de agua en casi todas las regiones permitían romper con el rigor esquemático, geométrico y a veces poco cromático del jardín italiano.

En el jardín francés la rigidez de las líneas se convierte en ondulaciones suaves y sinuosas, en dibujos más complicados, con el boj enano, perfumado y abigarrado, como elemento botánico básico.

El bosque aquí no es un fondo lejano, ya que árboles de tronco largo, debidamente podados, enmarcan los caminos. Se eligen los vegetales que soportan mejor la acción de las tijeras. Con el carpe se obtienen auténticas paredes verdes (palissades), que a veces también se sustituyen por enrejados de madera por los que trepan rosas, jazmines o madreselva, con el objetivo de aligerar el conjunto.

Sin embargo, la genialidad de los jardineros galos se pone de manifiesto en la realización del parterre. Esta zona representa la composición más clásica y ornamental del jardín francés. Situado lo más cerca posible de la casa, se compone de pequeñas plantas florecidas, césped y boj, que dibujan florones, líneas curvas o entrecruzadas, arabescos, coronas y monogramas. La elección de especies de hojas abigarradas y de distintos colores nos da la idea, en el rigor de la forma geométrica, de parterres floridos.

Formas onduladas y sinuosas creadas con setos de boj enano. (Dibujo de Damiano Groppi)

Belleza y colorido espléndido de los parterres del jardín de estilo francés

Parterre de Versalles

Abertura de una palissade en el jardín francés

Bojes, aligustres y tejos, de diferentes colores, acompañados de otras persistentes con tonalidades cromáticas diversas, forman minúsculas puntillas, fruto de elaborados bordados.

La grava blanca de los caminos se sustituye, a su vez, por piedras más coloreadas, no demasiado vivaces, pero elegantes, que sirven para formar otros bordados que se pueden contemplar desde las ventanas o las terrazas que se encuentren situadas por encima del jardín.

Estas rebuscadas elaboraciones requieren horas y horas de trabajo con las tijeras. Los efectos que se obtienen compensan con creces al observador, a quien le recuerdan los encajes y los bordados de los vestidos más suntuosos. La opulencia y la riqueza de estos parterres perfectamente cerrados se acompañan siempre con la música de pequeñas cascadas sobre estanques y fuentes, elementos que dan la idea de un orden alegre y ligero.

El más claro exponente de esta arquitectura, que puede definirse como arte a todos los efectos, se encuentra en el lugar más famoso e importante de la época, en Versalles, donde familias enteras de jardineros (como los Le Nôtre y los Mollet) trabajaban superficies con diferentes cultivos. La entrada al palacio presenta de forma difusa este tipo de figuras, mientras que el resto del terreno está delimitado por otras plantas que forman diversas «estancias», lo cual da una extraordinaria riqueza al palacio.

Árboles de tronco alto (carpes), cortados geométricamente, en la parte externa de las sendas

CARPE

El carpe (Carpinus betulus) es una planta típica de los terrenos frescos y profundos de Europa central. Tiene la corteza lisa y gris, la madera dura, pesada y blanquecina, y su crecimiento es medio-lento. Las hojas son ovaladas, de margen finamente dentado y de color verde oscuro, con la cara inferior un poco más clara. Es una planta monoica con flores masculinas péndulas de color amarillo y flores femeninas erectas que despuntan en el extremo de los brotes. Los frutos, ornamentales, están revestidos de brácteas de tres lóbulos y permanecen en la planta hasta después de la caída de las hojas. Crece bien en posición soleada y también en media sombra. No soporta terrenos calcáreos ni arcillosos. Su forma cónica, la capacidad de emitir brotes en la base (vástagos) y de cubrir totalmente el tronco desde la altura del suelo, junto a la gran resistencia al efecto de los cortes, la colocan en primer plano en la construcción de los jardines de estilo francés, en donde ha dado origen a la palissade. Actualmente, en sus distintas variedades se utiliza en numerosos jardines de muchas zonas geográficas. Además, es muy resistente a la contaminación atmosférica. Las variedades más representativas adoptan formas extraordinariamente elegantes, como la «Fastigiata», que parece una llama compacta, la «Purpúrea», de hojas rojo oscuro, la «Pyramidalis», de forma cónica, y la «Incisa», cuyas pequeñas hojas parecen casi recortadas por las profundas incisiones del margen.

El espesor del follaje y el hecho de recubrir el tronco completamente desde el suelo son características que hacen del carpe un árbol idóneo para setos y empalizadas

El jardín inglés

Si la belleza y el orden caracterizan los jardines italiano y francés, en la misma época los paisajistas ingleses se orientan hacia lo «pintoresco» y lo «sublime», y consideran el jardín como un cuadro que representa los mejores rincones de la naturaleza. Esta es la teoría que da lugar a la formación del estilo inglés: la naturaleza no debe seguir las formas y las dimensiones establecidas por el hombre, así que el jardín debe ser la prolongación del entorno natural circundante. La función del hombre es, bajo un concepto de desorden aparente, crear una idea de espontaneidad perfectamente controlada, capaz de sorprender y de generar una participación apasionada, como la que se experimenta ante un escenario natural.

Las asperezas del terreno y los desniveles se llenan de vegetación que se desarrolla armoniosamente alrededor de amplios prados, que son el elemento unificador de la vegetación arbórea, arbustiva y anual. El acceso a la vivienda no es inmediato; no hay un camino recto que lleva a la puerta principal, sino un camino empedrado o de tierra que discurre sinuosamente entre grandes parterres y extensas superficies de césped.

Adaptación al estilo inglés de un rincón de jardín. Las pocas plantas arbóreas colgantes están rodeadas de arbustos de flor y persistentes que se degradan hacia el césped

Las sendas sinuosas se adentran entre los puntos de vegetación, creando rincones ocultos y proporcionando un contacto más directo con la naturaleza. (Dibujo de Alberto Marengoni)

De este modo, se logra el propósito de focalizar la atención del visitante hacia muchos rincones distintos, cada uno con formas y especies diferentes, al tiempo que se le guía hacia la entrada de la casa.

El jardín inglés incluye unos espacios bien definidos:

 el invernadero para la conservación de las numerosas especies en periodo de aclimatación;

 las fuentes;

 los estanques;

 el voladero.

Estos elementos están insertados en un contexto de vegetación rica que cada estación adopta un aspecto diferente. Se presta mucha atención a la creación de rincones monocromáticos, a los florecimientos programados en distintos momentos del año, a la combinación de especies con hojas de tonalidad diversa o de cromatismo variable. Árboles, arbustos y plantas herbáceas se funden en el césped dando una sensación de continuidad y de conjunto espontáneo y compacto.

La intervención del hombre ha de ser poco visible, pero determinante, permitiendo un crecimiento natural de la vegetación, creando un ambiente modélico, parecido al paisaje de un cuadro. Esto no significa que haya que desarrollar rincones de naturaleza salvaje, sino espacios en los que la vegetación crezca libremente bajo el control del hombre.

Las características típicas del jardín inglés se resumen en:

 la presencia de muchas plantas elegidas con criterios rígidos, basados en la combinación armoniosa de colores, formas y tipos de flor;

 el uso de plantas perennes y de especies rústicas y resistentes;

 la reducción de los cuidados y la creación de borduras floridas en las que se mezclan plantas de flores «nobles» (por ejemplo, írides y rosas) y especies anuales simples (por ejemplo, guisante oloroso y altramuz), produciendo efectos cromáticos magníficos.

Combinación de formas y colores en un jardín inglés

Césped, árboles, colores y formas; estos son los elementos principales de un jardín inglés

Jardín inglés adaptado a una superficie pequeña

Clásico parque inglés de gran superficie

Setos informales, formados por varios matorrales, que se degradan suavemente hacia el césped

Ciruelo rojo, abeto plateado y arbusto de cinamomo forman una bella combinación cromática

El resultado es que se puede disfrutar del jardín en todas las estaciones del año. Encontramos ejemplos de jardín inglés en muchos lugares de Europa en donde el clima lo permite. Dos de los jardines más representativos de este estilo son los jardines de Carlton y Chiswick, en Inglaterra. También son famosos los de Villa Taranto, en el lago Maggiore (Italia), con espléndidas floraciones primaverales de rododendros y azaleas.

La posibilidad de elegir entre una amplia gama de especies ornamentales, el fácil mantenimiento, los rincones destinados a diversos usos y la presencia de un vasto césped son las características que han hecho del inglés el jardín más difundido en los últimos años. En efecto, permite adecuar los gustos personales a las exigencias relacionadas con la superficie, las condiciones climáticas y medioambientales, y pueden proyectarse en espacios reducidos, los más habituales en la actualidad.

Aunque la distribución de la vegetación parezca casual, no debemos olvidar que siempre es fruto de selecciones precisas, que tienen un objetivo: personalizar el jardín siguiendo, al mismo tiempo, rigurosos criterios. Por ejemplo, la ubicación de las plantas, frecuentemente muy cerca unas de otras, pero nunca amontonadas, y la elección de especies singulares responden a la intención de mostrar características determinadas, en ocasiones sólo durante breves periodos del año: floración, coloración de las hojas, distribución de las ramas, etc.

El jardín mediterráneo

Los elementos distintivos del jardín mediterráneo son olor, perfume y cultivo de plantas crasas. La insolación abundante durante gran parte del año permite la elección de un gran número de plantas ornamentales, que ofrecen floraciones vivaces y prolongadas, y dan efluvios intensos que permiten «oler» y gozar de la vegetación a distintas horas del día y en las diferentes estaciones, incluso dentro de casa. El terreno árido, la falta de agua y las altas temperaturas favorecen la plantación de plantas xerófitas, comúnmente llamadas plantas crasas. Sus flores son maravillosas, aunque duran pocos días. El aspecto, la singularidad de las formas y el color de la vegetación dan a los jardines con plantas crasas una belleza muy particular. Las trepadoras de colores, perfumadas y llamativas (jazmines, bignonias, rosas trepadoras, buganvillas, glicinas), se apoyan en los muros, en los enrejados, en los quioscos o en las paredes de la casa para dar sombra, color y aroma; en definitiva, para combatir el calor del verano. Luego, en invierno, la caída de las hojas caducas permite aprovechar el calor y la luz solar. Los únicos requisitos para elegir la vegetación pueden ser la composición del suelo y la disponibilidad de agua. Los accesorios están hechos con elementos naturales: roca para los muros, madera o piedra para las pérgolas. El césped, que requiere un riego continuo, tiene unas dimensiones contenidas, y la vegetación se basa en la atmósfera mediterránea. Palmeras, limoneros y otras plantas agrias, olivos, tamarindos, carrascos, rodeados de lavanda, ginestas, sauquillo, altea, dondiego, áloe, cactus y otras plantas crasas sirven para ocupar espacios abiertos entre rocas, en donde el terreno es poco profundo y no permite que las raíces lleguen a mucha profundidad. La elección de la vegetación espontánea, bella y vistosa, confiere al jardín mediterráneo una personalidad propia que lo hace particularmente apreciado en zonas litorales.

Muchas veces estos jardines pertenecen a casas que sólo se habitan en determinados periodos del año, lo cual implica las lógicas dificultades en el cuidado de las plantas y en las distintas operaciones del jardín. Por lo tanto, conviene elegir especies con pocas exigencias de cultivo, como plantas crasas, autóctonas y espontáneas.

Rosa sarmentosa

Pinos marítimos

Echinocactus grusonii: las plantas xerófitas son las protagonistas principales del jardín mediterráneo

Calicanto de verano

Madreselva

Agapanto

Lavanda y jazmín, caracterizados por sus colores vivos y sus perfumes intensos, son dos de las flores más utilizadas en el jardín mediterráneo

Las flores de la mimosa forman manchas de color en el jardín

El jardín japonés

El gusto por la meditación y la necesidad de armonía y serenidad característica de la mentalidad japonesa son los sentimientos que inspiran la formación de los jardines, en donde se cuida el más mínimo detalle. Aunque esté limitado a superficies pequeñas, el jardín japonés refleja, más que ningún otro, el carácter de su propietario. La elección de las especies vegetales, de los materiales naturales (barro cocido, bambú y arena), de la distribución, simple y armoniosa, permiten trasladar con naturalidad al lugar de reposo y meditación la visión propia del mundo, de los sentimientos y de la belleza. En el mundo occidental difícilmente se encuentran jardines de este estilo, porque no encajan con la mentalidad europea.

La simplicidad se obtiene integrando en el jardín especies vegetales cuyo ciclo acompaña los cambios visibles de las estaciones. En los jardines más amplios y con vegetación más rica, las floraciones se suceden y están ligadas a los simbolismos espirituales.

Cerezos de flor, bambúes, arces de follaje de distintos colores son «objetos» únicos que se insertan en los ambientes más dispares, en donde elementos naturales, como la piedra, que simboliza la fuerza positiva de lo masculino, se unen con el agua, que se identifica con la vitalidad femenina. En los jardines de rocas, como el famosísimo jardín del templo zen de Kyoto, la distribución de las piedras ha sido estudiada para representar un gran árbol frondoso, con el propósito de despertar el yo del observador y devolverle la paz.

El arce rojo, al igual que otras especies de hojas de color, es una de las plantas más usadas en el jardín japonés

Hojas lanceoladas de arce rojo

Clásico jardín japonés del templo de Jishoji. (Dibujo de Damiano Groppi)

Ciruelo chino-japonés en plena floración

Un elemento común con el jardín occidental es la regularidad de las formas, que, en nuestra cultura, tiende a satisfacer el deseo de orden, mientras que en la japonesa tiene el objetivo de controlar y contener el desarrollo natural de la vegetación. La forma obligada, con la poda drástica y continua, alude al orden del universo, porque cada planta tiene su propio orden natural, que no debe perder, a pesar de ser contenida con el máximo rigor para ralentizar el crecimiento y conservar la armonía del jardín.

El arte del bonsái, de origen chino, se ha perfeccionado en el jardín japonés. No requiere espacios amplios (a veces basta con un pequeño pórtico o una terraza para plantas en maceta). Su adecuación al espacio responde al espíritu oriental, profundo y meditativo, que refleja el carácter y la cultura del propietario de la casa.

El jardín japonés ha de ser visto desde dentro de la vivienda y no debe atraer la atención de los visitantes, sino todo lo contrario, ha de inspirar y favorecer la meditación de las personas que viven en la casa.

Haya tricolor. Esta especie de talla pequeña es ideal para jardines japoneses

El bonsái de pino vive en el exterior. El arte de los bonsáis es de origen chino, pero ha encontrado una plena aceptación en el jardín japonés

Gran bonsái de carrasco, planta típica de los jardines japoneses

El jardín oriental (árabe)

El estilo japonés, aunque ha sido objeto de muchas copias, no es exportable a otras zonas orientales, precisamente porque es fruto del modo de ser de un pueblo.

En otros lugares y en otras épocas, la religiosidad se transmitía a las obras de arte, abarcando también las piezas arquitectónicas que caracterizaban a los jardines. Una de las más bellas contribuciones de los árabes a la cultura europea son los jardines que dejaron en muchas ciudades españolas e italianas.

Al igual que otros tipos de jardín, el árabe prevé la distribución geométrica de la vegetación. A ello se añade una gran riqueza decorativa, obtenida con materiales provenientes de la naturaleza.

El jardín está rodeado de altos muros, con parterres rectangulares divididos en cuatro cuadrados que simbolizan los cuatro elementos fundamentales de la vida. En estos parterres, las plantas persistentes representan la fuerza viva de la naturaleza, que tiene origen en el agua. Esta última es símbolo de la vida, y en el jardín árabe está presente constantemente: de forma silenciosa dando lugar a pequeños estanques o con alegría y vivacidad en las fuentes y las cascadas de las que nacen innumerables pequeños canales que abastecen a cada una de las plantas cultivadas (simbolizando de esta manera el elemento que nutre).

Son elementos distintivos del jardín los materiales de diferentes colores —piedras, mayólicas decoradas con animales y flores, y mosaicos en construcciones ligeras— y la abundancia de plantas cultivadas. La vegetación se divide según el color, la forma y la variedad de las hojas, el porte de los árboles y los arbustos, la mezcla de perfumes y la creación de juegos de luces y sombras. La combinación de colores, formas y perfumes cambia en los diferentes momentos del día, creando un lugar en donde reinan la paz y la serenidad.

Vista parcial de un jardín oriental en donde se aprecia la influencia del jardín italiano

El jardín minimalista

La teoría de la muerte del jardín ha empezado a extenderse en muchas partes del mundo, siguiendo la corriente filosófica de algunos arquitectos paisajistas. Esta idea nace de la consideración de que, en la sociedad moderna, el hombre cada vez dispone de menos tiempo para dedicar a la jardinería y para disfrutar de un espacio verde próximo a la vivienda. Consecuencia de ello es que surgen otros elementos arquitectónicos dominantes que reducen considerablemente el componente vegetal. Por otro lado, la falta de conocimientos sobre las técnicas de cultivo y las necesidades de las distintas especies vegetales también contribuyen a la difusión de esta moda.

Así pues, podemos constatar una disminución drástica de las especies vegetales en los jardines, hecho que deja paso a otras formas de arte que juegan principalmente con la necesidad de destacar al máximo las proporciones entre los espacios de albañilería. Sin embargo, hay otros muchos factores que influyen en la reducción de las superficies que rodean las casas y en la consiguiente predisposición a tener jardines cada vez más pequeños, aunque igualmente aptos para realizar su función.

ESQUEMAS DE JARDÍN MINIMALISTA

1. césped; 2. baldosas con cemento a la vista; 3. murete de ladrillo; 4. cantos de río policromos formando líneas onduladas; 5. plantas suculentas de diferentes alturas o estanque con peces o decoración con motivos estilizados

1. estanque con arena o rocalla o pequeño jardín rocoso; 2. pared de vitrocemento coloreado; 3. pavimento; 4. estanque con nenúfares; 5. arboleda; 6. pavimento de mosaico policromo; 7. dibujo marcado en el corte o realizado con piedra volcánica; 8. cara frontal de la vivienda

A principios del siglo pasado, el movimiento artístico del Art Nouveau cambió la visión artística tradicional del jardín. Con él, los espacios adquieren una definición nítida, asumiendo funciones precisas, tanto desde el punto de vista estético como de la naturaleza. La forma y la distribución de las superficies vuelven a ser muy geométricas. Concretamente, rectángulos, triángulos y cuadrados dan vida a productos manufacturados (bancos, pavimentos, pérgolas) muy rigurosos y esenciales, lo que favorece la elección de especies vegetales de porte natural regular o que requieren una simple intervención de poda (cipreses, chopos, carpes de forma triangular, cónica, de columna, ovoidal, palmeras y plantas crasas de hojas insertadas geométricamente en el medio, coníferas de estructura piramidal). Los efectos de perspectiva, especialmente en pequeñas superficies, se logran con la creación de desniveles u ondulaciones que amplían el espacio.

El jardín de los años posteriores (los del cubismo) evoluciona hacia una mezcla de superficies de distintos colores, combinadas en varios niveles, creados ex profeso pero siempre rigurosamente cuadrados. Se trata de una unión vivaz de estructuras y de vegetación, una combinación de lo formal y lo informal, de lo estable y lo simétrico. La libertad de crecimiento de algunas especies vegetales (rosas, junquillos, Clematis, mimbre, etc.) se contrapone al desarrollo de plantas (en particular, las suculentas) de gran contraste tanto de color como de forma, dimensión, rugosidad y textura de las hojas. Todo ello se combina con la vivacidad de los colores (en baldosines, estucados, suelos) y la rigidez geométrica de los manufacturados. La disminución de los espacios y la falta de tiempo para la jardinería conllevan la reducción constante de la vegetación.

Como contrapunto de la parte viva del jardín están las paredes, los revestimientos, los pequeños patios interiores con empedrados, que recuerdan los jardines secretos y las stanze («habitaciones») de los jardines de estilo italiano, y las estructuras accesorias como esculturas de material local e inerte. Este tipo de jardín goza de una gran difusión en las regiones más calurosas, puesto que la restricción del agua para el riego comporta más dificultades para mantener la vegetación en condiciones óptimas.

El patio no alberga un exceso de plantas trepadoras ni tampoco contiene setos densos para favorecer la exposición artística de los elementos arquitectónicos que caracterizan la casa. El contraste entre las paredes y el ambiente representado por el color brillante del cielo, del mar y del paisaje circunstante se resalta aún más con el uso de cierto tipo de revestimientos, ásperos, en relieve o pintados con colores contrastados y muy brillantes, que recuerdan las tonalidades de las flores trepadoras más bellas y solares (como los tonos fucsia de la buganvilla o los anaranjados de los tagete). Sobre este fondo se perfilan, en maceta o en pequeñas superficies de terreno, plantas con características ornamentales muy particulares: palmas con hojas grandes, ágaves o yucas, que forman un agradable contraste con el entorno. Estas plantas pueden ir acompañadas de setos bien podados de plantas persistentes. Los paisajistas están convencidos de que la utilización de colores en las instalaciones permite reducir al mínimo el uso de vegetales, que siempre requieren un cierto tiempo para el mantenimiento.

Ejemplar de yuca, una planta de hojas homogéneas y bien distribuidas que crea agradables contrastes con los accesorios del jardín

Pequeño rincón minimalista en donde la forma y el color del suelo dominan a la vegetación

Euphorbia candelabrum. Su forma geométrica es muy adecuada para los jardines minimalistas