Cuando era niño solía mirar fijamente los espejos. Si los miraba el tiempo suficiente, mi cara desaparecía y era reemplazada por la de un anciano sin cabello en la cabeza y con una barba rala y blanca. Sus ojos eran blancos, como si fuera ciego, y sin embargo yo sentía que, desde el espejo, podía ver hasta los rincones más recónditos de mi alma. Yo no sabía quién era, pero esperaba ansioso esos encuentros, porque sabía que la presencia de aquel anciano me llevaría siempre a mirar dentro de mí mismo y luchar por hacer realidad mis sueños más profundos. Tardé años en darme cuenta de que aquel hombre era la perfecta representación de mi idea del druida arquetípico, y que era mi guía, el silencioso y conocedor maestro de mi corazón, mi mente y mi espíritu.
Cuando piensa en un druida, la mayoría de las personas debe de pensar en una imagen similar —un anciano con una barba blanca y una túnica a juego, quizá con un bastón y una enigmática sonrisa, una sabiduría de anciano en sus ojos sin edad.
Este es el arquetipo de druida que yo he heredado, que nos ha llegado a través del mito y la ficción, como es el caso de Merlín, Gandalf y Panoramix. Pero, ¿de dónde procede este arquetipo? ¿Cuán cercano está de la realidad del druidismo, tal como este es ahora y tal como fue en el pasado? Y, ¿qué podemos aprender de él?
Mire dentro de sí mismo. ¿Cuál es su imagen de arquetipo de druida? ¿Es un anciano sabio con barba blanca? ¿Es un chamán vestido con pieles de animales? ¿Es su druida una mujer? Encuentre la imagen y consérvela en su mente. ¿Qué le dice acerca de sus propios anhelos, creencias y aspiraciones? ¿Qué le transmite? ¿Tiene algún nombre su druida, un pasado, una historia, un mensaje o una lección para usted? Pase cierto tiempo en compañía de su arquetipo de druida, y entonces, cuando se sienta preparado para continuar, dé gracias por lo que ha visto, sentido y aprendido.
Consciente de su propia imagen del druida, veamos ahora otras imágenes de druidas, pasadas y presentes.
Honrando a nuestros antepasados
Una de las cosas que atrae a la gente hacia el druidismo es el sentido de que proporciona un nexo con el pasado. Para el druida, el pasado no es algo estático que se conserva en las viejas y polvorientas páginas de los libros de historia, sino que es una parte viva de nuestra realidad; es la manera en que llegamos a ser lo que somos y el proyecto de lo que podríamos llegar a ser. El pasado es una poderosa fuente de inspiración. Incluso más que eso: el pasado es el reino de nuestros antepasados y, para el druida, nuestros antepasados son nuestros compañeros y maestros en esta vida.
Hablamos de nuestros antepasados de sangre y de espíritu. Los de sangre son nuestra línea genética (nuestros padres, abuelos, bisabuelos…) hasta 10.000 años atrás, después de la última glaciación, cuando la gente caminó por primera vez en tierras de Gran Bretaña; hasta tres millones de años atrás, cuando los primeros humanos caminaron por las llanuras del sur de África; mucho más atrás, hasta las formas de vida unicelulares de hace tres billones de años. La tierra sobre la que caminamos y las rocas sedimentarias que hay encima son lo que queda de nuestros antepasados en esta cadena de evolución. Honramos esta cadena de otras vidas que nos han dado la vida que tenemos ahora. Para recordarnos a nosotros mismos la conexión entre la tierra y nuestros antepasados, a veces cantamos a ritmo de un tambor: «Tierra y roca, sangre y hueso, todo es uno, todo es uno».
En el trabajo con nuestros antepasados, empezamos por honrar a nuestros padres. A muchos de nosotros nos cuesta más relacionarnos con nuestros padres que con un antepasado que vivió hace miles de años o incluso más; de nuestros padres, estamos demasiado cerca. Sin embargo, sean cuales sean los problemas que podamos tener en nuestra infancia, agradecemos a nuestros padres el extraordinario regalo de la vida.
También reconocemos qué experiencias difíciles contribuyen intensamente a que seamos lo que somos. Quizás el hecho de discutir con nuestros padres nos haya ayudado a fortalecer nuestro carácter, agudizar nuestra mente y aumentar nuestra independencia. Quizá su comportamiento hacia nosotros nos haya ayudado a crear intensas relaciones con otras personas. Quizá la ausencia de uno o ambos padres nos haya ayudado a ser autónomos. Los resultados positivos proceden en muchas ocasiones de experiencias negativas. Piense en las cosas de valor que ha aprendido de sus padres y dé las gracias. El proceso de curación ha empezado…
Honramos a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos y a sus antepasados de todas las generaciones de la misma manera, dando gracias por el regalo de la vida que ha ido pasando hacia abajo por la cadena del ADN y por las lecciones aprendidas o la herencia cultural, física y espiritual recibida de ellos.
También honramos a nuestros antepasados de espíritu, aquellos que siguieron caminos similares a los nuestros en generaciones anteriores. Algunos pueden ser de nuestra línea de sangre, pero puede ser que otros no guarden ninguna relación a un nivel genético y, sin embargo, tener visiones del mundo, creencias y experiencias que nos unan a ellos en espíritu. Quienes siguen el sendero del druida ven a estos antepasados como maestros y guías. Damos gracias por lo que hemos recibido de ellos.
Volvamos ahora hacia el sendero de la tradición druida y veamos a quiénes nos encontramos y qué podemos aprender, nosotros de ellos y ellos de nosotros.
Druidas de hoy
El druida de hoy puede ser el más difícil de encontrar. Existe una gran diversidad entre los druidas modernos, quienes expresan una amplia franja de creencias a través de prácticas diferentes. Algunos grupos se centran en lo espiritual, otros en las actividades culturales o sociales, en la política o en las manifestaciones de protesta, mientras que otros combinan todas estas cosas. El druidismo moderno está representado por un número similar de hombres y mujeres de una gran gama de clases sociales.
Algunos visten túnicas cuando participan en algún rito grupal. Estas pueden ser de una gran variedad de colores y estilos, si bien las más frecuentes son las blancas o las de fibras naturales de color crudo. Más o menos una cantidad igual, o quizá más, no viste nunca túnica. Con tal diversidad, podría parecer difícil encontrar un hilo común, pero todos ellos responden a la visión particular del arquetipo de druida.
Cuando se explora en el druidismo, hay gente que encuentra útiles los ritos grupales; estos ofrecen el sentido real del parentesco y la comunidad. Quienes pasan por su primera ceremonia druida suelen decir que experimentan un sentimiento de regreso a casa. La mayoría de los ritos druidas son reducidos: tal vez unos cuantos amigos alrededor de una hoguera en un bosque al ponerse el Sol, haciendo ofrendas de pan y aguamiel a los antepasados, compartiendo comida y sonrisas, junto con historias y canciones, aprendizaje y rito. Después de unas horas, se van, cansados pero eufóricos, y se despiertan al día siguiente con el espíritu refrescado para las tareas que deban realizar. Como contraste, los ritos abiertos en festivales celebrados en lugares sagrados mayores pueden atraer a cientos de personas. Estos ritos, tanto a pequeña como a gran escala, constituyen tan sólo una pequeña parte de la vida de los druidas modernos. Estos practican su arte de muchas otras maneras, como curanderos, consejeros, maestros, artistas, escritores, poetas, padres… siendo cada actividad apoyada o ayudada por la comprensión procedente del druidismo.
El altar
El druida suele tener en su hogar un altar en el que colocará una colección de cosas que reflejen su historia personal y la de sus antepasados, sus intereses y sus creencias. Estas cosas pueden consistir en imágenes de dioses, de su propia tierra o de otras culturas con las que mantenga un fuerte nexo espiritual. El altar es un lugar para estar en íntima comunión con los espíritus de la naturaleza, por lo que normalmente habrá en él elementos del mundo natural: plumas, hojas, huesos, piedras, frutos secos, quizás un recipiente con tierra o arena y otro con agua. A menudo habrá un quemador de incienso, incienso, hierbas y velas. Puede haber regalos u obsequios de amigos o recuerdos de familia, fotos de hijos, amantes, padres, abuelos. El nexo común que une estas cosas y la razón de su presencia en el altar es que proporcionan inspiración.
Si usted no posee un altar, puede que desee tener uno. Haga sitio en un estante, en un rincón o en una mesa y piense en lo que pondrá ahí. ¿Qué tiene ya que le haga inspirarse? Quizás un cuadro que haga de telón de fondo, o tal vez una piedra de un lugar sagrado de nuestros antepasados o especial para usted. Reúna unas cuantas cosas y mire si quedan bien. Piense en lo que cada una significa para usted y por qué. El altar será un reflejo de usted mismo. ¿Qué dicen las cosas que pone en él de quién es usted y de quién le gustaría ser? Intente que su altar refleje lo mejor de usted mismo y sus aspiraciones. Recuerde que su altar no tiene que ser siempre igual, del mismo modo que usted tampoco lo es. Si algunas de las cosas que ha colocado pierden o cambian su significado, retírelas y sustitúyalas por cosas que reflejen más apropiadamente su conciencia creciente.
El altar es el recuerdo diario de la dimensión espiritual de nuestras vidas, el centro para nuestra meditación y plegaria, un lugar para hacer ofrendas a nuestros antepasados y dioses. Estas ofrendas pueden ser en pensamiento o palabra, en poesía o canción, en incienso, aceite o agua, en flores o comida. Las ofrendas son lo que damos de nosotros a cambio de las bendiciones que se nos conceden de vida, aprendizaje, curación y sabiduría.
Ahora, desde el día presente y la segura fundación del altar, viajemos hacia el pasado. Según vayamos viajando, observe aquellos aspectos de la historia druida que le inspiren más. Lo que viene a continuación es una historia selecta y necesariamente breve. Si desea saber más, encontrará una lista de lecturas recomendadas al final de este libro.
Resurgimientos del druidismo
En 1964, Ross Nichols fundó la Orden de los Bardos, los Vates y los Druidas (OBOD), con la intención de llevar de nuevo el druidismo hacia lo que él veía como sus raíces celtas. A finales de los setenta, el druidismo comenzó a adoptar elementos de la Wicca, la nueva religión pagana creada por un amigo de Nichols, Gerald Gardner. Los druidas empezaron también a ser influidos por los siberianos, los nativos americanos y otras culturas indígenas, y a descubrir de nuevo, a través de estas, las raíces de la tradición nativa europea. Entre ellos, estas influencias, juntamente con la investigación de los manuscritos medievales de Gales e Irlanda, se alimentó la recreación del druidismo como una espiritualidad mágica, holística y conectada con la tierra y los antepasados. Mi propio grupo, la Orden Druida Británica (BDO) surgió de este caldero de ideas e inspiración.
Antes de los años setenta, la imagen del druida aparecida en la prensa popular era la de hombres con túnicas blancas en pie en un círculo de Stonehenge en el solsticio de verano. Este espectáculo anual formaba parte del verano inglés tanto como el críquet y el té con crema. Parecía que siempre había sido así: figuras con túnicas tras la puesta de sol y antes del amanecer, realizando ritos elaborados y desapareciendo después hasta el siguiente verano.
Si vamos cien años más atrás, esa imagen vuelve a cambiar. Los druidas de aquel tiempo están representados de forma más clara en la mente de la gente por el Gorsedd Galés de Bardos.
El Gorsedd aparece todavía a principios de agosto en el Nacional Eisteddfod, la gran celebración anual de lengua y cultura galesa. Sus túnicas son de tres colores: azul para los bardos, verde para los vates y blanco para los druidas, y realizan elaboradas ceremonias en modernos círculos de piedra construidos para la ocasión en pueblos en los que se celebra el Eisteddfod. Hablan galés, llamando a la paz: Heddwch!; desenvainan y envainan de nuevo una espada para mostrar que la paz existe realmente. Chicas jóvenes llevan flores al altar de piedra que hay en el centro, en el que se sitúa un archidruida. El Hirlas Horn (cuerno de Hirlas) se pasa por el grupo, y el bardo que haya compuesto el mejor poema en verso tradicional está delante del grupo, en una silla.
Si vamos un poco más de doscientos años hacia atrás, llegamos hasta el resurgimiento druida del siglo XVIII. Es el solsticio de verano de 1792, y estamos encima de la colina Primrose de Londres. Aquí nos encontramos con una pequeña reunión dirigida por un picapedrero galés, fallido hombre de negocios y falsificador literario, llamado Edward Williams, también conocido con su nombre bardo, Iolo Morganwg. De pie, en un círculo de piedrecitas que traía en su bolsillo, y vestido con la ropa habitual de cada día, hace un llamamiento a la paz, desenvaina y envaina una espada y pronuncia la plegaria gorsedd:
Concedednos, oh, Dios, vuestra protección,
Y con la protección, la fuerza,
Y con la fuerza, la comprensión,
Y con la comprensión, el saber,
Y con el saber, el conocimiento de la justicia,
Y con el conocimiento de la justicia, el amor de ello,
Y con este amor, el amor a todas las existencias,
Y con el amor a todas las existencias, el amor a Dios, a Dios y a todas las bondades.
Esta plegaria se sigue oyendo todos los años en el Welsh National Eisteddfod. De formas diversas, se puede oír también en ceremonias de muchos otros grupos druidas, si bien muchos reemplazan la palabra Dios por espíritu, espíritus, dioses, diosas o dios y diosa.
La ceremonia de Iolo en la colina Primrose señaló la formación del Gorsedd de Bardos de la isla de Gran Bretaña cuyas coloridas ceremonias realzan el Eisteddfod. Iolo afirma haber encontrado los ritos y las leyes de los gorsedd en antiguos manuscritos galeses y, durante los 150 años posteriores a su muerte, mucha gente le creyó. Más tarde, un estudioso que investigaba los documentos de Iolo encontró versiones en borrador de los supuestos manuscritos antiguos, escritos por el propio Iolo: prácticamente la totalidad del amplio y complejo sistema de tradiciones bardas y druidas de Iolo era resultado de su propia invención. Actualmente, mucha gente consideran a Iolo y a sus contemporáneos unos románticos, en el mejor de los casos, y unos timadores, en el peor. Sin embargo, cuando Iolo se dedicó a imitar poesía galesa medieval fue capaz de hacer pasar sus propios versos por los del más reconocido bardo medieval, Dafydd ap Gwilym. De hecho, las imitaciones de Iolo se han hecho realmente más populares que los originales de Dafydd. Verdaderamente, Iolo tenía talento, o incluso ingenio.
Cuando era niño, Iolo se inspiró en los cuentos de su madre sobre grandes días pasados, en los que todas las nobles casas galesas tenían a su propio bardo. Más tarde, encontró la inspiración en las visitas a los grandes círculos de piedra de Avebury y Stonehenge. Su inspiración le llevó directamente a fundar el Welsh Gorsedd y a todo lo que hizo por promover y preservar la lengua y la cultura galesas. También inspiró la fundación de la Biblioteca Nacional de Gales y la Universidad de Gales.
Iolo respondía a una fascinación popular con el druidismo que había empezado en el siglo XVII. El anticuario John Aubrey (1626-1697) fue el primero que relacionó a los druidas con los prehistóricos círculos de piedra como Stonehenge. Le siguió un excéntrico pastor cristiano, William Stukeley (1687-1765), que, como Aubrey antes que él, visitó Stonehenge y Avebury. Stukeley convirtió su jardín en un bosquecillo druida, llenó sus sermones de referencias a los druidas y se denominó a sí mismo Chyndonax of Mount Haemus, druida. Consideraba el druidismo una religión patriarcal, llevada a Gran Bretaña después del diluvio bíblico, y describía a los druidas como protocristianos que practicaban lo que él denominaba la Religión Natural. Las ideas de Stukeley fueron recogidas por un visionario poeta y artista, William Blake (1757-1827). Blake no sólo veía a los druidas como protocristianos, sino que identificaba a figuras cristianas como Noé y Abraham como druidas.
William Wordsworth (1770-1850) y otros poetas de la época escribieron sobre los druidas, mientras que artistas contemporáneos, incluidos dos conocidos ingleses, Turner y Constable, produjeron pinturas y dibujos sobre Stonehenge. A través de su obra, la imagen del druida retorna a la establecida cultura británica.
Supervivencia del druidismo
Existieron colegios bardos en Escocia hasta el siglo XVIII. Un siglo antes, también había habido instituciones semejantes en Gales e Irlanda. Representaban el nexo directo con el druidismo del pasado remoto, cuando los bardos eran miembros de la clase druida entre los pueblos tribales de Europa en los siglos anteriores a la Era Común. A los estudiantes de estos colegios se les hacía memorizar grandes cantidades de poesía, tradiciones y leyendas de sus antepasados, y genealogías de familias importantes, del mismo modo que lo habían hecho sus predecesores en tiempos de Julio César.
Los druidas fueron consejeros de los reyes irlandeses por lo menos hasta el siglo X, mientras que los bardos se refieren a los druidas como activos en Gales en el siglo XII. Este fue el periodo en que se escribían los antiguos cuentos de reyes paganos y héroes en Gran Bretaña e Irlanda, y normalmente los autores eran monjes. En estas historias, los druidas eran retratados como consejeros reales, profetas, poetas, magos, curanderos e intérpretes de sueños y presagios, que tenían la habilidad de adivinar y profetizar el futuro, provocar neblinas mágicas, preparar brebajes mágicos con milagrosos poderes curativos, resucitar a los muertos, alterar el clima, transformarse y transformar a los demás en pájaros o animales, y derrocar a tiranos con sus maldiciones. En conjunto, era una generación más salvaje y mágica que los druidas evangelistas del siglo XVIII. A finales del periodo medieval, muchas funciones druidas eran atribuidas a Merlín en los cuentos del rey Arturo y sus caballeros. El personaje de Merlín que conocemos ahora fue creado en el siglo XII por Geoffrey de Monmouth, que escribió en lengua galesa leyendas acerca de dos bardos de la denominada Edad Media. El primero, Myrddin Emrys, era descrito como un profeta, mágico y consejero del rey británico del siglo V, Ambrosio. El segundo, Myrddin Wyllt, llamado el Salvaje, era un bardo escocés del siglo VI. Al ver cómo su señor y sus compañeros morían en una batalla, decidió abandonar la compañía humana y vivir en el bosque de Celydon con un lobo y un cerdo. Se ganó la fama de ser un inspirado profeta. Ambos Myrddins vivieron en la época en que gran parte de Europa, incluyendo Gran Bretaña e Irlanda, vivía la transición del paganismo al cristianismo, y ambos conservan muchas cualidades del druida pagano.
Druidas clásicos
Si, una vez situados en la Edad Media, volvemos a retroceder otros 500 años, llegamos a los inicios de la Era Común, y a los primeros registros escritos de los druidas. Las pocas descripciones que nos han llegado de druidas, proporcionadas por escritores griegos y romanos de los últimos siglos anteriores a la Era Común y los primeros siglos de esta era, fueron la inspiración de los anticuarios del siglo XVII, quienes, a su vez, inspiraron el resurgimiento druida del siglo XVIII. Entre las historias más influyentes se encuentra la historia griega de Plinio el Viejo. En un pasaje de su Historia Natural, escrito en el s. I EC, ofrece una vívida explicación de las creencias druidas y de un rito celebrado en un bosque:
Los druidas… no tienen nada más sagrado que el muérdago y el árbol que lo sostiene, teniendo en cuenta que ese árbol siempre es un roble. Sin embargo, eligen bosques compuestos por robles sólo por el bien del árbol, y nunca realizan ninguno de sus ritos si no se encuentran ante una rama de roble… De hecho, piensan que todo lo que crece en él ha sido enviado del cielo y es una prueba de que el árbol fue elegido por el mismo dios. No es fácil, sin embargo, encontrar muérdago en un roble; y, cuando se encuentra, es cogido con una ceremonia religiosa adecuada, si es posible el sexto día del ciclo de la Luna (ya que es con la Luna con la que miden los meses y los años, y también su propia edad de treinta años). Eligen este día porque la Luna, si bien no está aún en la mitad de su recorrido, ya tiene una influencia considerable. Denominan al muérdago con un nombre que, en su lengua, significa el que todo lo cura. Después de hacer un preparado para el sacrificio, así como un banquete bajo los árboles, llevan allí dos toros blancos, atados por los cuernos. Vestido con una túnica blanca, el sacerdote sube al árbol y corta el muérdago con una hoz de oro, y es recibido por los demás en una capa blanca. Entonces, los demás matan a las dos víctimas, orando porque el dios hará de esta ofrenda algo favorable para aquellos a los que se la conceda. Ellos creen que el muérdago, si se toma en infusión, da fecundidad a los animales estériles, y que es un antídoto para todos los venenos.
Plinio vistió a su druida de blanco, mientras que algunos otros escritores contemporáneos suyos describen a druidas vestidos con túnicas rojas bordadas en oro y a mujeres que probablemente eran druidas vestidas con túnicas negras.
Actualmente, los druidas reconocemos ciertos aspectos de la descripción de Plinio como relacionadas con nuestra práctica: su presentación del druidismo como un sistema de creencias mágico; su honra al paso del tiempo y a los ciclos de la naturaleza a través de las fases de la Luna; su implicación en las propiedades curativas de las hierbas y en los espíritus que residen en árboles, plantas y animales. Los druidas modernos no sacrifican animales, si bien algunos se preguntarán por qué es esto así si decimos revivir una antigua tradición de la que formaba parte el sacrificio de animales. La respuesta es que no intentamos revivir el druidismo de hace 2.000 años. Aquellos eran tiempos más difíciles, en los que la comida escaseaba, y la muerte por hambre, enfermedad o guerra era una amenaza constante. Hoy, la vida de la mayoría de nosotros es muy diferente. El druidismo es una tradición viva. Y al igual que los tiempos cambian y que la conciencia humana evoluciona, el druidismo cambia y evoluciona, renovando su relevancia en cada nueva generación.
¿Qué más conocemos de los druidas antiguos? En el siglo I a. EC, el historiador griego Diodorus Siculus hacía la siguiente descripción de los druidas de la época:
Entre ellos —por ejemplo, los galos, el pueblo del país que llamamos Francia— hay compositores de versos a los que se les conoce como bardos; estos, cantando y con instrumentos similares a una lira, alaban a unos y vituperan a otros.
Tienen filósofos y teólogos que son tratados con mucha consideración y a los que llaman druidas; tienen adivinos —vates—, también de gran renombre, que conocen el futuro a partir del vuelo de los pájaros y de la observación de las entrañas de los animales; y todos están atentos a sus palabras.
… Es costumbre de los galos que nadie haga ningún sacrificio sin la presencia de un filósofo —por ejemplo, un druida—, porque, según ellos, las ofrendas a los dioses sólo deberían hacerse por mediación de estos hombres, que han aprendido de la divina naturaleza y, por decirlo de algún modo, están familiarizados con ella, por lo que sólo a través de ellos debe buscarse la bendición de los dioses. Estos profetas tienen autoridad no sólo en tiempos de paz, sino también de guerra, y los encantamientos de los bardos tienen efectos tanto en amigos como en enemigos. A menudo, cuando los combatientes se encuentran alineados frente a frente, las espadas están desenvainadas y las lanzas están alzadas, aparecen esos hombres entre los ejércitos y suspenden la batalla, del mismo modo que las bestias salvajes son encantadas a veces. Así, incluso entre los bárbaros más salvajes, la ira cede ante la sabiduría, y Marte es avergonzado ante las Musas.
Diodorus nos presenta las tres áreas principales de la práctica druida: los bardos, los vates y los druidas. Cada una de ellas hace referencia a diferentes áreas de ellos mismos y ofrece diferentes maneras de ver el mundo. La senda de los bardos se centra en encontrar fuentes personales de inspiración y en fomentar la creatividad. La senda de los vates se centra en la curación, la conciencia y la comprensión de procesos de cambio de ellos mismos y del mundo. La senda de los druidas les lleva a trabajar con los procesos de cambio para asumir un papel más activo en el continuo proceso de la creación. Los druidas modernos siguen actuando como sacerdotes, si bien actualmente los sacrificios que realizan incluyen cosas como tiempo, poesía, frutos de temporada y flores o aguamiel.
De Plinio y otros autores, hemos aprendido que los antiguos druidas realizaban ritos en los bosques, si bien esta práctica no ha debido de ser frecuente antes de los intentos romanos de limitar las actividades de los druidas en el siglo I a. EC. En esa época, los druidas tenían un concepto del espacio sagrado denominado nemeton, un área específicamente destinada para usos rituales, a menudo rodeada por un terraplén o una franja excavada en el suelo. A veces, se construían pequeños templos o santuarios en el área sagrada. Los santuarios solían consistir en estructuras de madera, aunque algunos eran de piedra y, en ocasiones, de hueso; algunos eran cuadrados, otros redondos. Santuarios de este tipo fueron encontrados en pueblos encima de colinas, que era una forma frecuente de asentamiento en Europa durante la Edad de Hierro. Muchos nemetonae disponían de fosas rituales en las que se hacían las ofrendas. En ocasiones, se erigían postes de madera o piedras alineadas al amanecer o al atardecer en alguna época significativa del año.
Los druidas de la Edad de Hierro utilizaban hierbas y árboles sagrados en sus ritos, y practicaban la adivinación a partir del comportamiento de los pájaros y del movimiento de las estrellas. Algunos ritos incluían música y baile. Los rituales no eran la única área en que actuaban los druidas. También eran jueces y abogados, historiadores, maestros, doctores, cantantes, músicos. De hecho, todos los aspectos de la vida que requirieran algún tipo de educación formal parecían ser competencia de los druidas. Estos parecían haber asumido, entre los habitantes de la Edad de Hierro en Europa, un papel similar a la casta de los brahmanes entre los hindúes.
El druidismo de este periodo tuvo su lado oscuro, en el que se incluyen los sacrificios animales y, probablemente, también humanos. Fue una época en la que la gente entre la que vivían los druidas vivía y trabajaba como cazadores de cabezas, y conservaba la cabeza de sus enemigos como trofeos, utilizándolas a veces para decorar los santuarios. Parece que estamos muy lejos, de hecho, de la imagen romántica del siglo XVIII del sabio vestido de blanco. Y, sin embargo, no estamos tan lejos si tenemos en cuenta que varios escritores clásicos se refieren a los druidas como filósofos naturales, astrónomos, oradores, sabios jueces, inspirados profetas y habilidosos diplomáticos. Y si bien los druidas de esta época trabajaban muy cerca de la muerte, sabemos que creían fervientemente en la vida después de la muerte, y que esta creencia era tan intensa que celebraban la muerte como una liberación o un renacimiento. También creían en la trasmigración del alma, creencia que aún mantienen algunos druidas de hoy.
Orígenes
Los orígenes del druidismo se pierden en la prehistoria.
Los registros más antiguos sitúan a los druidas entre los pueblos tribales de Europa identificados por los historiadores modernos como celtas posteriores a un grupo tribal, los keltoi.
La lengua y la cultura que llamamos celta se desarrolló en Europa central a principios del primer milenio anterior a la Era Común, si bien Julio César nos cuenta que los galos de la época creían que el druidismo se había originado en Gran Bretaña. Es apropiado creer que se desarrolló durante miles de años, y que sus orígenes van más allá de la aparición de la cultura denominada celta.
A partir de registros arqueológicos queda clara que muchas prácticas rituales de los celtas de la Edad de Hierro eran frecuentes mil años antes entre los constructores, en la Edad de Bronce, de los grandes círculos de piedras de Gran Bretaña e Irlanda, y mil años antes, incluso, entre los pueblos del Neolítico que construían megalíticas tumbas-santuario como la de New Grange, en Irlanda. Delimitar un espacio sagrado con una franja o un terraplén, hacer ofrendas rituales en fosas o astas y erigir postes de madera y piedras alineadas al amanecer o el atardecer en determinadas épocas del año son prácticas comunes desde el año 3500 a. EC hasta el año 400 EC.
Estas son, por tanto, las líneas generales de la historia druida, desde la edad del microchip hasta la edad de los instrumentos de piedra. ¿Ha sentido usted la presencia de su arquetipo de druida en algún punto del viaje? ¿Con qué fase de la historia de la tradición se ha sentido más conectado? ¿Qué le dice sobre quién es usted y cuáles son sus expectativas y deseos?
Así, después de haber hecho nuestro viaje hacia el pasado, regresamos conscientemente al presente, conscientes de quiénes somos y de lo que nos rodea. Una vez aquí y ahora, agradecemos a nuestros antepasados de sangre y de espíritu todo lo que hemos aprendido, y la rica herencia de tradición y aprendizaje que hemos obtenido de ellos.
¡Ave, oh, antepasados! ¡Os saludamos!