Desde pequeño mi madre me educó con los mismos patrones con los que se educa a cualquier persona. Es decir, como si sólo hubiera un camino para el éxito:
• Estudia mucho y esfuérzate en el colegio y en el instituto.
• Accede a una universidad y fórmate en una carrera que tenga salidas.
• Obtén un buen trabajo y trabaja 8 (o más) horas al día.
Sin embargo, con dieciséis años me cuestionaba todas estas ideas por completo. En parte como excusa porque el instituto no me gustaba nada, pero también porque con el paso de los años los pensamientos de Jimmy habían puesto mi futuro patas arriba. Y si Jimmy había sido el primero en plantar esa semilla, después llegó una persona que continuó con el cambio. Se llamaba Naiara y revolucionó mi presente.
¿Alguna vez has escuchado lo de que eres la media de las cinco personas con las que pasas más tiempo? Mi vida siempre se ha transformado a mejor cuando me he rodeado de las personas indicadas y se ha venido abajo cuando ha sido al revés.
Naiara era de las primeras.
Ella cambió para siempre mi manera de ver el mundo. Era una chica disruptiva, pintoresca y arrebatadora. Tenía un magnetismo que me llevó a derribar todas las concepciones que yo me había forjado para mi presente y mi futuro. Recuerdo que ella fumaba porros y que esto me llamó muchísimo la atención. No por la droga en sí, sino por el hecho de que no aceptaba las normas si no las compartía. No sé si fue bueno o malo, pero lo que sí que te puedo decir es que me dejé llevar por ella. A mis profesores no les hizo demasiada gracia. Me empezaron a repetir a diario que era un auténtico fracasado y que si no me ponía a estudiar nunca llegaría a nada. Sin embargo, en mi cabeza ya había germinado la idea de que tenía que haber algo más.
Piénsalo. Colegios, institutos, universidades… Todos forman parte de una cadena de montaje. Fabrican perfectos empleados que no den problemas. Los profesores podrían decirme lo que quisieran, pero yo cada vez estaba más desconectado. Todavía más cuando lancé mi primer negocio, por llamarlo de alguna manera.

Eres la media de las cinco personas con las que pasas más tiempo.
El profesor de empresariales
¿Abandoné la educación en ese momento?
No. Le di una última oportunidad. El último año de instituto podía elegir una asignatura que se llamaba Empresariales. Después de muchos años había encontrado una que me atraía lo suficiente como para ser el primero en clase.
Me dejó helado. ¿Sabes por qué? Porque el profesor jamás había tenido un negocio y en lugar de hablar de las cuestiones que de verdad importan, lo que hizo fue explicarnos teoría que no iba a ninguna parte.
El gran problema de la educación
Éste es el gran problema que tiene la educación en la actualidad. ¡Sus profesores! Son personas que jamás han ejercido en sus campos y que sólo se han preparado para ser profesores. Es decir, están capacitados para explicar la teoría, pero no para ir más allá porque nunca lo han vivido. Les falta la chispa de haberse peleado con el mundo real, que es con lo que de verdad se puede enganchar a los alumnos.
Fíjate que el tema me encantaba. Admiraba a empresarios como Amancio Ortega que habían levantado un imperio de la nada. Yo quería ser como ellos. Tanto por la libertad como por el poder. Y sabía que jamás los encontraría en un aula. Desde pequeño quise ser millonario. Yo siempre decía que a los veintiún años sería rico y que todos me llamarían señor Rivero.
¿De dónde surge mi necesidad de emprender?
Cuando la conocí jamás lo hubiera esperado, pero Naiara fue la persona que apretó el gatillo del emprendimiento en mi mente. Desde que era niño me habían interesado los tatuajes y ella había conseguido que se convirtiera en un tema habitual en nuestro grupo de amigos. De hecho —y esto a nuestros padres no les hacía ninguna gracia—, Naiara había fabricado una máquina casera para tatuar y la había estado probando con todos nosotros. ¿Que qué tiene que ver todo esto con emprender?
Cuando en mi casa ya nos habíamos gastado todo el dinero de la herencia, mi madre estaba muy nerviosa. Como te he contado antes, me dijo que o me ponía a trabajar o me echaría de casa. Y algo me decía que no era un farol. Yo le había estado echando un ojo a todo lo de los tatuajes como un posible negocio y pensaba que de verdad podría conseguir resultados. Invertí en un curso online y en una máquina de tatuajes de buena calidad y empecé a probar todo lo que aprendía en mi cuerpo. Ahora mismo debo de llevar más de treinta tatuajes. La gente los veía y me preguntaba. Cuando les contaba que me los hacía yo siempre surgía la propuesta de que les hiciera uno. Así que monté mi primer negocio —que era todo ilegal, como te puedes imaginar.
Aunque parezca una tontería de chiquillos, tiene todo lo que conlleva crear un negocio que funcione. Yo empecé a ofrecer el servicio de tatuajes porque la gente me preguntaba por ellos. Es decir, no creé una necesidad —las necesidades no se crean, están ahí—, sino que detecté una y me di cuenta de que podría ser una solución. Te lo contaré más adelante pero, aunque sea a mayor escala, éste es el mismo proceso que realicé con CDM Inversiones e Inversores Inteligentes. Exactamente igual.
Me acuerdo de que llamé al negocio Tulekivus Tattoo y monté una estructura de lo más interesante. Trabajaba con cita previa y siempre cobraba una cantidad a mis clientes. Durante los primeros meses llegué a ganar unos 700 euros, que eso para un chaval de dieciséis años es una locura. Pero como en cualquier negocio, empezaron a surgir complicaciones.
Como a mi madre no le hacía ninguna gracia lo que estaba haciendo, me prohibió tatuar en casa salvo que le diera la mitad de lo que ganaba. Y yo me negué porque me parecía demasiado.
Éste fue uno de esos grandes errores de los que después aprendí muchísimo. Una de las claves que aplicamos en CDM Inversiones es mantener a todas las personas que participan muy contentas y con una retribución adecuada para que siempre nos apoyen. Te lo contaré más adelante, pero es muy curiosa la manera en que pequeños instantes lo cambian todo.
Sin embargo, como en ese momento yo no quería entregar el 50 por ciento del dinero, pasé a tatuar sólo a domicilio. Por lo menos cuando ella estaba en casa. Pero un día mi madre me atrapó tatuando a dos chicas y a un chico en casa y desde ese día me obligó a darle la mitad. Traté de convertir esta situación en una oportunidad.
Me monté una pequeña sala de tatuajes con la camilla que mi madre había usado para dar masajes y un despacho que teníamos vacío en aquella casa tan grande. Y empecé a generar cada vez más… Hasta que perdí el norte.
No seas una urraca
¿Me aceptas un consejo no solicitado? Nunca te obsesiones con hacer dinero a cualquier precio. Cuando descubrí la calidad de vida que podía tener con 600, 700 u 800 euros al mes teniendo sólo dieciséis años, comencé a cometer errores.
Por mi propia cuenta tenía la capacidad de recuperar el nivel de vida que había compartido con mi madre durante los últimos años y así demostrarle al mundo que seguía siendo alguien válido. Ésa fue la primera vez que vi el dinero como un símbolo de estatus y que me obsesioné tanto con conseguirlo, que me dieron igual los métodos. Sólo quería demostrar al mundo lo que yo valía:
• Comencé a robar las bicicletas de la comunidad de vecinos donde vivía y a vendérselas por menos dinero del precio de venta en tienda a otras personas.
• Robaba ropa en tiendas y se las ofrecía a mitad de precio a mis compañeros de clase.
• Descubrí que la marihuana podía ser un negocio lucrativo y empecé a traficar con ella para multiplicar lo que ganaba.
Hice una barbaridad de dinero. Un mes superé los 3.000 euros y, con diecisiete años, te puedes imaginar que esa cantidad es como estar en otra galaxia. Es cierto que ya había sido un error la manera de conseguirlo, pero todavía lo fue más la de gastarlo. Si por lo menos lo hubiera dado en casa para que siguiéramos adelante, habría merecido la pena, pero en mi caso seguí paso a paso los actos de mi madre:
• Me tatué muchísimas veces para demostrarle al mundo que podía permitirme un tatuaje cuando quisiera.
• Compré ropa más cara para que los demás me preguntaran cómo podía permitírmela.
• Adquirí mi primera BlackBerry y me faltaban motivos para sacarla del bolsillo.
• Regalé todo tipo de lujos a una chica con la que salía, como si el dinero comprara el amor.
Tenía muy interiorizados unos patrones muy fuertes sobre el dinero. Cuando lo tenía, todo iba bien, y cuando no, estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta por conseguirlo. Llegó un momento en el que me daba igual hacer daño con timos o estafas a otras personas y una de las razones fue la nula educación financiera que me dieron cuando era pequeño.
Para ser rico sólo había dos caminos, nacer en una familia con dinero o estar dispuesto a todo para lograrlo. A mí sólo me quedaba la segunda opción.
Claves para inversores inteligentes
De todo este tiempo aprendí que de nada sirve el dinero sin educación financiera. Cuando no sabes qué hacer con él, tan sólo te dedicas a gastarlo para demostrarle al mundo que lo tienes o para llenar vacíos con cosas que no necesitas.
Puedes esperar sentado, si vas al instituto o a la universidad a que te enseñen a montar tu propio negocio: allí se va para aprender a ser empleado, no para emprender. ¿Quieres dinero? Perfecto. Busca la manera de hacerlo, pero recuerda que no merece la pena hacerlo a cualquier precio. Esto sólo termina por traer muchos problemas.
Y cuando lo tengas, respira dos veces antes de tomar cualquier decisión. Sobre todo, si el dinero te llega muy rápido, es demasiado habitual malgastarlo en cosas que no necesitas sólo porque le quieres demostrar al mundo que eres un ganador.
Esto no merece la pena. No lo ha merecido nunca, ni lo hará ahora.
Vive por y para ti.
Ejercicios para inversores inteligentes
Ejercicio: ponte un límite. ¿Qué no estás dispuesto a hacer jamás para conseguir dinero? Es muy importante que establezcas las líneas rojas ahora, antes de que tengas la posibilidad de cruzarlas para que siempre sepas qué no quieres hacer para generar más ingresos.

¿Qué no estás dispuesto a hacer jamás?