Quiero mucho a Dani. Me refiero al Dani que ha escrito este libro, porque estas cosas conviene aclararlas. Y no solamente lo digo, además lo escribo siendo el director, presentador y comprador oficial de los regalos de los chinos que se entregan en el programa de televisión Ilustres Ignorantes. Para quien no sepa de qué estoy hablando, les diré que es un programa que ha marcado un antes y un después. Hay que tener en cuenta que marcar «un antes y un después» no tiene mérito alguno, basta con fijar una fecha determinada y ya está. Y vale para un cumpleaños, un bautizo, una ruptura, una muerte, un beso, la compra de un ordenador, el primer coito, el segundo gatillazo, tu primer coche, un martes, el 23-F, tu primera muerte o, incluso, un programa de televisión. Creo que ha quedado claro.
Dani es un referente para mí, siempre he admirado a este tipo de gente que con su trabajo estafa al sistema, a la banca, a la sociedad, a la familia, a los amigos, a las productoras de televisión, a sus maestros o a la vida misma. Tengo un máster en estafismo. Conozco a Cansado y a Colubi desde hace años. Pero lo de este muchacho supera todos los límites. Estoy hablando del guionista de un programa que no tiene guion. Y eso no tiene parangón. En argot televisivo se denomina «tócate los cojones». Se ha convertido en el cuarto Ilustre, el que no sale en las fotos (que por algo será). Pero está por encima de nosotros, ya no por talento, que anda escaso, sino porque es más joven, más delgado y estuvo en el 15-M.
Y por si todo eso fuera poco, ahora se ha creado un centón sobre el saber. El saber es algo que asocio mucho a mi madre, sobre todo cuando yo le ponía pegas para ir a estudiar y me argumentaba sus razones con la típica sentencia de «El saber no ocupa lugar». Yo siempre le respondía con la misma frase: «Ni el follar tampoco, madre, siempre y cuando se pongan precauciones». Hay que hacerse a la idea de que por aquella época yo solo tenía treinta y un años.
Ahora, gracias a mi madre principalmente, y a Dani, el que ha escrito lo que vais a leer y cuyo apellido no me viene ahora a la cabeza, he descubierto que lo que ocupa lugar es el desconocimiento. Porque cuando no sabes algo, el rato que inviertes pensándolo es tiempo que pierdes para hacer otras cosas como puzles, visitar un museo, morrearte a lo fuerte o leer este libro.