Si no existiera Ilustres Ignorantes, no habría que inventarlo, porque no se puede inventar. Lo llamamos «programa de televisión» para entendernos, pero Ilustres es un fallo del sistema, un resquicio inesperado, una errata en la pantalla, un grano en el culo, dónde si no. Somos la Patrulla X del desconocimiento, los Power Rangers de la estulticia o Los Sabandeños del disparate (si Los Sabandeños fueran tres en lugar de 300; por cierto, ya están tardando en hacer una versión de las Termópilas protagonizada por los miembros de la agrupación canaria. Ojalá se haga más corta que este paréntesis). Coronas y Cansado se cruzaron en mi vida para hacer de esta un lugar mejor. Soy el bajista de Hall & Oates, el utillero de Messi y Cristiano, el sastre de Starsky y Hutch, el mayordomo de Ramón y Cajal; en todas esas ocupaciones me siento feliz y realizado. Si Ilustres fuera un trabajo, trabajaría en lo que más me gusta.
Aún recuerdo la primera grabación. Es mentira: no recuerdo nada que haya sucedido antes del último sábado, pero sé que, si cortas transversalmente el tronco de Ilustres, aparecen trece anillos a razón de uno por temporada. Son demasiados años para un programa. También los son para un perro, para un cruasán, para un adolescente. Tantos años destejiendo la alfombrilla del saber, alimentando un monstruo de tres cabezas y ningún cerebro. Era una pena que toda esa ignorancia derramada desde 2008 no encontrara acomodo en un libro, esos objetos en desuso que fijan el esplendor de lo que contienen y que lucen mucho más que un pendrive.
Este volumen recibe el acertado nombre de «Enciclopedia» por ser una obra en la que se recogen informaciones correspondientes a muy diversos campos del ignorar y del ocio humano. Todo ello lo ha recopilado Dani Rodríguez, mente portentosa y cráneo privilegiado, único habitante de la Writers’ Room de Ilustres desde sus inicios; tenaz en la búsqueda de temas, constante en la elaboración de preguntas y asiduo en la construcción de test picaditos. Nadie mejor que él, nadie peor que nosotros mismos. Al final, el no saber también ocupaba lugar. Y coincide, exactamente, con la extensión de este manual de consulta.