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La terapia vital como apoyo metodológico

Cada maestrillo tiene su librillo.

Refrán popular

Acabo de decir que soy un gran admirador de Freud y creo que nadie ha profundizado tanto en el psiquismo humano como lo hizo él, pero ahora me toca añadir que yo no soy psicoanalista sino el creador progresivo de mi propio «librillo» a partir de la aplicación previa de la psicoterapia centrada en la persona de Carl R. Rogers. De hecho, la tesina de licenciatura que presenté en 1986 en la Universidad de Barcelona y que obtuvo la calificación de notable, consistía en un análisis comparativo de la función de la transferencia en el psicoanálisis freudiano y la psicoterapia centrada en la persona de Carl R. Rogers. Con relación a la valoración, recuerdo la anécdota de que el propio tribunal reconoció que mi exposición sobre la transferencia en la terapia psicoanalítica les parecía bien, pero que no podían concederme un sobresaliente porque no conocían suficientemente su efecto en la terapia rogeriana. Como su objeción me pareció comprensible, puesto que yo era uno de los primeros psicólogos que empezaba a ejercer el modelo de Rogers en nuestro país, acepté su comentario como un reto halagador y me convertí en difusor de las tesis de la psicología humanista. Así pues, mi interés por aprender de los maestros, empezando por Freud y Rogers, viene de lejos porque quizá lo más importante que aprendí en la universidad es aquel principio de psicología dinámica que dice: «Nadie sabe tanto como todos juntos».

Y como todos podemos enriquecernos de todos, voy a poner a tu disposición toda la experiencia terapéutica que he ido adquiriendo durante más de cuarenta años de ejercicio profesional para que tú, desde tu buen criterio, decidas qué parte de lo que yo he aprendido puede ser provechosa para ti.

El punto de partida

El pasado es un prólogo.

William Shakespeare

Uno de los grandes problemas que tenemos las personas es que a veces no nos entendemos ni a nosotras mismas. Una parte de nosotros desea hacer algo, mientras que otra lo prohíbe, y eso nos genera ansiedad e incongruencia. Con frecuencia es un conflicto entre el sentimiento y la razón, y en ocasiones una disyuntiva entre el deseo y la moral, que siempre provoca una cierta sensación de que algo no acaba de funcionar bien en nuestro interior. El caso es que los seres humanos nos movemos en un mar de incertidumbres que precisamos resolver para quedar en paz con nosotros mismos y estar en disposición de superar las dificultades propias de nuestra condición de seres socializados que, para vivir, necesitamos convivir. Y el reto de afrontar esa doble encrucijada hace necesario que dispongamos de una serie de instrumentos psicológicos que son los que voy a poner a tu alcance. De momento empezaré por cuatro principios elementales que hacen entendible el comportamiento humano y sirven de base a todas las estrategias de autoayuda que encontrarás desarrolladas en el libro.

Entender y aplicar adecuadamente estos cuatro principios es el fundamento teórico que hace comprensible tu comportamiento y el ajeno. Por tanto, para que aprendas a convertirte en maestro de ti mismo y puedas relacionarte mejor con los demás, voy a facilitarte la información que te permitirá conocer en profundidad la dinámica del diálogo interior, para que puedas superar las dificultades que entraña conciliar, desde tu Adulto, lo que pide tu Niño con lo que permite tu Padre.

La conducta y los tres estados del yo

Busca a tu complementario que marcha siempre contigo y suele ser tu contrario.

Antonio Machado

De la adecuada comprensión de esta cita de Machado depende que puedas aprovechar óptimamente todos los contenidos de este ensayo, porque el poeta, desde su profunda inteligencia intuitiva, estaba hablando sin saberlo de la necesidad de conciliar el Padre, el Adulto y el Niño como estrategia psicológica para alcanzar la madurez. Y como ya he señalado que los tres conceptos no se refieren a figuras parentales, ni a etapas de la vida, sino a las tres partes del aparato psíquico que determinan el comportamiento, me apresuro a aclarar que el creador de esa forma de explicar el funcionamiento psicológico fue el psiquiatra norteamericano de origen canadiense Eric Berne. Él los denominó estados del Yo, porque los tres ejercen una determinada función en la conducta de las personas, aunque cada uno de ellos juega un papel distinto:

Con esa sencilla explicación queda expuesto el primer principio del modelo de autoayuda que te propongo, al que he denominado sistema PAN, para resaltar la importancia de los tres estados del Yo en los mecanismos que explican la comunicación que establece la persona consigo misma para conciliar sus contradicciones a través de un diálogo interior que arroja luz intuitiva sobre el resultado de las transacciones.

Para que entiendas lo que quiero decir, resumiré la parte de mi teoría de la maduración personal en la que explico que las personas pueden ser inmaduras, reprimidas, maduras o neuróticas:

Las personas inmaduras son las que han sido educadas en un modelo demasiado permisivo y, como consecuencia de ello, tienen un Padre complaciente, un Adulto inmaduro y un Niño caprichoso. Las personas reprimidas son las que han sido educadas en un modelo demasiado estricto, lo cual hace que tengan un Padre rígido, un Adulto no desarrollado y un Niño frustrado. En cambio, las personas maduras, lo son porque llegan a tener un Padre dialogante, un Adulto maduro y un Niño educado. Y las personas neuróticas lo están, precisamente, cuando no consiguen madurar. Por consiguiente, es difícil imaginar que alguien pueda madurar sin que, entre el Adulto y el Padre, logren educar al Niño.

Lo habitual es que, tanto si la persona viene del modelo inmaduro como del reprimido, no avance directamente hacia la madurez, sino que lo haga a través de crisis personales que la orientan hacia la madurez o la inclinan hacia la neurosis. Por tanto, según mi teoría del crecimiento psicológico, una persona neurótica no padece una patología mental, sino que es aquella que no ha sabido resolver adecuadamente sus problemas existenciales y se mantiene en ese estado, mientras no encuentra la forma de salir de él.

De acuerdo con esas distintas posibilidades evolutivas, he confeccionado un cuadro orientativo de la trayectoria que puede seguir una persona en función de cómo gestiona su realidad y es capaz de aprender de las cosas que le van ocurriendo en la vida.

Creo que el cuadro describe claramente que, tanto si hemos sido educados en un modelo demasiado permisivo como si procedemos de un modelo educativo rígido, a partir de cierta edad podemos convertirnos en maestros de nosotros mismos aprendiendo a resolver nuestras crisis vitales. Si así lo hacemos el resultado será la madurez, porque nuestro Adulto se irá desarrollando, pero si en lugar de aprender de las cosas que nos ocurren vamos acumulando frustraciones y sufrimientos, entonces alcanzaremos notables grados de neuroticismo. Así pues, parece evidente que el camino que nos conviene seguir es el de avanzar hacia la madurez partiendo de donde estamos. Y como para ello es conveniente detectar cuál es nuestro perfil actual para fijarlo como punto de partida de nuestra evolución, voy a definir operativamente los rasgos básicos de los cuatro perfiles mencionados:

Figura 1: Cuadro sinóptico de las dos posibilidades del proceso de maduración personal.

  1. Perfil de una persona inmadura: aquella que tiene un Niño caprichoso, un Adulto poco desarrollado y un Padre complaciente.
  2. Perfil de una persona reprimida: aquella que tiene un Padre rígido, un Adulto subordinado al Padre y un Niño frustrado por exceso de contención en la satisfacción de sus necesidades.
  3. Perfil de una persona neurótica: aquella que tiene un comportamiento poco adaptativo, caracterizado por la fragilidad emocional y los cambios en el estado de ánimo, porque no ha sido capaz de encontrar la manera de satisfacer las necesidades de su Niño sin que su Padre le castigue o sea demasiado complaciente.
  4. Perfil de una persona madura: aquella que tiene un Adulto desarrollado y es capaz de integrar, en su comportamiento, las demandas de un Niño educado que sabe aceptar las limitaciones que le impone un Padre dialogante.

No hace falta profundizar más para entender que las propias definiciones nos indican lo que debemos hacer para evolucionar hacia la madurez y ser capaces de armonizar el placer suficiente con el deber necesario porque, de esa manera, no solo estaremos contentos con nuestra forma de ser y de hacer, sino que quedaremos capacitados para relacionarnos constructivamente con nuestro prójimo. Pero como iniciar ese proceso no siempre resulta fácil, he preparado una guía que te ayudará a propiciar que, a través de una acción progresiva y constante, te conviertas en el principal actor de tu propia evolución interior.