Este libro fue escrito bajo los auspicios del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana; aun así, no existiría sin la generosa ayuda de muchísimos amigos cuyos nombres no cabrían en este espacio y a quienes menciono particularmente en las páginas del libro. Quiero, sin embargo, agradecer de manera especial a algunos de ellos, pues sin su colaboración y apoyo no podría haber escrito nada.
Toda mi gratitud para Milenka Flores, cuya ayuda fue decisiva para descifrar la correspondencia de Octavio Paz, pues su caligrafía —él mismo lo advirtió con frecuencia— es endemoniadamente difícil. Asimismo, no habría tenido la oportunidad de realizar esa labor si no hubiera sido por la ayuda de Fernando Acosta, director de la Biblioteca Firestone en la Universidad de Princeton, pues su apoyo y el de su equipo fueron invaluables para revisar la correspondencia de Carlos Fuentes y otros escritores del boom. Agradezco a Enrique Krauze por haberme permitido conocer su archivo personal y el de Plural y Vuelta y, en particular, a Ángel Gilberto Adame, quien me brindó copia de una gran cantidad de cartas de Octavio Paz.
Sin embargo, Estrella de dos puntas no es únicamente la crónica de una amistad basada en la correspondencia de los escritores, sino que también presenta una vasta reconstrucción de polémicas, y sin el notable auxilio de José de Jesús Arenas, jamás habría podido realizarla.
Las cortas o largas entrevistas que sostuve con muchos escritores, amigos o colaboradores de Octavio Paz y Carlos Fuentes son invaluables, y de su generosidad queda constancia en este libro, mas sin las charlas que sostuve con las señoras Marie José Paz y Silvia Lemus, esta historia hubiera quedado trunca. Las discusiones, consultas, largas o pequeñas pláticas con Elizabeth Corral, Norma Angélica Cuevas, Fernando García Ramírez, Guillermo Hurtado, Juan Malpartida, Eduardo Mejía, Jesús Quintero, José Luis Rivas, Mayco Osiris Ruiz García, Antonio Saborit, Rose Mary Salum, Ignacio Sánchez Prado, Alejandro Toledo e Isabel Turrent, entre tantos otros, fueron valiosas brújulas en esta travesía.
Adolfo Castañón, Christopher Domínguez Michael, David Medina Portillo y Maarten van Delden me aportaron comentarios y críticas que permitieron que viera las cosas con mayor claridad.
Sin los consejos de todos estos generosos amigos habría escrito otro libro y no este, que devoró las charlas de sobremesa durante más de un tercio de la vida de mis hijos. A Ana Valeria y Emiliano, mi promesa de hacer el mayor de mis esfuerzos para no abrumarlos más con esta historia.