Enero 9

Un beso de cuento de hadas

Érase una vez, en Nueva Orleans, dos jovencitas llamadas Tiana y Charlotte que, por improbable que pareciera, eran amigas.

Charlotte creía en los cuentos de hadas y en pedir deseos a las estrellas, pero Tiana sabía que pedir deseos sólo servía si trabajaba duro para hacer realidad sus sueños.

Una noche, Tiana fue a visitarla con su madre, Eudora, que trabajaba como modista para la familia de Charlotte.

A Tiana le encantaba ir a visitar a Charlotte a su gran casa y lo hacía tan a menudo como podía.

Aquella noche su madre estaba cosiendo un nuevo vestido mientras les contaba un cuento de hadas sobre un príncipe al que habían convertido en sapo, la historia favorita de Charlotte.

—... y la hermosa princesa estaba tan conmovida por las súplicas desesperadas del pobre sapo que se inclinó hacia delante...

—¡Ésta es mi parte favorita! —le susurró Charlotte a Tiana al oído.

—... se lo acercó a los labios y entonces...

—¡Sí, hazlo, princesa! —susurró Charlotte muy bajito.

«¡No, no lo hagas!», pensó Tiana, asqueada.

—¡Mua! Besó al baboso sapo, que se convirtió en un príncipe encantador. Se casaron y vivieron felices para siempre —dijo Eudora con una sonrisa.

—¡Hurra! —exclamó Charlotte—. ¡Por favor, cuéntanos la historia otra vez!

—Lo siento, pero es tarde —dijo Eudora con voz amable—. Tenemos que irnos a casa.

Mientras Eudora recogía sus útiles de costura, Tiana le dijo a Charlotte:

—¡Yo no besaría a un sapo por nada del mundo, nunca, nunca, nunca y requetenunca lo besaría!

Charlotte cogió una careta de sapo y la puso en la cabeza de su gato. El gatito intentó huir, pero Charlotte lo levantó hacia Tiana diciendo:

—¡Vamos, bésalo, es tu príncipe encantado!

—¡Puaj! ¡Ni hablar! —protestó Tiana.

—¿De verdad? —preguntó Charlotte, sorprendida.

—¡Yo besaría a cien sapos si así pudiera casarme con un príncipe y ser una princesa! —dijo Charlotte, y le plantó un beso en la nariz al gato, que saltó horrorizado.

—¡A la rana le da asco la princesa! —gritó Tiana, riendo—. ¡Vas a tener que practicar más tus besos de cuento de hadas, Lottie!

Y las dos niñas rodaron por el suelo de la risa. No tenían ni idea de las aventuras que les deparaba el futuro.