Enero 4

La historia de Marlin

—P. Sherman, calle Wallaby, 42, Sídney. P. Sherman, calle Wallaby, 42, Sídney.

Dory seguía murmurando la dirección. Ella y Marlin buscaban al hijo perdido del pez payaso, Nemo. Acababan de escapar de un rape rabioso y ahora intentaban encontrar a alguien que pudiera darles indicaciones para llegar a Sídney. Allí era donde estaba Nemo, probablemente.

—P. Sherman, calle Wallaby, 42, Sídney. P. Sherman, calle Wallaby, 42, Sídney —continuó repitiendo Dory.

Marlin ya había memorizado la dirección y creía que se volvería loco si la oía una vez más.

—¡Dory! —dijo con un suspiro—. Sé que sólo quieres ayudar, pero ¿tienes que seguir hablando?

—Me encanta hablar —dijo Dory—. Se me da muy bien. Mmm... ¿De qué estábamos hablando?

—¡Sólo quiero encontrar a Nemo! —dijo Marlin.

—Eso es, Chico —dijo Dory.

—Una vez, Nemo y yo... —empezó Marlin.

—Continúa —dijo Dory—. ¿Va a ser emocionante?

—Sí, es una historia emocionante —dijo Marlin, aliviado por haber conseguido que dejara de recitar la dirección—. Bueno —empezó Marlin—, una vez llevé a Nemo al otro lado del arrecife, a visitar a un pariente mío al que se consideraba, en su día, el nadador más rápido de todos los peces payaso. Pero cuando fuimos a visitarlo, se había hecho muy mayor.

—¿Cuándo llega lo bueno? —dijo Dory bostezando.

—Estaba a punto de contarlo —dijo Marlin con un suspiro—. Bueno, pues, de camino a casa, adivina con qué nos tropezamos.

—¿Con qué? —preguntó Dory.

—¡Con una medusa enorme! Estaba merodeando por el agua y nos cerraba el paso entre dos grandes matas de posidonias.

—Ajá... —dijo Dory. Parecía que intentaba recordar algo—. P. Sherman... —murmuró muy bajito.

—Por un momento, creí que no lo contábamos —dijo Marlin—. Pero entonces... una tortuga de mar enorme nadó hacia nosotros y engulló a la medusa de un bocado.

—¿Le diste las gracias a la tortuga? —preguntó Dory, que parecía haber vuelto a la historia.

—Pues no... —respondió Marlin—. Me daba miedo que nos comiera a nosotros también, así que Nemo y yo seguimos nuestro camino. Pero, desde entonces, me fascinan las tortugas marinas. Y espero no tener que encontrarme nunca más con una medusa.

—¡Oye, yo también tengo una historia! —dijo Dory emocionada—. Ocurrió en la calle Wallaby, 42, Sídney. En P. Sherman. Pues bien, en P. Sherman, calle Wallaby, 42, Sídney, había un... mmm... pez y... bueno...

Marlin gruñó y siguió nadando.