Enero 25

Hace mucho tiempo, había un reino llamado DunBroch en las Tierras Altas de Escocia. Aunque el reino era joven, la tierra era antigua, un lugar lleno de magia y peligros.
El rey Fergus y la reina Elinor trajeron paz a los clanes del reino a la vez que se ocupaban de criar a su propio clan: unos trillizos (Harris, Hubert y Hamish) y una princesa adolescente y aventurera llamada Mérida.
La reina tenía grandes expectativas para su hija. Pensaba que una princesa debía ir siempre en buena compañía, saber mucho sobre su reino y, sobre todo, ser perfecta en todos los aspectos. A los ojos de Elinor, Mérida tenía aún mucho que aprender.
Pero la joven vivía para sus escasos días de libertad, cuando podía coger su arco, subir a su caballo, Angus, y pasar el día en el bosque. Mérida era una arquera experimentada, y rara vez erraba un tiro.
Un día, volvió al castillo a cenar con su familia. El rey Fergus estaba contando su historia favorita: cómo había luchado con un oso llamado Mor’du y había perdido la pierna. A Mor’du no se le había visto desde entonces. Todos habían oído la historia cientos de veces.
Justo entonces, llegaron unas cartas de los lores de tres clanes vecinos. En respuesta a la invitación de la reina, los tres presentarían a un pretendiente para que compitiera por la mano de Mérida.
La princesa estaba horrorizada. Ella no quería casarse.
—¡No voy a pasar por eso! —gritó, y salió corriendo de la habitación.
La reina Elinor siguió a su hija y le contó una historia sobre un príncipe que había roto la tradición y se separó de sus tres hermanos. Debido al comportamiento egoísta del príncipe, su reino se arruinó. Y la reina Elinor no quería que le pasara lo mismo a DunBroch.
—Las leyendas son lecciones —le dijo Elinor a Mérida—. Nos cuentan verdades. La chica no estaba muy convencida, ella veía el matrimonio como algo que se llevaría su libertad, y la verdad es que tenía muchas más aventuras preparadas.
—No sé qué hacer —le dijo la reina al rey más tarde—. Si viera que sólo hago esto porque la quiero.
Mientras tanto, Mérida se quejaba a Angus de lo ocurrido.
—No quiero que mi vida se acabe. ¡Quiero ser libre! Lo juro, Angus, esto no va a suceder —dijo.
La princesa estaba dispuesta a seguir su propio camino en la vida. Lo último que quería era ser como su madre.
¿Llegaría algún día a entender Mérida el punto de vista de la reina Elinor?
