Enero 24

El Mundo de la Mente

A las Cinco Emociones de Riley, Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco, les encantaba trabajar en la Central dentro de la mente de Riley. Las Emociones ayudaban a la niña a superar cada día de su vida. La protegían, cuidaban de ella y siempre intentaban hacerla feliz.

Con el paso de los años, las estanterías de la Central se llenaron con esferas de recuerdos de colores que, con el tiempo, se trasladaban a la Memoria a Largo Plazo de Riley. Pero cuando a Riley le pasaba algo realmente importante, se creaba una esfera de recuerdo especial, aún más brillante.

Estas esferas eran recuerdos esenciales, y se almacenaban en un depósito de recuerdos esenciales en la Central. Cada recuerdo esencial activaba distintos aspectos de las islas de la personalidad de Riley. Riley tenía cinco islas: la Isla Payasada, la del Hockey, la de la Amistad, la de la Sinceridad y la de la Familia. Cada isla estaba conectada a la Central por unos puentes llamados líneas de luz. Las islas eran como pequeños parques temáticos dentro de la cabeza de Riley. Mientras los recuerdos esenciales estuviesen en el compartimento de la Central, las islas de la personalidad brillarían con fuerza.

A Riley le encantaba trastear y hacer el tonto, eso es lo que hacía que la Isla Payasada siguiera brillando. La Isla de la Amistad brillaba con más fuerza cuando Riley pasaba tiempo con su mejor amiga, Meg. La Isla del Hockey se creó cuando Riley marcó su primer tanto jugando a hockey sobre hielo. Los padres de Riley le enseñaron a no mentir y la Isla de la Sinceridad le ayudaba a recordarlo. Pero la Isla de la Familia era, probablemente, la más importante, no había nada que a Riley le importara más que su familia. Estas islas de la personalidad hacían que Riley fuera... Riley.

Una noche, justo después de que la niña cumpliera once años, las Emociones contemplaban en la pantalla de la cabeza de Riley cómo sus padres la metían en la cama. Cuando Riley se dormía, la pantalla se oscurecía.

—¡Bien! ¡Otro día perfecto! —gritó Alegría feliz.

—Vale, no hemos muerto hoy —dijo Miedo—. A eso lo llamo yo un éxito absoluto.

Alegría echó un vistazo al muro de los nuevos recuerdos felices.

—¡Buen trabajo, chicos! Ahora llevemos esos recuerdos a la Memoria a Largo Plazo —dijo.

Alegría accionó una palanca y un tubo salió del techo de la Central. El tubo succionó los nuevos recuerdos. Mientras, desde la ventana, Alegría observaba cómo las esferas de colores cruzaban el Mundo de la Mente de Riley y se almacenaban en la Memoria a Largo Plazo.

—Nuestra chica es la mejor —continuó Alegría—. Tiene buenos amigos, una gran casa... Las cosas no podrían ir mejor. Además, Riley ya tiene once años. ¿Qué podría pasar?