Enero 21

La Bella no Durmiente

—Ya, ya, ya, pequeña Aurora. Ya, ya —dijo Flora, intentando calmar a la exigente y llorona princesa.

Flora y sus compañeras hadas, Fauna y Primavera, estaban apiñadas sobre la cuna de la pequeña Aurora y miraban, llenas de ansiedad e impotencia, al retoño que los reyes habían dejado a su cargo.

Pero el llanto de Aurora era cada vez más fuerte. De hecho, no había parado de llorar desde que las hadas habían llegado a la recóndita cabaña del bosque aquel día, más pronto de lo normal.

—¡Ay, cielos! —gritó Fauna—. ¿En qué nos hemos metido? Les prometimos al rey y a la reina que esconderíamos a Aurora aquí en el bosque y que la criaríamos sin magia. Pero ¡no sabemos nada sobre cuidar bebés humanos!

Flora le dio a Fauna una palmadita reconfortante en la espalda.

—Ya está, Fauna, que no cunda el pánico —dijo Flora—. Puede que sea más duro de lo que esperamos, pero ésta es la única forma de mantener a la princesa a salvo de Maléfica.

Primavera y Fauna sabían que Flora tenía razón. Así que, una tras otra, intentaron diferentes formas de hacer que la niña dejara de llorar y se durmiera.

—Bueno —dijo Flora—, las hadas bebé se tranquilizan si les pones un pequeño ramo de raíces de diente de león en la cuna. ¡Probémoslo!

Flora corrió fuera de la cabaña y volvió minutos después con el ramito, que colocó a los pies del bebé. Pero la niña siguió llorando.

—¡Quizá necesita divertirse! —sugirió Fauna.

Dicho esto, Flora, Fauna y Primavera unieron los brazos y danzaron durante unos minutos, hasta que se quedaron sin aliento. La pequeña Aurora no se dio ni cuenta y siguió llorando.

—Venga —dijo Fauna a las otras—, hagamos un poco de magia. Sólo para ayudarla a dormir. ¡No puedo soportar verla tan triste!

—¡Es muy peligroso! —gritó Primavera.

—¡Calla, timorata! —gritó Fauna, que empezó a ondear su varita por encima de la niña dormida.

En ese momento, Fauna le dio un codazo a la cuna de Aurora por accidente, haciendo que se meciera ligeramente de un lado a otro. Aliviada por el movimiento, su llanto se fue calmando.

—¡Fauna! —gritó Flora—. ¡Lo has conseguido!

—¡Mirad cómo le gusta! —añadió Primavera.

Las tres hadas continuaron meciendo la cuna con suavidad de un lado a otro y, pronto, Aurora cayó en un profundo sueño.

—Bien —susurró Fauna, una vez el bebé se hubo dormido—, no ha sido para tanto, ¿verdad?