Enero 17

Cuento de invierno

Un brillante y soleado día de enero, Winnie the Pooh caminaba fatigosamente por el Bosque de los Cien Acres. Iba a visitar a su buen amigo Piglet, que estaba resfriado y no podía salir de la cama. Durante la noche había nevado mucho, y los bosques estaban cubiertos por una hermosa y suave nieve.

—Pobre Piglet —dijo Pooh en un suspiro—. ¡Qué pena que no pueda salir a jugar con la nieve!

Sus botas crujieron durante unos pasos más y entonces al osito con cerebro de mosquito se le ocurrió una idea maravillosa.

—¡Ya lo tengo! —exclamó—. ¡Le llevaré un poco de nieve a Piglet!

Cogió un poco de nieve, formó una bola y la metió en su bolsillo. E hizo otra y otra. Enseguida consiguió tener tres bolas de nieve en cada bolsillo y otra en la cabeza, bajo su sombrero. Se apresuró a llegar a casa de Piglet. Cuando casi había llegado se encontró con Tigger, Conejo, Rito e Ígor, que iban en dirección contraria.

—¡Hola, Pooh! —le llamó Rito—. ¡Ven con nosotros a hacer un muñeco de nieve!

—Lo siento, pero no puedo —dijo Pooh en tono triste—. Estoy llevándole unas bolas de nieve a Piglet, porque está malito en la cama, resfriado —les dijo adiós y siguió su camino.

Piglet estaba malito de verdad, pero se puso muy contento al ver a su amigo.

—¡Hola, Pooh! —dijo con voz resfriada—. Be alegro de vebte. ¡Achís!

—Pobre Piglet —dijo Pooh—. Voy a prepararte un té.

Acababa de poner a hervir el agua cuando una gran gota helada le rodó desde la cabeza, por la frente, hasta la nariz. Esto le recordó algo.

—¡Te he traído un regalo, Piglet! —gritó, quitándose el sombrero.

Pero allí debajo no había nada. Desconcertado, Pooh corrió hacia su abrigo, que había colgado en una percha cerca de la puerta. No había ninguna bola de nieve en ningún bolsillo. Pero sí había un gran charco de agua en el suelo bajo la chaqueta de Pooh.

—¡No lo entiendo! —dijo Pooh, rascándose la cabeza—. Te había traído bolas de nieve, pero han desaparecido.

—Oh, gue... gue... guerido —dijo Piglet en un suspiro—. Gracias pod pensad en mí. Ojalá pudieda salir a jugad. ¿Puedes apadtad las codtinas pada que pueda ved la nieve?

Pooh dio un salto e hizo lo que su amigo le pidió. Los dos contuvieron la respiración cuando miraron afuera.

Allí, justo bajo la ventana de Piglet, Tigger, Conejo, Ígor y Rito habían hecho un precioso muñeco de nieve sólo para Piglet.

—¡Los abigos son badavillosos! —dijo Piglet feliz—. ¡Achís!