A finales de 1991 en la vida de Mia Farrow había orden. Era Mia, María de Lourdes Villiers-Farrow, hija de dinastía hollywoodiense, del afamado guionista, director, alcohólico y maltratador John Villiers-Farrow, John Farrow para el público, y de la actriz Maureen Paula O’Sullivan, Maureen O’Sullivan para el público; Mia, hermana de seis y ahijada de la cronista del corazón Louella Parsons, que destrozaba e impulsaba carreras con dulzura —eso sí— desde los periódicos del magnate William Randolph Hearst; Mia, mito de la contracultura, entronizada por su corte de pelo Vidal Sassoon por la parte petarda de los swingin’ sixties —aunque realmente se lo perpetrase como penitencia ante el dios católico—; Mia, amiga de Dalí y acompañante de los Beatles durante su viaje por India, donde John Lennon le escribió «Dear Prudence» a su hermana Prudence; Mia, protagonista de La semilla del diablo o El gran Gatsby; Mia, exmujer del cantante-icono Frank Sinatra y del compositor André Previn, a los que quiso hasta su muerte; Mia, activista por los desfavorecidos y admiradora de Teresa de Calcuta; Mia, madre de casi una decena si sumamos los niños naturales y los adoptados de entre los chiquillos más pobres del mundo.
A pesar de las tantas mujeres que albergaba dentro, por la que más se la conocía a principios de los noventa era Mia, la compañera sentimental de Woody Allen y musa en una decena de sus películas. Se toparon a finales de 1979 en una cena y en 1980 ya eran pareja. Un día de principios de los ochenta, Mia escribe «llegó una postal de alrededor de 1935 desde el otro lado del parque (donde vivía Woody Allen). Era la foto de un hombre con bombín, rodeado de cinco niños pequeños. En la parte de arriba estaba impreso “TU FUTURO MARIDO-TUS FUTUROS HIJOS”». Como refleja David Evanier en su biografía de Allen, en 1985 la actriz contó a la revista McCall’s: «[Mis hijos] se llevan muy bien con Woody y me alegra que así sea. Tienen una buena figura paterna a la que agarrarse: siempre está ahí cuando lo necesitan. Comparte su tiempo libre con ellos, los lleva al parque y juegan al béisbol o dan una vuelta por la ciudad. Siempre que quieren verle, él está disponible». En febrero de 1991, el cineasta ironizó con su biógrafo Eric Lax: «Podría contarle nuestras diferencias eternamente; no le gusta la ciudad y yo la adoro. Le gusta el campo y a mí no. No le gustan los deportes y yo amo los deportes. A ella le gusta comer en casa, temprano, y a mí me gusta comer fuera, t arde. A ella le gustan los restaurantes sencillos, poco pretenciosos; a mí me gustan los lujosos. No puede dormir con el aire acondicionado puesto; yo solo puedo dormir con el aire acondicionado puesto. Le gustan las mascotas y los animales; odio las mascotas y los animales. Le gusta pasar muchísimo tiempo con los niños; a mí me gusta pasar el tiempo en mi trabajo y un poco con los niños. Le encantaría coger un barco y bajar el Amazonas o subir el Kilimanjaro; yo no quiero ni acercarme a esos lugares. Ella tiene una visión optimista, una tendencia a decir “sí” a la vida, y yo tengo una visión pesimista y negativa. Le gusta la parte oeste de Nueva York; a mí me gusta la parte este de Nueva York. Ha criado a nueve niños sin ningún trauma y nunca ha tenido un termómetro. Yo me tomo la temperatura cada dos horas durante el día». La psiquiatra Susan Coates, que trató a su hijo biológico Satchel/Ronan en los primeros años de su vida, llegó a decir que «la cantidad de desacuerdos entre ellos era tan grande que me llevó a preguntarme por qué seguían juntos».
Mientras el subterráneo de su vida explotaba, en la superficie de diciembre del 91 solo había rutina: otro rodaje con Allen. Maridos y mujeres, su decimotercera película juntos, trataba sobre parejas en descomposición. Quizá en esa tarea estuviesen, aunque ninguno de los dos quisiera darse cuenta: pensaban en comprarse un apartamento en París e irse a vivir allí. En aquel momento llevaban juntos once años y mantenían una organización familiar muy determinada. No estaban casados y habitaban a los dos lados de Central Park. Allen vivía en su ático de lujo en la Quinta Avenida, en la parte este de Manhattan, y Farrow con sus hijos en un piso muy espacioso de cuatro habitaciones, elevado once alturas sobre la parte oeste del parque. Al estar separados por menos de un kilómetro y medio por el verde de Central Park a veces hacían parpadear las luces para saludarse, se miraban a través de prismáticos o agitaban toallas por las ventanas. Así de previsible era su vida. La familia que había formado la actriz se componía de tres hijos biológicos con su anterior marido, André Previn, y tres adoptados, entre ellos Soon-Yi; un hijo biológico con Allen, entonces llamado Satchel —posteriormente Ronan—, junto a una niña, Dylan, y un niño, Moses, adoptados por ella en solitario. Allen había aceptado el prohijamiento uniparental de Moses porque ya en 1984 Mia quiso tener un hijo biológico suyo y él se negó: a cambio, el cineasta toleró la adopción. Aunque Satchel/Ronan no nacería hasta 1987, finalmente, él accedió poco después de la llegada de Moses a tener un retoño propio, aunque con letra pequeña: siempre que su pareja le prometiese que su hijo común viviría con ella y que él no tendría que implicarse en su cuidado ni su crianza. Tras varios intentos de embarazo, Farrow decidió adoptar una niña, y como Woody seguía sin querer participar, el 11 de julio de 1985 se convirtió en la madre en solitario de Dylan.
La convivencia de Allen con los hijos de Mia Farrow era muy limitada, tanto con los biológicos con Previn como con los adoptados en solitario por la actriz. De hecho, en ese tiempo la relación con la propia Farrow se encontraba muy distanciada. La sentencia del juicio por la custodia de Dylan y Moses, que se cerraría en junio de 1993, describía que desde 1985 Allen tenía «virtualmente una relación de soltero» con Farrow, que «veía a sus hijos como un estorbo» y que «no le interesaban». Tampoco su vida sexual era mejor: fue «desapareciendo» desde el nacimiento de Satchel/Ronan, y a principios de los noventa «no existía», aseguró la actriz. Quizá por esos motivos, o quizá por otros, Mia quisiese adoptar más niños tras Moses y Dylan. En esta ocasión, Allen no se opuso, siempre y cuando permitiese que esos dos, adoptados por ella en solitario, fuesen legalmente hijos suyos también.
Con el tiempo les había cogido cariño y les prestaba más atención que al resto. En especial, a la niña. Superada la indiferencia inicial, dedicaba mucho tiempo a la criatura en el apartamento de la actriz y en Frog Hollow, la casa de campo de Connecticut que Farrow se construyó a principios de los ochenta. Allí él disponía de un baño propio, construido especialmente; mandó que colocasen el desagüe de la ducha en una de las esquinas, no en el centro, ya que el director consideraba que así se evitaban mejor los gérmenes. Allen, habituado a no moverse de Nueva York, viajó a Europa con la familia de Previn en el 87 y el 89, pero manteniéndose lejos de los hijos de Farrow, salvo Moses y Dylan, e incluso de su propio hijo biológico, Satchel/Ronan. Durante el embarazo de este último, declaró Mia en uno de los juicios posteriores, Allen jamás le prestó atención ni «tocó su barriga, escuchó al feto o intentó sentir sus pataditas». Soon-Yi recordó la maternidad de la actriz en una entrevista de 2018: «Cuando Satchel/ Ronan nació, Mia se compró un extractor de leche y se encerró en la habitación con él. Me dijo que había tribus de África que daban el pecho a sus hijos hasta que tenían siete u ocho años, y que tenía toda la intención de hacer eso con Satchel/Ronan. Cuando yo iba a cenar con los niños, ella cogía a Satchel/Ronan, se lo llevaba a su habitación y cerraba la puerta. Estaba obsesionada con él. Nunca fue capaz de amar a más de una persona a la vez. [...] La recuerdo en la habitación con la puerta cerrada, cuidando a Satchel/Ronan o durmiendo con él, y Dylan fuera, en la puerta, llorando». Woody cita en sus memorias a una de las trabajadoras de casa de la actriz en aquel tiempo, Sandy Bolluch, para contar que vio a Mia numerosas veces dormir desnuda con Satchel/Ronan hasta los once años. A lo largo de todo el libro, el cineasta repasa la extraña relación entre madre e hijo y la asocia con la de Claude Rains y su progenitora (interpretada por Leopoldine Konstantin) en Encadenados de Hitchcock, con Ingrid Bergman atrapada en su casa.
Animada por la buena relación de Allen con Moses y Dylan y la posterior paternidad de Satchel/Ronan, a finales de 1990 Farrow no se opuso a la adopción conjunta de los dos primeros por parte del cineasta. En la declaración jurada para solicitarla afirmaba que Allen era un progenitor «cariñoso, protector y enriquecedor para Dylan. Ella solo se puede beneficiar de tenerle como padre adoptivo». Las evaluaciones psicológicas necesarias ya estaban hechas: toda la familia se psicoanalizaba semanalmente desde hacía años, siguiendo la tradición del cineasta, y disponían de multitud de informes asegurando la idoneidad de Woody como padre. La intimidad del director con su terapeuta era tan extrema que le consultaba cada uno de los aspectos de su vida: «Éramos tres en la relación: Woody, su terapeuta y yo», sentenció Mia. Siguiendo los pasos de su padre, Satchel/Ronan comenzó terapia cuando tenía tres años y Dylan cuando cumplió los cinco. Aquella aparente calma consiguió que Mia cambiase también su testamento: en caso de fallecer, la custodia de los niños menores de edad, Dylan, Satchel/Ronan y Moses, quedaría en manos de Allen.
«Una madre no puede soñar con una hija mejor. Eres un milagro y mi orgullo y alegría. Estoy profundamente agradecida por cada minuto del camino. Enhorabuena, bravo y tres hurras por nuestra Soon-Yi», dejó escrito Mia en el anuario de la graduación de su hija adoptiva. Solo mediaba 1991. «Esperaba pasar el resto de mi vida con Woody Allen y estaba decidida a hacer lo que fuese para que nuestra relación continuase de la mejor manera», confesó Mia en sus memorias.
El mundo de Farrow dio un vuelco el 13 de enero de 1992. Aunque todavía se encontrase en pleno rodaje de Maridos y mujeres, su vida transcurría con normalidad porque los tiempos de producción de las películas ya estaban instalados en los tiempos familiares. Salvo en algunos casos como La comedia sexual de una noche de verano, cuyo guion Allen escribió entre primavera y verano, rodó el filme durante el otoño e invierno, y solapó la edición, el estreno y la promoción de la película terminada con la preparación de la siguiente. De hecho, el día anterior, el 12 de enero, la familia había cenado un chino a domicilio, una costumbre de sus domingos a la que Allen era aficionado. En esa velada hablaron de mudarse a París y, tanto a la pareja como a Fletcher y Soon-Yi, les pareció muy buena idea. El chico estaba muy interesado en el cine francés y ella quería cambiar su carrera de psicología por una más relacionada con el arte, a ambos les atraía vivir en la capital francesa. Como al día siguiente a Mia no le tocaba sesión de rodaje de Maridos y mujeres, acompañó a uno de los niños, Satchel/ Ronan, a terapia en el apartamento de Allen. Mientras esperaba al chiquillo en una habitación contigua, Woody la llamó por teléfono; tuvieron una conversación rutinaria. Después, cuando regresó al centro de la habitación, descubrió sobre la repisa de la chimenea un montón de fotos polaroid. Se acercó a mirarlas. En ellas aparecía una mujer desnuda con las piernas abiertas. Era Soon-Yi. Mia cuenta en sus memorias que comenzó a temblar conmocionada. En el juicio posterior para la custodia, el cineasta confesaría que tomó las fotos el día antes, «alrededor de dos semanas después de su primera relación sexual con ella».
Mia telefoneó con urgencia a la oficina de Allen. No estaba allí. Al poco, él le devolvió la llamada. Recuerda que le gritó: «He encontrado las fotos. Aléjate de nosotros». La siguiente a la que llamó fue Soon-Yi. Le dijo llorando: «¿Qué has hecho? He encontrado las fotos». «¿Qué fotos?», contestó ella. Y le colgó.
Ya de regreso en casa se encontró con Sascha en el pasillo: «Woody se está follando a Soon-Yi. Llama a André [Previn, su padre, y de Soon-Yi]». Y sin detenerse a coger aire le gritó a Soon-Yi, que estaba en su habitación, «¿Qué has hecho?, ¿qué has hecho?», forzándola a mirar las fotos que llevaba en las manos y, según su hija, le dio un tortazo. La actriz testificó en el juicio posterior que no hubo agresión: simplemente no la dejó responder y se fue. Woody llegó al rato y Mia, aún conmocionada, solo consiguió empujarlo fuera de la casa. Allen se justificó: «Estoy enamorado de Soon-Yi. Quiero casarme con ella». «Llévatela», fue la única respuesta que recibió.
La siguiente escena se desarrolló entre reproches, llantos de Mia y unas tímidas disculpas de Woody Allen. Aseguraba que Soon-Yi no era lo que él quería realmente. Él, aseguraba, la quería a ella y, aseguraba, solo había estado con la muchacha para darle confianza y autoestima. No volvería a ocurrir, aseguraba. La situación casi acaba con Farrow, según cuenta en What Falls Away, su autobiografía. La primera llamada después del incidente del padre de Soon-Yi, André Previn, interrumpió una discusión interminable, en bucle. Woody le pidió a la madre de sus hijos, asustado, que no se lo contase a su exmarido.
«Woody se ha estado follando a Soon-Yi.» Se lo contó. En ese momento, Mia recuerda, el cineasta se fue al suelo: «Esta situación es tan humillante...». Previn le ordenó: «Échalo de ahí». El compositor dejó claro a Farrow que no les quería ni a él ni a su hija en casa. La discusión continuó, con Allen atascado en «tequieros» y perdones. Tras varias horas, Mia consiguió sacarle de la casa y se fue directa a darse un baño para no pensar en nada. Woody regresó a la hora de la cena de ese 13 de enero donde explotó todo, pero Mia no le dejó hablar con los niños y le pidió, de nuevo, que se fuese.
A la mañana siguiente la actriz decidió escapar con sus hijos a Frog Hollow. Ese fin de semana, establece la sentencia del proceso judicial consecuente, «la señora Farrow abrazó a Soon-Yi y le dijo que la quería y que no la culpaba. Poco después, la señora Farrow preguntó a Soon-Yi cuánto tiempo llevaba viendo al señor Allen. Cuando Soon-Yi se refirió a su relación sexual con el señor Allen, la señora Farrow la golpeó en la cara y en los hombros».
En su casa de Frog Hollow Mia escribió, unos días después, la carta con la que, creía ella, sus hijos podrían entender qué había pasado:
18 de enero
Mis niños:
Se ha cometido una atrocidad contra nuestra familia y es imposible buscarle sentido. Sé que comparto vuestra pena y desconcierto y enfado. Pero siento que es necesario que hablemos y pensemos juntos. [...] Hemos visto de primera mano que hay consecuencias terribles para actos terribles y lo importante que es que, en consecuencia, sigamos nuestras vidas respetando a los demás. [...] Habéis visto la medida exacta de mi amor por Soon-Yi, y por cada uno de vosotros; mi amor es inamovible, y eso no es poco. [...] Os quiero más allá de las palabras. Gracias a vosotros hasta mis días más oscuros no se han quedado sin luz.
La misiva, relata la actriz en su autobiografía, dio comienzo a una ronda familiar donde se hizo memoria de todos los comportamientos extraños de Allen: Daisy, con diecisiete años, contó que había tratado de hablar con ella íntimamente al menos cuatro veces durante los últimos tres años, preguntándole cuándo habían empezado sus amigas y ella a quedar con chicos o aquellas cosas que hacía a escondidas de su madre. Lark, Sascha y Daisy rememoraron diversas ocasiones en las que habían descubierto a Woody y a Soon-Yi haciéndose carantoñas. Al adolescente Moses incluso le vino a la cabeza cuando se sentó entre ellos para ver un partido y pudo notar cómo Allen le miraba las piernas a Soon-Yi. Estas historias, concluyó Mia, daban pie a que el comportamiento intenso e inapropiado de Woody con Dylan se considerase sexual. Desde el nacimiento de Satchel/Ronan la actriz había observado y comentado con su círculo más cercano, y su círculo más cercano le había dado la razón, la extraña obsesión del cineasta con Dylan y la total indiferencia hacia su hijo biológico. Su afición a meter el dedo en la boca de la niña, por ejemplo. Su manía de entrar con ella en la cama, por ejemplo. Las ocasiones en las que la miraba desnuda fijamente, por ejemplo. A pesar de que su terapeuta Kathryn Prescott le había reprendido por ese comportamiento, él continuaba, ¿por qué?, se preguntaba Mia. Su primera decisión legal tras el descubrimiento de las fotos de Soon-Yi fue retirarlo de su testamento como custodio de sus hijos en el caso de que ella falleciese. Pero necesitaba a su abogado para algo mucho más complicado: quitarle la custodia de Dylan y Satchel/Ronan tan solo tres semanas más tarde de haberla firmado.
Con el caso aún alejado de la prensa, de puertas hacia fuera la vida continuaba: en el rodaje de Maridos y mujeres Mia se comportaba con una profesionalidad sorprendente. El productor Robert Greenhut recuerda en el documental de la PBS sobre el cineasta que tardó varios días en convencer a Mia de que regresase al rodaje, porque ella no quería volver a ver a Allen en su vida. «Se comportó como una valiente», aseguró Greenhut. La película corría, además, en paralelo a su realidad: mientras Gabe (Allen) y Judy Roth (Farrow) se separaban en la pantalla, sus intérpretes comenzaban una larguísima guerra judicial y personal.
JUDY: Porque todo se acabó, y los dos lo sabemos.
GABE: ¿Tú crees?
JUDY: Sí. Bueno, todo ese cuento que... Esos, esos recuerdos ya no son más que recuerdos. Son..., son de años pasados. Ya no son más que momentos aislados, ¿comprendes? No cuentan toda la historia.
Al término del rodaje, Woody regaló a Mia tres volúmenes de poemas de Emily Dickinson por su cumpleaños y la llevó a cenar a Rao’s, al lado del parque Thomas Jefferson, en Nueva York. El día de San Valentín, le mandó una caja de bombones con forma de corazón. Ella le devolvió una postal-collage con una foto de la familia enmarcada en un corazón dorado a la que había clavado agujas en los pechos de los niños y un puñal real a la altura del suyo. La empuñadura del cuchillo estaba envuelta con una foto en blanco y negro de Soon-Yi. Había tachado las palabras «amor y alegría» de la postal original y había garabateado encima un enorme «dolor» a trazo rasgado. En 1993 Mia confesó a Kristi Groteke, la nueva niñera contratada en 1991: «¿Qué querías que hiciese? Me había roto el corazón». La niñera contaría esto y mucho más en 1994 en unas memorias tituladas Mia & Woody. Love and Betrayal, escritas con la periodista Marjorie Rosen y que la cadena FOX adaptaría rápidamente como telefilme. La película de 1995 compartió título con el libro, la dirigió Karen Arthur, a Farrow la interpretó Patsy Kensit y de Allen se encargó un Dennis Boutsikaris disfrazado.
Mia estaba decidida a hacer desaparecer todo lo relacionado con su expareja y su hija. Arrancó la cara de Soon-Yi y Allen de muchas de las instantáneas donde aparecían. Como escribió en una carta a su amiga de la infancia, Maria Roach, «me estoy acercando peligrosamente a la desintegración de mi núcleo más central». En cambio, en esa época de descomposición ella añadió dos nuevos hijos adoptados a su familia: Isaiah Justus, un niño rescatado de los más bajos fondos de su país, y Tam, una niña ciega de Vietnam de unos diez u once años —nunca consiguieron saber su edad exacta— con graves problemas de salud, entre ellos, una cardiopatía. En esos tiempos convulsos, Mia también recibió el apoyo de sus dos exmaridos: Previn y Frank Sinatra, que se ofreció para darle una paliza al cineasta.
La relación con Allen fue desapareciendo y, cuando llegó el verano de 1992, el director solo veía a su expareja durante sus visitas a Dylan y Satchel/Ronan en Frog Hollow. En la casa todo el mundo ya sabía de la naturaleza de la relación entre Woody y Soon-Yi. Mia se había encargado de ello. En junio se lo contó a la niñera: «Woody ha abusado sexualmente de uno de los niños». Ella no entendía nada: «¿De quién? ¿Satchel/Ronan? ¿Dylan? ¿Quién?». Mia se lo aclaró: «De Soon-Yi». «No lo pillo —pensó la niñera Groteke—, no abusas sexualmente de una chica de veintiún años. Es una extraña elección de palabras.»
El verano enredó todavía más la relación entre Allen y Farrow. Aunque él le había prometido muchas veces que se apartaría de Soon-Yi, no lo cumplió. Mia había animado a su hija a que se apuntase en un campamento como monitora y se alejase de todo. El 1 de julio de 1992 le llegó una carta del campamento donde le explicaban que había sido despedida: las llamadas de un tal «señor Simon» la tenían demasiado ocupada y no cumplía con su trabajo. El señor Simon era Woody Allen. Al enterarse, la actriz volvió a pedirle varias veces que dejase la relación con su hija. Él siguió sin hacerle caso y, con el paso del tiempo, ella comenzó a sorprenderse de que la historia no se hubiese publicado todavía en la prensa. Creía que ese milagro era obra del cineasta y sus representantes. Al poco, durante una visita de Allen a Frog Hollow por el cumpleaños de su hija adoptiva Dylan, Mia observó que monopolizó en exceso, según su opinión, el tiempo y la atención de la niña. Por la mañana, cuando Woody despertó en la habitación de invitados se encontró una nota en la puerta de su baño: «¡Acosador de niños en un cumpleaños! Sugestionó y abusó de una hermana. Ahora está centrado en su hermana pequeña. Familia repugnada».
El 4 de agosto de 1992, una fecha que marcaría el resto de su vida, Woody Allen viajó desde Manhattan hasta Frog Hollow a cumplir con su visita acordada. Mia había salido de compras con Casey Pascal, su amiga desde la infancia, Tam e Isaiah, y permanecían en la casa los hijos de Casey; Alison, su niñera; Dylan; Satchel/Ronan; Kristi, la niñera contratada por Mia, y Sophie Bergé, la tutora de francés. Moses había salido a pasear, y volvería antes de que su madre terminase las compras. Cuando la actriz regresó, llovía: nada más entrar, en su relato, Sophie la avisó de que Dylan no llevaba sus braguitas. Esto le extrañó, pero no cambió su rutina: por la noche cenó con Allen y estuvieron charlando sobre Misterioso asesinato en Manhattan, la siguiente película que harían juntos. Al irse a la cama, mientras Woody leía cuentos para dormir a Satchel/Ronan y Dylan, Tam, muy enfadada, trató de boicotear a gritos la escena. El cineasta increpó a Farrow: «Mira lo que has conseguido».
La mañana del 5 de agosto Allen ya estaba de vuelta a la ciudad cuando Casey Pascal llamó a Mia para avisarle de que su niñera, Allison, había visto algo raro la tarde anterior en el rato en que ellas dos estaban de compras. Mientras buscaba a uno de los chiquillos, la chica había pasado por delante de la estancia donde tenían la televisión. Allí vio a Dylan sentada en el sofá con la mirada perdida y a Woody arrodillado a sus pies con su cabeza entre las rodillas de la niña. Mia colgó inmediatamente el teléfono. Recordó que su hija no llevaba braguitas. Le preguntó a la chiquilla directamente, ya que justo en ese momento estaba sentada a los pies de su cama:
«¿Ayer papá puso la cara en tu regazo?»
«Sí», contestó Dylan para después asegurar que no le gustó nada. También dijo que él respiraba sobre ella, y sobre sus piernas. Y que la tenía agarrada por la cintura. Y que trató de zafarse pero que él le puso las manos debajo y la tocó. «¿Dónde?», preguntó Mia. En mi trasero, señaló la niña.
Sin perder un segundo, Mia comenzó un vídeo donde registraba el testimonio de la menor. Esta grabación se iría intercalando durante las siguientes cuarenta y ocho horas con llamadas a la psiquiatra de Dylan, Nancy Schultz, que la trataba por su extrema timidez, y a la de Satchel/Ronan, Susan Coates, con la que el niño trabajaba para entender su identidad de género, pues él se asociaba con las niñas y quería ser una. Allen culpaba a Mia de esto, según Groteke, pero la niñera lo achacaba sencillamente a la convivencia de un niño en una casa llena de mujeres. Con la terapia, Satchel/Ronan pronto dejó de tener esas dudas. En ese tiempo Mia también acudió con la niña al médico de la familia, el doctor Kavirajan, para que la examinase. El 6 de agosto la niñera Groteke regresó después de pasar un par de días fuera de la casa visitando a una amiga y se encontró a Mia, muy alterada, en su habitación hablando por teléfono con su madre, Maureen O’Sullivan. La actriz ni siquiera soltó el teléfono. Le señaló la cinta de vídeo a la niñera y la dejó sola para que lo viese.
«[El vídeo] arranca con Dylan sentada en la cama de Mia. Ella está sosteniendo la cámara y no aparece, pero la oímos hacer preguntas a Dylan como “¿Dónde te llevó papá?”. A lo que Dylan responde “Me llevó al ático”.» Esta es la primera vez que la niña cuenta que el abuso se produjo en el ático de Frog Hollow y no en la sala de la televisión, donde les atisbó la niñera de Casey Pascal. En su libro, Groteke continúa describiendo lo que vio: «Mia le hace diversas preguntas mientras Dylan sigue sentada en la cama. La escena cambia al lago (dentro de la propiedad). Ahora vemos a Dylan tirada en una de las tumbonas al lado del agua. Mia le pregunta cosas como “¿Dónde te tocó?”. Y Dylan, que tiene las piernas ligeramente abiertas dice “Me tocó aquí, y me tocó aquí, y me tocó aquí”. Cada vez que cuenta esto, se señala la zona genital. Durante la escena, Dylan parece nerviosa y distraída, y hay muchas interrupciones. Se levanta de su silla con frecuencia. De vez en cuando, Tam se acerca a jugar con ella, bloqueando la visión de la cámara. Finalmente, cansada de las interrupciones, Mia detiene la grabación. Cuando la reanuda, Dylan afirma que le gustaría que André fuese su padre. “Mamá, duele ahí, duele ahí”, dice y señala sus partes. Mia toma una pausa, y suena muy disgustada, y Dylan cuenta algo de Woody metiendo su dedo dentro de ella. Dylan repite “me duele”. Al final de la cinta Dylan vuelve a relatar que Woody la llevó al ático y que le dijo que si no se movía, que si se estaba muy quieta, la llevaría a París y la sacaría en su siguiente película. Entonces ella dice, con cara seria, “no quiero salir en la película y no quiero ir a París”. La cinta termina cuando Dylan mira a Mia y le pregunta “¿Mamá, también te hizo esto tu papá a ti?”».
Ese mismo 6 de agosto estaba previsto que Allen y Farrow firmasen un acuerdo en el que el director accedía a pagar seis mil dólares al mes para la manutención de Dylan, Satchel/Ronan y Moses. Martin Weltz, abogado de Mia, recibió la llamada de la actriz dos días antes, el 4 de agosto: le pedía que suspendiese esa firma.
El 13 de agosto, nueve días después del incidente en Frog Hollow, Allen solicitó la custodia en solitario de sus tres hijos al Tribunal Supremo de Nueva York.
Una semana más tarde, el cineasta concedió una entrevista al periodista Walter Isaacson en la revista Time sobre su recién noticiada aventura con Soon-Yi. Cuando este le preguntó sobre su relación con la hija de Mia Farrow, Allen contestó: «El corazón quiere lo que quiere. No hay lógica en estas cosas. Conoces a alguien y te enamoras y no hay más».