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UN VEGANO ADOLESCENTE EN CASA

«El pájaro rompe el cascarón.
El huevo es el mundo.
El que quiere nacer tiene que romper un mundo».
Demian
, HERMANN HESSE

A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD

Cuando alguien pronuncia la palabra «adolescencia» y hay cerca padres de adolescentes, puede notarse a distancia el temblor frío que recorre sus espinas dorsales. ¡Que no cunda el pánico!

Los adolescentes son seres a quienes amamos pero que por definición les falta algo: adolecen. Acaban o van a dejar atrás su infancia, y esto les provoca un fuerte sentimiento de pérdida de la identidad que les ha acompañado durante doce o catorce años.

Por otro lado, los referentes adultos que han querido y admirado les parecen ahora demasiado inalcanzables o poco atractivos y no los ven como modelos a los que seguir. Tienen que nacer otra vez, por eso deben romper el mundo de la infancia en el que han vivido para poder crear uno nuevo.

Si vemos a un adolescente como a alguien en tránsito de un país a otro, que pierde o echa a perder referencias y que no sabe en qué quiere o no quiere convertirse, recordaremos que un día también nosotros fuimos adolescentes y empezaremos a tranquilizarnos y a comprender un poco.

«ADOLESCENTES» Y «VEGANOS»

Si pronunciamos la palabra «vegetariano», la cosa hoy en día ya no provoca demasiada sorpresa o desagrado. Está a la orden del día: youtubers, estrellas de cine, top models y famosos muestran su conversión al vegetarianismo en las redes e incluso los grandes chefs comparten sus creaciones vegetarianas. Ya son muchas las personas con hijos adolescentes que son vegetarianas. Pero si decimos «vegano» o hablamos de alimentación vegana, la cosa sí se complica un poco más.

La alimentación vegana resulta aún poco conocida en general y para los que la conocen es una opción alimentaria compleja que requiere dedicación. Y si unimos las dos palabras, «adolescente vegano», nos encontraremos con varias posibilidades de conflicto que requieren ser manejadas con delicadeza y firmeza, y que sin duda llevan a la búsqueda de conocimientos por parte de los padres para llevarlo lo mejor posible y, a la vez, conseguir una alimentación sana, sabrosa y equilibrada.

Padres vegetarianos o veganos con hijo adolescente que dice «ya soy mayor y como lo que quiero». Esto puede ser expresado de forma asertiva y razonada, pero también puede ser una manera de poner a prueba los límites de la familia y puede resultar una forma de imponerse que intenta el joven o la joven para diferenciarse de los padres o los hermanos. Puede resultar muy molesto o inviable para unos padres vegetarianos o veganos tener que preparar en casa pescado o bistec. Pero negarse rotundamente puede llevar a un pulso desagradable, y más en la comida, que son tres o cuatro veces al día.

Por eso, teniendo en cuenta que en la escuela o el instituto tiene la opción de comer una dieta convencional, se podría pactar que en la escuela sí, y en casa no. O que en algunas celebraciones familiares o en algún fin de semana pueda escoger algún plato de su gusto. Mostraremos firmeza y flexibilidad a la vez, y podremos mantener la comunicación.

Padres vegetarianos o veganos con hijo adolescente que en casa sí, pero que con los amigos, «¿cómo no voy a comer lo mismo que todos?». Este caso no es tan problemático, porque en casa comerá como el resto de la familia y no genera problema. Sería interesante explorar el porqué de esta decisión. Los adolescentes siempre tienen motivos, lo sepan o no. Quizá su grupo de iguales lo ridiculizan por la forma de comer de la familia, o se siente inseguro y necesita complacer al grupo, o quiere pasar desapercibido. Esto puede ser normal a estas edades, pero vale la pena estar atento por si hay alguna situación de conflicto con su grupo o realmente necesita complacer en exceso a los demás. Si se trata de probar y conocer mundo gastronómico, aunque sean visitas a la misma hamburguesería cada sábado, pues lo tendremos que permitir. Es una etapa de su vida. Y, como si no fuera con él, comentaremos los beneficios medioambientales y para la salud de la opción vegana.

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Padres vegetarianos con hijo adolescente, que dice que «con ser vegetariano no hay bastante, hay que respetar los derechos de los animales, quiero ser vegano». Esta es la opción más fácil de manejar, siempre que el joven no sea especialmente quisquilloso. A menudo los adolescentes transmiten toda su pasión a lo que han descubierto, y son auténticos integristas maniáticos que pueden llegar al perfeccionismo aplicado a los demás. Habrá que negociar también.

Hay que decir que de momento muchos de los productos vendidos para veganos que son trampantojos de la comida convencional suelen ser todavía bastante caros –y no siempre saludables–, así que con esto nos manejaremos de la misma manera que si quieren unas zapatillas de determinada marca carísima: diremos no y nos prepararemos para la contienda. Sin embargo, podemos conceder estos caprichos también un día a la semana, o en fiestas.

La principal dificultad suele estar en la sustitución de los huevos, la miel (¡ay, la miel! yo misma pasé de vegetariana a vegana y aún la añoro) o los lácteos, si es que la familia los toma, y tendremos que convencerle de que debe tomar, por ejemplo, vitamina B12 o también algunos alimentos muy veganos que no le van a apetecer nada y en cambio son muy necesarios. No es muy distinto de las dificultades que hay en muchas mesas para que los jóvenes tomen verduras o legumbres o ensaladas.

Quizá busquen lo exótico o más raro del ser vegano, pero no miren para nada si es saludable o no. Hay demasiados productos procesados, que por muy veganos que sean, y si se comen en exceso y la alimentación no incluye alimentos frescos en abundancia, aportarán poco a su salud y nos supondrán algún contratiempo. Pero insisto, no es una situación diferente a cuando los jóvenes de la casa se niegan a comer determinadas cosas.

Padres omnívoros con hijo adolescente que decide ser vegano porque su youtuber favorito (o su novia, o sus amigos, o el profe…) lo es. Es quizá la situación más laboriosa, puesto que la familia desconoce la forma de alimentarse adecuadamente sin comer productos animales. Quizá por esto estáis leyendo este libro, para aprender si es peligroso no comer carne, cómo se hace esto, qué pueden comer y cómo se cocina.

No hay peligro para la nutrición, siempre que se coma una gran variedad de alimentos. Tranquilos, solo costará adaptar un poco las comidas de la familia. Pero solo un poco, porque si hacemos una lista de lo que se come en casa, veremos que, a poco que se cuide la alimentación, los vegetales son la parte principal de la dieta. En el libro encontraréis recetas para hacer la transición que serán sabrosas y atractivas no solo para el hijo o la hija que lo propone, sino también para el resto de la familia.

Sin embargo, conviene vigilar si recibe una fuente de influencia adecuada o no, si reviste características exageradas y si este cambio de dieta conlleva otros cambios menos visibles. Muchos padres se alegrarían de que el cambio adolescente de su hijo fuera eso, pasar de omnívoro a vegano, pero seamos realistas, una alimentación vegana, sobre todo si se elige por motivos animalistas o medioambientales, no protege al adolescente del consumo de alcohol o drogas. Por tanto, nunca se debe perder el hilo de comunicación, ni se debe dejar de mostrar interés genuino en las cosas que le interesa y en conocer a sus amigos e influencers favoritos. Esto desde luego sirve para todos los casos propuestos.

Padres omnívoros que saben de qué va lo de ser vegetariano o vegano con hijo adolescente que «además, papá y mamá, quiero que el mundo cambie, quiero cuidar el medio ambiente y a partir de ahora dejaré de comer cualquier producto de origen animal». Habrá que respetar cuidadosamente esta clara objeción de conciencia. Estará bien informarse de qué va el tema si es que no se está sensibilizado e interesarse por el punto de vista del joven. Sin embargo, si notamos un celo un poco obsesivo en observar la dieta, estaría bien preguntarse si hay preocupación excesiva por el futuro detrás de esta opción ideológica. Como adolescente, yo quiero comerme el mundo, pero a menudo el futuro me resulta inquietante, no solo desde el punto de vista personal (personalidad cambiante) y de las relaciones con los demás, sino también desde el punto de vista de la incertidumbre (cómo me van a ir las cosas) y cómo soportarla).

Conviene ofrecer apoyo emocional y tranquilidad, siempre después de escucharle, claro.

De hecho, para ser respetuosos, podemos pensar que este libro, a la vista de su título, también lo puede estar leyendo un adolescente vegetariano que quiere ser vegano y además quiere encontrar la manera de convencer a sus padres de que esto no es el fin del mundo o un adolescente que quiere no ser vegetariano, y quiere convencer a sus padres de que esto tampoco es el fin del mundo. Ambos dirán que se trata de su vida, de su manera de estar en el mundo, de que ya están hartos... y a todos ellos les tendremos que dar respuesta como padres. Pero antes tendremos que escucharlos, mostrar interés, preguntarles y ver cuáles son sus motivos para tomar su decisión.

DUDAS Y PREGUNTAS

Seguramente nuestra primera preocupación como padres será por su alimentación: ¿ya tendrá suficientes nutrientes para crecer? ¿No le faltarán vitaminas? ¿Y ahora cómo sé si lo que le doy es suficiente? ¿Sabré cómo conseguir que la comida vegana sea apetitosa? Después vendrá la preocupación por las influencias que puedan estar recibiendo, tanto por parte de los amigos como de las redes sociales. ¿Esto no será una secta? ¿Por qué se reúne con estos amigos tan extraños? ¿Por qué es el único de la clase que decide hacerse vegano? ¿No será el principio de un trastorno de la alimentación? ¿Será raro mi hijo? (Encontraréis respuestas en el capítulo 6).

Queremos unos hijos que sean originales, a poder ser genios, pero a la vez queremos que sean «tremendamente normales» y mientras no se define su identidad (es decir, en estos años de tránsito en que se produce todo ello), se pasa muy mal. No es un genio, pero ¿es anormal? Ahora vegano... ¿con qué me sale?

Cuando hay adolescentes en casa, los padres también entramos en crisis. Aquella niña tan simpática que teníamos como hija se acaba de cortar el pelo al uno y ha agujereado los últimos vaqueros que tanto quería. Tan tímido que era nuestro niño, y ahora está todo el día tomándose fotos con el móvil y compartiéndolas en las redes.

No sabemos muy bien cómo ser padres de estos seres que han aterrizado en el salón de casa. Nos ponen contra las cuerdas, lo que servía ya no sirve. Si estamos atentos a estas sensaciones, a este desconcierto, a estos desafíos, nos será mucho más fácil entender a nuestros hijos: nosotros también somos padres adolescentes, hemos perdido a los niños que hemos criado, no sabemos cómo tratarlos, nos resultan pesadísimos, no nos gusta nada de lo que deciden... exactamente lo mismo que les sucede a ellos con nosotros.

IDEALISMO

Ahora bien, no hay que dejar de lado que los ideales y preocupaciones de los padres –y de los adolescentes– siempre se ven influenciados por las ideas sociales de lo que es un adolescente en una sociedad y en un momento histórico determinado; ideas que impregnan nuestras fantasías y, por qué no, también nuestras pesadillas. Aunque el refrán «juventud, divino tesoro» nos remite a una época dorada de vitalidad y alegría, en realidad las imágenes de adolescentes que nos llegan a través de las noticias, las películas y las series, la mayoría de las veces son presentados desde su lado más desagradable como seres rebeldes, hostiles, perezosos, presumidos o indolentes.

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Pocas veces se nos deja ver al ser idealista que cree que el mundo que él pretende es muchísimo mejor que aquel en que viven sus padres, y en el que quieren que viva. Este idealismo, aunque expresado de manera torpe, o incluso irreverente, es la semilla que le ayuda a diferenciarse de la familia y a construir, con la compañía de los de su edad, la que con los años será su identidad adulta.

La ideología que impregna y de la que parte la alimentación vegana está basada en los derechos de los animales, en la lucha contra el maltrato animal, contra la desaparición de especies y por el medio ambiente. En esta corriente de pensamiento se proponen unas acciones claras: dejar de consumir animales y productos animales tanto por motivos éticos de maltrato, como por motivos ecológicos, la ganadería intensiva como causa de contaminación medioambiental. A poco sensibles que seamos nos alegraremos de que nuestros hijos desarrollen este tipo de sensibilidad, los veremos como seres en busca de una ética y que empiezan a desarrollar una mirada crítica con el mundo que han heredado y buscan soluciones.

Para ello se identificarán con celebridades comprometidas o con personajes de su videojuego favorito o con una influencer, luego harán suyas estas ideas y necesitarán explicarnos lo que piensan de la forma en necesiten en cada momento. Por ejemplo enfado, ridículo, asertividad o provocación pueden ser diferentes formas de comunicarnos en qué punto están, no solo en lo que referente a su ideología, sino también en lo que se refiere a su relación con nosotros. Hoy somos vistos como… ¿Unos tontos vegetarianos anticuados? ¿Unos padres enrollados que seguro que comprarán aquel queso vegano tan caro? ¿Unos pesados que todo el día estamos encima de lo que comen? ¿O unos padres despistados que no queremos enterarnos que las tortillas están hechas con huevos de gallinas maltratadas?

Nos vamos a encontrar con esto –y tendremos que pasar por esto– con los adolescentes. Ahora bien, ¿cuántos padres no firmarían para que sus hijos estuvieran enfrascados en esta lucha? Por favor, ¡que mi hijo adolescente sea vegano! Son ideales nobles: valores éticos, cuidado del medio ambiente y de sí mismos, una vida saludable...