El diamante mandarín no fue conocido hasta principios del siglo XIX. Se cree que esta ave es originaria de Australia o de Indonesia. Sin duda, nuestros mandarines llegaron a Europa embarcados como pasajeros clandestinos en buques mercantes que transportaban telas, especias, piedras preciosas y aves del paraíso. Las primeras referencias literarias del mandarín se remontan al libro del francés Louis Vieillot Histoire naturelle des plus beaux oiseaux chanteurs de la zone torride (Historia natural de las aves cantoras más bellas de la zona tórrida), publicado en 1805. Ilustraban este libro unas láminas a color donde se podían admirar las aves de las regiones cálidas de los cinco continentes.
Los hombres, sean coleccionistas apasionados o sabios curiosos, se han interesado por las aves exóticas y cantoras desde tiempos inmemoriales. Según parece, los primeros mandarines que llegaron a Europa procedían de Indonesia, y no de Australia, donde abundan. Existen dos subespecies de mandarines, una en Australia y otra en las islas de la Sonda. Es muy probable que los primeros mandarines llegados a Europa fueran originarios de estas islas.
La importación de aves exóticas constituía un complemento al comercio de la seda y de las especias, que ya venía practicándose desde hacía mucho tiempo con el Lejano Oriente. Sin duda alguna, fueron sus colores los que contribuyeron al rápido éxito del diamante mandarín. Al tratarse de un ave fácil de criar y de complexión bastante robusta, no tardó en seducir a los criadores. Pronto aparecieron nuevas mutaciones y los criadores hicieron del diamante mandarín un ave popular que se puede encontrar un poco por todas partes.
En la actualidad, existen clubes en todo el mundo y se organizan exposiciones monográficas dedicadas exclusivamente al diamante mandarín.
En su medio natural, esta ave busca regiones más bien húmedas. En Australia, se pasa progresivamente del clima tropical húmedo, con inmensas selvas siempre verdes, en el norte, al clima tropical seco e incluso desértico, en el sur. Los relieves de la costa oriental frenan los vientos marinos y proporcionan un clima más húmedo y templado.
En Australia, los diamantes mandarines viven en las costas norte y sureste, es decir, en las regiones donde las precipitaciones superan los 400 litros de agua por metro cuadrado al año. Les gustan las sabanas, los bosques poco frondosos, así como los parques de las ciudades, donde anidan cerca de las casas.
Les encanta bañarse. El periodo de reproducción coincide con las lluvias de enero y febrero, que estimulan la vegetación y favorecen los brotes jóvenes y la abundancia de insectos.
Los diamantes mandarines construyen sus nidos a partir de fibras vegetales y diversos deshechos, cerca de puntos de agua, estanques o ríos. El macho y la hembra incuban alternativamente de cuatro a seis huevos durante aproximadamente dieciséis días. Las crías abandonan el nido al cabo de unos veinte días y se convierten en adultos a los tres meses. Las condiciones climáticas rigen la fecundidad de los mandarines. Cuanto más abundantes son las lluvias, más numerosas son las nidadas.
El mandarín pertenece al orden de los Paseriformes o aves como el gorrión, el pinzón, la curruca o el jilguero. Este orden está dividido en familias y subfamilias. El mandarín pertenece a la familia de los Ploceidos y a la subfamilia de los Estríldidos.
Diamante mandarín gris
Diamante mandarín macho
Diamantes mandarines grises
Los Estríldidos forman la familia más importante dentro del grupo de aves exóticas y, a menudo, reagrupan a aves gregarias de muchos colores, que, generalmente, viven en grupo en las regiones áridas de Australia, África y Asia. Se caracterizan por una disposición particular de los huesos del cráneo y por un mismo número de vértebras cervicales. Los Estríldidos forman una familia de aves de tamaño pequeño, que se dividen en treinta y dos géneros diferentes. Es el color del plumaje y su carácter muy sociable lo que hace que sean apreciados por tantos aficionados. Salvo algunas excepciones, los miembros de esta familia no brillan precisamente por sus cualidades de cantores. Soportan bastante bien grandes cambios de temperatura, así como el clima seco. Son aves robustas que, sin embargo, temen el frío y, por consiguiente, no hay que dejarlas fuera en invierno. Tanto el macho como la hembra incuban los huevos, de cuatro a seis normalmente, durante dos semanas. Las crías crecen bastante deprisa y salen del nido al cabo de dieciocho o veinte días.
No se sabe con certeza el origen del nombre del mandarín. Se supone que el porte altivo y la autoridad natural de esta ave inspiraron a quienes la bautizaron como diamante mandarín.
Fue el naufragio de marinos holandeses lo que permitió descubrir Australia y, gracias a las expediciones que siguieron, Europa conoció nuevas especies de aves exóticas, como el diamante de Gould —así llamado por el nombre del ornitólogo inglés John Gould— y el diamante mandarín.
Este último presenta las mismas características que los otros diamantes australianos: aves pequeñas de colores vivos que viven en grupo. Son el producto de una evolución que ha durado millones de años.
Macho gris cara negra