PRÓLOGO

 

El Efecto Mozart para niños es una aportación importante a la revolución callada que está teniendo lugar en la actualidad, revolución que podría cambiar la historia humana de modo tan decisivo como la imprenta, la electrónica o la física cuántica. Y para mejor. Esta tranquila revolución está surgiendo de la investigación acerca de la formación y el desarrollo del cerebro del niño desde su concepción. Ninguna generación anterior a la nuestra ha tenido acceso a tal riqueza de conocimientos acerca del desarrollo del bebé y el niño como la que tenemos hoy en día, como tampoco directrices claras sobre la forma de aplicar esta información a nosotros mismos y a nuestros hijos. El cambio que puede producir esta aplicación en la vida humana es asombroso, realmente revolucionario.

Gracias a la dedicación y habilidad de estudiosos como Don Campbell, el futuro de la humanidad se ve más brillante que nunca. En las páginas siguientes, Campbell nos ofrece un resumen sencillo pero exhaustivo del desarrollo del niño, centrándose en su amplia comprensión de los estudios sobre el cerebro que se están realizando en nuestra época. Igualmente nos ofrece un análisis novedoso y creativo sobre cómo podemos aplicar los resultados de estos estudios en nuestras vidas y en las de nuestros hijos. No conozco ningún otro caso en que en un libro corto se trate un tema tan complejo de forma tan clara, interesante, amena y fácil de leer, a la vez que con directrices claras para aplicar y hacer uso inmediato de lo que se conoce. El don de Campbell es excepcional, y esta obra es excepcional.

He aprendido tanto de este libro, en realidad, y sobre un tema en el que me creía bastante experto, que siento verdadera gratitud hacia él. Tuve una experiencia similar cuando, después de haber escrito tres libros sobre la inteligencia del corazón, descubrí el Institute of Heartmath y el nuevo campo médico de la neurocardiología. Neurocardiología se traduce más o menos como «el cerebro del corazón», y se centra en el descubrimiento de que el corazón es un importante centro nervioso, en el que se encuentra la verdadera «inteligencia regidora» de nuestra vida. Los estudios de investigación han sacado al corazón de su antigua categoría sentimental, elevándolo a la de importantísimo y asombroso factor de la inteligencia humana. Del mismo modo, Don Campbell, a lo largo de sus muchos decenios de investigación en música y desarrollo del niño, ha sacado a la música de su categoría de adorno o diversión, colocándola en el lugar que le corresponde como una de las principales inteligencias innatas. Codificada genéticamente en nuestra especie, y fundamental para nuestro bienestar, la música es, efectivamente, un cimiento esencial para nuestras inteligencias más superiores, como demuestra Campbell ampliamente.

Howard Gardner ha catalogado la música como una de las siete inteligencias básicas formadas en nuestro sistema genético. Antes que él, siguiendo a Maria Montessori, Jean Piaget reconoció la música como una inteligencia innata preparada para desplegarse entre el tercero y cuarto años de vida. Y antes que ellos, por su comprensión intuitiva del desarrollo humano en general, Rudolf Steiner hizo de la música una piedra angular de su extraordinario sistema de educación Waldorf. Steiner reconocía la música como el cimiento del intelecto, la creatividad, la capacidad matemática y el desarrollo espiritual, y como tal vez la forma más grande de arte, por derecho propio.

Amante de la música toda mi vida, recuerdo el placer con que leí, a fines de los años cuarenta, que los científicos del centro nuclear de Oak Ridge (Tennessee) se reunían en sus ratos libres por la noche a tocar cuartetos de cuerda. Me llamó la atención cuando al neurobiólogo David Hubel, premio Nobel por sus investigaciones sobre las neuronas de la corteza visual del cerebro, le preguntaron si tenía algún otro interés aparte de su especialidad y contestó: «En realidad, me parece que he pasado una desmesurada cantidad de mi vida sentado al piano». Y, ciertamente, es muy conocido el largo romance de Einstein con el violín.

Don Campbell arroja luz sobre el papel del sonido en el proceso cuerpo-cerebro, invocando su larga asociación con el médico francés Alfred Tomatis, la principal autoridad mundial sobre el papel del sonido en la conciencia y la percepción. Campbell tiene también conocimientos extraordinarios y comprensión del desarrollo del bebé y el niño, ya que ha trabajado en profundidad con niños de todos los niveles. Su visión del desarrollo del niño en relación con la música presenta un aspecto de la evolución intelectual no tratado con tanta profundidad por nadie hasta el momento (que yo sepa). Y sin duda, con la impresionante cantidad de información de Campbell, los lectores comprenderán por qué la música surge como un factor importantísimo en el desarrollo de la inteligencia en general.

Es interesante observar que los antiguos sabios hindúes aseguraban que el Universo surgió en primer lugar como sonido; el sonido hizo surgir la luz, y la luz hizo surgir la materia. De forma similar a la Biblia, los sabios orientales afirmaban que en el principio era el Verbo, la Palabra, el sonido que era con, y/o en Dios. Sabemos que en el desarrollo del cerebro-mente del feto, el sistema auditivo se forma muy pronto. Y el aprendizaje del lenguaje, en su primera forma sensorial-motora, comienza alrededor del quinto mes en el útero, cuando el bebé empieza a manifestar reacciones musculares a los fonemas (o «elementos fónicos», si se quiere) de la lengua materna. Y esta reacción corporal al sonido y a la palabra precede y es fundamento del desarrollo de la palabra visual. Lógicamente la visión debe esperar el nacimiento para desarrollarse, y al abrirse a un «mundo visual» el bebé forma esas «estructuras de conocimiento» relativas al mundo físico experimentado a lo largo de sus primeros años. Así pues, los antiguos tenían razón en el orden de aparición que daban al sonido, palabra, luz y materia para explicar el modo como se nos despliega el mundo humano.

El físico David Bohm, discípulo de Einstein, llamó luz congelada a la materia, y a la música, «orden puro implicado»; este orden implicado, según él, es la sutil energía cuántica de la que nace toda experiencia. La filósofa Susanne Langer propuso que el lenguaje surgió de cantar, y que el canto nació de las expresiones espontáneas de placer o alegría. Y Platón decía que si pudiera elegir la música que escuchaban e interpretaban los jóvenes, podría determinar la sociedad que producirían.

He observado con admiración (y un poquitín de envidia) el eficiente triple «procedimiento didáctico» que emplea Campbell en este libro, y con qué esmero ha trabajado para hacer una deliciosa experiencia estética y una aventura de aprendizaje de este viaje por la historia del desarrollo. Al mismo tiempo nos ofrece buenos y pertinentes ejemplos que ilustran y esclarecen los temas tratados. En tercer lugar, nos presenta ordenadamente las formas en que podemos aplicar cada nivel de aprendizaje en pasos concretos y muy prácticos que cualquiera puede seguir, para hacer realidad la vasta riqueza de espíritu que ofrece en la vida de nuestros hijos y la propia.

Campbell conoce muy bien las graves dificultades que enfrentan los niños en la actualidad (el creciente abandono en los primeros años, la falta de cariño y sustento, los defectos de la educación), pero en lugar de insistir en esos aspectos negativos, nos mantiene la energía y atención concentradas en hacer lo que es constructivo y beneficioso. En un espléndido ejemplo de lo que yo llamaría «modelo imperativo», nos ofrece atisbos biográficos del gran genio de la música, Mozart. Este genio, Campbell lo deja muy claro, fue criado y sustentado hasta su plena madurez por padres que le daban el necesario cariño, sustento, estímulo, aliento y apoyo para que floreciera esa inteligencia. En realidad, todo este libro parece diseñado para ayudarnos a extraer el «Mozart» de cada uno de nuestros hijos, con cualquier medio por el que estén predispuestos a expresar su genio.

Deseo que los lectores disfruten del placer y esclarecimiento que ofrecen las siguientes páginas; un curso maravilloso sobre el desarrollo infantil y humano desde una perspectiva tan nueva que no se puede evitar enriquecerse en muchos aspectos. Si todo esto no fuera suficiente, este libro es un curso introductorio a la escucha y aprecio de la música, una guía para jóvenes y mayores al más grande de los grandes clásicos. Así pues, ya sea que el lector/lectora tenga hijos, bebé, niños o adolescentes, la intención de tener hijos algún día, o sea tal vez un niño en el corazón (o tenga un cónyuge eternamente niño), sea cual sea su situación, leer estas páginas será una experiencia rica y gratificante.

 

 

JOSEPH CHILTON PEARCE

autor de Magical Child y

Evolution’s End: Claiming the Potential of Our Intelligence