DERECHO IN-ALIEN-ABLE DEL FRIKI 1

Derecho a ser más friki

Un friki según la Real Academia Española no es nada, ya que aún no ha sido oficialmente definido, aunque todo se andará. Por eso tenemos que dirigirnos a la cultura popular para definirlo. La palabra friki es una castellanización de la palabra inglesa freak o, en su uso más popular, freaky, que significa raro, extravagante, extraño. Su uso original fue para definir las ferias de monstruos norteamericanas, o freak shows, donde podías encontrar desde la mujer barbuda hasta el hombre gato o una pareja de hermanos siameses. Así que un freak era un tipo raro que se ganaba la vida por lo que era, no por lo que hacía.

Más adelante, también en los Estados Unidos, se utilizaría esta palabra para definir a los «raros» de los institutos. Gente solitaria que no conseguía popularidad, ya que se pasaban los días entre libros y gente como ellos. Son los típicos «empollones» de las películas que son asediados (y normalmente menospreciados) por los abusones.

Entre estos frikis sobre todo destacan dos tipos: los nerds, empollones con aspecto debilucho que se dejan mangonear por los demás y son el objetivo de todas las burlas; y los geeks, dedicados en cuerpo y alma a la tecnología, de aspecto parecido a los nerds pero expertos en informática.

Y de ahí surgen los frikis clásicos. Como siempre estaban apartados de los gustos «populares», como la gimnasia, las citas con personas del otro sexo y las diversiones del tipo baile y copa, tuvieron que buscarse otras aficiones.

Comenzaron a leer libros que no se enseñaban en clase, de géneros como la aventura, la ciencia ficción, la fantasía y los cómics. Iban al cine, aunque fueran solos, creaban juegos en los que no hiciera falta un esfuerzo físico, como los juegos de rol, eran los mejores utilizando los ordenadores y jugaban a videojuegos…

Y si hay algo que les unía por encima de todo: era que crecían delante de un televisor. Como pasaban mucho tiempo en casa, la televisión se convirtió en un compañero más de la vida, con el que podían ver series, películas, concursos… durante todo el día.

Y todo esto les llevaba a querer saber más sobre estos temas. Y comenzó a haber un mercado de objetos de cosas que les gustaban. Si la mitad de los adolescentes americanos se obsesionaban con pelotas de béisbol firmadas por sus ídolos, los frikis querían el primer número de Superman o el traje original de las estrellas de Star Trek.

Y eso hizo que siguieran separados del resto. Los «normales» no entendían por qué un tebeo para niños o un traje que parece un pijama podía ser mejor que ir al baile de fin de curso con la jefa de animadoras. Así que les daban de lado y ni entraban en su círculo ni dejaban que entraran ellos en el suyo.

Y ése es el origen del friki tal como lo conocemos hoy en día. Pero nada es lo que parece, ya que los frikis llevan entre los hombres desde casi el principio de los tiempos.

LOS FRIKIS Y LA HISTORIA

En el Paleolítico Superior había ya artistas que en las paredes de las cuevas representaban escenas de caza. Y eran vistas por multitud de trogloditas que iban de cueva en cueva a ver a sus dibujantes favoritos. Les llevaban trozos de piedra para que les hicieran dibujos o se los firmaran. Fue el comienzo de las firmas de ejemplares por dibujantes. Además algunos de estos artistas volvían a alguna obra realizada años atrás y le cambiaban el aspecto a personajes, le añadían colores e incluso dibujaban algún personaje nuevo, sin que cambiara demasiado el argumento del dibujo. La obra más representativa de esta época fue Altamira Wars. Special Edition.

En el antiguo Egipto había multitud de dioses: el del sol, el de la muerte, el de la guerra, el del desierto… y surgió un grupo de escultores que consiguieron hacer en serie representaciones de estos dioses, ya que gustaban mucho en el pueblo, y así surgió el primer coleccionable del que se tiene constancia: «Figuras de deidades policromadas». Y si te suscribías, te daban una maqueta de una pirámide para exponerlas todas. Además fueron los creadores del cómic, con el único problema de que como los papiros no se podían encuadernar, su superficie de trabajo acabaron siendo las paredes de cualquier templo, palacio o tumba.

La Grecia y la Roma clásicas fueron las creadoras del término «Héroe de Acción», ya que entre guerreros espartanos, gladiadores, semidioses y pilotos de cuadrigas se encontraba gente que haría temblar a Schwarzenegger, Stallone y Van Dame juntos. También surgirían villanos de la más alta estirpe que eran capaces de enviar a gente a los leones o quemar ciudades enteras sólo por diversión. Además vendían merchandising de estas historias en vasijas, tazas y platos.

En el medievo (cómo me gusta esta palabra) fue cuando la fantasía llegó a su apogeo: elfos, dragones, orcos y demás bestias poblaban los bosques de media Europa y siempre estaban los caballeros (fueran de la mesa redonda, cuadrada o extensible) para rescatar a sus princesas con armas mágicas que cortaban todo tipo de metal, o que cantaban (sí, había armas que cantaban. Es que eran mágicas. No servían para luchar, pero sí para ganar Operación Triunfo). Además sentó las bases de los juegos de rol. Y a partir de ahí todo el mundo supo que una cota de malla es mejor que no llevar nada y que si coges un mandoble con una mano te puedes cortar un pie. Cosas del rol y sus pifias.

Con el Renacimiento, las cosas se volvieron oscuras para el friki. A la mínima llegaba el Tribunal de la Santa Inquisición para llevarte a la hoguera por hablar con la lengua del demonio, sin dejarte defender diciendo la verdad: que estabas comentando con un amigo la receta del salmorejo en idioma klingon. O lo que es mucho peor: llevarte a galeras por decir que la mejor película de Rocky es la III. Así que muchos tuvieron que esconderse en conventos (ya que así podían transcribir y dibujar libros antiguos) o fugarse y convertirse en piratas (y es que el aspecto del capitán Jack Sparrow mola un montón).

En ese momento se pierde de vista al friki, ya que debía no aparentar serlo, y se crearon algunas logias secretas frikis dedicadas a cultos sobre ciertos objetos especiales, como «La Poción mágica de La Galia», «El Martillo de Thor» o «El Anillo Único». Poco se sabe de lo que hacían en esas reuniones secretas, pero todo hace pensar que se disfrazaban de sus personajes favoritos, hablaban como ellos y practicaban karaoke de canciones de series japonesas mientras hacían un mercadillo de coleccionables, cómics y figuritas. Se cree que una de esas reuniones fue el germen del Salón del Cómic de Barcelona.

Ya hasta finales del siglo XIX no vuelve a ser visto en la vida cotidiana. Tan sólo algunos viven una doble vida. En privado son frikis, pero en público son coleccionistas de arte, sellos y monedas. La aparición de dos personajes célebres (que según los últimos estudios eran frikis de pura cepa) hizo que volvieran a aparecer, no sin reticencias, en el mundo real. Estas personas fueron Julio Verne y Tomás Edison.

Julio Verne consiguió lo que muchos anhelaban poder hacer: hablar sin miedo sobre naves espaciales (en aquel entonces cohetes), viajes a lugares extraños, como el centro de la Tierra, o cómo podría una persona sobrevivir al ataque de un kraken (algo, por cierto, que debería enseñarse en el colegio dada su gran utilidad). A partir de Verne ya no daba miedo enseñar un cohete espacial (edición limitada) que se tenía en casa. Decías: «Es como el de Julio Verne» y la gente lo admiraba y aplaudía.

Tomás Edison era un friki (y de éste casi se puede asegurar). Se tiraba los días delante de su mesa de despacho inventando cosas. Que si la bombilla. Que si el fonógrafo. Que si el teléfono. Vamos, que si hubiera vivido unos años más, hubiera creado la televisión de plasma con conexión directa a internet y de alta definición. Todo esto lo hizo por una cosa. Quería conseguir que cada uno en su casa pudiera tener La salida de la fábrica, de los hermanos Lumière, en edición sencilla, de coleccionista, en lata metálica y con una reproducción del guión en su interior. Lástima que muriera antes de inventar el DVD.

Y de aquí llegamos ya al siglo XX. Su segunda mitad se podría considerar el Renacimiento Friki. No importaba ir hecho un melenudo si eras fan de los Beatles. O tener la colección completa de las Mariquita Pérez. Pero te miraban raro si leías tu colección del Guerrero del Antifaz o el Capitán Trueno con más de quince años. O si te quedabas en casa en vez de ir a jugar al fútbol sólo porque echaban Starsky y Hutch. U obligabas a tus padres a comprar una tele pequeña en blanco y negro sólo porque iban a poner el último capítulo de V justo el fin de semana que ibas a la playa de vacaciones (esto me pasó a mí. ¡Qué inventazo el vídeo!)

EL FRIKI HOY EN DÍA

Ya estamos en el siglo XXI. Llegó el año 2000 y todo ha empezado a cambiar. Ya los frikis somos cada vez mejor considerados. Y la verdad es que se puede ver en la calle la cantidad de frikis que hay sueltos. Ya no se esconden. Pero ¿cómo se reconoce a un friki?

Pues si tenemos a dos personas más o menos iguales, vestidas de la misma manera, puede parecer complicado. Pero en realidad no lo es tanto. En una conversación normal se vería que un friki mete una expresión friki por minuto. Puede ser una frase de película del tipo «propicios días» (extraída del filme Demolition Man), una referencia a algún personaje friki («Y entonces le pega un puñetazo a lo Chuck Norris»), o simplemente una expresión del tipo El Informal («Bo qué pacha») o en «chiquitistaní» («Jarl» o «fistro»).

También su humor es distinto. Tiene un registro bastante amplio ya que al crecer pegado a la tele ha mamado de los más grandes, como Tip y Coll, Faemino y Cansado, Eugenio o Félix el Gato. Y este humor se junta con su sabiduría friki y su conocimiento sobre temas que están al alcance de muy pocos y que sólo entienden otros frikis. Este humor no suele estar muy bien considerado por los no frikis, ya que no lo entienden.

El friki tiene hoy en día mucha suerte. Tiene multitud de opciones para compartir su frikismo gracias sobre todo a internet. Se puede relacionar con miles de frikis que, gracias a serlo, fueron los primeros en surcar la red de redes. Además hay multitud de salones y exposiciones donde pueden disfrutar sin vergüenzas de sus aficiones.

Y ahora el friki tiene la posibilidad de comprar de todo. Puede conseguir merchandising de cualquier parte del orbe, de cualquier momento en el tiempo (el tiempo actual, dígase de los años setenta para ahora). Hay tiendas especializadas en casi todas las provincias con un surtido muy amplio de material, de libros, de cómics, de revistas, de figuritas, de películas, de juegos… En definitiva, que si un friki de la antigua Roma o del Renacimiento viviera en el mundo actual, fliparía en colores. Con lo mal que lo pasaban ellos para conseguir la réplica de la espada láser de Luke Skywalker…

Y parece que esto va a continuar a mejor. Cada vez es mayor el mercadeo de objetos frikis. Los acontecimientos frikis salen en televisión, en radio, en prensa… parece ser que lo friki está de moda. Pero, ojo, que al friki esto no le gusta, dentro de cada uno hay un pequeño marginadito que espera ser liberado de la clandestinidad. Y si se le quita al friki esto, dejaría de serlo. Y ojo dos (el retorno), que al friki no le gusta que todo el mundo quiera apuntarse al carro friki porque mole. No todo el mundo puede ser friki.

Y el friki sabe algo desde que es consciente de su frikismo. Que llegará el día en que los frikis dominarán el mundo. No tienen nada contra nadie. Sólo saben que el día llegará. Y serán los dueños del mundo. Mala suerte al resto.