PANORAMA GENERAL
SER METAHUMANO ES UNA
ELECCIÓN DE POR VIDA
La gente hace muchas cosas para mejorar su vida. Podrías decir que las sociedades desarrolladas viven en una edad de oro en lo que se refiere a la calidad de vida. Se ha vuelto realista esperar vivir décadas con buena salud comiendo alimentos orgánicos e integrales disponibles a la vuelta de la esquina, sin mencionar tener cosas que antes estaban fuera del alcance de la persona promedio, como ser dueño de tu propia casa y retirarte con cierto tipo de seguridad.
Entonces, resulta extraño que millones de personas se esfuerzan en mejorar su vida sin mejorar su realidad personal. Las dos cosas están íntimamente relacionadas, y si no mejoras tu realidad, mejorar tu vida es algo inestable y poco viable. La realidad no es solamente lo que “está allá afuera”: es muy personal. Dos personas que viajan todos los días al mismo trabajo pueden ver el mundo de formas completamente distintas, una de ellas sintiéndose ansiosa por su seguridad en el trabajo y la posibilidad de ser despedida, y la otra sintiéndose plácidamente contenta y optimista. Dar a luz podría ser el mismo evento físico, sin ninguna complicación médica, para dos madres primerizas, pero una puede sufrir depresión posparto mientras que la otra está llena de alegría maternal.
La realidad personal nos define. Consiste en todas las cosas en que creemos, las emociones que sentimos, nuestro conjunto único de recuerdos, y toda una vida de experiencias y relaciones. Nada es más decisivo en la manera en que resulta la vida de una persona. Así que es peculiar —podría decirse que es profundamente misterioso— que construyamos nuestra vida sobre una abismal carencia de conocimiento sobre quiénes somos en realidad. Indaga en cualquier asunto básico sobre la existencia humana, y detrás de la fachada de la opinión experta yace un vacío donde debería estar el entendimiento.
No tenemos idea de por qué los humanos estamos diseñados tanto para amar como para odiar, pregonar la paz y practicar la violencia, oscilar entre la felicidad y la desesperanza, y llevar una vida gobernada por la confianza en uno mismo en un momento y dudar de nosotros al siguiente. Ahora mismo, a tu manera, actúas todas estas contradicciones. Eres un misterio para ti, porque todos somos un misterio para nosotros mismos. Lo que hace que la gente siga adelante es la rutina cotidiana y la esperanza de que nada vaya terriblemente mal.
No estoy devaluando las cosas por las que vive la mayoría de la gente —la familia, el trabajo y las relaciones—. No obstante, para ser francos, incluso las cosas más importantes no las manejamos con la confianza de que sabemos lo que estamos haciendo. Por ello no es de sorprender que pasemos tanto tiempo trabajando para mejorar nuestra vida y tan poco tiempo trabajando para mejorar nuestra realidad. La realidad es demasiado confusa. Estamos bien si ignoramos las aguas profundas y permanecemos donde estamos seguros en lo superficial.
Sin embargo, un puñado de personas se ha aventurado a aguas más profundas, y en cada cultura esas personas dan cuenta de experiencias extrañas y al mismo tiempo inspiradoras. Es inspirador amar a tus enemigos, pero ¿quién los ama realmente? El hecho de que te digan que el amor infinito es divino no hace que así sea tu realidad. La paz eterna compite con el prospecto del crimen, la guerra y la violencia en todas las épocas. Un puñado de personas son veneradas como santas, y cabe la posibilidad de que sean etiquetadas como locas, o simplemente que sean desestimadas por ser demasiado buenas para este mundo.
Pero algo está más allá de la duda: la realidad personal es donde se lleva a cabo todo el juego. Contiene todo el potencial que los seres humanos han logrado, pero también las limitaciones que nos frenan. Un psicólogo neoyorquino llamado Abraham Maslow, que murió en 1970, sigue siendo famoso hoy porque nadó contracorriente. Mientras que la típica carrera de psicología consistía en examinar las enfermedades y defectos de la psique, Maslow sintió que la naturaleza humana iba mucho más allá de la experiencia cotidiana. Su idea central, que ahora ha florecido mucho más lejos de lo que él imaginó, es que los seres humanos estamos diseñados para alturas extraordinarias en la experiencia y, más que eso, deberíamos estar creando esas experiencias en la vida diaria. Era como si los únicos autos en el camino fueran trastos oxidados e inútiles, y alguien anunciara que puedes cambiar tu chatarra por un Mercedes o un Jaguar.
Si los únicos autos que ves son chatarra oxidada y los Mercedes y Jaguares existen lejos, del otro lado del océano, tu realidad no cambiará. Sin embargo, Maslow, al basarse en siglos de aspiraciones espirituales, insistía en que las experiencias sublimes en la vida son parte de nuestro diseño, que las necesitamos y las anhelamos. La clave es ir más allá de lo cotidiano.
La noción de ir más allá se convirtió en la motivación para este libro.
Para descubrir quién eres realmente debes ir más allá de lo que crees que eres. Para encontrar paz debes ir más allá del miedo. Para experimentar amor incondicional debes ir más allá del amor condicional, el tipo de amor que va y viene. Incluso por algún tiempo pensé que este libro debía llamarse simplemente Más allá. Pero elegí Metahumano, usando la palabra griega meta, que páginas atrás dije que significa “más allá”. Mi tesis es que volverse metahumano es un cambio mayor de identidad que puede realizar cualquiera. Estar diseñados para tener experiencias sublimes plantea la pregunta de si tenemos elección. A menudo los momentos más reveladores en la vida descienden como si provinieran de otro plano más elevado. ¿Cómo sabemos que no son accidentales?
En una conferencia reciente sobre ciencia y conciencia, una joven mujer se presentó conmigo y me dijo que estaba escribiendo su tesis de licenciatura sobre la comunicación con las aves. Le pregunté cómo era posible hablar con las aves, y ella respondió que era más fácil mostrármelo que decírmelo. Salimos del lugar. Era un día soleado, y nos sentamos en silencio en una banca. Volteó hacia arriba para ver algunos pájaros posados en un árbol cercano, y uno de ellos voló y aterrizó confiado sobre su regazo.
¿Cómo lo hizo? Sin sentir la necesidad de decir algo, ella me miró como diciendo: “¿Lo ves? Es muy simple”. Mis viejos maestros católicos habrían señalado a san Francisco de Asís, quien a menudo es representado beatíficamente con aves aleteando hacia él. De la tradición hindú, pensé en una cualidad en la conciencia conocida como ahimsa, que significa “inocuidad”, la empatía extendida a todos los seres vivos.
En cualquier caso, no era cuestión de hablar con las aves o conocer su lenguaje —todo había sucedido en silencio—. Era un ejemplo perfecto de ir más allá, en este caso, ir más allá de mis propias expectativas. La joven mujer me explicó después que lo que hizo fue tener claridad mental e insertar una intención para que el ave volara hacia ella. En otras palabras, todo sucedió en la conciencia.
Son tan pocas las personas que tienen estas experiencias, que con eso sólo se magnifica la necesidad de mostrar toda la posibilidad de elección que tenemos para ir más allá. Creo con firmeza que tenemos mucho más control sobre la vida de lo que creemos.
Para mí, ser metahumano es una elección de por vida. Las experiencias sublimes son sólo el inicio, un vistazo de lo que es posible.
El término experiencia sublime se ha vuelto tan popular que la mayoría de la gente tiene una idea general de lo que significa. Describe momentos en que las limitaciones desaparecen y el entendimiento que transforma la vida llega a nosotros, o bien logramos un desempeño magnífico sin esfuerzo alguno. En futbol americano, el quarterback que llega a los 40 con múltiples triunfos en el Super Bowl, el prodigio musical que debuta a los ocho años tocando un concierto para piano de Mozart, el genio matemático que puede multiplicar dos números de 18 dígitos cada uno en cuestión de segundos: no tenemos que ir más lejos para encontrar historias de desempeño magnífico como éstas, que nos dan un indicio del potencial humano expandido enormemente. Pero estos logros, aunque sean asombrosos, ocupan un nicho específico. Cuando la fama y la fortuna se prodigan a unos cuantos, perdemos la posibilidad de que se aplique a la mayoría.
La realidad es mucho más maleable de lo que cualquiera cree. De hecho, la mayoría de las limitaciones que sientes que están impuestas sobre ti personalmente son autoimpuestas. No saber quién eres en realidad te mantiene atorado en creencias de segunda mano, alimentando viejas heridas, siguiendo condicionamientos desgastados y padeciendo un sentimiento de culpa y autojuicio. Ninguna vida está libre de estas limitaciones. El mundo ordinario, y nuestra vida ordinaria en él, no es suficiente para revelar quiénes somos en realidad, sino todo lo contrario. El mundo ordinario nos ha engañado, y esta decepción es tan profunda que nos hemos moldeado a nosotros mismos para ajustarnos a él. En las leyes, la evidencia contaminada se conoce como “fruta del árbol venenoso”. No exagero al decir que aunque la vida sea maravillosa, todavía hay una mancha que proviene de las decepciones que confundimos con la realidad. Nada, sin importar lo bello y bueno que sea, ha escapado por completo a esta mancha. Ir más allá es la única manera de librarse de ella.
Un metahumano es alguien cuya personalidad está basada en valores más altos; no sólo en experiencias sublimes, sino en amor y autoestima. Después de que terminé de escribir este libro me maravilló descubrir que Maslow de hecho había usado el término metahumano justo de esta forma. (Él no lo asociaba con un cómic de superhéroes, ni tampoco yo. Dado que el metahumano de la fantasía es perseguido como bicho raro y amenaza para la sociedad, evitaremos por completo esta connotación.)
Está muy bien considerar ciertas experiencias tan exaltadas como algo divino, que es donde Maslow ubicó al metahumano. Fue un importante paso declarar que aspirar a llegar a Dios o alcanzar la paz y el amor eternos es tan real como fijar un clavo en la pared. Sin embargo, yo argumentaré que volverse metahumano es una necesidad urgente. Es la única forma de escapar de las ilusiones que representamos en la vida como sufrimiento, confusión y conflicto internos.
La fantasía de la vida cotidiana
Todos estarían de acuerdo con que es mejor vivir en la realidad que en la fantasía. Entonces te resultará algo perturbador saber que toda tu vida has vivido en la fantasía. Es una ilusión abarcadora que creíste desde la más tierna infancia. Incluso la persona más práctica y obstinada está inmersa en la fantasía todo el tiempo. No me refiero a fantasías eróticas o de lujos o sueños de volverte rico de la noche a la mañana. Nada de lo que percibes es lo que parece. Todo es una ilusión de principio a fin.
Saca tu celular y observa cualquier foto que hayas guardado. La imagen tiene varios centímetros de ancho. Tus ojos están separados entre sí al igual que la pantalla del celular, pero percibes el Gran Cañón, un ratón y un microbio de un tamaño sumamente diferente. ¿Cómo es que automáticamente ajustamos la medida de lo que aparece en un celular? Nadie lo sabe, y esto se vuelve incluso más desconcertante al pensar que la retina del ojo es curva y la imagen se proyecta de cabeza. ¿Por qué el mundo no se ve distorsionado como en una casa de los espejos?
Podrías encogerte de hombros y asignarle todo el misterio al cerebro, que manipula la información en bruto que llega al ojo y nos brinda una imagen realista del mundo. Pero esto solamente intensifica la ilusión. Cuando decimos que nuestros ojos responden a la “luz visible”, convenientemente nos saltamos el hecho de que las partículas elementales de la luz —los fotones— son invisibles. Un fotón no tiene radiación, brillo, color o ninguna otra característica que asociamos con la luz. Como un contador Geiger que cliquea intensamente en la presencia de altos niveles de radiactividad, y cliquea de forma leve ante niveles bajos, la retina “cliquea” intensamente cuando millones de fotones detonan los bastones y conos que la alinean, y apenas cliquea cuando los niveles son bajos (lo que llamamos oscuridad).
De cualquier forma, todo lo que crees que ves ha sido procesado dentro de tu cerebro, en una región específica llamada corteza visual, que es completamente oscura. El foco de un flash directo en el ojo que te ciega es tan negro en el cerebro como el más leve brillo de las estrellas por la noche. Tampoco las señales que llegan a la corteza visual forman imágenes, y mucho menos imágenes en 3D. La imagen que crees que es una instantánea del mundo fue fabricada por tu mente.
De la misma manera, los otros cuatro sentidos son sólo “clics” en la superficie de otro tipo de células. No hay una explicación de por qué las terminaciones nerviosas en tu nariz convierten el bombardeo de moléculas flotando en el aroma de una rosa o en el olor apestoso de un basurero. Todo el mundo tridimensional está basado en un truco mágico que nadie puede explicar, pero ciertamente no es una imagen verdadera de la realidad. Todo está hecho por la mente.
Un neurocientífico me detendría para corregirme, afirmando que el mundo que percibimos está hecho por el cerebro. Pero unos simples ejemplos refutan esta opinión. En lo que respecta a tu cerebro, las letras de esta página son motas pequeñas, que no difieren de las motas que podrías salpicar con la tinta de un pincel. Antes de que aprendieras a leer el alfabeto las letras sólo eran manchas sin significado, y cuando aprendiste a leer tuvieron sentido. Y aun así posees el mismo cerebro que tenías a los tres años, en términos de procesamiento de la información. La mente aprende a leer, no el cerebro. Igualmente, cualquier cosa que ves a tu alrededor —un olmo, una barra de chocolate belga, una iglesia o un cementerio— adquiere significado porque tu mente la dota de significado.
Otro ejemplo: cuando a los niños que nacen ciegos les devuelven la vista por un procedimiento médico, están perplejos por cosas que nosotros damos por hecho. Una vaca a la distancia parece tener el mismo tamaño que un gato visto de cerca. Las escaleras parecen estar pintadas en la pared; su propia sombra es una misteriosa área negra que insiste en seguirlos. Lo que a estos niños les ha hecho falta es la curva de aprendizaje por medio de la cual todos aprendimos a dar forma a la realidad ordinaria. (El mundo visible es tan desconcertante que los niños y adultos que ven por primera vez prefieren sentarse en la oscuridad para recobrar la sensación de comodidad.)
La curva de aprendizaje es necesaria para abrirte paso en el mundo, pero te has adaptado de formas extrañas e inesperadas. Toma perspectiva. Si estás recostado en la cama y alguien te toca el hombro para despertarte, no ves a esa persona con un cuerpo muy ancho y una cabeza pequeña. Pero toma una fotografía desde la posición de estar recostado en la cama y la realidad se revelará. El torso de la persona, al estar al nivel de tus ojos, tiene un ancho no natural, mientras que la cabeza, al estar más lejos, tiene un tamaño pequeño que tampoco se ve natural. Asimismo, cuando hablas con alguien que está junto a ti, su nariz está hinchada de forma desproporcionada, y si la comparas con una fotografía, sus ojos pueden ser más grandes que la mano que descansa sobre su regazo.
En automático bloqueamos cómo se ven las cosas en perspectiva, y por medio de un acto mental ajustamos la información. La información que llega a tu ojo reporta que la habitación en la que estás sentado tiene paredes que convergen en el extremo más lejano, aunque tú sabes que la habitación es cuadrada, por lo tanto ajustas la información. Sabes que una nariz es más pequeña que una mano, y eso requiere un ajuste similar.
Lo que causa la verdadera conmoción es que todo lo que percibes está ajustado. Las moléculas que flotan en el jardín se ajustan y convierten en fragancias. Las ondas de radio vibratorias se ajustan en sonidos que reconoces e identificas. No podemos negar que vivimos en un mundo hecho por la mente. Esto es tanto la gloria como el peligro de ser humanos. Hace 200 años, mientras el visionario poeta William Blake caminaba por las calles de Londres, se lamentaba de lo que veía:
y en cada rostro que me mira advierto
señales de impotencia, de infortunio.
En cada grito humano
en cada llanto infantil de miedo,
en cada voz, en cada prohibición,
escucho las cadenas forjadas por la mente.
Es una imagen triste, que se repite hoy en día. Los humanos hemos atravesado todo tipo de sufrimientos y adversidades debido a la creencia profundamente arraigada de que estamos destinados a vivir así la existencia. No existe ninguna alternativa hasta que aceptes que lo que la mente ha hecho no se puede deshacer.
Bienvenido a la casa de las ilusiones
Cuando participamos en el mundo cotidiano no podemos ver más allá de la ilusión. Es necesario ir más allá, y para ello se requiere el cambio a ser metahumano. La única forma en que una ilusión puede ser universal es si todo en relación con ella es falso y nos engaña acerca de las grandes y las pequeñas cosas por igual. Ése es el caso aquí. La mente humana ha construido todo para ajustarse a ello desde cero. En cierto sentido, este libro fue escrito tan sólo para convencerte de que tu realidad personal está hecha por la mente en su totalidad, y no sólo por tu mente. Al haber pasado toda una vida adaptándote a la realidad artificial que heredaste como niño, debes emprender un viaje para descubrir la diferencia entre la realidad y la ilusión.
Para cualquiera que acepte el mundo físico “allá afuera” como totalmente real, la noción de un mundo hecho por la mente parece algo absurdo. Una cosa es ser afectado por una idea, y otra muy distinta es ser golpeado por un rayo. La diferencia es tan obvia que desconfiarías de cualquiera que te diga que los dos eventos son iguales.
Algunas de las mentes más grandes han dicho justamente eso. Aquí es donde comienza la verdadera fascinación. Max Planck, un físico alemán brillante, fue una gran personalidad en la revolución cuántica; de hecho, él acuñó el término mecánica cuántica. En una entrevista que el periódico londinense Observer le realizó en 1931, Planck dijo: “Considero que la conciencia es fundamental. Considero que la materia es derivada de la conciencia. No podemos actuar a espaldas de la conciencia. Todo aquello de lo que hablamos, todo lo que consideramos como algo que existe, es un postulado de la conciencia”.
En otras palabras, la conciencia es fundamental. Si eso es cierto, entones las rosas floreciendo en un jardín inglés provienen de la misma fuente que la pintura de una rosa. Esa fuente es la conciencia, lo que significa que es tu conciencia. Sin conciencia no se puede probar la existencia de nada. Simplemente al ser consciente participas en el mundo hecho por la mente y ayudas a crearlo todos los días. La belleza de esta comprensión es que, si la creación surge de la conciencia, entonces podemos dar nueva forma a la realidad desde su origen.
Planck no estaba solo en su reinterpretación de la realidad, lejos del plano físico y hacia el plano mental. Todo el movimiento de la revolución cuántica fue para desmantelar la visión con sentido común de que el mundo es primeramente y sobre todo material, sólido y tangible. Otro brillante pionero cuántico, el físico alemán Werner Heisenberg, dijo: “Lo que observamos no es la naturaleza misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionamiento”.
Las implicaciones de esta afirmación son extraordinarias. Mira por tu ventana y quizá veas un árbol, una nube, una franja de pasto o el cielo. Inserta cualquiera de esas palabras en la frase de Heisenberg en lugar de la palabra naturaleza. Ves un árbol porque pediste ver un árbol. Ves una montaña, una nube y el cielo por la misma razón. Como observador, todo aquello que se encuentra afuera de tu ventana cobra existencia por medio de las preguntas que formulas. Quizá no estés consciente de formular preguntas, pero eso es sólo porque fueron formuladas tan temprano en la vida. Cuando los niños pequeños divisan su primer árbol, prueban que ven lo que es preguntando básicamente: “¿Esto es duro o suave? ¿Áspero o liso? ¿Alto o bajo? ¿Qué son esas cosas verdes en las ramas? ¿Por qué ondean con el viento?”. De esta forma, al aplicar la conciencia humana a todo en el universo obtenemos respuestas que se ajustan a la conciencia humana. Pero no obtenemos la realidad. La física desmantela todas las cualidades de un árbol —su dureza, altura, forma y color— al revelar que todos los objetos de hecho son ondas invisibles en el campo cuántico.
Si esta discusión te parece demasiado abstracta, puede ser llevada a lo más cercano. Tu cuerpo está siendo creado en conciencia en este preciso instante; de otra manera no existiría. Una vez más, a Heisenberg se le puede dar el crédito de haber llegado antes ahí: “Los átomos o partículas elementales por sí mismas no son reales; forman un mundo de potencialidades o posibilidades”. Sin embargo, en el mundo del sentido común, donde el cuerpo es nuestro refugio, nuestro sistema de vida y vehículo personal para estar en el mundo, es necesario defenderlo. Es demasiado perturbador pensar en el cuerpo como una ilusión mental.
El argumento antirrobot
Cuando abandonamos la falsa suposición de que el mundo es sólido y físico vemos que va en contra de una tendencia que me parece cada vez más perturbadora. La ciencia intenta demostrar de forma persistente que los seres humanos son máquinas, y mientras que ésta antes era tan sólo una metáfora de cómo funciona el cuerpo en todas sus partes complejas, la idea del ser humano como una máquina cada vez se toma más literalmente. Nos han dicho que la complejidad de las emociones humanas puede ser reducida a la elevación y disminución de niveles hormonales en el cerebro. Las áreas del cerebro que se encienden en una resonancia magnética supuestamente indican la causa o mecanismo de que una persona se sienta deprimida o con tendencia a un comportamiento criminal, y muchas cosas más. Además de ser marionetas del cerebro, supuestamente creemos que nuestros genes nos programan de maneras poderosas, al grado de que los genes “malos” condenan a una persona a sufrir toda una variedad de problemas, desde esquizofrenia hasta Alzheimer. Esos ejemplos de predisposición genética son extendidos a comportamientos y rasgos como tener propensión a la ansiedad y la depresión.
El metahumano tiene muchas implicaciones, pero una de las más fuertes es rechazar la noción de que los seres humanos somos mecanismos, primordialmente. Aunque la ciencia tiene una riqueza de descubrimientos tanto de los genes como del cerebro, eso no hace que esa noción sea más válida. El público general no sabe, por ejemplo, que sólo 5% de las mutaciones genéticas vinculadas a enfermedades en definitiva provocará un padecimiento en particular. El otro 95% de los genes eleva o disminuye los factores de riesgo de una persona e interactúa con otros genes de formas complejas.
El público todavía está atorado en la idea equivocada de que un solo gen, como el llamado “gen gay” o el “gen del egoísmo”, existen y crean una predisposición irresistible. Esta idea errónea fue desechada cuando el genoma humano fue mapeado. La imagen actual del ADN es casi la opuesta de la imagen equivocada que tiene el público. El ADN no es inalterable; es fluido y dinámico, interactúa constantemente con el mundo exterior y con tus pensamientos y sentimientos internos.
La noción de que tus genes dirigen tu vida está muy arraigada, incluso entre las personas con educación, así que es revelador un experimento reciente que publicó la revista Nature: Human Behavior en el número del 10 de diciembre de 2018. Los investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford tomaron dos grupos de participantes y les realizaron pruebas en dos genes, uno asociado con un mayor riesgo de volverse obesos, y el otro con un mayor riesgo de tener un mal desempeño en el ejercicio físico.
Primero abordaré el asunto del gen de la obesidad. Los participantes ingirieron una comida y después les preguntaron qué tan llenos se sentían; además, les hicieron análisis de sangre para medir los niveles de leptina, la hormona asociada con sentirse satisfecho después de una comida. Los resultados fueron casi los mismos en gente predispuesta genéticamente a la obesidad y la gente que no lo era. La siguiente semana el mismo grupo regresó e ingirió la misma comida, con una diferencia. Se dividió el grupo en dos, al azar: a una mitad del grupo se le dijo que tenía el gen que protege del riesgo de padecer obesidad, mientras que a la otra se le dijo que tenía la versión de alto riesgo del mismo gen.
Para sorpresa de los investigadores, se dio un efecto inmediato y dramático. Con tan sólo escuchar que tenían el gen protector, los sujetos mostraron un nivel de leptina en la sangre dos y media veces más alto que antes. Los resultados del grupo al que le dijeron que no tenía el gen protector no cambiaron con respecto a la medición anterior. Esto indica que el solo hecho de escuchar sobre un gen benéfico provocaba que las personas exhibieran la fisiología asociada con ese gen. Lo que los participantes creían que era verdad anulaba su predisposición genética actual, porque en algunos casos las personas que creían estar protegidas genéticamente, de hecho, no lo estaban.
Los mismos resultados dramáticos sucedieron en el experimento del ejercicio. La gente a la que le dijeron que tenía un gen que producía resultados deficientes a partir del ejercicio, mostraba los signos cardiovasculares y respiratorios que ese gen debe producir. Aunque no tenía el gen del riesgo, tan sólo con escuchar que sí lo tenía redujo su capacidad pulmonar y quedó demasiado exhausta como para continuar corriendo en la caminadora.
En resumen, el cuerpo se ajusta a la realidad hecha por la mente. Si tu fisiología produce efectos genéticos con tan sólo escuchar que tienes cierto gen, el mito de que los genes controlan nuestra vida está seriamente desafiado. Esto no significa que la programación genética sea irrelevante (para conocer el panorama completo de este tema consulta el libro Supergenes, que escribí en coautoría con el genetista de Harvard, Rudy Tanzi), pero la realidad es tan compleja como la vida humana misma. Los genes están entre una multitud de causas e influencias que nos afectan. Es imposible predecir qué tanto afectarán a una persona en particular; en cada área del comportamiento y la salud existe una amplia libertad de elección de cada quien.
Cuando debas elegir entre dos opciones, mírate a ti mismo como un agente libre capaz del cambio consciente, en vez de una máquina robótica dirigida por genes y células cerebrales. Pero a pesar de la imagen pública fomentada por artículos científicos populares, no es verdad que el ser humano es una marioneta biológica. La visión de que somos agentes conscientes con un potencial ilimitado para la creatividad y el cambio es más cercana a la verdad. Nos convertimos en metahumanos al tomar la decisión transformadora de vida de serlo.
En la encrucijada metahumana
No espero que aceptes esto como una conclusión; al menos no todavía. El panorama completo debe ser bosquejado frente a ti para que te decidas. Sin darnos cuenta, todos nosotros estamos integrados a una realidad prefabricada a la cual comenzamos a adaptarnos durante la infancia. Todo lo que percibes en este momento por medio de los cinco sentidos —las paredes sólidas de tu habitación, el leve movimiento del aire en tus pulmones, la brillantez de la luz que entra por la ventana o la que emite una lámpara— es una estimulación, un constructo que te envuelve en una realidad virtual.
Por una parte, estamos hechos —cerebro, cuerpo y mente— para conformarnos a una realidad virtual, que es el resultado del engaño colectivo que ha tardado miles de años en ser creado. Esto hace que las cosas sean muy complicadas. Un prisionero tiene el incentivo de cavar un túnel hacia el mundo exterior, porque sabe que hay algo más allá de los muros de la prisión. La realidad virtual que experimentas no ofrece nada que puedas tocar, saborear, sentir, escuchar u oler del otro lado. Aunque hay algo que existe fuera de la realidad virtual, lo cual denominaré metarrealidad. La metarrealidad es el taller donde la conciencia lo crea todo. Es nuestra fuente y origen, un campo de potencial creativo puro. La metarrealidad no se percibe por medio de los cinco sentidos, porque no tiene forma ni ubicación. Sin embargo, es totalmente localizable y ofrece nuestros únicos medios para escapar de la realidad simulada.
Una vez que te das cuenta de que estás envuelto en una simulación puedes ver a cabalidad que el poder creativo de los humanos es infinito. Fabricamos nuestro mundo no con ladrillos y cemento, sino con un material invisible: la conciencia. En una era científica esta afirmación parece increíble, si no es que absurda. Desde el interior de la simulación la creación puede ser vista como una película del universo desenvolviéndose desde el Big Bang hacia delante, junto con una línea del tiempo que fue tomada 13 700 millones de años atrás. ¿Cómo es posible que esta alucinante escena, regida por el tiempo, el espacio, la materia y la energía, sea esencialmente falsa?
Para descubrirlo será necesario un sentido personal de curiosidad y un toque de aventura para ir más allá de la sabiduría convencional. La conciencia está presente en cada segundo de nuestra vida, y aun así la sabiduría convencional lo subestima. Esto no es como ver los árboles y no el bosque. Es más bien como vivir en el bosque sin ver un solo árbol.
Tomemos el famoso libro Homo Deus, cuyo tema abarcador es la invención del futuro. El autor e historiador israelí Yuval Noah Harari busca ofrecer un punto de partida nuevo y mejor para el futuro. Las cargas antiguas del pasado alguna vez parecieron ser inevitables, escribe Harari:
Los mismos tres problemas le preocupaban a la gente del siglo XX en China, de la India medieval y del antiguo Egipto. La hambruna, las plagas y la guerra siempre encabezaron la lista […] Muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, las plagas y la guerra debían ser parte integral del plan cósmico de Dios para nuestra naturaleza imperfecta.
Con un estallido extrañamente optimista entre los futuristas, Harari continúa escribiendo que estos problemas ya están resueltos en esencia, aunque persisten en algunos lugares aislados alrededor del mundo: “En los albores del tercer milenio la humanidad despierta a un maravilloso entendimiento […] En las últimas décadas hemos logrado controlar la hambruna, las plagas y la guerra”. Sus lectores están ávidos por aceptar la visión de Harari de que “en la escala cósmica de la historia la humanidad puede levantar la mirada y comenzar a ver hacia nuevos horizontes”.
¿Y cuáles son estos horizontes? En Homo Deus, Harari lleva al lector por un recorrido a través de todos los problemas existentes y un conjunto de soluciones posibles que a los futuristas les encanta explorar. Hasta la página 409 de su libro llega al tema de la conciencia, y entonces promueve un futuro dominado por “tecnorreligiones” —en otras palabras, nuestra evolución conduce hacia la inteligencia artificial y las supercomputadoras que mejoran la materia prima del cerebro humano—. Confrontados con una estupenda inteligencia que se cierne sobre nosotros, ¿qué podemos hacer si no adorarla?
La visión de Harari termina en el lugar equivocado porque comenzó en el sitio equivocado. La conciencia debía aparecer en la primera página, y el futuro al que puede conducirnos la conciencia evolucionada es hacia donde debería estar encaminada la humanidad. Cada futuro que se ha desenvuelto a lo largo de la historia ha estado basado en una dirección tomada por la mente. Después de todo, la inteligencia artificial es tan sólo otro agujero en el cinturón de la inteligencia humana; por ello es muy prematuro predecir que seremos superados por una raza de supercomputadoras al estilo Frankenstein. Es preciso que conozcamos nuestra capacidad total antes de apostar por el futuro. Hasta que la metarrealidad se convierta en una experiencia común, el ser humano aún no ha alcanzado su capacidad creativa total. Conformarnos por un sueño mejor no es suficiente: al fin y al cabo una ilusión mejorada sigue siendo una ilusión.
En tu vida
LA ENCUESTA METAHUMANA
La mejor evidencia que tenemos de ir más allá es que la gente común y corriente ya está experimentando la metarrealidad. Una forma de medir esto es una encuesta de 20 preguntas desarrollada por John Astin y David Butlein, que lleva el complicado título de Inventario Temático de Personificación No Dual (en adelante NETI, por sus siglas en inglés). En una escala del 20 al 100, NETI evalúa cómo las personas se clasifican en cualidades consideradas como espirituales, psicológicas o morales. Incluyen rasgos metahumanos que ya valoramos altamente porque son muy significativos, así como otros que nos ayudan a enfrentar la vida, como los siguientes:
Compasión
Resiliencia
Propensión a soltar
Interés en la verdad
No estar a la defensiva
Capacidad de tolerar la disonancia cognitiva (por ejemplo, tener pensamientos, creencias o actitudes inconsistentes)
Tolerancia para la incomodidad emocional
Gratitud
Bajo nivel de ansiedad
Autenticidad
Humildad
Estos rasgos describen la naturaleza humana liberada de normas y condicionamientos sociales de segunda mano. Cuando posees estas cualidades estás libre para alcanzar el estado metahumano de conciencia.
Toma un momento para participar en la encuesta. A continuación presento el cuestionario NETI que se usó para evaluar lo que comúnmente se conoce como “experiencias no duales”, que significan un estado de conciencia intensificado. Te darás un número de 20 a 100, y procederemos desde ahí.
CUESTIONARIO NETI*
Instrucciones: por favor indica qué tan a menudo te ocurren las siguientes situaciones. Circula sólo una respuesta (nota: el puntaje está invertido en las preguntas 4, 8, 14 y 16):
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
1. Sentir una satisfacción que no es accidental ni depende de las circunstancias, objetos o acciones de otras personas.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
2. Aceptar (no lidiar con) cualquier experiencia que esté teniendo.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
3. Tener un interés en ver con claridad la realidad o la verdad sobre mí mismo, el mundo y los demás, en vez de sentirme de una forma particular.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
4. Tener la sensación de que estoy protegiendo o defendiendo una imagen o concepto acerca de mí mismo.
5. Nunca
4. Rara vez
3. A veces
2. Casi siempre
1. Siempre
5. Sentir amor y aprecio profundo por todas las personas y todas las cosas que encuentre en la vida.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
6. Comprender que al final no existe una separación entre lo que llamo “yo” y la existencia en su totalidad.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
7. Sentirme sumamente relajado, donde esté o en cualquier situación o circunstancia en la que me encuentre.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
8. Sentir una satisfacción que no es accidental ni depende de las circunstancias, objetos o acciones de otras personas.
5. Nunca
4. Rara vez
3. A veces
2. Casi siempre
1. Siempre
9. Tener un entendimiento consciente de mi no separación de (unidad esencial con) una realidad trascendente, fuente, poder superior, espíritu, Dios, etcétera.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
10. No estar personalmente comprometido o apegado a mis propias ideas y conceptos.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
11. Sentir una conciencia inquebrantable de quietud/paz, incluso en medio del movimiento y el ruido.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
12. Actuar sin asumir un rol o identidad, basado en mis propias expectativas o las de los demás.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
13. Tener una sensación de inmensa libertad y posibilidad en mi experiencia de momento a momento.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
14. Sentir un deseo de ser comprendido por otros.
5. Nunca
4. Rara vez
3. A veces
2. Casi siempre
1. Siempre
15. Sentir preocupación o incomodidad sobre el pasado o el futuro.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
16. Sentir miedo o ansiedad tal que inhiban mis acciones.
5. Nunca
4. Rara vez
3. A veces
2. Casi siempre
1. Siempre
17. Tener un sentimiento de profundo alivio y vitalidad.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
18. Actuar sin el deseo de cambiar a nadie o nada.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
19. Tener sentimientos de gratitud o abierta curiosidad sobre todas las experiencias.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
20. Sentir la perfección y la belleza de todo y de todos, tal como son.
1. Nunca
2. Rara vez
3. A veces
4. Casi siempre
5. Siempre
Puntaje total ______________
EVALÚA TU PUNTAJE
Si nunca has experimentado ningún rasgo de la conciencia metahumana, tu puntaje será de 20. Si experimentas la conciencia metahumana todo el tiempo, tu puntaje será de 100. Cualquiera de los dos casos sería muy raro. Los siguientes son los puntajes promedio para tres grupos específicos de la comunidad terapéutica:
Estudiantes de licenciatura en psicología: 52
Psicoterapeutas: 71
Psicoterapeutas que han reportado que se han establecido en la conciencia no dual (metahumana): 81.6
¿Qué dice esto de la gente en la vida cotidiana? Y lo más importante, ¿acaso todos podemos desarrollar una conciencia más elevada aquí y ahora? Para descubrirlo, un equipo de investigación del que formé parte condujo un estudio sobre el despertar a corto plazo. Tuvimos 69 voluntarios que eran adultos sanos, de entre 32 y 86 años (la edad promedio era poco más de 59 años). Había dos requerimientos para ellos: que prácticamente se abstuvieran de tomar alcohol por una semana (sólo se permitía una bebida alcohólica al día) y que no hubieran asistido a un retiro de meditación o yoga en los últimos 12 meses.
Los participantes fueron divididos al azar en dos grupos en el Centro Chopra en Carlsbad, California, que tiene spa. A un grupo se le pidió que pasara los siguientes seis días relajándose y disfrutando de la experiencia del spa. El otro grupo se sometió a un programa de mente-cuerpo basado en la Ayurveda, cuyo objetivo era mejorar el bienestar en general. Esto incluía una dieta especial (primordialmente vegetariana, pero también ajustada para los diferentes tipos de cuerpo), masajes, meditación e instrucciones para llevar un estilo de vida ayurvédico. El enfoque es de amplio alcance porque abarca el bienestar emocional y espiritual. Debido a los años que llevábamos ofreciendo el programa, conocido como Salud Perfecta (Perfect Health), ya sabíamos que después de cursarlo los participantes reportarían que se sentían más saludables, menos estresados, más relajados y en general más felices.
La perspectiva específica en este nuevo estudio fue comparar la manera en que cada grupo respondía el cuestionario NETI, antes y después de los seis días que duraba el programa. El grupo en el programa de mente-cuerpo mostraba una mejoría significativa en su puntaje, comparado con el grupo de control, y los resultados fueron sustentados con una reevaluación realizada un mes después.**
En el estudio del Centro Chopra los participantes comenzaron con puntajes por encima del promedio, alrededor de 62, lo cual es 10 puntos más alto que el típico estudiante de la licenciatura de psicología. Después de ser divididos en los dos grupos, el grupo que cursó el régimen de Salud Perfecta tenía un puntaje de 74 (más alto que el psicoterapeuta promedio), mientras que el grupo que pasó seis días de relajación en el spa mejoró sólo de forma marginal, con un puntaje promedio de 68. Cuando fueron evaluados un mes después, hubo un pequeño aumento entre el grupo de Salud Perfecta, de 74 a 76, mientras que el puntaje del grupo de relajación permaneció igual.
Tu puntaje debe darte una idea general de dónde estás parado, con la advertencia de que es sólo un estudio pequeño. Es asombroso y esperanzador descubrir que una semana de enfocarte en la mente y el cuerpo aumenta estas experiencias, y el camino por venir está abierto a cualquiera que desee desarrollar programas de capacitación incluso mejores que ése.
No sugiero que el enfoque basado en la Ayurveda tenga la última palabra para alcanzar una conciencia superior. Lo que más importa son las implicaciones generales. Las experiencias metahumanas suceden en todos lados, pero la gente difiere en qué tan a menudo las vive. Algunas personas las han tenido desde hace mucho y con frecuencia a lo largo del tiempo. Este tipo de personas puede dar por hecho una experiencia como sentir una energía de felicidad en su cuerpo. La misma experiencia podría dejar atónito a alguien más si surgiera de la nada y fuera del todo nueva.
Obviamente, la gama de la conciencia es mucho más grande que lo que puede medir un cuestionario. Aun así, surge una enorme pregunta: ¿por qué vivir en la limitación cuando la conciencia expandida ofrece recompensas tan grandes, como la sensación de paz y la comprensión que surge cuando conoces quién eres en realidad y el potencial creativo ilimitado que has sido diseñado para realizar?
* Desarrollado por John Astin y David A. Butlein.
** Los detalles completos del estudio fueron publicados en un artículo revisado por especialistas en el Journal of Alternative and Complementary Medicine, en diciembre de 2017. Los coautores provienen de múltiples universidades, desde la Universidad Davis de California, la Escuela de Medicina de Harvard, la Universidad Duke y el Centro Chopra para el Bienestar. El artículo rápidamente se volvió muy citado. Su largo título es “Cambio en el sentido de la conciencia no dual y despertar espiritual en respuesta a un programa de bienestar multidimensional” (“Change in Sense of Nondual Awareness and Spiritual Awakening in Response to a Multidimensional Well-Being Program”).