
© Xavi Torres-Bachetta
—psicólogo—
Nacido en 1969, se formó como psicólogo por la Universidad de Barcelona, y empezó a ejercer en su consulta una vez acabó la licenciatura. Su inquietud le llevó a continuar su formación en el Reino Unido (Universidad de Reading) e Italia (Arezzo, en el Centro di Terapia Strategica). Años después fue docente en la Universitat Ramon Llull.
Tras ejercer de redactor jefe de la revista Mente Sana, empezó a publicar libros, entre los que destaca El arte de no amargarse la vida, que ocupó los primeros puestos de las listas durante años, obteniendo numerosas traducciones. Su último manual que ha visto la luz se titula Nada es tan terrible.
¿Cómo afrontas personalmente los momentos de estrés y ansiedad como los que hemos vivido?
A través de la respiración. Está demostrado científicamente que la respiración lenta, profunda y abdominal es beneficiosa. Si alguien se entrena para respirar de esta manera, llenando lentamente los pulmones, obtendrá muchos beneficios para el sistema nervioso, ya que aportará más oxígeno a todas las células del cuerpo y también al cerebro.
¿Qué efecto tiene el hecho de recibir más oxígeno?
Es un buen alimento para las células, pues estas reviven, y las neuronas estarán más sanas. Fíjate que cuando se estudia el cerebro de personas o animales deprimidos —ratas, ratones—, se ha observado que hay menor riego sanguíneo en diferentes zonas del cerebro; por ejemplo, en la zona prefrontal. Al aportar más oxigenación al cerebro le damos energía extra. Una buena oxigenación, al respirar de forma lenta y profunda, estimula también el nervio vago, el cual conecta el cerebro con diferentes partes del cuerpo humano, y se conocen sus efectos antidepresivos y ansiolíticos
A nivel terapéutico, ¿cuál sería la práctica?
En muchísimos estudios dicen que, si practicas una respiración abdominal lenta, profunda, durante diez minutos todos los días, ya se obtienen beneficios. Pero algunos autores son más ambiciosos y creen que lo óptimo sería hacer sesiones de diez minutos, tres veces al día: mañana, mediodía y noche. El objetivo es que te acostumbres a respirar de esta manera en tu día a día. El sistema autónomo recupera, entonces, su manera de respirar natural, que es la que tienen los bebés, los niños y los animales. Somos nosotros los que cambiamos a una respiración corta, superficial y torácica; esa es la inadecuada que dispara el estrés y la ansiedad.
Nos podríamos ahorrar muchas medicaciones aprendiendo a respirar bien, entonces…
De eso estoy totalmente seguro. Te voy a dar solo un dato para que veas lo importante que es: este tipo de respiración también baja la presión arterial, hasta el punto de ser un sustituto de la medicación hipertensiva que se toma actualmente. Y eso solo con diez minutos de respiración al día. Y ni siquiera es necesario meditar. Puedes practicar esta meditación viendo la tele o leyendo un libro.
Quiero preguntarte ahora sobre tu práctica como psicólogo en los tiempos excepcionales que estamos viviendo. ¿Qué tipo de casos estás viendo que afloran en tu consulta?
Todo se amplifica en estos tiempos. Los que ya tenían ansiedad, por ejemplo, le añaden mayor intensidad. La causa, sobre todo, es la sensación de peligro: para tu salud, para la salud de tus personas queridas y el peligro de muerte.
A nivel psicológico, ¿qué te ha sorprendido de las reacciones de la gente durante el confinamiento?
Hay gente, si quieres que te diga la verdad, que lo ha llevado muy bien. Hubo pacientes que estaban fatal por otros motivos, y de repente han mejorado entre las cuatro paredes de su casa. Recuerdo a una mujer que estaba muy deprimida porque la había dejado su marido, y al confinarse con su hijo, que se había independizado, se reencontró con él y olvidó el tema del abandono. Pasó a estar fantásticamente bien.
Hay ahora un gran auge de la hipocondría. ¿Qué claves puedes dar para no vivir con ese miedo permanente a la enfermedad?
Creo que la mejor solución para la hipocondría es recuperar la manera adecuada de vivir. Tomar la filosofía correcta sobre la vida y la muerte.
LA IMPORTANCIA DE NO QUEJARSE
«¿Por qué es importante no quejarse? Porque al quejarnos, solemos exagerar y terribilizar…, y ello centra nuestra atención en lo que no funciona de la pareja y olvidamos lo que sí funciona. Nos hacemos desgraciados a nosotros mismos porque, en ese momento, “necesitamos” que la cosa cambie, nos convencemos de que así no podemos seguir. Pero la segunda razón para no quejarnos es que cuando lo hacemos, paradójicamente, ¡hacemos que el cambio sea más difícil! Se trata de un extraño fenómeno de psicología inversa. Al quejarnos perdemos influencia en la otra persona porque le exigimos el cambio terribilizando. Sin embargo, si le quitamos relevancia, aunque parezca increíble nuestra pareja nos prestará más atención. ¿Por qué sucede eso? Porque cuando exageramos estamos convirtiendo en importantes cosas que no lo son tanto. Estamos haciendo una montaña de problemas menores, y siempre es más difícil negociar sobre asuntos graves.»
RAFAEL SANTANDREU,
El arte de no amargarse la vida, ed. Grijalbo
¿Cuál sería esta filosofía?
El otro día chateé con un amigo mío, Pablo, que es de una zona remota de Huesca. Tiene su casa en un pueblo muy pequeño que se llama Colungo, que está en la sierra de Guara, donde viven de manera rural. Solamente nos transmitíamos unos mensajes de WhatsApp, y me decía: «Rafael, con todo lo que han pasado nuestros padres y nuestros abuelos, esto no es nada». Todo depende de con qué lo comparas. ¿Cuál es la lección importante? Nuestros abuelos, especialmente si vivían en un medio rural, como yo tuve la suerte que fueran los míos, tenían mucho más claro en su mente que la vida es fulgurante.
¿A qué te refieres con «fulgurante»?
Nosotros, en la realidad, no somos muy diferentes de las moscas. Las moscas viven seis días. Y en seis días tienen tiempo para volar, comer, reproducirse… pueden llevar una vida completa hasta reventar en el aire. Y así somos nosotros también, porque somos hijos de la naturaleza en esta aventura maravillosa que es la vida. Cuando aceptas que la vida es fulgurante te concentras en ponerle pasión, en valorarla, en aprovechar cada minuto. Y eso en cada aspecto de tu vida: en darlo todo en tu trabajo, en tu familia, ¡amarla de verdad! Se trata de vivir la vida como un aventurero. Estos días he visto por casualidad, ahora que TVE nos ha puesto programas mejores de los habituales, un documental de la primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano. Aquella sí que fue una aventura increíble. Fíjate que se apuntaron para la vuelta al mundo trescientos hombres, y en el momento de alistarse les daban cuatro meses de sueldo por adelantado y les pagaban el testamento. Y ese sueldo se lo dejaban a su familia porque lo más probable era que no volvieran.
¿Y con qué ánimo se iban?
Estaban encantados. Eran los héroes de su localidad, porque vivían la vida como una aventura. Y así hay que hacerlo, porque la existencia es una aventura maravillosa. Asumes que la enfermedad o la muerte es una cosa normal, y no te va a detener en absoluto. A mi padre o a mis abuelos que vivieron en la montaña, ninguna calamidad podía detener su vida, porque ellos vivían tan en contacto con la naturaleza, con la vida y la muerte… y todavía hay gente que vive así, como mi amigo Pablo. Yo creo que la cura perfecta para esta hipocondría es decir: «No pasa nada». Asumir que la vida es maravillosa, y que la muerte también forma parte de la vida. Porque me hace vivirla con mayor intensidad. Por eso me voy a concentrar en el presente, en vivir mi día a día con pasión. Y he de hacer todo lo posible por tener un día increíble, maravilloso, brutal, porque mañana…, no sé qué es mañana, no sé si llegará, me da igual si llega o no llega. Solo interesa el presente. La gente de antaño vivía con esa idea.
PRACTICA LA INCOMODIDAD
Rafael Santandreu resalta en sus libros que dar demasiada importancia a la comodidad es un seguro de infelicidad. Y lo expresa a través de estos tres principios que podemos aplicar a nuestro día a día:
• La comodidad no es tan importante, esto es, no da la felicidad.
• La comodidad viene y va. Es así, es inevitable.
• Un exceso de comodidad es incompatible con el disfrute activo de la vida.
Aquí quizá nos hemos apartado mucho de los ritmos naturales, de lo que es un ser vivo…
Exactamente, y también le damos demasiada importancia a la seguridad. La seguridad total es imposible, y ni siquiera es deseable tener una seguridad absoluta. Sería una vida constreñida y, al final, lo único seguro es que un día morirás. Se trata de cómo vives antes de eso. Demasiada seguridad te mantendría encerrado en tu casa toda la vida, eso es absurdo. Tengo amigos latinoamericanos que han vivido aquí, en España, y muchos se sinceraron conmigo y me dijeron: «Tu país me gusta, pero la gente es muy miedosa. Viven asustados para mantener su trabajito, si lo tienen. Hacer cualquier tipo de inversión, un cambio de vida, les parece que es un drama total. Nosotros allí, en Latinoamérica, no vivimos de esta manera». Y yo, que he visitado muchas veces ese continente, puedo dar fe de que es así. Aquí, para pedir una hipoteca, cambiar de pareja o cualquier otro movimiento vital, la gente suda sangre. Hay que vivir sin tanto miedo y disfrutar lo que te va ofreciendo la vida.