Abandono escolar. Véase Fracaso escolar.
Acción afirmativa. Véase Discriminación positiva.
Acción social. Cualquier acto ejecutado por uno o por varios individuos (actores o agentes sociales), que se hace en función de otros individuos. Buena parte del comportamiento humano (consciente o inconsciente) tiene una dimensión social, dado que se hace en un espacio público y se dirige a los demás. La acción social ha sido siempre el objeto central de estudio de la sociología. Lo que ha variado es el énfasis y las perspectivas. Mientras que Émile Durkheim busca las características de la acción social en realidades externas al individuo (los llamados hechos sociales*), Max Weber insiste más en la dimensión subjetiva y simbólica de esta misma acción (las situaciones sociales). De hecho, según Max Weber, para evaluar racionalmente las consecuencias de la acción social es necesario conocer las motivaciones o la intención de los actores sociales, cosa que no siempre es posible. La acción social tiene un carácter significativo que es inherente a la condición humana (a diferencia de la simple conducta reactiva o inercial de la mayor parte de especies animales). Weber hace una distinción de cuatro tipos de acción social: a) la acción intencional-racional, que es un tipo de acción que mantiene un propósito claro y busca los medios más adecuados para conseguirlo (la acción intencional racional es típica de la vida económica moderna); b) la acción racional respecto de los valores es un tipo de acción que está en conformidad con los principios y convicciones del individuo (que no se preocupa, necesariamente, por las consecuencias de sus actos); c) la acción afectiva está dictada por las emociones del individuo, y d) finalmente, la acción tradicional relacionada con criterios basados en costumbres, hábitos adquiridos y normas de comportamiento arraigadas. Generalmente la acción social tiene un carácter intencional puesto que pretende lograr determinados objetivos y se hace en relación con otros actores. Sin embargo, el estudio sociológico se complica dado que el ser humano es imprevisible y sus actos pueden tener consecuencias inesperadas que escapan —para bien o para mal— al control de su voluntad. Hablamos de las consecuencias no deseadas o no intencionadas de una determinada acción cuando esta tiene resultados negativos o contraproducentes. Hablamos de los «efectos virtuosos» cuando la acción social tiene unos efectos positivos que van más allá de las expectativas iniciales de sus propios protagonistas.
Acción colectiva. Acción emprendida por un conjunto de personas afines que persiguen una serie de objetivos compartidos. La acción colectiva no se puede contemplar simplemente como una suma de acciones individuales. El resultado de estas acciones puede beneficiar (o perjudicar, en algunos casos) al conjunto de la sociedad o a amplios sectores sociales (aunque no todo el mundo haya participado activamente y de la misma forma en la acción colectiva). Son ejemplo de acción colectiva el movimiento de los «chalecos amarillos» en Francia y el movimiento de los «indignados» en España. Los movimientos sociales* en la sociedad actual son heterogéneos y los individuos que forman parte de ellos pueden moverse por intereses y motivaciones bastante diferentes. La noción de acción colectiva fue acuñada por Mancur Olson en 1965 (La lógica de la acción colectiva, 1992). Olson considera que la búsqueda racional del interés propio a menudo comporta la inacción y la pasividad. Más todavía si el individuo confía en poder beneficiarse de las concesiones realizadas al conjunto de un grupo tanto si participa activamente de la demanda como si no.
Acción comunicativa. Manifestación de la voluntad de comunicarse entre los actores que participan en un encuentro social con el objetivo de influirse mutuamente mediante argumentos basados en pretensiones de racionalidad y validez. Para Jürgen Habermas, la conversación y el diálogo juegan un importante papel social. Las relaciones sociales tienen un carácter intersubjetivo y están orientadas hacia el consenso y el entendimiento. La acción comunicativa es una de las nociones centrales de la teoría social de Habermas, centrada en el estudio de la racionalidad social. En su obra, se contemplan diferentes tipos de acciones sociales*: la acción teleológica (que es un tipo de acción que está en conformidad con los valores* y convicciones del individuo), la acción normativa y la acción dramatúrgica*. El concepto de acción comunicativa trasladado al ámbito de la política es el que nos permite hablar en términos de democracia deliberativa*.
Acción dramatúrgica. En La presentación de la persona en la vida cotidiana, Erving Goffman (1959) analiza la interacción social* como si los individuos que participan en la vida social actuaran encima de un escenario. Según el modelo de acción dramatúrgica, los individuos son actores que pueden desarrollar varios roles o papeles sociales (por ejemplo, el rol de madre o de maestra). Goffman distingue entre las «regiones frontales» y las «regiones posteriores» de la vida social. La región frontal (front regions) configura un ámbito de actividad social donde las personas representan para los demás una actuación definida. La presentación de la persona comporta un esfuerzo constante de los individuos dirigido a producir una buena impresión en los demás, y esto comporta, generalmente, un notable autocontrol de las emociones. La región posterior (back regions) configura una zona alejada de las actuaciones de la región anterior donde los individuos se pueden relajar y comportarse de manera más informal. En el espacio privado, el actor social puede descansar, sacarse la «máscara» que suele llevar, abandonar el «texto» y dejar momentáneamente de lado el «personaje» que representa.
Agenda setting. La teoría de la agenda setting considera que los medios de comunicación son instituciones sociales que tienen una importante labor social y permiten orientar la atención pública según un único mecanismo de selección y tratamiento de los temas de actualidad. La función de los mass media es seleccionarlos y explicarlos de manera simplificada y jerarquizada. Los temas seleccionados serán objeto de atención pública y objeto de discusión. También permite conocer cuáles son los temas que permanecen ocultos, es decir, los que quedan excluidos de la atención y discusión pública porque los medios no los tratan. Maxwell McCombs y Donald L. Shaw (1972) son pioneros de la agenda setting. Esta teoría ha tenido una gran influencia en la comunicación política. El estudio de la agenda setting considera que los medios, más que incidir en lo que la gente piensa, determinan los temas sobre los cuales el ciudadano piensa y aquellos que están en el centro de los debates y las controversias colectivas. Los seres humanos necesitamos interpretar el mundo que nos rodea, y los medios tienen una tarea básica: simplificar la realidad mediante una serie de estereotipos* o imágenes esquemáticas de ella. Este enfoque se fundamenta en las teorías de Walter Lippmann (1922), expuestas en Public Opinion, quien sostiene que los medios de comunicación son la fuente principal de creación de imágenes del mundo exterior en las mentes de las personas. De este modo, se consigue, a menudo, orientar la opinión pública* hacia ciertos aspectos que interesan y alejarla de aquellos que perturban al poder. Sin embargo, los mass media no son los únicos que elaboran agendas; todos los actores políticos e institucionales, directos o indirectos, también tienen la suya propia. En la teoría de la agenda setting, adquiere una especial relevancia la figura del gatekeeper, que es un periodista profesional que se encarga de seleccionar y priorizar las noticias del día. Con el boom de internet y la aparición de los blogs y las redes sociales, como por ejemplo Twitter, se ha producido una transformación de la figura del gatekeeper. En la era digital el periodista profesional ha perdido el monopolio de la creación de las noticias, ya que entran en liza nuevos actores que cuestionan el papel convencional del periodista profesional. Las redes sociales han hecho posible que cualquier ciudadano bien equipado pueda convertirse en cronista de la realidad. Las TIC permiten que sean los mismos protagonistas de los hechos quienes los hagan públicos, sin intermediarios. La teoría de la agenda setting ha ido evolucionando y ha dado pie al surgimiento de la noción de encuadramiento (framing)*.
Agente de socialización. Institución social que con su acción e influencia contribuye a transmitir los modelos sociales y culturales que dotan a las personas de las competencias y los conocimientos necesarios para interactuar socialmente y vivir en colectividad. En las sociedades tradicionales, la familia era una institución clave en la educación de los hijos. En las sociedades modernas, la escuela adquiere una importancia educativa creciente (sobre todo desde el punto de vista de la educación formal*), suplantando en algunos aspectos a la familia. Sin embargo, la familia continúa siendo una institución importante en la transmisión de las pautas culturales de una generación a la siguiente. En las sociedades avanzadas, los medios de comunicación tienen una notable responsabilidad educativa, a pesar de que la finalidad básica de estas sea la de informar y entretener. Las redes sociales configuran un nuevo entorno de aprendizaje básico para la comunicación y la interacción social. Lluís Duch (2010) introduce el concepto de «estructura de acogida» para referirse al papel de las instituciones socializadoras clásicas. En este sentido, Duch menciona la familia* (condescendencia), la ciudad (corresidencia) y la religión* (cotranscendencia), a las que también podemos añadir la comunicación mediática* (cotransmisión).
Agente de socialización impersonal. Véase Comunicación mediática.
Algoritmo. Conjunto de pasos o instrucciones sistemáticas para realizar una tarea o para resolver un problema. Los algoritmos se suelen programar en ordenadores, pero también se pueden ejecutar a mano. Ramon Llull, en el siglo XIII, propuso algoritmos de razonamiento, y por ello es considerado el patrón de la informática. Una receta de cocina o el procedimiento para hacer una división son algoritmos sencillos. Los algoritmos utilizados en inteligencia artificial para el buscador de Google o para pilotar coches autónomos suelen ser mucho más sofisticados y tienen un alcance socioeconómico cada vez mayor. El uso creciente de algoritmos en los procesos de selección de personal, por ejemplo, plantea un dilema ético de primer orden, ya que el ser humano puede rehuir su responsabilidad en la toma de decisiones y delegar la decisión en un robot.
Alienación. Proceso a través del cual los productos de la actividad humana escapan al control de los individuos que los han producido. Karl Marx utiliza el término alienación, originario de la filosofía alemana, para describir las condiciones de explotación que sufre el individuo en un régimen capitalista donde el trabajador pierde el control sobre el proceso de trabajo y sobre el fruto del mismo. La alienación comporta la pérdida de autonomía y libertad de los trabajadores. La persona alienada no se siente satisfecha ni responsable de su propia vida, ya que pierde el control sobre su destino. Marx consideraba que, en una sociedad ideal, el trabajo* debía ser la principal fuente de realización y satisfacción personal, pero el sistema de propiedad vigente en el mundo capitalista lo convierte en un instrumento de dominación y de explotación de unos individuos sobre los otros.
Alternación. Acción de escoger una nueva concepción del mundo o un nuevo sistema de significación social vinculada a cambios en la trayectoria vital y posición del individuo. La alternación es un fenómeno muy frecuente en las sociedades avanzadas, en las que existe movilidad laboral y los vínculos de pareja son frágiles. La alternación va ligada, pues, a cambios en la posición y la condición social de los individuos, e implica un proceso de cambio de personalidad que puede conllevar, incluso, un proceso de resocialización. Peter Berger (1963) sugirió este término en sustitución de la noción de conversión, restringida al ámbito religioso.
Altermundismo. Movimiento social transnacional que plantea alternativas al modelo neoliberal de la globalización, que ha sido hegemónico después de la caída del Muro de Berlín y que defiende que «otro mundo es posible» libre de las políticas expansivas y agresivas del neoliberalismo. Las repercusiones ecológicas, económicas, sociales, políticas y culturales de la globalización*, que son contradictorias, han suscitado un amplio debate social y la aparición, especialmente en los países más avanzados, de un movimiento social alternativo a la globalización capitalista. El carácter plural y las formas de organización descentralizadas dan al movimiento una extraordinaria capacidad de intervención en diferentes campos (ecología, derecho de las mujeres, minorías étnicas, etc.). Algunas de sus actuaciones tienen un notable eco mediático y provocan una notable repercusión en las redes sociales y la opinión pública. El Foro Social Mundial (FSM) es un encuentro anual que llevan a cabo miembros del movimiento partidarios de un modelo de globalización más justa y sostenible para organizar campañas mundiales y compartir experiencias.
Analfabetismo funcional. Capacidad de leer y escribir que resulta insuficiente para participar plenamente en la vida social. El analfabetismo funcional afecta a las personas que, a pesar de haber aprendido a leer y a escribir en la escuela, han tenido serios problemas de aprendizaje y solo comprenden algunos elementos aislados de un texto escrito, lo que a menudo les puede dificultar una plena integración en la vida social.
Analfabetismo digital. La revolución digital puede generar nuevas formas de exclusión y marginación social. El analfabetismo digital afecta a importantes sectores de la población, especialmente a las personas mayores y a los individuos que carecen de unas mínimas competencias digitales*. Se considera analfabeto digital al individuo que no está familiarizado con el uso del ordenador y de internet y que a menudo ignora las posibilidades que ofrecen las redes sociales. El hecho de ser analfabeto digital puede limitar notablemente las oportunidades laborales, los contactos y las relaciones sociales y el acceso a determinadas formas de participación y de consumo cultural. Paradójicamente, dichos analfabetos a menudo no se sienten excluidos de la sociedad, puesto que no sienten la necesidad de utilizar las TIC. Algunos ciudadanos, negándose a aprender y a hacer uso de estas herramientas, pueden contribuir, involuntariamente, a ensanchar todavía más la llamada brecha digital*. Se trata, en cierto modo, de una forma de autoexclusión respecto a un mundo del cual se sienten completamente ajenos.
Análisis de contenido. Metodología de investigación que se basa en el estudio cuantitativo de los contenidos manifiestos de la comunicación. Se trata de una técnica de análisis muy extendida en el campo de los estudios de la comunicación. En dicho campo, el análisis de contenido generalmente es definido como un método que estudia y analiza la comunicación de una manera sistemática, objetiva y cuantitativa con el propósito de encontrar variables de medida. Es un método sistemático porque el contenido que se ha de analizar se selecciona con unas reglas explícitas y aplicadas con consistencia. Debe existir uniformidad en la codificación, en el análisis y en la cantidad de tiempo que los codificadores están expuestos al material. También es objetivo porque teóricamente la idiosincrasia y las inclinaciones personales del investigador no deben influir en el análisis.
Anomia. Para Émile Durkheim, la anomia es consustancial al capitalismo y, en general, a la sociedad moderna, en la medida en que es un tipo de sociedad orientada al cambio y a la innovación. La anomia pone de manifiesto un conflicto de normas morales y provoca desorientación individual frente al reto que representa un entorno social cambiante o confuso. Durkheim usó este concepto en La división del trabajo social (1893) y en El suicidio (1897). Según Durkheim, la anomia es un tipo de «patología social» que no se produce por la falta de normas sociales*, sino por la pluralidad de normas existentes y un cierto relativismo moral que puede desconcertar a las personas que no tienen claros los criterios morales que rigen su conducta. Se puede sostener que una de las causas de la anomia es la ruptura del consenso moral. La anomia es un concepto central en la disciplina sociológica especialmente adecuado para analizar las situaciones de crisis. La noción de anomia posteriormente ha sido desarrollada por R. K. Merton (1949) en Teoría y estructura sociales, donde especifica que el estado anómico es la situación en que los objetivos sociales prescritos en una sociedad pueden entrar en contradicción con las normas y los valores sociales vigentes de facto. Por ejemplo, un individuo sin trabajo y con pocos recursos se siente impelido a robar para poder consumir, siguiendo un modelo aspiracional socialmente establecido.
Aporofobia. Temor, rechazo y aversión hacia el pobre. La aporofobia no solo se limita a la persona en situación de pobreza económica, sino a toda persona vulnerable y en riesgo de exclusión social. Por ejemplo, es una manifestación de aporofobia el desprecio que existe en Europa hacia los inmigrantes pobres o los refugiados que huyen de zonas de conflicto en algunos países de la cuenca mediterránea. El concepto fue creado por la filósofa Adela Cortina en 1990, asociado a una construcción social que tiende a criminalizar la pobreza, en lugar de considerar a los pobres víctimas de la exclusión social*.
Asistencialismo. Disposición asistencial del Estado o de determinadas asociaciones benéficas dirigida a personas, familias o grupos sin recursos. El asistencialismo se concreta en una serie de medidas (creación de albergues, comedores sociales, etc.) que pueden actuar como un paliativo momentáneo, pero que, generalmente, no va a la raíz de los problemas. Esta es una de las críticas más penetrantes al modelo de Estado del bienestar* propio de los países de tradición liberal, que puede fomentar la pasividad y la indefensión de los ciudadanos. Es importante que, dentro de lo posible, las personas afectadas o perjudicadas por una situación de pobreza* o exclusión social* tomen una actitud activa y que luchen para escapar de la situación de dependencia que sufren. El empoderamiento* permite a ciertas personas o a ciertos colectivos superar las situaciones de marginación o exclusión social.
Autoritarismo. Modo de ejercer el poder de forma autoritaria. Mientras que la autoridad (auctoritas) se basa en la aceptación y el consentimiento por parte de la ciudadanía, en los regímenes autoritarios el poder* (potestas) se impone mediante la fuerza, la coerción o la amenaza, aunque también se necesite el uso sistemático de la propaganda. El autoritarismo es un rasgo de los regímenes despóticos donde el poder se concentra en manos de un dictador o de un partido. El absolutismo, el despotismo, los totalitarismos o los regímenes militares son formas históricas de autoritarismo. Desde inicios del siglo XXI, con la configuración de las llamadas democracias iliberales, se da la paradoja de que en el seno de sistemas políticos formalmente democráticos se pueden desarrollar hiperliderazgos autoritarios, como ilustran, entre otros casos, la Rusia de Vladimir Putin y la Turquía liderada por Recep Tayyip Erdogan. En estos regímenes, bajo una apariencia de democracia formal, se produce una concentración del poder en el ejecutivo y una persecución de la oposición política. El autoritarismo también se reproduce en el seno de instituciones como la escuela o en la familia. En las familias de carácter patriarcal, donde se reclama una obediencia estricta a la autoridad, los padres ejercen un estilo parental represivo, basado en un rígido sistema de normas y castigos. Según un estudio dirigido por Theodor Adorno (1950), los individuos que han recibido una educación muy severa muestran una mayor predisposición a desarrollar un talante o una personalidad autoritarios y son más sensibles a las ideas antidemocráticas. El autoritarismo comporta una visión reduccionista y simplista del mundo, sometida a leyes rígidas dictadas por el poder. Las personas que forman parte de organizaciones sectarias, por ejemplo, tienen una mentalidad cerrada y hallan su seguridad personal y su certidumbre en una obediencia ciega a los líderes del grupo.
Bienes posicionales. Véase Consumo ostentoso.
Brecha digital. El término «brecha digital» (digital divide) empezó a ser utilizado en Estados Unidos a mediados de los años noventa del siglo XX en referencia a las desigualdades surgidas a medida que se extendía el uso de los ordenadores e internet. En un principio, se explicaba la brecha digital como la distancia provocada con el advenimiento de la llamada «sociedad de la información» entre los individuos que tenían acceso a las TIC y quienes no tenían acceso a ellas. Brecha digital es un neologismo que señala la aparición de nuevas barreras y nuevas formas de desigualdad en el corazón mismo de la sociedad informacional. Podemos distinguir la existencia de tres brechas. La primera «brecha» se da en el primer momento de implantación de estas tecnologías, donde el reto principal era asegurar que las conexiones se extendieran en todas las regiones del planeta. La segunda brecha se produce cuando las infraestructuras permiten una conexión de todo el territorio y garantizan, teóricamente, un acceso universal a la sociedad de la información, pero todavía persisten notables diferencias en el uso social de las TIC por parte de la población. La segunda brecha digital responde menos a las condiciones de acceso. El factor clave es el grado de competencia digital* (digital literacy) y el dominio que los individuos acreditan de las TIC, relacionado con la capacidad de apropiación y «domesticación» de la tecnología. Para superar esta brecha, resulta fundamental el nivel de conocimiento y las habilidades necesarias para hacer un uso de calidad. Por último, la tercera brecha depende de la capacidad individual de realizar un uso sofisticado de las TIC para poder actuar y participar plenamente en la vida económica, social y cultural.
Brecha digital generacional. Tipo de barrera invisible que separa a los nativos de los inmigrantes digitales. El nativo digital —nacido, generalmente, después de 1990— forma parte de la primera generación que ha crecido en un entorno tecnológico y digital normalizado y que ha interactuado con esta tecnología desde pequeño, entiende las TIC y no concibe el mundo actual sin estas herramientas. Está muy familiarizado con el uso de las herramientas y demuestra un buen dominio instrumental, a menudo intuitivo, de las TIC. El inmigrante digital, por su parte, es una persona nacida antes de la difusión de las tecnologías digitales que, a pesar de que pueda manifestar una buena disposición, experimenta ciertas dificultades a la hora de usarlas. La legendaria distinción entre «nativos digitales» e «inmigrantes digitales», planteada por Mark Prensky (2001), es muy sugerente, pero contribuye en cierto modo a sobredimensionar la capacidad de los jóvenes y, al mismo tiempo, a infravalorar la de los adultos. Los adultos magnifican generalmente las aptitudes de los jóvenes, pero, a pesar de que ciertamente los jóvenes tienen mucha capacidad de aprendizaje (sobre todo desde el punto de vista instrumental), no son unos expertos consumados en el uso de las TIC y también necesitan formación específica para un uso eficaz y adecuado de las TIC. En este sentido, el papel de la escuela y de la familia continúa siendo vital para ofrecer dicha formación, que ha de tener en cuenta, más allá de los factores de tipo tecnológico, conocimientos y aprendizajes que partan del conocimiento y de la experiencia vital, además de un reconocimiento de las diferencias asociadas de tipo generacional.
Burguesía. Clase social cuyos miembros son poseedores del capital mercantil, industrial o financiero. Hasta la formulación de la teoría marxista, se entendía por burguesía el conjunto de ciudadanos de la clase media urbana mercantil o industrial. Marx y Engels dieron a los conceptos burguesía y burgués un sentido nuevo, altamente polémico. La burguesía industrial posee los medios de producción (tierras, fábricas, herramientas) y explota al proletariado*. Asimismo, la burguesía es uno de los actores protagonistas en la lucha de clases del capitalismo maduro.
Burocracia. La vida moderna es compleja y necesita algún tipo de organización para funcionar sin problemas. La burocracia es un tipo de organización formal que, como sostiene Max Weber en Economía y sociedad, es más eficiente que los sistemas de organización precedentes. La palabra viene del francés bureau, que significa ‘escritorio’, y del griego krátos, que significa ‘poder’*. La burocracia es un sistema organizativo que comporta una estricta organización social del trabajo, unas reglas de procedimiento explícitas y una estructura jerárquica. No obstante, en los últimos lustros se ha producido un crecimiento de formas de organización más flexibles, basadas en una estructura en red y en el fortalecimiento del espíritu de equipo. A pesar de su eficacia, el sistema burocrático también puede corromperse y degradarse. Así, el carácter impersonal de las relaciones se acentúa en el seno de los grupos tratados por la burocracia, en una tendencia deshumanizadora hacia la especialización. En casos históricos excepcionales, la burocracia puede degenerar y tomar un carácter destructivo. En Holocausto y modernidad, Zygmunt Bauman (1989) sostiene que el asesinato en masa de la población judía por parte de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial solo fue posible mediante el uso de la maquinaria burocrática del Estado* moderno. Fue precisamente la impersonalidad del sistema burocrático lo que permitió a los funcionarios eludir su responsabilidad individual ante el genocidio. Hannah Arendt (1906-1975), en Eichman en Jerusalén (1963), se refiere a una «industria de la muerte» perfectamente organizada que escondía, detrás de los protocolos de actuación y la correlación de órdenes y obediencias, una dispersión de las responsabilidades a la hora de juzgar a los participantes en la llamada «solución final».
Calidad de vida. Véase Nivel de vida.
Cambio social. Transformación observable en el tiempo que afecta, de forma estructural, al funcionamiento de las instituciones y de la organización social. Las revueltas o revoluciones pueden ser un síntoma a priori o una consecuencia a posteriori de cambios y transformaciones sociales más profundas. En este sentido, el cambio social plantea la materialización de procesos y de transformaciones de más largo alcance y es una de las causas principales del cambio histórico, económico, político y cultural. Puede venir determinado por factores como alteraciones sociobiológicas (así, el cambio climático puede forzar a un pueblo sedentario al nomadismo); conflictos sociales o variaciones impuestas por uno o varios grupos sociales (implantación de una nueva ley, persecución de una minoría étnica, etc.); la propia dinámica de las estructuras sociales establecidas y los valores o el tipo de relaciones que implican (la dinámica interna del sistema capitalista, por ejemplo, encamina la sociedad en un sentido dado); y, finalmente, la innovación tecnológica*. Las concepciones más generales sobre el cambio social, como las de Auguste Comte, Karl Marx o Émile Durkheim, tienen un importante alcance histórico y a menudo se confunden con una teoría de la evolución de la humanidad. Otros autores intentan delimitar mejor la influencia de algunos factores concretos en el desarrollo social, como, por ejemplo, la teoría de Max Weber sobre los orígenes del capitalismo*, en la que sugiere la hipótesis de la influencia del protestantismo en la aparición del capitalismo.
Campos (Teoría de los). Las sociedades modernas comportan un alto grado de complejidad. El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) considera la sociedad como una constelación de campos relativamente autónomos y que se rigen por criterios internos. Un campo es un espacio social estructurado, un ámbito de fuerzas donde hay dominantes y dominados; es simultáneamente un espacio de conflictos y de concurrencia donde los participantes rivalizan con el objetivo de establecer un monopolio sobre el tipo específico de capital que es eficiente. Bourdieu sostiene que existen campos, como el campo económico y el campo político, que se mantienen a un nivel jerárquicamente superior a los otros campos. El campo político, por ejemplo, tiene una estructura particular y se rige a partir de criterios propios vinculados a la lucha por el poder. Un campo, pues, es una esfera de la vida social que se ha ido autonomizando progresivamente a lo largo de la historia en torno a cierto tipo de relaciones sociales, de intereses y de recursos propios. La autonomización del campo corresponde —tal como sugiere la noción de racionalización* en Weber— al proceso histórico seguido por las sociedades occidentales, que ha dado como fruto la creciente diferenciación de las diversas esferas sociales: el campo económico, el campo político, el campo religioso, el campo periodístico, el campo intelectual, el campo literario, etc. Todos estos campos tienen su historia y han logrado un alto grado de autonomía. Para comprender la noción de campo, Bourdieu recurre a la analogía del juego (jeu). El campo es un terreno de juego donde los individuos son jugadores (joueurs) que compiten entre sí y tratan de mejorar su posición. Un campo no es simplemente la suma de actores que participa en él. La noción de campo permite abordar la situación en que se encuentran los individuos que intentan adecuar su comportamiento a las circunstancias que les ha tocado vivir. En cada campo existe una cultura específica y unas reglas de funcionamiento explicitas o tácitas que conocen (o deberían conocer) los actores participantes. Para analizar las características del campo es importante conocer el bagaje o disposición cultural de los mismos. Este bagaje cultural es el habitus*, producto de la experiencia y la trayectoria previa. En Sobre la televisión (1997), Pierre Bourdieu argumenta que el campo periodístico no se puede explicar a partir de las características individuales de los profesionales de la comunicación. Se tienen que contemplar, también, el sistema de posiciones que ocupan los periodistas dentro de su empresa y el peso relativo de las empresas de comunicación dentro del ecosistema comunicativo.
Canon. Cuerpo de textos literarios, científicos o de otro tipo que son considerados modélicos dentro de una cultura o de una tradición cultural determinada. El canon está compuesto por una serie de textos escogidos por su excelencia y que a la vez pueden servir de modelo para los especialistas y los creadores. Etimológicamente, «canon» proviene del griego kanon, que designaba, en un principio, una vara o caña de madera, una especie de regla que los carpinteros usaban para medir. Más adelante pasó a significar «ley o norma de conducta». En la tradición católica el canon bíblico está constituido por la lista de libros sagrados que forman el Antiguo y el Nuevo Testamento, que gozaban de un prestigio indiscutible. De ser un término olvidado y casi obsoleto, ha experimentado en los últimos tiempos una importante recuperación de su uso, en parte como reacción contraria al relativismo cultural*. Harold Bloom contribuyó a ello con la publicación del libro El canon occidental (1994). Más allá de su valor general de modelo, el establecimiento de un canon no responde a un único objetivo, dado que existe una diversidad de cánones que responden a propósitos diferentes (el canon potencial, el accesible, el pedagógico, etc.) y, por tanto, se deben evaluar de acuerdo con su uso y eficacia.
Capital simbólico. Reputación o prestigio conseguido por un individuo en un determinado momento. Los miembros de las élites* que acumulan más capital simbólico se encuentran en una posición privilegiada para acceder a las mejores oportunidades vitales y profesionales. El capital simbólico puede adquirir un valor positivo (prestigio) o negativo (desprestigio). El capital simbólico, que a menudo cuesta mucho de conseguir, se puede perder fácilmente cuando el comportamiento de un individuo no se corresponde con las expectativas de los otros. Pierre Bourdieu (1995) considera que el capital simbólico es cualquier especie de capital (económico, cultural, escolar o social) cuando es percibido según categorías de percepción, principios de visión y de división, sistemas de clasificación y esquemas clasificatorios y cognitivos que, al menos en parte, son el producto de la incorporación de estructuras objetivas del campo considerado, es decir, de la estructura de la distribución del capital en el campo considerado.
Capital cultural. Bagaje cultural adquirido a través de la educación familiar y, también, de la escuela, y que contribuye al éxito escolar, profesional y social. Según Bourdieu, los miembros de las familias acomodadas que disfrutan de un buen nivel cultural se encuentran en una posición privilegiada para acceder a los mejores espacios vitales y profesionales. El capital cultural se puede adquirir por tres vías diferentes: a) capital incorporado (lenguaje, capacidades intelectuales, saber y saber hacer); b) capital objetivado (posesión de objetos culturales: libros, cuadros, CD de música, etc.); c) capital certificado (títulos y diplomas). El término «capital» se justifica porque los recursos son acumulables y en algunos casos transmisibles de padres a hijos.
Capital social. Red de conocidos y de amistades que facilitan los contactos sociales y la promoción personal y profesional. El capital social es producto de los contactos y de las relaciones sociales que se han realizado a lo largo de la vida. Según Bourdieu, el hecho de mantener una buena posición profesional también puede favorecer los contactos y las relaciones sociales (y viceversa). Robert D. Putnam (2003), en El declive del capital social, pone el acento en la importancia de los vínculos de confianza y en el poder transformador de las redes sociales en la vida colectiva. Según Putnam, cuanto más fuerte sea este vínculo social, más oportunidades tendrán los individuos, más sólidas serán las instituciones que conforman la sociedad civil* y más saludable será la vida colectiva.
Capital humano. Conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes, destrezas y talentos que posee una persona y que la hacen apta para realizar actividades específicas que contribuyen a su realización profesional y al desarrollo socioeconómico. El capital humano es un factor de producción que depende del nivel y capacidad formativa de un país. En su obra La riqueza de las naciones, Adam Smith (1776) ya destacó la relevancia de la destreza de los trabajadores como fuente de progreso económico. Alfred Marshall (1890) puso énfasis en el valor de las inversiones en educación y el papel de la familia en su desarrollo. Según Marshall, el capital más valioso de todos es el que se ha invertido en los seres humanos. Pero fue a mediados del siglo XX cuando este tema comenzó a suscitar gran interés. Según la denominada «teoría del capital humano» —que tiene su origen en los trabajos de Theodore W. Schultz (1961) y Gary S. Becker (1964)— la inversión en capital humano permite aumentar la productividad de los individuos y sus ingresos a lo largo de la vida. Dichos autores sostienen que gran parte del crecimiento económico en occidente puede explicarse gracias a una variable llamada capital humano, relacionada con el nivel de formación especializada de los ciudadanos. La búsqueda de explicaciones más satisfactorias del crecimiento económico ha suscitado el interés por fenómenos menos tangibles, tales como la innovación tecnológica* y el capital humano. La motivación fundamental ha sido, probablemente, el reconocimiento de que el capital físico, al menos tal y como se mide convencionalmente, explica solo una parte del crecimiento de la riqueza nacional. Una de las debilidades de la teoría es que quizás nos da una visión excesivamente simplista sobre el ser humano y sobre la contribución de la educación formal en el desarrollo económico. Al mismo tiempo tampoco podemos considerar el capital humano como una variable fija, ya que se tiene que desarrollar y actualizar constantemente de acuerdo con las exigencias de una economía dinámica y cambiante.
Capitalismo. Sistema de producción caracterizado por la técnica avanzada, la propiedad privada de los medios de producción y la búsqueda del máximo beneficio. En un sistema capitalista el mercado* se convierte en un mecanismo general de intercambio y los precios en una señal informativa. Las prácticas económicas capitalistas se institucionalizaron en Europa entre los siglos XVI y XIX, aunque algunas características de la organización capitalista son anteriores. El capitalismo ha emergido en el mundo occidental como el sistema económico dominante desde el declive del feudalismo, eliminando las restricciones políticas y religiosas sobre el intercambio económico. Desde la Revolución Industrial, el capitalismo se extendió gradualmente de Europa (en especial desde la Gran Bretaña) a otras regiones del mundo. Durante los siglos XIX y XX, el capitalismo fue el motor más común (aunque no el único) de la industrialización. Con el fracaso histórico de las economías planificadas de la órbita soviética (1917-1991), el capitalismo se convirtió en un sistema económico predominante en todo el planeta. Dentro del capitalismo, no obstante, han proliferado una gran diversidad de modalidades: desde el capitalismo liberal de Estados Unidos al «capitalismo dirigido» de la China comunista, pasando por el modelo socialdemócrata de los países nórdicos.
Capitalismo financiero. Forma de capitalismo característico de la era de la globalización que persigue el beneficio mediante la especulación, el movimiento de grandes flujos de capital (atendiendo a las tasas de interés, tipos de cambio, oscilaciones de precios y adquisición y venta de numerosos productos financieros y derivados financieros). El capitalismo financiero comporta la subordinación de los procesos de producción a la acumulación de beneficios monetarios. Desde finales del siglo XX, se ha convertido en la fuerza predominante de la nueva economía mundial. Se trata de un nuevo tipo de capitalismo muy expuesto a episodios de crisis recurrentes, que pueden tener una enorme repercusión social. Con la quiebra de Lehman Brothers en setiembre de 2008, la economía entró en una etapa de gran incertidumbre y alto riesgo. El crecimiento económico moderno ha evitado el apocalipsis previsto por Marx, si bien no ha permitido corregir el carácter cíclico e inestable del sistema. El capitalismo, finalmente, provoca profundas desigualdades que socavan los valores meritocráticos* en que se basa una sociedad democrática. Desde los años setenta han empeorado las condiciones de vida de las clases populares y las clases medias en Europa y en Estados Unidos, y las desigualdades se han incrementado exponencialmente. Thomas Piketty (2014), en su libro El capital en el siglo XXI, sitúa en el centro del debate actual el tema de la desigualdad*. En la fase actual del capitalismo, se acentúa la acumulación de riqueza en muy pocas manos, ya que la tasa de rentabilidad del capital excede la tasa de crecimiento económico y al mismo tiempo disminuyen las rentas del trabajo en el producto total de la economía.
Capitalismo informacional. El sistema capitalista también se basa en la innovación tecnológica y en el cambio permanente. La revolución industrial convirtió la industria en una institución crucial para todos los ámbitos de la economía. Según Manuel Castells, en La era de la información (1996), en las últimas décadas del siglo XX se ha asistido al paso del capitalismo industrial al capitalismo informacional, que desplaza la importancia de la propiedad y del control sobre los recursos materiales hacia la gestión y el procesamiento de la información, a través de redes telemáticas y nuevas formas de organización horizontal del trabajo que se extienden a escala mundial. Este nuevo paradigma tiene como principal característica la expansión de las redes sociales*, así como la complejidad y la velocidad de procesamiento de la información.
Carisma. Capacidad que tienen ciertos individuos de conducir a los demás y de inspirarles confianza sin emplear la coacción ni usar incentivos materiales. El carisma comporta una capacidad excepcional que los seguidores atribuyen al líder. Se trata de la atribución de un don o de una calidad trascendental que se hace extensible también a sus obras o a sus hazañas. Es un término de origen teológico introducido en el lenguaje de la sociología de la religión por Ernst Troeltsch y divulgado por Max Weber (1922) en su obra Economía y Sociedad. Weber usa la palabra para describir unas formas de dominación* existentes ya en las sociedades tradicionales. En las sociedades modernas, el poder de atracción del líder carismático —amplificado a través de los medios de comunicación y de las redes sociales— se ha convertido en un componente importante de las formas de dominación. El carisma es una forma de autoridad de carácter frágil y provisional, ya que depende de la personalidad y vitalidad del líder.
Carisma (rutinización del carisma). Proceso de adaptación y normalización de las formas de autoridad carismática a la forma de dominación cotidiana de carácter patrimonial o burocrático. Cuando un régimen político autoritario, basado en la fuerte personalidad de su líder, pretende perpetuarse en el poder a lo largo del tiempo, ha de racionalizar las formas de autoridad hasta convertirse en un sistema institucionalizado. Por ejemplo, muchos regímenes autoritarios no sobreviven a la muerte de su líder dada su incapacidad para generar el entusiasmo y la adhesión que suscitaba el líder o caudillo supremo especialmente en una etapa inicial.
Cibercrimen. Véase Crimen organizado.
Cíborg. Persona a la que le ha sido incorporado o implantado un aparato electrónico como una parte más de su organismo o como una extensión de sus sentidos. La palabra «cíborg» nace de la fusión de las palabras «cibernético» y «organismo». El término fue acuñado, en el campo de la ciencia ficción, por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960 para referirse a un ser humano mejorado mediante implantes tecnológicos, cosa que le permitiría sobrevivir en entornos extraterrestres. En 2013, el biohacker Tim Cannon creó el «primer chip implantado en el cuerpo de una persona que puede registrar y transmitir datos biométricos» del portador. La fusión entre la biotecnología y la inteligencia artificial abre un campo de enormes posibilidades y constituye uno de los retos éticos más importantes para el ser humano durante el siglo XXI.
Ciencia. El desarrollo del pensamiento científico ha sido un factor clave en el advenimiento de la modernidad y el cambio social. Aunque existen concepciones distintas, podemos convenir que la ciencia constituye un conjunto de argumentaciones y teorías que permiten explicar determinados fenómenos de forma metódica y rigurosa. Entendemos la ciencia como un tipo de conocimiento sistemático basado en la razón, la observación y la constatación empírica. Los datos empíricos permiten verificar las hipótesis y teorías. Una de las principales características que permite diferenciar la ciencia de otros sistemas de conocimiento, como por ejemplo la religión*, es que todas las afirmaciones científicas son revisables y susceptibles de crítica.
Ciencias sociales. Conjunto de disciplinas cuyo objeto es el estudio de los fenómenos sociales desde una perspectiva científica. Aunque la realidad social sea una, cada ciencia social estudia un campo concreto que, a veces, más que corresponder a un área específica de esta realidad, hace referencia a un ángulo o enfoque peculiar desde el que el científico social dirige su mirada. Se consideran principalmente como ciencias sociales la economía, la historia, la demografía, la antropología, la sociología, la psicología social o la ciencia política. Desde su institucionalización como disciplinas diferentes de las ciencias naturales, con un objeto de estudio propio y específico —la sociedad–, a grandes rasgos, ha habido dos tipos de acercamiento o propuestas de conocimiento dentro de las ciencias sociales. Por un lado, se ha tendido a mostrar un modelo de explicación científica que sigue el canon de las ciencias naturales (paradigma positivista*), y un modelo que pone el acento en la particularidad de los fenómenos sociales (paradigma comprensivo*).
Cientismo o cientificismo. Tendencia a extender los métodos de investigación y el modelo epistemológico que predomina en el campo de las ciencias naturales al campo de las ciencias sociales. El principal presupuesto de esta actitud es la pretendida objetividad del conocimiento científico y la posibilidad de conseguir en el área de las ciencias humanas el mismo tipo de rigor y precisión que se obtiene en el campo de las ciencias experimentales, incluyendo la capacidad de establecer verdades definitivas o leyes universales. Por otro lado, también, el cientismo se fundamenta en el supuesto de que la ciencia proporciona el único saber auténtico, capaz de resolver todas las cuestiones teóricas y prácticas propuestas de manera racional y que debemos confiar a ella el destino de los asuntos humanos. El término cientismo se utiliza a menudo en forma polémica para designar la doctrina o tendencia derivada del positivismo*.
Circulación de las élites. Véase Élite.
Círculos de calidad. Véase Toyotismo.
Ciudad creativa. Ciudad abierta, dinámica y tolerante muy codiciada por la llamada clase creativa. Este concepto, desarrollado por Charles Landry en los años ochenta, vuelve a gozar de auge a partir del trabajo de Richard Florida (2005), según el cual las áreas metropolitanas con altos niveles de talento, tecnología y tolerancia —en las que minorías o grupos minoritarios como los homosexuales, los inmigrantes y los bohemios se sienten como en casa— son los espacios más propicios para la creatividad y se asocian a un nivel elevado de desarrollo económico. Ciudades americanas como Austin, San Francisco, Seattle o Boston, por ejemplo, son ciudades creativas. En Europa destacan Ámsterdam, Milán, Múnich, Toulouse, Dublín y Barcelona. Las ciudades creativas son un motor de desarrollo social y económico y provocan un fuerte auge de las industrias creativas*. El concepto de ciudad creativa replantea asimismo las claves para el impulso del desarrollo local desde las políticas públicas, otorgando un papel crucial a la cultura y a la generación de un entorno urbano que propicie la creatividad, la tolerancia y la atracción y retención de talento.
Ciudad global. Aglomeración urbana que disfruta de una amplia red de conexiones y telecomunicaciones, y que constituye el centro neurálgico de una importante área económica. En La ciudad global (1991), Saskia Sassen ha reflexionado sobre el papel de las grandes ciudades en el proceso de la globalización*. Según Sassen, la actual economía mundial está dominada por un pequeño número de metrópolis —Nueva York, Londres, Tokio, Seúl, Los Ángeles, Fráncfort, París, Singapur— que tienen un papel estratégico fundamental. Las ciudades globales se han convertido en los centros de operaciones de las corporaciones transnacionales y que concentran la mayor parte de servicios financieros, tecnológicos, mediáticos y de consultoría. Dichas ciudades, que mantienen su reputación, influyen en temas de importancia mundial y participan en eventos internacionales de especial importancia como, por ejemplo, la organización de grandes eventos deportivos (como los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol). También devienen focos de producción y consumo cultural gracias a la existencia de festivales de cine, eventos musicales, galerías de arte, e incluso de iconos turísticos universales, como pueden serlo la Torre Eiffel, el British Museum o el Coliseo. En la literatura reciente, algunos autores distinguen las ciudades globales consolidadas —como Nueva York, Londres, París y Tokio— de las «ciudades globales emergentes», inmersas en un proceso muy dinámico de desarrollo económico y urbanización (como Shanghái, México o Sao Paulo), y las nuevas ciudades emergentes, que acceden a este posicionamiento a partir de un liderazgo local fuerte, la planificación estratégica y sus fortalezas en calidad de vida, arquitectura e infraestructuras (como Berlín, Vancouver y Barcelona). Desde un punto de vista social, estos centros urbanos a menudo expulsan a los sectores más vulnerables de la población mediante el proceso de gentrificación*.
Ciudad inteligente (smart city). Nuevo tipo de urbe del siglo XXI caracterizada por el uso intensivo de las tecnologías de vanguardia en la oferta e implementación de los servicios públicos y la gestión eficiente de los recursos. La noción de smart city comporta la aplicación de soluciones tecnológicas a la mejora de la gestión de las ciudades, entendidas como un entramado urbano que dispone de una buena red de infraestructuras de información (telecomunicaciones y sistemas de información), y de un tejido tecno-social innovador que conlleva un incremento del capital social* y de la capacidad de aprendizaje de toda la ciudad, dando respuesta a los retos económicos, sociales, políticos y medioambientales. El ahorro energético, la racionalización del uso del agua, la mejora de la movilidad urbana o de las nuevas necesidades sociales, son algunos de los retos más importantes a los que responde una ciudad inteligente, apostando por poner la tecnología al servicio de la eficiencia y la eficacia de los servicios que se ofrecen al ciudadano. Una de las críticas a la noción de ciudad inteligente es que presupone una confianza ciega en la tecnología, como si esta tuviera un poder mágico y la capacidad de resolver automáticamente todos los conflictos y los retos de futuro que plantea la vida urbana.
Ciudadanía. Estatus concedido a los individuos de un determinado país o de una comunidad política y que comporta el reconocimiento de ciertos derechos y obligaciones. Concepto originario de las antiguas ciudades-estado de la antigua Grecia, en las que se concedía la condición de ciudadano a los hombres libres que vivían dentro de los límites de la ciudad. En la antigüedad, la ciudadanía comportaba un reconocimiento jurídico a las personas consideradas miembros de la comunidad política y era condición indispensable para disfrutar de derechos políticos. No obstante, la mayor parte de la población carecía de derechos políticos formales o de canales efectivos de participación en la toma de decisiones. En los estados* modernos se reconoce el derecho de ciudadanía a la mayoría de sus habitantes. La ciudadanía genera, para los titulares, derechos (protección jurídica, participación en las funciones públicas, etc.) y deberes (sumisión a las leyes, prestaciones personales y materiales, etc.). Se adquiere la ciudadanía por nacimiento en el territorio del estado (ius soli) o por el hecho de ser hijo de ciudadanos (ius sanguinis), o bien por propia voluntad, ya sea a través del matrimonio, especialmente de la mujer al casarse, o por vecindad o declaración expresa siempre que se cumplan los requisitos exigidos por las leyes. En Gran Bretaña la ciudadanía se da de la mano del proceso de industrialización. Según expuso Thomas H. Marshall en Ciudadanía y clase social (1950), la idea de ciudadanía comportó el reconocimiento de los «derechos civiles» en el siglo XVIII, de los «derechos políticos» en el siglo XIX y de los «derechos sociales» en el siglo XX.
Ciudadanía activa. Término reciente relativo a la conducta, actitud y disposición positiva del ciudadano en el ejercicio de sus derechos y deberes cívicos. La ciudadanía activa se refiere al esfuerzo de participación, debate y transformación activa protagonizado por el ciudadano que se siente comprometido con la comunidad y participa en la vida social ejerciendo sus derechos, cumpliendo las normas (obligaciones) y adoptando una postura crítica frente a las instituciones públicas.
Civilización. Proceso general de desarrollo tecnológico, socioeconómico, espiritual, estético e intelectual que afecta a distintos grupos de la especie humana. El término civilización es objeto de muchas controversias en el ámbito de las ciencias sociales. En su obra monumental, El proceso de civilización (1939), Norbert Elias afirma que el desarrollo histórico aparece como una lenta y progresiva autodomesticación de la humanidad. Según Elias, durante «el proceso civilizador», el umbral de la escrupulosidad y la frontera del pudor avanzan continuamente. Esto afecta a todos los ámbitos de la conducta: no solo a la forma de comer y de beber, sino al comportamiento en general. Muchos de estos modos de comportamiento, como por ejemplo la manera de sonarse la nariz, han llegado a ser percibidos como naturales, ya que uno no es consciente de que estas formas tienen una génesis histórica muy concreta. Siguiendo el legado de la teoría freudiana —especialmente el de las tesis expuestas por Sigmund Freud en El malestar en la cultura (1930)–, Elias entiende que este proceso de civilización generalmente se da en una misma dirección y que implica un mayor control del cuerpo y autocontrol o represión de las emociones.
Civismo. Forma de comportamiento relativa a la sociabilidad, la educación, la cordialidad, el buen gusto y las buenas maneras que comparten los miembros de una misma comunidad. El civismo implica un talante respetuoso del ciudadano con las normas* de convivencia pública. El civismo es un ideal y la conducta cívica es la base de la buena convivencia que distingue la vida de los «pueblos civilizados». Comportarse cívicamente exige voluntad y esfuerzo, y los ciudadanos deben comprometerse a respetar unas reglas tácitas de convivencia. El civismo se fundamenta generalmente en unas normas no escritas y en buenas costumbres que, si no se renuevan continuamente, pueden ser ignoradas y caer en desuso. La familia, la escuela y los medios de comunicación tienen un papel fundamental a la hora de difundir las virtudes del civismo. Las redes sociales, por su carácter incipiente y por la falta de normas claras y explícitas, carecen todavía de las bases mínimas para crear una vida cívica armónica.
Choque de civilizaciones. Teoría que sostiene que, en un mundo globalizado, los conflictos entre civilizaciones están destinados a adquirir un mayor alcance y han suplantado, en cierto modo, el conflicto ideológico clásico entre dos modelos económicos rivales (conflicto dominante durante el período de la Guerra Fría). En El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1997), Samuel P. Huntington considera que existe una incompatibilidad radical entre las formas de vida y los valores de Occidente y del mundo del islam. La imposibilidad de mantener una coexistencia pacífica entre distintas culturas comporta una situación de tensión permanente y es un desafío al modelo dominante de civilización occidental. Huntington pronostica que, en un futuro previsible, no habrá una «civilización universal», sino un mundo de diferentes civilizaciones enfrentadas. Las tesis de Huntington han sido cuestionadas por su débil base histórica y empírica. No obstante, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York parecían confirmar, al menos en parte, la persistencia de ciertos conflictos de origen cultural o religioso.
Clase social. Grupo social que basa las oportunidades y los privilegios en el rol o la posición que ocupa en el proceso de producción y que se caracteriza por unos intereses comunes. Desde una perspectiva marxista, la propiedad, la riqueza y el empleo son los principales criterios para definir la situación de clase en una sociedad capitalista. Una clase social es un grupo de personas que comparten recursos económicos comunes a gran escala, lo que puede influir fuertemente en sus oportunidades y estilo de vida. Según Karl Marx, en una sociedad de clases, las desigualdades se dan, de forma objetiva, por la posesión de los medios de producción. Consecuentemente, existen dos clases principales: la burguesía* y el proletariado*. Max Weber acepta la distinción de Marx, pero también contempla la importancia de la ocupación y de la cualificación técnica en la definición de clase. Al mismo tiempo, sostiene la importancia de los grupos de estatus. El análisis marxista de las clases se ha sofisticado notablemente al considerar el control efectivo de los medios de producción. Erik Olin Wright, en su libro Classes (1997), señala las tres dimensiones que cabe tener en cuenta al hacer una tipología de las clases sociales: 1) el control sobre las inversiones o el capital monetario; 2) el control sobre los medios físicos de producción (tierras y fábricas u oficinas), y 3) el control sobre la fuerza del trabajo. Mientras la clase alta mantiene un control considerable sobre estos tres factores, la clase baja queda excluida.
Clase creativa. Nueva clase socioeconómica que, según el economista de origen canadiense Richard Florida (2002), se está convirtiendo en uno de los principales motores de desarrollo regional y de crecimiento económico en los países avanzados. La clave del desarrollo económico, según Florida, no se encuentra en los recursos naturales, ni en la disponibilidad de mano de obra, ni siquiera en los recursos financieros o en el hecho de tener acceso a las últimas tecnologías. En un mundo cada vez más globalizado, la competitividad se mide por la creatividad de la población y los recursos creativos de los territorios o de las llamadas ciudades creativas*. Florida asegura que los miembros de las clases creativas escogen su lugar de residencia en función de las oportunidades de trabajo y de acuerdo con sus estilos de vida* y aspiraciones de consumo. Dentro de este grupo social hay profesionales de perfiles muy diferentes que provienen de sectores económicos diversos con visiones de la vida muy distintas. Se trata de científicos, ingenieros, informáticos, médicos, economistas, profesores universitarios, músicos, diseñadores o arquitectos, la función económica de los cuales es desarrollar nuevas ideas, nuevas tecnologías o nuevos contenidos culturales. En Estados Unidos, esta clase puede llegar a representar un tercio de la población activa y su nivel de productividad es muy alto. Para terminar, creemos que la noción de clase creativa no es, desde un punto de vista sociológico, una clase social en sentido estricto y plantea serias dudas desde un punto de vista metodológico. El análisis de Florida se aleja radicalmente del análisis marxista de la lucha de clases.
Clasismo. Actitud de carácter elitista manifestada por los miembros de las clases dominantes que se defienden y protegen entre ellos, manteniendo a distancia a los miembros de las «clases inferiores» que quedan excluidos de las oportunidades de riqueza y de poder. A pesar de que el liberalismo defiende el principio de la igualdad de oportunidades*, en las sociedades capitalistas persisten actitudes de clausura o cierre social. Para el sociólogo británico Frank Parkin (1979), la propiedad privada, monopolizada por una minoría, es un instrumento de clausura social.
Clausura social. Práctica social mediante la cual las élites o los grupos sociales dominantes tratan de permanecer distanciados de los otros grupos y quieren mantener una situación de control exclusivo de los recursos disponibles. El cierre social puede tomar múltiples formas: desde la segregación residencial a las reglas de matrimonio que prohíben las uniones con personas ajenas al propio grupo. Como sostiene Max Weber, las élites* o las clases dominantes tienden a adoptar actitudes de cierre social, incluso, en el ámbito de sociedades democráticas. Así, pues, las actitudes de cierre o clausura social son un arma en manos de las élites para mantener y reforzar su posición de poder y privilegio.
Coacción. Influencia que un individuo o un grupo social ejerce sobre los miembros de su ámbito social o también sobre su propio grupo para que todos los individuos se sometan a las leyes y normas del grupo e impedir que vayan contra la moral, los intereses o su estilo de vida. La coacción es una forma de control social* y puede adoptar múltiples formas, como la intimidación, las amenazas, las sanciones e, incluso en casos extremos, el acoso psicológico o la tortura.
Cohesión social. Capacidad de una sociedad de asegurar el bienestar de todos sus miembros, minimizando las diferencias y evitando la marginalización, la exclusión o expulsión social. Desde una perspectiva conceptual de ciudadanía activa*, se habla de cohesión social cuando el conjunto de personas que viven dentro de un territorio tienen garantizados los derechos civiles, acceden a unas condiciones de vida dignas, se sienten partícipes del conjunto y cumplen sus deberes cívicos correspondientes.
Competencia digital. Conjunto de conocimientos y habilidades que son básicos e imprescindibles para integrarse en la sociedad informacional. La competencia digital es la suma de conocimientos, disposiciones y destrezas que permiten buscar, obtener, crear, procesar y transformar la información en conocimiento. La competencia digital es a la vez la capacidad de utilizar las tecnologías de la información y la comunicación para resolver problemas y encontrar soluciones en el ámbito de la vida personal, del mundo del trabajo o del tiempo libre. Para superar la brecha digital* se hace imprescindible potenciar las nuevas competencias propias de la era de la información. En el campo de las políticas educativas, se esta reflexionando tanto sobre las competencias digitales que son necesarias en el currículum del alumnado como sobre las competencias digitales que debe poseer el docente para poder desenvolverse bien en la escuela del siglo XXI.
Comprensión. Interpretación de los fenómenos sociales que consiste en situarse mentalmente en la posición de los actores sociales para conocer sus intenciones o el propósito de sus actos. Una virtud crucial de la comprensión sociológica es la empatía. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente o piensa. La sociología comprensiva pretende entender la dimensión subjetiva de la experiencia humana y conocer la representación personal de los hechos. La comprensión (verstehen) es, según Max Weber, la reconstrucción racional del sentido pretendido por los actores sociales, que permite interpretar y entender mejor el sentido de la acción social*. Wilhelm Dilthey fue quien introdujo, dentro de la tradición alemana, la noción de comprensión propia de las ciencias humanas (geisteswissenschaften), en contraposición a la explicación, característica de las ciencias de la naturaleza.
Comunicación mediática. Conjunto de procesos y circuitos de comunicación generados por los medios de comunicación social en las sociedades complejas. La comunicación mediática comporta la transmisión de contenidos culturales dirigida a un gran público. Se hace a través de los llamados medios de comunicación social (prensa, radio, televisión, cinematografía, etc.). Consideramos estos medios no como meros apoyos tecnológicos, sino básicamente como instituciones sociales especializadas en la producción, difusión y conservación de la comunicación pública. Más todavía, los interpretamos como instrumentos de acción pública de grupos organizados que inciden en la configuración de la opinión pública*.
Comunidad versus asociación. En sus inicios, la sociología focaliza la atención en los cambios y las transformaciones que provoca el tránsito de las sociedades tradicionales a las sociedades industriales modernas. Con el advenimiento de la modernidad*, se produce el paso de las antiguas comunidades de carácter simple a las sociedades modernas de carácter complejo. Con su distinción entre comunidad (gemeinschaft) y asociación (gesellschaft), Ferdinand Tönnies (1855-1936) es el autor clásico que mejor expresa esta contraposición (1887). Según la definición de Tönnies, las relaciones en el seno de la comunidad están presididas por vínculos y lazos de tipo afectivo, personal y familiar. Los elementos pasionales y emotivos predominan sobre los racionales. La comunidad se define por la unidad del pensamiento y la emoción. Las lealtades y las adhesiones de fidelidad son de cariz incondicional. El tipo de relación que predomina en las sociedades complejas es, en cambio, de carácter asociativo. La asociación se basa en la voluntad racional y se caracteriza, en cambio, por las relaciones instrumentales, racionales, deliberadas y de cálculo (Flaquer; Giner, 1979). En la asociación se produce una separación entre razón y sentimiento, entre medios y fines, y esto significa que en las relaciones personales predominan el interés individual, la manipulación y la evaluación crítica de las situaciones. La dicotomía de Tönnies se debe usar con cierta cautela dado que es una herramienta metodológica (un tipo ideal*) que ha tenido una gran influencia en la teoría social, pero que es excesivamente esquemática y no se puede aplicar de manera rígida, puesto que descuida el peso de la racionalidad en las sociedades tradicionales y deja en un segundo plano el carácter comunitario y sensible de la experiencia humana en las sociedades modernas.
Comunitarismo. Concepción de la ciudadanía que basa su fuerza en el hecho de que los individuos comparten unos referentes morales, religiosos, lingüísticos y culturales en la medida que pertenecen a la sociedad civil y adquieren las ventajas que proporcionan los derechos de ciudadanía*. El comunitarismo como filosofía aparece a finales del siglo XX enfrentado al individualismo* liberal y en defensa de fenómenos como la sociedad civil*. El pensamiento comunitarista considera que los valores liberales básicos —el derecho a la vida, a la libertad o la justicia— son plenamente válidos, pero critica lo que considera el exacerbado individualismo de la doctrina liberal tradicional. Según los comunitaristas, el hombre es un ser social por naturaleza cuya vida y acciones no tienen sentido de modo aislado y, por tanto, es preciso contextualizarlas, reconociendo la pertenencia del individuo a una comunidad específica.
Conciencia colectiva. La conciencia colectiva o común es una expresión que usa Émile Durkheim en De la división del trabajo social (1893) para referirse al conjunto de creencias y sentimientos comunes a la media de los miembros de una sociedad. Este concepto le permite definir un crimen como aquel acto que ofende a los estados fuertes y definidos de la conciencia colectiva. Según Durkheim, en las sociedades basadas en la solidaridad mecánica (tradicionales), la conciencia colectiva cubre exactamente la conciencia total de sus miembros y coincide con ella. De ahí que la individualidad sea muy escasa. En cambio, en las sociedades cuyo principio es la solidaridad orgánica, donde se desarrolla la división del trabajo, la extensión y la intensidad de la conciencia colectiva, se reducen al compás del proceso de individualización*, propio de las sociedades modernas.
Conciencia de clase. Según Karl Marx, la conciencia de clase es la consciencia común de los miembros de una clase social que comparte similares condiciones de existencia. La problemática de la conciencia de clase es inherente a la teoría marxista y tiene su puntal teórico en la obra de Georg Lukács Historia y conciencia de clases (1923). El autor húngaro sostiene que una clase social solamente existe como tal a partir del momento en el que los miembros de la misma adquieren conciencia de grupo y se organizan activamente a través de organizaciones empresariales, sindicatos y partidos. El capitalismo comporta la división de la sociedad en clases. No obstante, la línea divisoria que separa las clases en el mundo actual parece confusa y muy frágil por la desregulación y fragmentación del mercado de trabajo y el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores asalariados. El sentido de pertenencia o la conciencia de clase del proletariado industrial se han debilitado notablemente
Conciliación. Compatibilización más o menos armónica entre el tiempo de trabajo productivo y el tiempo dedicado a la vida personal y familiar. Para lograr una verdadera conciliación, es necesaria una distribución equitativa de las tareas domésticas no basada en criterios históricamente definidos según el género. Se debe basar en el hecho de que cada miembro de la pareja asuma su rol sin tener en cuenta la separación tradicional de dichos roles en función de cada género. El cuidado de los hijos, por ejemplo, no tiene que quedar reservado para la mujer, como así ha sido históricamente. Hombres y mujeres deben poder llevar a cabo indistintamente dicha función. Asimismo, hay que replantear la jornada laboral y fomentar una reorganización del tiempo de trabajo mucho más flexible que permita conciliar mejor las distintas facetas de la vida personal y profesional y al mismo tiempo atender a las actividades de cuidado* social.
Conflicto social. En un sentido amplio, podemos entender el conflicto social como la lucha consciente —directa o indirecta— entre individuos, instituciones o colectividades que se disputan unos recursos escasos o los persiguen con medios que son incompatibles entre sí. Como señala Lewis Coser (1956), la sociología del siglo XIX dedicó mucha atención al conflicto. Dentro de la tradición de la sociología alemana —desde Tönnies a Simmel y Weber–, el conflicto fue considerado como uno de los fenómenos sociales fundamentales. Marx nos da una visión de la historia basada en la «lucha de clases». A pesar de sus connotaciones negativas, el conflicto está presente en todo tipo de relaciones sociales, desde las interpersonales a pequeña escala hasta las relaciones entre países a escala internacional. El conflicto es uno de los principales factores de cambio* y transformación social.
Conflictivismo. Perspectiva sociológica que concibe la vida social esencialmente llena de tensiones entre los grupos y las colectividades. El marxismo y el darwinismo social adoptan, por ejemplo, perspectivas conflictivistas. La teoría de los campos* de Pierre Bourdieu, también entra de pleno en este ámbito. Un campo social es un ámbito de lucha y confrontación donde los individuos intentan hacer crecer sus recursos y lograr una posición ventajosa. El sociólogo Ralf Dahrendorf argumenta que El conflicto social moderno (1959) tiene su principal razón de ser en el desencaje que se produce en una sociedad determinada entre las titularidades —los derechos de ciudadanía* existentes— y las provisiones —las capacidades y los recursos reales disponibles y, por lo tanto, la capacidad real de materializar de facto dichas titularidades.
Conformidad. Aceptación, por parte de los miembros de una comunidad, de las normas prevalentes en esta en un momento dado, impuestas o mantenidas por el grupo social dominante. El conformismo puede ser resultado simplemente de la socialización (y en este sentido es un proceso inconsciente), efecto de la coacción (sea mediante la sugestión o por el miedo de castigo) o fruto de una voluntad consciente de integración en el grupo y ser aceptado por él. La conformidad es lo contrario de la desviación social*.
Consecuencias no intencionadas. Véase Acción social.
Conservadurismo. Ideología y actitud política que sostiene el mantenimiento del antiguo orden social y económico, así como el culto a las tradiciones y a las instituciones vigentes. El conservadurismo se opone, por tanto, a todo tipo de reformas que pongan en riesgo el statu quo y los privilegios de las clases dominantes. Proclama la estabilidad de los sistemas como condición de posibilidad de una conducta ética y de una libertad responsable, canoniza la propiedad privada, establece la religión y el patriotismo como elementos de unidad social y rechaza la pretensión de una sociedad igualitaria. El conservadurismo es lo opuesto del progresismo. La persona conservadora es, en principio, quien quiere mantener el statu quo. Michael Oakeshott se refiere al «temperamento conservador» más como una actitud o estado mental que como una ideología propiamente dicha. Albert O. Hirschman, en Retóricas de la intransigencia (1991), describe los principales recursos retóricos del pensamiento conservador: 1) el riesgo (los cambios suponen una amenaza para el orden existente); 2) la perversidad (todo cambio tiene unos efectos imprevistos negativos); y 3) la futilidad (todo cambio es en vano).
Consumo. Vivimos en una economía basada en el intercambio y donde el consumidor está en el centro de la vida socioeconómica. El estudio del consumo fue ignorado por la economía política de los siglos XVIII y XIX. Hasta la segunda mitad del siglo XX, el consumo era considerado como una actividad ordinaria ligada a la satisfacción de las necesidades básicas, percibidas como «naturales». La lógica del consumo, sin embargo, no puede reducirse a una simple lógica de satisfacciones y necesidades. La sociología hace hincapié en el carácter expresivo y en las funciones simbólicas del consumo y su vinculación con los estilos de vida*. Robert Bocock (1995) considera que el consumo es el uso de mercancías y servicios para la satisfacción de necesidades y deseos. Los actos de consumo —más allá de su utilidad— tienen una profunda significación social y cultural, permiten expresar gustos y preferencias. El consumo tampoco se puede contemplar como un mero hecho pasivo (como un sistema de alienación* social). En algunos casos los consumidores se dejan llevar por las tendencias de la moda, pero en otros casos el consumidor pretende sentirse especial, singularizarse, ser diferente. El consumo constituye un proceso activo donde se comunica a los demás algo sobre uno mismo. En La era del consumo (2005), Luis Enrique Alonso sostiene que las prácticas de consumo y su representación han devenido centrales para la construcción social de la identidad*, dado que dicha identidad se expresa en términos de estilo de vida y no solo en la dimensión de la ocupación material. Las personas dedican mucho tiempo a buscar información en revistas o en internet sobre los productos deseados. Colin Campbell (1990), en The Romantic Ethic and the Spirit of Modern Consumerism, sostiene que existe una ética romántica del consumo basada en el anhelo y el deseo, alimentados incesantemente por la industria de la publicidad. Finalmente, ciertos movimientos sociales reivindican la capacidad y el poder del consumidor, organizando campañas de consumo responsable que obligan a muchas empresas a cambiar sus estrategias comerciales. Son casos conocidos la denuncia de la explotación laboral infantil cometido por conocidas marcas, del abuso de los recursos naturales, de la contaminación del medio ambiente o del uso de componentes nocivos para la salud humana.
Consumo ostentoso. Conducta de los individuos o de los grupos que mediante el derroche quieren poner de manifiesto su pertenencia, real o pretendida, a un determinado estatus social superior. Según Thorstein Veblen, en La teoría de la clase ociosa (1899), el consumo, más allá del propósito de satisfacer una serie de necesidades o deseos, responde a un profundo afán de presunción y distinción social. El consumo mantiene un poder expresivo y comunicativo que pasó desapercibido a los primeros economistas. Veblen considera que para ganar y conservar la estima de los demás, no basta con poseer poder y riqueza: es necesario que la riqueza sea exhibida y puesta de manifiesto, porque la estima social solo es otorgada ante su evidencia. La lógica que rige la apropiación de los bienes como objetos de distinción no es, exclusivamente, la de la satisfacción de necesidades, sino la de la escasez de estos bienes y la imposibilidad de que otros los tengan. Se trata, como sostiene Fred Hirsch (1977), de bienes posicionales (por ejemplo, propiedades situadas en lugares exclusivos). Se trata de bienes que no todo el mundo puede poseer al mismo tiempo y que colocan a sus propietarios en una posición de ventaja relativa. Son bienes relativamente escasos por los que existe una fuerte competencia, lo que hace que aumenten su precio. Las observaciones de Veblen son muy pertinentes para analizar el comportamiento de los individuos en una «sociedad de consumo» y son especialmente adecuadas para explicar el comportamiento de los nuevos ricos, que es un comportamiento universal. Esta exhibición de la riqueza es una actitud característica del «nuevo rico», que necesita afirmarse (y compensar su origen social humilde) mostrándola como si se tratara de un trofeo. No obstante, como señala Pierre Bourdieu, las observaciones de Veblen no sirven, por ejemplo, para comprender el comportamiento de la burguesía* tradicional, mucho más discreta y segura de sí misma, que no necesita afirmar su existencia social mediante un consumo vistoso y derrochador. Finalmente, la noción de consumo ostentoso ha sido también criticada por la antropología social, ya que no contempla el carácter expresivo y desinteresado del comportamiento social.
Contracultura. Cultura de carácter rebelde y contestataria que se forjó en los años sesenta y que ha repercutido sensiblemente en la configuración de las culturas creativas de principios del siglo XXI. La contracultura nos retrotrae a las revueltas juveniles y a los movimientos de protesta de los míticos sesenta, que comportaron la ruptura de los valores y principios autoritarios y patriarcales que fundamentaban el mundo industrial de los tiempos modernos. La palabra «contracultura» presenta una relación de familiaridad con otros términos como subcultura, underground, etc., que forman parte del mismo campo semántico. Las revueltas del año 1968 pusieron de manifiesto la crisis de legitimidad* del sistema capitalista. El filósofo norteamericano Theodore Roszak publicó El nacimiento de la contracultura (1969), manifiesto generacional que otorgaba protagonismo a la juventud como creadora de una cultura alternativa. El mayo del 68 fue, en buena parte, producto de un conflicto generacional que puso de manifiesto una crisis muy profunda en los sistemas de valores*. A pesar de la diversidad de situaciones, las revueltas del 68 se produjeron simultáneamente en las principales capitales del mundo industrial: París, San Francisco, México, Berlín, Praga, Barcelona, Tokio, etc. Estas revueltas fueron precedidas por la eclosión del movimiento hippy en la costa oeste de Estados Unidos.
Control social. Regulación de la conducta de los miembros de un grupo social mediante el establecimiento de unos valores ideológicos y de unas normas sociales que son consideradas normales o adecuadas. Según Peter Berger (1963), el control social hace referencia a los medios de que dispone una sociedad para sancionar o mantener a raya los miembros díscolos o recalcitrantes. Los mecanismos de control se ponen en funcionamiento con el fin de eliminar a los «indeseables», por un lado, y de dar ejemplo a los demás, por el otro. Las formas de control social pueden ser formales (control formal) y explícitas cuando la autoridad que las aplica es investida, delegada o instituida expresamente para llevar a cabo dicha finalidad; e informal (control informal) cuando nos referimos a las formas de ejercerlo en las que la autoridad que las aplica no está manifiestamente organizada o instituida para ello. Dicho de otro modo: el control social puede ser directo (por ejemplo, por el uso de la fuerza o la imposición de sanciones) o indirecto por vía de la influencia ideológica o la presión moral. La desviación* es una de las posibles respuestas ante el control social. En las sociedades totalitarias la amenaza y los castigos son los principales instrumentos de control social. En las sociedades democráticas aparecen, generalmente, mecanismos sutiles como la seducción o la persuasión. A lo largo de la historia el oprobio público es una forma eficaz de control social. Junto con estas, la ridiculización, la murmuración o el chismorreo dentro de los círculos íntimos son también potentes instrumentos de control social en grupos primarios, como la familia o la escuela. Muchas sociedades usan el miedo al ridículo y explotan el sentimiento de vergüenza especialmente entre los niños y adolescentes. Los agentes de control social son mecanismos reguladores de la vida social, sean o no institucionales. Por otro lado, las sociedades urbanas y tecnificadas actuales han desarrollado sofisticados sistemas de vigilancia* y control.
Cosificación o reificación. Tendencia a creer que el orden social forma parte del orden natural de las cosas y que, consecuentemente, no depende ni de la acción, ni de la voluntad humana. Debido a la cosificación, el ser humano pierde su sentido de responsabilidad en la construcción de la historia. La realidad social —como señala Karl Marx— aparece como una realidad objetiva. La objetividad del mundo social hace que el hombre lo afronte como algo externo a él mismo. El mundo objetivado pierde su comprensión como empresa humana. La relación del hombre y el mundo se invierten en la conciencia. El conocimiento del mundo —del mundo dado por supuesto— es percibido por los individuos como «natural», independiente a ellos e incuestionable. La cosificación es un instrumento ideológico* de primer orden y un mecanismo muy eficaz de legitimación del orden social.
Coste de oportunidad. Cuando se debe elegir entre dos alternativas, el coste de oportunidad de la opción escogida es el valor de la mejor alternativa que se rechaza. Para tomar una decisión no solo hay que medir sus costes en términos monetarios (costes directos), sino también lo que cuesta en términos del valor de la oportunidad perdida. Por ejemplo, una persona que deja de estudiar a los quince años atraída por la posibilidad de trabajar y ganar dinero debería sospesar lo que pierde al abandonar los estudios prematuramente y las opciones de futuro a las que renuncia.
Credencialismo. Tendencia en las sociedades modernas a asignar posiciones, especialmente puestos de trabajo, a partir de las calificaciones o titulaciones académicas. Los sistemas meritocráticos* permiten, teóricamente, seleccionar a las personas más cualificadas. Cuando se convierte en una obsesión —por ejemplo, la que existe en España por obtener un máster universitario–, el credencialismo puede llegar a desvirtuar el sentido de todo proceso educativo. La ambición de conseguir títulos a cualquier precio puede contribuir a devaluar su prestigio.
Creencias. Todo aquello que la gente acepta sin cuestionarse. En toda sociedad existen unos referentes culturales comunes entre los individuos que configuran lo que podemos llamar «el mundo dado por supuesto», que es percibido por ellos como «natural», independiente de ellos e incuestionable (es el papel, por ejemplo, de la religión*). Estos referentes culturales compartidos hacen posible la comunicación entre individuos diferentes y facilitan su relación.
Crimen organizado. Organización delictiva que se caracteriza por una compleja estructura semejante a la de una organización formal. Las organizaciones criminales mantienen una cadena de mando jerárquica, una compleja división social del trabajo y unas normas tácitas de actuación. Actualmente, el crimen organizado —centrado en el contrabando, el tráfico de drogas, armas y personas, la prostitución, el juego ilegal, etc.— actúa a nivel internacional y es un rasgo característico de la economía informacional. El crimen también se ha extendido a los dominios de internet. El cibercrimen es una actividad ilegal —como la piratería, la difusión de virus, etc.— producida dentro del ciberespacio que implica un uso tramposo y fraudulento de la red con el objeto de extender algunas actividades delictivas, que en la mayoría de los casos se originaron fuera de la red. El principal reto que supone la existencia del ciberdelito en un mundo globalizado es que mientras las leyes y la administración de justicia tienen un ámbito de acción restringida a nivel estatal, el ciberespacio permite actuar y delinquir desde cualquier lugar del planeta.
Criminalización. Resultado del proceso de criminalizar. La criminalización sirve para intentar descalificar o estigmatizar* a determinados individuos o grupos que por sus características son percibidos como una amenaza para el orden social dominante. El hecho de criminalizar comporta calificar de criminal una conducta (y a su protagonista) que, a pesar de no estar fuera de la ley, se considera peligrosa, inmoral o transgresora. Es un concepto moderno que aparece en Estados Unidos a finales de los años sesenta y se extiende por Europa a principios de los setenta.
Cuidado. Desde que hace más de treinta años Carol Gilligan publicó In a Different Voice (1982), el concepto de cuidado (care) se ha convertido en una de las nociones centrales del edificio teórico feminista, y no tan solo en el campo de la ética como disciplina filosófica, sino también en el de un variado elenco de ciencias sociales. En sociología, desde hace un par de décadas, los debates se centran especialmente en torno a la noción de cuidado social. Mary Daly y Jane Lewis (2000) la definen como las actividades y relaciones implicadas en la satisfacción de los requerimientos físicos y emocionales de los adultos y niños dependientes, así como los marcos normativos, económicos y sociales dentro de los cuales se asignan y se llevan a cabo. A medida que la demanda de las labores de cuidado está creciendo y se reduce su oferta a causa de la participación de las mujeres en el mercado laboral la provisión del cuidado, se está volviendo cada vez más problemático. Una de premisas de Daly y Lewis es que es preciso considerar las actividades de cuidado como trabajo (véase trabajo productivo y reproductivo*). La manera en la que se organizan el cuidado y el trabajo de cuidado, tanto formal como informal, es fundamental para la estructuración de las sociedades modernas avanzadas y para el desarrollo del Estado del bienestar*.
Cultura. Desde una perspectiva antropológica, la cultura es un conjunto relativamente integrado de creencias, normas, valores y estilos de vida compartidos por los miembros de una comunidad. La cultura comprende los esquemas mentales y los patrones de conducta característicos de una colectividad. Estos mantienen una cierta coherencia y continuidad histórica, ordenan y dan sentido a una existencia común. El hecho de formar parte de un mundo cultural determinado es lo que puede dar orden, estabilidad y sentido a la vida de los individuos. La cultura se expresa, también, mediante las creaciones artísticas y las representaciones simbólicas. La cultura es básica dado que todos los seres humanos, por naturaleza, necesitan crecer y formarse dentro de un entorno social y cultural. Somos básicamente seres culturales, pero también somos parte de la naturaleza sobre la cual ejercemos nuestra actividad. La sociabilidad es clave para el desarrollo humano, especialmente en los primeros años de vida. De manera muy esquemática, podemos decir que la cultura es un conjunto relativamente integrado de creencias, normas y valores. Las creencias* se refieren a aquello que la gente acepta sin cuestionarse. Las normas* establecen las expectativas de comportamiento en situaciones determinadas (lo que se puede hacer y lo que no). Finalmente, los valores* se refieren a aquello que socialmente se considera prioritario. El proceso de socialización permite aprender e interiorizar las creencias, las normas y los valores, a la vez que estas formas y reglamentaciones se pueden transmitir de generación en generación. En las sociedades avanzadas, el grado de participación y de implicación cultural por parte de los individuos puede diferir notablemente según los casos. Se trata de sociedades dinámicas y muy diversas donde la cultura se transforma y evoluciona continuamente.
Cultura organizativa. Conjunto de valores compartidos por los miembros de una organización, que se manifiestan en comportamientos y expresiones culturales propias —símbolos, ceremonias, rituales, lenguaje, estilo de comunicación, entre otros— y que orientan la actitud de las personas que la integran y determinan la manera de relacionarse de la entidad, tanto en el interior como en el exterior. La cultura de la organización influye lógicamente en las motivaciones y en el grado de implicación y compromiso que los trabajadores tienen con su empresa.
Currículum/Currículum oculto. El currículum es el documento que resume los datos personales y los méritos académicos y profesionales de un candidato a una beca o a un puesto de trabajo. También se llama curriculum vitae. Por otro lado, el currículo oculto es un conjunto de valores, actitudes y representaciones que transmite la escuela, pero que no obedecen a un currículo explícito y reglado. En La sociedad desescolarizada (1971), Ivan Illich sostiene que las escuelas eran instituciones que mantenían a los jóvenes ocupados y lejos de las calles (hasta que se incorporaban al mundo del trabajo). El currículum oculto implica unos valores morales y las actitudes que, sin ser explicitados en la planificación educativa, se transmiten por imitación del profesor, por la interacción entre los miembros del aula o por contacto con los modelos que encarnan los adultos de la comunidad educativa. Según Illich se espera de los estudiantes que estén en silencio en clase, sean puntuales y acaten las reglas de la escuela. Las instituciones educativas promueven una aceptación acrítica del orden social e inducen a los niños a la aceptación de su posición de clase.
Democracia. Etimológicamente, democracia significa el poder del pueblo. En sentido amplio, la democracia es una forma de vida política según la cual cada ciudadano participa libremente en los asuntos públicos y en la organización de la vida social. En sentido más restringido, la democracia es la posibilidad real de que todos los ciudadanos participen en la toma de decisiones, al tener derecho a voto o al poder ser elegidos para acceder a cargos públicos. Un Estado* liberal difícilmente se puede considerar una democracia si no contiene elementos jurídicos que garanticen la división de poderes y los derechos de todas las personas; si no existen una serie de libertades y derechos políticos vinculados al sufragio universal y a la posibilidad de elegir a sus representantes y; finalmente, si no garantiza una mínima protección social para todos los ciudadanos. Diferentes autores han realizado aportaciones decisivas en la conceptualización de la democracia. Desde un punto de vista restringido y formal, se podría recoger la definición aportada por Robert Dahl, conformada a partir de tres postulados y ocho garantías. Como postulados, todos los ciudadanos deben poseer las mismas oportunidades para formular las preferencias, expresar estas preferencias a otros y al gobierno mediante acciones individuales y colectivas, y que se consideren estas preferencias con igualdad de trato sin que se diferencie por su origen o su contenido. En La democracia y sus críticos Dahl (1992), considera que estos dan lugar a las siguientes garantías: 1) libertad de asociación; 2) libertad de expresión; 3) libertad de voto; 4) derechos de los grupos y de los líderes políticos para competir en busca de apoyo electoral; 5) existencia de fuentes alternativas de información; 6)derecho de elegibilidad para los cargos públicos; 7) existencia de elecciones libres y objetivas; 8) existencia de instituciones y de políticas dependientes del voto y de otras expresiones de preferencia. Para autores como Amartya Sen (2000), no podemos hablar de la existencia de una democracia completa si no existe un verdadero reconocimiento de la dignidad y del derecho de los individuos como participantes activos en el proyecto democrático y no como meros receptores sometidos a los resultados de las intervenciones estatales o de los programas de desarrollo en general. En este sentido, la participación y el diálogo influyen en la detección de necesidades y fortalecen la democracia. Existen múltiples definiciones sobre el concepto que se amplían al contemplar distintos mecanismos de participación democrática: democracia directa, democracia representativa y democracia deliberativa.
Democracia directa y democracia representativa. El debate en la teoría de la democracia ha estado marcado, desde sus inicios, por la distinción entre democracia directa o participativa (los ciudadanos deciden directamente sobre los asuntos públicos mediante votaciones en asambleas o referéndums) y democracia representativa (aquellos sistemas que tienden a dejar dichos asuntos en manos de unos representantes o delegados). Benjamin Constant, en una conocida conferencia de 1819 titulada «De la libertad de los antiguos comparada con la libertad de los modernos», ya plantea algunas de las distinciones entre ambos modelos de democracia. En las democracias modernas se ha impuesto la idea de representación, dejando un margen muy reducido y variable (dependiendo de los diferentes Estados) para la democracia directa o participativa. Especialmente en los países de mayor tradición, la democracia representativa puede provocar un progresivo alejamiento de los dirigentes políticos de la ciudadanía, generando un grave problema de desafección y falta de compromiso político. Existe una cierta crisis o descrédito del sistema representativo. Algunas voces reclaman una regeneración del sistema a partir de fórmulas más abiertas y participativas.
Democracia deliberativa. La idea de democracia deliberativa que propone Jürgen Habermas permite una cierta conciliación de los modelos anteriores debido a su carácter inclusivo. No hay que confundir la democracia deliberativa con la oposición entre democracia directa y democracia representativa. Por otro lado, la deliberación no hace referencia o no es necesariamente sinónimo de sistemas asamblearios. Tampoco implica un proceso de discusión interminable previo a la toma de cualquier decisión, por pequeña que sea. Por regla general, acordar el procedimiento de toma de decisión ayuda a sentar las bases para evitar malentendidos y alargar innecesariamente este proceso. La democracia deliberativa no se opone a las actuales formas de democracia representativa, sino que pretende ampliar y reforzar los canales participativos y deliberativos ya existentes. En este sentido, las decisiones políticas solo son legítimas cuando son el resultado de una amplia discusión o deliberación democrática que implica una participación de todos los potenciales afectados y la posibilidad de presentar, discutir y aceptar o rebatir los argumentos que cada cual pueda presentar a favor o en contra de las diferentes alternativas.
Democracia iliberal. Véase Autoritarismo.
Dependencia (tasa de dependencia). Proporción de población económicamente inactiva (número de personas menores de 14 años y mayores de 65 que no trabajan) y que depende de la población potencialmente activa. En la mayor parte de países europeos la tasa de dependencia tiende a crecer, básicamente, por razones demográficas: mientras aumenta el número de personas dependientes (sobre todo personas mayores), la población en edad activa tiene un menor margen de crecimiento debido a la baja fecundidad. La inmigración parece ser el principal factor demográfico que permitiría mantener más o menos estable la población y reducir la tasa de dependencia a corto o medio plazo.
Desarrollo sostenible. Perspectiva que combina el crecimiento y desarrollo de la economía con la conservación del medio ambiente y de los recursos naturales. La difusión de la expresión tiene su origen en el llamado Informe Brundtland, encargado por las Naciones Unidas y hecho público en 1987. Fue en este texto donde se definió el desarrollo sostenible como «un desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades». Algunos autores utilizan el término sostenibilidad como sinónimo, sustantivando lo que en el concepto original es adjetivo. Responde a la voluntad de evitar el economicismo tácito que se enconde en el binomio desarrollo/conservación, y salir al paso del abuso de la expresión «crecimiento sostenible», que en muchos casos puede ser un oxímoron. Para ser efectivo, el desarrollo sostenible conlleva varias medidas: utilización racional de los recursos para evitar su agotamiento, eliminación o reducción de las energías provenientes de energías fósiles y fomento de las energías renovables, reaprovechamiento de los residuos industriales o de los desechos del consumo (economía circular), protección activa de espacios naturales, etc.; e implica la necesidad de introducir la noción de coste ambiental en las decisiones económicas. En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental de los 193 Estados Miembros que se traduce en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), tales como la eliminación de la pobreza, la mitigación y adaptación al cambio climático, la igualdad de género, el trabajo digno o el diseño sostenible de las ciudades.
Desencanto o desencantamiento del mundo. Proceso histórico vinculado a la modernidad que provoca la desaparición de la magia y del misterio en las sociedades humanas. Max Weber sostiene que el proceso de racionalización* lleva al ser humano a vivir dentro de una «jaula de acero». El desencanto es el precio que el ser humano tiene que pagar por el progreso. El desencanto (o «desmagificación del mundo») es consecuencia de la pérdida de importancia de las explicaciones religiosas sobre la vida y la muerte y de la ausencia de respuestas alternativas a estas cuestiones. Las grandes cosmovisiones (religiosas o metafísicas) que servían para dar sentido a la existencia humana pierden autoridad. Más tarde, Theodor Adorno y Max Horkheimer, en la Dialéctica de la Ilustración (1944), hicieron una crítica al positivismo y a las consecuencias sociales del uso de la racionalidad instrumental, que comporta, entre otras cosas, la desactivación de las ciencias sociales como instrumento de liberación y de transformación social.
Desigualdad social. Distribución desigual de recursos, poder y prestigio dentro de un grupo, una colectividad o una sociedad. La desigualdad se presenta como una constante en la historia humana. Los seres humanos presentan diferencias en función de muchos y diversos parámetros (edad, género, formación, profesión, etc.). Según Max Weber, si bien la desigualdad social se manifiesta de diversas maneras, en las sociedades capitalistas existen tres criterios de diferenciación social básicos: la clase*, el poder* y el estatus*. Si la igualdad social se valora en términos de igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades o igualdad de resultado, la desigualdad social es multidimensional por definición, y se relaciona con fenómenos como la estratificación social, la pobreza, la integración, la marginación, la segregación, la inclusión, la exclusión o el género. Cabe diferenciar entre desigualdad social y discriminación*, si bien en ocasiones esta segunda conlleva la primera y a la inversa.
Desmercantilización. Véase Régimen de bienestar.
Destrucción creativa. En Capitalismo, socialismo y democracia (1942), Joseph Schumpeter reflexiona sobre la trascendencia de la innovación dentro de los ciclos de la economía en un régimen capitalista. El autor austríaco subraya el papel de la inversión y la innovación tecnológica*, que determinan el aumento de la prosperidad. Acuñó el término destrucción creativa como forma de describir el proceso de transformación que acompaña a las innovaciones. Estas suponen el triunfo de nuevas técnicas y actividades generadoras de riqueza, pero al mismo tiempo la destrucción y desaparición de técnicas y actividades profesionales anteriores. El saldo es positivo en tanto que los procesos innovadores generan mayor eficiencia y son el motor del crecimiento general. Schumpteter predijo la desintegración sociopolítica del capitalismo*, que tenía un cariz autodestructivo vinculado a su propio éxito. Hoy, en cambio, filósofos contemporáneos como el coreano Byung-Chul Han (2014) sostienen que el sistema capitalista se perpetúa y es capaz de contener y canalizar las fuerzas destructivas inherentes a su naturaleza.
Desviación social. Tipo de conducta que contraviene o infringe las normas o las convenciones sociales y puede conllevar desaprobación social o, incluso, algún tipo de sanción. No obstante, no se debe confundir la desviación con el delito o el crimen. La desviación pone de manifiesto el desconocimiento o la disconformidad con las normas vigentes. Cualquier individuo puede transgredir, ocasionalmente, las normas, pero generalmente la mayoría de nosotros las respetamos debido al éxito de la socialización y al deseo de conseguir la aceptación de los demás.
Diferenciación categorial. Véase Identidad social.
Dinámica de grupo. Campo de estudio teórico y experimental de la formación y la evolución de los grupos pequeños con el fin de modificar su funcionamiento como conjunto y la personalidad de sus miembros. La dinámica de grupo investiga los procesos y cambios que se dan dentro de un grupo y los factores que lo determinan, y se aplica en psicosociología y pedagogía. El objeto de estos grupos consiste en procurar un cambio en sus participantes, tomados como individuos, mediante la modificación del grupo concreto. Una personalidad destacada dentro de este campo es Kurt Lewin, que en 1945 creó el Research Center for Group Dynamics.
Discriminación étnica o racial. Acción llevada a cabo por los grupos étnicos mayoritarios o dominantes de una sociedad determinada cuando, mediante los instrumentos y recursos disponibles en un sistema político, institucional o económico, intentan excluir a otros grupos de la vida pública y, al mismo tiempo, restringir sus derechos colectivos e individuales. La discriminación étnica constituye una de las violaciones más frecuentes de los derechos humanos. Uno de los casos de discriminación étnica más claros de la historia reciente es el del sistema de segregación racial practicado en la República de Sudáfrica, vigente de 1948 a 1994, por el que se regulaban todos los aspectos de la vida de los individuos de manera fuertemente estratificada según los grupos raciales. El apartheid estaba destinado a permitir el «desarrollo por separado» de las comunidades raciales y se tradujo en leyes discriminatorias para la mayoría no blanca: separación de razas, prohibición de matrimonios mixtos, establecimiento de zonas de residencia según las razas, etc. Si bien el concepto discriminación puede entenderse en su acepción de distinguir o diferenciar, el significado más comúnmente aceptado es el que se refiere a dar un trato de inferioridad a una persona o grupo por motivos raciales, políticos, religiosos, etc. Ese tipo de discriminación implica un trato injusto y arbitrario, y la imposición de cargas a los grupos más débiles.
Discriminación institucional. Discriminación ejercida por parte de las instituciones públicas mediante la aplicación de normas y ciertas prácticas administrativas que perjudican a los miembros de determinados grupos y colectivos. La discriminación institucional a menudo se produce de forma sutil y disimulada. Nos referimos a aquellos procesos protagonizados por determinadas instituciones, como escuelas y hospitales, donde se da un trato diferenciado y poco respetuoso en relación con determinados grupos o colectivos de ciudadanos. Por ejemplo, los miembros de la etnia gitana han sido históricamente discriminados por la sociedad y por las autoridades del Estado en muchos países europeos. También se da cuando las administraciones públicas no ponen los medios necesarios para que ciertos individuos puedan acceder en igualdad de condiciones a los servicios que les corresponden. La discriminación institucional está profundamente arraigada en muchos países, e influye negativamente en la manera de percibir las personas y tratarlas por razón del sexo, discapacidad, clase, etnia y orientación sexual.
Discriminación positiva o acción afirmativa. Discriminación consistente en un trato favorable, que tiene por objeto compensar o corregir una discriminación negativa, pasada o actual, de una persona o un colectivo, promoviendo un tratamiento equitativo respecto de otras personas o colectivos. La discriminación positiva comporta un conjunto de políticas públicas compensatorias que pretenden favorecer a los miembros de colectivos que se considera que históricamente han sufrido desventajas sociales, laborales, así como a una falta inequívoca de igualdad de oportunidades por razones objetivas relacionadas con el género, la etnia, la raza, la lengua, la religión, la capacidad intelectual o física, la clase social, etc. El objetivo de dichas políticas de discriminación positiva es corregir esta situación de trato desigual. En los países anglosajones recibe el nombre de acción afirmativa. La población negra de Estados Unidos, por ejemplo, se ha beneficiado de las medidas de acción afirmativa. Estas políticas han sido duramente criticadas en diversas ocasiones con el pretexto de que alteran el principio de igualdad de oportunidades*. Algunos autores, por otro lado, critican los efectos perversos que pueden tener, en el sentido de institucionalizar y visibilizar aún más, paradójicamente, una situación de discriminación que las justifican. En España, la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, aprobada en marzo de 2007, pretende equiparar la situación del hombre y de la mujer.
Discriminación sexual o discriminación de género. Véase Sexismo.
Disonancia cognitiva. Véase Encuadramiento.
División social del trabajo. División de un sistema productivo en tareas u ocupaciones especializadas que generan interdependencia social y económica. Adam Smith certifica que la división del trabajo se da de dos formas: como división propiamente técnica del trabajo cuando las operaciones productivas se reparten entre diferentes actores, o cuando se da una especialización progresiva de las profesiones en una sociedad. La división del trabajo se acentúa progresivamente a medida que se expande el mercado*. El aumento de la población, la acumulación de capital y el desarrollo de los medios de comunicación también impulsan la división del trabajo, que exige una mayor cooperación entre sujetos económicos y la necesidad de gestionar mayores niveles de producción. Según Émile Durkheim, esta es una de las características más destacables de las sociedades industriales modernas y urbanizadas. Mientras que en las sociedades simples el nivel de división del trabajo es muy rudimentario, en las sociedades complejas este fenómeno puede llegar a desarrollarse de forma muy importante. Las sociedades tradicionales y simples ya mostraban una forma de división del trabajo incipiente cuando las tareas asignadas a hombres y mujeres eran claramente diferenciadas. Si bien en las sociedades más primitivas la división del trabajo se realizaba en función de criterios de edad, sexo y clan, el desarrollo del industrialismo provocó que fuera mucho más compleja que en cualquier tipo de sistema de producción anterior. En el mundo actual, podemos afirmar que la división del trabajo es un fenómeno de alcance global e internacional, ya que existe una clara división internacional del trabajo.
Divorcio. Disolución del vínculo matrimonial. Tras un divorcio, los excónyuges son libres de volver a contraer nuevas nupcias. Hay que distinguir el divorcio de la separación —legal o, de hecho, que supone el cese de la convivencia, pero sin necesidad de romper la unión— con distintos efectos jurídicos. También suele aplicarse el término separación a la ruptura de las parejas de hecho. Tanto el divorcio como la separación pueden englobarse dentro del concepto genérico de ruptura. Durante siglos, siguiendo la doctrina católica, el matrimonio fue indisoluble. Después de la reforma protestante el matrimonio vino a ser considerado un contrato, y ello abrió la puerta a la legalización del divorcio. Durante la Revolución Francesa se promulgó una ley en 1792 que autorizaba el divorcio, que fue derogada en 1816 y no sería restablecida hasta 1884. En España la primera ley que regulaba el divorcio se aprobó durante la Segunda República en 1932, pero fue abolida tras la Guerra Civil. Hasta 1981, después de la transición democrática, no se aprobaría una nueva ley de divorcio. La institución del divorcio es uno de los factores más poderosos de individualización y su contribución a la emancipación femenina ha sido decisiva. El crecimiento de la inestabilidad familiar y de las tasas de divorcio en todo el mundo occidental ha tenido importantes efectos adversos sobre los niveles de bienestar infantil y está determinando cambios en las pautas de estratificación social* (segunda transición demográfica*).
Dominación. El poder requiere siempre algún grado de aceptación o legitimación por parte de la sociedad. La legitimidad* implica la existencia de un consenso suficiente en la asunción de esta autoridad y de su poder para que sea aceptada u obedecida sin que medie coacción alguna. Max Weber distinguió tres formas de dominación según la naturaleza del tipo de legitimidad. Por una parte, la dominación tradicional, basada en la creencia en un poder conferido por el tiempo a ciertos individuos e instituciones. De esta manera se justifica, por ejemplo, la monarquía. Por otro lado, la dominación legal-racional, basada en la creencia en un sistema general de principios racionales de los que depende un sistema jurídico de relaciones: los estados constitucionales son un ejemplo de ese tipo ideal de auctoritas. Y finalmente la dominación carismática, basada en la confianza y la seguridad que el líder transmite a sus seguidores. Caudillos y profetas basan su autoridad sobre la legitimidad que les confiere este tipo de creencia.
Ecologismo. Movimiento sociopolítico característico de las últimas décadas del siglo XX e inicios del siglo XXI que comporta una acción social organizada para preservar la integridad del medio ambiente físico frente a la amenaza que representa para el ecosistema el desarrollo de las economías industrializadas. Los movimientos ecologistas nacieron en los países más desarrollados como respuesta a la crisis de la cultura industrial y contra las secuelas del desarrollo económico y de sus efectos negativos para la calidad de vida* de los ciudadanos. El ecologismo propone diversas alternativas energéticas y la aplicación de un modelo de desarrollo económico sostenible*, equilibrado y respetuoso con el entorno natural. No obstante, el proceso de globalización y los efectos de la pérdida de la biodiversidad, de la contaminación del aire, la tierra y el agua tienen una importante repercusión a nivel planetario y han propiciado la extensión del ecologismo por todo el mundo. Por otro lado, la confirmación científica del origen humano del cambio climático, de su amplitud y de la urgencia de tomar decisiones que implican profundos cambios en la economía ha llevado a una parte del ecologismo a defender el crecimiento cero o, incluso, ciertas formas de decrecimiento económico.
Educación. Transmisión de valores, conocimientos, hábitos y normas culturales que los adultos transmiten a los miembros de las nuevas generaciones. La educación es clave para construcción de la identidad individual. La educación contextualizada en el entorno familiar y la educación en entornos formales constituyen un elemento central del proceso de socialización*. Toda educación implica una visión idealizada del ser humano. Etimológicamente el concepto de educación deriva del latín duco, que significa ‘guiar desde el frente’. Así, el verbo educar implica el acto de ir «delante mostrando el camino» para que el individuo pueda llegar a un lugar determinado siguiendo una trayectoria. La educación, pues, tiene un carácter prospectivo y supone una preparación para el futuro. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, en la medida en que la educación se democratiza, el educador se convierte en un acompañante que camina junto con el educado, le aconseja y le indica las distintas opciones o disyuntivas posibles.
Educación formal, educación no formal y educación informal. La educación formal es aquel aprendizaje institucionalizado que tiene un carácter intencional, que está estructurado y graduado cronológicamente. Normalmente, la educación formal se imparte en centros o instituciones educativas y culmina con una certificación oficial. Abarca desde los primeros años de la infancia hasta la formación universitaria. Hablamos de educación no formal cuando se dan una serie de aprendizajes estructurados y que tienen un carácter intencional, pero que se dan fuera del sistema educativo institucional, aunque pueden atribuir algún tipo de certificación. La educación no formal comprende aquellos contextos en los que, pese a haber una clara intención y planificación educativa, esta se lleva a cabo fuera del ámbito escolar, por ejemplo, mediante actividades de ocio. Por último, la educación informal son aquellos aprendizajes que se obtienen en las actividades de la vida cotidiana a partir de interacciones con el entorno más próximo como la familia o en nuestra relación con los medios de comunicación y las redes sociales. El aprendizaje informal no suele ser intencional y no está estructurado, pero puede ejercer una gran influencia en la adolescencia.
Efecto Mateo. Fenómeno social según el cual aquellos que más tienen (bienes, riqueza o fama) ven incrementadas sus posesiones, mientras que aquellos que menos tienen las ven progresivamente limitadas y reducidas. Esta denominación sociológica está inspirada en una cita del evangelio de San Mateo: «Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado» (Mateo 25, 14-30). En el campo de la sociología de la ciencia, Robert K. Merton (1968) aplica esta noción al evaluar la calidad de la producción científica. Merton denuncia que un autor con experiencia acreditada verá más favorecidas sus publicaciones que un joven sin experiencia o un recién llegado, que lo tienen mucho más difícil. En el ámbito de la educación se usa en relación con el fenómeno, ampliamente tratado por Pierre Bourdieu o Ivan Illich, según el cual los alumnos que inician su proceso educativo con un mayor capital cultural* incrementarán sus habilidades y logros, mientras que aquellos alumnos que carecen de dicho bagaje cultural las verán mermadas.
Élite. Grupo minoritario que tiene poder o influencia sobre otros y que se impone o es reconocido socialmente como superior y mejor preparado para la dirección política, económica o cultural de una sociedad. La aristocracia se ha erigido históricamente en una élite cerrada determinada por el linaje o el rango familiar de sus miembros. En el momento que la burguesía* conquista el poder político también se erige como una élite que mantiene una gran influencia política y un gran protagonismo social. El supuesto básico que subyace en la teoría de las élites es que siempre existirá una línea divisoria entre los gobernantes y los gobernados, o entre los que tienen poder* y los que no lo tienen. Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels han tratado el tema de la circulación de las élites, que analiza la sustitución de unas élites por otras. Las élites dirigentes varían según el grado de apertura social y en función de su capacidad de reclutar a nuevos miembros de otros grupos sociales. Podemos mencionar distintos tipos de élite. En primer lugar, las personalidades que destacan son las que ocupan cargos de responsabilidad relevantes y configuran una élite del poder. Se trata de una categoría de personajes cuyos comportamientos y decisiones influyen o pueden influir decisivamente en la vida de la comunidad. Charles Wright Mills desarrolló el concepto La élite del poder (1956), en un libro que lleva el mismo nombre, para referirse a la clase dirigente estadounidense de mediados del siglo XX. Según su análisis, se trataba de un grupo formado por líderes empresariales de la industria y el comercio, altos mandos del ejército y dirigentes políticos relacionados entre sí por compartir orígenes sociales y trayectorias personales, así como por el trasvase y la permeabilidad existente entre esos tres ámbitos y segmentos sociales. Las conclusiones de Wright Mills están en la base de uno de los conceptos más controvertidos en relación con el estudio de las élites: el complejo militar-industrial, de gran difusión durante el período de la guerra fría. Curiosamente, muchos de estos personajes, influyentes en el ámbito de la economía o la política, rehúyen la notoriedad pública y ceden el protagonismo a una nueva «élite del éxito social». Son personajes notorios que destacan en los campos del arte, la ciencia, el deporte o el espectáculo y que, a pesar de carecer de poder real, sí que consiguen un protagonismo mediático creciente y pueden convertirse en modelos de referencia para una parte de la ciudadanía. Se trata, como señala Francesco Alberoni, de la Élite sin poder (1963). En una sociedad de tipo industrial, junto al poder efectivo de las élites religiosas, políticas, económicas, se ha ido perfilando la función de una élite «irresponsable», compuesta por personas cuyo poder institucional es nulo, y que por tanto no están llamadas a responder de su conducta ante la comunidad, y cuya postura, sin embargo, se propone como modelo influyente en el comportamiento social, especialmente en el campo de la moda* y de los estilos de vida*.
Élite global. Minoría social privilegiada surgida como consecuencia del proceso de globalización y formada por altos directivos y ejecutivos de grandes corporaciones transnacionales, de organismos internacionales, instituciones supraestatales y ONG, que disponen de un alto nivel formativo y de profesionalización en sus respectivos ámbitos de especialización. Se trata de un grupo vagamente definido formado por las personas más ricas y poderosas que controlan el planeta (los políticos, banqueros centrales, altos ejecutivos, etc.) que se reúnen cada mes de enero en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza). Se trata de la élite capitalista transnacional que no tiene un vínculo territorial estricto. Sus miembros comparten algunos rasgos culturales comunes caracterizados por un uso intensivo de las nuevas tecnologías, así como por un alto grado de internacionalización y de cosmopolitismo en los usos lingüísticos —con el inglés como lengua común—, o por formas de consumo y estilo de vida sofisticados derivados de su alto poder adquisitivo.
Empoderamiento. Proceso social mediante el cual los individuos y los grupos sociales obtienen o recuperan su capacidad de decisión y de liderazgo en relación con su propio desarrollo y devenir. Se trata de un proceso de carácter multidimensional —en el que intervienen aspectos sociales, psicológicos, económicos y culturales— que favorece que los individuos y los grupos sociales aprendan a usar o recuperen su capacidad de decisión y su dominio existencial. La filosofía del empoderamiento tiene su origen en el enfoque de la educación popular desarrollada por el pedagogo brasileño Paulo Freire a partir de los años sesenta del siglo XX. En América Latina se aplica a la toma de consciencia por parte de los pueblos indígenas o pueblos originarios históricamente sometidos. Su desarrollo teórico en las últimas décadas se ha dado también en relación con los análisis de género*. El empoderamiento de las mujeres se entiende como el proceso mediante el cual estas abandonan su papel subalterno y subordinado al hombre y se transforman en agentes activos de sus vidas personales y colectivas. El empoderamiento significa abandonar el rol de «víctima» y hacer valer su capacidad de promover cambios en su situación personal (podrán disfrutar de mayor autoestima, autonomía, acceso a recursos y participación social) y en su situación social. Posteriormente, el concepto se ha ampliado a otros colectivos sociales debido, sobre todo, a la utilización del concepto en los estudios de desarrollo y cooperación por organismos y agencias como el Banco Mundial o las Naciones Unidas. Existen dos perspectivas a la hora de entender el concepto. Una perspectiva entiende el concepto como un proceso progresivo de participación que no cuestiona las estructuras existentes, y otra tiende a utilizarlo como una estrategia que propicia un incremento de poder de los propios colectivos, con un mayor uso y control de los recursos materiales y simbólicos, y más capacidad de influencia en las decisiones políticas y, en definitiva, más capacidad de transformación social.
Encuadramiento (framing). Teoría que postula que la forma en la que los medios de comunicación presentan los acontecimientos tiene una gran influencia en cómo estos son entendidos y percibidos por la opinión pública*. El modo de presentar una noticia influye notablemente en la percepción de la audiencia. Según Robert M. Entman (1993), los medios de comunicación procuran un marco interpretativo (o encuadre) mediante el cual los ciudadanos observan la realidad y, a la vez, obtienen claves interpretativas que permiten dotarla de sentido. Estos marcos proponen una determinada explicación de los problemas, emiten valoraciones morales y sugieren soluciones. Por tanto, los frames comportan determinadas maneras de organizar y estructurar la percepción de un fenómeno que gozan de un alto seguimiento entre la ciudadanía. George Lakoff (2004) sostiene que la gente piensa por marcos de referencia (estructuras mentales que conforman formas diferentes de ver el mundo) y, cuando los hechos no encajan con su idea preconcebida, se produce un problema de disonancia cognitiva, ya que el marco mental se mantiene, pero los hechos que no encajan con las ideas previas «rebotan» y no son tomados en consideración.
Entrevista. Técnica que pretende obtener información mediante una conversación profesional dirigida a un estudio de investigación o bien que sirve como herramienta de ayuda de diagnosis o tratamientos sociales. Una entrevista comporta un repertorio de preguntas que el entrevistador formula personalmente a las personas de las que espera obtener información. La entrevista exploratoria es de carácter abierto, especialmente útil en la fase inicial de una investigación, y sirve para encontrar ideas, pistas de reflexión e hipótesis de trabajo, y no para verificar hipótesis previas. La entrevista en profundidad, en cambio, es un tipo de entrevista de larga duración, usada frecuentemente en el campo de la investigación social para analizar procesos socio-psicológicos de carácter sutil.
Encuesta. Variante de la entrevista que sirve para obtener información sobre un fenómeno social determinado. Comporta un interrogatorio mediante un cuestionario y una muestra estadística (si queremos que sea representativa de una población). Existen diferentes tipos de cuestionarios: por un lado, los que constan de preguntas cerradas (que restan libertad al entrevistado); por otro, los que utilizan preguntas abiertas (que ofrecen más libertad de respuesta). También se pueden combinar las preguntas abiertas y las preguntas cerradas. La encuesta es una herramienta metodológica muy utilizada en el campo de la sociología. Tiene la ventaja de que permite un tratamiento estadístico de los datos obtenidos.
Encuesta de opinión. Encuesta que tiene por objetivo la obtención de información sobre las opiniones políticas y sociales de los ciudadanos, con el fin de valorar estas opiniones, saber quién las sostiene y con qué firmeza. El estudio de la opinión pública* es uno de los campos más complejos y controvertidos en el campo de las ciencias sociales y un aspecto muy influyente en los procesos de elección política.
Esfera pública. Arena de debate y discusión pública en las sociedades democráticas donde los ciudadanos pueden participar y discutir sobre temas de interés general. Se trata de una noción abstracta que sirve para valorar la salud de los sistemas de comunicación y los mecanismos de participación democrática. El espacio público era, en principio, un espacio físico que servía de lugar de encuentro: la calle, la plaza o el mercado. Solo a partir de los siglos XVI y XVII este espacio se convirtió en simbólico. Actualmente lo que define el espacio público depende, en gran medida, de los medios de comunicación y de las redes sociales, que otorgan una visibilidad generalizada a determinados temas. La palabra público aparece en el siglo XIII procedente del latín publicus, que se refiere a «todos» o al «pueblo». De la misma raíz nace publicar, que significa ‘hacer público’ o ‘poner en conocimiento de todos’. La noción de esfera pública fue expuesta primeramente por Jürgen Habermas en un libro titulado Historia y critica de la opinión pública (1962). Su difusión tardía en inglés se ha visto beneficiada por la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Algunos autores han visto en internet la posibilidad de recuperar una esfera pública virtual de debate libre en condiciones de igualdad. No obstante, la realidad es contradictoria. El ciberespacio también ha sido colonizado por grupos de poder y agentes económicos que actúan a escala internacional. La existencia de bots y la circulación de noticias falsas (fake news) contribuyen a alterar y desvirtuar cualquier proceso de deliberación democrático.
Esperanza de vida. Véase Indicadores sociales.
Estado de la cuestión. Estudio de carácter exploratorio que se realiza en la fase inicial de un trabajo de investigación y que permite conocer la historia, las aportaciones y los principales puntos de controversia que existen sobre un tema. Al comenzar un trabajo de investigación, pues, es necesario hacer una revisión de la literatura científica dentro del campo de investigación. Las entrevistas exploratorias* pueden ser especialmente fructíferas en esta fase de la investigación. Para hacer el estado de la cuestión, podemos consultar también todas las fuentes posibles, no solo las clásicas, basadas sobre todo en documentación impresa o archivos, sino también las que encontramos en internet.
Estado. Institución moderna que tiene como funciones manifiestas garantizar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos, así como elaborar las normas y las leyes por las que se gobierna una sociedad en un territorio determinado, perfectamente delimitado por fronteras, en el que se presentan caracteres más o menos marcados de homogeneidad cultural. El concepto de Estado moderno va parejo al de soberanía (Jean Bodin, 1529-1596). El Estado es soberano en tanto que detenta el poder último en ese territorio y no está sujeto a ningún otro poder superior. Max Weber sostiene que lo característico del Estado es su capacidad de concentrar el monopolio del uso de la violencia legítima dentro de sus límites geográficos. El Estado, añade Pierre Bourdieu, es una instancia que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y de la violencia simbólica* en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente. El sistema de estados soberanos produjo la concepción del derecho internacional de Westfalia (1648), basado en el derecho de los estados a su autogobierno y en la legitimidad para resolver las disputas interestatales por medio de la fuerza. La existencia de instancias de carácter supranacional —como, por ejemplo, la Unión Europea— pone de manifiesto los límites de la soberanía en un mundo globalizado y el riesgo de caer en el estatismo metodológico.
Estatismo metodológico. El proceso de globalización y la apertura a un mercado global han planteado el debate en torno a los límites de la soberanía de los estados en el mundo actual. Las ciencias sociales*, históricamente, han centrado sus estudios en el Estado nación. Ulrich Beck (1998) alerta del peligro de que las ciencias sociales sigan encerradas en una especie de estatismo o nacionalismo metodológico y adopten una concepción unitaria de los estados entendidos como realidades homogéneas e independientes. El estatismo metodológico significa que la sociedad se confunde con los límites del Estado nacional. Hasta hace poco, se consideraba que la unidad primaria de análisis era el Estado nación, pero esta idea hoy parece superada.
Estado del bienestar. Forma de organización social y política que han adoptado muchas democracias modernas y que contribuye a una mayor cohesión social y permite afrontar las situaciones de riesgo que afectan a los individuos y a las familias. Se trata de un término que hace referencia a una forma de la sociedad capitalista en la cual el Estado dispone de un amplio abanico de medidas destinadas a garantizar unos mínimos de bienestar entre sus ciudadanos a través de la provisión de prestaciones sociales (desempleo, pensiones de jubilación, prestaciones por hijos a cargo, etc.) o de servicios básicos en el ámbito educativo y sanitario. En el Estado del bienestar se intenta asegurar la calidad de vida* y la atención social en caso de enfermedad, paro, vejez o dependencia. También se garantizan el derecho a la educación*, la salud* y el acceso a la vivienda. El Estado del bienestar proporciona, pues, una amplia gama de servicios y subsidios para afianzar los derechos sociales y contribuye a alcanzar la igualdad de oportunidades. Algunos de sus antecedentes históricos fueron la seguridad social del canciller Otto von Bismarck en Alemania, el New Deal, aplicado por el presidente Roosevelt en Estados Unidos, y el Informe Beveridge, publicado en Gran Bretaña en 1942, que condujo a la constitución del primer sistema de sanidad pública (National Health System) en 1948. Después de la Segunda Guerra Mundial se desarrollaron en los países democráticos de Europa Occidental distintos perfiles de Estados del bienestar (Régimen de bienestar*). El crecimiento del Estado del bienestar se frenó con la llamada crisis del petróleo del año 1973, que puso de manifiesto las limitaciones de este modelo socioeconómico y las dificultades de mantener una política de plena ocupación. Las políticas neoliberales que se implantaron en Europa después del thatcherismo y, especialmente, después de la caída del Muro de Berlín en 1989 pusieron en riesgo la supervivencia de este modelo, que había tenido un éxito social indiscutible durante los treinta años gloriosos posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Estatus social. Posición que ocupa un individuo dentro de la sociedad y que los demás reconocen. Es un término que proviene de la palabra latina statum y que hace referencia a la posición jurídica que se ocupa dentro de un grupo social. Max Weber definió el estatus como la posición que ocupa el individuo dentro de la estructura socio-profesional de carácter comunitario. El estatus también señala aquello que denominamos prestigio, capital simbólico*, dignidad y categoría social. El estatus tiene una gran importancia para conocer la identidad social* de una persona y su relevancia dentro de un grupo social concreto. Por ejemplo, la condición de maestra puede añadir una categoría especial a las personas que ejercen dicha profesión. Según Talcott Parsons (1902-1979), mientras el estatus adscrito es la posición social que ocupa una persona por el hecho de tener unas características de origen social determinadas (linaje, edad, sexo, etnia, etc.), el estatus adquirido es la posición social que se logra gracias al mérito y al esfuerzo individual. Finalmente, el estatus dominante es aquella posición social que adquiere una importancia capital para definir el estatus y la identidad social de una persona.
Estereotipo. Imagen social preestablecida que poseemos de alguien o de algún grupo y que tiende a persistir. En su vida rutinaria los individuos usan imágenes simplificadoras de la realidad que los ayudan a comprenderla. El término estereotipo proviene del griego stereos (‘sólido’) y typus (‘huella’) y surgió en el siglo XVIII como término técnico en el mundo de la imprenta. Un estereotipo es una idea simplista que se aleja de la realidad que quiere describir y que, a menudo, se ha obtenido de segunda mano. La imagen que existía de la población judía en la Europa medieval era claramente estereotipada. El estereotipo es generalmente un término peyorativo que se aplica como sinónimo de estigma* o de prejuicio. Se usa preferentemente en el campo de la psicología social, pero se ha extendido a otras disciplinas del conocimiento. El periodista norteamericano Walter Lippmann lo usó en el sentido actual en su libro Opinión pública (1922). Según Lippmann, en una democracia moderna, los ciudadanos ordinarios se ven obligados a tomar decisiones sobre una serie de asuntos complicados que casi desconocen. El papel de los medios de comunicación es, precisamente, hacer una selección de las noticias, una exposición clara y coherente de lo que pasa en el mundo. Sin embargo, los medios ofrecen una versión simplificada de la realidad, una especie de sucedáneo esquemático de la «verdad» que genera una serie de imágenes en los cerebros de las personas.
Estigmatización. Proceso por el que un grupo influyente define lo que es normal y excluye algunas conductas concretas que, consiguientemente, son consideradas como anormales o desviadas. Históricamente los protestantes fueron estigmatizados por parte de los católicos, los gitanos por parte de los payos y los judíos por parte de los gentiles. La estigmatización (o etiquetado) nos dice más de quienes la llevan a cabo (sus prejuicios, sus miedos y su concepción del mundo) que de la persona estigmatizada, quien sufre las consecuencias del estigma. La noción de stigma fue acuñada en 1963 por Erving Goffman en su reconocida obra del mismo nombre, donde precisa que la persona estigmatizada pertenece a un grupo social menospreciado (grupo étnico, religión, nación, etc.). Goffman distingue entre los estigmas físicos o anatómicos (abominación del cuerpo) y psicológicos (defectos de carácter).
Estilo de vida. Forma de comportamiento que contempla el desarrollo de las prácticas en el tiempo de ocio, las costumbres y los hábitos culturales en un sentido amplio. Podemos mencionar los hábitos gastronómicos, la moda, la decoración de la casa, las actividades que se hacen durante las vacaciones, etc. El estilo de vida incluye todas estas manifestaciones y la manera particular de llevarlas a cabo, que pueden alcanzar gran sofisticación, así como una alta carga simbólica. En sintonía con la concepción antropológica de cultura se puede considerar el estilo de vida como una manera de vivir y de afrontar la vida. La noción de estilo de vida disfruta de un uso amplio y variado, tanto en el campo de la sociología como, principalmente, en la investigación sobre la estratificación social* o en la investigación de mercados, donde se ha utilizado en los estudios sobre consumo*. A pesar de esto, no siempre ha existido un consenso sobre su significado. Max Weber trató el tema de los «estilos de vida» cuando, en un diálogo tácito con Marx, estudió los grupos de estatus como uno de los componentes de la estratificación social. Para Weber, el estilo de vida es muy importante para identificar la manera de ser, de hacer y de sentir de los miembros de determinados grupos o clases sociales. Según Pierre Bourdieu (1988), el habitus* es básico para entender el estilo de vida de un grupo o de una clase social*. Los gustos, las preferencias y las formas de comportamiento —que se encuentran en el centro de un determinado estilo de vida— actúan (o pueden actuar) como un buen indicador que sirve para identificar y ubicar a las personas en su clase o su grupo social de pertenencia.
Estratificación social. División de la sociedad en estratos sociales que se consideran mutuamente relacionados y jerarquizados de acuerdo con una serie de factores sociales formando parte de un sistema. La estratificación se refiere a las desigualdades institucionalizadas de poder, riqueza y estatus entre categorías de personas que forman parte de un mismo sistema social (clases, castas, grupos étnicos). Por el contrario, las desigualdades basadas en cualidades personales, como la fuerza, el carisma o las habilidades económicas y sociales, no tienen nada que ver con la estratificación. Teniendo en cuenta que todas las sociedades humanas conocidas hasta la fecha presentan como mínimo desigualdades institucionalizadas basadas en la edad o en el género*, podemos afirmar que todas ellas están estratificadas y distribuyen sus recursos de manera desigual. Los factores que determinan la estratificación social pueden variar en función del contexto histórico y cultural. Además del género y la edad, el nivel educativo, la ocupación, el nivel de ingresos, la clase social o el origen étnico son los principales factores de estratificación social. Históricamente podemos distinguir cuatro sistemas de estratificación básicos: las sociedades basadas en la esclavitud, las castas, los estamentos y las clases*. Las sociedades de clases, donde la clase social es la forma dominante de estratificación, tan solo aparecen con la modernidad*, gracias a la difusión del mercado y, en particular, con la expansión del capitalismo*.
Estructura social. El vocablo estructura, de origen latino, proviene del verbo struere, que significa ‘construir’. La imagen sugerida es, pues, la figura de un edificio, con su plano, su elevación, sus proporciones calculadas y sus funciones. El concepto de estructura social constituye una de las nociones centrales en sociología, aunque es de uso común en muchas otras disciplinas. A nivel elemental se puede conceptualizar la estructura social como la articulación de las diversas partes y elementos de una sociedad. El conjunto resultante es algo más que la suma de dichas partes, las cuales incluyen instituciones, posiciones sociales y otras unidades producto de la división del trabajo entre los miembros de la población. El concepto de estructura forma parte del acervo de todas las tradiciones sociológicas. Sin embargo, existen grandes desacuerdos sobre lo que significa. Dichas divergencias no dejan de comportar importantes consecuencias, ya que la forma en que los sociólogos conceptualizan la estructura social conduce a enfoques muy diferentes de la sociología. Concebimos las sociedades en términos de estructuras por diversas razones. Imaginamos que las sociedades persisten en el tiempo, y decir que una sociedad tiene una estructura significa afirmar que existen límites en la medida en que puede cambiar sin convertirse en una sociedad de tipo distinto. Las sociedades están estructuradas a causa de la interdependencia de la acción y su carácter sistémico. Para Alex Callincos (1987), las relaciones sociales implican regularidades cuya comprensión o incluso cuya conciencia escapan a los agentes que participan en ellas y es característico que la naturaleza y la existencia de aquellas no dependan de la identidad particular de los agentes involucrados. Una sociedad estructurada facilita que la vida social discurra de forma ordenada y que los individuos aborden la gran mayoría de tareas de forma rutinaria y mecánica. La rutinización comporta la ventaja de permitir a los miembros de la sociedad el concentrarse en la solución de nuevos problemas (Berger; Berger, 1976).
Ética de la convicción y Ética de la responsabilidad. Véase Valores.
Etnocentrismo. Actitud de los componentes de un grupo étnico que consideran que su grupo es superior a los demás grupos raciales o culturales. El etnocentrismo es un término acuñado por W. G. Sumner, que lo usó en su obra Folkways (1906) en referencia a una situación en la que el propio grupo es el centro de todo y todos los demás son valorados y clasificados a partir de su relación con él. Cada sociedad tiene su idiosincrasia y tiende a considerar su cultura* como la mejor. Desde la antropología, se ha denunciado una tendencia frecuente en todos los pueblos, incluidos, paradójicamente, los pueblos civilizados, a menospreciar las otras culturas e, incluso, a negarles su dignidad. Esta actitud de supremacismo* cultural ha sido una constante a lo largo de la historia. Claude Lévi-Strauss en Raza y cultura (1952), sostiene que en todas las culturas y en todas las épocas existe una actitud muy arraigada y persistente, basada en fundamentos psicológicos muy sólidos, que consiste en repudiar las formas culturales morales, religiosas, sociales, estéticas que están alejadas de las propias. El etnocentrismo* y el racismo* comportan cierta tendencia a juzgar las demás culturas con los ojos del propio marco cultural, lo que conlleva el riesgo de malinterpretarlas. El menosprecio va parejo con relaciones de poder y dependencia entre diversos grupos sociales. La xenofobia, el odio al extraño, es una clara expresión de etnocentrismo.
Etnometodología. Corriente sociológica que tiene por objeto el estudio de cómo los individuos dan sentido a lo que los demás hacen o dicen en el transcurso de la interacción social. La etnometodología pone de manifiesto los procedimientos, reglas y métodos con que los individuos definen su identidad como miembros de la sociedad y cómo gestionan sus problemas de relación y comunicación en la vida cotidiana. La etnometodología supone que la vida cotidiana es bastante ordenada, y pretende estudiar este orden. El término fue introducido por Harold Garfinkel con el afán de criticar la práctica sociológica convencional, que imponía de forma arbitraria un conjunto de categorías mentales a las personas que eran objeto de estudio. La etnometodología propone, en cambio, estudiar directamente los etnométodos mediante los cuales los seres humanos interactúan en el mundo social. En estas interacciones intervienen elementos subjetivos, pero la etnometodología quiere estudiar la intersubjetividad y hacer un análisis del uso del lenguaje, herramienta básica mediante la cual se expresa el sentido de la acción de los seres humanos.
Exclusión social. Situación de separación o privación en la cual se encuentran determinados grupos o individuos respecto a las posibilidades económicas, políticas y socioculturales a las que tienen acceso la mayor parte de los ciudadanos. Los estudios sobre la exclusión aportan una visión más amplia y más profunda que la que aportan los estudios sobre la pobreza* (basada casi exclusivamente en problemas de escasez o privación de recursos materiales). El sociólogo francés Robert Castel (1997) fue pionero en el uso de la noción de exclusión social a mediados de los setenta del siglo XX. Al tratar la exclusión social, ponemos especial énfasis en el carácter estructural de un proceso que aparta a determinados sectores de la población de las oportunidades abiertas a una mayoría. Mientras que la noción de pobreza se centra en cuestiones de distribución de riqueza (o en la carencia de recursos materiales), el concepto de exclusión social gira en torno a cuestiones relacionales, esto es, en una participación social inadecuada, en la carencia de protección social, de integración social y de poder. Si la pobreza se refiere sobre todo a la desigualdad de tipo económico, la exclusión social alude a deficiencias en el acceso a los derechos de ciudadanía*, tanto políticos como sociales y culturales. Las desigualdades no han desaparecido durante los últimos decenios, sino que han alterado su fisonomía. Como elemento o dinámica excluyente, consideramos las barreras u obstáculos sociales que experimentan las personas o los colectivos que pretenden acceder a una serie de oportunidades o de ventajas sociales abiertas a la mayoría. Los factores que inciden en la exclusión social son múltiples y se pueden reforzar mutuamente: variables como la edad, el género, la etnia o el nivel socioeducativo pueden ser factores excluyentes (o, también, incluyentes). Saskia Sasen (2014), en su libro Expulsiones, teoriza el concepto de expulsión sistémica, que elabora con el fin de superar las nociones de exclusión y desigualdad. Según la socióloga, de origen holandés, en las grandes urbes del planeta se produce una escisión entre incluidos y expulsados. Esta escisión está creando graves problemas de desigualdad y pone en riesgo la estabilidad social y el mismo sistema democrático.
Falsabilidad. Una de las contribuciones más importantes a la epistemología y a la metodología de la ciencia es la que realiza Karl R. Popper a partir del concepto de falsabilidad. Dicho concepto supone una dura crítica de las teorías verificacionistas derivadas del positivismo clásico. Según Popper, repetidas observaciones empíricas nunca pueden ser consideradas suficientes como para verificar una teoría, pero, en cambio, bastaría una sola observación empírica negativa concreta para refutarla. Así, Popper propone substituir el principio de la verificabilidad por el de la falsabilidad como criterio de validez de las teorías o de los enunciados. Las teorías científicas no son verificadas inductivamente, pero pueden ser repetidamente sometidas a su refutación. Por lo tanto, una teoría será válida mientras resista satisfactoriamente los intentos de su refutación.
Familia. En un sentido amplio, podemos definir la familia como una unidad social formada por un grupo de individuos relacionados entre ellos por relaciones afectivo sexuales, de matrimonio, parentesco o afinidad. En los últimos lustros, la familia ha sufrido una mutación espectacular que afecta a su estructura y a las formas de relación entre sus miembros. Según Anthony Giddens (2000), el matrimonio y la familia se han convertido en una «institución concha»: se llaman igual, pero han cambiado sus características básicas. Las grandes transformaciones sociales y las crisis sucesivas acentúan la sensación de fragilidad e incertidumbre dentro de la institución. Estos cambios no han comportado la muerte o la desaparición de la familia —como auguraban algunos intelectuales a finales de los años sesenta— pero sí su (re)conceptualización y la proliferación de nuevos tipos de familia. La incorporación de la mujer a la vida pública ha sido un factor importante de transformación de la vida familiar. Como sostiene Manuel Castells (2005): «La incorporación generalizada de las mujeres al trabajo remunerado aumentó su poder de negociación frente a los hombres y socavó la legitimidad de su dominio como proveedores de la familia». La principal consecuencia de este cambio de modelo y de la superación del patriarcado* es la necesidad de reconstrucción simbólica y normativa de la familia. En la nueva realidad familiar, los roles, las reglas y las responsabilidades dentro del marco familiar se convierten en objeto de diálogo y negociación permanente. El grado de reflexividad* es importante. Una vez constituida, una pareja tiene su propia y exclusiva historia, su propia biografía. Es una unidad basada en la comunicación emocional o intimidad. Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim (2002) sostienen que en el mundo occidental cada vez más: «Las personas se casan y se divorcian por amor». En las sociedades avanzadas, la familia tiende a reconfigurar sus funciones básicas, aunque manteniendo su esencia como procuradora de afecto, estabilidad y apoyo emocional para sus miembros. Los vínculos familiares mantienen su importancia. Sin embargo, pese a conservar una función socializadora básica, las funciones educativas propias del modelo familiar tradicional son delegadas en instituciones especializadas —como la escuela— en el marco de un proceso de individualización* y «desinstitucionalización» en marcha, que prioriza los intereses y la trayectoria profesionales sobre los valores familiares y comunitarios.
Familia monoparental, familia nuclear y familia reconstituida. Véase Transición demográfica.
Familiarismo. Elemento característico de los países de la vertiente mediterránea —como Grecia, Italia, España, etc.— en que la institución familiar mantiene una notable centralidad, y que el resto de instituciones sociales reproducen, en buena medida, la estructura y el tipo de relaciones familiares. En un régimen social familiarista las políticas de bienestar están poco desarrolladas y la institución familiar asume las tareas de ayuda y de protección social y personal. Muchas tareas de apoyo, de protección, de solidaridad, de servicios de cuidado aún están en manos de los hogares (y, sobre todo, de las mujeres de la casa). Según G. Esping-Andersen (2000), un sistema familiarista es aquel en que las administraciones públicas dan por supuesto —e incluso incentivan— el protagonismo y la responsabilidad de las unidades familiares en proporcionar atención y seguridad a sus miembros. Este modelo suele penalizar a las mujeres que asumen la mayor parte de cargas familiares.
Familiarismo amoral. Noción introducida por el sociólogo norteamericano Edward C. Banfield (1958) en su obra The Moral Basis of a Backward Society, que estudia la moral colectiva en determinadas zonas rurales del sur de Italia. El familiarismo amoral es característico de sociedades en las que la familia es el único foco de solidaridad y responsabilidad moral para el individuo, y el interés de la familia es el criterio que define la orientación del individuo hacia las colectividades de orden suprafamiliar.
Feminismo. Movimiento social que propugna la plena igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo nació en Europa a fines del siglo XVIII y principios del XIX, cuando la ciudadanía empezó a tomar consciencia de la subordinación ancestral sufrida por las mujeres a causa del patriarcado*. Las primeras luchas por la dignidad de la mujer estaban relacionadas con la lucha por el derecho a voto de la mujer (sufragismo). Como movimiento social, el feminismo ha logrado limitar la discriminación sexual garantizando al mismo tiempo la promoción de los derechos de las mujeres y de sus intereses en la sociedad civil. Ha pretendido eliminar todo vestigio de dominación de los varones sobre las mujeres, así como alcanzar un mayor equilibrio de los roles sociales según el género (tanto en la vida pública como en el hogar). La investigación feminista muestra que el entorno privado e íntimo de la familia ha sido un lugar clave para la opresión de género* y para el maltrato emocional o físico. El movimiento feminista ha propiciado cambios en el estatus social de la mujer y conseguido importantes avances en ámbitos como el derecho a la educación, la igualdad ante la ley, el voto femenino o la igualdad en el trabajo. En este último ámbito, a pesar del aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral, persisten formas de desigualdad entre hombres y mujeres que centran algunas de las actuales reivindicaciones del movimiento. El feminismo no es, sin embargo, un movimiento homogéneo. Existe, por ejemplo, el feminismo liberal, el socialista y el radical. En su vertiente intelectual, la teoría feminista también ha dado lugar a la creación de los estudios de género, que han provocado una auténtica revolución dentro de las ciencias sociales.
Fordismo. Las teorías clásicas de la organización industrial del trabajo —el taylorismo y el fordismo— surgieron a principios del siglo XX, época en que culminó el maquinismo, con la introducción de nuevos métodos de organización del trabajo. El fordismo supuso la introducción de la cadena de montaje móvil y la fabricación llevada a cabo en grandes plantas y dirigida a mercados muy amplios: «La producción en masa requiere mercados de masas». Se trataba de lograr una producción masiva a bajo coste con la utilización de la cadena de montaje con cadencias cada vez más elevadas, estudiándose el tiempo y el movimiento. Henry Ford decidió pagar mucho mejor a los trabajadores para conseguir su fidelidad a la empresa y convertirlos en potenciales compradores. Este sistema de producción a gran escala fue esencial para la industria del automóvil a nivel mundial y, posteriormente, fue adoptado por otros sectores productivos. Las consecuencias o los efectos perversos de este sistema fueron magistralmente descritos en la película de Chaplin Tiempos modernos (1936). Ante la incapacidad del fordismo para adaptarse a la crisis económica de los años setenta, surgen nuevas formas de organización del trabajo. El posfordismo responde a las exigencias creadas por un sistema económico muy dinámico y cambiante que introduce criterios de flexibilización técnica y social e institucionaliza la desregulación legal del uso de la fuerza de trabajo. Ha favorecido la creación de un nuevo sistema que combina el uso de nuevas tecnologías productivas (robotización*, inteligencia artificial) y propone estrategias de organización más flexibles. Un ejemplo del posfordismo es el toyotismo*.
Fracaso escolar. Situación del alumno que intenta alcanzar los objetivos mínimos planteados por el sistema educativo —los de la educación obligatoria—, falla en ello y se retira después de ser catalogado como tal. En el caso español, sufre fracaso escolar el alumno que no logra terminar la ESO y sale de ella con un certificado de haberla cursado, pero sin el título de graduado que acredita haberla superado. Cabe diferenciar la noción de fracaso escolar de carácter más genérico de la noción de abandono escolar más específica. Según Fernández Enguita (2010), abandono escolar sería el caso de todos los alumnos de entre 18 y 24 años que no han completado algún tipo de educación secundaria postobligatoria, reglada y ordinaria, lo que en el caso español quiere decir el bachillerato, los ciclos formativos de grado medio y, por supuesto, sus equivalentes anteriores: BUP, bachillerato superior, FP-I. En la Unión Europea el abandono escolar es un indicador equivalente a la noción de dropout en Estados Unidos. Tanto el fracaso como el abandono escolar están relacionados con la desigualdad de ingresos de las familias, y se considera que las tasas altas presagian una reducción de la movilidad social*.
Framing. Véase Encuadramiento.
Fuente de datos. Conjunto de datos que usa un investigador durante un proceso de investigación. Los datos primarios son un conjunto de datos que genera directamente el mismo investigador mediante alguna técnica de investigación. Por ejemplo, los resultados de una encuesta elaborada por el mismo equipo de investigación. Los datos secundarios son, en cambio, un conjunto de datos procedentes de otras fuentes (por ejemplo, la estadística oficial) que se utilizan durante el proceso de investigación.
Funcionalismo. Paradigma teórico que considera a la sociedad como un sistema complejo que tiende al equilibrio y a la estabilidad, y que ha tenido una gran influencia en el campo de las ciencias sociales. Su edad dorada se sitúa entre los años treinta y principios de los sesenta, pero el funcionalismo vio cuestionada su hegemonía con la emergencia de nuevas corrientes científicas, como por ejemplo el marxismo y el interaccionismo simbólico. Aunque los autores funcionalistas comparten un mismo paradigma teórico, existen notables diferencias entre ellos. El funcionalismo es heredero del organicismo social creado por el filósofo inglés Herbert Spencer. La sociedad, desde una perspectiva spenceriana, se parece a un cuerpo humano o a cualquier otro organismo vivo. Cada una de las partes de la sociedad es vista como si fueran los diferentes órganos de un cuerpo. Si se produce un cambio en una de las partes del cuerpo, esto también afecta a todo el cuerpo social en su globalidad. El funcionalismo, que también tiene como precedentes las obras Comte y Durkheim, alcanzó la máxima influencia con la obra de Talcott Parsons. El funcionalismo toma como unidad de análisis el sistema social, entendido como un conjunto interdependiente de elementos culturales y estructurales, que se capta como un todo. Lo esencial es que el sistema social funcione, es decir, que dé respuesta a las necesidades que regularmente se le presentan. Para ello, cada uno de los diferentes elementos debe cumplir su función de manera adecuada. Así, el sistema social, en su conjunto, alcanza una situación de equilibrio, orden y cohesión. Lo que Durkheim llamó el «consenso moral» de una sociedad viene a definir ese equilibrio existente entre las partes de ese todo social.
Funcionalismo sistémico. Paradigma teórico basado en la obra de Niklas Luhmann que considera que la totalidad de los medios de comunicación actúan de forma integrada en el marco de un sistema comunicativo diverso y complejo. El sociólogo alemán Luhmann es continuador de la obra parsoniana y sitúa la comunicación en el corazón del nuevo «sistema social». El planteamiento funcionalista aplicado a los estudios de la comunicación sostiene que los medios de comunicación, entendidos como un «subsistema social», promueven la integración del sistema social. El rol del periodista profesional es seleccionar, simplificar y jerarquizar las informaciones de actualidad para facilitar la comprensión del sistema social entendido como un todo. Al actuar como un sistema integrado, crece su poder de influencia a lo largo del tiempo, aunque esta sea difusa y difícil de precisar. Según Luhmann, la complejidad se produce por el constante proceso de diversificación funcional y por el incremento de subsistemas particulares progresivamente más especializados en funciones concretas.
Funciones latentes versus funciones manifiestas. Uno de los elementos centrales de la teoría de Robert King Merton (1910-2003) es la distinción que hace entre función y disfunción. Mientras una función es el papel que ejerce una institución dentro del sistema social, una disfunción es un desajuste provocado en el sistema social por el mal funcionamiento de un subsistema particular, cosa que puede crear perturbaciones y tensiones estructurales en todo el sistema. A la vez, Merton distingue de una manera muy sutil entre las funciones manifiestas y las funciones latentes. Las funciones manifiestas son las funciones propias de una institución que son previstas y reconocidas explícitamente por los individuos implicados en una determinada situación de la vida social. Las funciones latentes son funciones sociales que realiza, efectivamente, la institución, pero que no son previstas, ni reconocidas por los miembros del sistema social en que se producen. Por ejemplo, se supone que los centros educativos tienen como objetivo central (función manifiesta) la formación de los individuos, pero, a la vez, como función secundaria (función latente) se convierten en «parkings» donde las familias pueden tener «aparcados» a los niños y adolescentes en horario laboral.
Generación. Conjunto de personas que nacieron en una misma época y que comparten orientaciones, actitudes y formas de comportamiento diferenciadas de las de otras generaciones. No se trata de estructuras demográficas compactas o estáticas, sino solo de referentes culturales y simbólicos que identifican vagamente a los individuos socializados en unas mismas coordenadas temporales. Por su parte, una cohorte es un grupo de personas nacidas el mismo año o período y que están influidas por los mismos acontecimientos importantes, lo que las diferencia de otras cohortes.
Género y sexo. En sociología se suele hacer una distinción entre género y sexo. Mientras que el género se refiere a comportamientos aprendidos y transmitidos culturalmente, el sexo se refiere a los aspectos anatómicos y fisiológicos. El sexo condiciona el crecimiento y el desarrollo del individuo, y determina la diferenciación anatómica durante el desarrollo embrionario. El género no se refiere a los atributos físicos que distinguen a hombres y mujeres, sino a los rasgos que conforman culturalmente la masculinidad y la feminidad. La teoría queer sostiene que la identidad y la orientación sexual son el resultado de una construcción cultural y que por tanto no están determinadas por factores biológicos o genéticos. Sin embargo, no podemos negar la existencia de una base biológica (y genética) que condiciona al ser humano y su sexualidad. Las teorías feministas* centran su atención en la distribución desigual de poder* y de recursos entre hombres y mujeres. Consideran el género como una de las dimensiones fundamentales de toda organización social, una importante fuente de desigualdad adscrita y un componente básico de la estratificación social* y por ello cuestionan la separación clásica entre la esfera pública (trabajo) y la esfera privada (hogar) en la que se han basado muchos enfoques de la división social de los papeles sexuales. Tradicionalmente, los papeles sexuales eran concebidos como resultado de una «división natural del trabajo», que asignaba a las mujeres las responsabilidades domésticas y la educación de los hijos (trabajo reproductivo), mientras que para el hombre se reservaban las actividades profesionales en el ámbito público (trabajo productivo). Sin embargo, conviene distinguir analíticamente entre las diferencias sociales y biológicas entre hombres y mujeres. La división sexual de las tareas no es una consecuencia natural de las diferencias biológicas, sino que ha sido producto de la historia y, por tanto, se trata de una realidad socialmente construida y mantenida.
Gentrificación. Proceso de transformación de un área urbana relativamente degradada debido, sobre todo, a intervenciones urbanas y la llegada progresiva de grupos sociales de clase media o alta. El término (adaptado del inglés gentrification) fue acuñado por la socióloga Ruth Glass en 1964, describiendo lo que ocurría en el distrito londinense de Islington, donde familias obreras eran desplazadas por familias acomodadas. El proceso de gentrificación provoca la expulsión de los sectores más vulnerables del vecindario. Las clases populares pueden disminuir por el envejecimiento de la población, por el desalojo forzado provocado por las condiciones ruinosas de un edificio o por los cambios en el precio de la vivienda o las condiciones del alquiler. La gentrificación afecta generalmente a barrios céntricos que disfrutan de ciertas ventajas, como el estar situados cerca de polos de empleo. La gentrificación también provoca el cierre de las tiendas de comercio tradicional (que son sustituidas por tiendas de moda o por locales de restauración y ocio nocturno). El turismo* o «turistificación» no es la causa de este proceso, pero contribuye a su intensificación. Es un fenómeno que se está dando en el centro de muchas ciudades de Occidente, especialmente en Europa, invirtiendo la tendencia secular de sus clases dirigentes de trasladarse a barrios residenciales de la periferia, pues ahora vuelven a ocupar los centros urbanos.
Globalización. Los diversos procesos mediante los cuales las poblaciones humanas geográficamente dispersas establecen entre sí un contacto más estrecho y más directo, creando una única comunidad y haciendo realidad aquello que Marshall McLuhan pronosticó en 1967 como la «aldea global». Immanuel Wallerstein, con su teoría del «sistema mundo», es un precursor de la teoría de la globalización. Wallerstein sostenía que el sistema capitalista funcionaba a nivel transnacional, constituyendo un sistema mundial con un centro formado por países ricos, una periferia formada por los países pobres y una semiperiferia entre ambos. Una premisa fundamental del estudio de la globalización es considerar que el mundo es como un único orden social. La globalización ha sido descrita como la configuración del mundo como un todo. Según Anthony Giddens (2000), la globalización es una serie compleja de procesos que se producen simultáneamente en el ámbito económico, político, tecnológico, cultural y ecológico. La globalización, por lo tanto, es un fenómeno muy complejo que responde, cuando menos, a una suma de factores de cariz político, económico y cultural que incide en la vida de los ciudadanos de todo el mundo. La vida social está influida —cada vez más— por fenómenos producidos en contextos sociales alejados y ha comportado una aceleración de las relaciones sociales en todo el planeta y una intensificación de los intercambios. La globalización no es una novedad: es el resultado de un largo proceso histórico que va ligado al mismo proceso de modernización. El término globalización nació en la última década del siglo XX. La caída del Muro de Berlín en 1989 y el nacimiento de Internet son dos acontecimientos cruciales en este proceso. La extensión de las nuevas redes sociales y de las telecomunicaciones da un impulso extraordinario al proceso. También la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 1995, hizo posible la liberalización del comercio mundial y favoreció la liberalización económica. El nuevo centro neurálgico de las relaciones internacionales se ha desplazado hacia el Pacífico y China deviene una nueva potencia emergente. La influencia de Estados Unidos y de las potencias occidentales decae, mientras destaca, también, la emergencia de nuevas potencias económicas emergentes, como la India, destinadas también a tener un rol protagonista en el «nuevo orden mundial».
Globalismo. Visión de la mundialización desde una perspectiva exclusivamente económica. El globalismo es una concepción de carácter monocausal y economicista reductora de la pluridimensionalidad de la mundialización a la dimensión económica. Al hablar de globalización, sin embargo, no podemos ignorar la importancia de otros factores de carácter político y cultural que también inciden en el proceso de globalización. Es por este motivo que Ulrich Beck (1998) —en ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo— nos alerta del peligro de caer en el globalismo. Beck cuestiona la concepción fatalista de quienes pretenden reducir la globalización a su dimensión económica, bajo la errónea idea de que el mercado mundial relega o sustituye a la actividad política. El globalismo forma parte de la ideología* del neoliberalismo, que solo contempla la vertiente económica del proceso y considera que el mercado mundial está destinado a desplazar progresivamente a la política. Los excesos provocados por la aplicación de esta idea y la sumisión del ámbito de la política a la economía están en el origen de la crisis financiera iniciada el 2008.
Glocalización. Este término fue introducido por Ronald Robertson (1990) para referirse a las formas asimétricas de relación e interacción entre los procesos de carácter local (localización) y los procesos de carácter internacional (globalización). Ambos procesos avanzan paralelamente y son a la vez fuerzas impulsoras y formas de expresión de una nueva polarización mundial. La palabra glocalización deriva del término japonés dochakuka, que significa ‘localización global’. En términos comerciales, es la fabricación de productos globales, prácticas industriales y servicios para adaptarse a tradiciones y gustos culturales concretos. La globalización progresiva, es decir, la creación de un marco de referencia global, genera la necesidad de crear referentes concretos y próximos con los que los ciudadanos puedan identificarse. Clubes de fútbol como Liverpool, F.C. Barcelona o Juventus son símbolos locales y, al mismo tiempo, referentes mundiales.
Grupo de discusión. Técnica cualitativa con la que se trata de establecer una conversación cuidadosamente planeada y diseñada para la obtención de información de un área de interés determinada, en un ambiente permisivo, no directivo. El propósito de este procedimiento básicamente es plantear una discusión relajada y confortable para que los participantes pongan en común sus ideas y las puedan contrastar. Desde un punto de vista metodológico, el grupo de discusión destaca por su carácter abierto y por permitir al conductor del grupo salir del guion preestablecido y explorar desviaciones inesperadas. El análisis de los datos resulta complejo y se debe evitar extrapolar mecánicamente los resultados alcanzados en los grupos de discusión a la situación de la población en general.
Grupo de estatus. Véase Estilo de vida.
Grupos minoritarios. Grupos subordinados que tienen rasgos físicos o culturales que son menospreciados por los grupos dominantes. En sociedades estatales complejas, los miembros de los grupos minoritarios son conscientes de su posición de desventaja en la sociedad donde viven y a menudo asumen en cierto modo la idea que los grupos dominantes tienen de su identidad cultural.
Grupo de presión (lobby). Grupo de personas influyentes con intereses afines de tipo económico, político, ideológico o religioso que organizan una acción simultánea sobre los medios de comunicación, la opinión pública, los partidos políticos, la administración o el Gobierno en beneficio de sus intereses. Las acciones de los grupos de presión se iniciaron en Estados Unidos en el siglo XIX y se consolidaron en el siglo XX con la intención de influir en la toma de decisiones políticas. La actividad de lobista es pública y está reconocida oficialmente. Para ejercer como tal en Norteamérica se requiere de carnet de lobista.
Grupo primario y grupo secundario. Charles Cooley (1909), en Social Organization, propuso la división de los grupos sociales en primarios y secundarios. Un grupo primario es un grupo espontáneo, poco estructurado, generalmente no especializado y con pocos miembros unidos entre sí por razones afectivas o con relaciones de tú a tú entre sus miembros. Un ejemplo de grupo primario es la familia. La noción de grupo primario es cercana a la noción de la comunidad* de Tönnies y se contrapone a la noción de grupo secundario. Un grupo secundario es un grupo no espontáneo y relativamente numeroso cuyos miembros se comunican y relacionan mediante una organización central. Por ejemplo, una empresa o cualquier otra organización formal.
Habitus. Bagaje cultural que los individuos han adquirido a través de su experiencia y trayectoria vital. El habitus es como una segunda naturaleza de origen cultural que orienta las elecciones que toda persona hace relativas a la comida, al vestir, al mobiliario, a los espectáculos de que disfruta, etc. A la vez el habitus configura la manera de hacer del individuo: la manera de moverse, de hablar y el gesto. El habitus es producto del proceso de socialización* vivido por el individuo y está muy ligado a sus raíces sociales y familiares. En La distinción (1979) Pierre Bourdieu define el habitus como una manera de «hacer» y de «ser» interiorizada según la posición que la persona ocupa dentro del espacio social y que organiza la percepción de la realidad y orienta la generación de prácticas culturales y de representaciones. Por ejemplo, una joven de clase alta que viste ropa de marca, esquía, estudia diseño y tiene un notable dominio del inglés se distingue por un estilo de vida* muy sofisticado. Los agentes sociales que han crecido en unas determinadas condiciones ambientales han interiorizado una matriz de percepciones y de disposiciones similares que los llevan a pensar, sentir y actuar de una manera parecida. El habitus otorga una cierta armonía y coherencia a los estilos de vida de los grupos de estatus y de las clases sociales*.
Hecho social. Para Émile Durkheim, el objeto de la sociología es el estudio de los hechos sociales. Para el sociólogo francés, los hechos sociales son formas de pensar y de obrar, exteriores al individuo y que están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se le imponen. Se trata, por tanto, de aquellos elementos sociales, compartidos por la mayoría de miembros de la sociedad y que están por encima de sus propias decisiones individuales. Uno de los puntos más polémicos de Durkheim no tiene tanto que ver con su teorización y descripción del concepto, sino con su abordaje metodológico. En sus Reglas del método sociológico, al proponer que en la investigación social, «se debían tratar los hechos sociales como cosas» se nos presenta una perspectiva de conocimiento positivista que ha tenido mucha influencia hasta la actualidad. Considerar los fenómenos sociales como elementos del mundo natural permiten a Durkheim, por un lado, huir del subjetivismo en el análisis de los fenómenos sociales y, por otro lado, poder establecer leyes generales causales que podrían ofrecer modelos explicativos de los fenómenos sociales. Para otros autores, como John Searle (1997) en La construcción de la realidad social, no es lo mismo referirnos a hechos físicos brutos que a hechos sociales o institucionales, como el dinero, la propiedad o el lenguaje. En el caso de los hechos sociales o institucionales es algo más complejo. Los hechos institucionales requieren el uso del poder performativo del lenguaje, es decir, en palabras de Searle, «los trozos de papel construidos como billetes de dólar requieren todo un entramado social. Usar trozos de papel como billetes de dólar crea una clase de entidades que no pueden existir sin la práctica. Para que puedan usarse como medio de intercambio, las personas deben saber lo que son y para qué sirven dichos billetes. Y esa toma de conciencia no puede existir sin palabras u otros símbolos, aunque el símbolo en cuestión sea el objeto mismo».
Hegemonía cultural. Según Antonio Gramsci (1891-1937), las clases dominantes tienen una notable influencia en la configuración de los sistemas de ideas de una sociedad. La hegemonía cultural es una forma de dominación* que permite que las élites sociales ganen influencia mediante un proceso de liderazgo moral e intelectual que comporta el respeto y consentimiento de los grupos subordinados. La noción de hegemonía es especialmente apropiada para describir las formas de dominación características de las sociedades democráticas, que se ejercen, sobre todo, mediante la persuasión y no mediante el control, la fuerza y la represión. Los grupos hegemónicos consiguen que sus ideas sean las ideas dominantes y que sean aceptadas como la forma «natural» de entender la realidad. El dominio hegemónico es el producto de un proceso de lucha constante. La hegemonía se puede ganar y, también, se puede perder. Por consiguiente, no debemos sobrevalorar los mecanismos de poder* de las clases dominantes, ni despreciar los mecanismos de resistencia cultural de las clases subalternas.
Hibridación cultural. Formas culturales nuevas que son producto de la mezcla entre formas culturales de origen y procedencia diversa. Los contactos y las mezclas interculturales son una constante a lo largo de la historia. Sin embargo, la hibridación cultural se ha acentuado en el mundo globalizado a medida que se han intensificado los procesos migratorios o los intercambios económicos y se han extendido las TIC. García Canclini sostiene, en Culturas híbridas (1989), que la noción de hibridación cultural surge en relación con un conjunto de procesos en los que estructuras o prácticas sociales discretas, que existían de forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras y prácticas culturales.
Hipermodernidad. En Los tiempos hipermodernos, Gilles Lipovetsky (2006) se refiere a la aceleración de todos los factores constitutivos de la modernidad, especialmente aquellos propagados por la posibilidad que ofrecen actualmente los medios de comunicación y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El mundo hipermoderno se organizaría alrededor de cuatro procesos globales de aceleración, que son la base del proceso de cambio en el cual se encuentran las sociedades occidentales actuales: «hipercapitalismo», «hipertecnificación», «hiperindividualismo» e «hiperconsumismo». Ningún país es inmune a estas transformaciones culturales, actitudinales y de valores que conllevan los cuatro procesos.
Identidad personal. La identidad personal depende de la imagen que tenemos de nosotros mismos, pero también de la opinión que los demás forman de nosotros. Hablamos de identidad para referirnos al conjunto de rasgos propios, sentimientos e interpretaciones de uno mismo que el individuo va definiendo a través de su relación con los otros. La identidad tiene una gran importancia en la trayectoria personal. Por ejemplo, los adolescentes otorgan una importancia primordial a su imagen pública en las redes sociales, que generalmente es compartida con sus iguales. En las sociedades tradicionales, estas categorías son muy rígidas, puesto que existe poca movilidad social y, por lo tanto, las identidades están ligadas a una profesión, un lugar geográfico, un origen familiar o una red de parentesco concreta. En las sociedades complejas, la existencia de movilidad social permite al individuo reflexionar sobre quién es y (re)definir su identidad a medida que cambia su posición social. Un individuo que cambia su posición social es un ser reflexivo que cambia la idea de sí mismo. Las identidades personales son cambiantes y están sujetas a un proceso de alternación* frecuente.
Identidad primaria e identidad secundaria. Es útil distinguir entre identidad primaria e identidad secundaria (un concepto que está relacionado con la socialización primaria* y la socialización secundaria*). Las identidades primarias, como la identidad de género o la etnicidad, se forman en la infancia. Las identidades secundarias se constituyen a partir de las primarias, e incluyen los roles, las ocupaciones o los estatus sociales.
Identidad social. Conjunto de rasgos de un grupo o colectividad que lo caracterizan y diferencian frente a los demás. Las ciencias sociales conciben las identidades como históricamente constituidas, imaginadas y reinventadas, en procesos constantes de hibridación y transnacionalización que disminuyen sus antiguos arraigos territoriales. La perspectiva constructivista entiende la identidad como una construcción social compleja y dinámica, sujeta a constantes cambios. Sin embargo, la identidad social no se entiende como un elemento interior, privado y permanente del individuo, sino como un proceso constante de interacción social* en el cual el sentimiento de pertenecer a una categoría social se refuerza por el sentimiento de diferenciación respecto de los otros. En Grupos humanos y categorías sociales (1981), Henri Tajfel se interesa por las relaciones intergrupales y estudia cómo se configura la identidad de un grupo que tiene unas características singulares, diferentes y contrapuestas a las características de los otros grupos sociales. La psicología social describe, bajo el nombre de diferenciación categorial, las operaciones con las que los agentes construyen su percepción de la identidad, y en particular de los procesos de acentuación de las diferencias con el exterior del grupo (ellos) y de reforzamiento de los parecidos en el interior (nosotros). El hecho de pertenecer a un determinado grupo puede tener connotaciones positivas (prestigio) o negativas (desprestigio).
Identidad Trans*. Trans es un prefijo que significa ‘más allá’, ‘a través’, ‘al otro lado’. Se usa para crear palabras como «transcultural», «transmedia» o «transtextual», que caracterizan productos culturales que traspasan fronteras entre los medios de expresión, los géneros artísticos, etc. En el campo de los estudios de género, se refiere a la fluidez de la identidad de género y a las personas que se escapan del binarismo hombre-mujer o masculino-femenino. Por lo tanto, desborda el significado habitual de transgénero y, sobre todo, de transexual para fijarse en el tráfico, el trayecto, y no en el punto de origen y de llegada, como parece sugerir su sentido etimológico más antiguo: atravesar, traspasar. Lo encontramos escrito con un asterisco al final para subrayar la apertura del término.
Ideología. Conjunto de conceptos, creencias e ideales que sirven para explicar el mundo social como una realidad ordenada y coherente, pero que a la vez esconde intereses particulares y puede comportar una visión distorsionada de la realidad. Las ideologías responden generalmente a simplificaciones y esquemas parciales de la realidad. La palabra la acuñó el oficial de caballería y filósofo Destutt de Tracy en sus Éléments d’ideologie (1801-1815), donde la entendía como una ciencia de las ideas. Para Karl Marx y Friedrich Engels, las ideologías son formas de saber determinadas por intereses socioeconómicos o por creencias que pretenden estar en posesión de la verdad. La ideología siempre contiene un elemento que legitima al poder* instituido. La tradición sociológica arranca, sobre todo, de esta propuesta radicalmente polémica de Marx y Engels, quienes, en La ideología alemana (1845), definen la ideología como «un sistema filosófico basado en ilusiones acerca de la realidad, sistemas que expresan una falsa conciencia. [Sostienen] que la ideología es una conciencia de la realidad en la que los hombres y sus circunstancias aparecen al revés como en una cámara obscura. Y añaden que la ideología no se expresa solo en las doctrinas de los filósofos, sino que se encuentra en el sistema político, jurídico o religioso. Para Marx y Engels, la función de la ideología sirve para legitimar un orden social dado y permitir a las clases dominantes ejercer su poder sin el uso de la violencia física» (Giner, 2013). Karl Mannheim, en Ideología y utopía (1936), sostiene que ideología es cualquier pensamiento deformado por el deseo de conservar el actual orden social o restaurar el pasado. La ideología es la manifestación de los intereses creados o del programa de reacción. Para Mannheim, la ideología se contrapone a la utopía. El interés sociológico por el poder de las ideas se basa en el concepto foucaultiano de los discursos y sus efectos, lo que pone el foco en el análisis del uso del lenguaje, el habla y las fuentes documentales. Las nociones de hegemonía* de Antonio Gramsci y de violencia simbólica* de Pierre Bourdieu suponen una revisión y desarrollo de la noción original de ideología.
Ideología del don o ideología carismática. Tendencia a creer que las personas que triunfan socialmente tienen unas cualidades excepcionales, generalmente de origen genético, que garantizan el éxito social. Según Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron (2018), la ideología carismática ve la inteligencia como un don natural y no como una capacidad humana que es producto de un proceso de aprendizaje y de entrenamiento que depende, en buena medida, del capital cultural* familiar y de la trayectoria escolar del individuo. Los autores franceses aplican este concepto en el mundo escolar, donde de una manera más o menos inconsciente, impera una concepción esencialista que atribuye a los mejores alumnos un tipo de superioridad innata. En virtud de esta ideología, se tiende a negar sistemáticamente el nexo que existe entre la cultura* y la educación*. Gracias a la escuela, las diferencias sociales aparecen como naturales, puesto que la escuela actúa de filtro y consagra estas diferencias como si se tratara de diferencias de naturaleza. Los miembros de las clases dominantes tienden a justificar su situación de poder y privilegio, como si esta fuera una emanación directa de su talento. Charles Wright Mills señala —en Power, Politics and People (1963)— que las personas que tienen ventajas están poco predispuestas a creer que aquello que les pasa es producto, precisamente, de sus ventajas. Fácilmente se creen inherentemente dignas de aquello que poseen; en el fondo, se creen que son un tipo de élite natural; y, en realidad, piensan que sus posesiones y privilegios son extensiones «naturales» de su condición de élite.
Igualdad o igualdad social. Situación en la cual todos los miembros de la sociedad tienen las mismas oportunidades y comparten una serie de derechos básicos. Existen diferentes formas de igualdad, dependiendo de las personas y de su situación social particular. Por ejemplo, la igualdad entre personas de diferente sexo o la igualdad entre personas de diferentes etnias. La igualdad ante la ley es un principio jurídico que establece una serie de derechos, deberes y garantías comunes para todos los ciudadanos*. Se pretende evitar la desigualdad*, la discriminación* y eliminar los privilegios (derivados, por ejemplo, de títulos nobiliarios). Un régimen de igualdad supone que la aplicación de las leyes sobre los ciudadanos no está condicionada por el tipo de persona a la que se aplica ni depende de su condición social. La Declaración Universal de los Derechos Humanos señala en el artículo 7 que «todos (los seres humanos) son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley». En muchos países, el principio de igualdad ante la ley se contempla en la Constitución. Sin embargo, en la mayoría de estos países no existe una auténtica igualdad ante la ley, siendo en ocasiones un mero formalismo.
Igualdad de oportunidades. Circunstancia social en la cual la probabilidad de éxito personal no está condicionada por el origen social o familiar del individuo, sino por el esfuerzo y la capacidad individual. La igualdad de oportunidades está destinada a garantizar a todos los individuos las mismas oportunidades de desarrollar sus dones y sus capacidades, sea cual sea su origen social. La igualdad de oportunidades hace referencia al esfuerzo que hace una sociedad para que todos los individuos puedan satisfacer sus aspiraciones de prosperar en base al esfuerzo y al mérito individual (al margen de sus características adscriptivas como el género, la etnia, la familia o la clase social de origen). Este esfuerzo, por ejemplo, se puede traducir en políticas en el plan educativo que garanticen que todos los individuos partan de las mismas oportunidades en la parrilla de salida. En este sentido, una educación de calidad, pública y gratuita hasta los 16 años puede ayudar a hacer realidad este principio. La igualdad de oportunidades no es equivalente, obviamente, a la igualdad de resultados.
Ilusión de transparencia. Creencia de que la realidad se puede conocer fácilmente y de manera directa a través de los sentidos. El ser humano tiende a creer que su manera de ser es natural y que las cosas son como las vemos o las sentimos. Desde una perspectiva sociológica, debemos dudar de las observaciones que captan nuestros sentidos. Debemos evitar también caer en una percepción ingenua y equívoca de la realidad y debemos mantener una actitud de desconfianza hacia las ideas preconcebidas y los prejuicios, que proporcionan una concepción simplista del mundo social. Para vencer la ilusión de transparencia es preciso establecer la ruptura epistemológica*.
Indicador social. Instrumento estadístico que sirve para describir y medir el estado general o sectorial de la sociedad de un territorio y la eficacia de sus políticas sociales. Existen variables —como, por ejemplo, la edad— que se pueden medir y que sirven para calibrar cambios o establecer comparaciones, en el ámbito social, entre situaciones, grupos, territorios, o individuos diferentes. Los indicadores sociales hacen referencia y aportan datos muy relevantes sobre temas como la educación, la salud, la juventud, la tercera edad, etc. Por ejemplo, la esperanza de vida es el promedio de años que una persona de un determinado grupo de edad puede llegar a vivir. La tasa de mortalidad es un indicador que mide el número de muertes anual por cada mil habitantes; se trata, en este caso, de un tipo de indicador simple y relativamente sencillo de objetivar. No sucede así con conceptos, como calidad de vida o felicidad, más complejos de definir y más difíciles de medir.
Individualismo. Ideología que enfatiza la relevancia del individuo y de los intereses individuales en la vida social. Tal es el caso, por ejemplo, del individualismo liberal, que se centra en valores como la libertad individual o la libertad de elección. Este tipo de ideologías se oponen al colectivismo o al comunitarismo*, que confieren a lo común un valor superior a lo individual. Los comunitaristas consideran que la creciente fragmentación social y moral puede poner en riesgo la cohesión social*.
Individualización. Proceso que señala la creciente autonomía de los individuos en diferentes esferas de la vida social. La individualización es la expresión de la voluntad de cada individuo de elegir libremente su forma o estilo de vida, independientemente de las normas morales impersonales y de los sistemas de pensamiento establecidos. Según Ulrich Beck (1992), «la individualización puede ser descrita como un proceso por el cual los individuos se convierten en unidades reproductivas viables en la vida social, viniendo a desempeñar el antiguo papel de las familias en esta importante función desde tiempos inmemoriales. El individuo se ve así separado de sus vínculos y redes de apoyo tradicionales, pero los reemplaza por las limitaciones y controles del mercado de trabajo y otras agencias e instituciones secundarias». Mientras que en la sociedad preindustrial la familia* era sobre todo una comunidad de necesidad unida por una obligación de solidaridad, en el mundo contemporáneo ha cobrado protagonismo la lógica de unas vidas proyectadas individualmente. Así, la familia se está convirtiendo en una relación electiva y en una asociación de personas individuales. Recientemente, el término individualización se usa a menudo en el sentido de individualismo institucionalizado, en la medida en que gran parte de los derechos y prestaciones del Estado de bienestar están destinados más a los individuos que a las familias, y que en la gran mayoría de casos también presuponen tener una ocupación remunerada (Beck; Beck-Gernsheim, 2002). La forja de los individuos es el signo distintivo de la sociedad moderna. Mientras que el individualismo* es una ideología, y como tal valorada de forma muy distinta según las posiciones políticas de cada cual, la individualización es un proceso que puede describirse de forma más o menos objetiva, lo cual permite estudiar sus efectos.
Industrias creativas. El Gobierno de Reino Unido, en el documento Creative Industries Mapping Documents (1998), define las industrias creativas como aquellas que tienen su origen en la creatividad, las habilidades y el talento individuales, y que tienen un potencial para la creación de riqueza y puestos de trabajo mediante la generación y la explotación de la propiedad intelectual. Estas incluyen: «La publicidad, la arquitectura, el arte y las antigüedades, el diseño, la moda, el cine, los videojuegos, la música, las artes expresivas, la edición, el software, la televisión y la radio». La noción de industrias creativas ha sido criticada por poner el acento casi exclusivamente en el valor económico de los bienes culturales.
Infraclase. Grupo de individuos que se sitúan en el eslabón más bajo de la escala social, compuesta generalmente por individuos pertenecientes a minorías étnicas. La infraclase abarca una diversidad de grupos que viven en una situación de precariedad y marginación en el seno de las sociedades desarrolladas. Las condiciones económicas y el incremento del paro estructural provocan que muchas personas queden excluidas de la oportunidad de lograr un trabajo estable y unas condiciones de vida dignas. En algunos contextos, se ha dado en llamar trabajador pobre (working poor) al trabajador asalariado que tiene graves dificultades para llevar una vida digna con sus ingresos. Finalmente, cabe añadir conceptos como el de «superfluos» (Ulrich Beck) o el de «residuos» (Zygmunt Bauman) para referirse a aquellos colectivos humanos «prescindibles e innecesarios» para el «buen» funcionamiento de los sistemas económicos en un mundo globalizado.
Imaginación sociológica. La sociología es una disciplina de conocimiento que nace con la vocación de ser o de convertirse en una ciencia. Sin embargo, también es una forma de conciencia personal que nos permite conocernos mejor, a nosotros mismos y nuestra posición en el mundo. La sociología es una disciplina humanista. Aprender a pensar sociológicamente significa cultivar nuestra imaginación. La imaginación sociológica es, en cierto modo, una invitación a comprender lo que nos pasa, no tanto a partir de nuestros rasgos estrictamente personales (esto sería caer en el psicologismo), sino partiendo del contexto social en que nos ha tocado vivir. Se trata de aplicar una mirada distinta a las causas de nuestro devenir particular. Del mismo modo que estudiar historia permite entender mejor la evolución de un país a lo largo del tiempo, la imaginación sociológica permite comprender la biografía personal en el contexto social de nuestro tiempo. Los hechos de la historia contemporánea son a la vez hechos relativos a los éxitos y los fracasos de unas mujeres y unos hombres concretos que pueden sufrir las consecuencias en su piel. Dice Charles Wright Mills en la Imaginación sociológica (1959): «Cuando una sociedad se industrializa, el campesino se transforma en trabajador industrial, y el señor feudal se arruina o se hace empresario. Cuando una clase emerge o sucumbe, un hombre gana un puesto de trabajo o pierde el que tenía; cuando la tasa de inversión sube o baja, un hombre cobra nuevos ánimos o se arruina. Cuando estalla una guerra, un vendedor de seguros se convierte en lanzador de misiles; el dependiente de una tienda se hace analista de radar, una mujer se queda sola en casa; un niño crece sin padre. Ni la vida de un individuo ni la historia de una sociedad pueden entenderse la una sin la otra». La conciencia sociológica nos interpela y a menudo nos incomoda, ya que pone de manifiesto algunos factores concionantes de nuestra vida personal y, a menudo, permite poner en cuestión nuestra ilusión de libertad. A pesar de que a menudo nos mostramos confiados y muy seguros de nuestra capacidad de elección, no somos conscientes de hasta qué punto nuestras decisiones están condicionadas por las circunstancias que nos rodean, circunstancias que nosotros no hemos elegido y que, sin embargo, pueden condicionar el presente y marcar nuestro destino.
Inmigrante digital. Véase Brecha digital generacional.
Innovación. Proceso mediante el cual el ser humano introduce cambios y novedades que incorpora a su cultura*. Mediante la innovación los individuos tratan de resolver problemas nuevos o inesperados que les plantean sus vidas a la vez que intentan dotar de significado y coherencia sus universos personales y colectivos. La vida es esencialmente problemática y siempre crea situaciones nuevas que piden soluciones nuevas (Giner et al., 1996). Incluso las sociedades tradicionales y rutinarias tienen que afrontar la novedad con propuestas innovadoras. Por otro lado, las sociedades más abiertamente orientadas a la innovación —como lo son las occidentales— también valoran la tradición* y sacralizan sus mitos y símbolos heredados. Las sociedades modernas se basan en el cambio permanente y viven orientadas hacia el futuro. En el momento en que se inicia un proceso innovador se crean unas nuevas condiciones que inciden de forma decisiva en el surgimiento de nuevos interrogantes y de nuevas problemáticas que espolean a la vez un nuevo alud de innovaciones.
Innovación tecnológica. Introducción de nuevos productos y servicios, nuevos procesos, nuevas fuentes de abastecimiento o cambios en la organización empresarial, de manera continua y orientados al cliente, consumidor o usuario (Schumpeter, 1942). En las economías avanzadas, la innovación es el elemento clave que explica la competitividad de empresas y territorios.
Institución. Instancia social que proporciona mecanismos y maneras de hacer mediante las cuales las personas pueden seguir unas pautas de conducta modeladas socialmente. Un ejemplo clásico de institución es la familia; a pesar de que ha mutado su naturaleza, continúa siendo un elemento esencial de la vida social. Las instituciones organizan, ordenan y hacen posible la vida social. A grandes rasgos, las características de las instituciones son las siguientes: 1) tienen un origen y una génesis histórica de la cual son producto; 2) las instituciones permiten «rutinizar» la experiencia y procuran orden y estabilidad a la vida; 3) todas las instituciones presuponen un orden social jerárquico y unas relaciones de poder más o menos explícitas; 4) imponen unas normas o pautas de comportamiento a los individuos y aplican ciertos mecanismos de control; y 5) las instituciones generalmente intentan justificar o legitimar su existencia. La institución generalmente surge para atender u organizar alguna necesidad básica de la sociedad y adquiere un carácter orgánico y permanente. No obstante, en la modernidad líquida* muchas instituciones son frágiles y están expuestas a crisis recurrentes que ponen en riesgo su continuidad.
Institución total. Lugar de residencia o trabajo, como, por ejemplo, un hospital, una prisión o un barco, donde los individuos internos comparten la misma situación, permanecen aislados de la sociedad y mantienen durante el cierre una rutina diaria, administrada formalmente por una burocracia especializada. Según Erving Goffman (1922-1982), las instituciones totales impiden las relaciones sociales con el exterior mediante una barrera que a menudo es física, como puertas cerradas, paredes altas, alambres, acantilados, agua o bosques. El autor canadiense estudió este tipo de instituciones cerradas, refiriéndose sobre todo a establecimientos residenciales donde se organiza minuciosamente la vida cotidiana de los internos. Erving Goffman presenta la noción de institución total en Asylums (1961), un conocido ensayo basado en un trabajo de campo realizado entre 1955 y 1956 en el hospital psiquiátrico St. Elizabeth (Washington), que tenía ingresados más de siete mil internos. En el proceso de investigación, el autor trató de pasar desapercibido presentándose como ayudante del director de gimnasia, aplicando estrategias de investigación microsociológicas (muy cercanas a la etnología). Goffman pretendía conocer directamente la experiencia subjetiva de los internos. Consideraba que cualquier grupo estable desarrolla una conducta que deviene significativa y razonable. Goffman diferencia entre cinco tipos de instituciones totales:
1)Instituciones para cuidar a las personas consideradas incapaces e inofensivas: hogares para ciegos, ancianos, huérfanos o indigentes.
2)Instituciones para cuidar de personas que se consideran incapaces y suponen una amenaza (aunque no sea intencional): centros de tuberculosis, hospitales psiquiátricos o centros para leprosos.
3)Instituciones para proteger a la comunidad de lo que se considera un peligro intencionado: cárceles, centros penitenciarios, campos de prisioneros de guerra o campos de concentración.
4)Instituciones supuestamente establecidas para llevar a cabo una tarea parecida al trabajo: cuarteles del ejército, barcos, internados, campos de trabajo, complejos coloniales o grandes mansiones (para los sirvientes).
5)Espacios aislados del mundo y diseñados como retiros, a menudo como estaciones de entrenamiento religioso: abadías, monasterios, conventos y otros claustros.
La noción de «institución total» tuvo una gran influencia en las reformas institucionales de los años setenta que afectaron a prisiones, orfanatos, hospitales o manicomios y contribuyó también al surgimiento de la anti psiquiatría.
Intelectualidad. Conjunto de pensadores e ideólogos que ejercen la función de conciencia moral de un país, de una clase social o de un grupo político a través de una influencia directa o indirecta en la opinión pública. El uso generalizado de la palabra «intelectual» tiene su origen en el affaire Dreyfus, cuando Émile Zola publicó el 13 de enero de 1898, en Aurore, una carta dirigida al entonces presidente de la república francesa, Félix Faure, titulada J’accuse. La intelectualidad significa el compromiso de un grupo de personas procedentes de ámbitos profesionales diferentes y que utilizan la prensa para hacer pública su queja ante lo que consideran una injusticia. Desde entonces, dicho término se ha utilizado aplicado a una persona o bien a un colectivo de personas. Esto no quiere decir que antes del affaire Dreyfus no existieran intelectuales, sino que las personas que llevaban a cabo una función intelectual recibían el nombre de «pensadores», «sabios» o «filósofos».
Inteligencia colectiva. Forma de mejorar y maximizar el conocimiento y las capacidades cognitivas de un grupo, a partir de la colaboración y cooperación de los individuos que lo conforman. La inteligencia colectiva es un tipo de inteligencia que surge a partir de la concurrencia de muchos individuos que interactúan y comparten sus conocimientos y sus habilidades para resolver problemas comunes. El uso de dicho término se ha extendido y se ha visto impulsado por las nuevas redes sociales. Con la web 3.0 aparecen nuevas formas de relacionarse y de interactuar. La participación en la red se basa en el principio de que todo el mundo sabe algo o tiene algún tipo de habilidad que puede poner a disposición de los demás. La participación activa de los ciudadanos a través de las redes ha hecho posible la generación de conocimiento colectivo, mediante la colaboración y la deliberación conjunta. La Wikipedia, por ejemplo, es un producto de la inteligencia colectiva. Sus usuarios pueden ser lectores y, a la vez, productores de conocimiento puesto que tienen la oportunidad de generar y aportar nuevos contenidos a la red, colaborando entre ellos, compartiendo información, revisando los textos, corrigiendo o ampliando los contenidos ya existentes.
Interacción social. Proceso mediante el cual una persona actúa y reacciona en relación con otras personas. La interacción social generalmente se produce en las relaciones cara a cara entre los miembros del grupo que, de este modo, van definiendo o dotando de significado todo aquello que los rodea. Esta interacción también puede darse a distancia mediante las redes sociales. La interacción social requiere numerosas formas de comunicación no verbal, el intercambio de información y significados a través de expresiones faciales, gestos y movimientos del cuerpo. Un aspecto relevante de la comunicación no verbal es el de la expresión facial de las emociones. Norbert Elias sostiene que el estudio de la expresión de la cara muestra como los seres humanos han evolucionado de forma natural a lo largo del tiempo, pero ha sido la cultura la que ha marcado más dicha evolución. Desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, entidades como la sociedad, las instituciones, las clases sociales o la conciencia colectiva no son realidades abstractas e independientes de las interacciones sociales concretas que protagonizan los individuos. El comportamiento humano no es una simple reacción al entorno, sino un proceso interactivo de construcción del mismo. Esta idea se expresa con el conocido teorema de Thomas*, formulado en 1928 por William Isaac Thomas y Dorothy Swaine Thomas: «Aquello que es definido como real, es real en sus consecuencias». Este proceso es interactivo, puesto que la actividad individual solo es posible por el hecho de pertenecer a una comunidad de significación.
Interaccionismo simbólico. Paradigma teórico que concibe la sociedad como el resultado de multitud de interacciones interpersonales. El término fue propuesto por Herbert Blumer, en 1937, para referirse a la psicología social y la sociología que se había generado en la Escuela de Sociología de Chicago durante el período 1920-1935. La originalidad del interaccionismo simbólico radica en considerar la acción recíproca de las personas como el fenómeno social básico, y creer que esta interacción se hace patente mediante una serie de signos. George Herbert Mead (1863-1931) estudia cómo se producen los fenómenos a partir de las estructuras de interacción intervenidas por el lenguaje o los símbolos. Considera que no podemos intentar comprender —como hacía el conductismo— el comportamiento humano como una simple reacción a los estímulos externos. Desde esta perspectiva microsociológica, el objeto de estudio de la sociología es la sociedad, entendida como un gran complejo de relaciones humanas, o dicho en lenguaje más técnico, como un sistema de interacciones. Mead, en Espíritu, persona y sociedad (1934), desarrolla unos conceptos que sirven para explicar la construcción social de la persona. Las personas producen sus propios significados y definiciones de las situaciones a partir de la interacción con los demás.
Interculturalidad. Conjunto de relaciones de contacto y de intercambio entre culturas diferentes. La interculturalidad no debe entenderse solo como el contacto entre dos o más culturas en relación, sino como un proceso de interacción en el que estas culturas se constituyen a la vez que se comunican. Más que un área específica de conocimiento es una perspectiva mediante la cual se puede reflexionar en torno a la diversidad de referentes, de significados y de relaciones que se extienden al conjunto de la humanidad. El interculturalismo significa diálogo cultural e implica reconocer la diversidad sin caer en el relativismo y sin renunciar a la dignidad de cada cultura. La comunicación intercultural es un tipo de comunicación interpersonal que se produce entre miembros de diferentes culturas que conviven de forma pacífica y respetuosa dentro de una misma sociedad. Esta también puede hacerse extensiva a la comunicación que existe entre diferentes pueblos con diferentes sistemas socioculturales que entran en relación.
Legitimidad. Grado de aceptación y reconocimiento que merece la autoridad. La legitimidad implica la existencia de un consenso suficiente entre la ciudadanía*. Según Max Weber, la legitimidad tiene una dimensión subjetiva, de manera que un gobierno legítimo para unos puede ser percibido también como ilegítimo o tiránico para otros. La legitimidad es frágil: es difícil de ganar y fácil de perder. Conseguir la legitimidad es un reto para cualquier poder establecido que pretende consolidarse y perpetuarse en el tiempo. Finalmente, se debe distinguir entre legitimidad y legalidad: lo legítimo no siempre es legal, y tampoco lo legal es necesariamente legítimo.
Liberalismo. Véase Mercado o Régimen de bienestar.
Macdonalización. Principio de organización del trabajo basado en las características de un conocido restaurante de comida rápida presente en todo el mundo y que conlleva la uniformización de los procesos productivos a escala global. El proceso de racionalización* de las sociedades no se basa estrictamente en el modelo burocrático (como defendía Max Weber), sino en el de las empresas de comida rápida. George Ritzer, en su libro McDonaldization of Society (1995), considera que dichas compañías se han convertido en el paradigma de un nuevo modelo organizativo. Los principios que mueven a esta cadena se están extendiendo al resto de esferas de la sociedad. Ritzer describe los componentes fundamentales de la macdonalización: eficiencia (emplear el método más eficaz y directo para cumplir una tarea); cálculo (emplear los recursos exactos para alcanzar los objetivos marcados); uniformidad y predictibilidad (todos los establecimientos ofrecen el mismo producto); y automatización (los protocolos y las pautas de trabajo de los empleados son muy estrictos).
Medicalización. Proceso por el cual las ciencias biomédicas intervienen en eventos naturales y fenómenos socioculturales y los redefinen. Actualmente existe una tendencia creciente a poner etiquetas médicas o psiquiátricas a lo que se consideran comportamientos desviados o moralmente indeseables, entendiendo que la medicina, la psiquiatría y las ciencias biomédicas en general son disciplinas científicas competentes y capaces de solucionar todo tipo de problemas sociales*, reconociéndolos como patologías (por ejemplo, el alcoholismo, el vandalismo, la disidencia política, la hiperactividad, etc.). El consumismo y la «cultura del bienestar» en los países desarrollados ha generado necesidades crecientes por parte de una población que mantiene una disposición pasiva y que confía la solución de sus problemas a técnicos y especialistas. El término medicalización también lo utilizan los críticos de la medicina moderna, que sostienen que los profesionales de la salud tienen una influencia social y política creciente y que tienden a sobrepasar su campo de competencia estricto y ocupar cada vez más ámbitos sociales. Un elemento de este poder proviene de la capacidad de los profesionales de la salud para definir exactamente la enfermedad y la salud*.
Memoria colectiva. Recuerdos colectivos que perviven en la sociedad y que son transmitidos por un grupo social o por el conjunto de la sociedad. Los recuerdos compartidos son creados y recreados a lo largo del tiempo, incluso pueden ser inventados. En una sociedad plural y democrática coexisten diversas memorias compartidas. La noción de memoria colectiva acuñada por Maurice Halbwachs (1877-1945), en su obra La mémoire collective (1950), es deudora de la noción de conciencia colectiva* de Durkheim. Dicho concepto tiene relación con «el mundo dado por supuesto» de los constructivistas sociales o lo que Habermas, dentro del mundo de la vida, denomina un acervo de saber a problemático, es decir, de convicciones de fondo que se suponen garantizadas para los participantes en una interacción, y que no tienen que cuestionar continuamente. Se trata de un componente de confianza básica que tienen todas las personas que interactúan dentro de una comunidad*. Pero no se trata solamente de construcción social, sino de apropiación y reapropiación. La noción de memoria colectiva está relacionada con la opinión pública* y con la forma en que determinados grupos se apropian o condicionan aquello que se ha de recordar o valorar histórica o culturalmente.
Mercado. Lugar físico o virtual donde se realiza la compra-venta de bienes y servicios. En la ciencia económica, un mercado es un mecanismo o acuerdo mediante el cual los vendedores y los compradores pueden intercambiar productos, servicios o cualquier objeto de valor. El liberalismo económico considera que el mercado es un sistema autorregulado y eficiente de distribución de recursos, ya que, en palabras de Adam Smith, existe una «mano invisible» capaz de armonizar los intereses de productores y consumidores. Como ya vaticinaron autores clásicos como Marx o Weber, la noción de mercado es fundamental para la sociología. Algunas críticas que ha realizado Karl Polanyi, en La gran transformación: Crítica del liberalismo económico (1944), son todavía vigentes. Polanyi pone de manifiesto los desequilibrios sociales que genera el mercado y considera una ilusión que el mercado pueda autorregularse espontáneamente, libre de las «interferencias» del Estado. En las «sociedades de mercado», el mercado tiende a regular todo tipo de relación social. El mercado, como uno de los elementos centrales del capitalismo*, está gobernado por la teoría de la oferta y la demanda. Según el número de competidores existentes dentro de este espacio podemos hablar de mercado de competencia perfecta, oligopolio, duopolio o monopolio. La competencia perfecta es una situación de mercado caracterizada por un número elevado de compradores y vendedores, un producto homogéneo, una información completa y la ausencia de barreras de entrada, donde la interacción entre oferta y demanda determina el precio de los bienes. El monopolio es el sistema de mercado en que la oferta de un producto se reduce a un solo vendedor. El duopolio es el sistema de mercado en que la oferta de un producto se reparte entre dos vendedores. El oligopolio es un sistema de mercado en que la oferta de un producto se reparte entre varios productores, que pueden pactar determinados precios de referencia.
Mercado de trabajo. Espacio de intercambio en el cual coinciden las demandas de trabajo (ofertas de empleo) que realizan las empresas y las ofertas de trabajo (demanda de empleo) de las personas que aspiran a un puesto de trabajo. El equilibrio de mercado determinaría el nivel de empleo y el salario (que es el precio del mismo). Pero el mercado de trabajo no se puede contemplar solo como un mecanismo económico, es también una institución* que condiciona el nivel de ingresos y la posición que ocupa el individuo en la sociedad. En el capitalismo, las relaciones entre trabajadores y empresarios responden a una lógica mercantil. Sin embargo, desde el punto de vista del trabajador, la situación es muy particular, ya que este dedica una parte substancial de su tiempo (y de su vida) al trabajo y se preocupa por mejorar las condiciones laborales y las oportunidades profesionales.
Meritocracia. Sistema social en el cual la posición social de las personas en la estructura ocupacional es producto esencialmente del esfuerzo y del talento individual. Un régimen meritocrático está regido por el principio de la igualdad de oportunidades*. El éxito social no depende de la herencia ni de las relaciones sociales, ni siquiera del azar. El estatus social* se consigue a partir de los méritos en términos de criterios universales de logro (no mediante criterios de edad, sexo o riqueza heredada). Las sociedades con un régimen meritocrático, sin embargo, no son igualitarias. Las desigualdades que se generan en ellas son producto de una competición igualitaria. Una meritocracia perfecta es una utopía, pero las sociedades siempre son más o menos meritocráticas. El ideal meritocrático se enfrenta al problema de garantizar una medida objetiva del talento que sea independiente de las ventajas heredadas. Generalmente son la escuela y la universidad lo que garantiza un proceso de selección objetivo y eficiente. No obstante, algunos autores se muestran críticos con la concepción meritocrática. Así, Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron (2018), en La reproducción, consideran que una de las principales tareas tácitas del sistema educativo en las sociedades capitalistas avanzadas es la de reproducir las desigualdades de clase. El funcionamiento del sistema educativo —como un sector institucional autónomo— contribuye a la reproducción de la estructura de desigualdad social y, al mismo tiempo, a hacerla legítima, al presentarla (o hacerla aparecer) como una estructura esencialmente democrática y ser el resultado de un proceso marcado, precisamente, por criterios meritocráticos.
Metodología. Proceso de trabajo mediante el cual podemos explorar un tema que es objeto de estudio. Cuando definimos la metodología, no nos referimos, únicamente, a las técnicas o herramientas de recogida de datos, sino también a la conceptualización, la exploración y una cuidadosa adecuación de los procedimientos de análisis al objeto de la investigación. No podemos confundir, pues, la metodología (en singular) con los métodos (en plural) de investigación que utilizamos. Para cualquier explicación sobre la metodología debemos intentar establecer un equilibrio entre la orientación y una explicación detallada de las técnicas a utilizar. Por otro lado, a pesar de la división que se produjo durante décadas entre aproximaciones positivistas, que utilizaban técnicas cuantitativas, y aproximaciones comprensivas, que utilizaban técnicas cualitativas, se puede sostener que dicha división actualmente no tiene mucho sentido en el campo de la investigación social.
Metodología (triangulación metodológica). Uso combinado de diferentes metodologías en la realización de un trabajo de investigación que permite mejorar la comprensión de un fenómeno concreto al disponer de datos diversos obtenidos mediante diferentes procedimientos y, así, evitar los riesgos y las deficiencias que conlleva utilizar un solo método de recogida de datos. La triangulación metodológica supone la complementación obtenida a partir de técnicas de diferentes tipos, lo que nos permite una visión más global e integral de la realidad que es objeto de estudio. Las técnicas cuantitativas como, por ejemplo, la encuesta*, facilitan el conocimiento de las grandes tendencias de la realidad social mediante indicadores* u otros instrumentos estadísticos. Proporcionando una visión estadística de la magnitud del problema, se facilita un análisis detallado de las diferentes variables seleccionadas para realizar la investigación. Pero puede, a veces, resultar difícil reflejar mediante cifras la vida cotidiana. La perspectiva sociológica, se interesa también, en clave weberiana, por el sentido que los actores otorgan a sus acciones y los procesos mediante los cuales construyen en la imaginación sus mundos sociales. Las técnicas cualitativas —por ejemplo, la entrevista*, la observación participante*, la etnografía y el análisis del discurso— tienen por objeto, sobre todo, el estudio de la significación subjetiva de la acción social.
Microsociología y macrosociología. Al tratar la perspectiva sociológica, es útil distinguir una visión microsociológica y una visión macrosociológica. La microsociología investiga la sociedad a partir de las interacciones que tienen lugar en sus unidades básicas, como, por ejemplo, la familia, la escuela, etc. Por su parte, la macrosociología es una rama de la sociología que investiga grandes comunidades, instituciones y estructuras sociales generales. La orientación macro estudia, por ejemplo, las clases sociales, los conflictos, las revoluciones, los sistemas de transportes y telecomunicaciones, las grandes migraciones, los movimientos sociales o las formas de dominación política. La tradición teórica en sociología ha generado perspectivas teóricas que han potenciado acercamientos de tipo macrosociológico, como el conflictivismo*, el funcionalismo* o el estructuralismo. En cambio, otras perspectivas, como el interaccionismo simbólico, han generado análisis de tipo microsociológico. No obstante, aunque son tipos de análisis que tienen un alcance diferente, se trata de dos enfoques que pueden ser complementarios.
Migración. Movimiento de personas de una región geográfica a otra. La inmigración es la llegada a un país para establecerse en él, mientras que la emigración es abandonar un país para establecerse en otro lugar. Tomados en conjunto, los patrones migratorios dependen generalmente de la existencia de ciertos vínculos entre los países de origen y los países de destino, pero también pueden ser fruto del azar o la desesperación cuando se producen desplazamientos de masas de refugiados huyendo de la guerra o de la persecución política. Las migraciones pueden ser motivadas por razones socioeconómicas, políticas o medioambientales. Las migraciones se pueden clasificar según su duración (definitivas o temporales) y atendiendo al destino (externas o internacionales e internas o nacionales). La intensificación de los movimientos migratorios, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, ha convertido la inmigración en un problema social* y político de primer orden.
Moda. Conjunto de gustos y usos de una época, que experimentan una transformación rápida y permanente y que se concretan especialmente en los vestidos, muebles, adornos, etc. En un sentido más amplio, se aplica también a las tendencias ideológicas, las manifestaciones lingüísticas, las formas de convivencia y los usos culturales. Aunque afecta principalmente a las facetas más superficiales, la moda llega a influir en el conjunto de la vida social y en los estilos de vida*. Como sostiene René König en Sociología de la moda (2003), la moda se produce al mismo tiempo en un nivel profundo y en un nivel superficial de la naturaleza humana. En la historia europea, la moda se inicia cuando se desintegra el feudalismo y se establecen vías de comunicación entre las ciudades nacientes. El deseo de distinguirse dentro de la sociedad burguesa incipiente desempeña un papel fundamental en la extensión del fenómeno. A lo largo de la historia la moda aparece como uno de los grandes principios de transformación social. A pesar de su carácter discontinuo, la moda constituye un tipo de comportamiento que se encuentra en la línea del hábito y la costumbre. La presión del ambiente impele a los seres humanos a adaptarse a las innovaciones que la moda impone. Toda moda necesita de unos ámbitos o escenarios donde sea posible dar a conocer las novedades. Los medios de comunicación y las redes sociales tienen una responsabilidad cada vez mayor en su difusión.
Modernidad. Proceso histórico de gran alcance que ha comportado cambios radicales en la vida social y una ruptura con las formas de vida tradicional. Con el advenimiento de la modernidad se ha producido el paso de las antiguas comunidades de «carácter simple» a sociedades modernas de «carácter complejo». En Europa occidental, estos procesos históricos se produjeron, sobre todo, a finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX (después de la Revolución Francesa y hasta la Primera Guerra Mundial). La modernidad es fruto de una serie de trasformaciones sociales que se producen paralelamente (aunque no siempre tienen un carácter armónico): la Revolución Industrial; la caída de los regímenes absolutistas y la formación del Estado moderno; la concentración urbana y el desarrollo de una potente red de transportes y telecomunicaciones; el auge de la ciencia*, la pérdida de influencia política de la religión (secularización*) y el descrédito de la tradición. La modernidad también supuso la entronización de una serie de valores —como libertad y racionalidad— provenientes de la tradición ilustrada. La sociología es una disciplina moderna que nace para dar respuesta a los desafíos que comporta la modernidad. A pesar de que escogieron diferentes conceptos para caracterizar este proceso de transformación social, la mayoría de los autores clásicos —Henri de Saint-Simon, Alexis de Tocqueville, Karl Marx, Émile Durkheim, Max Weber y Georg Simmel— intentaron explicar, en su obra, este proceso de mutación histórica que hoy llamamos el advenimiento de la modernidad.
Modernidad líquida. Según el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, la metáfora de la liquidez es la más adecuada para aprehender la naturaleza de la fase actual de la modernidad, caracterizada por la disolución de los vínculos sociales y los compromisos sólidos entre las elecciones individuales y las acciones colectivas. Hemos vivido el tránsito de una sociedad fuertemente institucionalizada (basada en valores sólidos, repetitivos y perennes) a una sociedad en la que predominan estructuras sociales más volubles, flexibles y menos perdurables en el tiempo. Las instituciones sociales pierden prestigio y autoridad. Estas estructuras e instituciones sociales dejan de ser marcos de referencia seguros y estables. En la «sociedad líquida» las condiciones de actuación de sus miembros cambian constantemente. El advenimiento de la modernidad líquida obliga a repensar los viejos y gastados conceptos de la sociología.
Modernidad tardía. Fase de la modernidad en la que se subrayan elementos específicos de la modernidad, como son el desarrollo de la conciencia de riesgo, un sentido de cambio continuo, una mayor reflexividad y la transformación de las formas de poder tradicional. La modernidad tardía comporta un relajamiento de las normas heredadas de la tradición y obliga a los individuos a reflexionar constantemente sobre sus propias vidas e identidades.
Movilidad social. En una sociedad capitalista, formada por clases sociales, la mayor parte de los individuos aspiran a mejorar su posición o condición social. Al hablar de movilidad social nos referimos a los movimientos o desplazamientos que efectúan los individuos, las familias, o los grupos dentro de un determinado sistema socioeconómico. El concepto de movilidad social se refiere a la facilidad con que una persona (o un grupo) puede mejorar (movilidad ascendente) o empeorar (movilidad descendente) su estatus* o su posición en la estructura social. Cuando en una sociedad el ascensor social esta averiado y la movilidad social es escasa, existen pocas posibilidades de que alguien mejore su situación socioeconómica en relación con los demás (independientemente de su capacidad individual). Una sociedad estancada es una sociedad que no reconoce el esfuerzo, ni castiga la desidia y ofrece pocas oportunidades de progresar. Es una sociedad donde el destino de los individuos viene predeterminado por su origen familiar. Por otro lado, una sociedad móvil es una sociedad donde en principio todo el mundo tiene la oportunidad de progresar, especialmente si impera el principio de igualdad de oportunidades*. Se trata de una sociedad meritocrática en la cual el estatus socio-profesional de los individuos es producto del mérito y del talento individual y, por tanto, no depende de criterios de edad, sexo o riqueza heredada. Cuando analizan la movilidad vertical, los sociólogos estudian las trayectorias educativas y profesionales de los individuos y comprueban en qué medida su posición alcanzada difiere de la de sus padres. Dos factores importantes que condicionan actualmente la movilidad social en las sociedades desarrolladas son el capital humano* y la formación recibida.
Movimientos sociales. Conjunto de acciones colectivas encaminadas a la reorganización, reforma o transformación social. En una fase inicial, un movimiento social se caracteriza por un escaso grado de institucionalización. Surge de una protesta social más o menos espontánea contra agravios específicos o de carácter general, pero a lo largo del tiempo algunos movimientos sociales inician un proceso de institucionalización. Los movimientos sociales suelen comportar ciclos divididos en fases. En primer lugar, está el fermento social, cuando las personas están inquietas por la existencia de un problema o de un conflicto latente, pero su actividad está poco definida y organizada. Esta fase desemboca en una segunda etapa de exaltación pública, en que cristalizan los motivos de la preocupación o de la insatisfacción popular. En la tercera fase se crean organizaciones formales que coordinan el movimiento emergente. El movimiento se institucionaliza y es aceptado como parte de la vida política de la sociedad. El movimiento obrero constituye el mejor ejemplo de movimiento social clásico. Se trata de organizaciones formales que generalmente tienen un ideario bien definido, una estructura jerárquica y un liderazgo claro. Marx señaló y profetizó el papel central del movimiento obrero en la sociedad industrial. Posteriormente, la sociedad «postindustrial» ha favorecido la aparición de nuevos movimientos sociales de carácter reivindicativo dirigidos por nuevos actores con objetivos específicos. Podemos destacar, por ejemplo, el feminismo*, el movimiento estudiantil, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, el pacifismo, etc. Según Alain Touraine, la estructura y el perfil de cada movimiento se configura a partir de la combinación de tres elementos básicos: a) la identidad propia (o autodefinición); b) la identificación de un adversario (basado en el principio de oposición), y c) el principio de totalidad del movimiento (su objetivo respecto a la sociedad). De ello dependen las orientaciones de su acción y las repercusiones sociales de las mismas. Algunos movimientos tienen un carácter específico (o monotemático) como, por ejemplo, el movimiento de gais y lesbianas. Otros alcanzan un carácter más generalista, como el altermundismo* que tiene como lema «otro mundo es posible» y que plantea una crítica radical al modelo capitalista neoliberal.
Movimientos sociales (nuevos). Movimientos sociales surgidos en la segunda mitad del siglo XX a raíz de una movilización de protesta social más o menos espontánea contra agravios específicos (como, por ejemplo, la discriminación de género y la violencia sexista, la guerra de Irak o el cambio climático). Podemos añadir el movimiento LGTBI, el pacifismo, el ecologismo*, el movimiento okupa, etc. Su diversidad y heterogeneidad dificultan una definición genérica. Estos movimientos plantean inicialmente un tipo de organización de carácter más o menos asambleario consecuente con la organización social que promueven. A medida que el movimiento crece y se consolida, se generan formas de organización más estables y formales, como ha sucedido, por ejemplo, con el movimiento ecologista en Alemania, que se ha consolidado como partido político. Los nuevos movimientos sociales, en general mantienen un carácter más informal, una estructura horizontal y unas formas de actuación imaginativas, muy vinculadas al uso de las redes sociales. Estos movimientos ponen de manifiesto la incapacidad o falta de voluntad de las organizaciones tradicionales —partidos políticos o sindicatos–, para hacer frente a los nuevos retos sociales. En general, se muestran críticos con la democracia representativa* y propugnan formas de participación directa. Los nuevos movimientos sociales difieren de los movimientos sociales clásicos, ya que no tienen como objetivo central la conquista del poder. Desarrollan nuevas formas de acción colectiva* que tienen por objeto cambiar algún aspecto sustancial de la sociedad en la que actúan. El objetivo de estos movimientos sociales es generar un estado de opinión favorable a sus causas mediante diversas formas de protesta que acaparan la atención mediática. Paradójicamente, el éxito de estos movimientos, como sucedió, por ejemplo, con el movimiento de objeción de conciencia, que consiguió la supresión del servició militar obligatorio, puede hacer replantear el sentido de su continuidad.
Mundo de la vida. Véase Memoria colectiva.
Nación. Grupo humano consciente de formar una comunidad que comparte una cultura común, que está ligado a un territorio claramente delimitado, que tiene un pasado común y un proyecto colectivo para el futuro (Guibernau 2009). La identidad nacional es un sentimiento colectivo asentado en la creencia de pertenecer a la misma nación y de compartir muchos de los atributos que la hacen distinta de otras naciones. La identidad nacional es un fenómeno moderno de naturaleza fluida y dinámica. La conciencia de formar una nación puede permanecer constante durante largos periodos de tiempo, por los elementos sobre los que ese sentimiento se basa pueden variar. En la ciencia política se tiende a identificar Estado* con nación, pero el binomio de Estado-nación no siempre se da. Existen naciones sin Estado propio. Una nación sin Estado es una comunidad que mantiene una identidad cultural, una historia común y una fuerte implantación en un espacio territorial. Existen casos, como por ejemplo Kurdistán, que ha sufrido una diáspora y cuya población, de casi treinta millones de personas, se encuentra dispersa por territorios de Turquía, Siria, Irán e Irak. Se pueden mencionar también los casos de Cataluña, País Vasco, Quebec, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, naciones que forman parte de un Estado plurinacional, donde no siempre se reconoce la pluralidad.
Nacionalismo. Doctrina política basada en la creencia de que los pueblos del mundo se dividen en naciones y que sus ciudadanos pueden ejercer el derecho de autodeterminación, ya sea como unidades dotadas de autogobierno dentro de Estados nación existentes o como Estados nación soberanos. La literatura especializada distingue entre nacionalismo étnico y nacionalismo cívico. En el nacionalismo étnico, la «nación» viene definida en términos de una etnia. Esta concepción se basa en que las naciones son determinadas por una «herencia compartida», la cual usualmente incluye la herencia lingüística, una religión común, una «herencia genética común» y «ancestros genéticos comunes». El nacionalismo étnico presenta la pertenencia a la comunidad nacional como algo dado o que es atribuible. El nacionalismo cívico considera que los individuos se constituyen voluntariamente en colectividad (Keating, 2001) y sostiene que la nación está compuesta por todos aquellos —sea cual sea su raza, color de piel, credo, género, lengua o etnia— que abrazan el credo político de la nación. Si dicho tipo de nacionalismo recibe el nombre de cívico es porque concibe la nación como una comunidad de ciudadanos iguales y titulares de derechos, unidos en una adhesión patriótica a un conjunto de prácticas y valores políticos compartidos. Este tipo de nacionalismo es necesariamente democrático, ya que otorga la soberanía al conjunto del pueblo. Según el credo del nacionalismo cívico, lo que mantiene unida la sociedad no son unas raíces comunes, sino la ley. Al suscribir un conjunto de procedimientos y valores, los individuos pueden conciliar su derecho a modelar sus propias vidas con su necesidad de pertenecer a una comunidad. Frente al nacionalismo étnico, el cívico es fruto de la empresa colectiva de sus miembros, pero hunde sus raíces en la aquiescencia o consentimiento individual antes que en la identidad atribuible o adscrita.
Narcisismo. Satisfacción de sí mismo, complacencia excesiva en las propias cualidades o acciones. La psicología considera narcisista a una persona egocéntrica y obsesionada por su propia imagen. El narcisismo se considera una patología que da lugar al llamado trastorno narcisista de la personalidad, con el que la persona demuestra una necesidad de atención y admiración desmedida y una notable falta de empatía por los demás. El origen del término se remonta al mito griego de Narciso, un joven atractivo e insensible al amor de las mujeres que murió ahogado al quedar deslumbrado por la belleza de su rostro reflejado en el agua de un estanque. En Narcicismo y cultura moderna, Richard Sennett (1980) se refiere a la «cultura del yo» y a la obsesión creciente por la subjetividad individual y su expresión social. El individualismo y las nuevas formas de hedonismo (cuidado del cuerpo, búsqueda de satisfacción y placer inmediatos) son expresiones relacionadas con la pulsión narcisista de nuestro tiempo. La imposición de ciertos cánones estéticos vinculados a la moda o determinados modelos de belleza también lo fomentan. Parece que la moda de los selfies, especialmente por parte de los adolescentes, ha convertido las redes sociales en el espacio natural de expresión del narcicismo contemporáneo.
Nativo digital. Véase Brecha digital generacional.
Nivel de vida. Grado de comodidad material al que un individuo o grupo aspira o que puede obtener. Esto comprende no solamente los bienes y servicios adquiridos individualmente, sino también los productos y servicios consumidos colectivamente, como los suministrados por el servicio público y los gobiernos. Un nivel de vida determinado por una colectividad, como los habitantes de un país, debe examinarse críticamente en términos de sus valores constituyentes. Si el valor medio se incrementa con el tiempo, pero a su vez crecen las desigualdades sociales, podría crecer el grado de conflictividad social y aumentar la inseguridad. El concepto de calidad de vida, nacido en la década de 1970 y complementario a la noción de nivel de vida, considera al mismo tiempo los aspectos objetivos y subjetivos del bienestar social. La calidad de vida mide el grado de satisfacción de una persona respecto a sus condiciones de vida, determinado a partir de la escala de valores, las aspiraciones y las expectativas personales en los ámbitos de la vida personal, familiar y social.
Neutralidad valorativa. Regla metodológica que tiene como propósito principal conseguir que el científico ejerza un mayor autocontrol sobre sus prejuicios y sus valores de partida en el campo de la investigación. Max Weber sostiene que alcanzar la neutralidad valorativa es un reto esencial de todo científico social.
Norma social. Criterio de conducta y de interacción social considerado necesario o aceptable en un determinado lugar y momento del tiempo. Las normas sociales indican las formas establecidas y aprobadas de hacer las cosas y reflejan los valores, la cultura y los ideales de un grupo social dominante o de una cultura determinada. Una norma prescribe un determinado tipo de comportamiento o lo prohíbe. El desempeño de las normas es básico para un buen funcionamiento de la sociedad. Cualquier conducta desviada o el incumplimiento de ciertas normas pueden comportar algún tipo de castigo o sanción. Las normas pueden variar y evolucionar a lo largo del tiempo, de la misma forma que suelen cambiar radicalmente de una cultura a otra. Lo que se considera aceptable dentro de un determinado grupo social puede no ser aceptado en otro. Existen diferentes tipos de normas. De las más universales y explicitadas (como puede ser una declaración universal o una constitución) hasta pautas o convenciones sociales no necesariamente explicitadas (como, por ejemplo, saludar a un vecino de la escalera). Hay normas formales (escritas: leyes, diferentes códigos y reglamentos). También hay normas informales, que en realidad son hábitos, costumbres, etc. (por ejemplo, los hábitos en la mesa o las normas de cortesía), pero cuyo incumplimiento puede estar sometido a sanciones como la desaprobación o la crítica. Este tipo de normas informales tienden a ser tácitamente establecidas y mantenidas a través del lenguaje y de la comunicación no verbal. Los miembros de una sociedad elaboran unas normas de conducta que generan expectativas sociales y permiten a los individuos saber a qué atenerse ante determinadas situaciones o comportamientos. Gracias a ellas, los individuos pueden hacerse una idea muy aproximada de cómo deben comportarse.
Objetivismo versus subjetivismo. La realidad social presenta dos caras. Por un lado, la sociedad aparece como una realidad objetiva y externa que nos limita y, a menudo, nos induce u obliga a seguir unas pautas de comportamiento muy estrictas. Por otro lado, la sociedad es también una realidad subjetiva, que hemos interiorizado, incorporado y hecho nuestra. En este sentido, estamos completamente imbuidos de nuestra condición social. La ciencia social oscila entre dos perspectivas aparentemente inconciliables: el objetivismo y el subjetivismo. Esta distinción aboca a una división artificial entre una ciencia positivista (que usa los métodos de las ciencias físicas y naturales), y una disciplina de carácter hermenéutico (basada en técnicas cualitativas). Superar la oposición entre estas dos perspectivas ha sido el principal reto de la sociología durante la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI. Desde nuestro punto de vista, las dos perspectivas se encuentran en una relación dialéctica y están profundamente interrelacionadas.
Observación participante. Situación en que un investigador en el campo de las ciencias sociales se convierte en miembro del grupo que está estudiando y participa plenamente en su dinámica. La observación participante, herramienta de estudio privilegiada en el campo de la antropología, sirve para realizar estudios exploratorios y descriptivos de grupos o colectivos humanos relativamente reducidos que se analizan en su contexto real. Suele generar una información rica y variada que permite un análisis minucioso de las interacciones que se desenvuelven en el seno del grupo.
Opinión pública. Conjunto de las opiniones compartidas socialmente por unos individuos, reunidos en calidad de público opinante que, después de un proceso de deliberación, manifiestan sus posiciones. Dichas opiniones se forman a partir de las interacciones con los demás y, evidentemente, de las influencias que puedan recibir por parte de diversas personas, grupos o instituciones (líderes de opinión, políticos, grupos de interés o movimientos sociales), de los medios de comunicación y las redes sociales. La opinión pública es, justamente, una creencia esencial dentro del universo simbólico de las sociedades liberales. El conocimiento y el control de la llamada opinión pública se han convertido en un aspecto esencial de la lucha política en dichas sociedades. Si el conocimiento de la opinión pública ha sido un sistema eficaz de orientación de la misma política, la posibilidad de controlarla ha sido un factor aún más apreciado por parte de las élites dirigentes. En el mundo social actual, el público se encuentra dividido y los sectores sociales manifiestan los puntos de vista de forma plural. La existencia de los medios de comunicación social y las redes sociales complican y condicionan extraordinariamente los fenómenos de opinión. Las teorías de la agenda setting* y del framing (encuadramiento*) estudian la influencia de los medios de comunicación en la formación de la opinión pública. La noción de opinión pública se encuentra en constante evolución, profundamente marcada por las nuevas formas de relación social, participación política y de comunicación mediática.
Pánico moral. Situación de inquietud social provocada por la atención desmedida que los medios de comunicación sensacionalistas conceden a algunos «delitos menores» protagonizados por jóvenes y adolescentes. El proceso de amplificación de la desviación* fue estudiado por Stanley Cohen en su célebre trabajo titulado Folk Devils and Moral Panics (1972), donde abordó los enfrentamientos entre los llamados mods y los rockers en la ciudad costera de Clacton en 1964. Cohen estudió el proceso del etiquetado en el caso del surgimiento y el control de las culturas juveniles en Reino Unido. El pánico moral sigue un patrón típico. Comienza cuando un problema o un grupo social concreto es identificado como una amenaza para los valores comunes. Entonces los medios de comunicación exageran y amplifican esta amenaza, consiguiendo sensibilizar a la opinión pública sobre la gravedad de la situación. Al mismo tiempo se produce una presión para que las autoridades actúen mediante los cuerpos de seguridad y la administración de justicia. En el caso citado, la reacción de la policía y de los dirigentes locales ante dichos actos vandálicos también fue desproporcionada y provocó la petición de penas muy severas contra los supuestos delitos, lo que propició sistemas represivos mucho más efectivos y contundentes.
Paradigma positivista o positivismo. Perspectiva teórica que se fundamenta en el supuesto de que la ciencia* es el único saber auténtico, que es capaz de resolver todas las cuestiones teóricas y prácticas que se presentan en una sociedad moderna. El positivismo, que tiene a Auguste Comte (1798-1857) como máximo representante, tiene como principios básicos el monismo metodológico: es decir, la defensa de la unidad del método ante la diversidad de disciplinas científicas, y que el canon metodológico que debe aplicarse es el de las ciencias naturales, la física y las matemáticas. Comte considera que la sociología es la última y más general de las ciencias positivas, así como la máxima expresión del progreso del conocimiento (destinado a ocupar el lugar de las viejas religiones). Comte pretende explicar o analizar con exactitud las circunstancias de formación de los fenómenos sociales y establecer conexiones formales de sucesión y similitud con la filosofía positiva. El positivismo clásico ha tenido mucha influencia en todas las disciplinas sociales. Muchos científicos sociales, fascinados por las ciencias naturales, hicieron suyos sus procedimientos y métodos de investigación. Desde un enfoque positivista, se pretende alcanzar «la objetividad» a partir de la aprehensión de las estructuras de la realidad, desde una posición en la que el investigador no se «contamina» de los fenómenos del mundo social. El positivista considera los hechos como datos. Desde posiciones positivistas y neopositivistas, se buscan explicaciones de la realidad que se asocien a la tradición científica que ha seguido el modelo de las ciencias naturales, aplicando lo que se ha llamado «método científico». Desde estas posturas, se busca el establecimiento de leyes generales causales que puedan explicar la realidad, y que lleguen, incluso, a predecir los fenómenos sociales. En las últimas décadas, muchos sociólogos han puesto de manifiesto las limitaciones de la pretensión positivista. Sin embargo, hay que reconocer la contribución del positivismo al desarrollo de las ciencias sociales*. Una de las teorías de carácter eminentemente positivista es el conductismo (piscología), que tuvo una extraordinaria influencia en el ámbito de la investigación comunicativa. La caracterización de estas influencias requiere algunas matizaciones previas. Pocos autores, escuelas o teorías toman, stricto sensu, el positivismo clásico para aplicarlo a sus modelos explicativos.
Paradigma comprensivo. Perspectiva teórica que propone una concepción muy sofisticada del método científico que nos permite comprender los fenómenos sociales teniendo en cuenta la dimensión subjetiva y significativa de la experiencia humana. Todo intento de explicación predictiva sobre la conducta humana queda fuera del alcance de este paradigma. Esta perspectiva implica un esfuerzo de comprensión de los otros individuos como sujetos y presupone una cierta capacidad de empatía. Este paradigma parte del supuesto de que gran parte de la actividad humana es intencionada y significativa, salvo quizá la más rutinaria. Ahora bien, esto no quiere decir que los resultados de la acción social* se corresponden siempre con las intenciones de los individuos, los intereses y las preferencias de los actores, ya que estos chocan no solo con las de otros actores, sino también con estructuras sociales difíciles de cambiar y dotadas de un gran poder de persistencia. Para Weber, la sociología es una ciencia que intenta comprender las acciones sociales para explicar causalmente su desarrollo y efectos. El objeto de la sociología comprensiva no es solo explicar o describir la realidad. La ciencia implica un compromiso prioritario en la comprensión de la realidad. Según la perspectiva weberiana, la sociología tiene como objeto el estudio simultáneo de dos categorías: por un lado, los motivos de la acción (es decir, de la intención con la que el actor la emprende), que trataremos de comprender en la medida de nuestras posibilidades, y por otro, las causas y las consecuencias reales de la acción, que tendremos que explicar. El momento de la comprensión* es esencial para entender el sentido subjetivo que la persona atribuye a lo que hace. El momento de la explicación es igualmente importante si queremos entender las razones (o condicionantes) objetivas que llevan a la persona a actuar como actúa y las repercusiones que esta acción comporta. A menudo existe un desajuste considerable entre los móviles subjetivos que existen detrás de una determinada acción social y sus resultados objetivos en la práctica. Sin embargo, Weber se refiere a las «consecuencias no intencionadas de la acción», cuyo análisis según él debe centrar la atención preferente del sociólogo.
Patriarcado. Forma ancestral de organización social basada en la dominación masculina, especialmente a partir del control de la reproducción humana. Desde los albores de la humanidad y hasta mediados del siglo XX, todas las sociedades humanas fueron patriarcales, y este modelo se manifestó en su organización social, jurídica, política y económica. Se trata de un concepto histórico y antropológico que describe la condición social en la que los hombres mantienen una autoridad suprema en el seno familiar y ocupan las posiciones de poder y de mando. Según Gerda Lerner (1986), el patriarcado, en su definición más amplia, significa la manifestación y la institucionalización de la dominación masculina sobre las mujeres y los hijos dentro de la familia, y su extensión sobre las mujeres en general. Implica que los hombres detentan el poder en todas las instituciones importantes en la sociedad y que las mujeres se encuentran privadas del acceso a ese poder. Sin embargo, no supone que las mujeres carezcan absolutamente de poder o que se vean totalmente privadas de derechos, influencia y recursos. Muchas sociedades patriarcales también tienen un carácter patrilineal, lo que significa que la propiedad y el título son heredados a través del linaje masculino. En el patriarcado se considera que la figura del hombre da protección a la madre y a los hijos, otorgando además legitimidad* a estos últimos. La revolución feminista ha comportado una crisis profunda del modelo patriarcal, basado en la autoridad del varón. A principios del siglo XXI existen claras evidencias de la pérdida de la legitimidad del patriarcado. Por ello, podemos hablar de la aparición de una sociedad pospatriarcal (Flaquer, 1999). Los movimientos de liberación sexual, los avances en técnicas contraceptivas, la despenalización de la interrupción del embarazo, la prohibición de la discriminación entre hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio y la aprobación del divorcio, cuyos efectos se plasman en el auge de los fenómenos característicos de la Segunda Transición Demográfica*, son buena prueba de ello. No obstante, la desigualdad entre hombres y mujeres continúa existiendo y las cifras sobre la violencia de género* no disminuyen, al igual que persisten un desigual acceso a la vida pública y un reparto poco equitativo de las tareas del hogar y el cuidado de la prole, que sigue siendo concebido mayoritariamente una tarea femenina.
Pobreza. Condición de quien se encuentra en un estado de miseria relativo o se ve privado, no ya del sostenimiento, sino de los medios necesarios en ciertas eventualidades, como es en caso de enfermedad. Desde esta perspectiva, tal y como sostiene Amartya Sen (2000), la pobreza debe concebirse como la privación de capacidades básicas y no meramente como la falta de ingresos, que es el criterio habitual con el que se identifica la pobreza desde un punto de vista económico. Por ejemplo, el paro no solo provoca disminución de la renta, que puede compensarse con subsidios. También tiene múltiples efectos negativos, ya que contribuye a la exclusión social*, provoca la pérdida de autonomía, de confianza en uno mismo y repercute en la salud física y mental. Por último, en muchas regiones del planeta la desigual distribución de la renta en las familias puede condenar a algunos miembros de esas familias a una pobreza extrema, como pasa con la discriminación sexual de muchas niñas en zonas de Asia y África.
Pobreza absoluta y pobreza relativa. La pobreza absoluta o carencial se caracteriza por la insuficiencia en los hogares de bienes y servicios de primera necesidad. Frente a ella, la pobreza relativa o monetaria mide el grado en que los hogares satisfacen sus necesidades en comparación con los de su entorno o país (aunque puedan atender sus primeras necesidades). En realidad, estos dos conceptos reflejan dos metodologías distintas para observar la pobreza. Mientras que en la pobreza absoluta se comprueba si un hogar puede subvenir o no a sus necesidades primarias, calculadas a partir de la cuantía de una cesta de la compra básica (alimentación, calzado, alojamiento, etc.), en el caso de la relativa se considera que un hogar es pobre cuando su nivel de ingresos está por debajo de un determinado umbral estimado en función de un porcentaje sobre la media o mediana de la distribución de la renta de la población de un territorio determinado. De hecho, lo que mide la pobreza monetaria es la situación de riesgo de pobreza más que la pobreza en sí. Si bien desde finales de los años 1950 se han estado recogiendo regularmente datos oficiales sobre pobreza absoluta en Estados Unidos, Eurostat empezó a publicar anualmente indicadores de pobreza relativa desde mediados de los 1990 para todos los estados miembros de la Unión Europea. La ventaja del método de la pobreza relativa es que permite comparar naciones con un grado de desarrollo económico y social muy distinto, ya que el cálculo del indicador de riesgo de pobreza se ajusta a la distribución de la renta de cada país. En Europa la divulgación de estos datos ha impulsado debates sobre cómo abordar adecuadamente la lucha contra la pobreza de los trabajadores en situación precaria, la exclusión social de los niños y las privaciones experimentadas por determinadas formas de hogar como las familias numerosas o monoparentales.
Poder. Para Max Weber el poder (macht) es la probabilidad de que un individuo o un grupo implicado en una relación social tenga la capacidad de conseguir lo que desea contra toda resistencia contraria, cualquiera que sea la base en que se fundamenta esta probabilidad. Entendemos por poder la influencia (capacidad de inspirar e influir en las acciones y la conducta ajena) o la simple coacción, que conlleva el ejercicio de algún tipo de fuerza y obligación. El poder es uno de los conceptos más importantes y centrales de la ciencia política y de la sociología. La obra de Michel Foucault sugiere un giro radical en la concepción del poder, que no está localizado en una instancia política, como el Estado, ni tampoco en manos de un grupo social o un individuo. El poder opera en todos los niveles de la interacción social. Existe una microfísica del poder. En lugar de entender el poder como algo que se puede poseer, conceder o arrebatar a los demás, Foucault lo concibe como un producto de las relaciones sociales, como algo que divide a la sociedad y está conectado con el saber y el conocimiento. El poder funciona a través de discursos que proporcionan marcos a través de los cuales entendemos el mundo. Foucault sostiene que los discursos crean un marco (o framing) a través del cual podemos interpretar la realidad social. Los marcos discursivos operan como paradigmas, estableciendo límites a lo que puede ser dicho con sensatez y a cómo se puede decir. El análisis del discurso y de las prácticas discursivas es un elemento central del estudio del poder. El discurso psiquiátrico, por ejemplo, crea su propia frontera entre la cordura y la locura, legitimando las instituciones médicas especializadas para el aislamiento, el tratamiento y la curación de las enfermedades psiquiátricas.
Populismo. Política fundamentada en el uso de métodos emotivos e irracionales dirigidos a estimular los sentimientos de los gobernados para conseguir la aceptación de programas de acción que resultan impracticables y falaces. El populismo es una corriente ideológica de un partido o movimiento que se erige en el auténtico defensor de los intereses del «pueblo». El populismo hace un aprovechamiento demagógico de las aspiraciones del pueblo para obtener un beneficio. El populismo también es una de las características de la llamada «nueva política». El sustantivo populismo y el adjetivo populista han proliferado por todas partes y se aplican confusamente de manera indiscriminada en diferentes contextos y siempre con una fuerte carga peyorativa. El término es impreciso, dada la vaguedad del concepto de «pueblo» en el que se fundamenta. Detrás de dicha palabra se esconden multitud de propuestas de política económica y social. El populismo —que hace bandera de la antipolítica— no implica un programa coherente y aparece, más bien, como un nuevo estilo de hacer política y como un uso maniqueo del lenguaje que apela directamente a las emociones. A riesgo de simplificar, podemos distinguir entre un «populismo de izquierdas» y un «populismo de derechas». El populismo de izquierdas, por ejemplo, el del régimen bolivariano en Venezuela, utiliza una retórica maniquea que distingue entre los buenos (el pueblo) y los malos (la élite). Explota el discurso de la ira y el resentimiento contra las «élites corruptas». Por su parte, el populismo de derechas (o nacional populismo) desplaza el sentimiento de rechazo hacia los extranjeros, convertidos al mismo tiempo en culpables y cabezas de turco de la crisis económica. Los líderes populistas, sean del signo que sean, recurren a la demagogia, las mentiras y las fake news (noticias inventadas) como instrumentos de persuasión. La demagogia comporta un uso fraudulento y torticero del lenguaje. El demagogo dice a la ciudadanía aquello que se sabe de antemano que es imposible. El populismo arroja una sombra de sospecha a los medios de comunicación, a la vez que, para expandir sus consignas, explora las potencialidades de las redes sociales, que utiliza con el objetivo de que el líder entre en contacto directamente con el público, sin filtros y sin intermediarios. Con la crisis de la prensa convencional y la proliferación de las redes sociales, los rumores y las noticias falsas circulan por la red sin freno. Ante la crisis, la seguridad y la confianza en el futuro se han desvanecido. Se trata de un campo abonado para el surgimiento de nuevos liderazgos carismáticos de signo autoritario. El tsunami del ascenso de Donald Trump en Estados Unidos ha provocado réplicas en todo el mundo. Podemos destacar, por ejemplo, la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil y la figura emergente de Matteo Salvini en la política italiana.
Posmaterialismo. Teoría que defiende la hipótesis planteada por el modelo teórico de Abraham Maslow según la cual, en un régimen de escasez, los individuos tienden a sobrevalorar lo material, mientras que en una Sociedad opulenta (Galbraith, 1963) los individuos tienden a dar prioridad a otro tipo de demandas y valores espirituales. Esta es la tesis defendida también por Ronald Inglehart, director de la Encuesta Mundial de Valores. Ya en su estudio de 1977, titulado La revolución silenciosa, Inglehart plantea la existencia de un cambio generacional y cultural en los valores predominantes en las sociedades industrialmente avanzadas: «En las sociedades postindustriales —dice–, el acento recae en valores posmaterialistas como la autorrealización personal, la participación —a menudo estetizante— en la política o el amor a la naturaleza». El giro posmaterialista pone en evidencia que, como consecuencia del aumento y consolidación de un nivel de seguridad económica en los países occidentales, las nuevas generaciones tienden a dar mayor importancia a valores espirituales que a los tradicionales valores materialistas, propios de un estadio de escasez y de necesidad económica.
Posmodernidad. Movimiento filosófico que nace a finales de los años setenta del siglo XX y del cual se suele situar a Jean-François Lyotard y su obra La condición posmoderna (1979) como principal referente. Lyotard entiende por posmodernidad la incredulidad con respecto a los «metarrelatos» y a la crisis de la metafísica, y a la institución universitaria que dependía de ella. En la teoría social, el «giro posmoderno» se inició a mediados de la década de los ochenta, aunque la noción surgió una década antes en el mundo de la cultura y de las artes. En arquitectura, por ejemplo, surgió un estilo ecléctico para construir edificios de aspecto singular. El pensamiento posmoderno niega la posibilidad de lograr un conocimiento científico. El tipo de racionalidad característica del mundo occidental comporta la negación de un sujeto que razona. Todo esto conduce a la imposibilidad de la búsqueda de la verdad, de la objetividad y de cualquier tipo de explicación o descripción de la realidad que tenga un rigor superior a cualquier opinión. La eclosión del relativismo cultural en las sociedades avanzadas, el nuevo paradigma de la comunicación global o la emergencia de lo que se dio en llamar «pensamiento débil» (Vattimo, 1983) pondrían al descubierto las contradicciones y los límites de lo que fueron las bases de la modernidad. Para otros pensadores, la posmodernidad configura, en cambio, la etapa de máximo desarrollo de los ideales y valores propios de la modernidad*; de ahí que prefieran hablar de modernidad tardía* (Anthony Giddens), modernidad líquida* (Zygmunt Bauman) o hipermodernidad* (Gilles Lipovetsky). Jim McGuigan (2006) sugiere que la modernidad y la posmodernidad no deben entenderse como realidades contrapuestas, sino que son plenamente complementarias. Considera que las sociedades contemporáneas pueden entenderse mejor como económicamente modernas y culturalmente posmodernas.
Positivismo. Véase Paradigma positivista.
Pospolítica. Situación en la que se pone de manifiesto el agotamiento o la superación de la tradicional divisoria ideológica entre derecha e izquierda. La pospolítica define un marco en el que es necesario abandonar los viejos conflictos ideológicos y resolver las nuevas problemáticas ateniéndose sobre todo a criterios técnicos propios de la eficacia y la eficiencia o a las exigencias y demandas cambiantes de la ciudadanía. La desafección, la falta de interés y de compromiso político de una parte de la ciudadanía pone de manifiesto la emergencia de una nueva tendencia a la tecnocracia*. Se sostiene que en la era pospolítica, los debates y las discrepancias políticas de fondo han dado paso a una lucha política estrictamente mediática en la que predominan la simplicidad de la imagen y el eslogan.
Precariado. Clase social formada por personas que sufren una condición laboral precaria, lo que genera una profunda inseguridad e incertidumbre vital. El economista británico Guy Standing, en El precariado. Una nueva clase social (2011), analiza las características de este grupo emergente, con escaso capital económico, social y cultural. El precariado es fruto de la globalización y de fenómenos como la deslocalización de empresas en busca de mano de obra barata y de sistemas de protección laboral más flexibles. Ante el avance de la precarización y de sus graves consecuencias sociales, Guy Standing defiende como solución la aplicación de una renta básica universal*.
Prejuicio. Véase Ruptura epistemológica.
Proceso de racionalización. Véase Racionalización.
Proletariado. Clase social constituida por el conjunto de los obreros industriales y de los campesinos sin recursos que dan su fuerza de trabajo a cambio de un salario. El proletariado aparece como clase con la Revolución Industrial en los siglos XVIII y XIX, caracterizándose por el hecho de que sus miembros no podían subsistir si no era vendiendo la fuerza de trabajo a los propietarios del capital.
Problema social versus problema sociológico. En La invitación a la sociología Peter L. Berger (1963) distingue entre el problema social y el problema sociológico. Estamos ante un problema social cuando existen una situación de conflicto social* o de desazón que rompe la rutina y altera aquello que se considera «el orden natural de las cosas». Por ejemplo, un divorcio puede provocar una situación conflictiva que genera graves tensiones y malestar entre los miembros de la familia. Según Berger, el problema social se produce ante una situación de conflicto, malestar o desazón porque las cosas no funcionan como la gente espera que lo hagan. El problema sociológico, en cambio, es la manera de definir un fenómeno social como objeto de análisis. Para captar el «problema sociológico» hay que conocer las causas del problema (que no siempre son fáciles de diagnosticar, ni de solucionar). El problema sociológico no es tanto saber por qué hay cosas que van mal desde el punto de vista de las autoridades o del poder, como el de llegar a entender cómo funciona todo el sistema, cuáles son los presupuestos en que se apoya, y a través de qué medios se mantiene trabado. Si queremos comprender, por ejemplo, el problema del divorcio hay que analizar, primero, la institución del matrimonio y comprender su papel en la sociedad actual. Sabemos que esta institución ha experimentado una transformación radical en los últimos años, pero continúa teniendo un papel capital en la regulación de la vida personal y familiar. Finalmente podemos añadir el problema periodístico ante cualquier acontecimiento noticiable que suscita interés en la ciudadanía (Busquet; Medina, 2014). El periodista se fija, por ejemplo, en episodios de violencia sexista que llaman la atención o que provocan alarma social. En este caso, lo decisivo es conocer el criterio de «noticiabilidad». No obstante, el criterio periodístico es diferente al sociológico. Ambos comparten una actitud de asombro y de curiosidad, pero mientras el sociólogo analiza la «normalidad», el periodista persigue la «excepcionalidad».
Profecía autocumplida. Predicción o pronóstico que eventualmente se convierte en la causa de su propia realización. La profecía autocumplida (Self-fulfilling prophecy) es una expresión muy frecuente en el campo de la sociología de la educación: la capacidad de influencia del sistema educativo hace que los alumnos que en la escuela han sido clasificados o estereotipados* como «buenos estudiantes» tengan mayores probabilidades de lograr unos buenos resultados académicos, lo que puede contribuir a su vez a su éxito social y profesional.
Racionalización (proceso de). Proceso en virtud del cual casi todos los ámbitos de la vida social están sujetos a unas pautas racionales o normas de control bastante estrictas. En La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Max Weber sostiene que el verdadero motor del cambio social* de los países occidentales se encuentra en el proceso de racionalización. Bajo esta denominación se incluye toda una retahíla de fenómenos de índole variada que afectan a las esferas del derecho, la política, la religión*, el arte, la economía, la ciencia, la técnica, etc. En las sociedades tradicionales, estos ámbitos están muy poco delimitados y la religión se hace presente en prácticamente todos ellos. La modernidad* irrumpe cuando se constata el inicio de un doble proceso, que consiste en la diferenciación progresiva de nuevos marcos de actividad humana y de su emancipación (más o menos lenta) del dominio de la religión, y la adopción en el interior de cada una de estas esferas de unos criterios de regulación relativamente autónomos (criterios específicamente políticos, económicos, estéticos, etc.) respecto de otros ámbitos de la sociedad. Cuando pasa esto, podemos decir que se produce una racionalización general de la vida social, porque coincide con la penetración generalizada en cada ámbito de unos puntos de vista más pragmáticos, más funcionales, basados en el cálculo de los medios necesarios para lograr una determinada finalidad, basados, en definitiva, en criterios de eficacia y de eficiencia. La racionalización también tiene sus costes ya que desemboca en una sociedad moderna abocada a la pérdida de sentido o al desencanto del mundo*. A pesar de considerar el crecimiento de la racionalización como un hecho inevitable, Weber también señaló sus peligros. La búsqueda de la eficiencia y del progreso técnico produce una sociedad que se vuelve cada vez más rígida e impersonal. La sociedad se convierte en una especie de «jaula de acero» que oprime y no deja escapatoria al hombre moderno.
Raza. División de los seres humanos basada en criterios biológicos. El término raza es controvertido y ha sido progresivamente abandonado por las ciencias sociales debido a su asociación con el racismo, es decir, con la propuesta de un orden jerárquico de razas. Se sugiere sustituirlo por términos tales como «etnia» o «población». Según los estudios etnográficos, la noción de raza es una construcción social que no tiene ningún fundamento en la biología humana. Las razas humanas no existen como tales, pero sí que existe, paradójicamente, el racismo como una actitud humana bastante extendida que favorece todo tipo de discriminación* y exclusión social.
Racismo. Doctrina y praxis que defiende la existencia de profundas desigualdades entre las diferentes etnias humanas. Noción atribuida al conde de Gobineau, que en su obra enciclopédica Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853 y 1855) pretendía sentar las bases científicas del racismo. Las teorías científicas de la raza se utilizaron para justificar las ambiciones imperialistas de las grandes potencias europeas. La creencia en la supremacía de la «raza blanca» ha sido una constante a lo largo de la historia. No obstante, a medida que la idea de la «raza» biológica ha caído en desgracia, ha surgido un nuevo racismo cultural más sutil que utiliza argumentos culturales para justificar la superioridad de determinados «grupos étnicos». El racismo intenta justificar que ciertos grupos étnicos mantengan una posición dominante y otros grupos étnicos estén sometidos a situaciones de explotación económica o segregación social. El racismo implica a menudo un trato desigual y discriminatorio de un grupo social en virtud de unos atributos considerados negativos (relacionados, por ejemplo, con el color de la piel o con una identidad lingüística particular) por parte de los grupos sociales dominantes.
Red social. Entramado de relaciones entre individuos de diversa procedencia social, cultural y geográfica que se construye a partir del contacto establecido entre los usuarios de un mismo espacio físico o virtual. Manuel Castells usa la noción de sociedad red* en su conocida trilogía La era de la información (2005). Aunque las redes son formas muy antiguas de asociaciones humanas, para Castells, en la medida en que las TIC crean nuevas oportunidades de relación y organización, se están convirtiendo en la estructura organizativa característica de las sociedades contemporáneas. La flexibilidad inherente a las redes, su capacidad de adaptación a los cambios y su capacidad de reconfigurarse les proporciona grandes ventajas respecto a los modelos antiguos de organización. Mediante las redes, las personas pueden satisfacer sus necesidades, ya que incrementan el acceso a la información, los recursos y el apoyo social. A través de las redes se puede encontrar trabajo, ayuda e incluso apoyo emocional. A pesar de los tópicos, las redes sociales fomentan la comunicación, la relación y la participación en actividades sociales que amortiguan el aislamiento del individuo.
Reflexividad. La reflexividad es un concepto clave para comprender el mundo contemporáneo. La idea de reflexividad está vinculada a las características de la persona que es reflexiva (es decir, que suele reflexionar antes de hacer o decir algo). Reflexionar, por su parte, consiste en analizar algo con detenimiento. La tradición y la costumbre pierden influencia al definir las normas sociales. Así, por ejemplo, dentro del nuevo contexto familiar, los roles, las reglas y las responsabilidades se convierten en objeto de diálogo y reflexión continua (Beck; Giddens; Lash, Reflexive Modernization, 1994). La reflexividad también tiene importantes repercusiones en el campo científico. El conocimiento es un producto social y responde a determinados propósitos y exigencias. Toda forma de conocimiento está condicionada por unas determinadas circunstancias históricas y sociales. La reflexividad en el campo de la sociología ayuda al sociólogo a tomar conciencia de sus prejuicios y presupuestos teóricos.
Régimen de bienestar. Según Gøsta Esping-Andersen (1993), la noción de régimen de bienestar descansa sobre el supuesto de que existe un conjunto de vínculos sistemáticos entre los rasgos jurídicos y organizativos que definen las relaciones existentes entre el Estado y la economía. Los Estados del bienestar contemporáneos se pueden agrupar en conglomerados no solo a partir del diseño de sus políticas sociales, sino de cómo estas influyen en las pautas de empleo y en la estructura social. La mejor manera de juzgar la calidad de los derechos sociales es mediante el grado de desmercantilización (decommodification), o sea, si los individuos pueden mantener un nivel de vida aceptable independientemente de su participación en el mercado laboral gracias a las prestaciones sociales que reciben, ya que dicho grado afecta al nivel de los salarios de los trabajadores, las condiciones en que ofrecen su trabajo, su seguridad y sus oportunidades para organizarse colectivamente. Todos estos factores resultan decisivos para definir la identidad de un determinado régimen de bienestar. El Estado*, el mercado* y la familia* constituyen las tres piedras angulares del edificio del bienestar. Se pueden distinguir tres regímenes de bienestar en función del protagonismo singular que adquieren dichas instituciones en cada uno de ellos: socialdemócrata, corporativo y liberal. Encontramos el régimen socialdemócrata en los países nórdicos, y su principal arquetipo es Suecia. En este régimen, el Estado asume una responsabilidad capital en la provisión del bienestar, y se caracteriza por un elevado grado de desmercantilización, derivada de la universalidad y la extensión de sus derechos sociales garantizados, que comportan una generosa oferta de prestaciones y servicios públicos, pero también una elevada presión fiscal. Como rasgos distintivos se puede señalar un fuerte impacto redistributivo de sus políticas sociales, con un importante efecto reductor de las desigualdades, así como una prominente integración de las mujeres en el mercado de trabajo. El régimen corporativo es propio de los países continentales de Europa occidental y procede de la evolución del modelo bismarckiano alemán. Una de las notas específicas de este régimen conservador es el lugar primordial que ocupa la familia como proveedora de bienestar, a través de los servicios informales que ofrece en los hogares gracias a la inactividad o trabajo a tiempo parcial de las mujeres. A pesar de que las prestaciones sociales son considerables, su finalidad no es el ejercicio de la solidaridad o la nivelación social, sino básicamente el mantenimiento de los ingresos, y el Estado solo interviene cuando la familia resulta incapaz de cumplir con sus responsabilidades. Por último, el régimen liberal, vigente sobre todo en los países anglosajones, confía en el libre mercado para la provisión del bienestar. El Estado trata de interferir en el mercado lo menos posible y sus actuaciones tienen por objeto evitar los peores efectos de la pobreza. Las políticas sociales suelen ser de carácter residual y asistencial, y se asignan bajo condición de recursos (meanstested). Tanto el grado de desmercantilización como los niveles de las prestaciones sociales son bajos y, por defecto, la acción del Estado tiende a reforzar las estructuras de desigualdad social.
Relativismo cultural. Desde un punto de vista antropológico, debemos partir de la base de que cada cultura es particular. Toda cultura se define en referencia a un grupo social que vive dentro de unas coordenadas temporales y espaciales concretas. Esto significa que la única manera de comprender correctamente una cultura* es interpretar sus manifestaciones de acuerdo con sus criterios culturales, lo que no implica la eliminación de nuestro juicio crítico, pero sí su suspensión inicial hasta que no hayamos entendido la complejidad simbólica de muchas prácticas culturales. El relativismo cultural intenta moderar un etnocentrismo inevitable que hace interpretar las prácticas culturales ajenas mediante los criterios de la cultura del intérprete. A pesar de que la antropología nace conectada al colonialismo y con una vocación clasificatoria, la antropología actual afirma la dignidad equivalente de todas las culturas. El relativismo cultural sostiene la igualdad intrínseca de todos los sistemas culturales, y que sus diferentes aspectos (costumbres, creencias, valores, etc.) deben ser analizados según los patrones y los criterios propios de la misma cultura que los contiene. El corolario que se desprende es que ninguna cultura se puede considerar superior a las demás y que las características de cada una de ellas deben ser explicadas y evaluadas en el contexto en que aparecen.
Relativismo epistemológico. Tendencia según la cual toda forma de conocimiento es relativa y, por consiguiente, no se puede saber nada de una manera absoluta o con un criterio estrictamente objetivo por cuanto el conocimiento es visto como puramente relativo al sujeto. La evolución histórica del método científico desemboca, en la segunda mitad del siglo XX, en las primeras propuestas de tipo relativista. A partir de la filosofía de la ciencia, la metodología, la filosofía y, en general, otras disciplinas sociales, se extiende una forma de pensar que hace tambalear las bases que fundamentan todo el corpus teórico elaborado durante años. Thomas S. Kuhn (1996) plantea la dificultad de comprensión de las teorías a causa de la intraducibilidad entre lenguajes científicos: los significados e interpretaciones dependen de los contextos históricos. El «todo vale» metodológico de Paul Karl Feyerabend (1924-1994) constituirá uno de los ataques más contundentes al edificio del conocimiento científico. Según este autor, no es más válido científicamente ni más objetivo un texto histórico o científico que una obra literaria, un juicio estético o cualquier otra opinión sobre un tema. Su crítica a un método unitario y uniforme lo lleva a negar la posibilidad de poder elaborar cualquier tipo de discurso o argumentación que pueda tener una cierta validez científica (Feyerabend, 1993). El filósofo de la ciencia austríaco defiende la existencia de una metodología pluralista, en la que el conocimiento subjetivo se equipara al conocimiento objetivo. La metodología «pluralista» comporta la posibilidad de que cualquier argumentación, «objetiva» o «subjetiva», ya sea una argumentación científica o un juicio estético, pueda tener la misma validez. Los postulados de Feyerabend sientan las bases sobre las que se sustentará un relativismo epistemológico característico de la posmodernidad*. Se pone en entredicho la «certeza» y la «seguridad» atribuidas al conocimiento científico. Los autores posmodernos posteriores llevarán el relativismo epistemológico hasta el extremo, y también añadirán un cierto relativismo ético y cultural. Podemos destacar una serie de autores (Lyotard, Vattimo, Foucault o Derrida) que comparten una visión crítica sobre la racionalidad construida a partir de los principios de la modernidad.
Religión. Conjunto unificado de creencias, símbolos y prácticas o rituales, basadas en alguna idea de lo sagrado o de lo transcendente y que une a la comunidad de creyentes en un grupo religioso más o menos institucionalizado. En este sentido, cabe decir que todas las religiones distinguen entre lo sagrado y lo profano (Mircea Eliade, 1959). Las religiones han perdurado a lo largo de los siglos porque son la principal vía para la creación de significados compartidos. La ceremonia y el ritual, por ejemplo, son esenciales para reforzar los vínculos sociales existentes y para dotar de sentido a los rituales de transición, como son el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Hoy se habla de religiosidad difusa o religiosidad invisible para referirse a una realidad presente en nuestras sociedades modernas supuestamente secularizadas. Según Thomas Luckmann, en La religión invisible (1963), la religiosidad de una sociedad no se concreta exclusivamente en expresiones institucionales formalizadas o ritualizadas. Desde la perspectiva de Luckmann, el proceso de secularización* puede abrir la puerta a la eclosión de nuevas formas de religiosidad de carácter subjetivo. En las sociedades arcaicas, la religión impregnaba todas las esferas de la vida social. No existía distinción alguna entre unas y otras instituciones, con lo que la sociedad resultaba toda ella una especie de universo sagrado. En las sociedades antiguas, aparecen propiamente las instituciones religiosas más o menos complejas, con un sacerdocio especializado y unas organizaciones religiosas. En una fase avanzada de desarrollo social del hecho religioso, las instituciones religiosas se especializan en la transmisión de las representaciones colectivas de lo trascendente y se establece la separación entre lo sagrado y profano. Finalmente, llegamos a la última fase, caracterizada por la privatización de la religión, el fin del monopolio de lo sagrado y las explicaciones trascendentes por parte de las confesiones y las religiones institucionalizadas, una cierta mercantilización de las ofertas religiosas y la aparición de nuevas religiosidades como consecuencia, en buena medida, del sincretismo.
Religión civil. Proceso cultural de la creación y la transformación, dentro de una comunidad, de un patrimonio compartido de las prácticas rituales, valores colectivos, símbolos, creencias, a través del cual un Estado, una nación, un sistema o un tipo de poder construyen y dan un aura de sacralidad a su esfera política. La religión civil es una de las manifestaciones más paradigmáticas de la modernidad y consiste en el proceso de sacralización de ciertos aspectos de la vida colectiva. El término religión civil, acuñado por Jean-Jacques Rousseau, fue desarrollado por el sociólogo norteamericano Robert Bellah en 1967. La religión civil hace referencia a la relevancia creciente de factores generadores de una lealtad (casi religiosa) y que se convierten en referentes de sentido compartidos entre los individuos en una sociedad plural y básicamente secular. La religión civil atribuye trascendencia a la comunidad* que la cultiva, al sacralizar los rasgos específicos de la vida común, así como sus símbolos mundanos o religiosos y al dotar de una carga épica a acontecimientos reales o ficticios de la historia. Mientras algunas dimensiones tradicionales de la religión se están debilitando, otros fenómenos como el patriotismo, la pertenencia a organizaciones no gubernamentales o los grandes eventos deportivos y musicales, adoptan —de una manera más o menos difusa— características propiamente religiosas. Los ceremoniales olímpicos, por ejemplo, son una expresión muy sofisticada de religiosidad civil. Un buen número de estudios consideran que los regímenes totalitarios están dotados de un cierto aire de religiosidad, con sus rituales, conmemoraciones, culto forzoso al jefe supremo, y demonización de enemigos reales o imaginarios. También se han puesto de relieve sus estrechos vínculos con el nacionalismo. No obstante, las manifestaciones de la sociedad civil también son vigentes en las sociedades democráticas.
Renta básica universal. Prestación económica pagada por el Estado a todos los ciudadanos o residentes como derecho de ciudadanía, sin condiciones, independientemente del nivel de renta (y si existen otras fuentes de renta) y sin tener en consideración las formas de convivencia. La renta básica universal está considerada como una forma de sistema de seguridad social en el que todos los ciudadanos o residentes de un país reciben regularmente una suma de dinero sin condiciones. Se trata de un proyecto surgido sobre todo en medios universitarios en los años cincuenta y llevado a la práctica de forma excepcional en algunos países europeos. En 2015 Finlandia y algunas ciudades de Países Bajos pusieron en práctica un plan experimental de renta básica, y en junio de 2016 Suiza rechazó en referéndum una propuesta dirigida a todos los ciudadanos mayores de edad.
Reproducción social y reproducción cultural. Proceso mediante el cual las élites* o las clases dominantes perpetúan las relaciones de poder y privilegio a lo largo del tiempo. Los grupos sociales dominantes utilizan medios muy variados para perpetuar su situación de privilegio. Karl Marx consideraba que el mantenimiento del sistema de propiedad y el control del capital económico era un instrumento básico para la reproducción social dentro del sistema capitalista. Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, en La reproducción (2018), consideran que el capital cultural* y el capital social* también son instrumentos eficaces al servicio de la reproducción social y cultural. Mientras que desde una perspectiva funcionalista la educación es concebida como un instrumento de integración y de transmisión del sistema de valores a las nuevas generaciones (Durkheim), desde la perspectiva del conflicto se considera que el sistema educativo favorece la perpetuación de un sistema de dominación. La reproducción cultural es el proceso mediante el cual las élites o las clases dominantes transmiten y recrean la continuidad de la experiencia cultural a lo largo del tiempo. Es la transmisión de los valores y las normas culturales de una generación a la siguiente. A pesar de que en las sociedades modernas la familia sigue teniendo un papel capital, los procesos de escolarización son uno de los principales mecanismos de reproducción social y cultural.
Riesgo. Situación de incertidumbre y de peligro potencial que se deriva de las acciones realizadas por el ser humano, que pueden incidir en la sociedad o en el medio ambiente. El mismo desarrollo científico y la aplicación de la tecnología están en el origen de profundos cambios y de nuevos retos a los que se enfrenta el ser humano en una nueva «era de la incertidumbre». Al hablar de riesgo no hablamos solamente de peligro o de amenaza. En la modernidad* la preocupación por el riesgo es cada vez más importante. La aplicación de la tecnología, a la vez que resuelve algunos problemas, genera otros nuevos. Problemas inéditos de los que no tenemos experiencia y, a menudo, para los que la misma ciencia no tiene respuesta. Los seres humanos siempre se han enfrentado a riesgos (hambrunas, guerras, epidemias, desastres naturales, etc.). Ulrich Beck (1998) considera que muchos de los riesgos actuales son cualitativamente diferentes de los riesgos del mundo tradicional. Distingue entre los riesgos externos (que provienen de las fuerzas desbocadas de la naturaleza) y los riesgos manufacturados (que son producto de la actividad humana). Un rasgo característico de los tiempos actuales es la dificultad de previsión y control de los fenómenos sociales. En este sentido, la economía distingue entre la situación de riesgo, en la que se conocen los posibles resultados de una decisión y la probabilidad de cada uno de ellos, y la de incertidumbre, cuando no se dispone de esa información.
Robotización. Proceso de automatización mediante el cual el trabajo humano es sustituido progresivamente por el trabajo hecho por máquinas o robots. La palabra robot proviene del checo robota y significa ‘servidumbre’. La robotización puede hacer crecer exponencialmente la productividad y reducir la tasa de error al mínimo, pero también pone en peligro el futuro de muchas profesiones y ocupaciones, especialmente aquellas consistentes en las tareas más rutinarias y poco cualificadas. El debate sobre las consecuencias laborales de la robotización ha generado una extensa literatura y sigue abierto. Así, Jeremy Rifkin, en el libro El fin del trabajo (1997), sostiene que la cuarta revolución industrial, con la aplicación y el desarrollo de nuevos procesos productivos, comporta un paro estructural que es irresoluble mediante los sistemas convencionales. Desde este punto de vista, se deben tomar medidas extraordinarias más allá de la reiterada «flexibilidad laboral», como son la reducción de la jornada de trabajo, la potenciación de la economía social y la aplicación de la llamada renta básica universal*. A su vez la aplicación de la inteligencia artificial también puede poner en riesgo ciertos trabajos cualificados. Otros análisis, sin embargo, sostienen que con la robótica se generarán nuevas profesiones y ocupaciones que compensarán la pérdida de las anteriores, con un impacto neto que podría ser globalmente positivo si se diseñan las políticas adecuadas (OCDE, 2019).
Rol. Conjunto de pautas de comportamiento que se espera de un individuo en el desarrollo de una posición social determinada. Según la teoría de los roles, en la vida social los individuos «representamos» varios papeles (familiares, profesionales, etc.) siguiendo la pauta que marcan las normas sociales. La noción de rol es fundamental para la sociología dado que es mediante el ejercicio de los roles como tomamos parte en la vida social e institucional. La acción dramatúrgica* siempre se da en determinados entornos institucionales. Los roles se pueden aprender y perfeccionar mediante su ejercicio. Los individuos desarrollan una cierta variedad de roles en el ámbito de diferentes contextos institucionales (por ejemplo, de padre de familia en casa y de profesor en la universidad). El rol está tipificado y marca las pautas de comportamiento que orientan la conducta de cada cual: normalmente se espera que exista una cierta coincidencia entre aquello que yo hago (en la ejecución de un rol) y aquello que los otros esperan que haga (expectativa de rol).
Ruptura de pareja. Véase Divorcio.
Ruptura epistemológica. Al profundizar en el conocimiento de la realidad social constatamos que «las cosas no siempre son lo que parecen» o que «las apariencias engañan». Un escaso bagaje teórico en ciencias sociales* o la falta de un conocimiento profundo de un tema conlleva múltiples trampas, ya que las ideas que tenemos de la realidad se basan en muy buena medida en las apariencias o en nociones preconcebidas, en prejuicios. Los prejuicios son ideas preconcebidas que comportan una visión tópica, simplificadora y superficial de la realidad. Para vencer los prejuicios en la investigación social es importante llevar a cabo un proceso de ruptura epistemológica, que conlleva desconfiar de algunas evidencias de sentido común. La ruptura epistemológica es un concepto introducido por el filósofo francés Gaston Bachelard que sirve para vencer la ilusión de transparencia*, que es la creencia de que la realidad se puede conocer fácilmente y de manera directa a través de los sentidos. Consecuentemente, debemos tener cuidado y mantener una actitud vigilante y cautelosa ante cualquier tema u objeto de investigación (se trata de la llamada vigilancia epistemológica). La ruptura epistemológica es, por tanto, una ruptura respecto de las evidencias colectivas que constituyen el mundo implícito que damos por supuesto. Es un paso necesario e imprescindible para construir el discurso científico. La ruptura es, en este sentido, el primer acto constitutivo del proceso científico (los dos actos consiguientes —según Gaston Bachelard— son la construcción del modelo de análisis y la verificación empírica).
Rutinización del carisma. Véase Carisma.
Salud. Estado de bienestar físico, psíquico y social, relacionado con la ausencia de enfermedades o dolor y con la voluntad de optimización del potencial personal. La manera de entender y vivir la salud está condicionada por factores socioculturales vinculados al sentir existencial. La noción de salud ha evolucionado a lo largo del tiempo y pone de manifiesto el grado de desarrollo y civilización de un país. La Organización Mundial de la Salud define el concepto de salud en 1948 como un «estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades. El disfrute del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social» (Organización Mundial de la Salud, 2006). El Informe Hastings define la salud como «la experiencia de bienestar e integridad del cuerpo y de la mente. La salud se caracteriza por la ausencia de dolores de consideración y, por tanto, por la capacidad de una persona para perseguir sus objetivos vitales y desarrollarse adecuadamente en contextos sociales y laborales habituales» (Hastings Center, 2005). No obstante, no es apropiado oponer radicalmente las nociones de salud y enfermedad como si se tratara de dos realidades mutuamente excluyentes. Aaron Antonovsky entiende acertadamente la salud como un continuo de salud-enfermedad. En este continuo identifica dos polos: el bienestar (salud) y el malestar (enfermedad).
Secularización. Proceso de declive de la influencia de la religión en la vida social que comporta que algunos sectores de la sociedad y la cultura sean sustraídos de la dominación de las instituciones y símbolos religiosos. La secularización conlleva la transformación de los fundamentos de la vida moral, motivada por el desencanto* o la desmitificación del mundo que han provocado la racionalidad y la ciencia moderna.
Sexismo. Actitudes o creencias que atribuyen falsamente ciertas capacidades a los miembros de uno de los sexos y niegan las mismas cualidades a los miembros del otro, justificando así las desigualdades sexuales. El sexismo o la discriminación de género es una ideología que sostiene la división de las personas por razón de la diferencia de los sexos, la creación de las identidades de género convencionales y unas normas de comportamiento que correspondan a estas. El sexismo codifica como norma ideal las prácticas sexuales propiamente dichas (la manera de hacer el amor), los comportamientos afectivos (la manera de sentirse hombre o mujer) y las normas culturales (la manera de manifestarse como hombre o como mujer). La jerarquización de estas identidades se llama «machismo» cuando trata de la identidad masculina por encima de la femenina y «heterosexismo» cuando trata de la relación heterosexual por encima del homosexual. A menudo el sexismo va asociado a argumentos sobre la supremacía de género del hombre sobre la mujer, mientras otros sostienen que la raíz de la opresión de género se encuentra en el régimen social y no en el hombre en particular.
Sistemas de alta o baja confianza. Los sistemas de alta confianza conceden a los trabajadores una gran autonomía y control personal de las tareas laborales. Las posiciones de alta confianza son aquellas en que se deja a los individuos un alto margen de libertad para regular el ritmo e, incluso, algunos aspectos del contenido de su trabajo en el marco de ciertas directrices globales. Los sistemas de baja confianza son sistemas organizativos que conceden a los trabajadores escasa autonomía y control sobre las tareas laborales asignadas. Los individuos que las llevan a cabo se encuentran supervisados permanentemente. El fordismo* y el taylorismo* son sistemas de baja confianza, dado que la dirección asigna las tareas y es necesario que el trabajador se ajuste al ritmo y las exigencias del sistema productivo.
Socialdemocracia. Véase Régimen de bienestar socialdemócrata.
Socialización. Proceso mediante el cual el ser humano interioriza las maneras de pensar, de sentir y de actuar propias del medio sociocultural al cual pertenece. Es mediante la educación* que el ser humano aprende e interioriza los valores, las creencias y las normas de comportamiento vigentes en su cultura. Todos los individuos necesitan completar de manera satisfactoria este proceso para llegar a ser personas y devenir miembros de la sociedad. El individuo asimila los modelos del mundo social que lo rodea y los percibe como propios. Mediante la educación, este legado cultural se puede transmitir de generación en generación. Aunque los procesos de socialización son de particular importancia en la niñez y la adolescencia, en cierta medida continúan a lo largo de toda la vida. Hay que mencionar dos tipos de socialización básica: la socialización primaria*, que se produce en la niñez y la socialización secundaria*, que se produce, sobre todo, durante la adolescencia y la juventud (Berger; Luckmann, 1966).
Socialización primaria y socialización secundaria. La socialización primaria es el proceso por el cual el ser humano interioriza durante su niñez, especialmente los primeros años de vida, unos valores y unos esquemas de conducta que le permitirán actuar de acuerdo con las convenciones y las normas del medio sociocultural al cual pertenece. En este proceso es esencial el aprendizaje del lenguaje. La socialización secundaria es el proceso por el cual el ser humano interioriza los conocimientos relacionados a la asunción de roles específicos en determinados ámbitos profesionales o sectoriales. El individuo se inserta en varios submundos institucionales el alcance de los cuales es determinado por el grado de complejidad de la división social del trabajo* y la consiguiente distribución social del conocimiento. La socialización secundaria, que se basa en la socialización primaria y la refuerza, va conectada a los procesos de aprendizaje que son indispensables para integrarse en el mundo del trabajo y en otros ámbitos institucionales de cariz más circunscrito. Ahora bien, en el mundo actual la socialización secundaria va más allá de la simple inserción laboral. Se trata de un proceso constante de formación que se prolonga a lo largo del tiempo y nos permite estar al día de los cambios y las transformaciones que comporta vivir en la sociedad contemporánea.
Socialización mediática. Proceso por el cual los medios de comunicación convencionales (prensa, radio y televisión) y los nuevos media (internet) actúan como mecanismos educativos no formales y contribuyen positiva o negativamente al desarrollo y formación de la persona. Los medios convencionales y los nuevos media son agentes de socialización* impersonales.
Sociedad civil. Esfera de la sociedad compuesta por todas aquellas redes, asociaciones voluntarias, empresas, clubes, organizaciones y familias que están formadas por ciudadanos al margen del Gobierno. También forman la sociedad civil las fundaciones, las asociaciones privadas sin ánimo de lucro, los colegios profesionales, etc. Se trata de una noción difusa que alude a un conjunto de asociaciones, entidades e instituciones privadas que pretenden desarrollar una actividad social de carácter educativo, cultural, sociopolítico o sindical. Se habla en términos de sociedad civil en contraposición al concepto de sociedad política (formada por el entramado de instituciones públicas y políticas). En el siglo XVIII, el pensador escocés Adam Ferguson, en Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil (1767), fue precursor al tratar el tema para referirse a un nuevo estado de civilidad. El término sociedad civil cristalizó a través de los análisis de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Karl Marx. Según estos autores, la sociedad civil era una institución intermedia entre la familia y el Estado. El concepto fue adoptado más tarde por Antonio Gramsci, el cual argumentó que entre las relacionas coercitivas del Estado y de la esfera económica productiva se encuentra la sociedad civil, es decir, el área de la vida social que es de dominio privado del ciudadano. Al hablar de sociedad civil a menudo se pone de manifiesto un cierto temor ante la prepotencia del Estado* y de las administraciones públicas y la excesiva absorción de funciones cívicas por parte del Estado, como ocurrió en la extinta Unión Soviética. Sin embargo, dentro del ámbito de las ciencias sociales no hay un consenso general sobre la noción exacta de sociedad civil.
Sociedad del bienestar. Sistema social en que la sociedad en su conjunto —y no tan solo el Estado— se hace corresponsable en la provisión del bienestar al conjunto de los ciudadanos, vela por sus derechos civiles, políticos y sociales, y promueve los servicios sociales necesarios para garantizarlos. En los años noventa del siglo XX se habló profusamente de sociedad del bienestar. Este concepto pretendía dar una dimensión más amplia a la noción de Estado del bienestar*, incluyendo, además de las políticas públicas consideradas fundamentales —políticas educativas, políticas sanitarias y políticas sociales y asistenciales—, aquellas actuaciones provenientes de las organizaciones intermedias en sociedades con un fuerte tejido asociativo.
Sociedad del riesgo. Según Ulrich Beck (2008), vivimos en la sociedad mundial del riesgo, que define como una fase de desarrollo de la sociedad moderna (modernidad tardía), en la que los riesgos sociales, políticos, económicos e industriales tienden a escapar a las instituciones de control y protección que son características de la sociedad industrial. Un rasgo característico de los tiempos actuales es la falta de previsión de los fenómenos sociales. En un mundo globalizado, las fronteras pierden relevancia y los problemas son comunes a todos los países. Como señala Beck, en un nuevo orden mundial caracterizado por una dinámica de cambio permanente y una situación de creciente incertidumbre, aparecen una serie de riesgos inéditos (el calentamiento global, las crisis económicas, las enfermedades pandémicas, etc.) que se suman a otros peligros ancestrales, como las hambrunas, las epidemias y las guerras, que han azotado a las sociedades humanas a lo largo de la historia.
Sociedad dual. Sociedad escindida por una profunda división entre el trabajo cualificado y el trabajo no cualificado. La estructura social de la sociedad dual se caracteriza por la formación de dos grupos básicos. Uno formado por los sectores que incluyen los trabajos más cualificados y mejor retribuidos (trabajador autoprogramable); y otro que se tiene que conformar con trabajos precarios, poco cualificados y mal pagados (trabajador genérico). Estos dos grupos tienen escasa relación de intercambio, y de esta manera se rompe el proceso de ascenso social. Este concepto fue estudiado por John Kenneth Galbraith en La cultura de la satisfacción (1992), donde considera que la sociedad norteamericana esta escindida entre dos grupos. El proceso de dualización también es inherente a la dinámica del capitalismo informacional*. Para Manuel Castells, la emergencia de sociedades configuradas en redes conlleva, irremediablemente, un proceso de globalización imperfecta. Es decir, las estructuras sociales en red conducen, inevitablemente, a procesos de inclusión y exclusión de la red. Nos encontramos ante una estructura social de carácter dual que conlleva una polarización entre la clase alta (que crece en número) y la clase baja que experimenta un empeoramiento de las condiciones de vida. En la sociedad dual, las llamadas «clases medias», en proceso de decadencia, pierden importancia numérica. La distancia existente entre la clase alta y la clase media se acrecienta. Las clases bajas, a pesar de su importancia numérica, son mediáticamente «invisibles» y ocupan una posición completamente subalterna en el nuevo orden social. Se habla, incluso, en términos de precariado* o de infraclase*. En una sociedad dual, el ascensor social que comunica los dos niveles se encuentra prácticamente averiado y los riesgos de marginación se acentúan. La idea de «igualdad de oportunidades» se convierte en una entelequia. Una sociedad dual conlleva (en la práctica) que exista una doble condición de ciudadanía y multiplica los riesgos de exclusión social* para los sectores más débiles de la sociedad (este riesgo se agudiza aún más por la crisis del Estado del bienestar en Europa).
Sociedad red. La sociedad red surgió como una nueva forma de organización social a finales del siglo XX, sobre la base del «informacionalismo», pero no es consecuencia de este, sino de la existencia de otros factores económicos, sociales, políticos y culturales que posibilitaron el crecimiento de nuevas formas de organización sociales, que permanecieron y se extendieron aprovechando la oportunidad histórica que ofrecía el informacionalismo. Manuel Castells sostiene que, por coincidencia accidental, en la década de los setenta convergen tres procesos independientes. Estos tres procesos son: a) la crisis y reestructuración del industrialismo y sus dos modos de producción asociados (capitalismo y estatismo); b) los movimientos sociales y contraculturales de orientación liberadora de finales de los sesenta y principios de los setenta; y c) la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación. Manuel Castells contempla al mismo tiempo los aspectos estructurales e individuales de las sociedades humanas. Analiza el impacto de la tecnología, pero también las relaciones que se establecen entre los diferentes ámbitos sociales e individuales, y cómo interaccionan entre sí. Castells propone olvidar las nociones de «sociedad del conocimiento» y «sociedad de la información» y sustituirlas por el concepto de sociedad red.
Sociobiología. Disciplina científica que trata de explicar el comportamiento individual y la organización social haciendo referencia a las características biológicas de la población. La sociobiología es una corriente evolutiva —desarrollada, entre otros, por Edward O. Wilson— que se enmarca dentro del neodarwinismo o darwinismo social fundado en el siglo XIX por el sociólogo británico Herbert Spencer. A pesar de haber hecho una importante contribución a la comprensión de la naturaleza animal, la sociobiología no ha dado una explicación plenamente satisfactoria del comportamiento humano, dado que ignora la dimensión cultural y defiende un determinismo biológico estricto. La sociobiología encuentra dos fundamentos principales en la interpretación que hace de la jerarquía en la mayor parte de las sociedades animales (incluido el hombre), a las cuales atribuye una causa genética: los mejores individuos son los que de hecho «mandan», y los menos buenos los que «obedecen», gracias a un proceso de selección natural; considera también que el comportamiento de un individuo obedece a un objetivo principal: la máxima difusión posible de sus genes. La sociobiología interpreta las desigualdades sociales, los conflictos entre individuos, familias y pueblos en este sentido, atribuyéndoles una base biológica.
Sociología. Disciplina de conocimiento que surge a lo largo del siglo XIX y se consolida en el siglo XX como un intento de comprensión y de respuesta de los cambios trascendentales acontecidos en las sociedades humanas en los últimos siglos. La sociología se puede definir como el estudio sistemático y metódico de las sociedades humanas y pone énfasis en los modernos sistemas industrializados (en contraposición a la antropología, que originariamente se ocupaba del estudio de las «sociedades primitivas» o, mejor dicho, colonizadas). Es una disciplina que mantiene una gran relación de afinidad con la historia, dado que ambas perspectivas comparten el interés por el estudio y la comprensión de las relaciones humanas a lo largo del tiempo. La sociología es una disciplina típicamente moderna dado que la modernidad* comporta una nueva actitud ante la realidad: el mundo ya no está (pre)determinado por la providencia divina, sino que depende, en buena parte, de las decisiones y de las acciones humanas. A la vez el ser humano confía en la lógica y la razón para conseguir una mejor comprensión de los fenómenos actuales. La modernidad implica también la fe en la razón, la pérdida del peso de la religión* y un cierto descrédito de la tradición. La sociología es heredera del positivismo* científico que nace en la época de Auguste Comte con la firme convicción de que la ciencia* permite conocer y transformar la realidad. Se trata de una forma de comprensión típica de las sociedades plurales y avanzadas y nace en un contexto de crisis y de profunda mutación histórica. De hecho, la sociología solo es posible en sociedades modernas, plurales y tolerantes que relativizan los valores y lo hacen de manera permanente. Como señala Peter L. Berger (1963), en Invitation to sociology, si la sociología sintoniza tan bien con el talante de la época moderna es porque refleja la conciencia de un mundo en el cual los valores han quedado radicalmente relativizados. Basta indicar que las dictaduras y los regímenes totalitarios que defienden una visión monolítica y cerrada de la realidad son enemigos declarados de la sociología. Como sostiene Zygmunt Bauman (1994), pensar sociológicamente nos puede hacer más sensibles y más tolerantes a la diversidad. La mirada sociológica permite reflexionar sobre las cosas «normales», a las cuales se dedica poca atención. También sirve para pensar en aquello que es diferente o que parece extraño. A pesar de la situación de incertidumbre característica del mundo actual, la sociología sigue siendo una disciplina apropiada para hacer preguntas pertinentes sobre la realidad presente y ensayar respuestas a los retos de futuro.
Solidaridad. La solidaridad es un concepto elaborado por Émile Durkheim en La división del trabajo social (1893), mediante el cual pretendía explicar la importancia de los vínculos y las formas de cooperación social para formar la unidad de orden superior que constituye la sociedad. Durkheim distingue entre dos formas de solidaridad: la mecánica y la orgánica. La solidaridad mecánica, propia de las sociedades simples y de carácter tradicional, es la solidaridad por similitud y expresa una carencia de diferenciación social. Los individuos se asemejan entre ellos porque comparten unos mismos valores y sentimientos religiosos. Se trata de sociedades con un alto nivel de «consenso moral» o «consenso de las conciencias». La solidaridad orgánica, propia de las sociedades complejas, es, en cambio, una solidaridad por diferenciación y por interdependencia en sociedades caracterizadas por un aumento de la densidad demográfica (debido a la expansión de la población), del crecimiento de las ciudades y del desarrollo de los medios de transporte y comunicación. En este tipo de sociedades manda la cooperación entre individuos interdependientes. Estos dos tipos de solidaridad dan pie al surgimiento de dos tipos de sociedades: las simples (segmentarias) y las complejas (basadas en la división social del trabajo*). Las formas de solidaridad aluden a los modos de integración y articulación de los grupos e instituciones sociales, y al tipo de vínculos que unen a los miembros de la sociedad entre ellos. Según K. Morrison (1995), el concepto durkheimiano de solidaridad es muy amplio e incluye varias acepciones: 1) sistema de vínculos sociales que ligan a los individuos a la sociedad; 2) sistema de relaciones sociales que unen a los individuos entre ellos y a la sociedad en su conjunto; 3) sistema de intercambios sociales que van más allá de las transacciones que se dan en el intercambio económico en la sociedad. Este sistema de intercambios forma una vasta red de solidaridad social que se extiende al amplio abanico de relaciones sociales y cohesiona a los individuos en una forma de unidad social; y 4) grado de integración social que une a los individuos a los grupos sociales independientemente de su voluntad.
Sostenibilidad. Véase Desarrollo sostenible.
Subjetivismo. Véase Objetivismo.
Sujeto versus Estructura social. Este binomio teórico es uno de los más utilizados en sociología. El estudio de la acción social* es central en el estudio de las sociedades actuales. Por un lado, podemos pensar que la acción de los sujetos, agentes sociales, actores o individuos resulta fundamental en las acciones sociales. Por otro, se podría considerar que los factores estructurales o sistémicos son los que condicionan o determinan, en gran medida, la acción de los sujetos. Mientras que los elementos estructurales son los que han tenido mayor peso dentro de la tradición sociológica, la sociología contemporánea pone el acento también en el individuo como actor social, y sobre todo en la interacción dialéctica entre los dos conceptos. Los individuos tienen un papel importante en la nueva estructura social. La reflexividad* de los sujetos les permite producir prácticas propias y originales, al tiempo que influyen y modifican las propias estructuras sociales. Instituciones como el matrimonio, por ejemplo, se ven cuestionadas, y se plantean formas de relación y vida familiar alternativas. Pero los sujetos no son completamente libres, dado que sus acciones están condicionadas por la sociedad. La estructura social* es a la vez causa y resultado de la acción de los individuos. Se trata, por tanto, como sostiene Giddens (1990), con su «teoría de la estructuración social», de integrar las explicaciones causales de los hechos de forma objetiva y la comprensión subjetiva que las personas hacen de sus propios actos, superando las limitaciones del paradigma positivista* y del paradigma comprensivo*.
Supremacismo. Ideología de alguien convencido de que pertenece a un grupo social superior y de que se considera legitimado para dominar a otro tipo de personas. Se trata de un concepto vinculado originariamente a la historia estadounidense y que remite a la corriente ultraderechista relacionada con ideologías racistas que abogan por la dominación del hombre blanco occidental sobre otras etnias.
Tasa de mortalidad. Véase Indicadores sociales.
Taylorismo. Sistema de organización del trabajo introducido en Estados Unidos por el ingeniero Frederick Winslow Taylor que en 1911 publicó su obra, Principles of Scientific Management. Taylor fue el precursor de la llamada organización científica del trabajo de inspiración claramente positivista*. El taylorismo es un sistema de trabajo complementario al fordismo*, que se basa en la observación y el estudio detallado de los procesos de trabajo, que son descompuestos en varias tareas, la medición del tiempo de ejecución de las mismas (mediante el cronómetro) y en el establecimiento, como incentivo, del pago de primas ligadas al rendimiento. El taylorismo nace y se extiende con la introducción de las grandes cadenas de producción en serie que dan como resultado una producción estandarizada, masiva y con unos costes de fabricación reducidos. El taylorismo pretende eliminar los tiempos muertos (y los movimientos inútiles) y, al mismo tiempo, conseguir una mayor cooperación entre la dirección de la empresa y los obreros. Taylor hizo una serie de recomendaciones técnicas de la organización del trabajo con el objetivo de mejorar la productividad. Para ello detalló una serie de instrucciones dirigidas a los obreros de «qué» hacer, «cómo», y en «cuánto tiempo» se debían realizar las tareas asignadas. El taylorismo facilita la entrada en masa de los trabajadores no cualificados en la producción, pero también conlleva la deshumanización del trabajo y el aumento de la monotonía laboral, porque exige del obrero la repetición mecánica de las mismas tareas. El carácter empobrecedor y alienante* del trabajo taylorista provocó la oposición o resistencia de los sindicatos obreros. El taylorismo también provoca una creciente automatización y robotización* del trabajo.
Tecnocracia. Gobierno de los tecnócratas. La tecnocracia supone una racionalización de las tareas de la administración pública hasta llegar a un nuevo modelo en el cual la gestión pública está en manos de técnicos especialistas que impulsan el desarrollo económico con criterios de eficacia. La tecnocracia rehúye el control democrático. Fue Henri de Saint-Simon quien acuñó el concepto a principios del siglo XIX.
Tecnoestructura. Es un término ideado por John Kenneth Galbraith en El nuevo estado industrial (1967) que se refiere a un grupo de trabajadores asalariados con un alto nivel de conocimiento técnico y especializado que ocupan una posición privilegiada de poder en las grandes empresas y que les permite influir decisivamente en la toma de decisiones.
Tematización. La teoría elaborada por Niklas Luhmann (entre otros), que afirma que los medios de comunicación social tienen un papel clave a la hora de seleccionar los eventos y los temas de actualidad que serán objeto de atención preferente y centro de conversación por parte de la ciudadanía. Los profesionales de la comunicación tienen, pues, una gran responsabilidad social ya que nos proporcionan una visión global y simplificada del mundo social. El fenómeno de la tematización condiciona, lógicamente, los procesos de formación de la opinión pública*. Esto no significa, sin embargo, que los medios de comunicación nos puedan obligar a pensar de una manera determinada, sino que nos pueden inducir a pensar y opinar sobre determinados temas e ignorar otros. Según Luhmann, la opinión pública no está determinada por las opiniones individuales, sino por los temas presentes en los medios de comunicación. El concepto de tematización indica la estructura de temas presentes en los medios, por lo que la opinión pública se entiende como la estructura de estos temas.
Teorema de Thomas. Proposición de W. I. Thomas y D. S. Thomas, elaborada en 1928, que sostiene que: «Aquello que es definido como real, es real en sus consecuencias». El teorema propone que en el mundo social las definiciones compartidas sobre la realidad forman parte de la realidad definida, actúan sobre esta y pueden contribuir a transformarla. Robert King Merton destacó dos de las variantes recurrentes del teorema: la profecía autocumplida* (cuando un simple pronóstico de un acontecimiento crea la predisposición necesaria para su realización) y la profecía suicida (cuando el pronóstico emitido puede provocar reacciones contrarias que lo hacen imposible). Consciente del peligro de una utilización superficial y simplista de este teorema, Merton alertó de una interpretación idealista y sugirió un nuevo teorema que consideraba complementario: «Aunque los hombres no definan unas situaciones como reales, estas siguen siendo reales en sus consecuencias». Este complemento limita y califica el alcance del teorema inicial, (re)introduciendo la idea de una realidad objetiva que sigue actuando con independencia de la influencia de los observadores y de sus expectativas y pronósticos sobre el mundo social.
Terrorismo. Forma de lucha política que comporta el uso más o menos sistemático de la violencia con el objeto de provocar la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror o de inseguridad que intimide y desestabilice al adversario. El terrorismo provoca la destrucción de los vínculos sociales y generalmente impide el diálogo y la resolución pactada de los conflictos sociales (Wieviorka, 1991). Las organizaciones involucradas en esta práctica se definen como organizaciones terroristas, mientras que el individuo protagonista de la acción se llama terrorista. Los terroristas utilizan de forma muy selectiva distintos tipos de acción que buscan y consiguen, generalmente, una importante repercusión mediática: bombas en edificios públicos, asesinatos, secuestros y actos de sabotaje que tienen como objetivo fundamental atentar contra el Estado* o contra determinadas personalidades o instituciones públicas. El atentado terrorista que ha conseguido una mayor espectacularidad y repercusión mediática global es el de las torres gemelas de Nueva York el 11 de setiembre de 2001, que provocó casi 3.000 muertos. Las víctimas humanas inmediatas de la violencia son generalmente elegidas al azar. Son los llamados «blancos de oportunidad». La palabra terrorismo mantiene fuertes connotaciones negativas y no es fácil hallar una definición de consenso. La definición más aceptada fue acuñada en 1937 por la Sociedad de Naciones en la que habla de «actos criminales dirigidos contra el Estado en el que el objetivo es causar terror en la población o en grupos de personas». No obstante, también existe el llamado «terrorismo de Estado», que es una forma de violencia política que usan los estados totalitarios (y también algunos estados democráticos) cuando recurren ilegalmente a los aparatos del Estado y a la llamada «guerra sucia» para alcanzar sus objetivos políticos y eliminar cualquier vestigio de oposición.
Tipo ideal. Modelo teórico que pretende describir una realidad social poniendo de relieve sus características fundamentales. Es una herramienta conceptual que sirve para destacar los elementos esenciales de un fenómeno social. No es posible comprender y explicar la vida social aplicando los mismos métodos que las ciencias naturales. Los seres humanos, a diferencia del resto de seres vivos, crean un entorno significativo, y para comprender sus acciones individuales tenemos que ubicarlos en el contexto de este entorno social. A diferencia de los objetos naturales, los seres humanos son seres autoconscientes que confieren significado y propósito a lo que hacen. Max Weber insistió en la importancia que tienen los tipos ideales para hacer explícitos los procedimientos por los que los científicos sociales formulan conceptos generales y abstractos. Por ejemplo, Weber describe las características de la burocracia* entendida como un tipo ideal de organización basada en la racionalización y los criterios de eficacia y eficiencia, propios de las sociedades modernas. Al utilizar un tipo ideal, se construye un modelo teórico en estado puro que facilite la comprensión de una realidad social compleja, sin que necesariamente se corresponda con la realidad descrita en todos sus detalles. Los tipos ideales son, por tanto, construcciones hipotéticas elaboradas poniendo énfasis en ciertos aspectos de la conducta y de las instituciones que son observables empíricamente. «Ideal» significa ‘puro’ o ‘abstracto’ más que normativo. Sin embargo, la relación exacta que existe entre los tipos ideales y sus exponentes empíricos es difícil de determinar. Alfred Schütz (1974), por ejemplo, recurre a una metodología parecida a la de los tipos ideales weberianos; en su caso, de tipos ideales personales. Se trata de una construcción del investigador que solo existe en la teoría del científico pero que al mismo tiempo tiene que hacer referencia a los procesos de significación del mundo de la vida, de la realidad social.
Totalitarismo. Régimen político que interviene directamente en todos los órdenes de la vida colectiva y de la sociedad civil. Los regímenes totalitarios son invasivos y penetran también en la vida privada, anulando cualquier resquicio de libertad individual. En los regímenes totalitarios, el Estado pretende encuadrar y dirigir al conjunto de la población mediante un partido único y distintas organizaciones de masas dirigidas desde el poder. La clásica división de poderes queda reducida a la mínima expresión, como sucede en los regímenes fascistas y comunistas. El totalitarismo tiene como rasgos característicos la existencia de un partido único —centralizado, jerárquico y dotado de un fuerte componente ideológico—, bajo el mando de un jefe que ejerce de líder-oráculo. El partido controla todos los resortes de la administración y traza las directrices políticas, ejerce un estrecho control de los medios de expresión y de comunicación y dispone también de un eficaz aparato represivo. Promociona un nacionalismo de Estado y despliega una política exterior expansiva. La palabra totalitarismo fue acuñada en 1922 por el periodista italiano Giovanni Amendola haciéndose eco de unas palabras de Benito Musolini: «Tutto nello Stato, niente al di fuori dello Stato, nulla contro lo Stato».
Toyotismo. Método de organización social del trabajo —opuesto al taylorismo— introducido en la segunda mitad del siglo XX por Taiichi Ohno, ingeniero de la empresa japonesa de automoción Toyota, basado en la producción ajustada en tiempo y cantidad —just in time–, la aplicación de la calidad total y la implicación absoluta de los trabajadores en el proceso de producción. Una de las bases de este sistema son los llamados círculos de calidad, que son equipos formados por trabajadores que estudian la calidad de un producto y, sobre todo, la adecuación del proceso productivo. El toyotismo se basa en la premisa de que el trabajador mejora su rendimiento y disminuye la tasa de error si participa activamente en equipos de trabajo y se siente integrado, puede comunicar las quejas y sugerir mejoras en el proceso productivo. El toyotismo requiere mano de obra mucho más cualificada que los sistemas organizativos precedentes, puesto que no se limita a armar mecánicamente el proceso de trabajo, sino que lo controla técnicamente. El periodo correspondiente al toyotismo ha sido caracterizado como la revolución de la inteligencia, de los microprocesadores o las biotecnologías. Este paradigma técnico-industrial fue el que proyectó a Japón a un primer plano mundial durante la década de los ochenta del siglo pasado.
Trabajo. Ejecución de tareas que implican un gasto de esfuerzo mental y físico, y que tienen por objeto la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas. El trabajo es una institución básica y alcanza un carácter universal. Consiste en apropiarse de los productos de la naturaleza y transformarlos con el fin de aumentar su utilidad. En el caso del ser humano —en contraste con el trabajo animal— esta actividad se distingue por su carácter creativo y finalista. Es imprescindible para la vida y es una de las actividades a las que dedicamos más tiempo. En el capitalismo informacional* los procesos productivos, basados en parte en la aplicación de la inteligencia artificial, se focalizan en el procesamiento de la información y en la conversión de la información en conocimiento aplicado. Al mismo tiempo, la innovación tecnológica*, la inteligencia artificial y la robotización* ponen en riesgo el futuro de ciertas ocupaciones. Desde una perspectiva sociológica, el trabajo es una categoría central, dado el carácter colectivo del trabajo humano y el sistema de relaciones sociales que lo conforma (el taylorismo*, el fordismo* y el toyotismo* son formas de organización del trabajo). Como señala Émile Durkheim (1893), la división del trabajo impulsa la evolución social. En las sociedades capitalistas, la mayor parte del trabajo se hace a cambio de un salario. Cada formación social desarrolla un tipo específico de relaciones sociales para atender la actividad laboral que impacta decisivamente en las características de cada sociedad.
Trabajo productivo y trabajo reproductivo. Hasta finales del siglo XX se consideraba que el trabajo era sinónimo de trabajo productivo, es decir, el que se desarrolla en el mercado de trabajo*. Actualmente se considera que el trabajo doméstico (o trabajo reproductivo) también tiene una importancia capital para el buen funcionamiento de la vida social. El trabajo reproductivo, que tradicionalmente ha sido atribuido a las mujeres, incluye las tareas de mantenimiento del hogar, el cuidado* de los miembros de la unidad doméstica y, de una manera particular, la crianza y educación de los niños.
Trabajador pobre. Véase Infraclase o Precariado.
Tradición. Conjunto de conocimientos, costumbres y creencias que se transmiten de generación en generación. Las raíces lingüísticas de la palabra tradición son antiguas. Tradere se usaba tradicionalmente en el derecho romano en relación con las leyes de la herencia. Paradójicamente, sin embargo, la idea de tradición es una creación moderna. En la época medieval no había una noción genérica de tradición, ya que no existía ninguna necesidad, dado que la tradición y la costumbre lo impregnaban todo. Nuestra sociedad, obsesionada por el progreso, da la espalda a la tradición. Por ejemplo, la admiración que los intelectuales sienten por la modernidad —por la novedad y la innovación*— contrasta con el olvido sistemático que académicos y pensadores manifiestan en tratar del tema de la tradición. No es sencillo, en una sociedad que vive mirando al futuro, interpretar las formas y los vestigios culturales heredados dentro de una tradición determinada. El discurso ilustrado interpretaba el progreso como una ruptura inevitable con el pasado. Desde esta óptica, se considera que los cambios y las transformaciones han desvirtuado irremediablemente las formas originarias de cultura. Las características definitorias de la tradición son el ritual y la repetición que realizan determinados grupos o colectividades. Giddens (2000) considera, sin embargo, que todas las tradiciones son inventadas y reinventadas de manera continuada. Las tradiciones son necesarias y perduran dado que dan continuidad y sentido a la vida de los grupos humanos. Muchas tradiciones son relativamente recientes, lo que pone de manifiesto el célebre libro de los historiadores Eric Hobsbawm y Terence Ranger llamado La invención de la tradición (1983). Según estos autores, las tradiciones y las costumbres inventadas no son genuinas, sino artificiales. Es un mito pensar que las tradiciones son impermeables al cambio. «Son creadas y usadas por los poderosos para legitimar su situación de privilegio».
Transición demográfica. Proceso por el cual una población pasa de un régimen demográfico a otro. Los especialistas distinguen entre la primera y la segunda transición demográfica. En la primera transición demográfica, cuyo desarrollo se produjo en los países occidentales entre mediados del siglo XVIII y del siglo XX, la población pasó de un régimen de alta presión (mortalidad y natalidad elevadas) a uno de baja presión (mortalidad y natalidad bajas). Ron Lesthaeghe y Dirk van de Kaa, demógrafos flamencos, formularon en 1986 la expresión segunda transición demográfica para caracterizar las transformaciones que se estaban produciendo desde los años sesenta del siglo XX en las pautas de reproducción y de formación de hogares en países de Europa septentrional y occidental y en América del Norte, cuando el conjunto de la población adoptó la píldora y otros métodos contraceptivos baratos y efectivos que permitieron controlar la natalidad de manera segura. Empezó a subir la edad del primer matrimonio, tras haber caído a lo largo del siglo. Asimismo, aumentó la práctica de la cohabitación, tanto por parte de los solteros como de los separados, además de incrementarse los porcentajes de hijos nacidos de parejas no casadas. Continuaron creciendo las tasas de divorcio de las parejas casadas y las rupturas de las parejas de hecho. De la misma forma, en muchos países, se alcanzaron tasas de fecundidad bajas, por debajo del nivel de reemplazo. Frente a la consolidada formación de familias nucleares biparentales —basadas en la relación de pareja y focalizadas, casi exclusivamente, en el cuidado de los hijos— surgen nuevos tipos de estructura familiar. Las familias monoparentales, que devienen el entorno familiar habitual de uno de cada cinco niños, se multiplican al tiempo que emergen nuevas estructuras, como las familias reconstituidas, compuestas por parejas que aportan a su hogar hijos que son fruto de una relación anterior o formadas por hijos de padres y madres separados o divorciados con custodia compartida. Por consiguiente, es probable que, a lo largo de su trayectoria vital, un mismo individuo experimente diversas etapas de convivencia familiar. En un entorno de creciente individualización*, la segunda transición demográfica es fruto de una transformación de valores que se concretó en la acentuación de la autonomía individual, tanto en las esferas ética y moral como en la política, en el rechazo de las formas de autoridad y control institucionales y en el ascenso de valores expresivos vinculados con necesidades de autorrealización. Dicho proceso está ampliando las diferencias de clase al ensanchar las disparidades de los recursos de que disponen las madres y los niños.
Triangulación metodológica. Véase Metodología.
Turismo. Conjunto de desplazamientos y de actividades relacionados con los viajes por motivos de ocio. Estas actividades conforman un compendio de bienes y servicios que se ofrecen a los turistas. Según la Organización Mundial del Turismo, el viaje debe ser por un periodo consecutivo inferior a un año e incluye la posibilidad de viajes de negocio u otros motivos. Si no se realiza pernoctación, se habla de «excursionistas», que sumados a los «turistas» componen los «visitantes». No se puede identificar directamente el turismo con uno o varios sectores de actividad económica (restauración, visitas culturales, disfrute de playas o paisajes, etc.), puesto que muchos de los servicios que disfruta el turista se ofrecen igualmente a las personas residentes en un grado difícil de determinar. El alojamiento hotelero, tradicionalmente relacionado directamente con el turismo, actualmente compite con otras formas de alojamiento que a menudo son difíciles de distinguir del alquiler a residentes. El conjunto de servicios al que nos referimos está compuesto tanto por bienes privados como por bienes públicos, siendo estos últimos totalmente determinantes del atractivo turístico del lugar visitado, el «destino turístico». El desarrollo del turismo suele crear una distinción entre dos grupos poblacionales muy diferenciados, los huéspedes y los residentes, con pocos elementos y ocasiones de contacto. Estamos asistiendo, sin embargo, a una transformación posfordista del modelo turístico, que supone una reacción contra el turismo masivo y estandarizado de los años en que imperaba el modelo fordista. Ello conlleva una superación del turismo de masas, que establece una separación radical entre tiempo de ocio y tiempo de trabajo, entre turistas y residentes (a la vez que se establece una distinción drástica entre espacios turísticos y espacios no turísticos). Otro aspecto clave son los efectos inesperados o externalidades negativas del turismo, que no solo aporta ingresos económicos a los territorios receptores, sino que también impone costes sociales y ambientales que a menudo se ignoran. La economía del visitante pretende comprender el fenómeno turístico desde el punto de vista de sus efectos en un destino determinado. Las reacciones negativas que ha suscitado el crecimiento continuado de la actividad turística en algunas ciudades, como Barcelona, por ejemplo, nos hacen reflexionar sobre su sostenibilidad en el futuro. Paradójicamente, el prestigio de la marca Barcelona y la expansión de la actividad turística han provocado una creciente inquietud por parte de la ciudadanía sobre los «efectos perversos» que provoca el turismo masivo, que se concentra especialmente en algunos barrios. El crecimiento del número de turistas no solo altera la calidad de vida de los residentes, sino que pone en peligro la viabilidad o sostenibilidad del propio sistema turístico. Dentro del debate sobre el turismo sostenible, han aparecido algunas iniciativas que intentan regular el número máximo de visitantes que puede soportar un determinado espacio o monumento. Los modernos sistemas de gestión del turismo han introducido medidas de control y de gestión de los flujos. Se busca la definición del umbral máximo de visitantes que puede absorber un determinado espacio.
Valores. Manera de ser o de actuar que una persona o una colectividad consideran ideal, y que hace deseables o estimables a los seres o las conductas que tienen esta característica. Los valores también son aquello que designa las prioridades sobre lo que está bien o mal, lo que es deseable o indeseable. Es mediante la educación que se puede aprender e interiorizar un sistema de valores, al tiempo que este se puede transmitir de generación en generación. Max Weber propone, en El político y el científico (1918), la distinción entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. La persona que actúa con la ética de la convicción es fiel a sus principios o sistema de valores. La persona que actúa según la ética de la responsabilidad asume cabalmente las consecuencias de sus actos. El ser fiel a las convicciones éticas puede llevar, en casos extremos, a desentenderse de las consecuencias no deseadas de los actos. En cambio, si se actúa atendiendo responsablemente a las consecuencias de la acción, a menudo se debe transigir con las convicciones iniciales e, incluso, a posponerlas en el tiempo (o «traicionarlas»). Según el autor alemán, estas dos formas de ética no son, en absoluto, incompatibles, ya que el individuo puede ser responsable de sus actos sin necesidad de renunciar a sus principios.
Vigilancia. Supervisión de las actividades de algunos individuos o grupos para asegurarse de que su comportamiento obedece correctamente a las normas establecidas por algún tipo de autoridad. En la era de la información los sistemas de vigilancia y control social son muy sofisticados e implican generalmente la colaboración más o menos activa de los ciudadanos. El acceso a los datos personales de los usuarios de cualquier gadget tecnológico (ordenador, tablet o teléfono móvil) son bien conocidos. Debemos hacer hincapié en la capacidad de autocensura y autocontrol voluntario generada por el sistema neoliberal y las posibilidades de difusión voluntaria de datos personales a través de la red y las nuevas formas de interacción social (Byung-Chul Han, 2014). Por su parte, la llamada hostile architecture, consistente en forzar determinadas conductas o en evitar otras en el espacio público, se presenta como una de las manifestaciones más llamativas de la sociedad vigilada (Mattelart, 2009). También el establecimiento de cámaras de control en determinadas zonas urbanas o el diseño de mobiliario urbano que hace difíciles determinados hábitos que las autoridades locales quieren restringir.
Violencia. Al hablar de violencia, nos referimos a la violencia humana intraespecífica, que se produce cuando el ser humano aparece como culpable o como víctima de una agresión o una situación de acoso. Ejercer violencia sobre alguien significa obligarlo, mediante la fuerza física o moral, a hacer algo que va en contra de su libertad o que atenta contra su dignidad. En situaciones de guerra el grado de violencia es extremo. El significado del término ha evolucionado a lo largo del tiempo y cambia en diferentes contextos culturales y lingüísticos. La palabra inglesa violence (del latín violentia) ya se usaba en la Edad Media para describir «el ejercicio de la fuerza física contra alguien», que, de este modo, era interrumpido, vejado o ultrajado. Podemos distinguir varios tipos de violencia. La «violencia física» comporta un uso intencional de la fuerza, lo que provoca en la víctima un mal observable. La «violencia psicológica» es un tipo de conducta que comporta la descalificación, la ofensa y el agravio personal. La desconsideración forma parte de este tipo de violencia que se expresa sobre todo mediante el gesto o la palabra. Segun Norbert Elias (1939), en los Estados modernos más avanzados se ha producido un proceso de pacificación que afecta a casi todos los ámbitos de la vida social y especialmente a los ámbitos públicos. Así, los ciudadanos generalmente renuncian al uso de la «fuerza bruta» para resolver sus conflictos*. Se crea la administración de justicia que delibera o hace de mediadora en los litigios entre los particulares. El Estado* moderno, mediante las fuerzas de seguridad y de los aparatos ideológicos, se convierte «en una instancia que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente».
Violencia estructural y violencia simbólica. Desde una perspectiva sociológica, la violencia estructural adquiere una importancia capital en las sociedades avanzadas. Según Johan Galtung, en su obra Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución (1989), la violencia estructural es un tipo de violencia que se da cuando las personas están sometidas a unas condiciones de vida que limitan objetivamente su libertad y les impiden realizar sus potencialidades materiales o espirituales. La pobreza*, la discriminación* o la exclusión social* son manifestaciones de violencia estructural. La violencia estructural es un hecho objetivo que generalmente pone en evidencia situaciones de desigualdad o de injusticia. La violencia simbólica es una forma de dominación social (casi invisible) que se ejerce con la complicidad tácita de quienes la sufren (y, también, de quienes la ejercen). Se trata de una especie de «servidumbre voluntaria». Como sostiene Pierre Bourdieu en La dominación masculina (1998), generalmente los grupos socialmente dominados aceptan y comparten la mentalidad y usan las mismas categorías mentales de los grupos sociales dominantes. La víctima de una situación de violencia estructural a menudo acepta resignadamente su suerte, y considera su situación como un hecho lógico y «natural». Por ejemplo, a lo largo de la historia y en casi todas las culturas las mujeres han asumido un rol subalterno al hombre que parece difícil de aceptar en las sociedades contemporáneas. En las sociedades avanzadas la violencia simbólica constituye el mecanismo principal de reproducción y de mantenimiento del orden social.
Violencia sexista o violencia de género. Agresión física o agravio moral protagonizado por una persona en contra de otra del sexo opuesto. El término generalmente se emplea en relación con la violencia que ejerce el hombre sobre la mujer, por lo que, en estos casos, también se emplea el término violencia machista para referirse a ella. La violencia sexista contra las mujeres ha sido (y sigue siendo) un mal endémico en muchas culturas, aunque históricamente los malos tratos masculinos eran admitidos debido a la posición subordinada de la mujer en la sociedad patriarcal. Con la creciente equiparación social entre los sexos, la legislación ha podido traspasar el umbral del hogar privado. En España, la legislación para penalizar y prevenir los malos tratos se actualizó en 1995 y 1999. En 2004 se aprobó en España la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. En el año 2014, uno de los estudios más exhaustivos realizados en la Unión Europea estimaba que cerca de un tercio las mujeres europeas mayores de quince años habían sufrido algún tipo de violencia. La violencia sexista incluye cualquier acción social que pone en peligro la libertad y la integridad física y moral de las víctimas. Se manifiesta mediante el acoso sexual, la violencia física y la violencia psicológica. Un efecto frecuente es la autoculpabilización de la víctima, con la consiguiente destrucción de la autoestima y la aparición de trastornos psicológicos más o menos graves.

Asociación
Burocracia
Currículum/Currículum oculto
Dominación
Exclusión social
Funciones latentes versus funciones manifiestas
Grupo primario y grupo secundario
Hipermodernidad
Interculturalidad
Liberalismo
Mundo de la vida
Norma social
Opinión pública
Profecía autocumplida
Rutinización del carisma
Supremacismo
Triangulación metodológica
Violencia sexista o violencia de género