Jamás habría imaginado cuando publiqué por vez primera en 2007 el manuscrito de El libro negro del emprendedor que, casi veinte años después, continuaría como uno de los libros más leídos, recomendados y comentados en el mundo del emprendimiento. Y, menos todavía, que iba a convertirse en un clásico.
Escuelas de negocios, facultades de empresa, empresarios, asociaciones privadas y públicas que apoyan el emprendimiento y sitios de internet o foros llevan años recomendando mi libro, cosa que me produce emoción y responsabilidad a partes iguales.
Y digo responsabilidad porque realmente influir sobre el futuro profesional —¡y vital!— de una persona es algo que debe ser tomado muy en serio. Durante mucho tiempo, una de mis principales preocupaciones como autor de este libro, que ha dado la vuelta al mundo y ha sido traducido a tantos idiomas, fue que, al abordar lo oscuro del emprendimiento, la dimensión más oculta y los mundanos problemas de montar un negocio, podía desanimar a potenciales empresarios y emprendedores. Quizás por mis advertencias y por poner tan de relieve los obstáculos y sinsabores del emprendimiento, personas que hubiesen tenido éxito se hubiesen echado atrás por mi culpa. ¿Y si empresas que habrían sido exitosas nunca fueron fundadas por culpa de estas páginas?
Así que, cada vez que un lector se aproximaba a mí, al salir de un avión o en una estación de tren o en una firma de libros o tras una conferencia en un congreso, le realizaba sistemáticamente la misma pregunta: ¿te ha desanimado el libro, tiró por tierra tu decisión?
Las respuestas fueron unánimes y similares: para nada. Quien lo tenía claro, quien estaba reamente decidido a emprender, lo hacía igualmente. Y el libro, en este caso, le servía para reconsiderar algunos aspectos, revisar ciertas decisiones y ajustar su proyecto. Y me daban las gracias. A tenor de tal o cual capítulo, estas páginas abrían sus ojos y mejoraban su emprendimiento. Incluso algún lector me confesó que, gracias al libro, se salvó de errores que habrían salido muy, muy caros. De hecho, han sido varios los emprendedores que me atribuían —pienso yo que en un exceso de generosidad— su éxito: «me fue bien, gracias a usted», llegó a decirme más de uno. No lo creo. Fue gracias a ellos mismos. Pero emociona igualmente tanta gratitud.
¿Y qué hay de mi temor? ¿Se truncaron proyectos a raíz de la lectura de El libro negro del emprendedor? Pues sí.
También hubo personas que me reconocieron que, tras la lectura, decidieron no emprender. Les pregunté si se arrepentían o me guardaban rencor por ello. «Todo lo contrario», me aseguraron. Se dieron cuenta de que iban a cometer un grave error, de que estaban huyendo hacia delante y de que les salvé de un desastre seguro, que su emprendimiento iba a ser la crónica de una muerte anunciada. Ninguno se quedó con la espina clavada. Más bien, evitaron clavársela.
Estas reacciones han sido una sorpresa y un bálsamo, y hace ya años que, cuando me topo con algún lector, he dejado de preguntarle si mi libro le perjudicó porque ha sido más bien lo contrario, ahora sé a ciencia cierta que estas páginas solo han hecho que ayudar: a los emprendedores a emprender mejor; y a los falsos emprendedores a darse cuenta de que se aproximaban a un precipicio sin paracaídas.
Otro hecho inesperado es que los mensajes de El libro negro del emprendedor sigan vigentes tantos años después. El motivo es simple: los temas aquí abordados son atemporales porque no están en función de la tecnología o la situación económica, de los mercados financieros o la evolución de las técnicas de gestión empresarial. Las cuestiones que las próximas líneas tratan son atemporales porque hacen referencia a sentimientos, valores, percepciones, autoengaños y relaciones. Cuestiones que, transcurrirá el tiempo, y seguirán siendo las mismas.
Finalmente, quiero insistir en dos elementos que han sido clave en el éxito de este libro, que ha visto ya muchas reimpresiones y cuya reedición solo atañe al aspecto formal y de diseño, pues el contenido es el mismo que el de su primera edición.
El primero fue la fuerza y el valor de los testimonios de las personas a las que entrevisté, y que me ayudaron a recopilar, priorizar y unificar los principales errores del emprendimiento. Yo, que he sido emprendedor, cometí mis propios errores, y sabía de algunos. Pero mi visión habría sido parcial y sesgada, basada únicamente en mis vivencias personales. Precisaba de una perspectiva mayor, una exhaustividad que solo otras personas podían darme. Es impagable el valor aportado por los emprendedores y empresarios que me confiaron sus miserias, sus errores y sus malas decisiones. Ellos me dieron las claves. Yo me limité a ordenar y priorizar, a agrupar y sintetizar. A ellos les debo este libro.
El segundo elemento clave, y ese mérito sí que es de este autor, fue el de trasladar el foco y pasar de estudiar éxitos a analizar fracasos. La ratio de éxito es muy baja todavía porque emprender es realmente un reto. Y es difícil consolidar un negocio en un mundo tan competitivo y cambiante. Sigue siendo más importante, igual que veinte años atrás, enseñar a no fracasar que enseñar a triunfar.
Quiero dar las gracias a los más de cien mil lectores que han recorrido estas páginas y, especialmente, decirles a aquellos cuyos negocios siguen vivos que no desfallezcan y que me alegrará siempre saber que quizás contribuí ni que fuera un poquito a su supervivencia empresarial.
A los nuevos lectores, desearles tanta suerte como esfuerzo van a precisar en sus andaduras empresariales. Aborden este libro negro desde la confianza que proporciona saber que su utilidad real y práctica ha sido ya más que probada, pues el principal juez de toda obra no es otro que el paso del tiempo.